Visita


En un majestuoso edificio se alojaban los valientes cazadores de demonios, un lugar tan vasto y completo que proveía todo lo que necesitaban, desde alojamiento y atención médica hasta entretenimiento para sus momentos de descanso. La comunidad vivía en armonía, y solo una poderosa motivación los impulsaba a abandonar aquel refugio: la necesidad de enfrentar y erradicar las fuerzas demoníacas que amenazaban la paz.

En el interior del edificio, los cazadores se dedicaban intensamente a entrenar y prepararse para cualquier desafío que se les presentara. Allí, su única preocupación radicaba en mejorar sus habilidades para defender al mundo de las sombras. Sin embargo, este compromiso con su misión conllevaba sacrificios personales, pues muchos de ellos eran jóvenes aún bajo el amparo de sus padres. Así, antes de unirse a la orden, debían obtener el consentimiento paterno para abandonar su hogar y sumergirse en la lucha contra el mal.

En una de las salas de esparcimiento, el ambiente se llenaba de emoción mientras se proyectaban los comerciales de un partido. Kunigami y Chigiri se dirigieron a la cocina con la intención de preparar más alimentos para el segundo tiempo del encuentro deportivo. Mientras tanto, Bachira mostraba su destreza con un balón de fútbol, revelando un talento natural que, de no haberse convertido en cazador de demonios, lo habría llevado a ser una estrella deportiva reconocida.

Mientras los compañeros disfrutaban de sus momentos de descanso, Isagi se encontraba enfrascado en una acalorada llamada con el máximo responsable de la organización de cazadores de demonios. Su voz alterada reflejaba la frustración al enterarse de una noticia inesperada.

— ¿Cómo es posible que no me permitan visitar a mi familia? —exclamó Isagi con vehemencia, provocando que Bachira perdiera momentáneamente el dominio del balón— ¡Me prometieron que tendríamos la libertad de volver a casa cuando quisiéramos al unirnos a esta causa!

Los sentimientos encontrados de Isagi ponían de manifiesto las dificultades y responsabilidades que conllevaba ser parte de los cazadores de demonios, y la tensión en el ambiente reflejaba que, a veces, el deber y el deseo de estar con sus seres queridos podían entrar en conflicto.

— Pero tú has sido descubierto —Ego mantuvo su tono frío y distante a través del teléfono— ¿Para qué quieres ir a verlos? ¿Acaso pretendes verificar si están vivos? ¿Qué harás si descubres que están muertos y no te he informado? En este momento, tu visita solo los expondrá a más peligro. Me encargaré de asignar a un grupo de cazadores de demonios para que se hagan responsables del traslado de tu familia; deberías estar tranquilo.

Isagi permaneció en silencio por un instante, observando cómo Kunigami pelaba naranjas mientras Chigiri las introducía en una licuadora para preparar más jugo. Bachira, por su parte, retomaba sus dominadas de balón, con el objetivo de superar su récord anterior.

Tomando una profunda bocanada de aire, Isagi continuó con la conversación, consciente de que perder la calma no le llevaría a ninguna parte. — Permítenos a nosotros encargarnos de escoltar a mis padres.

— No —respondió Ego con una negativa punzante, sin preocuparse por su falta de tacto— Aunque eres extremadamente analítico, sigues dejándote llevar por tus emociones, como acabas de demostrar. Estás demasiado involucrado emocionalmente como para permitirte abandonar las instalaciones.

Sabiendo que insistir no le sería de utilidad contra Ego, Isagi decidió cambiar su enfoque. — Entonces, déjalos a cargo de alguien más.

— Imposible —respondió Ego bruscamente— En este momento, ellos están llevando a cabo una misión.

— ¿De qué estás hablando? —Isagi volvió a mirar a Bachira, quien ahora estaba más concentrado en sus dominadas, mientras Kunigami y Chigiri le lanzaban miradas furtivas— Ellos están aquí conmigo... ¿Están en una misión? ... Ellos...

— No tienes permitido salir de las instalaciones hasta que hayamos reubicado a tus padres y identificado a aquellos que conocen tu identidad —las órdenes de Ego eran severas y pesaban como una losa sobre el joven Isagi Yoichi— En este momento, representas un peligro para toda la organización de Blue Slayer.

Las palabras de Ego resonaron en la mente de Isagi, quien se preguntaba si, de alguna manera, se había convertido en una amenaza para aquellos que eran sus amigos y compañeros. No parecía haber rastros de demonios en las instalaciones mientras veían el partido de fútbol juntos, así que de estar en medio de una misión, no se trataba de una cacería. Sin embargo, un pensamiento inquietante cruzó fugazmente su mente: "¿Y si la misión son ellos, están aquí para impedir que me reúna con mi familia?"

Aunque sus amigos seguían ocupados en sus quehaceres, Isagi percibió un cambio en el ambiente, como si estuviera siendo vigilado. Decidió acercarse a la cocina del cuarto de entretenimiento.

— Oigan —les dijo a Kunigami y Chigiri— ¿Qué les parece si continuamos viendo el partido afuera? Así no tienen que seguir preparando cosas aquí.

— No tienes por qué preocuparte —respondió Chigiri con dulzura mientras encendía la licuadora para hacer el jugo de naranja. Los tres permanecieron en silencio, observando cómo el líquido cambiaba de color al igual que la tension del ambiente se transo.

Isagi notó que, aunque Kunigami había terminado de cortar las naranjas, aún sostenía el cuchillo en su mano. — Kunigami, ¿vas a usar nuevamente ese cuchillo?

El cuchillo se apoya en la mesa como señal de que todo está bien, pero Kunigami no aleja su mano de él. — El segundo tiempo está por comenzar —comenta con una sospechosa seriedad— regresemos a ver el partido.

— Sí... —Isagi notó que Chigiri aún no se volteaba, como si estuviera ocultando algo— Vamos a ver el partido, Chigiri. Disfrutemos de lo que queda como buenos amigos. —No hubo respuesta por parte de Chigiri, pero Isagi sabía que ya no recibiría una explicación. Definitivamente, sus amigos estaban involucrados en algo, pero no se lo dirían, a diferencia de Bachira.

— Oye Ba... —lanzó el balón hacia Bachira con una patada que, si no hubiera esquivado, lo habría dejado aturdido. Observó cómo su amigo permanecía completamente serio, y al girarse, se dio cuenta de que tanto Kunigami como Chigiri también lo estaban vigilando.

— Se suponía que sería una reunión entre amigos —comentó Bachira con pesar— Lo lamento, Isagi, pero necesitamos que te quedes con nosotros hasta que las cosas vuelvan a la normalidad.

Bachira se subió las mangas de la camiseta, mientras que Chigiri y Kunigami sostenían cuchillos en sus manos. Como cazadores de demonios, el manejo de armas afiladas era su especialidad, y podían incapacitarlo perfectamente sin causarle heridas graves. Isagi echó un vistazo a la mesa, pero Bachira ya había retirado cualquier objeto que pudiera ser usado como arma, a excepción de algo que, a simple vista, parecía inofensivo: un cojín. Rápidamente, comprendió que ese cojín era la señal de que debía estar listo para luchar por su libertad. Estaba decidido a hacer que esta fuera una de las misiones más difíciles que sus amigos hubieran tenido que enfrentar.

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