Capítulo 04
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon/digital. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 4. Complicidades
El atardecer cayó lentamente en el horizonte, Jungkook pasó toda la tarde en el centro de recuperación de animales y se hizo cargo de la tortuga que custodiaban. Había crecido un poco, y Noah le dijo que había encontrado el lugar perfecto para soltarla. Salió con el joven y se llevaron a la cría con ellos. En una de las costas marítimas, cerca de un pequeño rompeolas, la soltaron en la playa. La observaron marcharse introduciéndose lentamente en el agua.
Noah y él regresaron pacíficamente al centro, guardando las manos en los bolsillos y comentando el último cierre de la depuradora ubicada en la isla. Jungkook pasó por la parte del personal y se lavó las manos, agarró sus cosas y el bolso donde tenía el teléfono móvil. Se despidió de Noah mientras salían por la puerta (el joven también se marchaba a casa), y de improvisto, tropezó con Haeri.
La joven morena esbozó una leve sonrisa al cruzarse con ambos, se despidió de Noah con una mano y fijó sus agradables iris castaños sobre Jungkook.
—Eh, ¿ya te vas?
«¿Ya te vas?», la voz de la sirena resonó suavemente en su cabeza, sus ojos se desvanecieron tan pronto como llegaron.
—Uh, oh... —titubeó levemente, tragando saliva y forzándose a recuperar algún tipo de conexión en sus neuronas—. Supongo.
—Estoy, eh... creo que Aless está pasando un mal trago —le contó Haeri, respeto a uno de los delfines—. Hoy estuve preocupada.
—¿Su aleta?
—Sí.
—¿Quieres que se la mire?
—Huh, no, no —negó con suavidad, sacudiendo una mano—. Ya se la han revisado, tiene algún problema contractual, el mismo que hace...
—Dos años, sí. Me lo contaste —suspiró Jungkook, manteniendo las manos guardadas en los bolsillos de su pantalón—. Hmnh...
—Bueno, eh...
Ella intentó pasar por la puerta, Jungkook se retiró hacia un lado interponiéndose torpemente en su camino. Los dos repitieron el mismo movimiento hacia el extremo opuesto, volviendo a cortarse el paso. Haeri contuvo una risita apretando los labios, los dos se miraron y soportaron la vergonzosa escena que estaban protagonizando.
—Vale, yo elijo primero —declaró Jungkook con diversión, moviéndose hacia su derecha—. ¿Mejor? ¿Crees que podrás dejar de embestirme?
Ella pasó por la izquierda y se detuvo en el marco, mirándole de medio lado con una sonrisita.
—¿Te gustó la comida tailandesa?
Jungkook esbozó una lenta sonrisa.
—No la he probado —mintió para su agrado, mordisqueándose la punta de la lengua.
—Espera aquí —le pidió ella.
Entre una cosa y otra, Jungkook terminó esperando a la chica fuera del edificio. Ya había atardecido cuando salieron a pasear juntos por la zona marítima. Estaba llena de tiendecitas iluminadas, con ropa veraniega, objetos para los turistas y un montón de restaurantes de todo tipo.
Probaron la comida tailandesa y se sentaron en una de las terrazas. Haeri le habló a Jungkook de que estaba pensando en cambiar de apartamento, el alquiler de la isla era demasiado caro. También le preguntó al joven si había conseguido algún otro trabajo, Jungkook le dijo que ahora recibía una remuneración en la Protectora, que en realidad ni siquiera había aceptado. Cerró la boca y evitó mencionar sus idas y venidas del acuario de Geoje, pero ese tema era como un imán en todas las conversaciones.
—Me gustaría visitarlo —reconoció Haeri con una sonrisa—. Aún no he podido ir, me dijeron que las entradas estaban agotadas desde la primera semana. ¿Escuchaste lo que dijeron en la televisión sobre «los reyes del mar»? Ah, resulta frustrante vivir en la misma isla y no haber visitado nunca ese complejo turístico.
Jungkook infló las mejillas de aire y las desinfló lentamente.
«Qué difícil resultaba a veces mantener un secreto», pensó.
Después de la comida tailandesa se levantaron de la terraza y caminaron casi durante una hora, atravesando todo el paseo marítimo de la ciudad. Tomaron un par de cucuruchos de helado, Haeri eligió el de coco, y Jungkook el de menta con chocolate. Disfrutó de estar en su compañía con una despreocupada sonrisa, más conversaciones que iban y venían genuinamente, como las olas. Haeri y él compartían una buena amistad, estar juntos era fácil, desde el punto de vista de Jungkook, ella era más interesante que otras chicas. Y la morena parecía estar disfrutando de salir con alguien más joven de lo que acostumbraba.
—Sabes, últimamente he estado pensando en...
—¿Estás preocupada por tu delfín?
—Ah, sí. También eso —afirmó Haeri con la cabeza baja.
Se deshizo del barquillo de su cucurucho mordisqueado y con restos de helado derretido, sintiendo un poco de fresco en los brazos. Ella encogió los hombros, frotó sus propios brazos mientras caminaban y Jungkook se quitó la camisa de cuadros que llevaba. Se la pasó desinteresadamente, mencionando que él se encontraba perfectamente en manga corta.
La chica pensó que no podía ser más oportuno, la tomó con humildad y se la puso por encima. Mirándole de soslayo, se sintió un poco nerviosa por la compañía de Jungkook. No solía hacerlo, siempre se sentían cómodos el uno con el otro. Pero hacía unos días que, su corazón reaccionaba de una forma un poco extraña cuando le encontraba fuera de la piscina, observándola hacer alguno de sus números con sus dos delfines adiestrados. Con Jungkook era como si «todo encajase», y aunque ella tuviese unos años más que él, ese joven proveniente de la fresca Busan tenía un irremediable encanto.
—Haeri —pronunció Jungkook.
Ella le miró con un respingo, reparando en que acababa de posar uno de sus brazos sobre sus hombros. Le miró con timidez, esperando lo que fuera que quisiera decirle.
—Aless estará bien —continuó él con calidez—. Tiene ocho años, es un delfín joven. Y tú le darás los mejores cuidados, para que esté junto a Mera muchos años más.
La muchacha bajó la cabeza con las mejillas sonrosadas y asintió con más seguridad. Jungkook mantuvo el brazo sobre sus hombros, sólo porque ella aseguró encontrarse fría. El azabache le acompañó hasta una parada de taxi, y se despidieron amablemente antes de que ella subiese al automóvil amarillo.
—Ten, o terminaré quedándomela —la joven se quitó la camisa de Jungkook y se la devolvió amablemente—. Buenas noches.
—Hasta mañana —contestó el pelinegro alegremente, guiñándole un ojo—. Escríbeme si necesitas algo, ¿de acuerdo?
—Hmnh —le aseguró con media sonrisa.
Haeri se aproximó a Jungkook con una impertinente indecisión asomando por sus iris. Dudó si dejar un beso sobre su mejilla o en sus labios. Fuera como fuese, Jungkook giró la cabeza distraídamente, encontrando a la última persona del todo el universo que pensaba ver justo en ese instante: Yoongi, con dos amigos, saliendo de un karaoke más que borrachos.
Ella besó la comisura de sus labios inesperadamente, y Jungkook, de un respingo, volvió a mirarla con los ojos muy abiertos.
—Joder —escupió él, advirtiendo su estúpido despiste.
Haeri arqueó una ceja con su forma de maldecir.
—¡¡¡Eh!!! ¡¡¡Jungkuko!!! —el estúpido de Yoongi gritó de fondo—. ¡Jungcoconut! ¡Wohoo!
—Discúlpame un segundo —masculló el más joven, echándose la camisa sobre un hombro y girándose en redondo.
Se dirigió a Yoongi apretando un puño y agarró el cuello de su estúpida camiseta de Bert y Ernie.
—¡Tú! ¿De fiesta? —chirrió el más joven—. ¿¡Justo hoy!?
—¡Kookie, Kookie, Koo! ¡Noche de birras y karaoke! Qué casualidad que nos crucemos —pronunció con un tono exageradamente embriagado—. Mira, te presento a Bert y Ernie, digo, Bert y Sunoo. Mis amigos.
—No me llamo Sunoo —dijo uno.
—Y yo soy Ernie, no Bert —dijo el otro.
Jungkook puso los ojos en blanco.
—Espera, ¿esa es tu novia? —dudó Yoongi, señalándola con un dedo—. Sabía que andabas escondiéndome algo.
Jungkook se sonrosó levemente, soltó la camiseta de Yoongi y valoró qué tanto le apetecía golpearle.
—S-somos amigos —se defendió el azabache.
—¡Hasta mañana! —Haeri se despidió de los chicos con una mano y se metió en el asiento trasero del taxi.
Jungkook sólo esperó que no hubiese escuchando al estúpido de su amigo.
—¡Adiós, monada! —bramó Yoongi felizmente—. Ya me quedo yo con él, ¡no te preocupes!
Esa misma noche, Jungkook arrastró a su amigo de una oreja de vuelta a casa. Tuvo que aguantarle muriéndose de sueño y desplomándose en el tren, y una vez que llegaron a casa, le hizo una infusión con miel y le obligó a tomársela. Mientras tanto, Yoongi no dudó en farfullar todo lo que pasaba por su cabeza.
—Marditoh marsupiales, ¿algune veh hah pensado en cómo seríu un canguro con guantes de buxeo?
—Yoon, por el amor de dios, ni siquiera se te entiende —gruñó Jungkook empujándole por el pasillo en dirección a su dormitorio—. Tómate eso y métete en la cama.
—No estoy tan borracho, sólo me tomé seis cervezas —argumentó con un nuevo tono empresarial—. ¿O fueron siete?
Su compañero de casa se posó en el marco de la puerta y se dio la vuelta para mirarle, mientras Jungkook se dirigía a su propio dormitorio.
—Así que te gusta alguien, ¡impresionante! —declaró con una voz grave, áspera y ebria, sosteniendo la taza caliente en su mano—. Ya era hora, caray. Pensé que eras el tipo de tío que sólo espera a enamorarse. Te lo voy a dejar claro antes de que la vida te decepcione; el amor no existe.
—Hyung —murmuró Jungkook, arqueando una ceja—, no me montes un numerito ahora. No estás en tus cabales, y ya sé lo que te ocurrió con tu novia del instituto, me lo has contado catorce veces.
—En realidad, estaba preguntándome si eras gay —parpadeó Yoongi, ignorándole—. Espera, ¿lo eres? Aunque esa chica era muy guapa, ¿por qué no me has dicho antes que estás saliendo con alguien?
—No estoy saliendo con ella, ¡lárgate a la cama! —exclamó Jungkook irritándose.
Yoongi desapareció en un instante. Él se metió en su propia habitación masajeándose la frente con un par de dedos, cerró la puerta empujándola con un hombro. Después de pasar por el cuarto de baño, se puso un pantalón de chándal cómodo y una camiseta con unas iniciales fucsias. Se dejó caer sobre la cama sintiéndose cansado. La luz de la pantalla de su teléfono móvil contrajo sus pupilas unos segundos, mientras revisaba sus mensajes.
Mensaje de Haeri: «Espero no haberte incomodado, buenas noches, Jungkook».
El joven puso el dispositivo en silencio y lo dejó sobre la mesita de noche con un suspiro. Se hundió sobre la almohada con la vista perdida en el techo.
«¿Incomodarle?», pensó en la penumbra. «Ni siquiera había creído en que Haeri pudiera llegar a verle de esa manera».
Le había dado un beso en la mejilla, y puede que, si hubiese estado más atento, llegase hasta sus labios.
Él se preguntó si era lo que quería, se sentía cómodo con ella... «¿le gustaba? Sí, claro». Pero cuando Jungkook rozó sus propios labios con los dedos, recordó que ya habían sido besados antes por alguien. Taehyung se coló en su cabeza como si apartase el resto de su mundo con el barrido de una fuerte ola. Su belleza, su gracia, lo salvajes que parecían sus ojos coléricos y llenos de desprecio, la fragilidad de su mirada cuando se volvía serena. Su voz profunda y rica. Su gracia desafiándole. La duda en sus iris cuando tomó su mano el momento en el que le suplicó que confiara.
«¿Era real?», se preguntó confundido. Ese día no había podido ir a verle, y casi sentía como si los días previos formasen parte de un sueño muy raro.
Se pasó una mano por los mechones oscuros y despeinados, y se preguntó cómo sería estar a solas todo el día, encerrado en un acuario, nadando entre paredes de cristal. Su corazón comenzó a palpitar recordando el sutil tacto de sus yemas en sus propias mejillas. La fuerte sensación de sus labios sobre los suyos.
Sacudió la cabeza rápidamente, sonrojándose en la oscuridad.
«¿Acaso pensaba ponerse a fantasear con un estúpido beso?», se recriminó.
Ni siquiera lo había recordado cuando buceó a su lado, o el día de antes, cuando le permitió coser sus arañazos. Además, no tenía indicios de por qué diablos le había besado si parecía tener miedo de acercarse.
Jungkook resopló angustiado, le apetecía verle. Quería verle en ese momento, por algún motivo.
Se prometió que volvería a primera hora de la mañana, sólo para comprobar cómo marchaban sus autolesiones. Intentó tranquilizarse levantándose de la cama, se dirigió a la cómoda y abrió el cajón para rebuscar en la oscuridad con una mano, el trozo de coral con forma de corazón. Cuando lo obtuvo, volvió a tumbarse sobre la cama con un brazo flexionado tras su propia nuca.
Lo toqueteó entre varios dedos, con el cordel negro sobre su pecho.
«No sólo quería cuidarle. Quería ayudarle. Sacarle de allí», se dijo. Desde el primer momento en el que entró en el maldito acuario y pudo verle con sus ojos, supo que se metería en serios problemas. Taehyung era la mascota de un multimillonario, y no se trataba de cualquier criatura marina. No le importaba si le miraba con desprecio o desconfianza; lo entendía. El ser humano podía llegar a ser despreciable. Él no era mejor que nadie, pero en ese caso, pensaba meter sus narices más allá de lo que Seokjin hubiera deseado.
Con dificultad, el joven logró dejarse llevar por el sueño. Soñó que sus heridas estaban llenas de sal marina, y escocían tanto que se encontraba en agonía. Se despertó aturdido, con Yoongi llamando a su puerta.
—Heh, ¿q-qué? ¿qué pasa? —jadeó gravemente desorientado.
—Llegaré tarde, me han llamado los de Arrecife para trabajar en el rompeolas de Nambumyeon —repitió Yoongi desde el marco de su puerta.
—¿Qué hora es?
—Las seis.
—Mhnm —mugió Jungkook, derrumbándose de nuevo sobre la almohada—. Vale.
—Hasta luego.
—Adiós —contestó con un hilo de voz.
Escuchó a su compañero bajar por la escalera con el pesado equipo de buceo, y después, el sonido de la puerta le indicó su marcha.
«Yoongi estaba loco si era capaz de enfrentarse a una improvisada jornada laboral con resaca», se dijo.
En no más de media hora, se armó con las fuerzas suficientes para levantarse. Se dio una ducha, desayunó una tostada con mantequilla y mermelada, y preparó un batido proteínico que llevó en uno de sus termos. Salió temprano de casa para dirigirse al acuario. Repitió su trayecto habitual, y cuando llegó al complejo, tuvo la suerte de no cruzarse a nadie por la zona turística.
Un poco después se presentó en la zona privada del acuario. Pasó por el túnel de cristal apreciando el plácido fondo marino, con el corazón saltando de forma inusual en su pecho. En la salita del personal, se desvistió, quedándose en un fino neopreno (por si Seokjin regresaba, prefería respetar las normas). No tardó demasiado en salir al acuario. Se metió en el agua tranquilamente, permitiendo que los músculos de su espalda se relajasen con unas brazadas. Metió la cabeza y buceó unos segundos para concederle lo mismo al resto de su cuerpo.
Y en sólo un par de minutos, apareció para verle. Unas burbujas de agua escaparon de los labios del pelinegro, cuando vislumbró la sombra de la sirena llegar desde el fondo. Jungkook parpadeó, posando sus iris sobre la criatura.
«¿Estaba saludándole?», se preguntó con el corazón encogido. «Eso era irremediablemente lindo».
Sus pupilas se deslizaron hasta sus puntos de sutura, la herida parecía menos oscura e hinchada, las magulladuras y arañazos estaban desapareciendo, volviéndose más rosados sobre las escamas.
«Tiene buen aspecto», pensó con alivio.
Taehyung se aproximó a él con una mirada altanera, se contoneó presumidamente y de un colazo, le lanzó una corriente de molestas burbujas que obligó a Jungkook a entrecerrar los ojos y apartarlas con una mano. La sirena salió disparada velozmente hacia un extremo del acuario. Jungkook le siguió con la mirada, con los ojos muy abiertos.
«Así que era una sirenita juguetona», sonrió bajo el agua. «Y por supuesto, él no era quién para rechazar el desafío».
Se impulsó con las piernas para seguirle buceando, desviándose lentamente hacia la superficie para tomar aliento. Llenó sus pulmones de oxígeno y volvió a sumergirse preparándose para su duelo.
Jungkook se acercó a Taehyung bajo el agua, se posicionó a su lado indicándole que debían partir al mismo tiempo. La sirena asintió con la cabeza y le miró con excitación.
«Tres, dos, uno...», señaló Jungkook con los dedos. «¡Ahora!».
Él se impulsó con los pies en el cristal para tomar más velocidad.
«Estaba seguro de que iba a ganarle», se dijo. «¿Sirenas, a él? Meh».
Por supuesto, Taehyung le superó sin mucho esfuerzo, en una ocasión le dejó ganar como si intentase no lastimar el orgullo de Jungkook (buen plan, mal ejecutado) y después se comportó como un cachorro de sirena que parecía nunca tener suficiente. Jungkook intentó jugar con él todo lo posible, no supo cuánto rato estuvo metido bajo el agua, pero si se dio cuenta de que necesitaba un descanso era porque, número uno; sus pulmones comenzaban a dolerle, y número dos; el cansancio físico se incrementaba por momentos.
Sólo salió a la superficie cuando no pudo más. Se arrastró sobre la orilla para sentarse, y vio a su compañera asomarse fuera del agua a unos cuantos metros. Él tragó saliva, su corazón repiqueteaba en su pecho.
Estuvo a punto de pedirle que se acercara, sus ojos le preguntaban desde el agua «¿ya no vamos a jugar más?», pero antes de que se lo dijera, se marchó con un inesperado aletazo. Jungkook escuchó la puerta del acuario tras su espalda.
«Mierda», pensó.
—Sabía que tenías una conexión con él —dijo Seokjin, caminando sobre la arena—. Lo noté al principio.
Jungkook alzó la cabeza y cerró la boca. Se levantó de allí echándole una miradita muy seria, Seokjin vestía con una camisa blanca y abotonada, arremangada bajo los codos, un Rolex en su muñeca y un pantalón de pinza de un tono tierra.
—¿Qué haces aquí? —dudó el joven.
—Es casi la una —emitió mirando su reloj de muñeca—. Me pregunté si podía invitarte a comer algo. Me gustaría devolverte de alguna forma tu trabajo.
Jungkook pasó de largo y salió del acuario. En el interior de la sala, se echó una toalla sobre los hombros. Con el cabello húmedo sobre la frente, y el neopreno actuando como una segunda piel, caminó descalzo y tomó el termo de su batido proteínico para darle un par de sorbos.
—No almuerzo, gracias —contestó secamente.
Seokjin le miró con suspicacia. Notó cierto recelo en el muchacho, Jungkook le devolvió una mirada de medio lado, como si esperase que le hiciese un interrogatorio.
—Tengo una idea —exhaló el mayor, poniéndose la blazer de nuevo—. Acompáñame a mi apartamento.
El azabache resistió el impulso de rechazarle, titubeó brevemente, sin saber muy bien cómo responder a su ofrecimiento.
—Vivo cerca de aquí —intervino Seokjin antes de que lo hiciese—. Sólo quiero... mostrarte algo... creo que te parecerá interesante; ¿alguna vez has leído un tomo auténtico sobre criaturas marinas de la antigua mitología?
Un rato después, caminaron fuera del complejo turístico. Jungkook cargaba su bolso deportivo en un hombro y el termo en una mano.
—Entonces, ¿su nombre es Taehyung? —formuló Seokjin con sorpresa.
—Sí, eso dijo.
—Mhm, ¿cómo conseguiste que te lo dijese? —sonrió el adulto—. No me lo digas, ¿terapia de besos?
Jungkook se atragantó con el batido, tosió varias veces y se golpeó repetidamente el pecho con el puño.
—N-no estoy haciéndole nada de-
—¡Descuida, es una broma! —se rio Seokjin levemente—. Me alegra saber que al menos los besos de sirena no tienen control mental. Eso es lo que dicen todos los cuentos sobre ellas, ¿no?
—¿Control mental? —repitió Jungkook incrédulo.
Seokjin prefirió continuar la conversación en su apartamento, se detuvo frente a una enorme casa de construcción moderna, paredes de cristal, garaje y una gran verja cubierta por un sistema de seguridad activo. Desbloqueó la puerta e invitó a Jungkook a que pasase al interior. La entrada era enorme, el salón muy amplio y con vistas directas a la costa.
—Siéntate, por favor, ponte cómodo —sugirió amablemente—. ¿Quieres un té?
—No, gracias.
Seokjin torció el gesto y aceptó su falta de interés en cualquier elemento a su alcance. Jungkook dejó su bolsa a un lado y dejó caer la espalda en el enorme sofá de tono esmeralda. Sus iris se desplazaron hacia una fotografía en un pequeño marco de fotos. Era la única que tenía; tres jóvenes de aspecto universitario, con los brazos encima del hombro del otro y una enorme sonrisa dibujada en sus rostros.
Él divisó al Seokjin de hace unos cuantos años, junto a dos de sus amigos. Afinó la mirada y creyó que uno de ellos se parecía a... ¿Kim Namjoon?
Seokjin dejó un par de tazas y una tetera sobre la mesa, alarmando al más joven. Él le miró rápidamente, como si pudiera arrepentirse de algo.
—Eh, ¿hice algo para que comenzases a dudar de mí? —preguntó Seokjin, sirviéndose un té verde con aroma a flores de cerezo—. Jungkook, quiero que conozcas más sobre lo que sé, no te he traído para meterte en una cámara de gas.
—Disculpa, es que... —exhaló mirando a su alrededor— uh, bonita casa. Es impresionante.
—Mi familia siempre ha sido adinerada, invirtieron en petróleo, también lo hizo mi hermano mayor, pero yo... me vi más interesado en la biología y la botánica —comentó, cruzándose de piernas y llevándose el borde de la taza a los labios—. Curioso, ¿verdad? La oveja negra de la familia.
—Seguro que no eres una oveja —bromeó Jungkook—. ¿Vives solo aquí?
—Así es —contestó Seokjin—. No paso demasiado tiempo por casa, así que..., diría que este lugar sólo sirve para acumular polvo.
El pelinegro sonrió levemente, se cruzó de brazos y entrecerró los ojos con intención de hacerle ir al grano.
—Y, ¿qué es lo que querías mostrarme?
—Oh, sí, claro. Permíteme un segundo —Seokjin soltó la taza en la mesita, se levantó y desapareció unos instantes.
Cuando regresó, extendió un paño de terciopelo sobre la mesa y colocó un tomo de una pasta oscura, raída y rugosa sobre este.
—Este tomo es la segunda parte de una vieja reliquia rescatada del antiguo mar negro —expresó Seokjin—. Hablan de las desconocidas razas subacuáticas que entraron en contacto con el ser humano en el siglo IV a.C. Fue destinado a estar en el museo de Estambul, pero... alguien lo robó. Después acabó en mis manos.
Jungkook prefirió no ahondar en el cómo.
—¿Un tomo con decenas de siglos?
—No lo aparenta, ¿verdad? —agregó Seokjin con media sonrisa—. Mira esto.
El mayor abrió el libro, tomó la taza de té por el asa y derramó su contenido sobre sus páginas. Jungkook se quedó atónito, se deslizó hacia el borde del sofá para no perderse detalle sobre lo que intentaba mostrarle. Jin levantó el tomo y lo sacudió levemente, las gotas de té verde llegaron al paño de terciopelo, y las páginas se mantuvieron intactas.
Seokjin apartó el paño con una mano y lo hizo a un lado.
—Cómo puedes ver, es resistente al agua —evidenció el castaño—. No sé de qué material está hecho. Traté de investigar con él, pero ni sus hojas ni su cubierta dejan rastro.
—¿Qué diablos...? —murmuró Jungkook.
Su compañero volvió a abrirlo sobre la mesa y pasó un par de páginas, revelando un tipo de caracteres chinos muy antiguos.
—Esa criatura, Taehyung, pertenece a una raza de sirenas que surgen del Mar del Japón desde el siglo VI —manifestó arrastrando las sílabas, con sus pupilas sobre el libro—. El corazón del Mar del Este tiene una grieta profunda e inexplorable, sus temperaturas son cálidas, casi como si fuera una matriz marina, un caldo de cultivo, un...
—¿Un útero?
Seokjin levantó la mirada y asintió a su acierto.
—¿Estás diciendo que el Mar del Japón es un... vientre? —repitió el azabache.
—No lo sé, Jungkook —Seokjin intentó ser honesto—. No creo que haya muchas, pero si las hay, nunca se acercarán a la costa de Japón o Corea. Hace años que las voces corren, y los eruditos del mar saben cómo atraerlas. Cómo darles caza.
—¿Es inmortal? —preguntó de forma directa.
—¿Taehyung? Oh, sí. Todas lo son.
Jungkook pensó en su piel, parecía de otro universo, como si le hablase de una raza mucho más rica y especial que la suya. Sus ojos eran como dos preciosas joyas, y aunque en ocasiones le hubiese mirado con desprecio, creía que había una genuina inocencia en su mirada, ¿de verdad era mucho mayor que él?
—Gozan de capacidades regenerativas —mencionó Seokjin, pasando un dedo por encima de las líneas de caracteres verticales del libro—. No necesitan alimentarse, por eso te dije lo de sus necesidades biológica. Ah, y, supuestamente pueden activar su esencia híbrida para caminar fuera del agua. Creemos que perdieron esa última cualidad hace más siglos de los que podemos contar.
—Espera, ¿capacidades regenerativas? —Jungkook se mostró reflexivo—. Nah, no. No puede hacer eso.
—Claro que sí. Durante su caza, me dijeron que...
Jungkook le miró con unos ojos oscuros tan duros, que, por un segundo, Seokjin sintió como si pensase que Taehyung era «algo suyo».
—Le hirieron cuando le cazaron. El agua se tintó de carmín —expresó con serenidad, provocando que Jungkook se sintiese violento—. No era el único que sacaron de entre esas redes, utilizaron una malla especial...
—¿Cómo han averiguado todo eso? —inquirió Jungkook con tirantez—. ¿Ese libro también te cuenta cómo cazar sirenas?
Seokjin negó con la cabeza, pero no le dijo nada más. Mencionó que había un grupo de expedicionarios en la costa de la península, que se habían especializado desde hacía unos años en la caza de criaturas ultramarinas. Conocían la existencia de las sirenas desde hacía demasiado tiempo, y eran unos auténticos lunáticos de ellas.
—El señor Kim Namjoon pagó una fortuna por ella. «Sólo la quería para él» —fue lo último que dijo el castaño—. Sus heridas cicatrizaron rápido.
—Jin, Taehyung no tiene capacidades regenerativas. Si fuese así, no hubiera tenido que darle cuatro puntos de sutura en la cola —insistió Jungkook toscamente.
Seokjin abrió los ojos de par en par y cerró el tomo frente a él.
—¿Qué?
—Él se hizo daño. Creo que intentaba acelerar el proceso de su muerte —pronunció el azabache duramente—. ¿Cómo te sientes con esa información? ¿Una criatura inmortal tratando de suicidarse? Supongo que estarás conciliando el sueño todas las noches sin que llegue a perturbarte.
Le dolió vocalizarlo, incluso decir algo como eso le hizo sentir una desagradable sensación atravesando su espina dorsal.
—¿Por qué no me lo habías dicho antes? —preguntó Seokjin.
Los ojos de Jungkook se volvieron mucho más punzantes y oscuros.
—¿Qué es lo que te preocupa, Jin? ¿La sirena? ¿O tu trabajo? —se atrevió a arrojarle—. Supongo que el alquiler de esta casa es más importante.
—Jungkook —la grave voz del mayor le detuvo, se reclinó en su asiento, mirándole fijamente—. Ya basta. Por supuesto que me preocupa, ¿por qué crees que busqué la ayuda de un desconocido, sin consultárselo?
—¿Consultárselo a quién? —presionó Jungkook—. ¿A la sirena a la que encierras?
—¡Al señor Kim! —exclamó Seokjin irritado—. ¡Él no sabe nada de ti, se supone que está a mi cargo!
El más joven se hundió en el respaldo cruzándose de brazos. Su corazón latía rítmicamente, pero su inquietud se refugió bajo una presuntuosa inquina. Puede que Seokjin no tuviese culpa del arrastre y captura de Taehyung, pero no podía evitar sentir que era un cómplice más de todo eso.
—Oye... —la voz del mayor se volvió más sosegada, así como su mirada—. Mira, me contaron que fue imposible atraparlo. Cuando yo llegué, Taehyung estaba furioso. Atacó al equipo de extracción, y mordió a uno de ellos. Casi le arranca un brazo. Te sorprendería saber la fuerza que tiene esa cola —se detuvo brevemente—. El señor Kim contrató a varios profesionales para cuidarle. Todos se asustaron de esa cosa.
Jungkook bajó la cabeza, sin mirarle.
—A «esa cosa» le gusta jugar, tiene emociones y sabe comunicarse —pronunció para hacerle sentir mal.
—Ya, bueno. En las semanas que ha estado solo, busqué un suplente, hasta que te encontré. Pensé que serías útil, y la prueba es que eres digno de confiar —reconoció—. Si a la sirena le gustas, a mí me gustas, Jungkook.
—Oh, gracias por tu criterio propio —ironizó el azabache.
—Lo que quiero decir es... confía en mí. Por favor —le suplicó con una mirada muy distinta—. Conozco a Namjoon más de lo que puedo contarte; he impedido una segunda caza de sirenas con la ayuda de un contacto. Taehyung es el único que han atrapado, y te aseguro, que no habrá nadie más. Este tomo está en mis manos y sólo yo conozco de su existencia. Ahora tú también lo haces, ¿comprendes? —formuló intensamente—. No permitiré que la información de Taehyung llegue a nadie más. Con tu ayuda, le protegeremos de lo que hay afuera.
Jungkook encontró honestidad en sus ojos. No sabía cómo, era desconfiado y Seokjin no se parecía nada a él. Pero de alguna forma, confió en sus palabras.
—¿Ese tal Kim Namjoon se pasa por el acuario? —preguntó Jungkook con desgana—. Ni siquiera me lo he cruzado.
—No está en la isla —respondió Jin—. De momento.
El pelinegro se levantó del sofá para estirar las piernas.
—Ese hijo de puta —pronunció con una asombrosa naturalidad.
Jin se quedó boquiabierto.
—Abstente de maldecirle. Recapacitará, mi contacto-
—Me vale madre tu contacto, Jin.
—No lo entiendes —Seokjin sacudió la cabeza—. Hoseok y yo hemos saboteado los planes de expedición de Busan las últimas semanas.
—¿Quién es ese tal Hoseok?
Jin miró de soslayo la foto que había junto al televisor. No respondió, pero Jungkook pudo imaginarse que ese trío fotográfico tenía mucho más que ocultar que una simple caza de sirenas y un tomo ancestral extraído del mar negro.
—Dime una cosa, ¿es fácil encontrar sirenas?
—No. Llevan siglos separadas de la humanidad por un motivo —respondió el mayor lentamente—: Supervivencia.
Jungkook pensó en las demás sirenas. ¿Tendría Taehyung familia? ¿Echaría de menos a las suyas? Tragó saliva pesada, apenas llevaba algo más de una semana conociéndole, pero no pudo evitar implicarse de esa manera. Jamás creyó que la fantasía pudiera mezclarse con su realidad tan inexplicablemente.
—Quiero que sea libre —dijo Jungkook impulsivamente—. Quiero liberar a Taehyung.
—No podemos hacer eso —negó Jin.
—Tú y yo, sí que podemos —respondió convencido.
—No tenemos medios, Jungkook. ¿Sabes qué poder tiene Kim Namjoon? —cortó sus alas con cierto pavor—. Y no tienes ni idea de en la cantidad de problemas que podríamos meternos. Él ni siquiera sabe que estoy dejando entrar a ese acuario a alguien más...
—Está bien, pero no me quedaré de brazos cruzados —sentenció Jungkook, echándose el bolso deportivo al hombro antes de marcharse—. No me dan miedo los peces gordos, Seokjin. No esos.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico en Amazon/digital. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo en Patreon.com/chispasrojas.
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