Capítulo 05
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 5. Promesas de sirena
Tenía suerte de que Seokjin no le conociese demasiado todavía, porque, si hubiese sabido que Jeon Jungkook era demasiado obstinado para no aceptar un no por respuesta, jamás le hubiese metido en aquel embrollo. Aún no sabía cómo iba a hacerlo, pero lo que sí sabía es que ayudaría a Taehyung a sobrevivir. Y mientras tanto, a pasar el rato en aquella cárcel (no reconocida oficialmente por el estado de Corea) de cristal.
Llegó a la tarde siguiente al acuario, justo después de la hora del almuerzo. Dejó su mochila con sus pertenencias en la sala y se embutió en su traje de neopreno sin demoras. Subió la cremallera plateada hasta el cuello, cuyo borde llegaba justo por debajo de su nuez. El exterior de la sala siempre era húmedo, algo más fresco por el sistema de ventilación y el riego constante de agua salada que purificaba sus aguas. Se introdujo en el líquido lentamente, nadando de espaldas hasta acostumbrarse a la fría temperatura. Flotó unos instantes, cerrando los ojos. Cuando abrió los párpados, contempló el hermoso mar abierto frente al acuario.
«Un cristal ultrarresistente, irrompible», la voz de Seokjin resonó en sus oídos.
«Tendría que buscar otra alternativa si quería sacarle de allí», pensó el azabache. «Romper una capa de aleación de granito y no-sé-qué más no estaba en sus opciones».
Una sacudida de burbujas acarició su costado, él giró la cabeza y vio pasar una sombra conocida. En su rostro se dibujó una sonrisa, infló sus pulmones y se sumergió para seguir el destello celeste de la cola de Taehyung. Pasó entre las ramas de corales naturales del arrecife, siguiendo su estela. Taehyung se giró felizmente tras la paleta salpicada de corales de colores, con unos apasionantes iris que chispearon al volver a verle.
«¿Le gustaba tenerle allí?», se preguntó Jungkook con un pálpito especial.
Taehyung no sólo tenía mejor aspecto, sino que lucía con más ánimo y se deslizaba hacia el fondo con agilidad y desgarbo, entre las algas, levantando la brillante arena y las pequeñas piedras pulidas del fondo. Con una poderosa sacudida de cola que le impulsaba con asombrosa facilidad, le hizo sentir que jamás podría alcanzarle.
Jungkook no podía describir la maravillosa sensación de contemplarle. Su cola era ágil, esbelta y musculosa. Si hubiera podido medirla, probablemente poseía una mayor longitud que la de sus propias piernas. Su cabello cobalto le hacía justicia al fondo marino, donde la presión del agua era más intensa. Y en esa ocasión, Taehyung parecía haber tejido algún tipo de diadema trenzada a mano con finas hebras de plantas marinas, que adornó con piedrecitas, recogiendo sus mechones de cabello hacia atrás.
«¿No era la criatura más hermosa y creativa que jamás había conocido?».
El azabache ascendió lentamente, pasó por encima de Taehyung proyectando una sombra sobre él. La sirena volteó sobre sí misma, dirigiéndole unos finos ojos rasgados colmados de curiosidad y encanto.
«¿Qué tanto miras?», pareció preguntarle.
Jungkook estaba simplemente pasmado con su sublime preciosidad. Diría que esa tarde, advirtió que tenía una nueva debilidad. Sólo que su debilidad era «tremendamente especial».
La sirena nadó un par de metros bajo él, alzando la mirada. A Jungkook se le hubiera caído la baba de no ser porque ya estaban introducidos en agua. Sin embargo, su estupidez alcanzó una nueva frontera cuando su cabeza chocó con un trozo de arrecife. Se pegó tal golpe, que se le escaparon las últimas burbujas de oxígeno que sus pulmones contenían.
Taehyung sonrió jovialmente, se llevó una mano a la boca cerrando los párpados a causa de su enorme regocijo.
«¿Todos sois así de bobos?», pareció decirle.
El joven se vio forzado a regresar a la superficie para tomar aire. Jungkook sacó la cabeza del agua, sus labios exhalaron un aliento sofocado, se permitió respirar durante unos minutos para que el extraño bombeo de su corazón se tranquilizase. La sombra difuminada de Taehyung aguardó bajo sus pies.
«Era tímido en lo de asomarse en la superficie», pensó Jungkook con ternura.
Se introdujo en el agua, impulsándose con los brazos para quedar a su altura y volver a mirarle con dulzura.
Taehyung enroscó la cola felizmente y le hizo una indicación para jugar. El pelinegro curvó sus comisuras, deseó agarrarle las mejillas para estrujárselas.
«Parecía un niño», se dijo. «¿Cómo iba a decirle que no?».
Empleó su tiempo en bucear con él, integrándose en una carrera de obstáculos. Su fascinante cola no era comparable a las piernas de un humano (a pesar de que las de Jungkook fuesen musculosas). Era divertido, pero su encantadora sirena parecía a veces olvidar que él no tenía aletas, y sus pulmones limitaban sus actos.
En una ocasión, Jungkook salió del agua algo irritado, deseando decirle que debían establecer una «serie de normas» para que él pudiese mantener su dignidad y autoestima intactas mientras jugaban. Taehyung le daba tiempo para que saliese a respirar tras cada asalto, esperando pacientemente bajo el agua. Cuando Jungkook regresó, pasó de largo como si se hubiese cansado de sus estratagemas.
Él se dirigió directamente al fondo marino, rebuscando con los dedos alguna piedrecilla, concha, o caracola que pudiese gustarle. Taehyung le siguió de cerca, preguntándose por qué diablos buscaba con tanto ahínco en el aburrido fondo de su pecera. Jungkook se sintió satisfecho con su nueva cortesía, pues en lugar de actuar territorialmente como las veces previas, la sirena pareció simplemente seguirle con curiosidad.
Jungkook no tomó nada en especial, pero apreció que ella se uniese en su búsqueda. Inesperadamente, Taehyung extrajo una piedra turquesa y gastada, con forma de escama puntiaguda, que sostuvo entre sus dedos esmaltados y de fina membrana, valorándola. Se la ofreció a Jungkook para que la considerara como un probable regalo de... ¿amistad? ¿podían ser amigos ya?
El pelinegro frenó su nado ingrávido, extendió unos cálidos dedos y tomó la piedra creyendo que era un gesto adorable. Comprobó la bonita forma, con el final de su oxígeno raspándole en la garganta. Cerró el puño alrededor de ella, y antes de impulsarse para regresar a la superficie, le señaló para que le acompañara.
Jungkook nadó hacia arriba, en unos segundos más sacó la cabeza y liberó sus pulmones con varios jadeos fuera del agua.
Se imaginó que Taehyung no subiría (nunca lo hacía); él se limitaba a esperarle bajo el agua con timidez. Sin embargo, para su gran sorpresa, la sirena asomó la cabeza tímidamente saliendo del agua, con gotas de rocío recorriendo su rostro. Al principio mantuvo media nariz oculta, pero después, sacó el rostro por completo con un ligero parpadeo. La bonita diadema trenzada sobre su cabello húmedo y frente, le otorgó un toque coqueto.
Jungkook sintió que el momento era delicado; no deseaba ahuyentarle. Su mirada era serena, contempló los jadeos del chico como si se preguntase por qué requería tanto esfuerzo respirar.
—Los puntos —atendió a decirle Jungkook, recuperando poco a poco su respiración—, debería sacártelos.
La sirena ladeó la cabeza lentamente.
—¿Me acompañas? —preguntó el azabache—. Tengo que sacar el botiquín, no tardaré nada.
Se movió y percibió que, a pesar de su falta de respuesta, Taehyung le siguió en silencio. Jungkook se movió perezosamente hacia la orilla, sintiendo los músculos de las piernas entumecidos.
«A ese paso, no iba a necesitar apuntarse a un gimnasio si ejercitaba durante tantas horas con la enérgica sirenita que jamás se cansaba», pensó cómicamente, mirando de soslayo para comprobar si le seguía.
Cuando salió del agua agarró una toalla para no chorrear, con la que terminó cubriéndose los hombros, se alejó de la arena y entró en la sala con diligencia. Sacó el pequeño botiquín de mano de su propiedad y regresó al acuario rápidamente.
Taehyung se encontraba sentado como un buen chico sobre la orilla, después de haber reptado ligeramente sobre la arena húmeda. Jungkook se aproximó a él, clavó una rodilla en la arena a su lado, y le miró con un silencioso encanto antes de centrarse en lo importante. Abrió el botiquín y examinó sus heridas casi recuperadas.
—Parece mucho mejor —opinó bajo su atenta mirada.
Sacó unas pequeñas tijeras plateadas y posó un par de dedos sobre sus escamas para cortar los extremos del hilo de nylon.
—Voy a sacarlos ahora, seguro que esto está frenando tu capacidad de... —comentó distraídamente.
Acto seguido, tiró de un extremo despacio y con firmeza, comenzando a sacarlo lentamente de la piel. Su otra mano la apoyó sobre las recias escamas de su cola. Taehyung se encogió instintivamente por su contacto, pero sintió la seguridad del joven, la extraña y persistente calidez de sus dedos, y sus iris castaños oscuros concentrados.
A él sólo le produjo cosquillas, de hecho, golpeó el agua con la aleta y quiso contraerse para que la sensación se parase de una vez. Jungkook le miró como si hubiera podido hacerle daño.
—¿Te duele?
—Hace cosquillas —contestó tímidamente, dejándole muy atontado.
—Oh, así que es eso —exhaló una bonita sonrisa, regresando al hilo—. Ya casi está fuera.
Taehyung no dijo nada más, el joven sacó suavemente el hilo con los dedos, y después, pasó una gasa por encima para secar la zona y llevarse los posibles restos de sangre. Por suerte, no hubo nada de eso. La sirena observó su calidez mortal en silencio, esa aura que Jungkook irradiaba como todos los demás humanos.
Jungkook levantó su mirada y ella dio un respingo, como si le impresionase el contacto de sus iris. El pelinegro percibió su encogimiento de hombros, grandes ojos rasgados con incertidumbre, mirándole en detalle.
«Siente curiosidad por mí», pensó, humedeciéndose los labios.
—¿A qué no te ha dolido nada? —le preguntó atentamente. Uno de sus dedos pasó cerca de la cicatriz de escamas celestes que poco a poco se curaban—. Cicatrizarás, tienes un organismo envidiable.
Taehyung se hubiese sonrojado de no ser porque trató de reprimir su repentino agrado por el azabache. No pudo evitar sentirse un poco inquieto porque un humano anduviese acariciando su cola como si no tuviera importancia. El joven guardó sus cosas en el botiquín, agregando la piedra con forma de escama que él mismo le ofreció, y pretendió una relativa normalidad con el propósito de que Taehyung le clasificase definitivamente como algo inofensivo. Su reserva le parecía fascinante, no obstante.
La sirena presupuso que Jungkook se encontraba exhausto por sus movimientos. Conocía sus horarios, él siempre pasaba por allí unas horas y después se largaba. Y con lo muchísimo que se aburría dentro de su prisión de cristal, comenzaba a aborrecer profundamente las largas horas que pasaba en soledad, dando vueltas de un lado para otro. Disfrutaba de la compañía del chico, y se preguntaba qué era lo que hacía un humano el resto de su tiempo. Aunque tampoco era como si a él le importase demasiado, más bien, la curiosidad por ese bobo comenzaba a picarle como un bichillo molesto.
—¿Guardarás esa piedra? —preguntó Taehyung inesperadamente, con el deseo de retenerle un poco más.
Jungkook le miró con una sorpresa disfrazada, pero la sirena pudo advertir su desconcierto porque le hablara. El joven pasó de estar arrodillado a sentarse calmadamente a su lado. La cremallera del cuello de su traje de neopreno se balanceó con un destello plateado que atrapó las pupilas del peliazul, él siempre se preguntaba qué utilidad tenía la de llevar ropa en el agua.
«¿No era más fácil nadar sin nada?», dudó antes de centrarse en sus palabras.
—Sí, ¿por qué no? —le habló Jungkook—. Me gusta extraer cosas de los lugares a los que voy. ¿Sabes que tengo una colección de conchas marinas?
Taehyung pestañeó como una cosa bonita y adorable, Jungkook sintió cómo su corazón se contraía levemente en su pecho.
—A mí también me gusta —concordó Taehyung con expresividad, seguidamente bajó la cabeza—. Pero, ya... no puedo...
El pelinegro entrecerró los párpados y su sonrisa se desvaneció, Taehyung desvió su rostro con cierto pesar.
—¿Extrañas a tu familia? —se atrevió a preguntarle.
La sirena le miró de soslayo. Jungkook creyó que se había equivocado al formularle aquella pregunta. Puede que pensase, que después de todo, él también formaba parte de su encierro.
—Sí —respondió para su sorpresa, de nuevo.
En el perfil de la criatura observó sus ojos vidriosos, reflejando el ir y venir de la suave marea de la orilla. El pelinegro tragó saliva, como si algo estuviese aplastando su corazón con cemento. En un acto de osadía, deslizó sus dedos sobre la arena y posó la palma sobre el dorso de la mano de la sirena.
—Lo siento —murmuró Jungkook.
Hubiera deseado poder decirle que pretendía sacarle de allí, pero era muy pronto para hacer promesas.
Taehyung cerró su mano sobre la arena, sintiendo la del otro sobre su dorso. Pudo percibir el corazón humano bombear el pulso de sus venas, certificando su honestidad. Empujó las lágrimas que le amenazaban hasta el final de su garganta, y después, retiró la mano con cierta timidez, dirigiendo sus iris hacia el rostro de Jungkook.
—¿Tú tienes familia? —formuló Taehyung.
—Hmnh, sí —contestó con un leve chasquido—. Pero no viven en la isla.
—¿Dónde lo hacen?
—En Busan. Vine a Geoje hace poco —Jungkook le miró de medio lado.
—¿Estás sólo? —preguntó la sirena pulcramente.
Jungkook intuyó que parecían un par de niños conversando.
—No, no lo estoy... vivo con Yoongi.
—¿Yoongi? —repitió su compañera—. ¿Qué es Yoongi?
A Jungkook se le escapó una sonrisita.
—Qué, no. Quién —le corrigió con dulzura, flexionando las rodillas y apoyando un brazo sobre una de ellas—. Es mi compañero de piso, un viejo amigo... un poco idiota...
—¿Yoongi también es tu familia?
Jungkook abrió la boca levemente. «Nunca lo había pensado así».
—Huh, bueno... algo así, sí —respondió cediéndole la razón, acto seguido reorientó la conversación hacia él—. ¿Tú tienes hermanos?
—Todas son mis hermanas —generalizó Taehyung serenamente.
—¿Todas las sirenas? ¿todas...? —Jungkook arqueó una ceja.
—No son tantas —el peliazul sonrió levemente.
Jungkook se sintió como un idiota por sacarle el tema de nuevo, pero no pudo reprimirse.
—Escucha, no soy quién para decirte lo que debes hacer —comenzó el pelinegro bajando la voz—, pero necesito que resistas. No te harán daño, yo te cuidaré mientras me permitan entrar, te lo aseguro. Haré lo posible; no puedo prometerte nada, pero... te traeré comida, si quieres.
—¿Comida? —Taehyung le miró con los ojos muy redondos—. ¿Comer?
—H-huh, ya, no comías nada, ¿verdad? —recordó fugazmente, mordisqueándose el labio—. Me dijeron que-
—No desarrollo funciones fisiológicas, como los humanos —contestó Taehyung con encanto.
Él sacudió su cola felizmente, y a Jungkook le pareció adorable.
—¿Ninguna? —dudó con picardía.
—Ninguna —confirmó la sirena.
—¿Y respirar? —Jungkook se inclinó a su lado, escudriñándole con la mirada—. ¿Dónde están tus branquias?
Taehyung apuntó a un lado de su cuello, donde las escamas zafiros y celestes cubrían a la perfección su sistema respiratorio. Se sintió algo tímido bajo los iris de Jungkook, él le observaba con tanto interés que extendió un par de dedos desinteresados y estuvo a punto de rozar las escamas de sus branquias, sino fuera porque en el último segundo pensó que no sería buena idea.
No mucho después, el joven comenzó a enfriarse por la fresca atmósfera más el neopreno pegado a su cuerpo. La toalla de sus hombros estaba fría y húmeda.
—Se me está haciendo algo tarde —dijo, incorporándose lentamente—. Debo volver a casa.
Taehyung le miró como cuando a un niño le quitas una golosina, frunció los labios y sus ojos parecieron los de un corderito. Jungkook se sintió culpable por dejarle en el acuario, pero necesitaba volver a la vida real antes de que sus córneas le suplicasen seguir mirándole, y terminase arrugándose más que una pasa.
La sirena se metió en el agua con agilidad justo cuando él se dirigió a la puerta con el botiquín en una mano. Jungkook se forzó a marcharse tras un profundo suspiro.
En casa, se dio una ducha creyendo que lo suyo con el agua nunca se acabaría. Terminó rendido en su habitación, con las palabras de Seokjin resonando en su cabeza como un eco dictándole que no podía ni debía hacer nada por la sirena.
«¿Estaba volviéndose loco? Puede», se dijo. «Pero Taehyung tenía unos preciosos iris cristalinos de distinto color, uno era más rosado e intenso, como una puesta de sol derramándose sobre la costa. Y otro se veía más azulino, de un tono helado como el agua. Su personalidad era dulce; dios, era una preciosa criatura. ¿Cómo podía haber pensado que las sirenas podían comerse a los hombres?».
Se hundió sobre la almohada con una tensión acumulada comenzando a deshacerse como un lento caramelo.
«La voz de Taehyung era profunda y suave», pensó sin poder controlarlo. «Sus heridas habían cicatrizado, por suerte. Pero apostaba que no tanto como las emocionales. Esos días se había divertido jugando con él como cuando era un niño».
Jungkook se incorporó esporádicamente, encendió la lámpara sobre su mesita de noche y se inclinó desde el borde de la cama para sacar algo de su mochila. Sus yemas acariciaron la piedra con forma de escama, la dejó junto a la lámpara y abrió el cajón para sacar el trozo de coral tallado.
Envolviéndolo con la mano, pensó en darle aliento a Taehyung. Quería prometerle que sería libre; que no sólo estaba ahí para cuidarle. Que no estaba haciendo ese trabajo por un contrato. Y que, si tenía el tiempo suficiente, volvería a mar abierto, sin restricciones, así le costase la piel y su estancia en Geoje.
Esa noche, Jungkook ni siquiera se percató de que su corazón quedó atrapado entre los mismos muros de cristal que la jaula que envolvía a la criatura.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon/digital. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.
La siguiente mañana, el sol incidió con tanta fuerza sobre Geoje, que la comunidad turista y los locales utilizaron sus ropas más veraniegas. La ciudad se encontraba a rebosar, la costa marina, restaurantes y hoteles repletos. Jungkook se levantó de la cama perezosamente, bajó la planta y salió al porche para recoger la colada.
Yoongi se había quedado dormido en el sofá del salón con el aire acondicionado prendido. Él era un genio. Estaba espatarrado, con el cabello negro despeinado y la boca abierta emitiendo un gracioso sonido gutural. Era el día libre de su compañero, y también debía haber sido el de Jungkook, si no fuese porque el joven supo que no podía descartar el regresar al acuario.
Después de doblar el neopreno, tomar un desayuno rápido, y meter en su mochila deportiva el coral tallado, sacudió el hombro de Yoongi para avisarle de que no volvería para el almuerzo. Él le miró extrañado.
—¿Trabajas... hoy? —dudó el mayor.
—Eh, sí —sopló Jungkook, desviando su mirada—. Lo siento, otro día tomamos esa barbacoa, ¿de acuerdo?
Yoongi estaba muy dormido, pero sin lugar a dudas, pensó que Jungkook estaba tomándose muy en serio su trabajo en el acuario si se decidía por renunciar a la barbacoa coreana de los domingos.
El joven se marchó de casa, tomó el tranvía a diez minutos y se plantó en el complejo turístico sobre las once de la mañana. Entró por el lugar de siempre, desbloqueando la sala del acuario privado y atravesando el pasillo cilíndrico. Para su sorpresa, se topó con Seokjin allí abajo.
—Uh, aquí estás —le saludó el hombre, apartando su agenda electrónica tras revisarla—. Buenos días, ¿todo bien?
—Buenos días —contestó Jungkook—. Hmnh, ¿eso creo?
—Genial, genial. Necesito que le animes, ¿podrás hacerlo? —improvisó Seokjin.
—¿Eh?
—El señor Kim llegará esta tarde a Geoje. Se hospedará en su residencia, dentro del complejo. Supongo que pasará a ver a Taehyung después de su cena.
Jungkook parpadeó, esperando que estuviese de broma. Su ceño se frunció inevitablemente con una leve punzada de recelo.
—¿Y? —pronunció secamente.
—No puedes... ¿pedirle que sea amable? —insistió Seokjin—. Ya sabes, una sonrisita, una pirueta de sirenita, pasar un rato en su compañía...
—¿Crees que es un pavo real? —formuló Jungkook, pensando que era estúpido—. En serio, ¿piensas que va a mover la cola como un gatito cuando llegue cancerbero?
Seokjin esbozó una sonrisa tensa.
—Creo que es mejor que contente al jefe —farfulló Seokjin para hacerle entender—; si el señor Kim pasa a verle y después se va satisfecho..., todos ganamos en eso, ¿entiendes?
Jungkook se sintió realmente irritado.
—Tienes que estar de broma.
—¿Por qué iba a estarlo?
—Jin, creo que no entiendes que-
—No, ¡tú eres el que no lo entiende! Hablamos de esto hace varios días, ¿recuerdas? —expresó el castaño—. No te equivoques, Jungkook. Podría ser mucho peor si no se comporta y nos expulsan a los dos del acuario. ¿Quieres que te alejen de él? Namjoon ni siquiera sabe que estás aquí, imagínate que... —se detuvo sintiéndose frustrado—. Ugh...
—Está dolido y furioso por estar ahí encerrado —replicó Jungkook en voz alta—. No puedes pedirme que manipule sus emociones para que esconda lo que siente. Es un ser inteligente, Jin, ¡no un pez de los que se cazan en la feria de verano!
—Ssshh, baja la voz —siseó Seokjin.
Los dos se quedaron en un tenso silencio durante unos segundos. Jungkook miró a su alrededor.
«Ni siquiera podrían escucharle allí abajo», pensó. «La entrada estaba restringida en esa zona».
—Jungkook, por favor... te lo... suplico —repitió el mayor lentamente—. Sólo estará un día aquí. Después, volverá a marcharse. Si le contenta, todo seguirá en su lugar. Tú seguirás viéndole, cuidándole, y todo lo demás. Y yo... yo continuaré protegiendo a las que están ahí afuera...
El pelinegro se cruzó de brazos, con la cinta de su mochila colgando del hombro. La punta de su lengua presionó el interior de su mejilla e hizo una mueca.
—Está bien —aceptó con voz grave—. Pero, ¿de verdad tengo que pedirle a Taehyung que se acerque a ese tipo? Porque no me parece justo emplear la confianza que ha depositado en mí para convencerle de algo así.
Seokjin dio unos pasos por la sala, como si pensase en algo más.
—Seguirá siendo tu sirena, si es de lo que dudas.
Jungkook le miró de soslayo. «¿Su sirena? Bobadas».
—Jin, si hago esto, me debes una —emitió el más joven con seriedad.
—Cuenta con ello —le aseguró sin dudarlo.
Jungkook suspiró entre dientes, asintió con la cabeza, y sin volver a mirarle, pulsó el botón del ascensor. La puerta corrió hacia un lado rápidamente, él entró en el cubículo y se marchó sin decir ni una palabra más. No podía creerse que tuviera que pedirle algo tan desagradable a Taehyung, como que sonriese a su principal raptor; ese tipo que puso la pasta para mantenerle en una pecera gigante y exclusiva mientras la soledad le arreciaba. El joven aún se sentía asqueado por su previa conversación en lo que subía la cremallera de su neopreno hasta el cuello. En la sala del personal también hacía calor, la fina y apretada tela sofocaba su piel esa mañana, provocándole una ligera capa de sudor. Antes de abandonar el lugar, rebuscó en el bolsillo de su mochila el coral tallado.
«Si no me odia después de lo insensible que sonará cuando se lo pida, tal vez incluso acepte mi presente», pensó con abatimiento.
Se lo colgó del cuello para no dejarlo atrás, e inmediatamente salió al exterior recibiendo la bofetada de la fresca atmósfera del acuario. La luz del sol resplandecía sobre el mar salado, al otro lado del grueso vidrio. Jungkook se metió en la refrescante agua lentamente, permitiendo que su cuerpo olvidase el calor que le perseguía desde afuera. Se sumergió en unos segundos más, y supo que la sirena le había detectado como un tiburón blanco, desde que tocó el agua.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.
Metió la cabeza en el agua y se impulsó hacia abajo, siguiendo la ondulación de la preciosa cola azul de Taehyung. Él se volteó hechizándole, se mantuvo de forma ingrávida frente al joven, con una afable mirada curvándose. Su dedo apuntó hacia un ala rocosa para que le siguiese, Jungkook buceó tras él un instante, pero se detuvo cuando vio que indicaba una profunda caverna tras un tosco arrecife. La puerta estaba llena de algas que taponaban el paso. El pelinegro tocó su aleta para llamar su atención y señaló con un dedo a la superficie. Necesitaba salir a respirar si no quería lamentarlo próximamente. Se impulsó hacia arriba sin detenerse, y en unos segundos más, pudo probar una satisfactoria bocanada de aire. Taehyung se asomó a su lado un poco después, como una obediente mascotita esperándole.
—¿No puedes seguirme? —formuló con un suave hilo de voz.
Jungkook le miró de medio lado, se mantuvo sobre la superficie frente a él, con la respiración escapando de entre sus labios.
—¿Ahí abajo? —dudó el azabache, exhalando una sonrisa—. Si me fuerzo más, no creo que vuelva a salir del agua.
—Puedes respirar allí, hay una burbuja de aire en la caverna —expresó Taehyung de manera adorable.
Jungkook entrecerró los ojos con cierto encanto. Creyó que podía confiar en sus palabras, pero, ¿qué tantas ganas tenía de arrastrarle a uno de sus posibles refugios?
—Si hay un túnel, la presión del agua podría dejarme atascado.
—Hay un túnel —reconoció la sirena con tono pueril.
El pelinegro sonrió un poco.
—Tengo mis limitaciones, Tae —le explicó suavemente, permitiéndose acortar su nombre—. Igual que tú, fuera del agua.
—Hmhmn —mugió su compañera enfurruñado.
«Así que Taehyung tampoco sabía aceptar un no por respuesta», pensó Jungkook con una chispa de diversión.
—Ah, ya sé —enunció el peliazul.
—¿Qué? —Jungkook reprimió una sonrisa.
Taehyung se hundió en el agua lentamente, dejándole plantado sin decir nada. Jungkook se quedó a cuadros.
«¿Se había marchado?», dudó girándose en redondo, con los ojos muy abiertos.
La sirena emergió en un instante y le ofreció una palma extendida bajo el agua.
—¿Confías en mí? —preguntó de forma directa.
Jungkook captó su expresión, tal y como la primera vez que él le ofreció su mano para llevarle consigo hacia la orilla. Un pálpito en su pecho le hizo saber que, por mucho que retrasase su respuesta, él ya había perdido contra la criatura. Por supuesto que confiaba en ella, a pesar de que las sirenas portasen la fama en la mitología de arrastrar hacia el fondo a los hombres más miserables para cualquier asunto obsceno.
—Agárrate a mi espalda —expresó Taehyung bajo unas hermosas gotas de agua recorriendo su rostro y delgados hombros—. Yo te llevaré, llegarás a tiempo para respirar.
El joven comenzó a reír.
—¿Qué te hace tanta gracia? —preguntó Taehyung con un afilado carácter.
Jungkook se aproximó un poco y tomó su mano bajo el agua, sus piernas rozaron la cola de la criatura.
—¿Sabes? La oscuridad es lo que más me preocupa después de no morir asfixiado —confesó el humano, medio en burla.
Taehyung le miró con tirantez.
—No está tan oscuro... —contestó sin profundizar.
La sirena le ofreció la espalda y permitió que Jungkook se encaramase a ella, rodeando su cintura con ambas piernas. El contacto de su cuerpo era tibio, fue la primera vez que se acercaron tanto, pero Jungkook creyó ciegamente en su compañera. Tomó aire y se sumergieron juntos. El impulso de su compañero marino fue rápido e hidrodinámico, la presión del fondo llegó hasta sus propios pulmones, reduciendo el espacio de su caja torácica brevemente. En el fondo, Taehyung apartó con las manos un puñado de algas y atravesó el túnel de la caverna cuidadosamente, con Jungkook abrazado a su espalda. Detrás del túnel había un estanque y una pequeña superficie rocosa donde volvieron a emerger.
Jungkook sacó la cabeza del agua, liberó una bocanada de aire y comprendió a qué se había referido la sirena. Ni por asomo era un lugar oscuro. La caverna se encontraba recubierta de un tipo de plantas marinas bioluminiscentes, que reptaban desde el borde del estanque hasta las rocas que formaban la superficie cóncava del techo. La tenue iluminación era blanquecina y azulada, similar a la de una luz de neón. Era como si allí dentro tuviesen su propio cielo.
El joven se aproximó al borde, apoyando los codos para reposar su nado.
—E-esto es una pasada —masculló alzando la cabeza y contemplando su alrededor.
—Lo hicieron para mí —dijo Taehyung con voz neutral, moviéndose por el estanque.
Jungkook reconoció su tono, y sintió que todo perdió la magia al recordar lo que había acordado con Seokjin. Dejó que sus pupilas se perdiesen en la agradable penumbra un instante, antes de girar la cabeza hacia su compañero. Su corazón se contrajo con tan sólo mirarle, bajo la tenue luz azulada, Taehyung reflejaba la bioluminiscencia como un cristal puro. Su piel centelleaba con el polvo de diamante, sus escamas y su cola azul refulgía suavemente. El pelinegro sintió el corazón en un puño cuando se miraron.
—Y, ¿te gusta? —preguntó Jungkook, tratando de evocar sus neuronas.
Taehyung se aproximó al borde y apoyó sus manos, mirándole de medio lado.
—Sólo me gusta cuando estoy solo —confesó suavemente—. Me recuerda a un sitio que solía visitar. Y cuando estoy aquí, olvido... todo lo demás...
El humano sintió pesar por sus palabras, compartió su aflicción en silencio.
—Seguro que no está al nivel de la realidad que hay ahí afuera —le alentó Jungkook.
Taehyung sonrió con melancolía.
—Te sorprenderías.
—No lo dudo —resolvió el azabache.
Se imaginó que Taehyung debía conocer mil lugares del mar, desde sus raíces más profundas, hasta los lugares más recónditos y mágicos. Puede que él fuera biólogo marino, pero en comparación a sus estudios, sus conocimientos eran una hormiga comparada con la experiencia de una sirena.
—Volverás a verlo —añadió Jungkook—. Muy pronto.
Taehyung no sonrió, ni siquiera volvió a mirarle. Su cola se movió suavemente dentro del agua, mientras su mirada heterocromática se perdía en la roca sobre la que posaba ambas manos. Jungkook se impulsó hacia atrás, nadó un poco y metió la cabeza en el agua para volver a refrescarse. Cuando emergió, se apartó el cabello de los ojos y le miró con decisión.
—Te sacaré de aquí —expresó el pelinegro, atrayendo la mirada de Taehyung.
—¿Qué? —los iris de la sirena chispearon con indecisión.
Jungkook se aproximó a la orilla, posando una mano sobre el borde, y apoyando una pierna bajo el agua contra la misma pared rocosa. Con su mano libre, se sacó el colgante de coral por encima de la cabeza y se lo ofreció a Taehyung.
—Ten.
El peliazul lo tomó entre los dedos, sintiéndose desorientado.
—Es una promesa —dijo Jungkook—. Te sacaré de aquí, sólo necesito que me des tiempo.
La sirena le miró con los ojos muy abiertos, toqueteó el colgante entre sus dedos y se sintió levemente lastimado por sus palabras. ¿Estaba jugando con sus sentimientos? ¿Podía realmente creerle?
—P-pero...
Jungkook agarró su mano y el coral que sujetaba, chistando con la lengua.
—Esto se pone así —dijo en voz baja, pasando el cordel trenzado por encima de su cabeza. Lo dejó caer sobre su cuello, era pequeño, azulado, poroso, con una humilde forma de corazoncito.
Taehyung vaciló, observó el coral y después le miró afligido. Jungkook sintió una leve punzada en el corazón.
—¿Por qué me das esto? —preguntó la sirena aturdida.
—Porque es una promesa —contestó el azabache—. Te liberaré, Taehyung.
Los iris de Taehyung se empañaron levemente, confundiendo a su compañero.
—¿Así son las promesas de los humanos? —formuló el peliazul ingenuamente.
Jungkook asintió y exhaló una bonita sonrisa. En realidad, él sólo quería un motivo para contárselo y regalarle algo.
—¿Sabes cómo hacemos las sirenas una promesa? —expresó Taehyung en voz baja.
—No... ¿cómo? —dudó Jungkook con ingenuidad.
Los iris de Taehyung cambiaron de tono, sus ojos se volvieron más estrechos y alargados. Y una de sus manos, empujó su hombro. La espalda de Jungkook presionó contra la roca, quedándose atrapado a unos centímetros de la sirena. Sus iris se encontraron a una escasa distancia. Taehyung sacó una mano del agua, y sus suaves dedos húmedos se deslizaron por una de las mejillas del azabache. El corazón de Jungkook sufrió una extraña sacudida. No pudo evitar entrecerrar los párpados debido a su tibio contacto.
Se preguntó qué diablos estaba haciendo sólo por un momento, pues seguidamente, su instinto aceptó el deseo por dejarse llevar por sus actos. Taehyung comprobó si tenía capacidad de oponer resistencia, pero las pupilas de Jungkook ya se encontraban perdidas, con un aliento húmedo escapando entre sus labios, pereciendo bajo la caricia de sus yemas. Los labios de Taehyung rozaron los suyos lenta y tímidamente, sus bocas se fundieron en un delicado y exquisito beso. Una caricia mágica de labios. Jungkook perdió por completo la razón de su beso, mantuvo las manos bajo el agua y se sintió vulnerable bajo el agarre del contrario, su cuerpo contra el suyo, la cola celeste oscilando junto a uno de sus muslos y piernas, atrapándole en un extraordinario deseo que creció como la espuma marina.
Entreabrió los labios, y probó una dulce saliva y lengua que le hizo sentirse mareado. Taehyung transformó la emoción de sus suspiros en un beso lento y profundo. Jungkook sintió los pómulos calientes, la cabeza le daba vueltas, se encontraba perdido en el fondo de un océano del que sólo su compañera podría sacarle.
Jadeó en sus labios y deseó sujetarle contra sí mismo, su boca se volvió adictiva, quería sollozar por no poder gemir su nombre. Hubiese deseado asfixiarse antes de que dejara de besarle, y justo cuando él trató de volver su encuentro más desesperado y lascivo, Taehyung se separó de sus labios cautelosamente.
Jungkook se agarró a él como si su vida dependiese de seguir besándole. Se sintió desolado, naufragado, completamente traicionado.
Un dedo de Taehyung se posó sobre sus labios, deteniéndole.
—Ssshh —siseó y procedió a hablarle con la mayor suavidad del mundo—. Tranquilo. Es el efecto general... que se produce en los humanos. Lo lamento.
Jungkook pestañeó sin comprenderle. Lenta y tortuosamente, la cordura regresó a él como la gravedad tirando de una ola. Se sintió excesivamente acalorado (para estar embutido en un ceñido neopreno), con la sangre bombeando en su rostro.
—¿Q-qué...? —balbuceó sintiéndose confuso.
—No quería hacerlo, nunca había besado a un humano antes —expresó lentamente, contemplándole con cierta sensualidad mientras unos dedos acariciaban por encima de su pecho—. Oí que se puede controlar el éxtasis que una sirena produce, pero...
Jungkook desvió su rostro y se esforzó por controlar su respiración con la mayor elegancia posible (ninguna).
—N-no entiendo, qué... ¿los besos de sirena provocan... adicción? —alcanzó a preguntarle.
—Sí. No volveré a hacerlo, si no quieres —se lamentó Taehyung.
—N-no, no, no. O sea, sí. Quiero —farfulló Jungkook como un tonto—. Quiero, pero... es...
—Sí, es...
—Es fuerte —consideró Jungkook.
—¿Sí? Tal vez debería practicar para no perjudicarte.
Él asintió de medio lado, mordisqueándose el labio. Le costó tragar saliva con su última propuesta.
—¿P-practicar, conmigo...? —preguntó tontamente, con un claro rubor.
Los iris de Taehyung se volvieron coquetos, sus manos reorientaron su rostro gentilmente para disfrutar de sus ojos castaños. Jungkook se maldijo interiormente, logró comprender un poco más tarde de la cuenta que las sirenas eran expertas seductoras en la mitología por algo.
—No quiero asustarte —le dijo con suavidad.
Su frase rompió a Jungkook como si le pegasen con un martillo en el pecho.
—No me has asustado —susurró con voz de terciopelo—, yo... tampoco quiero que tengas miedo de mí...
Taehyung sonrió con una leve curva de labios, una de sus manos descendió por la línea de su mandíbula hasta la cremallera del neopreno en su cuello.
—¿No tienes calor con esto? —formuló directamente.
A Jungkook le explotó alguna especie de límite hormonal con su pregunta, y con las mejillas completamente encendidas, agradeció que se encontrasen en una espesa penumbra tenuemente iluminada por plantas marinas.
—¿N-no? —pronunció casi en duda.
«Taehyung estaba tomándole el pelo, o su ingenuidad era abrumadora», pensó.
Pero la sirena tiró indiscretamente de la cremallera de su cuello, hasta la mitad de su pecho, introduciendo la mano en el agua.
—¿Por qué no te lo quitas? —insistió con inocencia.
Jungkook agarró su mano y le detuvo. Respiró profundamente y se preocupó porque su calor se extendiese indistintamente hacia otras zonas de su cuerpo. «Si es que no lo había hecho ya».
—T-Tae, creo que estoy genial así.
—¿Oh? —emitió el otro, ladeando la cabeza—. ¿Por qué os gusta llevar ropa en el agua? ¿sabéis que obstaculiza vuestra movilidad?
Jungkook comenzó a reírse abiertamente. Aún se sentía acalorado por la escena, pero fue divertido vislumbrar que Taehyung no tenía ni idea de lo complicada que era la raza humana en cuanto a la desnudez. Y aun sintiéndose encantado con él, entrelazó sus dedos bajo el agua para asegurarse de que no volviese a tocar esa condenada cremallera mientras hablaban. Mantuvo los firmes dedos de la sirena entre los suyos, y se armó de valor para decirle lo que tanto detestaba.
—El señor Kim te hará una visita esta noche —le contó en una voz baja cuya delicadeza resonó en la cueva—. Necesito que te comportes con él, tal vez... pretender que está todo bien...
Taehyung frunció el ceño levemente, se sintió frustrado porque le pidiese algo como aquello. Sus dedos entrelazados fueron lo único que mantuvo sus labios sellados, regalándole una extraña ráfaga de calidez proveniente del chico. La confusión le invadió un instante; Jungkook pertenecía a eso de lo que había estado huyendo. Humanos y más humanos. ¿Por qué estaba dejándose arrastrar por los encantos de uno? Todas las sirenas decían que los humanos no eran leales, se fallaban entre ellos, traicionaban siempre que estaba al alcance de su mano.
—¿Por qué debo hacerlo? —se quejó, escurriendo sus dedos entre los del pelinegro.
Taehyung se deslizó entre las aguas, ofreciéndole la espalda.
—Porque es lo mejor para que se marche y deje el acuario durante una temporada —insistió Jungkook—. ¿Crees que podrías... acercarte a él?
La sirena le miró con recelo.
—¿Qué te asegura que se marchará? —emitió el peliazul—. Ese humano no tiene corazón. Me encerró aquí, como su esclavo. Me robó mi libertad.
—Seokjin está intentando hacer algo más por ti, y por las siren-
—¿Seokjin? Él me mantiene cautivo, su grupo de bestias terrestres atacaron a mi nido y nos dieron caza como tiburones hambrientos. El agua se tintó de nuestra sangre y sus redes quemaban mi piel —replicó Taehyung, enojándose—. Odio a los humanos. Vierten sus desechos en nuestras aguas, creen que son dueños de todas las criaturas, como si carecieran de valor.
Jungkook desvió la mirada y se mordisqueó la punta la lengua con eso último. «Odiar» a su raza era una expresión demasiado importante, y que le incluía de lleno.
—Lo sé, pero... necesito que lo hagas. Créeme, comprendo lo que....
—Tú nunca podrías comprenderlo.
Taehyung no dijo nada más, se sintió irascible con Jungkook, a pesar de que su corazón concluyese en silencio que él era el único mundano que no le desagradaba del todo. De hecho, «le gustaba» de esa forma que tanto temían las sirenas que había escuchado hablar. Supuso que él había encontrado a su debilidad entre esas criaturas que ganaron su desprecio, y eso le asustó, llevándole a preguntarse si realmente podía permitir que un humano entrase en su helado corazón.
—Me comportaré —pronunció Taehyung súbitamente.
Jungkook tragó saliva pesada. Cuando salió de esa cueva con la ayuda de la sirena, regresó a solas a la orilla con desamparo. No pudo evitar sentirse afligido por lastimar el orgullo de Taehyung, pero él también se marchó con desconsuelo por su esporádica molestia y desdén.
«Estoy perdiendo la cabeza», se dijo a sí mismo más tarde, golpeando la taquilla con una mano. «Promesas, besos, ¿un repentino enfrentamiento? ¿por qué demonios se estaba dejando llevar de esa forma?».
Apoyó la espalda desnuda contra la pared, doblando el neopreno húmedo con las manos. Aún tenía el cabello mojado, pero metió el traje en su mochila y se puso una camiseta negra sobre los jeans oscuros. Salió de allí con un extraño amargor en la boca y el hormigueo de sus labios por los besos de una sirena.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.
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