Capítulo 08

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 8. Tierra azul

El plácido mar se extendía ante sus pupilas, frío, calmado, azul. Suaves olas acariciaron los dedos de sus pies, arrastrando la arena bajo sus talones con un hormigueo. Una suave voz tarareó una canción sin letra. Una campana de viento tintineó en sus oídos. Cuando su cola se sumergió en el horizonte, fue como si su corazón se lo tragase la misma mar. Después, dejó de sentir cualquier emoción. La arena se volvió cobalto, el agua se secó. Frente a él; un desierto azul, donde ya nada más tenía sentido.

Jungkook se despertó. Instantes más tarde, apoyó los codos sobre el poyete de su ventana.

«Eso era lo que obtendría liberándole», pensó. «Dejaría de verle para siempre. ¿Por siempre?». Su corazón debatió con su egoísta instinto humano. Pero el sonido de un serrucho llegó hasta sus oídos, sacándole del trance. Él bajó la escalera de casa, atravesó la pequeña entrada y pasó al salón. Desde la puerta corrediza, pudo ver el porche de azulejo. Yoongi estaba más activo de lo habitual, comenzando a trabajar su proyecto artesanal.

En la radio resonaba con un hilo musical de fondo, siendo abruptamente interrumpida por una voz femenina: «¡El próximo sábado, podrás conseguir tu entrada gratuita para el gran espectáculo del gran acuario de Geoje! Consulta los requisitos de participación en nuestra página web».

El pelinegro se aproximó a su compañero de piso contemplando sus materiales, guantes de nylon, cinta métrica, y una bolsa de semillas y fertilizante para plantas acuáticas.

—¿Plantas marinas? —pronunció Jungkook con sorpresa.

—Beneficiosas para el cutis —anunció Yoongi orgullosamente—. Les haré su propio estanque.

—¿Desde cuándo te preocupas por tu cutis? —sonrió el más joven.

—Desde que pasé la barrera de los veinticinco —soltó Yoongi con voz pedante—. Y tú no estás tan lejos, Peter Pan.

Jungkook se rio con una voz aguda, se acuclilló a su lado viendo su labor con el serrucho.

—¿Puedo ayudarte?

—Mira, Kook —se pasó una manga por la frente para apartarse el sudor—. A partir de mañana, de este trozo, para allá —señaló, indicando bien las proporciones—, es mi zona zen, ¿de acuerdo? Nada de tocar mi propio espacio.

—Huh, ¿recuerdas la última vez que tuvimos un bonsái? —le arrojó Jungkook, desorientándole—. Murió disecado.

—Y mi cactus, ahogado —agregó Yoongi con la boca pequeña.

—Pensé que murió porque te sentaste sobre él.

Yoongi hizo una mueca.

—Eso sólo pasó una vez —se excusó apretando un puño en alto—. Y el único que sufrió en ese incidente fue mi trasero. Además, lo bueno de tener plantas acuáticas, es que no es necesario regarlas.

Jungkook se pasó una mano por la mandíbula. Sabía que había llegado el momento de decírselo, pero el riesgo que corrían con una información como esa le obligó a reconsiderar las cosas. No quería perturbar a Yoongi, no obstante, lo sabría tarde o temprano.

—Y, ¿cómo llevas las clases de... bricolaje? —preguntó lentamente.

—Mejor que las de la universidad, ¿por? —Yoongi arqueó una ceja.

El azabache tomó aire, se levantó y decidió decírselo de una vez por todas.

—¿Podrías montar un contenedor?

—Huh, un contenedor —Yoongi se incorporó a su lado, clavando sus iris sobre los suyos—, ¿de qué tipo?

—Rectangular, como un sarcófago —contestó Jungkook y acto seguido maldijo en un mascullo por aquella forma de nombrarlo—. Maldito Seokjin. Como un arcón.

—Sí. O sea, no —se contradijo Yoongi, ladeando la cabeza—. Espera, ¿te has cargado alguien? Porque si es así, y yo también voy a morir: sí, te montaré un arcón para que me perdones la vida.

Jungkook exhaló media sonrisa con un rostro bastante relajado.

—No he matado a nadie, aún —expresó el azabache, apretando la mandíbula—. Necesito transportar algo con... agua.

—Pero, ¿de forma rectangular? —dudó Yoongi, cruzándose de brazos—. ¿Cuánto pesa?

—No lo sé, ¿el peso de una... persona?

—Una persona viva.

—Viva —concordó el más joven.

Yoongi arrugó la nariz.

—A ver, ¿qué es lo que quieres transportar? Ilústrame con tu expresividad —cuestionó el mayor con una mirada inquisitiva.

—Es, un... —Jungkook comenzó a balbucear como un estúpido—. Una... con...

—Oh, sí. Está bien. Creo que podría hacerlo.

El más joven se quedó boquiabierto, Yoongi pasó de largo con un deje impaciente y excesivamente confiado. «¿Ya está? ¿No iba a preguntarle nada más? ¿Se conformaría con eso?».

—Espera, tengo un boceto —le detuvo Jungkook.

Con los nervios zumbándole el estómago, no tardó demasiado en mostrarle cómo había planeado la elaboración. Tenían una sierra eléctrica que podía ayudarles, además de material suficiente para que tuviese el tamaño definido. Jungkook incluso había establecido una rejilla para que Taehyung respirase.

—Oh, ¿respira? Eso me gusta más —exhaló Yoongi, sin ni siquiera levantar la cabeza para mirarle—. Bueno, ¿cuándo necesitas que esté listo?

Jungkook se mordisqueó el interior de la boca.

—Unos días, como máximo.

—Podemos hacerlo en dos tardes, si me echas una mano.

Yoongi volvió al salón para sacar una cerveza de la nevera y apoyar una mano sobre la isla de la cocina. Jungkook le siguió ensimismado.

—¿En serio? —dudó nuevamente—. ¿Y ya... está?

—Claro, ¿qué esperabas?

—No vas a... ¿preguntarme nada más?

Su compañero se rascó la cabeza, dio un sorbo a su bebida y volvió a mirarle.

—La cuestión es, ¿vas a hablar? —formuló Yoongi—. Porque no lo creo. Sólo dime algo, Kook; no es porque no confíes en mí, ¿verdad?

El pelinegro liberó su aliento lentamente, con una débil sonrisa. Los dos sabían que no necesitaban una respuesta.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon/digital. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.


Jungkook llegó al acuario después de la hora de la comida. Cargando con sus cosas, comprobó la pantalla de su teléfono mientras caminaba por el muelle trasero al edificio. Entró por donde habituaba y no se demoró demasiado en atravesar el túnel de cristal y dirigirse al ascensor. Le había prometido a Taehyung estar allí mucho antes, por lo que esperaba encontrarle con una cara enfurruñada. No obstante, su retraso había sucedido por un buen motivo. Era la mañana libre de Yoongi y había invertido todo su tiempo en comenzar la preparación y medidas de los materiales.

La puerta del ascensor se abrió, él comenzó a deslizar la cinta de su mochila sobre su hombro para soltarla, cuando repentinamente, los pasos de alguien más le dejaron congelado. Su perfume inundó sus fosas nasales, sus iris se posaron sobre los de otra persona. El corazón de Jungkook emitió un vuelco.

—Así que eres tú —la voz de Kim Namjoon resonó sugestivamente grave y profunda—. Sabía que había alguien más, no era tan difícil de intuir, el minibar siempre estuvo intacto, y ahora, por faltar, faltan hasta toallas.

Namjoon guardó las manos en los bolsillos de su pantalón, sus iris almendrados escudriñaron al joven desconocido erizando su vello. Jungkook se sintió entre la espada y la pared, como si un felino le hubiese arrinconado. Y con todo lo que le detestaba, más lo que tenía en juego, se forzó interpretar el mejor papel de su vida.

«¿Y si daba un paso en falso? ¿Y si contradecía lo que fuera que Seokjin le hubiese dicho?», temió Jungkook. «No, Jin no podía saberlo, de haber sido así, le hubiese avisado».

—¿A qué viene esa mirada? —sonrió el señor Kim, dando unos pasos lentos hacia uno de sus costados—. ¿Cuál es tu nombre, chico?

Jungkook tragó saliva e inclinó la cabeza con un fingido respeto.

«No tenía más remedio que seguirle la corriente», le dijo su cerebro.

—Jeon Jungkook —declaró a expensas de desear con vehemencia idear otro nombre—. Biólogo y veterinario. Señor Kim, es un placer conocerle, no esperaba su visita.

—Oh, el 'doctor' Jeon. Biólogo —satirizó Namjoon, casi como si le pareciese ridículo—. ¿Qué tipo de contrato le ata la lengua, doctor Jeon?

—Asumo la confidencialidad por mi propia mano —la astucia de Jungkook actuó en el mejor momento, aislando su nerviosismo—. El señor Seokjin fue tan amable de dejarme revisar la estancia de la sirena en este acuario... sus conocimientos me han ayudado a avanzar en mis estudios sobre la diversidad marina. Por supuesto, poder tratar con la sirena ha sido de gran utilidad.

—Bien. Espero que esté cumpliendo su cometido con esmero —pronunció el señor Kim con soberbia—. No desearía que mi sirena estuviera en las manos de... cualquiera.

«Su sirena», repitió Jungkook en su cabeza. «Cerdo».

Namjoon se posicionó frente a él, decidido a increparle.

—Dígame, doctor; ¿qué es lo que piensa de mi sirena? —reprodujo Namjoon afinando su mirada—. Me aterra no satisfacer sus necesidades como se debe. Ya sabe, este tipo de criaturas resultan ser tan... exquisitas...

Jungkook apretó la mandíbula. Deseó incrustar sus nudillos en esos atractivos hoyuelos que se dibujaron en su cara, pero guardó las manos en los bolsillos de sus jeans y aguantó el temple como un corsario.

—Si yo fuera usted, me preocuparía por los filtros y purificadores de agua salada —ideó el azabache, con índole laboral—. Es necesario que contemplen una mejora, puede que una mala purificación de agua le haga enfermar en el futuro.

—Por supuesto. Mandaré a un técnico para que lo revise —aceptó el señor Kim—. No queremos que nuestra joya del mar se enferme, ¿verdad?

Namjoon dio de lado brevemente y agarró una fina chaqueta, que se echó por encima de los hombros. El más joven le siguió con la mirada, permaneciendo tan estático como una estatua.

«Vale, está bien», pensó Jungkook. «Su comentario no había sido personal. No tenía por qué sospechar».

—¿Doctor Jeon? —Namjoon regresó elegantemente hasta él, comprobando la apretada agenda de su teléfono de una mirada.

—¿Sí? —pronunció Jungkook casi sin aliento.

—¿Planea robarme lo que más aprecio?

—¿Qu-qué?

Los ojos del pelinegro se abrieron como platos.

—Mi tiempo —declaró Namjoon sosegadamente—, claro está. Si no le importa, necesito tomar el ascensor.

Jungkook se apartó de la puerta sintiéndose muy estúpido. En unos segundos más, el señor Kim entró en el elevador, la puerta corrediza se cerró con suavidad y descendió tranquilamente. Él se mantuvo en la sala unos minutos más, con el corazón zumbándole bajo la tráquea con velocidad.

«Iba a matar a Seokjin», se dijo mentalmente. Pero en ese momento se encontraba en el acuario y necesitaba ver a Taehyung antes de enfrentarse a todo el caótico exterior que estaba asaltándole.

Dejó caer su mochila en el suelo y salió al exterior de la sala con preocupación. Aún vestía su ropa sobre el neopreno, tenis, sudadera ancha con capucha y pantalón vaquero. Taehyung estaba escondido tras unas rocas laterales de la orilla, con todo el cuerpo metido en el agua y los codos apoyados en el exterior. Había olido el perfume de Namjoon hacia un buen rato. Sus bonitos ojos parpadearon cuando encontró a Jungkook. Hesitó un instante, extrañando su aspecto por verle vestido con ropas humanas.

Jungkook camino hasta él, clavó una rodilla en la arena y se inclinó con las manos sobre la arena, para verle bien.

—¿Estás bien?

—¿Por qué llevas tanta ropa? —formuló la sirena ingenuamente.

Los mechones de su cabello cobalto se esparcían sobre su rostro con una bonita diadema trenzada. El humano extendió las yemas casi de forma automática, apartando unas brillantes gotas de agua de uno de sus pómulos húmedos.

—¿No te gusta? —preguntó Jungkook con suavidad, seguidamente se decidió por ir a lo más importante—. Tae, ¿ha entrado a verte?

—No. Le sentí.

—¿Le sentiste?

—Su olor y su... aura... —contestó Taehyung algo abstraído.

Jungkook suspiró profundamente, le apeteció abrazarle con un extraño instinto protector, pero Taehyung estaba mojado y prácticamente dentro del agua, y él aún se encontraba en sudadera.

—¡Oh! ¡tengo algo que darte! —exhaló la sirena con inesperado chorro de energía—. ¡Lo hice para ti!

—Escucha, tenemos que hablar de algo —sugirió Jungkook con un tono de voz muy distinto, mirando hacia ambos lados con un ligero recelo porque alguien pudiera escucharles—, pero tiene que ser en un lugar más privado.

—¿Hm? ¿quieres que te lleve a mi caverna? —emitió Taehyung felizmente, alejándose de la orilla con un movimiento de cola—. ¡Vale, salta al agua! ¡Yo te agarro! —añadió abriendo los brazos.

Jungkook se sonrosó levemente. ¿Qué pensaba que era, un bebé que no sabía nadar? La sonrisita de su compañera le hizo comprender que a ella no le preocupó en absoluto la aparición de Namjoon. Es más, Taehyung parecía estar ignorando el peligro con una extraña emoción infantil por tenerle a él tenerle allí. Y eso nublaba aún más la objetividad de las cosas.

—Espera, tengo que desvestirme —dijo Jungkook arrugando la nariz levemente—. ¿No querrás que vaya así?

El azabache alzó la sudadera por encima de su cabeza y se la sacó. La dejó sobre una roca y sus pupilas se encontraron con las curiosas de Taehyung, quien estaba escudriñándole fijamente en lo que sus dedos desabotonaban el pantalón. Jungkook suspiró frustrado y con un creciente rubor espolvoreado por sus mejillas, se detuvo, agarró la sudadera con una mano y se largó alegando que volvería de inmediato.

«Imposible desnudarse con él delante, a pesar de que justo debajo llevase un neopreno. Y eso que Taehyung ni siquiera parecía darle importancia a la desnudez».

Un minuto después, regresó con el ceñido traje y se zambulló de cabeza en el agua. Movió los brazos y piernas, desplazándose de forma dinámica en el elemento. Taehyung llegó desde algún lado y le alcanzó de inmediato. Le mandó una descarga de burbujas y presión con un potente movimiento de su ágil cola. El azabache regresó a la superficie para tomar aire y Taehyung emergió a su lado. Sin la necesidad de intercambiar palabras, subió sobre su espalda en confianza e infló sus pulmones de oxígeno antes de sumergirse juntos.

Taehyung le llevó hasta la caverna más profunda, tras los arrecifes, cuya puerta plagada de algas marinas y plantas cubrían el estrecho túnel que daba a una pequeña superficie con oxígeno. Jungkook pudo sacar la cabeza allí dentro, se apartó los mechones de pelo que se pegaba molestamente a su rostro, y sus pupilas se adaptaron a la tenue luz de las plantas bioluminiscentes que se enredaban por las rocas y techo.

Una de sus manos alcanzó la pequeña orilla rocosa y le permitió darse un descanso. Taehyung se distanció un instante y agarró algo.

—Cierra los ojos —solicitó mientras el pelinegro se ubicaba dentro de aquel espacio.

Los iris de Jungkook se posaron sobre su rostro, arqueando una ceja. La sirena se acercó lentamente en el agua, manteniendo algo tras su espalda con un gesto juguetón.

—Vamos, ¡ciérralos! —repitió radiante.

Jungkook esbozó una sonrisita y se permitió flirtear levemente.

—¿Qué? ¿vas a robarme un beso si los cierro?

—¿Quieres que lo haga?

—Mnh —el humano se mordisqueó, meditando sobre cuánto le apetecía—. Puede.

Taehyung asumió su coqueteo con encanto.

—Bien, ciérralos —insistió de nuevo, aproximándose.

Jungkook entrecerró los ojos, viéndole acercarse. Su corazón palpitó rápido, cerró los párpados cuando estaba muy cerca. Y cuando creyó sentir sus labios de sirena sobre los propios, un liviano peso cayó sobre su frente y coronilla, posándose en su cabello.

Taehyung agarró su rostro con ambas manos y apretó sus mejillas.

—No, ¡qué adorable! —soltó con un brillo especial en sus ojos—. ¡Sabía que el rojo es tu color!

—¿Qué? —Jungkook abrió los párpados, con las mejillas aplastadas por su compañero.

Sobre su propia cabeza, no había otra cosa que una corona de un tono carmín, con filamentos y hebras rojizas bien trabajadas. Jungkook se sonrojó como un crío, apartó sus manos enfurruñado, y toqueteó la corona sobre su cabeza.

—¿Lo has hecho tú, dices? Vaya... pues...

Taehyung asintió con la cabeza felizmente, le contó que había utilizado gorgonia roja y no sé qué otra alga magenta. Sus ojos se volvieron redondos cuando creyó que a Jungkook no le gustó su regalo. Después le mostró que tenía una pulsera a juego, dos anillos hechos con un material duro que había limado con sus colmillos, y un collar hawaiano que le llegaba hasta la mitad del pecho.

Jungkook se sintió abrumado por sus presentes, Taehyung estaba especialmente activo. Quizá no había tenido en cuenta que a las sirenas les encantaba «colmar de regalos biorgánicos» y manufacturados a los seres con los que establecían una relación. Y Taehyung parecía especialmente insistente con lo de obsequiar a Jungkook de la manera más adorable posible.

Él pensó que era insoportable. ¿Por qué no podía comérselo a besos y mimos? Su mirada se estrechó con una gran proporción de afecto, se mantuvo callado unos segundos, pensando en que Taehyung no tenía nada más que ofrecerle. Eso era todo lo que podía sacar de una pecera.

—Todo es precioso, pero, ¿no crees que es demasiado? —sonrió el azabache—. No me merezco todo esto.

—Huh —Taehyung consideró si era demasiado o no, en silencio, dudando al respeto—. ¿No?

Jungkook apoyó la espalda en la roca, extendió las manos bajo el agua para invitarle a acercarse. El peliazul le miró con un titubeo, en sus iris heterocromáticos se vio reflejada la pequeña galaxia del leve resplandor de esa caverna. El peliazul aceptó la invitación, aproximándose lentamente. Con un leve tirón de sus dedos, sus cuerpos entraron en contacto. Su pecho se encontró a unos centímetros del suyo. Bajo el agua, la cola azul de la sirena se entrelazó con una de las piernas de Jungkook, y sus brazos se apoyaron sobre los hombros del humano, invadiendo su espacio más íntimo.

El joven no pudo evitar pensar que Taehyung, después de todo, era su sirena. Pues teniéndole prácticamente en sus brazos, por muy distintas y enfrentadas que fueran sus razas, no pudieron evitar sentir devoción por el otro.

—Dentro de dos días, saldrás de aquí —exhaló Jungkook, sólo para él—. El plan ya está en marcha, sólo necesito que confíes en mí.

Taehyung parpadeó, un extraño y casi imperceptible pálpito sacudió su corazón helado e inmóvil.

—¿De verdad? —susurró.

Las yemas húmedas de Jungkook recorrieron la forma de uno de sus pómulos, seguida de la caricia de iris desviándose de sus ojos. Su piel se encontraba resplandeciente bajo las decenas de gotas de agua que reflejaban la tenue luz blanquecina y azulada.

—Nos alejaremos de esta zona de la isla. Puede que el traslado sea un poco incómodo, pero debes confiar en mí —insistió Jungkook con nobleza—. Te llevaré a una costa segura, y podrás volver a nadar en libertad.

—Pero, ¿seremos amigos cuando ya no esté en esta prisión?

La pregunta de Taehyung le dejó por los suelos. ¿En qué mundo andaba explicándole a una sirena que recuperaría su libertad, mientras ella parecía andar preocupándose exclusivamente por él?

—¿Quieres...? —pronunció Jungkook lentamente—. ¿Volver a verme?

—¿Tú no? —dudó Taehyung con lástima, bajando la cabeza—. Nunca he visitado la superficie demasiado. Mi nido lo prohíbe, p-pero a veces miraba desde lejos y me dejaba arrastrar por los bancos de peces cerca de los pesqueros. Sin embargo... nunca había... tenido una amistad con uno...

Jungkook sintió como su garganta le apretaba. Contuvo su emoción como pudo, a pesar de que sus ojos tornasen vidriosos.

—Quizá no sea seguro que te acerques a la isla —le dijo con calidez, sosteniendo su mejilla—. Desearía que no te arriesgases por volver a una orilla.

—No quieres que venga a verte —Taehyung se lamentó apoyando la cabeza en su hombro.

Jungkook comprendió que no le estaba entendiendo.

—No, no es eso —retomó su mirada, con un par de dedos bajo su mentón—. Mírame. Taehyung, deseo verte cada amanecer con las primeras olas. Pero una vez que salgas de aquí, habrá gente que excavará hasta en el mar que rodea Geoje por buscarte, ¿comprendes?

Taehyung asintió, pero una inesperada y brillante lágrima se deslizó desde el lagrimal de uno de sus ojos. El pulgar del pelinegro apartó el resplandor de tan brillante sustancia, similar a un diamante. La sirena le miraba con una adoración que licuó su corazón cruelmente. Y entre la fresca agua y la tibieza de sus dos cuerpos, Jungkook sintió una fuerte emoción que calentó su pecho. Sus siguientes palabras abandonaron sus labios casi sin permitirlo.

—¿Puedo besarte? —preguntó con una voz que le costó reconocer como propia.

La sirena ni siquiera se movió, el dorso de los dedos de Jungkook recorrieron el borde de su labio inferior, carnoso, entreabierto y jugoso. Taehyung creyó que, de tener un corazón, hubiese palpitado tan rápido como el de Jungkook. Su aliento cálido y húmedo rozaron los labios de la sirena.

—Podría lastimarte —musitó Taehyung con una fría sensualidad.

A Jungkook no le importó demasiado que sus labios de sirena le empujasen al probable delirio en el que se encontraban la mayoría de los náufragos.

—No importa —aseguró.

Sujetando con delicadeza su rostro, Jungkook se aproximó a sus labios húmedos, sintiéndose sediento por besarlos. Dejó un beso superficial sobre los de Taehyung, un roce tan leve que la sirena le miró con cierta sorpresa y encanto por su breve juego. Su cola escamada, le acarició como una serpiente azul encantada.

Jungkook presionó sus labios contra los propios, fue un beso suave que buscó la profundidad como si fuera el último. Calidez y una lejana tibieza húmeda. Un suspiro escapó de él, acariciándole con los labios antes de que el lento frenesí invadiese sus venas, provocándole olvidar quién o qué era. Atrapó su belfo inferior entre los suyos, como si temiera no poder retenerle. Los besos de Taehyung eran serenos e imperturbables, pero el lazo de su cuello le hacía pensar que él también debía sentir algo. Jungkook besó, y besó, Taehyung estrechó suavemente los brazos alrededor de su cuello, mostrándole interés por más.

Entreabrió los labios dejándose tomar por el humano, y la tibieza de su lengua se mezcló con el whiskey adictivo de su saliva de sirena. Como un hechizo lento y enfermizo, Jungkook liberó un jadeo sintiéndose exasperado por la belleza de Taehyung. Mitad pez, mitad humano. Frío. Sereno. Diáfano. Mordió su labio inferior con desespero. Su cuerpo se sintió pesado, Jungkook deseó no apartarse de él. Deseó que las aguas le tragasen y así pudiese fundirse con la criatura. Le adoraba. Le deseaba. Pero no podría satisfacerle; las sirenas sólo eran un callejón de deseo sin salida.

La frustración sexual le sentó como una bofetada, él nunca se sentía así de angustiado, de impaciente y enojado. Él no era ese tipo de persona. La cola de Taehyung estaba fría, era áspera, sus labios le estaban mareando mientras su calor humano subía de temperatura como una caldera. Jungkook trató de profundizar aún más en su boca, y gimió con voz aguda cuando Taehyung arrancó sus labios de los suyos a pesar de su anhelo. Él se distanció unos milímetros, y Jungkook trató de encaramarse al peliazul como si fuera a ahogarse.

—Está bien, está bien... —susurró la sirena acariciando su cabello lentamente—. No pasa nada... tranquilo...

Pasó un dedo por sus labios entreabiertos, las pupilas de Jungkook se encontraban dilatadas, su rostro le mostraba a la persona que conocía ausente, fruto del delirio de los besos de sirena. Jungkook se sentía herido por el suplicio de no obtener más, no obstante, tardó unos segundos en comprender lo que sucedía y de dónde salía aquella sed adictiva que le había calado hasta los huesos.

Taehyung dirigió su rostro al suyo con una mano mojada.

—¿Estás bien?

—Lo siento —el joven respiró entrecortadamente, avergonzándose mientras volvía a la realidad—. Me he dejado llevar...

La sirena sonrió débilmente, dejó un cariñoso beso en su mejilla mientras el pulso de Jungkook se recuperaba con dificultad. Sus mejillas tenían un color sonrosado y su cuerpo humano irradiaba un calor extraño que logró compaginar con la fría temperatura del agua.

—Es mi culpa. Quisiera besarte... sin perjudicarte.

Jungkook tragó saliva pesada. Taehyung se encontraba igual de sereno a pesar de su beso, sin embargo, ladeó la cabeza y continuó mirándole con una apasionante temple y curiosidad. Jungkook detestaba que le mirase así; se sentía desnudo, frágil, subyugado ante una sinuosa fiera marina. Sus dedos salpicados del polvo estelar marino se posaron sobre la cremallera de su neopreno, deteniendo el vaivén plateado que centelleaba en las pupilas de la criatura.

—¿Kookie? —emitió tras un breve silencio.

—¿Hmn? —reaccionó Jungkook, moviéndose levemente y alegando que necesitaba nadar un poco para no sentirse frío. Aunque más bien, necesitaba rebajar el calor que se marcaba molestamente bajo su neopreno.

Taehyung le siguió por la pequeña caverna deslizándose sobre el agua.

—Quiero contarte algo, pero —se detuvo unos segundos—, ¿te molestarás conmigo?

Jungkook giró la cabeza, se encontró tan fuera de onda, que casi le costó trabajo tomarse en serio lo que fuera que fuese estar a punto de decirle. «A no ser que estuviera a punto de decirle que se sentía incómodo besándole».

—¿Q-qué? —titubeó el pelinegro como un tonto.

—Es que, yo...

«Un momento, Taehyung estaba sonrojándose. Imposible», declaró Jungkook en su mente con un pestañeo.

—Qué. Dispara —ordenó el azabache con diversión, redirigiendo su nado hacia la sirena—. O te aplastaré con mis brazos hasta convertirte en una bolita sushi. Créeme, no va a gustarte.

Taehyung y él se miraron directamente, y en sólo un par de segundos, el peliazul se mostró fugazmente tímido.

—¿Qué es sushi?

Jungkook le miró con cara de póker. «En algún momento tendrían que tener esa conversación, pero ese no era el día».

—Okay, olvídalo —insistió—. ¿Continúa?

—Es que, verás. Cuando te conocí... yo... l-la primera vez que entraste en el acuario...

Jungkook ladeó la cabeza, con el ceño levemente fruncido.

—Quieres decir, ¿cuándo me besaste? —recordó el joven ágilmente.

Cómo olvidar que su primera experiencia en el agua de ese acuario había sido un encuentro fatal donde su primer beso acabó asfixiándole como un estúpido. Pero eso había sido asunto suyo, Taehyung no trataba de ahogarle. ¿O sí?

—Sí... esa vez... —Taehyung se metió en el agua hasta la altura de la nariz, saliendo seguidamente con timidez de nuevo.

Jungkook serenó su rostro, creyó comprenderle si había pensado en hacerle daño. Después de todo, no podía culparle por intentar protegerse.

—¿Qué pasó, Tae? —le preguntó con dulzura—. Dímelo.

—Yo... puedo... —titubeó Taehyung.

—¿Puedes...?

—Tengo algunas habilidades psíquicas.

Los ojos de Jungkook se abrieron bastante.

—¿Cómo? —reprodujo despistado—. Espera, ¿puedes leer mentes?

—No. O sea, sí... —murmuró haciéndose la bolita más pequeña del mundo—, con un... beso...

El azabache alzó las cejas, se pasó una mano por el cabello húmedo, tratando de asimilar lo que decía.

—¿Leíste mi mente con un beso?

—Cuando llegaste —Taehyung procedió a explicarle—, yo estaba enfurecido. Llevaba semanas aquí, solo. Quería morir. Cuando te vi llegar con ese humano, pensé que iban a hacerme algo. Creí que eras como esos, los que me atraparon, me hirieron y me trajeron hasta aquí —expresó con sinceridad, con ojos llenándose de lágrimas de nuevo—. Pensaba acabar contigo, pensé en matarte si invadías mi espacio. Pero... hubo algo en tus ojos... decidí tomar tu mente para saber qué era... qu-quién eras... —su voz se volvió más suave y baja, mientras las gotas de agua se deslizaban desde su rostro hasta contra sus hombros y finas clavículas—. Jamás pensé que encontraría tanta misericordia en un humano. No pensé que fuera posible, hasta que te conocí a ti.

Jungkook se quedó en silencio unos segundos.

—¿Eso fue lo que viste en mí? —preguntó con aflicción—. ¿Misericordia?

—Sí...

—Tus labios son... increíbles...

—Son un arma, Jungkook —expresó Taehyung lentamente—. Diseñados para engañar y arrastrar a los pobres diablos hacia el fondo de un océano, donde tragarnos sus pensamientos...

El pelinegro se aproximó a él con un nado lento.

—Ya no hacéis eso, ¿verdad? —indagó el joven con un poco de diversión—. No quedan barcos piratas, ni nadie que persiga el canto de las sirenas o al Leviatán en las islas perdidas del mar del caribe.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó Tae con inocencia—. Sshh, nunca decimos el nombre que empieza por L, dicen que atiende a las llamadas.

Jungkook rodó los ojos y esbozó una pequeña sonrisita.

—Ficción y películas. Demasiadas películas.

—¿Qué son películas? —volvió a preguntar.

—Tae —Jungkook agarró una de sus manos bajo el agua—. No estás diseñado para engañar ni arrastrar a nadie, créeme. Eres un ser bonito, no cruel ni vengativo.

—¿De verdad crees eso? —Taehyung le miró con ojos cristalinos.

—Si quieres manipularme con tus besos, tendremos que comprobar si funciona —inventó con malicia, provocándole una suave risa—. Pero no puedo culparte por rastrear mi mente, tú estabas tan asustado como yo...

Taehyung entrecerró los ojos y apretó su mano, deseando poder agradecerle la comprensión de sus palabras. Pero Jungkook continuó hablando, deseando conocer algo más que emergió desde el fondo de su pecho.

—¿Puedo preguntarte algo más?

—¿Sí?

—Antes, cuando te he besado, ¿volviste a...? —dudó con incertidumbre.

—Un poco, ¡pero no quiero hacerlo! —reconoció Taehyung, acto seguido intentó defenderse—. El frenesí de los labios de una sirena ayuda a que me abras tu mente. No puedo evitar que a veces...

—Está bien, no importa —sonrió Jungkook.

—¡No! Yo confío en ti —insistió Taehyung—. No he vuelto a leerte a propósito, te lo prometo. Confío en ti.

El más joven bajó la cabeza, sintiéndose muy feliz.

—Y yo en ti —le devolvió con calidez.

Creía en él, confiaba en que su corazón, y su pasión por el mar desde pequeño había sido alguna especie de mensaje para que se conocieran. Jungkook estaba seguro de que el destino había atado su encuentro como la fuerza de la gravedad ataba hasta las olas del mar. Y esa tarde, dejó un beso en su frente en la cavidad de aquella recóndita cueva que olvidarían como un secreto abandonando el día que pudiese llevarse a Taehyung del acuario.

Jungkook necesitaba descansar fuera del agua, por lo que su compañera marina le ayudó para salir de la cueva con mayor facilidad, y le escoltó como un leal guardián marino hasta la superficie. El joven salió del agua lentamente, con el cuerpo pesado y la piel de los dedos arrugados.

—¿Te marchas? —se lamentó Taehyung viéndole salir a la orilla.

Con el agua por las rodillas, Jungkook se acuclilló para acariciar su cabeza con unos dedos. Él llevaba la diadema que le había trenzado, y el resto de complementos a juego que le hacían parecer recién salido de una fiesta en la playa.

—Volveré mañana —le explicó con dulzura—. Tengo que hablar con Seokjin sobre lo del señor Kim. Mañana te contaré algunos detalles sobre el plan, ¿de acuerdo?

Taehyung asintió de forma obediente con la cabeza. Jungkook estuvo a punto de levantarse, pero él le agarró de una muñeca, reteniéndole un instante. Le costaba demasiado dejarle marchar, y aquello tenía el poder de partirle el corazón a Jungkook.

—¡Espera! —exhaló la sirena—. Espera... J-Jungkook...

—¿Qué ocurre?

—Yo... tú, me... ¡me gustas mucho!

Jungkook casi se escurrió de culo. No sabía por qué diablos parecían dos críos de cinco años cuando tenían que hablar de sus sentimientos.

—¿Mucho? Oh, he subido un escalón —bromeó levemente, con las mejillas sonrosadas—. ¿Es eso algo positivo?

—Así que, cuando sea libre, te espiaré desde la orilla, aunque no quieras verme —soltó Taehyung inesperadamente enfurruñado y emocionado—. ¿Es eso afecto? Porque es muy molesto y-y no me gusta.

Jungkook sonrió con dulzura, y el corazón palpitando con un traqueteo en su pecho.

—Sí que lo es —murmuró—. Yo...

No llegó a terminar la frase, pues prefirió guardarse sus propios sentimientos para sí mismo. No era el momento de expresarse, ni tampoco creía que fuese lo más inteligente para alguien tan ingenuo como Taehyung. ¿Amor? Ni siquiera estaba seguro de si era real o estaba dejándose llevar por lo ficticio que se sentía todo desde que le conoció. Él nunca había estado enamorado. Y Taehyung no podía entender lo que era el amor.

—Tengo que irme —finalizó, con decepción—. Hasta mañana, bolita de sushi.

Jungkook dejó un pequeño toque en el corazón de coral azul que colgaba de un lado de su diadema, como despedida. Taehyung infló las mejillas cuando Jungkook se levantó y se largó de la orilla.

—Pero, ¡¿qué es sushi?! —le escuchó quejarse.

Cuando Jungkook salió del acuario, se quitó la corona, se dirigió al cuarto de las taquillas y duchas, y se miró en el espejo con un rostro mucho más serio. El perfume de Kim aún seguía allí. No quería marcharse, pero debía bajar de aquella nube y recordar todo lo que tenía pendiente. No tardó demasiado en liberarse del molesto neopreno mojado, lo hizo una bola y lo metió en su mochila, vistiéndose sin demasiado interés. Miró su teléfono en lo que se obligaba a abandonar aquel lugar. Habían pasado unas cuantas horas desde su llegada, y tenía varios mensajes de Seokjin en la bandeja de entrada.

Seokjin (19.37): «Llámame».

Jungkook pulsó su contacto justo cuando abandonó el recinto, mirando hacia los lados para cerciorarse de que se encontraba a solas.

—Kim estuvo en el acuario —emitió Jungkook en cuanto el hombre descolgó la llamada—. Jin, ¡sabes cuánto me estoy jugando! ¡me prometiste que le mantendrías alejado!

—Lo sé.

—Ahora sabe quién soy, conoce mi cara y sabe mi nombre completo.

—¿Cómo quieres que sepa dónde está en cada momento? —se defendió Seokjin—. Es la primera vez que va al acuario a esa hora. Él mismo me dijo hace un rato que encontró a un nuevo trabajador, que ni siquiera se lo había mencionado, que si yo estaba ocultándole algo...

—¡¿Qué hubiera pasado si llega a encontrarme con Taehyung?! —le recriminó Jungkook.

—Estás diciéndolo como si... —la voz de Seokjin titubeó a través del teléfono—. Jungkook, ¿no estarás...?

El azabache se pasó una mano por el cabello y exhaló su aliento con nerviosismo.

—Qué.

—¿Qué hay entre... esa sirena y tú? —preguntó de forma directa.

—No le digas «esa sirena» —murmuró Jungkook, apretando los párpados—. Yo... no...

—¿No estarás enamorándote de ella? Te recuerdo que vamos a liberarle, Jungkook —prosiguió Seokjin con voz baja—. No puedes esperar que corresponda a tus sentimientos humanos. Él no es humano.

—No siento nada de eso —las palabras del más joven sonaron con ferocidad—. ¿Crees que posicionaría mis intereses personales por encima de su libertad? Te equivocas. No soy como Namjoon, Jin. Y sin lugar a dudas, tampoco soy como tú.

La llamada se cortó unos segundos después de eso. Jungkook cerró los dedos temblorosos sobre su teléfono. Con el corazón agitado en su pecho, se culpó a sí mismo por sus sentimientos. Por supuesto que se había enamorado. No creía que fuese evitable; él siempre amó a la mar y a todo lo que pertenecía a esa tierra azul. Su ingenuo corazón había encontrado lo que siempre que estuvo buscando, como un imán atraído por la gran y feroz boca celestial de un profundo mar capaz de tragarle. No le importaba que Taehyung le arrancase el corazón con una mano cuando se marchase. De hecho, esperaba que así lo hiciera, pues todo sería más fácil.

Seokjin sostuvo el teléfono en su oreja mientras la línea se silenciaba y la resplandeciente pantalla terminaba apagándose. Después de todo, supo que Jungkook tenía razón; él también había sido egoísta, pero no precisamente por su deseo de ser el propietario de una sirena, sino por algo más. Por alguien más, a quien no podía tener.

Mientras el sol se ponía frente a la isla de Geoje, Jungkook deambuló por el paseo marítimo, pasando de largo de la parada donde siempre tomaba el tranvía que salía de la ciudad. Sintió la nuca fría, mientras la brisa salada secaba los mechones de su cabello.

Taehyung sintió la misma soledad que el chico. A solas entre cuatro paredes de cristal, el agua se volvió fría por primera vez para sus huesos. Sin la reconfortante calidez de «su humano», sintió una ligera presión en el pecho.

«Quería estar con él. Quería estar con él», se repitió encogiéndose en el vacío del agua que le rodeaba.

Esa noche, la presión se volvió más fuerte en su pecho. Una segunda oleada le provocó una náusea, un hormigueo, seguido de un extraño picor que se extendió por su garganta, ahogándole. Taehyung no comprendió que estaba sucediéndole, pero las escamas de su cola se resintieron y una extraña sensación acompañó a una corriente eléctrica esparcirse por toda su espina dorsal, calentando sus vértebras. Sintió como si le quemasen, sintió como si algo patease su tórax.

Salió a la superficie insólitamente, buscando estar a salvo. Su boca trató de atrapar un jadeo de un oxígeno que realmente no necesitaba. Era imposible. Sus pulmones no requerían extraer aire, pues su sistema de oxigenación seguía las pautas de sus evolucionadas branquias. Se asustó tanto, que sus manos temblaron hasta posarse en una orilla. La horrible sensación duró unos instantes, mientras esa desconocida ola presionaba sobre su persona y se extendía por su todo su cuerpo, desde la punta de sus dedos hasta la aleta de su preciosa cola azul.

Quiso llamar a Jungkook, pero no sabía cómo hacerlo. Tenía miedo. Sin embargo, consiguió tranquilizarse con el paso de los minutos, encontrando el alivio cuando la sensación se desvaneció. No volvió a repetirse en el resto de su silenciosa, fría, y solitaria noche ondeando lentamente en el agua.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon/. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.

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