Capítulo 11

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 11. Un par de piernas

«Boom, boom», Taehyung abrió los ojos lentamente.

La luz dorada de la mañana se derramaba desde la ventana, incidiendo en el interior de una habitación. Sus pupilas se enfocaron poco a poco hasta encontrar la nitidez. Durante un segundo, creyó escuchar el sonido de las olas. Pero no fue otra cosa que su respiración acompasada. La extraña sensación de la gravedad se hizo presente, no se encontraba sumergido en agua, sino tumbado sobre un mullido colchón, con una fina sábana azul oscura cubriéndole. Giró la cabeza lentamente y observó las paredes de madera recubiertas de adornos marinos; unas estrellas de mar falsas, un cordel del que colgaban fotografías y lo que parecían diminutas bombillas apagadas. El techo era cuadrangular, con la otra mitad inclinada diagonalmente, donde se encontraba la ventana. Taehyung parpadeó, vislumbró un pequeño escritorio, una silla giratoria frente a este, un ordenador portátil cerrado y ropa doblada sobre la mesa.

«¿Ese era el olor de Jungkook?», se preguntó un instante, percibiendo fugazmente el aroma de la almohada.

Miró sus propias manos: estaban secas, los dedos carecían de membranas. Eran distintas. ¿Ese también era su cabello seco? Por la forma de deslizarse entre sus yemas, pensó que parecía sedoso. Pero comenzó a asustarse por no vislumbrar ninguna fuente de agua cerca; sin su elemento, moriría. Las sirenas siempre sufrían una rápida deshidratación.

Cuando se giró hacia el otro lado con nerviosismo, se topó con Jungkook. Él se encontraba sentado en una silla, con los brazos apoyados sobre el colchón y la cabeza recostada sobre estos. Una de sus mejillas estaba aplastada, sus rasgados ojos cerrados y cubiertos por pestañas negras.

«Boom, boom», su corazón resonó en su pecho. Taehyung se llevó las manos al punto exacto por encima de su tráquea. ¿Sus pulmones funcionaban? ¿Era eso un corazón? ¿Por qué estaba lejos del agua? De alguna forma, su pavor se vio disparado por un pistoletazo. Entró en pánico, nadie le había enseñado a respirar con pulmones. ¿Por qué se sentía tan liviano fuera del agua? ¿Dónde estaban sus escamas? ¿Qué era eso que se movía bajo la sábana?

Jungkook se despertó rápidamente, alzó la cabeza y pestañeo desorientado con ojos cansados. El jadeo del chico se volvió extraño, entrecortado.

—¿Tae?

Jungkook clavó los codos en la colcha y atrapó sus manos, atrayendo su atención.

—Eh, Tae, tranquilo —le dijo con suavidad—. Estás en mi dormitorio, no pasa nada.

Taehyung le miró como un cordero degollado. Contuvo su respiración enfermiza, mareándose y asustándose por la repentina necesidad de sus pulmones. Jungkook percibió su molestia rápidamente.

—Inspira por la nariz, despacio —aconsejó, estrechando una de sus manos—. Mírame, sólo mírame a mí. Expulsa el aire por la boca.

Taehyung siguió sus indicaciones lentamente, con los ojos empañados. Jungkook notó el temblor de sus dedos bajo su agarre, debía estar muy asustado. Pero fue aún peor cuando Taehyung vio que la sábana se había apartado por su previo movimiento, dejando a la vista un par de extremidades que nunca antes había visto. Cuando no pudo ver su cola azul, sintió tanto pánico que se inclinó hacia Jungkook para refugiarse en él.

—¿Q-qué me está p-pasando?

Jungkook le meció un instante, pasando una cálida mano por su espalda. El chico se agarró con unos fuertes dedos a su grisácea y cálida sudadera, enterrando su nariz junto a la nuez de su cuello.

—Son piernas —respondió el azabache en voz baja—, tranquilo.

Taehyung derramó unas cuantas lágrimas casi ahogándose, Jungkook las apartó, su brillo seguía pareciendo mágico. Sujetó su mentón y le obligó a que volviese a mirarle a los ojos.

—Inspira por la nariz, así —él inhaló profundamente, mostrándole cómo debía hacerlo—. Después, exhala —continuó soplando entre sus labios.

Tras unos segundos, Taehyung volvió a tomar el control de su respiración, con las pestañas húmedas.

—No pienses en que estás respirando —prosiguió Jungkook—, tu sistema de respiración de branquias funciona similar a los pulmones —uno de sus dedos pulgares acarició discretamente un punto de la base de su cuello, Taehyung se encogió un instante—. Sigue aquí, no se ha ido.

La sirena llevó las yemas a ese lugar y detectó las ranuras de su piel. Por suerte, sus branquias no parecían haberse marchado, era la única zona donde algunas de sus escamas celestes persistían, recubriéndolo. Jungkook pensó en que tal vez podía ocultarlo si utilizaba cuellos altos, el cuello de una sudadera o pañuelos.

—¿Y si dejo de respirar? —dudó Taehyung puerilmente.

—No vas a dejar de hacerlo.

—¿Por qué no? —preguntó cómo un niño—. ¿Y si vuelvo a ahogarme?

Jungkook sonrió levemente.

—No funciona así.

Taehyung volvió a mirar sus piernas flexionadas, apretó los párpados y sacudió la cabeza, desviando su mirada. Era demasiado extraño ver aquello allí, en lugar de su poderosa cola.

—¿Por qué me pasa esto? —se quejó como un crío a punto de romper a llorar de nuevo—. N-no quiero tener piernas, q-quiero volver al agua.

El pelinegro le miró compasivo, frotando levemente su hombro.

—La recuperarás en cuanto sepamos qué es lo que ha sucedido —trató de reconfortarle—. Nos has asustado tanto... por un momento, pensé que... ibas a...

Taehyung se tranquilizó poco a poco, mientras el humano le ofrecía su comprensividad y raciocinio. Hablaron un instante sobre esa horrible noche, mientras la luz solar se derramaba entre las nubes fraccionadas en el cielo, tras una larga tormenta en la que apenas pudieron pegar ojo.

Por un lado, tuvieron que hacerle un hueco en el sofá a Hoseok, quien se encontraba muy enfermo. Jungkook no era médico, pero lo que sabía en veterinaria y su habilidad para coser heridas le fue útil para encargarse del mordisco de su hombro y brazo. La mordida del hombro era la peor, la más profunda y desgarrada. Mientras la cosía, ni siquiera podía creerse que aquel mordisco hubiese sido producido por su inofensiva sirena. Quizá a esas alturas se había acostumbrado a mimar a un león marino como si fuera un gatito.

Hoseok aún tenía fiebre, pero un par de paños húmedos en su frente y cuello le ayudó a pasar la noche sin complicaciones. Yoongi preparó una sopa caliente para los tres, pero Jungkook descartó calentar su estómago y regresó a su dormitorio para cerciorarse de que Taehyung seguía inconsciente.

—¿Puedes moverlas? —preguntó el joven acerca de sus piernas.

Taehyung ni siquiera quería mirarlas, hizo un gesto de inseguridad y Jungkook apartó el resto de la sábana que cubría sus pies. Vestía una de sus camisetas grandes y anchas con letras raras sobre un grupo de rock olvidado, a Taehyung, sorpresivamente le llegaba por encima de los muslos. También usaba una de sus prendas de ropa interior, de esas que Jungkook no utilizaba desde que entró a la universidad. Al fin y al cabo, puede que las sirenas no tuviesen género entre ellas, pero Taehyung era un chico y Jungkook se había cerciorado (no era como si le sorprendiese ver un miembro masculino, para él había sido lo más natural del mundo).

Jungkook le indicó para que se sentase en el borde de la cama, con ambas piernas colgando sin que los talones llegasen a tocar el suelo. Le sorprendió un poco cuando lo hizo, «¿Tae era corto de estatura? Imposible», se dijo. «Su cola azul era enorme y pesada, pero, ¿iba mal de percepción o le parecía que sus piernas desnudas se veían mucho más pequeñas de lo que esperaba?».

—Déjame comprobar algo.

Jungkook apartó su silla y se acuclilló frente a Taehyung. Cotejó una de sus piernas con tranquilidad, convencido de que sus extremidades estaban en buen estado. Tocó sus pies, presionando con los pulgares hasta el tobillo para comprobar el buen estado de las articulaciones.

—A-ay —Taehyung se quejó un poco y él sonrió ligeramente, continuando con unos dedos más suaves.

—Tienes terminaciones nerviosas, que sientas eso, es positivo.

—¿Mhn?

Su músculo gemelo era suave, tenía una forma voluminosa y delgada. Jungkook detuvo las yemas en las rodillas, deslizó una mano por la corva cuidadosamente y sujetó su pierna, toqueteando el menisco con los dedos de la mano contraria. Estaba en perfectas condiciones.

—Me haces c-cosquillas —soltó Taehyung algo enfurruñado.

—¿Oh?

El pelinegro pellizcó su pantorrilla maliciosamente, Taehyung emitió un quejido agudo y estuvo a punto de patearle la cara. A él le hizo muchísima gracia, alegó que era una broma y continuó un instante más para terminar su perimetraje.

—S-sigo sin entender por qué tienen que ser dos, creo que con manejar una pierna ya tengo suficiente —argumentó Taehyung bien molesto, cruzándose de brazos con el ceño remarcado—. El ser humano y sus excesos.

Jungkook levantó su mirada, con media sonrisa dibujada sobre sus labios. Sus piernas parecían completamente funcionales, humanas. Tersas y sin marcas, sin vello, de un tono como la canela suave o la arena tostada de la playa que tanto le gustaba. Su muslo era absurdamente suave, él ralentizó la caricia de sus yemas calientes, encontrando cierto agrado en su ascensión, por un instante. De repente, Jungkook se sintió perturbado y apartó su mano del muslo. Se humedeció los labios advirtiendo que había estado conteniendo su aliento unos segundos, ¿es que estaba mal de la cabeza? ¿a qué venía lo de sentirse tan nublado?

Sus pupilas regresaron a las de Taehyung, él le miraba atento, pero sin identificar las mejillas sonrosadas del azabache. Sus globos oculares se encontraban un poco enrojecidos por haber llorado, pero mantenía los iris heterocromáticos, con una mezcla entre el azul y rosa coral. El resto de su piel, tanto su rostro como sus brazos, habían perdido ese destello salpicado por purpurina del mar y resplandecientes escamas de tonos zafiros. Su cabello también había dejado de ser azul, tornándose en un rubio dorado.

—¿Qué? —dudó Taehyung con incertidumbre—. ¿A-algo va mal?

—No, no realmente —contestó Jungkook, incorporándose con un resoplido que trató de expulsar las feromonas que flotaban sobre su cabeza en ese momento.

Le ofreció sus manos extendidas para ayudarle a levantarse.

—¿Crees que podrías ponerte en pie?

Taehyung le miró desde abajo, muy cómodamente sentado.

—¿E-es cuestión de vida o muerte? —le devolvió como si fuera un bebé asustado.

Jungkook exhaló una sonrisa más relajada, se inclinó levemente y le animó para que lo intentara como si fuera un niño pequeño.

—Vamos, no dejaré que te caigas. Yo te agarraré.

—¿Caerme? —repitió Taehyung en tensión.

Jungkook ladeó la cabeza, con cierta diversión.

—¿Sabes cómo funciona la gravedad?

—¡No soy un bebé, Jeon Jungkook! —inquirió la sirena con un esporádico orgullo.

El azabache arqueó una ceja. «Ya, eso estaba por verse», ironizó en su mente.

Su compañero tomó sus manos y las estrechó con un notable nerviosismo, Jungkook le indicó serenamente que apoyase bien los talones sobre el suelo y procurase que su peso quedase justo en el centro, como punto de equilibrio.

Taehyung le miró enfurruñado, «¿cómo se supone que iba a saber cómo hacer eso?».

No obstante, Jungkook le ayudó a incorporarse lentamente, las piernas del rubio se tambalearon, pero logró mantenerse estático, inmóvil por unos segundos.

—Oh —Jungkook abrió la boca, con ambos ojos redondeados.

Su diferencia de tamaño era considerable, y cuando su compañero estuvo en pie, pudo realmente corroborarlo.

—¿Qu-qué pasa?

—Eres diminuto —expresó Jungkook con neutralidad.

Taehyung parpadeó y alzó la cabeza. Existían, aproximadamente, diez centímetros de diferencia entre sus alturas, además, los hombros de Jungkook eran algo más anchos. Por no decir que los ojos de Taehyung llegaban justo por la barbilla del muchacho.

—¡No soy diminuto! —chirrió Taehyung mostrándole unos colmillitos bajo esos centímetros de diferencia—. Es más, soy mayor que tú.

—Ah, ¿sí? —Jungkook le miró con escepticismo—. ¿Cuántos años se supone que debes tener?

—Huh... pues... —el rubio reflexionó con un titubeo—. ¿Mil?

—Mil suena un poco impreciso —rebatió el humano soltando una agradable risita—, de hecho, suena a que no tienes ni idea.

Él retrocedió unos pasos y tiró de sus manos gentilmente para que caminase.

—No es mi culpa —refunfuñó Taehyung, volviendo a tambalearse—, ¡las sirenas no contamos con calendarios anual-!

Con apenas dos pasos las rodillas de Taehyung se flexionaron, estuvo a punto de caerse de bruces. Jungkook reaccionó rápidamente, sujetándole con un brazo que rodeó su cintura y el otro por sus hombros.

—Eso ha estado cerca —suspiró Jungkook con encanto.

—Estas cosas no funcionan —gruñó el rubio muy frustrado.

Su falta de paciencia se le hizo divertida; en el fondo, era natural que le tomase algo de tiempo aprender a caminar.

—Qué lástima, habrá que cortar —bromeó el pelinegro.

La sirena le miró muy asustada, súbitamente le abrazó con fuerza su pecho y cintura, suplicándole que no lo hiciera.

—¡N-no, por favor, no...! —su voz sonó cómicamente amortiguada contra su pecho.

Jungkook se rio levemente, trató de sujetarle con los brazos para que no se escurriera hasta el suelo.

—Sólo estoy bromeando, Tae —le tranquilizó dando unas palmaditas en su cabeza—. Aprenderás a caminar, como todos.

Después de eso los dos permanecieron quietos unos segundos.

—Oye, ¿no está muy alto esto? —escuchó la vocecilla del chico.

—¿Eh? ¿Tienes vértigo?

—¿Qué es el vértigo? —dudó el rubio.

—Okay, olvídalo —Jungkook bufó una sonrisita—. Vamos a sentarte, apoya correctamente los talones en el suelo.

—¿Mi corazón ahora es como el tuyo? —murmuró Taehyung fugazmente, sin soltar su pecho.

Él entrecerró los párpados por el suave compás que escuchaba en el pelinegro.

—S-supongo.

Jungkook se sintió inesperadamente nervioso, Taehyung apretaba su pecho entre los brazos, apoyando una de sus orejas para escucharlo bien. La calidez de su cuerpo se le hizo agradable, era más pequeño físicamente de lo que esperaba, adorable y sus cambios de genio, sin duda, le tenían atrapado. No pudo evitar que sus mejillas se ruborizasen, pensando en que estaba absurdamente colado por él.

—Oh, vaya, ¡ahora va mucho más rápido! —emitió la sirena en voz alta—. ¡Qué guay!

Jungkook agarró sus hombros y le obligó a separarse un poquito de su maldito pecho delator.

—Calla, sushi —le arrojó sofocándose.

En unos difíciles pasos más, Taehyung llegó al borde de la cama y se sentó como un buen chico.

«Bbbbbbrrrrw», algo resonó eventualmente entre ambos.

—Q-qué.

—¿Huh? —Tae le miró ingenuamente, percibiendo una aguda sensación física que jamás le asaltó antes.

—¿Qué ha sido eso? —dudó Jungkook.

El rubio se llevó las manos al vientre.

—M-me duele —mugió en voz baja.

Jungkook arqueó una ceja, frotó su propia nariz con el dorso de su mano, adivinando ágilmente de qué se trataba.

—¡Ay! —se quejó Taehyung repetidamente, ante un temblor de estómago.

—¿Por qué no me has dicho que tienes hambre, sirena patosa? —formuló Jungkook afectivamente.

—¿Hambre?

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.

Yoongi se apoyó en el reposabrazos del sofá, echándole un vistazo a Hoseok. El muchacho estaba pálido, apenas había probado el desayuno y parecía frustrado con su teléfono móvil.

—Se ha roto, mira la pantalla —expuso con voz rasposa, el resplandor del teléfono fluctuó unos segundos, hasta apagarse por completo—. Y murió.

—Se te salió de un bolsillo anoche cuando te arrastré desde la furgoneta —mencionó Yoongi, cruzándose ambos brazos—. Lo lamento. ¿Quieres que te preste el mío?

Hoseok sacudió la cabeza restándole importancia, lo dejó sobre la mesa con desinterés y se recolocó la manta que se escurría por sus hombros.

—Está bien, no importa —suspiró exhausto—. Supongo que Jin habrá llamado a Jungkook; ¿aún no ha bajado del dormitorio?

—Hmnh.

Yoongi alzó ambas cejas, oportunamente escuchó el sonido de la escalera de madera bajo los pies de alguien. Los pasos resonaron pesados, con lentitud, sumados al farfullo de su voz y el intercambio de una discusión ajena en voz baja.

—¡Arre, bestia terrestre! —escuchó a Taehyung.

—¡Deja de cabalgar sobre mi espalda de esa forma! —soltó Jungkook con irritación, justo cuando llegaron al marco de la puerta.

Yoongi abrió las fosas nasales, contemplando la vergonzosa escena. Hoseok se quedó igual de perplejo a su lado. Jungkook andaba cargando a la sirenita sobre su espalda, a falta de sus poco eficientes piernas.

—¡Hola, hermano de Jungkook! —saludó alegremente Taehyung, esbozando una sonrisita.

—E-eh, qué pasa pescao' —le devolvió Yoongi.

Seguidamente se aproximó dubitativo, en lo que Jungkook le indicaba a Taehyung que pasase de su espalda a sentarse en uno de los taburetes de la isla de la cocina.

—Tsss —siseó Yoongi al azabache, comenzando a cuchichearle—. ¿Si no le sigo el rollo, muerde?

El pelinegro volvió a mirarle con un resoplido.

—No, no muerde —contestó secamente, ladeando la cabeza para dirigirse al sofá, donde se encontraba Hoseok—. ¿Te encuentras mejor?

—Huh, sí —el castaño sonrió levemente.

—No volveré a hacerlo, lo siento —alegó Tae inocentemente desde su asiento, acto seguido posó su mirada sobre Yoongi—. A ti tampoco, Jungkook te quiere demasiado.

Jungkook le miró claramente irritado y ruborizado.

—Cierra la boca —insistió apoyándose en la encimera con un codo—. Malgastas energía, y tu estómago resuena como el mismísimo Leviatán.

Taehyung extendió las manos muy asustado y tapó su boca cómicamente.

—No vuelvas a repetir su nombre —murmuró enérgicamente—. ¡Te dije que puede escucharnos, Kookie!

Jungkook sostuvo sus muñecas para apartar sus manos, le miró con el ceño fruncido.

—Dijiste que era eso dentro del agua —replicó el azabache en voz baja.

—Ah, es verdad —exhaló Tae a unos centímetros de él—. ¿Tenéis algún monstruo terrestre similar?

Yoongi carraspeó al otro lado de la isla de la cocina.

—Bueno, ¿alguna vez has oído hablar de Voldemort?

Jungkook estuvo a punto de zarandear a Yoongi; hablarle de ficción a Taehyung era lo último que podían hacer en sus vidas, él ya había traído suficiente fábula a su sencilla existencia como biólogo y persona ordinaria.

—Jungkook, ¿has podido hablar con Seokjin? Creo que puede estar preocupado, mi teléfono se-

—Ah, dios, casi lo había olvidado —se maldijo, rebuscando velozmente en sus bolsillos—. Dame un minuto.

Durante la noche había mirado el teléfono, antes de quedarse dormido le escribió a Seokjin que habían tenido unos cuantos contratiempos, afortunadamente, nada relevante. Era mentira, por supuesto. Estaba demasiado exhausto como para contarle que Hoseok se encontraba enfermo, y la sirena había perdido su cola durante el trayecto. Además, él se encontró demasiado en shock durante esas horas como para racionalizar lo que estaba ocurriendo.

—Prepárale algo de comer, por favor —le solicitó Jungkook a Yoongi, abandonando el salón unos minutos.

Marcó el teléfono de Jin y no tardó ni dos tonos en descolgar su llamada.

—Por el amor de dios, Jungkook —farfulló al otro lado de la línea con una voz muy tensa—. ¡Anoche casi me dio un infarto!

—T-tranquilo, todo está bien... Hoseok fue mordido, pero...

—¿¡Taehyung mordió a Hoseok!?

Jungkook se masajeó la sien con unos dedos.

—Está controlado, tuvo fiebre y alucinaciones, pero me encargué de desinfectarle y coser sus heridas. Ahora está en mi casa, y...

—¿Dónde está la sirena? —le interrumpió de nuevo.

El pelinegro enmudeció. No sabía muy bien por qué, pero su lengua se enrolló sobre sí misma, presintiendo una clara oposición a contarle la verdad.

«Está con nosotros», era una respuesta demasiado directa. Les dejaría desarmados y en evidencia. Además, después de creer que la noche de antes perdería a Taehyung de dos formas muy distintas (primero por liberarle, y después, creyendo que moriría), no pudo evitar sentirse un poco protector.

—Le liberamos —contestó Jungkook con una asombrosa contundencia—. Se marchó.

Escuchó el suspiro de Seokjin cargado de una gran dosis de alivio, y él inmediatamente se sintió culpable.

—Eso es bueno, espero que no vuelva a acercarse a Geoje —argumentó el mayor—. El señor Kim se enterará tarde o temprano de que el acuario ha sido asaltado, un guardia de seguridad dio la noticia esta madrugada. El encargado de las estancias me ha escrito a primera hora. Dice que una de las zonas privadas se encontraba abierta —explicó lentamente, cruzándose de piernas—. Llevo toda la mañana de reuniones, así que estoy haciendo como si aún no conociese la información.

—Pero Kim lo sabrá.

—Claro que lo sabrá, removerá tierra y mar para recuperarle, o quizá...

—Quizá qué, ¿Jin? —insistió Jungkook muy serio.

—Puede que busque más sirenas. Pero ese ya no es tu problema, Jungkook —consideró Seokjin atentamente—. Lo has hecho muy bien, realmente agradezco tu ayuda.

Jungkook comenzó a sentirse peor de lo que esperaba.

—Si no hubiera sido por ti, nunca hubiese comprendido que esto estaba llegando demasiado lejos —confesó Seokjin en voz baja, seguidamente aclaró su garganta—. Escúchame, sé que desprecias a la gente con demasiado poder como Kim Namjoon. Pero gracias por ayudarme, Jungkook.

—No... no es nada —contestó el joven lentamente—. Gracias a ti... también...

—Hablaré con Hoseok más tarde —prosiguió Seokjin—. Dile que se ponga en contacto conmigo, por favor.

—Por supuesto.

Seokjin le dijo que se pondría con él en contacto más tarde, cuando Kim Namjoon necesitase pruebas de su coartada (sólo debía pasarle unas fotografías de los billetes de la exhibición a la que supuestamente asistió la noche de antes), la llamada se cortó poco después de su despedida. El pelinegro apretó el teléfono entre los dedos, sintiéndose ruin.

—Mierda —murmuró.

«Ya no le quedaba más remedio que afrontar lo que había dicho».

Mientras tanto, Yoongi se encontraba en la cocina con Taehyung, lidiando con un chico curioso que no paraba de hacerle preguntas y contradecirse en todo.

—¿Qué quieres comer?

—Yo no como —negó Taehyung levantando el mentón con orgullo.

El gruñido de su estómago contestó todo lo contrario. Yoongi abrió la nevera con un suspiro, considerando sus opciones.

—Bien, mi minuto de oro como chef ha comenzado —enunció Min Yoongi, arremangándose y sacando una sartén—. Te gusta el mar, ¿verdad? ¿Qué tal un bacalao fresco? Mi abuela me enseñó una receta al limón.

—¡¿Qué?! —Taehyung se inclinó sobre la encimera, excesivamente indignado—. ¿Matarás a un bacalao? ¿por qué harías algo tan horrible cómo eso?

Yoongi se quedó a cuadros.

—Okay, asumo que tampoco te gusta el sushi.

—Kookie me dice bolita de sushi —expresó Taehyung adorablemente—. ¿Qué significa?

—Bueno —Yoongi se rascó la nuca—, es pescado crudo sobre un puñado arroz, así que...

El rubio se llevó las manos a la boca, mostrándose horrorizado.

—¿Q-qué...? ¡Oh!

«Cincuenta puntos menos para Jeon Jungkook en la escala del romance», se dijo Yoongi, apartando rápidamente el tema.

—Vale, cambio de estrategia —procedió rápidamente el humano—. Qué tal, ¿pollo? ¿A quién no le gusta el jodido pollo? ¡A todos nos encanta!

—Oye, no creo que a las sirenas les llame demasiado la carne —dijo Hoseok apareciendo tras el chico. Yoongi le miró como si fuera a golpearle con la sartén—. Q-quiero decir, a mí me apetece. Pero sólo si hay patatas.

Cuando Jungkook regresó al salón, Yoongi estaba sirviendo el almuerzo para todos. Una bandeja de patatas y un pollo frito para chuparse los dedos. Taehyung no estaba nada convencido con probar el pollo (seguía identificando al pobre animal como una criatura), así que dudó, y terminó llenándose la boca de patatas fritas cuando Yoongi le contó que era un tubérculo. Jungkook resopló y estuvo a punto de meter la cabeza de Yoongi en la freidora, ¿eso era una comida sana para alguien que nunca antes se había interesado por la alimentación?

—¿Puedes esperar un poco? Te prepararé algo que seguro que te gusta —Jungkook le guiñó a Taehyung con serenidad.

—Ya viene el listillo —gruñó Yoongi—. Maldito mocoso.

Taehyung le esperó sentado, mientras los otros dos se largaban al sofá para devorar su almuerzo. Jungkook tomó un puñado de pasta que hirvió frente a él, cortó un tomate, utilizó varias cucharadas de maíz, aceitunas negras y aceite. En último lugar, agregó varias tiras de pollo que cortó con unas tijeras en dados. Le sirvió un buen plato de pasta fría a Taehyung, acercándoselo sobre la isla de la cocina, observando su rostro.

—Ten —dijo, pasándole seguidamente un cubierto—. Pruébalo. Si no te gusta el pollo, podemos retirarlo. Lo demás es pasta y verduras.

—¿Pasta?

Jungkook apoyó los codos y le miró de frente, en lo que el rubio procedía a probar su plato tras una corrección sobre cómo debía tomar el cubierto con la mano.

—Se hace con una masa creada por harina, agua y sal —comentó Jungkook distraídamente.

Taehyung se llevó un puñado de pasta y otros condimentos a la boca, y pareció convencido, curioso e interesado en la comida. En cuestión de unos minutos, mientras conversaban, se lo comió con un gran apetito. Jungkook le vio tan hambriento con su plato, que procedió a trocear un mango maduro para que complementase su almuerzo. A Taehyung le encantó la fruta, estuvo relamiéndose los dedos un rato y comentando que nunca pensó que la comida fuese tan agradable.

Jungkook almorzó varios trozos de pollo condimentado mientras recogía la cocina, Hoseok y Yoongi regresaron, con su amigo farfullándole a Taehyung que, en el fondo, Jungkook era como la mala de la película de La Sirenita.

—Sí, tiene tentáculos —se burló Yoongi cruelmente—. ¿Nunca los has visto? Son geniales.

—¿Qué? Huh, n-no —negó el rubio muy serio.

—¡Deja de contarle mentiras, idiota! —bramó Jungkook zarandeándole desde el cuello de su camiseta.

Taehyung esbozó fugazmente una sonrisa.

—Yo sí que tengo tentáculos —confesó la sirena deliberadamente, dejando al resto de piedra—. Todas las lunas llenas me crecen unos cuantos —le informó en un tono encantador que erizó su vello—. Así es como devoro humanos.

Yoongi tragó saliva pesada, retrocedió unos pasos, reconociéndose mentalmente que eso ya no tenía gracia. Es más, acababa de entrarle canguelo. Jungkook carcajeó en voz baja. Su mentira no se mantuvo más de unos segundos, puesto que Tae encogió los hombros y su rostro formó una adorable sonrisa cuadrada.

«Sí, esa era la sirena que conocía; a veces adorable, y otras veces daba miedo».

—¡Que crédulo eres! —Tae señaló a Yoongi con el índice.

Yoongi le miró con una falsa sonrisa, muy tensa.

—A-ahora sé por qué dais tanto miedo las sirenas.

—¿Yo doy miedo? Oh —abrió la boca indignado—. No es verdad.

—No, sólo cuando tu boca se llena de dientes como un tiburón —soltó Yoongi, dándole una fuerte palmada en la espalda a Hoseok—. Este de aquí, puede confirmarlo.

—H-huh —Hoseok se tambaleó por su golpe amistoso, le miró enfurruñado y masculló—, no vuelvas a tocarme.

A Jungkook le sorprendió la espontánea confianza de Taehyung con su amigo Yoongi, aunque sin mucha dificultad, intuyó de dónde salía esa repentina familiaridad. En el acuario, él le contó que Yoongi era a la única persona que tenía en la isla, su «único familiar». Taehyung le identificó automáticamente como «un hermano», ya que él tenía numerosas hermanas en el océano. Su lógica era bien simple: si sus hermanas eran de confianza, el hermano de Jungkook también debía serlo. Ingenuo.

—Jungkook —Hoseok agarró su antebrazo cuando el chico pasó distraídamente por su lado—. ¿Pudiste hablar con Seokjin?

El pelinegro le miró con un titubeo, asintió en voz baja y se mostró algo reflexivo antes de expresarse.

—Necesito que hablemos de algo —expresó seriamente—. A solas.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.

Taehyung se quedó a solas en el dormitorio de Jungkook, después de que el joven le cargase hasta allí arriba. Balanceó las piernas sentado en el borde de la cama, con las manos apoyadas sobre el colchón, entre ambos muslos. Su interés por la habitación del humano incrementó con el paso de los minutos, «¿esa era la cueva de Jungkook? ¿su lugar personal?».

«Si era el sitio donde guardaba sus pequeñas colecciones, necesitaba verlas», se dijo. Sus iris se posaron sobre una estantería llena de libros científicos, la mayoría universitarios. Aunque claro, Tae no sabía qué diantres era la universidad. Le llamó mucho la atención el resplandor de las bombillitas que colgaban de las paredes, con fotografías, decoraciones marinas y un cuadro de tapiz. Sobre la mesita de noche, atisbó un par de objetos brillantes.

Posó los pies en el suelo y se escurrió por el borde de la cama, inclinándose y extendiendo los dedos para comprobar los objetos. Una perla diminuta y brillante, preciosa; la piedra con forma de escama azul que él le dio; ¿un cepillo para pelo humano? Taehyung se pasó el cepillo un instante por la cabeza, pero dudó de su uso. Ni siquiera sabía si estaba bien que él utilizase el de Jungkook, ¿y si a los humanos no les gustaba hacer eso? Lo dejó cuidadosamente junto al resto de las cosas y extendió las yemas identificando algo más importante y personal para él mismo: el coral con forma de diminuto corazón, engarzado con un cordel. Se lo pasó por encima de la cabeza y dejó que colgase de su cuello, le gustaba llevarlo encima, le hacía sentirse extrañamente bien.

Su curiosidad se volvió persistente, por lo que comenzó a incorporarse cautelosamente. Apoyó las manos en la mesita de noche, los pies descalzos en el suelo, se tambaleó dando algunos pasos lentos como si caminase por encima de una estrecha pértiga. En unos segundos más, pensó que casi lo tenía, llegó a la silla del escritorio y su respectiva mesa, y se apoyó allí mientras husmeaba los enseres del pelinegro. Más libros, ropa doblada, unos DVDs, una bolsa de plástico con caramelos, lápices y un portátil. Taehyung agarró una de las prendas dobladas del chico, una sudadera negra que olía a algún producto suavizante, y en la zona del cuello, a Jungkook. Encontró cierto encanto al olerlo, identificando su aroma sin el agregado a sal.

«Los humanos generalmente no olían a sal», razonó acertadamente.

Dejó la prenda sin doblar sobre la silla, y cuando se movió hasta la estantería, se tambaleó un poco, pero ganó una mayor confianza en sí mismo. Era divertido estar allí, husmear las pertenencias de Jungkook y estar en la casa de unos humanos.

Sin embargo, el sonido de una tenue y esporádica lluvia atrajo su mirada hacia la ventana. No se había interesado hasta entonces, pero las vistas de su ventana daban a una extensa playa vacía, llena de hierbajos verdosos, zonas de arenas blanca y pura, así como otras de tierra. Y al fondo, el mar. Pequeñas olas encrespadas y de un tono oscuro, marino, bajo la suave lluvia que se derramaba.

«El mar», suspiró su ser sediento de agua salada. «¿Había perdido realmente su cola? Y, ¿qué había sido de su poder?».

En el piso de abajo, justo en el salón, Jungkook regresó de la calle tras mover la furgoneta a su garaje y sacar el arcón de cristal del compartimento trasero con la ayuda de Yoongi. Cuando tuvieron todo organizado, se sentó frente a Hoseok para hablar con él, mientras su compañero de piso sacaba un botellín de cerveza helada de la nevera.

—No puedes estar diciéndome que planeas que le oculte a Jin el paradero de la sirena —Hoseok apoyó la espalda en el respaldo del sofá, cruzándose de brazos.

Su rictus era serio, sereno, con índole de negociación.

—Es lo más seguro para todos —razonó Jungkook—, si esa información se filtra hasta Kim...

Hoseok sacudió la cabeza.

—Entiendo tu razonamiento, pero, ah —suspiró el castaño, con sus dudas—. No sé si deberíamos...

—Cuidaré de él.

Hoseok sabía que Jungkook iba en serio. No se conocían, pero no necesitaba hacerlo mucho más para cerciorarse, le había visto jugársela por la sirena la noche de antes. Le importaba, era evidente.

—Oye tú, mechitas —Yoongi se aproximó al muchacho con la cerveza en la mano—. Deja que te explique algo; mi amigo lleva un mes y medio cuidando de la criatura en esa pecera, a nosotros nos contrataron para que sacásemos al pescao' de allí. Ya está fuera. Fin de la historia. Eso es lo que queríais, tú y tu amiguito Jean.

—Jin —corrigió Hoseok.

—Eso, Jin —repitió Yoongi descaradamente, indicándole con el botellín de vidrio—. Así que ahora, recoged vuestras cosas, ¡fin del espectáculo!

—Pero, jamás pensé que las sirenas pudiesen desarrollar piernas, y, aun así...

Jungkook permaneció en silencio, reparando en que él sí que lo sabía. Conocía cierta información, a la que no le había dado relevancia. La tarde que fue al apartamento de Seokjin, cuando le mostró el extraño tomo extraído del mar negro. Jin había leído que las sirenas perdieron la forma de activar su esencia híbrida para caminar fuera del agua. «Pero, ¿realmente llevaba siglos sin suceder? ¿cómo es que Taehyung había desarrollado piernas?».

—Sus piernas no entran en el trato —dijo Yoongi de forma cortante.

Hoseok desvió su mirada.

—Dime una cosa, Jeon —dijo Hoseok de repente—. Te importa de verdad, ¿no es así? ¿sabes que su raza está en peligro de extinción? Cada vez son menos, y las cazas furtivas son más duras que nunca. Sus hermanas estarán furiosas por perderle, y los borrachos que trabajan en los puertos cuentan que las noches de tormenta, criaturas de las profundidades emergen para hacerse pasar por humanos.

Jungkook caminó por el salón con cierta inquietud.

—¿Borrachos? —dudó ligeramente de sus fuentes.

—Ya, bueno. Yo tampoco creo en los cuentos de hadas, pero Seokjin sí —prosiguió Hoseok, levantándose del sofá—. Y llevamos siete años estudiando el mundo marino para saber que las sirenas... sólo son la perla de una ostra demasiado grande... hay más peligros ahí afuera, mucho más relevantes que Kim Namjoon.

—Mira, si alguien tuviera que ser la Úrsula de este cuento, el tipo ese, Kim, tiene todas las papeletas —refunfuñó Yoongi—. A mí no me engañas.

Hoseok le miró de medio lado, con una sonrisa apagada.

—No lo hago —el castaño se desplazó entre ambos jóvenes—. Tengo que marcharme. Debo encargarme de mis propios asuntos, como, por ejemplo, salir de esta isla antes de que el Kraken nos trague, o que Namjoon averigüe que yo tengo algo que ver con lo de anoche —expresó con serenidad, seguidamente se dirigió a Jungkook—. Estaremos en contacto.

Jungkook asintió con la cabeza, le ofreció su mano para un ligero apretón. Después, intercambiaron números de teléfono (Hoseok mencionó que les ofreció uno muy personal), acompañaron al joven hasta el garaje para que tomase el vehículo, y no tardó demasiado en irse de allí. Yoongi y Jungkook le contemplaron marcharse desde la puerta del garaje, con una llovizna interminable que amenazaba con salpicar sus tenis.

—Yoon, eres consciente de que nadie nos contrató, ¿verdad? —dijo Jungkook en voz baja—. Ni siquiera yo tenía un contrato cuando cuidaba de Taehyung en el acuario.

Yoongi alzó el puño para que su amigo lo chocara, el más joven lo hizo con cierta desorientación.

—Y, ¡boom! El rey de la improvisación —manifestó Yoongi deslenguadamente—. Reconócelo, no hubieras sobrevivido a estas últimas veinticuatro horas de no ser por mí. Soy tu as en la manga.

Jungkook le miró de medio lado, con una sonrisa de mocoso insolente.

—No voy a responder a eso, me siento obligado a mantener mi dignidad intacta.

—¿Dignidad? Ja, tenemos a una sirena en casa con capacidad de psicoanalizarte —Yoongi flexionó ambos brazos tras su propia nuca—, que alguien me pellizque.

Jungkook pellizcó su panza antes de pasar de largo.

—¡Ah! ¡Eso duele!

—No exageres.

—Patearé tu culo en mi primera oportunidad —chirrió Yoongi arrogantemente—. Como a ese guardia de seguridad al que noqueé. ¿Sabes que tenía cinturón negro en el instituto?

—Yoon, nadie va a patear el trasero de nadie —escuchó la voz de Jungkook volverse más distante, mientras atravesaba el garaje.

—De momento —masculló Yoongi sarcásticamente.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.

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