Capítulo 12

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 12. Latido inmortal

El azabache empujó la puerta de su habitación, atrapó a Taehyung de pie, husmeando entre sus cosas entretenidamente. Parecía estar comprobando qué diantres era esa bola de cristal rellena de agua y copos de purpurina que yacía en una balda de la estantería, junto a sus antiguos apuntes universitarios.

—Oh, ya veo que estás tomando confianza en ti mismo —apreció Jungkook desde el marco de la puerta.

—¡Ah! —Taehyung se sobresaltó levemente, soltó lo que estaba toqueteando y le miró con unos pómulos sonrosados—. N-no quería tocar tus cosas, lo prometo.

El rubio regresó como un pato mareado hasta el borde de su cama, se sentó allí de rodillas, con las piernas flexionadas bajo su cuerpo.

—Está bien, no me importa que metas tus manos entre mis cosas —dijo Jungkook encantadoramente, atravesó el dormitorio con unos pasos lentos, e hizo una mueca divertida—. Excepto por el primer cajón de la cómoda. Ese lugar es peligroso.

—¿Qué hay en el primer cajón? —dudó Tae ingenuamente.

—No puedo decírtelo —contestó el humano, acto seguido tiró de la silla de ruedas de su escritorio, y se repantingó en ella, girando levemente hacia la sirena—. Lo lamento.

—Oh.

En realidad, allí sólo estaban sus camisas negras y calzones.

—¿Ese auto que escuché era el de Hoseok?

—No es su auto, pero sí, acaba de marcharse.

—Hmnh —Taehyung bajó la cabeza, se toqueteó el pelo nerviosamente—. J-Jungkook, gracias por traerme a tu hogar después de... lo que pasó anoche....

Las comisuras de los labios de Jungkook se curvaron levemente, él hubiera deseado expresarle que sentía mucho la desaparición de su cola de sirena y que averiguarían cómo había sucedido, pero el chico ni siquiera mencionó el tema del mar y se mostró repentinamente ilusionado por estar allí con él.

—Pero tengo corazón, ¡mira! —Tae extendió la palma de su mano para que la tomara.

Jungkook dubitó unas décimas de segundo, se arrastró sobre la silla ligeramente y se aproximó al chico dejando que tomase su mano. Taehyung llevó su mano su pecho, junto al colgante del trozo de coral que una vez le regaló. Sintió el pálpito de la sirena por encima de la camiseta, bajo los dedos de sus manos que ahora se habían vuelto cálidos. Sus párpados se cerraron a causa de su sonrisita.

—¿Puedes sentirlo?

—S-sí —contestó Jungkook en voz baja—. Te dije que tenías uno.

«Pero, ¿por qué se había activado?», se preguntó.

—Hace unos días tuve esa sensación —Tae soltó su mano lentamente.

Jungkook apartó los dedos, volvió a apoyar los codos sobre sus propias rodillas y el mentón sobre un puño mientras le miraba.

—¿Hace unos días? —preguntó el humano atentamente—. ¿Qué?

—No sabía que estaba ocurriendo —trató de explicarle—. Quería decírtelo, pero apenas tuvimos tiempo la última vez que nos vimos, y...

—Espera —Jungkook se incorporó en la silla, humedeciéndose los labios—. ¿Qué fue exactamente lo que sentiste?

—U-un dolor... aquí —el rubio volvió a poner una palma por encima de su pecho, con los iris perdidos—. Y una calidez extendiéndose por mi cuerpo. También sentí frío. Y como si algo me estuviese estrangulando.

—¿Estabas cambiando...? —pronunció Jungkook en voz baja.

Taehyung no dijo nada más, ambos se quedaron en silencio durante unos segundos. La sirena pensó en que la sensación era similar al afecto que sentía por Jungkook, pero se sintió un poco tímida por decírselo.

«Sentía afecto por un humano, ¿verdad?», se preguntó a sí mismo. «Si ahora tenía corazón, ¿podía amar a Jungkook?».

—Bueno, mientras estés aquí —prosiguió Jungkook, tratando de centrarse en lo importante—; creo que debes saber algo más sobre cómo funcionan tus nuevas necesidades biológicas.

—Oh, no, ¿es tan molesto como tener que caminar? —refunfuñó Taehyung.

Jungkook soltó una risita, después de eso apretó los labios y se recostó en la silla con un gesto un poco tímido.

—¿Sabes cómo funciona lo de... ir al baño...? —formuló el humano discretamente—. Porque si hay algo en lo que no puedo ayudarte, es en eso.

—Huh, ese tipo de necesidades biológicas —Tae se cruzó de brazos y alzó el mentón orgullosamente—. Me las arreglaré, no puede ser tan difícil.

Jungkook se incorporó y terminó acompañándole al cuarto de baño, le mostró lo básico: ducha, lavamanos e inodoro. El resto era asunto de su querida sirena. Le dejó allí un rato, mientras rebuscaba algo de ropa para el chico en su armario. Taehyung era mucho más pequeño que él físicamente, pero no pensaba dejarle con una camiseta por encima de los muslos el resto de su vida (por muy bien que se viera). Su conclusión fue que necesitaba visitar una tienda de ropa o, en su defecto, preguntarle a Yoongi por algo de su ropa. Jungkook tenía un par de pantalones pequeños de cuando tenía dos o tres tallas menos, así que los escogió junto a un par de sudaderas. Cuando el rubio salió del cuarto de baño, le vio caminar con mucha más decisión. Casi parecía un soldadito, con pasos forzados y un extraño equilibrio que oscilaba por momentos.

—Ponte esto, o cogerás frío —dijo el pelinegro—. Por la noche siempre baja la temperatura, creo que estos días lo notarás.

—Yo nunca antes había sentido frío —comentó Taehyung agarrando sudadera como si fuera un preciado regalo—. ¿Esto también huele a ti?

Hundió la nariz e inhaló sonoramente, para justo después esbozar una terrible mueca de fascinación. Jungkook salió disparado en su dirección, agarró sus hombros con un gesto muy rígido.

—N-no hagas eso —sugirió con un notable rubor de mejillas—. Mejor v-vístete.

—¡Sí! —asintió el rubio alegremente.

Jungkook le esperó dando una vuelta por la habitación, miró a otro lado en lo que Taehyung cambiaba su camiseta por el liviano pantalón y sudadera. Una vez estuvo listo, volvió a mirarle tragando saliva. Las mangas de la sudadera celeste cubrían los dedos de sus manos, la capucha ensombrecía su rostro de una manera muy adorable.

«Dios, la versión humana de Taehyung iba a matarle», se dijo.

—A ver —agarró sus mangas y las dobló cuidadosamente, bajo los atentos iris heterocromáticos de Taehyung—. Mejor así, ¿no? Será mejor que te consiga algo de ropa de tu talla.

—Gracias, pero me gusta más la tuya —respondió con una dulce sonrisa.

Jungkook se sintió abofeteado con su aura, bajó la capucha con una mano para ver mejor su rostro y se quedó atontado. Puede que siempre hubiese pensado que Taehyung era una sirena preciosa, pero teniéndole allí, con un par de piernas, vestido con ropa humana y en su propio dormitorio, pensó que estaba comenzando a encapricharse en exceso.

—¿Podemos bajar? —le preguntó Tae amablemente, tras su silencio—. También quiero hablar con Yoongi.

El azabache se pasó una mano por el espeso cabello.

—¿Te gusta Yoongi? —formuló distraídamente.

—¡Hmn! —asintió Taehyung.

Jungkook rodó los ojos. «Okay, tenía que aceptar que tenía a un claro rival en su vida», caviló con un levísimo recelo.

—Vale —se inclinó brevemente ofreciéndole su espalda para que subiera—. Pero no pises su zona de confort. Si lo haces, empezará a decir cosas raras en un acento sureño.

Taehyung se encaramó a su espalda, rodeando el cuello del pelinegro con ambos brazos.

—¿Cuál es su zona de confort?

—Un estúpido estanque que montó en el porche.

—Oh.

Jungkook sujetó sus corvas con las manos y se incorporó con Tae en la espalda, le miró por encima de su hombro y se convenció a sí mismo para que esa fuera la última vez en la que se permitía cargarle de esa manera.

«Ni de broma pensaba dejar que su tonto corazón se pirrase por él, ¿es que estaba mal de la cabeza?», se dijo. «Taehyung estaba allí temporalmente. No llevaba ni veinticuatro horas en su casa».

Además, al ritmo que Taehyung estaba habituándose a sus piernas, estaba seguro de que subiría y bajaría escaleras en un día más.

—¿Podemos comer patatas fritas? —preguntó la criatura por encima de su hombro, mientras bajaban la escalera.

Jungkook frunció los labios. «A ver quién le decía que no a ese experto manipulador».

—¿Patatas fritas? —el humano bufó una carcajada, sintiéndose realmente divertido—. Eres una sirena, esperaba que te gustase más... no sé... ¿el brócoli?

—Eh, vosotros dos —Yoongi les interceptó antes de llegar al salón, cargando una bolsa de fertilizante sobre el hombro—. Tengo que hacer algunas cosas en el porche, ¿os parece si a la noche pedimos unas pizzas?

Después de todo, aquel primer día con piernas para Taehyung se fue rápido. Yoongi actuó con una pasmosa normalidad, jugó al UNO con Taehyung y después se marchó al porche para cuidar de sus plantas acuáticas.

Jungkook trató de ignorar los mensajes de texto durante la cena (sin mucho éxito), cuando las pizzas llegaron a casa.

Seokjin (21.48pm): «Namjoon ha descubierto la desaparición de la sirena, me ha reclamado una explicación».

Seokjin (21.49pm): «Descuida, no estás metido en esto, le enseñé la captura de tus billetes para la exhibición, además de que llevabas dos días sin pasarte por el complejo. El guardia de seguridad testificó que un joven menudo y de pelo negro le aporreó en la cabeza, pero las cámaras estaban desactivadas.

Seokjin (21.50pm): Cree que ha sido un grupo organizado el que le ha quitado a la sirena, ¿una mafia portuaria, tal vez? Nunca le había visto tan enfadado».

El azabache resopló entre dientes. «¿Grupo organizado? ¿Mafia?», pensó rápidamente. «Ellos sólo eran unos pringados».

Jungkook (21.51pm): «¿Qué hará ahora?».

Seokjin (21.51pm): «No lo sé, espero que no mucho más que lanzar su copa de Martini contra el cristal. Ni se te ocurra pasarte por aquí, aléjate todo lo que puedas».

Jungkook (21.52pm): «No pensaba hacerlo».

Taehyung se comió una buena porción de pizza a su lado, llenándose las mejillas de queso fundido. Jungkook se mordisqueó el labio, volvió a comprobar su teléfono de soslayo, en lo que Yoongi le explicaba a Taehyung cómo funcionaba la maldita ficción, las películas, y la programación basura de la televisión.

Seokjin (21.53pm): «Hablamos en unos días».

Jungkook (21.53pm): «Adiós, Jin».

Un poco más tarde, en la noche, la lluvia amainó hasta desaparecer por completo, el cielo barrió lentamente las dispersas nubes dando paso a un tono índigo y sosegado. La arena de la playa se encontraba húmeda, oscura, las olas aún se encrespaban. En el interior de la casa, Jungkook se enfrentó a Taehyung con su mejor reto: un saludo especial de manos.

—¿Esto también lo hacéis los humanos?

—Así, y... así... —continuó, repitiendo el roce de dedos y gestos de nuevo—. ¿Podrás memorizarlo?

El rubio se esforzó por repetir el gesto lentamente, Jungkook lideró el cambio de posición de manos y sus dedos se agarraron, uniendo finalmente ambos pulgares. Ese último movimiento significaba «te quiero» en el lenguaje de signos, pero pensó que sería más divertido no decírselo.

—¡Casi lo tengo!

—Eso es —sonrió el pelinegro.

—Huh, ¡mira mi velocidad!

—Oye, eso no consiste en ser rápido.

—Ah, ¿no?

Cuando soltaron sus manos, Jungkook soltó una leve risa y dejó caer cómodamente ambos codos tras sí mismo, en uno de los anchos reposabrazos del sofá. Se miraron de frente, con las piernas flexionadas bajo el tronco. Taehyung apoyó la sien en el respaldo del sofá, escudriñando a Jungkook con unos pulcros iris.

—¿Cómo os comunicáis las sirenas bajo el agua? —preguntó el pelinegro fugazmente—. Tenéis un... ¿lenguaje o algo así...?

—No necesitamos utilizar los idiomas para comunicarnos —contestó con simpleza—. Nuestra vida es mucho más simple que la vuestra.

—Pero conoces mi idioma.

—¿Sí? —dubitó Taehyung.

—Oh, ya veo, ¿entonces lo estudiaste en la escuela de idiomas de la Atlántida?

Taehyung sonrió como si Jungkook fuera un tonto.

—En la Atlántida no hay sirenas, sólo las ruinas de una perdida ciudad humana.

El pelinegro negó con la cabeza, con las comisuras ligeramente curvadas. Taehyung se llevó una mano a la mandíbula y caviló sobre cómo conocía su idioma. Consideró que realmente, no tenía ni idea, lo sabía y punto, y suponía que podía hablar con cualquier otro humano que se le acercara, entendiendo perfectamente su lenguaje. Jungkook pensó que era un don muy especial.

—¿Por qué te dedicaste a la biología marina? —formuló Taehyung cándidamente. Su mirada era cálida, curiosa—. ¿Por qué te gusta el mar...?

—¿Y no las tragaperras? —intervino Jungkook, mordisqueándose el belfo inferior—. No sé, me atrajo desde pequeño.

Taehyung le contempló con serenidad.

—Me gusta cómo me siento cerca del agua —prosiguió Jungkook en voz baja, desnudando su mente—. De pequeño quería ser expedicionario, pero para eso tenía que cursar dos años en las Fuerzas Armadas. Preferí optar por las ciencias para conocer la biodiversidad marina. Y después de eso, llegó mi especialidad veterinaria.

—Eso significa que el mar te llama —dijo con un énfasis demasiado mágico—, te escogió como uno de sus mortales predilectos.

—¿A mí? No creo que el mar, precisamente, me-

—Crees en las sirenas, la luna llena, y en que ahora tengo un par de piernas, pero, ¿no en que el mar también llama a mortales? —formuló Taehyung indignándose.

Jungkook se rio levemente, no podía tomárselo demasiado en serio a pesar de que confiara en sus palabras.

—¿La luna llena? —repitió con escepticismo—. No sé, ¿eres una sirena lobo? Espero que no me muerdas.

—Las fases lunares crean la Marea Viva; es un efecto de atracción gravitatoria donde las mareas suben y bajan —explicó Taehyung desviando su mirada—. Con la luna llena, los seres subacuáticos se sienten empujados a la superficie. Algunas de mis hermanas cantaban cerca de los puertos pesqueros cuando la gravedad incidía en la costa. Llamaban a los hombres.

Jungkook sintió un pálpito molesto en el pecho.

—¿Por qué hacían eso?

Taehyung se encogió de hombros, cruzó los brazos con las enormes mangas de la sudadera celeste que vestía.

—No sé, es la llamada de la luna. Cuando estás en la superficie, no puedes evitar actuar instintivamente bajo su luz —expresó Taehyung—. Creo que el instinto de una sirena siempre está bajo la influencia de dos fuerzas opuestas; el mar y los mortales. Pero en mi nido está prohibido hablar de eso... ya te dije que...

—Sois pocas —entendió Jungkook.

El joven encajó unas cuantas piezas de lo que parecía ser un gran puzzle; ¿las sirenas y los humanos se atraían fatalmente? ¿Qué ocurría con esa gente que desaparecía en los muelles? Los seres que emergían de las profundidades las noches de tormenta que mencionó Hoseok, ¿eran sirenas? ¿o auténticos borrachos que se sentían atraídos o alucinados por sus cantos? Taehyung parecía ignorarlo, él recordaba que en una ocasión mencionó que alguna de sus hermanas desaparecía cerca de la costa. El azabache prefirió no ahondar en el tema.

Yoongi se largó a dormir temprano. Ellos vieron algo de programación por la noche, y no mucho después, cuando detuvieron su conversación y Tae dejó de señalar la pantalla preguntándole si en las series de televisión realmente usaban magia (era demasiado inocente), una de sus sienes llegó a su hombro con una respiración mucho más profunda. Jungkook advirtió en que se había quedado dormido. Taehyung nunca antes había necesitado dormir, así que la primera vez que lo hizo, una auténtica somnolencia física le arrastró de forma natural hasta Morfeo. Jungkook se quedó muy quieto, ahuecó un brazo por encima de sus hombros, y su compañero, genuinamente, rodeó su pecho con uno de sus brazos y se acomodó en su regazo. Su rostro parecía relajado, sus párpados se encontraban cerrados, la respiración que escapaba su nariz rozó el cuello del pelinegro. Él se hizo un ovillo en busca del calor corporal de alguien. Jungkook se sintió extensamente encantado durante minutos, y después, consideró que lo más responsable era llevárselo a su cama.

«N-no para nada, claro», se dijo mentalmente. «Sólo para dormir. Para que él durmiera. A solas. No tenía sentido dormir juntos».

El azabache se incorporó lentamente, Taehyung parpadeó somnoliento, se restregó un ojo con los nudillos, y aceptó sin oposiciones que Jungkook le tomara en brazos con un susurro sobre algo de «dormir en su habitación». Terminó llevándoselo a su dormitorio, le dejó sobre el colchón y Taehyung pareció encantado con el cómodo espacio de su mullida cama. Seguidamente Jungkook sacó una fina manta de la cómoda, entrecerró la puerta de la habitación y bajó la escalera pera regresar al salón con la decisión de pasar la noche en el sofá.

Tras apagar el tenue murmullo de la televisión y el interruptor de luz, se dejó caer bocarriba perezosamente y esperó a que su cansancio tras una noche casi sin pegar ojo hiciese el resto.

Cuando se durmió, su afán por los sueños extraños incidió sobre él directamente. Unas manos alrededor de su cuello, atrayéndole hacia un encrespado mar bajo la tormenta veraniega de Geoje. Un rostro grisáceo, unos dientes y unas garras clavándose en su carne, hasta asfixiarle bajo la fría agua de la marea alta que arrastró su cuerpo. El resultado fue despertarse de madrugada de un culetazo en el suelo, su posición era cuanto menos, incómoda, con un brazo aún sobre el sofá y la manta enredada sobre sus dos piernas, impidiéndole que se levantara.

—¿Te has decidido a crear tu propia cola?

La voz de Yoongi le hizo levantar la cabeza, el chico se echó un puñado de cereales a la boca arqueando una ceja. Jungkook le insultó con voz alta y clara.

—Uh, vale. Mal humor por la mañana, eres de los míos —declaró Yoongi—. Por cierto, la pantalla de tu teléfono está iluminada —señaló con el índice mientras masticaba.

Jungkook se deshizo de la manta patosamente, extendió el brazo y sostuvo su teléfono en la palma de su mano. Era el número del centro de recuperación de animales marinos.

—¿S-sí? —reprodujo al descolgar la línea.

Reclamaron la atención de Jungkook para el cuidado de unas focas marinas, el perro de Noah, y una mantarraya a la que recientemente le habían extirpado las glándulas de veneno de la cola.

—Un momento, ¿qué diablos tiene que ver el perro de Noah en todo esto? —inquirió Jungkook.

—Que eres buen veterinario. Sólo ven.

Después de aquella breve llamada, estiró los brazos y dobló el cuello hacia ambos lados, aceptando mentalmente que debía ir a trabajar esa mañana.

—Dispara, ¿van a encarcelarnos por la operación «atraco de los pingüinos»? —ironizó Yoongi.

—Nah, me necesitan en la Protectora —contestó pasando de largo—. Debo de salir cuanto antes.

Taehyung atravesó fugazmente su cabeza, como una cachetada.

—Mierda.

—¿Qué? —su compañero le apuntó con unos ojos muy abiertos.

Jungkook le miró de soslayo.

—¿Podrías quedarte con Taehyung por la mañana? —suplicó en voz baja—. Por favor.

Yoongi se hizo de rogar apropósito, comprobó sus propias uñas como si necesitase una manicura y ladeó la cabeza reflexionando en toda su agenda personal.

—Te invitaré a todos los calamares y cerveza que quieras —insistió Jungkook.

—Hablamos el mismo idioma —su amigo chasqueó con la lengua, tras conseguir justo lo que quería—. Acepto, pirata.

Jungkook salió disparado en dirección a las escaleras. Subió a su dormitorio para agarrar una muda de ropa limpia y meterse en la ducha. Un rato después, cuando se preparó para salir tras comprobar los mechones de cabello negro y ondulado en el espejo, regresó a la habitación para tomar su bandolera y se encontró a Taehyung despierto.

—¿A dónde vas? —le regaló unos ojos de cordero y cabello dorado despeinado.

—Debo ir a mi trabajo, volveré en unas horas, ¿de acuerdo?

Taehyung no pareció muy contento con su marcha, su rostro se volvió similar al de cuando le dejaba tirado en el acuario, pero en esta ocasión, no iba a estar solo entre las cuatro paredes de vidrio de aquella pecera. Estaba en su casa, tenía a Yoongi, y seguro que terminaba ofreciéndole un puñado de cereales secos como si fuera un animal o las porciones de pizza fría de la noche de antes (seguro que le encantaba).

—Hasta luego —se despidió el azabache.

Por suerte o desgracia, fue víctima de un impulso reflejo que no vio venir a tiempo. Jungkook se inclinó y aproximó sus labios a la frente de su compañero, presionando ellos durante unas décimas de segundo antes de moverse hacia la puerta. No tardó mucho en racionalizar lo que había hecho. «Era imbécil», se dijo a sí mismo, mirándole de soslayo con un leve rubor. Taehyung se quedó con la misma cara que si hubiera visto pasar a una gaviota.

Jungkook se largó poco después de casa, Tae pasó por el baño, después caminó por el pasillo de la primera planta y terminó enfrentándose a la escalera. La bajó cuidadosamente, apoyando una mano en la barandilla de madera, sin pantalones (era más cómodo poder ver sus propias piernas) y vistiendo aquella sudadera oversized celeste.

En el salón encontró a Yoongi arrastrando un pesado saco de piedras.

—Buenos días, pescao' —soltó pasando de largo.

—¿Qué haces? —preguntó Taehyung con curiosidad.

Le siguió hasta el porche, bajó la pequeña tarima de madera y pisó el suelo de piedra que se encontraba salpicado por la arena y hierbajos de la costa situada a unos treinta metros aproximadamente.

—Adornar mi cultivo de plantas marinas, ¿quieres verlas?

Taehyung sintió los pies descalzos fríos y húmedos sobre el suelo, a causa la lluvia del día de antes.

—¡Oh! —se acuclilló para ver de cerca el estanque del humano.

—Eso es de ahí es calta.

—Caltha palustris —la identificó Taehyung—. Posee una flor amarilla característica que se utiliza como remedio medicinal.

Yoongi parpadeó y le miró de medio lado.

—Wow —alucinó—. Yo pensaba hacer té con esa cosa, ¿y tú dices que sirve como remedio medicinal?

El rubio esbozó una sonrisita.

—Pero aún no ha producido sus flores, imagino que aún tarde unos días más.

Yoongi le regaló una mirada significativa, invitó a Taehyung a que le ayudase con las plantas acuáticas, y entre los dos terminaron de decorar el estanque. Una vez terminaron, siguió a Yoongi por la casa como un cachorro aburrido; le ayudó a hacer la cama (él se encargó de la de Jungkook), recoger el salón, la colada y después se sentó en la isla de la cocina para verle preparar algo un estofado coreano.

—¿Puedo ayudarte con eso?

—No, Jungkook me degollará si te cortas —contestó secamente—. Pregúntaselo a él cuando regrese de estar con su novia.

El humano le dio la espalda, abrió la nevera y agarró unas cuantas verduras sin ni siquiera reparar en su reacción. Por algún motivo, Taehyung se atragantó con algo tras su última mención y comenzó a toser exageradamente. Primera vez en sus horas como humano, en las que estuvo a punto de atragantarse con su propio aire.

—¿J-Jungkook tiene novia? —balbuceó la sirena, con los ojos como platos.

—¿Eh? —emitió mirándole de medio lado—. Oh, sí, Haeri. Un encanto al que pasa a ver cada vez que sale del trabajo. Ella actúa como si el mocoso no removiese sus hormonas. Spoiler: lo hace —soltó Yoongi desconsideradamente, pasando de largo con la fregona—. Pero Jungkook siempre actúa como si estuviera ciego.

Taehyung se quedó boquiabierto, frunció esporádicamente el ceño y los labios, como si hubiese dicho algo realmente desagradable. Sus pupilas se fijaron en el corte de cebolla de Yoongi, mientras se cruzaba de brazos e hinchaba las fosas nasales.

«¿¡Que Jungkook estaba con una humana!? ¡Lo sabía!», sospechó entusiasmadamente. «¡Maldito cretino, torpe y zopenco!».

—¿A-a él también le gusta? —preguntó la sirena esporádicamente.

Yoongi soltó una risita, no respondió nada en concreto, levantó la tabla de cortar y echó su contenido en la olla, agregando:

—Pues no sé, los delfines de esa tía se pavonean como gallos cuando Jungkook pasa por delante.

Taehyung se mostró muy enfurruñado. No volvió a abrir la boca con ese tema, y por su aura, Yoongi detectó que algo le había molestado.

«¿Había dicho algo malo? Sólo estaba bromeando», dudó de forma muy mundana. «Esperaba que al menos no fuera por utilizarle en su día como encargado de las tareas de casa».

—Oye, ¿quieres que te deje un pantalón? —formuló Yoongi por primera vez, tratando de ser amable—. Creo que a Jungkook le está gustado demasiado que vayas por ahí con su ropa oversized.

Taehyung no pareció entender muy bien a qué tipo de «gusto personal» se refería el chico, se encogió de brazos como si le diese totalmente igual ir en bolas que bien vestido.

—Sus pantalones no me quedan —contestó sencillamente.

Yoongi suspiró, se lavó las manos en el fregadero y se las secó con un paño de cocina.

—Está bien —dijo, dándole de lado—. Dame un momento.

Tae se quedó plantado en el salón, con cara de fastidio. Esperó allí pacientemente, hasta Yoongi regresó en unos minutos más con un pantalón de su talla.

—Ten, quédatelo —le ofreció generosamente—. No visto otra cosa más que chándal y vaqueros antiguos.

—Huh, gracias, Yoon —Taehyung se suavizó un poco—. Eres un humano muy amable —añadió con cierta lástima.

Yoongi parpadeó y le siguió con la mirada, mientras el chico se colocaba un pantalón decente. Se vio distraído momentáneamente por su aspecto. Puede que Taehyung tuviese piernas humanas, pero ni por asomo podía ser uno de ellos; su piel tenía un suave bronceado, a pesar de que la mayoría de los habitantes de la isla lo fueran de naturaleza. Su cabello era extrañamente dorado, con mechones claros que le hacían olvidar aquel tono cobalto de sirena, y sus ojos, sin duda, además de rasgados y de un hermoso doble párpado, mantenían su llamativa heterocromía.

—¿Puedo probar eso a lo que llamas estofado?

El humano asintió sin decir mucho más, introdujo una cuchara de madera en la olla y le ofreció su contenido espeso y caliente para que lo probara. Taehyung pareció encantado tras saborearlo. Después de todo, Yoongi pensó que se sentía inusualmente cómodo en su compañía.

—¿De verdad has estado siglos sin comer? —le dijo—. Caray, qué temple.

Jungkook asistió a su jornada laboral mientras tanto. Miró la hora más veces de la cuenta, y comprobó su teléfono como si estuviera esperando una mala noticia. Pero lo cierto era, que ni Seokjin, ni Yoongi le escribieron en toda la mañana. Él hizo su trabajo en el recinto sin complicaciones, se encargó de forma extra del perro de Noah (se había comido a una medusa en la playa), y después vio a Haeri de pasada, de quien se despidió con una sonrisa, provocando que la chica se diese de bruces con otro trabajador de forma muy patosa.

—¡Eh, Jungkook! ¡Espera! —la chica le llamó un instante, aceleró el paso y se aproximó al azabache dirigiéndose con una mirada alegre.

—¿Estás bien? —Jungkook esbozó media sonrisa en lo que se acercaron—. Te he visto tropezarte con...

Ella se rio levemente.

—Un poco exhausta, eso es todo. Llevo unos días sin parar de trabajar —rodó los ojos, seguida de un resoplido de cansancio—. ¿Sabes que mañana será el último día de exhibición?

Él negó con la cabeza.

—¿Pudiste venir la otra noche? —dudó ella con amabilidad.

—No —titubeó Jungkook, esbozando una mueca— Ah, me hubiera gustado, pero tenía algo importante que hacer, y...

—Mejor así. No te miento, mi compañero Ming pasó un mal trago con los pingüinos —expresó la chica, caminando a su lado—. Estaba lloviendo tanto que ni siquiera pudo presentar su número.

—¿En serio? —formuló distraídamente.

—¿Por qué no vienes mañana? —le ofreció la joven—. Habrá sándwiches y bebidas. Noah estará poniendo sellos a los que trabajan en la protectora, tú puedes entrar gratis. E incluso puedes traer a un acompañante, ¿tal vez tu compañero de piso quiera venir?

Jungkook detuvo sus pasos, alzó ambas cejas y consideró seriamente su invitación. ¿Podría llevarse a Taehyung con él, además de Yoongi? Fuera como fuese, podía permitirse pagar una entrada de más, en caso de una negativa.

—¿Por dónde dices que quedaba ese parque temático?

Jungkook conversó con Haeri un poco más, y antes de regresar a casa, se pasó por su cuenta por una tienda de pasteles de arroz pensando en la sirena. «¿Le gustarían a Taehyung los dulces?». Compró una pequeña cajita de un surtido de sabores; melón, fresa, melocotón y chocolate.

Jungkook salió allí mordisqueándose la punta de la lengua: «Y, ¿a ella qué diablos le importaba para quién era su compra?», pensó malhumorado, con un pálpito nervioso y el estómago lleno de mariposas. «La gente metía demasiado sus narices en todo».

Tomó el tranvía en una parada céntrica de la ciudad y se sentó cómodamente en un asiento metálico. De vuelta casa, no pudo sacarse de la cabeza una idea. Y es que, sí, puede que Taehyung fuese una sirena, pero ahora también era un chico con un par de piernas humanas y él nunca se había sentido atraído por uno hasta entonces. Era extraño, tampoco veía a Taehyung como cualquier joven; él era irremediablemente especial. Y era demasiado tarde para detener sus emociones por él.

Antes de bajar en la parada, Jungkook tropezó con un hombre que chocó directamente con su hombro. Él se tambaleó hacia atrás, pero el tipo ni siquiera pareció inmutarse con su tropezón. Una desagradable sensación helada recorrió a Jungkook levemente, giró la cabeza y clavó sus ojos sobre él.

—D-disculpe —musitó.

El hombre se pasó una mano por la mandíbula sin decir palabra, sus iris centellaron suavemente cuando le apuntaron, Jungkook sintió el vello erizado. Sin embargo, el hombre se marchó hacia otro compartimento del vagón. Después, el joven bajó del tranvía antes de que la puerta se cerrara.

«¿Qué había sido eso?», dudó, sacudiendo la cabeza para liberarse de esa extraña sensación.

Caminó pacíficamente por la acera, en dirección a su casa. Pasó frente a varias casitas más, rebuscó la llave en su bolsillo y desbloqueó la puerta percibiendo un agradable aroma a estofado.

—¡Hola! —saludó en la entrada, liberándose de los zapatos.

—¡Hola, Kook! —escuchó la voz de Yoongi desde la cocina.

Él dejó las bolsas en el suelo sintiendo a la bandada de mariposas cosquillear en su pecho, colgó su bandolera en un perchero de la entrada, y súbitamente, justo cuando se dio la vuelta para dirigirse al salón, se dio de bruces con alguien que se precipitó sobre él entusiastamente.

—¿Estabas con esa mujer? —Taehyung apretó su pecho con fuerza, hundiendo la nariz en uno de sus pectorales.

—¿T-Tae? —Jungkook se tambaleó un poco—. ¿Mujer? P-pero, ¿qué dices?

—¡Yoongi me dijo que tenías novia! —su voz sonó amortiguada sobre su ropa—. ¿Por qué no quieres decírmelo?

Jungkook se sonrojó de inmediato, maldijo a Yoongi mentalmente adivinando con facilidad que él debía haber soltado esa estupidez. Siempre estaba repitiendo ese tipo de tonterías en voz alta.

—¿N-novia? ¿yo? —repitió Jungkook con fastidio, soltando una carcajada hueca—. Creo que no tengo una desde los catorce años.

—Los humanos no conocéis la lealtad —refunfuñó mirándole con una hinchazón de mejillas, acto seguido soltó su pecho y se cruzó de brazos como si estuviera a punto de sermonearle—. Jeon Jungkook, la furia marina caerá sobre ti.

—Ah, ¿sí? Cuéntame más —dijo el pelinegro maliciosamente, pasándose una mano por el cabello.

—No quiero que salgas con nadie —gruñó el rubio.

El azabache se quedó mudo, le miró fijamente, dejándose invadir por una ligera timidez.

—¿P-por qué?

Los iris de la sirena se volvieron líquidos, vidriosos, con los pómulos sonrosados, labios carnosos entreabiertos y un desvío de tímida mirada.

—Mnh, p-porque... quiero que estés conmigo...

Jungkook y él se quedaron en silencio, pero el corazón del pelinegro palpitó como en una carrera de cien metros lisos en su pecho.

—¿Quieres que salga contigo? —preguntó el azabache con un tono suave.

—S-sólo si tú quieres —titubeó Taehyung aún frustrado.

El pelinegro se aproximó a él unos pasos, con las manos guardadas en los bolsillos de su pantalón.

—¿Por qué no? —murmuró cálidamente.

Taehyung se sintió tan tímido que sus palabras se atragantaron, no supo cómo expresarlo y prefirió mantener la boca cerrada. Jungkook rompió lentamente la distancia entre ambos, que se inclinó levemente, con las manos aun guardadas en los bolsillos y presionó con sus labios por encima de los de la sirena en un beso muy suave. Cuando el humano le devolvió sus centímetros de espacio personal, Taehyung sintió un auténtico vértigo por estar de pie.

—¿Eso es una promesa...? —formuló Taehyung en voz baja.

—No, eso es lo que hacen los humanos cuando salen con alguien.

—A-ah.

Taehyung se mordisqueó el labio, Jungkook miró de soslayo las bolsas de su compra, se fue a por ellas para tomarlas.

—Ten, esto es para ti. Creo que te gustará el color —le entregó una bolsa de papel con ropa y pasó de largo largo—. Traje postre, ¿eso que huele es estofado? —le dirigió a Yoongi en la cocina.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top