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advertencia: si supieron la terrible noticia, y si eso de alguna manera les causó dolor, tal vez no deban leer este capítulo por ahora. no hay nada particularmente fuerte pero puede ser triggering de todas maneras si se vieron afectades por lo que pasó, quisiera que ante todo se cuiden y se mantengan segures. decidí subir el capítulo a modo de catarsis y con el deseo de distraerles un rato, y quién sabe, tal vez darles un poquito de esperanzas.
si necesitan hablar con alguien por favor no duden en hacerlo, si creen que no tienen a nadie pueden hablar conmigo por acá, por insta o twitter. no están soles, ¿ok? les quiero con todo el corazón, cuídense mucho.

——

Tal vez Hoseok tendría que haber empezado a sospechar que algo andaba mal al hallarse descalzo en medio de la playa con la arena húmeda rozándole los pies, o cuando al levantar la vista se encontró con que el sol y la luna se encontraban uno al lado de la otra en aquel extraño cielo violáceo. Quizá lo que debió darle la pista era el agua oscura, casi negra y sin reflejo de los astros, calma a pesar del viento incesante, casi huracanado, que lo hacía temblar y estremecerse. Definitivamente tendría que haber notado la extrañeza de la situación en cuanto aquel viento turbulento parecía estar creando la ilusión de campanadas en sus oídos a pesar de encontrarse lejos de la ciudad, solo en la inmensidad del mar y en la penumbra de la noche. Sin embargo, nada de eso le resultó raro; lo que sí despertó todos sus sentidos y lo puso alerta fue notar cierta figura familiar adentrándose al agua.

—¡Jimin! —llamó, y sin pensarlo demasiado se dispuso a seguirlo—. ¡Jimin!

De repente las piernas le pensaban, la arena húmeda convirtiéndose en algo más similar a arenas movedizas impidiéndole avanzar. Eso no logró detenerlo, de todos modos, porque Hoseok corrió con todas sus fuerzas hasta llegar a la orilla y se adentró en el agua helada, tratando de alcanzar a Jimin desesperadamente. Llamarlo por su nombre no daba resultado pues el chico parecía no oírlo y seguía alejándose cada vez más de él, la cabellera rosada (¿y desde cuándo su cabello era rosado?) tornándose más y más pequeña a la distancia, hasta que desapareció por completo al sumergirse en aquel océano de tinieblas. Y Hoseok sabía que esta vez era su culpa, esa vocecita malvada en su cabeza le susurraba que todo se debía a que ya se había rendido. Por esa razón en cuanto el agua comenzó a cubrirlo y el aire se escapaba de sus pulmones, no hizo nada por salvarse: si no podía salvar a Jimin, no tenía sentido salvarse a sí mismo.

En ese momento, y con el nombre de Jimin y una disculpa no dicha aún en los labios, despertó de aquella terrible pesadilla, abriendo los ojos para dar con el mismísimo Park Jimin observándolo de pie frente a la cama. El chico lo miraba atentamente, abrazando con algo de timidez un almohadón mientras se mordía el labio inferior.

—¿Mal sueño? —preguntó entonces, inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado—. Estaba pensando en despertarte, pero no me atreví.

—Horrible sueño —lo corrigió él, con la respiración agitada y una sensación de vacío todavía presente—. Una pesadilla que no tenía hacía tiempo...

—Lo siento.

Incorporándose hasta quedar sentado en la cama, Hoseok negó con la cabeza para restarle importancia al asunto (a pesar de que podía sentir el agua fría todavía calándole los huesos) y tomó la almohada que había usado para dormir, imitando al menor al abrazarla también. Jimin, por su parte, permanecía parado en el mismo lugar, mirándolo ahora con duda. En ese momento lo que más quería hacer Hoseok era abrazarlo, pero la parte racional de su mente le recordó que no era una muy buena idea y tuvo que conformarse con dedicarle una pequeña sonrisa.

—¿Qué ocurre, Jiminie? —se atrevió a preguntar luego de unos cuantos segundos de silencio—. ¿Acaso me tocaba a mí hacer el desayuno?

—Lo están preparando Yoongi y Jungkook —aclaró Jimin tras negar con la cabeza, rascándose la nuca con una mano—. La verdad es que quería hablar contigo. Necesitaba hablar contigo.

—¿Sobre qué? —inquirió Hoseok, algo confundido.

—Sobre lo de ayer...

La voz de Jimin había bajado unos cuantos decibeles, al punto de decir aquellas palabras casi en un susurro apenas audible. Aún así, el impacto que tuvieron sobre Hoseok fue enorme, logrando que los sucesos del día anterior se repitieran a modo de flash frente a sus ojos. Súbitamente, sintió la garganta seca.

—No tienes que explicar nada si no quieres hacerlo, si es que se trata de eso —logró decir tras pensar a toda velocidad en una respuesta apropiada—. En lo que a mí respecta, te dormiste en la bañera. Eso es lo que les dije a los demás, también.

—Hoseok... —murmuró Jimin, la voz quebradiza y una mirada indescifrable—. Sobre eso quería hablar. Que guardaras el secreto por mí... significa mucho. Gracias.

—No mentía cuando dije que podías confiar en mí.

—Lo sé.

—¿Algo más que quieras decirme? —arriesgó Hoseok en cuanto el silencio volvió a envolverlos a los dos—. No diré nada si no quieres.

—Nada más quería darte las gracias por, uh, por todo —balbuceó el menor, visiblemente incómodo por el rumbo que estaba tomando aquella conversación—. Ya sabes... lo que hiciste fue, significó mucho... de verdad fue...

—Jimin —lo interrumpió al notar su incomodidad, y se obligó a sonreír una vez más—, está bien.

En realidad no lo estaba, pero Jimin le dedicó lo que parecía ser el fantasma de su sonrisa, y aquel leve atisbo fue suficiente para que Hoseok se sintiera al menos un poco reconfortado. En ese momento recordó la conclusión a la que había llegado la noche anterior y el pequeño plan que había ideado antes de quedarse dormido, y supo que no podía perder ni un minuto más.

—Tuve una idea —anunció, poniéndose aquella máscara sonriente que había dominado hacía un tiempo—. Creo que debemos celebrar esta noche.

—¿Celebrar qué? —preguntó el menor, poco convencido.

—¿Acaso importa? —replicó, y antes de darle tiempo a decir nada más, inició una guerra de almohadas al darle un almohadazo en el rostro.

El sonido de un montón de carcajadas invadió toda la habitación en una sinfonía alegre compuesta por las risas de todos, aquella era una canción que Hoseok no escuchaba hacía mucho tiempo. Por eso una fuerte nostalgia se apoderó de él en ese momento, varias horas y bebidas alcohólicas después de su conversación con Jimin, en el que volvía a vivir algo que tanto había añorado. Las plumas de las almohadas volaban por todas partes, lo único que se podía ver era esa especie de nube de plumas que luego cubrirían el suelo, haciendo desaparecer poco a poco la madera. Hoseok se permitió unos segundos para nada más dedicarse a observar a sus amigos uno por uno, esas versiones más jóvenes y felices de las personas que más quería, deseando ser capaz de grabar aquella imagen de sus sonrisas en su memoria. E inevitablemente, pronto se encontró buscando a Jimin en medio de aquel caos; en cuanto llegó a su lado el castaño le dedicó por primera vez en la semana una sonrisa que parecía auténtica y pasó un brazo alrededor de su hombro, y mientras las plumas caían como si fueran copos de nieve, Hoseok se dejó caer también junto a Jimin para aterrizar abrazados sobre aquella suave alfombra blanca.

Permanecieron así por un largo rato, el eco de las risotadas de los demás siendo lo único que interrumpía el silencio. Jimin mantenía los ojos cerrados, mientras que Hoseok no podía apartar la vista de él: si pudiera dejar de parpadear lo haría porque no quería perderse ni un segundo, ni un detalle de aquel rostro angelical que sabía que pronto perdería para siempre. Otra vez. Por eso lo miraba casi sin pestañear, prestando atención hasta al más pequeño detalle. Las pestañas largas, los pómulos redondeados, los labios gruesos, el lunar en la mejilla, la nariz pequeña con el tabique levemente desviado... y estaba tan enfrascado en observar al menor, que no pudo disimularlo cuando Jimin abrió los ojos y se giró a mirarlo, encontrándose con su mirada intensa clavada en él. Para su sorpresa, Jimin sonrió.

—¿Tengo algo en la cara? —preguntó, un ligero sonrojo propagándose por sus mejillas, aunque no descartaba que el mismo fuese por el alcohol.

—Estaba tratando de grabarte en mi memoria —admitió luego de negar con la cabeza, incapaz de mentirle—. Creo que estaba comenzando a olvidarme de tu rostro, y no quiero que eso pase.

—Qué cosas tan raras dices —balbuceó el chico, desviando la mirada—. ¿En qué momento se fueron los demás?

Hoseok no había notado que el resto del grupo había desaparecido, y no lo habría hecho si Jimin no lo mencionaba. Al echar un vistazo rápido comprobó que sólo quedaban ellos dos en la habitación, aunque no le costó adivinar que sus amigos se encontrarían en la sala a juzgar por el sonido amortiguado de sus voces y algo de música que venía desde alguna parte de la casa. Parecía que a Jimin le preocupaba tan poco como a él que los demás no estuvieran pues seguía recostado a su lado y todavía no había quitado el brazo de debajo de su cuello, y una vez más se quedaron así como estaban. Pasaron unos cuantos minutos sin decir nada hasta que Jimin interrumpió el silencio al comenzar a hablar.

—No me he estado sintiendo bien últimamente —confesó—. Hace tiempo ya que no puedo... no lo sé.

Hoseok enmudeció, sorprendido ante aquella abrupta declaración. No se lo esperaba para nada, aunque había estado los últimos días deseando que sucediera y buscando la forma de lograrlo, y notar lo poco preparado que estaba en verdad para ayudar a Jimin no hizo más que desesperarlo. Ahora que el chico decidía confiar en él para abrirle su corazón y hablar sobre lo que le sucedía, él se había quedado sin palabras.

—¿Pasó algo que te hizo sentir de esa manera? —logró preguntar luego de unos segundos que le resultaron eternos.

—No estoy seguro —respondió Jimin, manteniendo la mirada fija en algún lugar que parecía estar muy lejos de allí—. Antes de que me diera cuenta... quiero decir, cuando me di cuenta ya era tarde.

—Nunca es tarde, Jimin —susurró él, aunque no estaba seguro de haber sido escuchado.

—Pero hoy fue un muy buen día, en realidad —murmuró el chico, regresando a ese momento al mirar fijo a Hoseok—. Después de lo de ayer yo no... pensé que... pero hoy me sentí muy bien.

—¿De verdad? —cuestionó Hoseok, esperanzado a pesar de saber que no debía ilusionarse—. ¿Funcionó la fiesta?

—Funcionó estar contigo —dijo Jimin, y esbozando una sonrisa tímida que parecía ser genuina—. Con todos, pero especialmente contigo. Me regresas las ganas de... de...

—¿De...?

Hoseok en verdad no quería levantar castillos en el aire, pero no pudo evitar que su corazón se llenara de esperanza por un segundo. Tal vez no estaba todo perdido, tal vez tenía posibilidades de arreglar todo todavía, tal vez sí podía salvar a Jimin. E incluso si nada de eso era cierto... de todas formas, Hoseok no estaba listo para rendirse, no podía. Debía llegar hasta el final, así eso fuera lo último que hiciera.

Con el pulso acelerado, sintiendo los latidos retumbándole en los oídos, observó fijamente a Jimin, expectante ante su respuesta. De manera natural ambos se giraron a mirarse, encontrándose sus miradas, y Jimin escogió ese instante para decir lo que Hoseok más deseaba escuchar.

—De seguir —dijo finalmente, bajando la vista—. Intentarlo, al menos.

—Espero que nunca dejes de intentarlo, Jiminie —se atrevió a decir, llevando una mano a su rostro para acomodarle el cabello detrás de la oreja—. Mi corazón se rompería en mil pedazos si dejaras de intentarlo.

Sabía que decirle algo así era egoísta, pero no pudo evitarlo, las palabras salieron de su boca por sí solas antes de que pudiera pensarlo. Jimin no parecía haberlo tomado a mal de todas formas, aunque la expresión que había puesto le resultó indescifrable a Hoseok.

—Me cuesta encontrar una razón —admitió entonces, y el tono que empleó sí que rompió en mil pedazos el corazón de Hoseok—. Eso es lo que no puedo... simplemente no puedo.

—¿Me permites ser egoísta por un momento, Jimin? —rogó Hoseok, sabiendo que ya no podía detenerse, y esperó a que Jimin asintiera con la cabeza—. ¿Crees que yo pueda ser una razón? Los chicos y yo...

Jimin no respondió de inmediato, y Hoseok no podía culparlo por su silencio. Acababa de decir algo muy egoísta, pero mentiría si dijera que aquel pensamiento no lo había atormentado esos últimos años. No estaba seguro de qué iba a suceder después, ¿acaso podría salvar a Jimin, o se iba a tener que conformar con despedirse como antes no pudo? No lo sabía con certeza, por eso comenzaba a sospechar que su estrategia ya no importaba tanto... nada de lo que había hecho hasta entonces parecía haber sido de mucha ayuda, viendo que todo lo que originalmente había sucedido se repetía, y si ahora tenía la oportunidad de decirle todo lo que no pudo decirle la primera vez, cuando todavía tenía tiempo, tal vez debería aprovecharla. Muchas veces se había preguntado qué podría haber pasado si se lo hubiera dicho antes, tal vez las cosas habrían sido muy distintas de haberlo hecho, y no tendría mejor ocasión para averiguarlo que ese momento.

—Sé que es egoísta pedirte algo así, pero me gustaría ser esa razón que necesitas —agregó—. Si ahora mismo no puedes pensar en nada que te motive lo suficiente... todavía me tienes a mí, y a los demás. Tal vez no sea mucho, tal vez no es lo que necesitas, pero me tienes a mí.

—Jungkookie siempre jura que estás enamorado de mí —dijo Jimin entre risitas—. Por esto que me dices ahora, comienzo a sospechar que tal vez no eran tonterías suyas.

—¿Qué pasaría si dijera que no son tonterías?

De repente, las risitas se apagaron. Todo el ambiente se volvió más pesado, más tenso, y Jimin lo miraba con seriedad y fiereza, como si estuviera tratando de descifrar si acaso estaba siendo honesto. Hoseok ya no tenía idea de lo que estaba haciendo, la tristeza de todos esos años junto a las emociones tan intensas de los últimos días habían logrado volverlo loco por completo. En ese momento lo único que le importaba era hacerle saber a Jimin cuán amado era, lo mucho que todos se preocupaban por él, lo fuerte que era su anhelo por aliviar un poco su dolor y darle una razón para querer quedarse.

—¿Qué estás insinuando? —preguntó el chico con la voz ahogada.

—Lo que sea que estés pensando, Jimin —aseguró Hoseok.

—No deberías, hyung —advirtió Jimin, luciendo herido, roto—. No soy la clase de persona que merece que tú te sientas de esa manera.

—¿Qué significa eso?

—Que una persona tan brillante y feliz como tú no debería conformarse con una persona como yo —dijo finalmente el castaño, abatido.

Si tan sólo supieras.

—Si tuviera la suerte de estar contigo, Park Jimin—comenzó a decir Hoseok, permitiéndose dejar una suave caricia en la mejilla ajena—, entonces sí que sería tan brillante y feliz como dices.

Ahí estaba, al fin, la sonrisita tímida tan linda que Jimin rara vez mostraba. Tan rápido como se había instalado la tensión segundos atrás ahora desaparecía, y todas las facciones en el rostro del menor parecían haberse relajado. ¿En verdad había pensado Hoseok en rendirse la noche anterior? Viendo la sonrisa de Jimin se daba cuenta de su error, debía hacer todo lo posible por mantenerla en su rostro.

—No sabes lo que dices, Jung Hoseok —murmuró el menor, negando con la cabeza—. ¿A esto le llamas suerte?

—Le llamaré suerte si aceptas tener una cita conmigo mañana —aseguró él, decidido a hacer un nuevo intento—. ¿Qué dices?

—Digo que te volviste loco... pero acepto.

Hoseok no podía decir con total certeza quién de los dos fue el que se acercó primero, quién acortó la distancia antes de unir sus labios en aquel beso tan deseado, tan dulce, tan perfecto. Lo que sí podía decir con total seguridad era que Jimin merecía que él siguiera intentando; no podía perder la esperanza, todavía no. Incluso si era una batalla perdida, tenía que seguir. Y aunque pasaron casi toda la noche juntos, fue en un momento en el que Jimin se encontraba compartiendo una bebida con Taehyung cuando Hoseok terminó de convencerse.

Voy a salvarte, Park Jimin, le prometió. Voy a salvarte o moriré en el intento.

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