Capítulo 14
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 14. Esencia híbrida
—La puta madre, ¡la puta madre!
Taehyung sacudió la cola en el suelo, su otra enorme mitad de pez azul resplandeció bajo un brillante sol de media tarde. Su cabello de un rubio dorado, tintó lentamente sus mechones de azul cobalto. A Yoongi casi se le salieron los ojos de las órbitas.
—¡Joder, que marrón!
—¿Por qué tengo cola de nuevo?
Tae se miró a sí mismo con curiosidad, sus brazos volvían a encontrarse salpicados por brillantes escamas, los dedos de sus manos habían recuperado la suavidad de sus membranas.
—¡Esto está lleno de gente!
—¡Yoongi, llévame a algún lado!
Yoongi giró la cabeza en ambas direcciones, no tenía ni la más remota idea de qué hacer con Taehyung. Podía haber sido un pececillo de colores, o cualquier otra especie que no resultase tan refulgente y llamativa. Pero de toda la lista de posibles transformaciones, estaba seguro de que las sirenas encabezaban sus locas ocurrencias.
—V-vale, estate quieto.
Se acuclilló para intentar agarrarle, Taehyung extendió sus brazos hacia él, pero cuanto trató de levantarse, cayó de rodillas sobre él y estuvo a punto de probar el suelo con los dientes.
—¡Yoongi! ¿Estás bien?
—Perfectamente —levantó el dedo pulgar con una sonrisa falsa—. Podrías haber mencionado que pesas como uno de esos cachalotes.
—Jungkook no me dijo que pesaba tanto.
—Jungkook está mazado, además, ¡no menciones a ese ser en nuestra conversación! —le apuntó con el índice, totalmente histérico.
Tae hizo una mueca, giró la cabeza cuando escuchó un puñado de voces de un grupo de jóvenes acercándose. Iban a descubrirles. Ese era el final de todo, de su escapada, de su aventura y de su amor con un humano. Sin embargo, Yoongi sacó una fuerza descomunal de algún lado, se incorporó como un Hércules, le agarró de los brazos, desde atrás, y le arrastró por allí como si fuera un saco de patatas.
No iba a permitir que nada de eso pasara. Taehyung era una sirena, el amor de su mejor amigo, y él, un estúpido que no sabía ni cómo diablos había llegado a estar implicado ahí en medio. Aceleró sus pasos y apretó los dientes, la gigantesca cola de Tae se arrastró por el suelo, con un minúsculo aleteo nervioso. Vislumbró de medio lado una caseta portátil cuya puerta mostraba en unas letras blancas donde decían «Sólo Personal». Lo siguiente que hizo Yoongi fue empujarla con el hombro, y con un jadeo, entró de espaldas. Chocó con una pesada estantería cuando arrastró la longitud de Taehyung hasta el fondo de la sala. Una bolsa de pienso cayó sobre su cabeza, se tropezó con sus propios pasos, soltó a la sirena y estuvo a punto de caer de nuevo al suelo. Afortunadamente, el pinchazo de adrenalina le hizo correr hacia la puerta que atravesaron. La cerró casi sin respiración, empujó una escalera metálica para bloquearla y se inclinó sobre sus propias rodillas.
Respiró como pudo, con el corazón en la boca y el pulso en sus oídos.
—C-creo que no nos han visto.
—¿Te has hecho daño en la cabeza?
—No —jadeó, alzó la cabeza levemente, con el rostro enrojecido y lleno de sudor—. En menuda nos hemos metido, dios nos coja confesados.
Tae se sentó sobre el suelo, flexionando la cola. Se sacó la blusa azul sólo para comprobarse, aún tenía un resplandor húmedo en la cola y el pecho mojado por el refresco que le derramaron en la ropa. Yoongi tragó saliva pesada, se pasó un brazo por la frente, limpiándose el sudor. Miró a su alrededor, identificando aquel apestoso olor que inundaba su olfato, una rendija de ventilación, una bombilla artificial de mala calidad, un montón de sacos blancos con letras azules. Fue hasta una de las estanterías metálicas, introdujo la mano en un saco abierto y agarró un puñado de pienso.
—Comida marina —manifestó—. Con suerte, no le darán de comer a los pingüinos hasta que nos marchemos.
—Ya sé. Es el agua salada.
Yoongi soltó el pienso y se sacudió las manos en los pantalones.
—¿El agua salada?
—Ese cachalote nos salpicó, ¿verdad? Fue directo a mi piel, y ahora vuelvo a tener cola.
El humano se acuclilló tras la puerta.
—Entonces, ¿eres un metamorfo o algo así? ¿Tienes piernas en la tierra y cola en el mar?
Tae no tenía ni idea, sólo esperaba poder recuperar sus piernas después de ese incidente. Tener cola era maravilloso, pero no poder ver a Jungkook se le atragantó como un mal presagio.
—Joder, ¿y ahora qué hacemos? —masculló Yoongi, pasándose una mano por el pelo negro—. Kim está paseando como un tiburón, ahí afuera. Y yo, estoy encerrado con un tío medio sirena, ¡dentro de un almacén de pienso para peces!
—Yoongi, mantén la cama. Llama a Jungkook.
—Sí, sí.
Sacó el teléfono de su bolsillo y marcó en su contacto. Terminó deslizando la espalda sobre la escalera metálica que bloqueaba la puerta, mientras esperaba que descolgara.
—¿Sí?
—¿Jungkook?
—¿Se puede saber dónde estáis? —masculló Jungkook, caminando muy rápido—. Kim ha venido a cerrar la exhibición, hoy era el último día.
—¿Te ha visto?
—No, ¿y a vosotros?
—No.
—Vale, no pasa nada. Tenías razón en algo; podemos irnos, nadie lo notará. Su aspecto humano no tiene nada que ver con...
—Escucha —le detuvo Yoongi, se pasó una mano por la mandíbula y teatralizó todo lo que pudo—. Su aspecto humano es genial, ahora imagínate que, hipotéticamente, volviese a tener una cola azul de dos metros. Aquí, en mitad de un jodido parque temático marino, con su mayor verdugo paseando como un tiburón sonriente en busca de su próxima obsesión. ¿Qué me dices? ¿Suena increíble o no?
Jungkook se paró, apretó el teléfono entre los dedos, así como la mandíbula.
—Yoongi, ¿qué coño tratas de decirme? —su corazón cabalgaba en su pecho—. ¿Dónde diablos estáis?
—En una caseta portátil. Todo ha sido un incidente.
—¡¿Cómo que un incidente?!
El pelinegro bajó la voz para no llamar la atención y trató de mantener los nervios. Siguió las indicaciones de Yoongi para llegar hasta ellos, deteniéndose del montón de gente que se encontraba junto a la caseta en ese momento. Esperó unos minutos, hasta que se fueron. Tocó en la puerta con los nudillos y se identificó. Luego escuchó un sonido metálico siendo arrastrado, Yoongi abrió una rendija y dejó pasar.
Sus ojos se clavaron sobre la sirena. Ahí estaba Taehyung, la misma sirena que había conocido en el acuario. Preciosas escamas insertadas en su piel canela, tan dorada como la arena bajo el sol, una cola enorme, musculosa y su cabello cobalto.
—Taehyung —se arrodilló junto a él—, ¿qué ha pasado?
Tae agarró su mano, sus dedos no estaban fríos, más bien tibios. Jungkook comprobó su pulso, posando unas yemas bajo su cuello, después, con una mano sobre su esternón. Su corazón seguía latiendo con regularidad.
—Ha pasado de repente, sentí un cosquilleo y mi cuerpo reaccionó al agua salada.
—Tienes pulso. No ha sido tu corazón.
—Un cachalote con la cara del presidente Moon nos escupió frente a la barandilla —Yoongi no se olvidó de ser creativo—. Qué hijo de puta.
—Espera, ¿dices que ha sido por el agua? —formuló Jungkook nuevamente.
—Ocurrió muy rápido, apenas unos... diez segundos.
—Tuve que arrastrarle hasta aquí —agregó su mejor amigo, más serio.
El azabache se pasó una mano por el cabello.
—La deshidratación puede hacerte daño —dijo preocupado.
—No siento nada malo ahora —contestó Tae.
—¿Seguro? Entonces, debe ser tu esencia híbrida.
—¿Esencia híbrida? —repitió Yoongi tras él.
—Seokjin tenía un tomo sobre sirenas donde se decían que eran seres híbridos —resopló Jungkook.
—Hubiera sido genial que pudiésemos contar con él ahora, pero, ¡moc, moc! le dejamos fuera de la ecuación, ¿recuerdas?
—Dios, cómo de útil nos sería si tuviéramos eso con nosotros.
—¿Podemos salir de aquí? Por favor —emitió Taehyung nervioso.
Agarró el borde de la camisa de cuadros abierta de Jungkook con inquietud. No quería volver a estar en una pecera, no quería volver al mar sin Jungkook y le daba miedo no poder volver a recuperar sus piernas. El pelinegro le miró con afecto, pasó una mano por su cabeza y trazó un plan.
—Tenemos el coche, Yoongi puede ir a por él. Saldremos por la salida de atrás, acerca el morro todo lo que puedas. Podemos salir de aquí si no hay moros en la costa.
—Vale, pero ¿quién te avisará de que puedes salir? Si yo tengo que ir a por el coche, te quedarás con él a solas —valoró Yoongi.
—Noah.
—¿Noah?
—Estaba por aquí, es un buen chaval, creo que puedo contar con él.
—Jungkook, Noah tiene dieciocho años, ¡es un mocoso que te sigue como si fueras Justin Bieber!
—¡No tenemos a Hoseok ahora! ¿¡Se lo decimos mejor a Kim!?
—No discutáis —pidió Taehyung.
Los dos chicos suspiraron en tensión, Yoongi puso los brazos como jarras y asintió con la cabeza.
—Muy bien, voy a salir —dijo—. Cojo el coche y lo estaciono frente a la salida, te doy un toque al teléfono cuando esté listo. Entonces, sal. ¿De acuerdo?
—Bien. Si tardo unos minutos, es porque el camino está bloqueado.
—Genial, genial.
Yoongi salió por la puerta realmente encrespado. Buscó la salida trasera (estaba vacía en esos momentos), empujó la puerta metálica y abandonó el parque temático, con las llaves del coche en la mano.
—Voy a necesitar unas vacaciones en las Fiyi después de esta semana de espanto —se dijo a sí mismo.
En el interior de la caseta, Jungkook se incorporó, sacó su teléfono del bolsillo para llamar al joven.
—Noah.
—Jungkook, acabamos de vernos hace tan sólo unos minutos, estaba preguntándome dónde te habías metido —sonrió el chico—. De repente hubo un revuelo y te vi salir pitando.
—Escucha, necesito que me hagas un favor. Es algo muy... importante...
—Oh, ¿sí? —dijo con voz más grave.
Jungkook le dijo que necesitaba su ayuda, le indicó donde estaba la caseta donde estaba metido y que necesitaba una distracción si alguien pasaba por allí. Afortunadamente, el chico se ofreció a ayudarle sin ninguna pregunta extra. Recibió la llamada perdida de Yoongi, Noah le avisó de que no había moros en la costa, y Jungkook se guardó el teléfono en el mismo bolsillo, regresando hasta Taehyung.
—Vamos a salir ahora.
Le alzó entre sus brazos, con Tae abrazando su cuello. Jungkook empujó la puerta con un costado, le sacó con cuidado bajo el brillante sol que esa tarde abrazó la ciudad de Geoje.
—Por allí —dijo, cargándole.
Se cruzaron con Noah cerca de la puerta, el joven clavó sus ojos sobre Jungkook y la sirena y esbozó una sonrisa amplia.
—¡Wow! ¡Qué disfraz más increíble! —dijo Noah puerilmente—. Nunca había visto uno tan bien conseguido, parece súper real. ¿Es para la exhibición?
Jungkook se quedó a cuadros.
—Sí —respondió Tae, con una sonrisa tensa—, para la exhibición.
—Es que, ya sabes, estos trajes son pesados —se excusó Jungkook, sosteniendo a la sirena—. Una vez que se lo ponen, tienen que meterse directamente en el agua. V-voy a llevarle por allí, donde está el resto de su grupo.
—Eh, eh, espera.
Noah se acercó a ambos, con las manos guardadas en los bolsillos.
—Es un placer conocerte —Noah le sonrió a Taehyung, con las comisuras de sus ojos arrugándose. Presintió que esa era la pareja de Jungkook, y esperando no hacerles sentirse incómodos, trató de expresar su apoyo—. Es genial que estéis juntos. Y no os preocupéis, en los tiempos que corren, es lo más normal —le dio un codazo al pelinegro—. Aunque nunca pensé que Jungkook terminaría saliendo con una sirena, ¡ja, ja, ja, ja!
Jungkook tragó saliva pesada.
—Yo tampoco pensé que terminaría en los brazos de un humano —agregó Tae en tono humorístico.
Los tres compartieron unas risas, y Jungkook apretó los dientes, reconociendo que empezaban a dolerle los brazos. Se largaron de allí con una gota de sudor en sus sienes, Noah se sintió encantado de conocerles y se despidió sacudiendo la mano.
—Qué mono. Es bastante inocente.
—No puedo creerme que se lo haya tragado —bufó Jungkook, en lo que abandonaban el parque temático—. Allí está Yoongi.
Su amigo le miró al borde de la histeria, abrió la puerta trasera para que metiese a la sirena.
—Vamos, vamos —farfulló el chico.
Jungkook le dejó atrás, tomó el asiento de copiloto y se quitó la camisa a cuadros en lo que Yoongi se sentaba de piloto, se ponía el cinturón y salían de allí vertiginosamente.
—Ponte esto —le pasó la camisa a Taehyung—. Tapará tus escamas.
Le ayudó a taparse con una lona que Yoongi guardaba en el asiento trasero, para que su cola quedase oculta mientras se movían por la ciudad. En un rato más, abandonaron la ciudad y llegaron a casa. Yoongi estacionó en el garaje para que pudiesen sacar a la sirena sin miradas indiscretas. Jungkook llevó a Tae a la bañera, le dejó allí, preocupándose por su hidratación. La llenó con agua y arrastró un taburete de la cocina hasta su lado.
—Estoy bien, de verdad —repitió el peliazul.
—Dime, ¿sentiste algo raro anoche?
—No, para nada.
—¿Dolor de pecho?
—No. Sólo cuando me besaste.
Jungkook sonrió un poco, sacudió la cabeza y se libró de la idea antes de distraerse con eso. Yoongi llegó al cuarto de baño con una cerveza helada en la mano.
—Bien. Tengo una teoría; alguien le tiró un refresco encima, y por un segundo, me pregunté si sucedería —expresó el chico—. Pero ahora tengo mis dudas sobre si es el agua salada, o una cantidad de líquido exacto. Quizá deberíamos comprobarlo.
—¿Comprobar el qué?
—Has dicho que la fisiología, o como se diga, de Taehyung es híbrida, ¿no? O eso ponía el tomo mágico de Atlantis de Seokjin —trató de explicar Yoongi.
—No es de Atlantis, es del mar muerto.
—Su corazón sigue palpitando —prosiguió su amigo, ignorándole—, por lo que asumo que no ha vuelto a ser lo que era antes. Debe ser un cambio temporal, reversible. Quizá, que su corazón siga latiendo significa que su parte híbrida sigue activa.
—¿Y cómo lo revertimos? —dudó Taehyung, movió la aleta húmeda que quedaba fuera de la bañera, con el resto de la brillante cola azul bajo el agua tibia.
—Calor —dijo Jungkook en voz baja.
Los dos giraron la cabeza hacia el azabache. Él estaba cruzado de brazos, la cabeza baja y una mirada reflexiva. De repente, se levantó del taburete, arrepintiéndose de haber metido a Taehyung en remojo.
—Vale, vamos a sacarte de la bañera —enunció, extendiendo los brazos en su dirección—. Yoon, saca unas cuantas toallas. Vamos a secarle bien.
Le dio igual mojarse la camiseta y jeans que vestía, Tae se agarró a él, Jungkook le sacó empapado de agua. Se lo llevó hasta el salón, donde Yoongi colocó varias toallas para que no calase el sofá. Dejó a la sirena allí, agarró un par de toallas extra y entre los dos, le secaron lo mejor posible.
—Yo voy a por el secador —Yoongi levantó una mano y salió disparado.
Tae agarró la mano de Jungkook, la estrechó para que le mirase.
—No te preocupes. No voy a irme a ningún lado.
El azabache le miró con debilidad; él no había dicho nada de eso, pero Taehyung casi parecía percibirlo en su rostro. Ya le había expresado su temor el día de antes y en ese momento, no había nada que les apeteciese más a ambos que no separarse.
—Lo siento —Jungkook pellizcó tiernamente su mejilla—. No debí haberte llevado allí. Ha sido muy peligroso.
La sirena negó con la cabeza, Yoongi regresó al salón y buscó un enchufe donde conectar el secador. Jungkook tomó el aparato, cerciorándose de que no le harían daño. Le secó el pelo a Tae y de paso, le dio ligeramente en la cola, comprobando si las escamas, como afilados cristales cobalto, reaccionaban al calor. Inesperadamente, se encogieron.
—Funciona.
—¡Sí! —exhaló Yoongi.
Comenzaron a desaparecer poco a poco, aplicando un calor esparcido por la longitud de su cola. Perdió tamaño y se encogió, separándose lentamente en un par de piernas finas y lisas. Taehyung se cubrió con una toalla, retiraron el secador y su cuerpo recuperó la forma humana lentamente, sin ayuda. En unos minutos, Jungkook se sentó a su lado y Taehyung abrazó su cuello felizmente. Sus dedos se entrelazaron.
Yoongi comenzó a recoger todo aquel desastre de toallas, bañera desbordada y otros asuntos. Se quitó de en medio mientras Tae y Jungkook se convertían en un par de tortolitos.
—No teníamos ni idea de que sucedería —dijo Tae.
Jungkook suspiró lentamente, apretó sus dedos y le miró de medio lado.
—No te ha dolido, como la otra vez —consideró en voz baja—. El primer cambio fue el que activó tu cuerpo híbrido. Esta vez ha sido mucho más sencillo.
—¡Hmnh!
Tae volvió a abrazarle como un koala. Estaba desnudo, cubierto por una sola toalla. Con las piernas flexionadas en el borde del sofá y el rostro enterrándose en el hombro del biólogo marino. Se sintió feliz por seguir con él allí, porque sus dedos siguiesen siendo tibios, como los de Jungkook. Él le envolvió con los brazos como si fuera su mayor tesoro.
—Joder. No sabes lo mucho que me has asustado —murmuró junto a su oreja.
—Oye, Kookie, tengo algo que... contarte.
De repente, los dos vieron acercarse a Yoongi con un vaso de agua lleno.
—Aparta, o te mojarás —le dijo a Jungkook.
—Eh, eh, ¡¿qué haces?!
Yoongi se encogió de brazos, y como no le hizo caso, le tiró un vaso de agua por encima a Taehyung, salpicando a Jungkook. Los dos le miraron con los ojos como platos, Yoongi contó hasta diez en voz alta, pero no sucedió nada.
—Las moléculas de agua salada le afectan, el agua dulce no —alzó las manos en son de paz, con el vaso en una de ellas—. Teníamos que comprobarlo, ¿vale? A esto se le llama ciencia empírica.
—No vas a tirarle agua salada por encima.
—No iba a hacerlo, ya hemos estado media hora intentando que desapareciese esa cola, como para intentarlo de nuevo —alegó Yoongi, largándose hacia la cocina.
Tae y él se miraron, el cabello azul de Tae volvía a estar mojado, pero lentamente perdía su tono azul para volverse de un rubio claro. Jungkook se levantó del sofá y le miró de soslayo.
—Iré a por tu ropa.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.
—¿Puedes olerle? —dijo una mujer.
Jesse giró la cabeza, su sonrisa se volvió maquiavélica bajo unas rasgadas pupilas felinas.
—Sí. Ha estado aquí —dijo él con voz grave, se acuclilló y tocó el suelo, percibiendo la vibración del ser marino.
—¿Estará en el agua?
—No. Había alguien más con él —se incorporó y arrugó la nariz—. No hay rastros en la barandilla, debe haber recuperado sus piernas.
—Entonces, su esencia es realmente híbrida.
—Eso es lo que necesitamos, Suni —dijo Jesse—. Sus corazones están jugosos y aún son inmortales, pero no tienen tanta fuerza como una sirena completa.
—Se me hace la boca agua con tan solo pensarlo. Y será nuestra —sonrió Suni, continuó hablando con una voz escalofriantemente grave—. Sólo para nosotros, como esa chica tonta con la que ahora sales. Muero por clavar mis dientes en ella.
—No. Ella sólo es una mortal, no saciará nuestro apetito.
—Pero dijiste que viste algo en su aura —dijo Suni con vehemencia.
—Sí, pero no es ella. Sólo está cerca de alguien que tiene a la sirena —Jesse salió de la sala en plena noche, sus iris rasgados se dilataron. El parque temático estaba vacío y cerrado a esa hora, un silencio sepulcral predominaba en ese lugar—. Hoy le sentí, aquí. Pero había demasiada gente, no pude concentrarme.
—Bien, asegúrate de atrapar a esa sirena antes de que sea demasiado tarde.
—¿Y tú? ¿Qué harás? —sonrió sarcásticamente—. ¿Esperar cruzada de brazos?
—Yo cacé a la última hace cincuenta y siete años —la mujer se cruzó de brazos—. Compartimos el botín entre los tres.
Jesse extinguió su sonrisa. Estaba cansado de compartir botines con ella y el otro ser que ni siquiera estaba en la isla. Esta vez, la sirena sería sólo para él. Tenía hambre y llevaba demasiados años sin llevarse una buena pieza a la boca. Estaba cansado de Suni, hambriento y enfadado. Las sirenas apenas llegaban a pisar tierra en el último siglo y sus venas estaban tan frías que le hacía saber que se debilitaría tarde o temprano. Y no pensaba compartir nada con su compañera, así tuviera que apuñalarle antes de tomar su almuerzo.
«Si tuvieran a su compañero allí, sería más fácil», pensó. «Él tenía la capacidad de rastrear las colas de sirena. Podrían ir en busca de ella, seguirle hasta su escondrijo, pero Suni y él no eran del tipo rastreador».
—Sí —mintió Jesse—. Yo me encargaré. Sé de algo que nos será útil, déjamelo a mí.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.
Cenaron arroz salteado con pollo, y cuando la cena terminó, Taehyung les pidió unos minutos para conversar sobre algo importante. Minutos después, él se sentó en el sofá con seriedad, Yoongi se dejó caer en el sillón, sintiendo agujetas en los brazos por haberle arrastrado horas antes, y Jungkook regresó de la ducha con una camiseta blanca, pasándose una toalla por la cabeza.
—Debo explicaros algo que no os he comentado hasta ahora —dijo Taehyung, posó sus iris sobre Jungkook, quien le observó con una toalla en los hombros, sin llegar a sentarse.
—¿Qué?
—V-vale. A ver, ehmn... hace un tiempo, cuando llegué a Geoje, perdí algo.
—¿Las llaves de tu moto acuática? —bromeó Yoongi.
—Chst —chistó Jungkook—. ¿Qué perdiste algo? ¿El qué?
—Una joya del mar. Es mía, nací con ella y me ha pertenecido durante siglos.
—Espera, espera, ¿qué? ¿estamos hablando de un tridente, o algo así? —formuló Yoon—. Como en las películas.
—No, no. Tridentes no —le detuvo Taehyung con seguridad—. Algunas de mis hermanas son especiales, tienen dones, heredados por el mismísimo océano.
Jungkook le miró incrédulo, pestañeó con escepticismo. ¿Dones? ¿Se refería a magia?
—Podemos comunicarnos a largas distancias con el canto —prosiguió Tae—, pero también hay sirenas que ejercen atracción sobre las olas, que pueden prender luz en los abismos más oscuros o crear visiones terroríficas con las que asustar a los marineros.
—Joder —escupió Yoongi—. Mira, necesito otra cerveza. Esto es infumable.
—Espera —Jungkook dejó caer la toalla a un lado y se sentó en la mesa de café, frente a Taehyung—. ¿Estás diciendo que tienes un don? ¿Todo este tiempo lo has tenido?
—Sí. Pero no es cómo crees, Jungkook. Quería contártelo, pero... cuando me atraparon... ya no lo tenía conmigo —reflexionó la sirena, bajando la cabeza—. Y cuando perdí la cola, pensé que no volvería. Ahora que sé que no se ha ido, quiero recuperar lo que me pertenece.
El pelinegro ladeó la cabeza.
—Es una joya, nació como una de mis escamas, pero tomó forma de cristal mientras me desarrollaba, hasta desprenderse de mí —le contó la sirena—. Por la noche, tiene una luz muy especial. Todas las sirenas tienen su cristal.
—¿Quién te lo quitó?
—Lo perdí cuando me capturaron, no sé dónde está, pero creo que podría ubicarlo ahora que no he dejado de ser una sirena.
—Un segundo —les interrumpió Yoongi, levantándose del sillón—. ¿No vas a preguntarle qué diablos es su don? ¿Soy yo el único que se muere por saberlo?
Los dos miraron a Taehyung, el chico se mordisqueó el labio y lo pronunció con timidez.
—Hidroquinesis —dijo—. En realidad, es un don muy común. La marea sube y bajaba a nuestro favor, no es gran cosa. Pero el cristal de luna me otorga la habilidad de manipular el agua a mi antojo. Si lo hubiese tenido en aquel acuario, hubiese escapado mucho antes.
—Hidroquinesis —murmuró Jungkook—, ¿por qué no me lo habías contado?
Tae bajó la cabeza, sintiéndose avergonzado. Quería habérselo contado antes, pero no sabía cómo.
—Lo siento.
—¿Y cómo puedes encontrar un maldito cristal dentro de esta isla? —dudó Yoongi, cruzando los brazos—. O sea, es una joya diminuta, a la que llamas cristal de luna. Puede que ni siquiera esté aquí, puede que terminase en el agua, sedimentándose en alguna costa, bajo la arena. ¿Cómo podemos encontrar eso?
—Nació de una de mis escamas, os lo he dicho. Puedo encontrarlo, forma parte de mí. —repitió Tae con seguridad—. La noche que me sacasteis del acuario no sentí nada, creo que mi corazón estaba preparándose para comenzar a latir y todas mis capacidades se limitaron. Pero al recuperar mi cola, lo he sentido. Sigue en la isla y me pertenece. Quiero recuperarlo.
Jungkook suspiró profundamente, apoyó las manos en la mesa, dejándose caer hacia atrás. Todo era una locura.
—Está bien, buscaremos esa cosa —emitió el pelinegro—. Pero, ¿cómo?
—¿Tenéis un mapa o algo así?
Yoongi se rascó la cabeza, salió del salón y al cabo de un rato regresó con un mapa físico de Geoje.
—Este te servirá. Lo utilizábamos para lo de las expediciones —dijo, expandiéndolo sobre la mesa en lo que Jungkook se quitaba de en medio—. ¿Sabéis que hay una ruta marina en el este, formada sólo por cuevas y oquedades?
—Creo que puedo ubicarlo así.
Taehyung se arrodilló frente a la mesa, comprobó el mapa superficialmente y luego miró a Jungkook.
—¿Llevas esa perla en el bolsillo? —le preguntó.
El joven metió una mano en el pantalón, sacó la perla que Yoongi le dio en una ocasión. Le gustaba llevar ese tipo de cosas encima, como si le otorgasen suerte. En esta ocasión, la dejó caer en su palma y le contempló.
—Servirá, porque es auténtica —expresó Taehyung, colocándola en el centro del mapa.
Extendió una palma sobre la isla, unos centímetros por encima y cerró los ojos. Yoongi y Jungkook le miraron fijamente, sin perderse ni un ápice de lo que estaba por suceder. De repente, la perla se movió, como si fuese empujada por un imán. Se posicionó justo a un lado de la isla. Uno de los resorts más populares de Geoje.
Tae volvió a abrir los ojos, Jungkook se inclinó tras él, apoyando ambas manos alrededor del mapa.
—Sé dónde es.
—Y yo, es el resort Paraíso —habló Yoongi—. He pasado cientos de veces por allí.
—¿En serio? —Tae les miró esperanzado.
—Sí, pero, ¿qué hace tu cristal de luna en un resort? —dudó Jungkook.
El rubio se encogió de brazos.
—Esa no es la parte del hotel. Hay una zona de fiestas y certámenes por allí —Yoongi se frotó la nariz—. También exponen piezas, obras de arte y cosas así.
—Puede que un humano lo tomase y lo dejara allí —pensó el azabache.
—Podría recuperarlo —suspiró Taehyung, aliviado—. Por fin.
Jungkook asintió y Yoongi dijo:
—Vale, pues, iremos. Pero nada de cachalotes chapoteando. No pienso volver a cargar con sirenas, mientras un pez gordo millonario nos pisa los talones —levantó las manos haciendo un juramento al aire—. Y ahora, me largo a dormir. Tengo cosas que hacer por la mañana. ¿Podemos buscar ese cristal en otro momento?
—Sí —aceptó la sirena felizmente—. Buenas noches, Yoon.
—Hasta mañana —le dijo Jungkook.
—Hasta mañana —suspiró Yoongi, salió del salón y dejó al dúo a solas.
Jungkook y Taehyung se miraron en silencio. El azabache apartó el mapa, se sentó en el sofá y Tae se dejó caer a su lado. En unos segundos, el pelinegro le atrajo para abrazarle. El rubio enterró su rostro en su pecho, rodeó su cintura con ambos brazos y respiró su aroma humano. Su cálida aura de mortal le envolvió, Jungkook olía a jabón de vainilla en esa ocasión, su cabello aún estaba húmedo por la breve ducha. Pasaron un rato así, Tae cerró los ojos y escuchó a su corazón humano palpitar, diluyéndose lentamente en eso. Antes, adoraba el murmullo de las olas, o la fuerza de las corrientes del agua cuando cerraba los ojos.
Cerrarlos siendo humano era muy distinto, el leve hormigueo del sueño se le hacía placentero, cuando estaba con Jungkook. Percibió al pelinegro suspirar cuando su aliento rozó una de sus mejillas. Él le estrechó levemente sumiéndose en sus pensamientos.
—¿Qué piensas? —murmuró Taehyung, abriendo los ojos—. ¿Es porque no te lo dije antes?
—No es eso —contestó en voz baja, con media sonrisa—. Simplemente, mi sirenita es más poderosa de lo que pensaba.
—Jungkook.
—¿Hmnh?
El joven se incorporó sobre su pecho, mirándole seriamente.
—Mi corazón late por ti.
El azabache entrecerró los ojos, posó un dedo sobre sus labios para que no siguiera. Sabía el efecto que había causado en él la relación que había forjado, piernas, una atracción que había sobrepasado el límite. También sentía como si Taehyung fuese una ola fresca, vino demasiado rápido y se iría inevitablemente de sus brazos, en cualquier momento.
Él apartó su dedo, con los brazos sobre su pecho y recostado en su regazo, le miró de cerca. Su nariz y la del joven se rozaron, su aliento acarició sus labios y lentamente, cerró los párpados para probar sus labios. Sólo duró unos segundos, en un par de cortos y sedosos besos que no despertaron el frenesí de sus labios de sirena.
Taehyung se sintió más cálido que nunca, no sabía por qué, pero adoraba los labios de Jungkook. Se habían convertido en su pequeña pasión terrestre.
—Cuando consigamos ese cristal, quiero decirte algo —murmuró Jungkook bajo sus labios.
—Ah, ¿sí? —sonrió Tae—. A ver, dame una pista.
—Nah.
—Mhnm.
Jungkook sonrió ampliamente y dejó caer la cabeza hacia atrás.
—Seguro que ya lo sabes.
—No.
—Sí, lo sabes. Es sobre ti.
—¿Sobre mí?
—Ajá.
—Ya sé. Vas a dormir conmigo.
El humano soltó un carcajeo que hizo retumbar suavemente su pecho.
—No lo creo —sonrió sin tapujos.
—Vamos, no es tan difícil. Ahora que puedo dormir, ¿tengo que dormir a solas?
—Tienes mi cama, ¿qué más quieres?
—¿A ti?
Jungkook bufó, rodó los ojos y miró al techo. Era insoportablemente adorable, y no quería decírselo, pero con las cosas que despertaban sus emociones, no estaba seguro de que meterse en su cama con él fuese seguro. Él seguía siendo un chico joven, después de todo, Tae tenía un problema de frenesí en los labios y él, muchísimas ganas de besarle. «No era un espacio seguro».
—Okay, conseguiremos ese cristal y cuando te diga lo que quiero decirte, dormiré contigo.
Tae se rio un poco, estrechando su brazo.
—Vale —musitó con un hilo de voz.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.
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