Capítulo 21
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas
Capítulo 21. Surcando aguas
Al día siguiente, Taehyung se puso en contacto con Jimin y terminaron encontrándose cerca de los muelles de Geoje. En cuanto llegó, Jimin le abrazó y sin soltarle, miró de soslayo a Jungkook, como si quisiese cerciorarse de que aquel humano seguía empecinado en robarle la inmortalidad a su hermano. No obstante, no fue tan frío como la primera vez. Bajó su caparazón para hacerles compañía y el pelinegro logró acercarse a él y entablar una conversación civilizada.
En los noventa años que Jimin había permanecido entre mar y tierra, se consiguió un trabajo que le permitiese pasar desapercibido y vivir como uno más. Según lo que le dijo él prefería estar lejos del agua para evitar problemas, pero nunca viajó al interior. Alejarse de las costas le causaba náuseas.
—Entonces, ¿trabajabas en un museo? —formuló Jungkook mientras caminaban.
—No era un museo, era una casa de subastas de Arte y Joyas —dijo Jimin, con los iris perdiéndose entre los pequeños barcos estacionados junto a los que paseaban—. Ahí es donde conseguí ese tomo. Es una auténtica joya, pese a que muchos creen que es una invención o una simple fantasía. Cuando lo encontré, se vendía por veinte millones de wons —tuvo una pausa—, yo sólo tuve que guardarlo en mi bolsillo. Y chas, ¡desapareció!
El pelinegro exhaló una sonrisa.
—¿Dónde vivías?
—Estuve en Incheon durante quince años y luego tuve que buscarme una nueva residencia cada diez.
—¿Por qué? —afinó su mirada.
Jimin le miró de medio lado.
—Porque no envejezco. Los mortales se dan cuenta de que no lo haces, con el tiempo.
—¿Y los archipiélagos? ¿No es el típico lugar que adoraría una sirena?
—Nah, no. El agua salada es un peligro, aunque me gustan las fiestas y que la gente extranjera vaya y venga siempre. Es divertido —comentó despreocupadamente—. Japón está bien. En una ocasión tomé un avión, y...
—¿Y?
Jimin sonrió amargamente. Jungkook supuso que debía ser divertido.
—Fue horrible, las alturas son terribles. Casi tanto como las zonas interiores de los continentes —expresó, bajando la voz—. Es como si no pudieras respirar.
El azabache no dijo nada, fue la primera charla normal que tuvo con Jimin, en lo que Taehyung y Yoongi caminaban a unos pasos por delante, sumidos en algún tipo de conversación tronchante. Él llevaba una pequeña nevera cargada de botellines de cerveza en la mano y Jungkook una bolsa con sándwiches preparados y otros aperitivos. En su espalda, una mochila con toallas, que había sacado del maletero del coche de su compañero.
—¿Crees que aparecerán más devoradores...? —preguntó en voz baja.
—No. No mientras estemos Tae y yo.
Jimin se pasó una mano por el cabello rubio, peinándoselo hacia atrás.
—Aunque sería más útil que él tuviese ese anillo —no pudo evitar soltárselo—. Es absurdo que te haya dado algo tan personal; una sirena no es nada sin su cristal.
El ojiazul sonó tan firme, que la conversación quedó ahí. Jungkook ni siquiera se vio afectado por su comentario, él pensaba lo mismo, pero Taehyung insistía en que debía tenerlo. Justo en ese momento, llegaron al pequeño yate. Yoongi subió el primero a la cubierta, desbloqueó la puerta de la cabina, así como la del camarote y luego se perdió en el interior.
Jungkook le siguió para entregarle la comida y dejar las mochilas abajo. Tae y Jimin dieron una vuelta por la cubierta, apreciando el lugar. Cuando los dos humanos regresaron a la cabina, Yoongi comenzó a parlotear sobre que había conducido uno como ese hacía unos cuantos años. En un rato, puso en marcha el yate y consiguió salir impune de su estacionamiento, alejándose lentamente del puerto. A Jungkook le dio unos conceptos básicos de náutica; el barco tenía un sistema de navegación moderno, por lo que su conducción era prácticamente automática, si bien él podía tomar el mando de control, ajustar la velocidad y otras cosas. Los chicos abrieron el ventanal principal de la cabina y el aire fresco les golpeó en la cara. El pelinegro tomó el volante en ese momento, descubrió lo que se sentía cuando Yoongi le dejó al mando.
Eso que Taehyung una vez le mencionó; con toda el agua en el horizonte, y frente a sus ojos, nada más que un horizonte azul e infinito. No había nada como el mar abierto y surcar las aguas sobre el suave oleaje.
Mientras tanto, Yoongi regresó con un pack de seis cervezas y sacó la primera.
—Pensé que sería más grande.
Taehyung posó los dedos en la barandilla por babor y observó el agua con los ojos muy abiertos. Respiró ese aire limpio y salado, disfrutando inesperadamente de la cola de espuma que dejaba el yate surcando las aguas. Entendió por qué a los humanos les gustaba los barcos, el surf y los pequeños veleros. Moverse sobre el agua era precioso, desde la parte trasera aún podía verse el puerto y la ciudad de Geoje rebosante de vida. Dio unos pasos hacia la popa y se mantuvo allí, apreciando el paisaje de la isla.
Pudo ver la gran y brillante bóveda de cristal del Acuario de Geoje y una pequeña punzada le atravesó el pecho. Era la primera vez que la veía desde su escape y pese a que estuviese cientos de metros y casi pareciese la bola de nieve que Jungkook tenía en su estantería, no pudo evitar recordar su encarcelamiento.
De repente, una mano tocó su codo. Giró la cabeza y vio a Jungkook.
—Ven —le dijo, el joven tiró de su mano y le llevó hacia la proa.
La zona frontal del barco se unía en forma de pico con una barandilla metálica. Desde allí, lo único que podía verse era el mar. Ese precioso horizonte sereno y limpio, frente al que Taehyung se sintió mucho más tranquilo.
—Es precioso —reconoció el humano.
—Sí que lo es.
—Nos alejaremos un poco más —le informó el humano—, me traje el neopreno, así que, podremos nadar un rato.
Taehyung volvió a mirarle, con una incipiente sonrisa.
—¿En serio? ¡Sí, sí!
Él pareció encantado con su idea, Yoongi terminó su botellín de cerveza y se pasó por la cabina para buscar otro. El barco estaba reduciendo su velocidad lentamente, en modo automático. El cielo se encontraba soleado, pese a unas cuantas nubes de algodón rondando la bóveda celeste.
Junto al volante encontró a Jimin, cruzado de brazos.
—Prefiero nadar a navegar —le escuchó decir.
—Pescao, cada vez que hablas sube el pan.
—No me llames pescao, mortal —Jimin clavó unos iris fríos de un azul cristalino sobre él.
—Vale —Yoongi levantó las manos en son de paz—. Rebobinemos. Comencemos de nuevo y utilicemos nuestros nombres. Yo soy Yoongi. Y tu nombre, ¿cómo era? ¿Jimmy? ¿Ginny?
Por supuesto que sabía su nombre, sólo le gustaba hacerse el estrecho.
—Jimin.
—Eso —el pelinegro chocó las palmas de sus manos y se las frotó—. Bienvenido a bordo, criatura del mar.
—Pensé que vuestro yate sería más grande —soltó Jimin de primeras, arrastrando las sílabas—, Yoongi.
Él apretó la mandíbula. Jimin era insoportable. El típico chaval snob y pedante que hubiese evitado en su etapa universitaria.
—¡Jimin, ven conmigo! —la voz de Tae llegó hasta ellos cuando el barco detuvo su navegación.
Jungkook se había largado al camarote para ponerse un neopreno, regresó en unos instantes, con una toalla sobre un hombro y subiéndose la cremallera hasta el cuello.
—Espera, espera, ¿qué vais a hacer? —dudó Yoongi, acercándose a la puerta de la barandilla.
El azabache la abrió y se mordisqueó la lengua con una sonrisita.
—Vamos a darnos un chapuzón, ¿te apuntas?
Yoongi puso los ojos como platos, él ni siquiera se había llevado un bañador. Su intención era comer, beber, dar una vuelta, y, esencialmente, mantenerse seco. Cuando miró a un lado, Taehyung se levantó la blusa y la dejó caer sobre el suelo de la cubierta. Jungkook se lanzó en el agua de cabeza, su zambullida le hundió en las profundidades del agua salada. Le echó un primer vistazo al fondo; estaba a unos cuantos metros de profundidad, el suelo marino presentaba arena, rocas, plantas marinas y pececillos.
Nadó hacia la superficie para tomar la primera bocanada de aire y de repente, una bofetada de burbujas pasó a su lado. Ese fue Taehyung. Se lanzó desnudo y durante unos segundos, movió las piernas en el agua percibiendo la poca efectividad de sus extremidades. Afortunadamente, su piel no tardó en reaccionar a la composición del agua del mar, su cola de sirena acudió en su auxilio. Sus branquias hicieron el resto del trabajo mientras se deslizaba por el agua.
Yoongi les miró atónito desde la barandilla. Jungkook se sumergió de nuevo y siguió el buceo de Taehyung, persiguiendo la estela de su cola. Llegaron hasta el suelo marino y la sirena levantó la arena con la aleta, para su diversión.
En cuanto a Jimin, él comenzó a quitarse la ropa, en lo que Yoongi recogía la de Taehyung del suelo. Lo único que escuchó fue un tercer chapuzón, se asomó al borde y vio un montón de burbujas abrazando a su nuevo aspecto de sirena. Desde allí, siguió con la mirada una silueta oscura, hundiéndose en agua.
Jungkook nunca había compartido su nado con una segunda sirena, es más, él ni siquiera llegó a ver a Jimin en su forma original hasta ese día. Le sorprendió la agilidad con la que se movía, si bien era similar o exactamente igual a la de Taehyung. Su cola también se mostraba ágil y musculosa. De un bonito rosa pálido insertado en él como joyas en forma de escamas. Su cabello parecía mucho más blanco bajo el agua, su aleta ligeramente más pequeña a la de Tae y una especie de velo rosado atravesando toda la longitud de la zona posterior de su cola, haciéndole parecer una bailarina marina.
Jimin fue más tímido con Jungkook; centró su atención en Tae y los dos comenzaron a juguetear entre ellos. Él se quedó embobado, las dos sirenas eran veloces, gráciles, cargadas de una chispa especial. La escena se le hizo preciosa, pero tuvo que detener su aprecio para salir a respirar. Cuando sacó la cabeza del agua tomó una bocanada de aire, alzó su mirada y formuló alegremente:
—Eh, Yoon, ¡¿por qué no vienes?!
—Paso, estoy tomando el sol —dijo bajo un sombrero de pescar y agitó su tercera cerveza.
El pelinegro presintió algo entonces, un roce de alguien en su cintura, unos brazos estrechándole. Taehyung sacó la cabeza del agua y le miró de cerca, sin soltarle. Los dos flotaron en la superficie, pacíficamente. La cola de Taehyung era más larga que sus piernas.
—Jimin ha visto a tres orcas. Una grande y dos bebés.
—¿Qué?
—Sal del agua, esos bichos comen focas y vas de negro —le dijo Yoongi desde la cubierta.
—No, no. No te harán daño —sacudió la cabeza y soltó la cintura de Jungkook, seguidamente tiró de su mano—. Son amistosas con las sirenas. Ven conmigo.
Jungkook conocía bien la naturaleza de las orcas y seguían siendo salvajes y carnívoras, después de todo. Exactamente igual que las sirenas, supuso. No obstante, se dejó arrastrar por Tae por la superficie, luego tomó aire y se introdujo en el agua, tras él. Sus pupilas se posaron sobre tres orcas negras y blancas. Jimin les indicó con la mano que se acercaran, con un movimiento de cola se aproximó a la más pequeña y la envolvió con los brazos, como si fuera un cachorrito. Quizá lo era, pero debía pesar al menos sesenta kilos.
En cuanto a las otras dos, Tae pasó por debajo de la más grande y acarició su panza con una mano, después saludó a la restante, de un tamaño mediano, tocando su hocico. Las criaturas dieron algunas vueltas amistosas alrededor de ellos, invadidas por la curiosidad. Jungkook se hubiera asustado por la situación (ser rondado por orcas de llegaban a los seis metros, impresionaba), pero permaneció tranquilo puesto que Taehyung se encontraba a su lado. Las sirenas parecían ganarse la amabilidad de todas las criaturas del mundo marino, en ellas residía un aura especial y tranquilizadora. Jungkook salió a respirar mientras las criaturas pasaban finalmente de largo. Jimin y Tae le acompañaron a la superficie felizmente.
—¿Has visto el tamaño de la madre? Wow.
—La más pequeña era preciosa.
—Podían habernos devorado —respiró Jungkook.
—Venían de comer, vi pasar un banco de salmones por allá —señaló Taehyung—. No iban a atacarnos. En realidad, las orcas son muy agradables.
Él pasó por su lado, acariciándole con la cola.
—¿También confraternizáis con tiburones?
—Los tiburones no se acercan a las sirenas —contestó Jimin con seriedad—. Además, sólo hay tiburones mako por aquí.
—Sí, lo sé. Es el más rápido de todos. Su naturaleza es peligrosa.
—A veces saltan por la superficie, pero nunca juegan con nosotras.
—Respetamos los territorios —asintió Tae.
—¡Eh! —Yoongi les llamó desde el yate y los tres giraron la cabeza—. ¡Me muero de hambre! ¿Queréis regresar ya?
Jungkook fue el único que salió del agua para atacar a los deliciosos sándwiches, se comió tres, de pollo, lechuga y mostaza. El sol calentó su espalda, bajó la cremallera del neopreno hasta la mitad de su pecho y reposó su cintura en la barandilla, vislumbrando a Tae y Jimin chapotear de vez en cuando en el agua, dejando destellos rosados y azules de sus colas.
Pensó en el periodo de transición de Taehyung. Con lo mucho que adoraba el mar, se preguntó qué pasaría si llegase a convertirse en humano. Jimin le dijo que perdería su cola para siempre, y ahora creía que era injusto. Nunca más sería una sirena. Quedaría apartado de su hogar. Pero, ¿qué prefería él? ¿perderle para siempre? ¿o tenerle a su lado? El pelinegro suspiró y apretó la mandíbula. No quería pensar en la transición. No podía pensar en ninguna de las dos consecuencias.
—Hace un buen día —dijo Yoongi, se dejó caer en el banco atornillado al suelo con el sombrero y unas gafas de sol, resguardándole de tostarse.
—Y tanto —sus comisuras se curvaron levemente, aunque sus ganas de sonreír habían desaparecido.
Soltó lo que le quedaba del sándwich, perdiendo el apetito. Después de calentarse al sol, conversó con Yoongi sobre la pesca. A su compañero no le apetecía sacar la caña —estaba demasiado a gusto holgazaneando—, por lo que Jungkook decidió darse un último chapuzón.
La hora de la tarde se les echó encima en un rato más, las nubes se convirtieron en un trozo de algodón de azúcar rosado y anaranjado que atravesaron el sol suavemente, enfriando las temperaturas. Jungkook tomó aire y volvió a meterse en el agua, buceó y agarró una concha marina del fondo que le resultó llamativa. Mientras subía a la superficie, Tae le interceptó y tomó sus dedos para verla. Le dio el visto bueno con el dedo pulgar y le acompañó hasta arriba para verla mejor. El pelinegro respiró, se apartó el agua de los ojos con una mano.
—Es bonita. Tienes una colección preciosa en la pared.
El humano sonrió, la guardó en la pequeña bolsa de tela que llevaba enganchada a la muñeca tras mostrarle la docena que había conseguido esa tarde.
—Cuando pintemos el dormitorio de abajo, las pondremos ahí —le dijo, y consiguió sacarle una sonrisa.
Tras un exceso de horas en el agua, Jungkook salió de allí sintiéndose como una sopa. Se quitó el neopreno en el camarote, se secó el pelo con una toalla y se sentó en el banco de la cubierta para que sus músculos descansasen. En la cabina de control, Yoongi estableció una navegación lenta y constante. Le contempló desde allí, sumido en sus pensamientos. Mientras tanto, el yate dejó una suave estela de agua mientras se movían a un kilómetro o dos de la isla. El sol se puso en esos últimos minutos y la temperatura refrescó poco a poco, Jungkook sacó un refresco de la nevera portátil, apoyó una mano en la barandilla de estribor y posó sus pupilas en Geoje. Lentamente, la ciudad se iluminaba por la luz artificial de los edificios. La hilera de casas junto a la montaña y más allá del volumen físico de sus colinas y profundas arboledas verdes.
Las aguas se encontraban oscuras desde su lado, el cielo se apagaba a cada minuto, permitiendo que el suave tintineo de unas estrellas plateadas emergiese sobre sus cabezas.
—Es bonito, ¿eh? —Yoongi se apoyó a su lado.
—Sí.
—Me muero de hambre —agregó—. Oye, ¿debería sacar la estufa de gas portátil? Podríamos cenar.
—Podríamos pasar la noche aquí —dijo Jungkook—. Sería mi primera vez durmiendo en un barco.
—Mnh, trato —Yoongi chocó su hombro con el suyo—. Pero tú te encargas de las sirenas, yo no voy a frotar una toalla en la cola de Jimin, así me paguen —masculló maliciosamente.
El pelinegro soltó una risita.
—Tendrás que ayudarme a subirlas a la cubierta.
Yoongi chasqueó con eso. Al cabo de unos minutos, detuvieron temporalmente la navegación automática y Taehyung y Jimin se acercaron al barco. Jungkook se arrodilló en el borde de la escalera plegable, ayudó a subir a Taehyung, quien apoyó los codos en la cubierta. De un pequeño tirón, casi le tuvo entre sus brazos, húmedo, con una larga cola azul centelleando bajo el índigo cielo cargado de estrellas. Él parpadeó un instante, hubiera pagado un millón de wons por ser aplastado por él todos los días de su vida.
—¿Vamos a volver a casa?
—Le dije a Yoongi que pasásemos la noche aquí, ¿qué te parece?
—¿Aquí? ¿Sobre el agua? ¡Sí!
Yoongi intentó subir a Jimin en lo que los otros dos se distraían.
—A ver, coopera un poco, Ariel —soltó ofreciéndole una mano.
La sirena dudó al principio, y Yoongi, cargado de poca paciencia, agarró su muñeca y tiró de él. Al rubio no le gustaba que nadie le tocase, las manos humanas siempre tenían una temperatura distinta, y cuando el chico agarró su muñeca, quiso deshacerse de ella tan pronto como lo hizo, con algún tipo de temor instintivo.
—No tienes que tirar de mí así, no soy un saco de patatas.
—N-no, eres un saco de cemento —jadeó Yoongi.
Casi le tenía en el borde de la cubierta, agarró su otro codo, su trasero se posó en el suelo teniéndole casi encima, y entonces, su peso y falta de músculo le hizo perder el equilibrio hacia el lado equivocado. Y boom, Jimin se escurrió nuevamente hacia el agua y Yoongi se aventuró desde el borde de la cubierta hacia la superficie líquida.
El mar le recibió con un frío chapuzón, tragó un poco de agua, perdió una sandalia que fue directamente hacia el fondo y vio la longitud de Jimin bajo el agua, quien le tomó para sacarle a la superficie. Podía haber sido más delicado, pero él le agarró por la camiseta como si hubiese rescatado a un pobre diablo. En cuanto Yoongi sacó la cabeza del agua, tosió teatralmente.
Jungkook giró la cabeza tras escuchar el chapuzón —estaba pasándole una toalla a Tae—, y de repente, advirtió que Yoongi ya no estaba. Se incorporó inmediatamente y se asomó por el borde.
—¿Se puede saber que hacéis?
—Su culpa.
—Su culpa —dijeron al unísono.
—Se supone que tienes que ayudarme a subir, no lanzarte encima de mí —agregó Jimin airadamente.
—Eres tú el que me ha arrastrado al agua, ¡agarraste mi camiseta!
—¡Porque no tienes fuerza suficiente!
—¡Eres insoportable!
—Eh, ¡acabo de sacarte del agua, estabas hundiéndote como un ladrillo! —le recriminó la sirena.
—Porque el agua está helada, ¡helada! —gruñó Yoongi.
El pelinegro suspiró profundamente. Extendió una mano para ayudar a subir a Yoongi, quien se ayudó con la escalera, y luego, le echó una mano a Jimin. Afortunadamente él no pesaba tanto como Taehyung —cuya cola de sirena resultaba un poco más larga—, así que le ofreció ambas manos y le ayudó a sentarse en la cubierta.
—Gracias —le dijo a Jungkook.
—De nada. Ten —le pasó otra toalla.
Poco después, pudieron deshacerse del resto de sus escamas en el interior del camarote, con ayuda de un radiador de calor y media docena de toallas de algodón. Jungkook y Yoongi encendieron la estufa de gas portátil en la cubierta y prepararon unas salchichas, tostaron algo de pan y sirvieron unas bebidas. La cubierta se encontraba oscura, tan sólo iluminada por la pequeña cabina de control y una lámpara de aceite. El mar estaba pacífico, un silencio sereno y un suave murmullo del tenue oleaje meciendo la navegación del yate.
Jungkook estuvo a punto de bajar al camarote para comprobar si los otros dos estaban listos, pero Tae subió la escalerita a tiempo y con hambre. Se sentó con ellos para cenar, aún tenía el cabello ligeramente húmedo, pero los mechones habían vuelto a ser dorados. Jungkook le dejó una sudadera cálida para que el fresco nocturno no le afectase. Y mientras cenaban, conversaron tranquilamente con Yoongi, quien les comentó que, de pequeño, compartió el hobbie de pescar con su padre.
Jimin se apoyó en la barandilla triangular de la proa, por delante de la cabina de control, lejos del grupo. Y, aun así, pudo percibir el sonido de sus voces, el olor a comida y la tenue luz. Posó sus ojos en la isla, tan salpicada de luz como el cielo.
Poco después, una mano tocó su antebrazo. Reconoció a Taehyung, quien abrazó uno de sus hombros en silencio.
—No se está tan mal. Es precioso, ¿no?
—Sí —secundó Jimin en voz baja—. Pero entre mar y tierra, así es como se siente.
—Ven, siéntate con nosotros.
Taehyung se lo llevó de allí, hasta la mesa. Jimin nunca sentía apetito por nada, así que se sentó con ellos con cierta timidez, si bien su hermano no soltó su mano enlazada en ningún momento. Cerca de la medianoche, recogieron las cosas y Yoongi bajó al camarote para lavar los platos. Jimin pasó por la sala de control, sólo para husmear el funcionamiento de la navegación activa y esa sofisticación que en ocasiones adoraba del mundo humano.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas
Jungkook y Tae se quedaron un rato en la cubierta, admirando el cielo y la isla. Bajo la luz estelar, Tae casi parecía tener el cabello plateado.
—Esa es la Osa Menor —señaló el pelinegro—. Es una constelación.
—Ah, sé reconocer las constelaciones —sonrió Taehyung, apoyó la cintura contra la barandilla metálica y le miró coquetamente—. Te dije que salía a admirar el cielo nocturno.
Jungkook sonrió un poco.
—¿Es algo que hacéis todas las sirenas?
—No todas. Pero en mar abierto, se ve mucho mejor —ladeó la cabeza—. Nos fascina que haya algo ahí arriba que nadie puede alcanzar.
—Mhn.
Su comentario se le hizo bonito, y con el paso de los segundos, Jungkook deslizó un brazo sobre sus hombros y le acercó.
—Dicen que cuanta más oscuridad haya, mejor pueden verse.
—Cerca de las poblaciones humanas, la luz artificial ciega el cielo —afirmó Taehyung, entrecerrando los ojos—. Lo que no sabía, es que le eligieseis ese tipo de nombres tan comunes —continuó—. Dime, ¿cómo llamáis a esa de ahí?
El humano siguió la dirección de su dedo índice.
—Osa... ¿Mayor? —pronunció Jungkook, sintiéndose como un estúpido.
Taehyung se rio melodiosamente. Le miró bien de cerca, con diversión.
—¿Acaso es su hyung?
El pelinegro soltó una risita tímida, redirigió la conversación a algo más interesante.
—Mira, ¿ves esa? La más brillante —señaló él, tratando de parecer un tipo interesante—. Su nombre es Alioth. Es una estrella blanca cien veces más grande que nuestro sol, pero está tan lejos, que apenas es un puntito en el cielo.
—Oh, ¿en serio?
Tae ni siquiera miró en su dirección, una de sus manos llegó en la mejilla del chico, girando la cabeza hacia él.
—Yo me sé otra mejor.
Jungkook arrugó la nariz, sabiendo que no estaba haciéndole caso.
—Es mucho más brillante que esa —anticipó Taehyung, desafiándole.
—No creo que haya una más brillante.
—Sí.
—Nah.
—Sshh —Tae siseó y señaló su pecho—. Jeon Jungkook. Biólogo marino, veterinario, más luminoso que nuestro sol y única estrella.
El pelinegro suavizó su rostro, sus párpados se entornaron cuando se extinguió la distancia entre ambos para tomar sus labios levemente. Fue un beso dulce, cálido y de apenas unos segundos. Luego, Taehyung enterró la cabeza en el hueco de su cuello, adorándole. Con el mar calmado a su alrededor y la distante isla en el horizonte permanecieron en silencio, hasta que decidieron bajar al camarote.
Se cruzaron con Jimin en la sala de control.
—Voy a dormir —le avisó Tae.
—He traído algo para leer —agregó Jungkook amablemente—, puedes bajar, si quieres.
—Luego iré —asintió el otro—. Descansad un rato.
—Adiós —sonrió Tae, revolviendo su cabello rubio con una mano.
—Hasta luego.
—Buenas noches.
En la zona inferior, Yoongi se encontraba en el sofá semicircular, ojeando unas cuantas cosas en su teléfono.
—Vamos a la cama —dijo Jungkook—, ¿prefieres arriba o abajo?
—Arriba —levantó la cabeza de la pantalla—. Espera, ¿de qué estamos hablando?
—De la litera, idiota.
No le dio tiempo a hablar mucho más, puesto que Jungkook pasó de largo con un paso desgarbado. Tae le siguió y le ofreció las buenas noches a Yoongi al pasar. Él volvió a mirar su teléfono, aún tenía una cerveza sobre la mesa y pensaba terminarla antes de dormirse.
La habitación del camarote tenía una litera con dos camas. Jungkook se dejó caer en la de abajo perezosamente, sus músculos se encontraban fatigados, se sentía flojo y tenía el estómago lleno después de comer un montón de salchichas. Iba a dejarle su espacio a Taehyung, pero él casi que invadió su regazo como si ya fuese algo de su propiedad. Metió una pierna entre las suyas y apoyó la cabeza sobre su hombro y clavícula rodeando su pecho con un brazo.
Jungkook no pudo evitar sonreír. Sí, tenía una sirena koala a la que le encantaba agarrarle como si fuese a escaparse de un momento a otro. Él intentó entrelazar sus dedos, pero la sudadera que le había prestado cubría toda su mano, así que tuvo sus dificultades hasta que dobló la manga.
—¿No es raro?
—El qué, ¿tú con mi sudadera? Casi me he acostumbrado a que las uses más que yo.
—No, dormir en una casa sobre el agua.
El pelinegro soltó una risita en voz baja, su pechó retumbó suavemente.
—Supongo.
—Me gusta —preguntó el rubio—. ¿Podrías navegar hasta la península con esto?
—Sí, porque no hay una gran distancia —pensó Jungkook en voz alta—. Aunque este tipo de yates son más recreativos que para viajar. Podríamos quedarnos varados en el mar, sin combustible. Sería dramático.
—Oh, yo podría empujarlo hasta la costa.
A Jungkook se le hizo divertido pensar en eso. Sacudió la cabeza para zafarse de su propia sonrisa y estaba tan cansado, que no tardó demasiado en relajarse a su lado. Hablaron un poco más de cosas sin importancia, hasta que ninguno pronunció nada más. En un tiempo récord se quedaron dormidos, con la puerta entrecerrada.
Yoongi bloqueó la pantalla de su teléfono, le dio un sorbo a su bebida y se recostó en el sofá. Quería ir a la cama, pero le dio tanta pereza moverse, que se quedó allí un buen rato. Había logrado pillar una buena cogorza; exceso de cerveza, relajación, además, del frío chapuzón que le hizo tener que deshacerse de una muda entera de ropa incómoda.
De alguna forma, se quedó adormilado sobre el sofá, medio ebrio y amodorrado, sus párpados se cerraron durante más tiempo del que debería. No supo cuánto tiempo pasó, pero cuando abrió los ojos, aún era de noche y un frío sudor le atravesaba. Yoongi tomó aire como si hubiese estado un rato sin respirar, tenía la garganta comprimida. El suelo estaba cubierto por una fina capa de agua que heló sus pies descalzos y la punta de sus dedos.
—¿Agua? —dudó, sin poder creerlo.
Se pasó una mano por el cabello oscuro y despeinado y fue rápidamente hacia la cocina. No salía de allí, tampoco parecía hacerlo de la habitación. El barco se sacudió repentinamente y él se escurrió, sus rodillas tocaron el suelo y algo golpeó la cubierta, hundiendo una de las paredes del camarote. Sus ojos se abrieron como platos. ¿Qué diablos estaba pasando?
Yoongi tomó la escalera y subió rápidamente a la cubierta. La sala de control se encontraba abierta, Jimin de espaldas. Él estuvo a punto de llamarle, pero el fuerte oleaje movió el barco hacia un lado y una de las olas impactó en sus rodillas. En esta ocasión, se escurrió sobre la cubierta.
—¡Jimin! —le llamó.
Y otro golpe. Un murmullo grave, hueco, gigantesco. El barco dejó de mecerse por el oleaje y fue sujetado por algo. Yoongi giró la cabeza y pudo verlo. Tentáculos agarrándose a la barandilla, hundiendo su fuerza en la madera de cubierta y clavándose en cada extremo. Una cabeza gigantesca que no llegó a ver por la falta de luz, un terrible hedor proveniente de las profundidades.
Podía haberse quedado paralizado, pero el pinchazo adrenalínico estalló en sus venas. El siguiente tentáculo intentó aplastarle, él se tiró hacia un lado y sintió aquel frío sudor volviendo a recorrerle. Jimin seguía en la cabina, sin mirarle.
—¡Jimin! ¡Jimin!
Trató de ir hasta allí, mientras todo saltaba por los aires, agua golpeándole, la espuma asfixiándole, uno de los tentáculos del ser alcanzando su tobillo derecho y arrastrándole.
Jungkook y Taehyung sólo se despertaron por los gritos. Al principio, ni siquiera percibieron el agua que bajaba por la escalera, pero pronto detectaron los golpes del Kraken, el temblor de la madera y las paredes agrietándose.
—¿Qué está pasando?
—Jungkook, Yoongi está gritando —dijo Taehyung.
El pelinegro casi se le escapó de entre los brazos, salió disparado, como una bala. Casi se resbaló por la escalera, el agua caló su ropa y enfrió sus pies, pero no supo tan salada como esperaba en sus labios. Algo muy malo estaba pasando.
—¡Yoongi! —gritó y cuando salió a la cubierta, un tentáculo arrancó la barandilla y se la lanzó.
Él la esquivó de milagro, giró la cabeza y se quedó sin aliento. El agua se elevó sobre su cabeza, todos los tentáculos, los ojos de aquel ser oscuro y salvaje le apuntaron a él, desde el cielo. ¿Le había reconocido? ¿Era lo mismo que en su sueño? ¿Le odiaba por querer llevarse a Taehyung?
Fuera como fuese, no creía que pudiese escapar de aquello. Retrocedió lentamente, con los ojos muy abiertos. ¿Cómo había llegado eso ahí? ¿Iban a morir? ¿Por su culpa?
—Jimin —Yoongi llegó a la sala de control y agarró el brazo del chico—. Tenemos que hacer algo, ¡tenemos que ir hacia la costa! ¡Esa cosa va a matarnos!
Jimin no reaccionó a sus palabras. Yoongi le rodeó, él estaba hecho un desastre, la ropa rasgada, la rodilla herida por su caída, empapado, con el cabello revuelto y sin aliento.
—¿Jimin? —parpadeó frente a la sirena.
Su rostro se encontraba inexpresivo, con iris cristalinos iluminados por algún extraño motivo. Parecía absorto, distante, como si él no estuviese allí, más que la carcasa vacía de su cuerpo. Yoongi zarandeó sus hombros, asustado.
—¡Despierta! ¡Vamos! ¡Un demonio marino va a matarnos! —escupió frente a su rostro impasible.
Y sólo cuando le maldijo, sus ojos pestañearon y sus iris se posaron sobre el chico.
—Muere —susurró con otra voz, helándole.
La cabina fue aplastada repentinamente, una ola enorme entró por la ventana y les arrastró. Estaba fría, dura, les abordó sin compasión.
Mientras tanto, Taehyung atravesó medio camarote con la intención de seguir a Jungkook, pero algo le dejó paralizado. Era agua salada lo que bajaba por la escalera, lo que les inundaba. Sus rodillas se encontraban bajo el agua, pero él, mantenía un par de piernas humanas. ¿Por qué no se transformaba? Contó los segundos hundido en esa agua. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Diez. Nada.
El joven frunció el ceño, fue hasta la escalera y posó una mano en la baranda destruida. Introdujo la otra en el agua y la alzó, permitiendo que la ilusión escapase entre sus dedos.
—No es agua —entendió entonces—. No es real.
Sin embargo, en la cubierta, los efectos eran muy distintos. Jungkook esquivó la muerte, hasta que un tentáculo le arrastró hacia la barandilla. Quería tragarle. Iba a hacerlo. Agarró su pierna con tanta fuerza que le tiró al agua. Le arrastró hacia las profundidades. Sin oxígeno en los pulmones y con las pupilas ciegas por la fría oscuridad marina.
Segundos antes Taehyung subió la escalera y contempló la situación, pudo ver a través del Kraken. Los Kraken marinos eran gigantescos, pero aquello no lo era tanto. No podía ser el auténtico Kraken. Y no había nada destruido sobre esa cubierta. Una maldita ilusión estaba jugando con sus cabezas.
De repente, vio a Jungkook lanzarse al agua por su propia cuenta. Quiso correr hacia él, pero giró la cabeza en dirección a lo que estaba produciendo aquello; Jimin. Su vibración era clara, podía escucharla como el batir de una aleta.
Yoongi le había estado zarandeando y ahora, se veía sumergido en alguna especie de ilusión asfixiante, frente a él.
Jimin les estaba haciendo eso, ¿por qué?
Taehyung abrió la boca y a unos metros, entonó su canto de sirena. No fue una canción, sólo un sonido de alerta, el timbre de su voz se elevó por encima de su ilusión con tanta fuerza, que perforó los tímpanos de su hermano. La onda del sonido impactó en Jimin, el destello de sus iris despareció, él jadeó con fuerza y repentinamente, librándose de aquel gusano mental invisible. De repente, la ilusión se desvaneció sobre ellos como una lluvia onírica.
Yoongi agarraba su ropa, sus dedos se deshicieron débilmente y estuvo a punto de desmayarse por la falta de aire que casi le había aplastado. Jimin se tambaleó junto a él, los dos chocaron contra la mesa de navegación y antes de caer al suelo, sus labios se estamparon con una desinteresada casualidad.
Al otro lado del yate, Taehyung se quitó la ropa —camiseta y sudadera— y seguidamente saltó al agua de cabeza. Se sumergió rápidamente en el agua y su pantalón de chándal se hizo trizas en cuanto la cola de sirena acudió a él. Buscó a Jungkook muy asustado, vio su cuerpo a muchos metros y nadó hacia él con un rápido impulso para agarrarle.
En unos segundos más, le sacó a la superficie. Jungkook tosió un montón de agua en su hombro, Taehyung le sostuvo entre sus brazos, sintiendo el súbito temblor de su cuerpo humano.
—Ya está —murmuró—. Estás bien, Kookie. Te tengo.
Jimin y Yoongi se deshicieron del otro rápidamente; su roce de labios fue fortuito, el humano clavó las rodillas en el suelo y cayó en la cuenta de que tenían un Kraken en mitad de la cubierta. Sin embargo, cuando giró la cabeza, no había nada. Todo estaba en su sitio, excepto su rodilla herida por la caída, manos raspadas y falta de aliento.
—Y-yo... n-no quería hacerlo... —Jimin se tapó el rostro con las manos, en un repentino sollozo—. No... Algo entró en mi cabeza. Mis recuerdos, mi poder, mi cristal. Me ha violado.
El chico le miró fijamente, con el corazón en la garganta y la adrenalina aún en sus venas. Tragó saliva sintiendo el vello de punta.
—Eh, tranquilo —le dijo en voz baja.
—¡Ha entrado en mí! ¡Aún puedo sentirlo! ¡No! —sus ojos se llenaron de brillantes lágrimas.
—Jimin...
Yoongi tocó su hombro.
—Eh —agregó suavemente—. No hay nadie por aquí. ¿Vale? Estamos en mitad del agua.
—Tenemos que ir a la costa, tenemos que irnos de aquí. Quiere algo de nosotros, p-por favor, volvamos.
El pelinegro se incorporó, le ofreció una mano para ayudarle a levantarse y cuando lo hizo, se dio cuenta de que ni Taehyung ni Jungkook estaban en el barco. Fue velozmente hacia la barandilla y miró el agua. A muchos metros de ellos, pudo verlos. Con un jadeo, regresó a la sala de navegación y detuvo el barco. Jimin se encontraba sentado en el suelo de nuevo, abrazándose a sí mismo. Por algún motivo, estaba temblando. Él ni siquiera sentía el frío como un humano.
Yoongi se acuclilló frente a él para tranquilizarle. Jimin estaba muy asustado, lloroso, murmuraba algo de un gusano.
En el agua, cuando Taehyung vio que el barco se detenía, comenzó a nadar por la superficie, sin soltar a Jungkook. El humano estaba helado, sus labios pálidos y la ropa mojada.
—¿Qué ha sido eso?
—Jimin —pronunció la sirena.
—¿Por qué...? —formuló Jungkook desorientado.
—No lo sé. Pero no era él de verdad. Él no hubiera hecho eso —dijo Tae con seguridad, llevándole consigo—. Vamos, el barco está deteniéndose. Tienes que salir del agua, o enfermarás.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas
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