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Cuando Hoseok despertó, Jimin ya no estaba en la cama y las sábanas se encontraban frías. No le costó mucho adivinar que el chico estaría dando su habitual paseo solitario por la playa, sino que, resignado, soltó un suspiró y se levantó. Cuando bajó las escaleras encontró a Namjoon y a Seokjin, encargados de la comida de ese día, ya en la cocina; en silencio se dejó caer en una silla y ahí se quedó. Seokjin hacía y deshacía con facilidad, Namjoon con torpeza y mucho esfuerzo, y ninguno reparó en él hasta que Seokjin levantó la vista de la carne y soltó un grito de sorpresa, asustado. Namjoon también se sobresaltó, pero rápidamente comenzó a reírse por la exagerada reacción del mayor.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —le reclamó Jin, dándole un golpe en el hombro, y luego apuntó a Namjoon con el cuchillo—. ¡Y tú no te rías!
—Lo siento —murmuraron los dos al unísono, teniendo que aguantarse una nueva risotada. Fue Hoseok quien retomó la palabra—. ¿Necesitan ayuda?
—Podrías cortar tú las cebollas antes de que Namjoon se rebane un dedo haciéndolo —suspiró el castaño, echándole una mirada divertida al rubio—. ¿Puedes creer que tuve que enseñarle a hacerlo? Ni siquiera sabía de qué lado cortar.
Namjoon, que se encontraba a espaldas de Seokjin, le guiñó un ojo a Hoseok mientras cortaba sin ningún problema la cebolla de turno. La risita que soltó Hoseok pasó desapercibida para el mayor del grupo, que pensaba que se reía de su comentario y no del engaño de Namjoon.
—Cocinar es muy difícil, no es lo mío —dijo el rubio descaradamente, manteniendo la mentira.
Luego de que Hoseok y Namjoon intercambiaran de lugar, él y Seokjin siguieron preparando la comida mientras que el ahora desocupado pasaba música o les hablaba de cualquier cosa. En ese momento se encontraba muy emocionado relatando algo sobre unos cangrejos que había visto en la playa unos días antes... pero Hoseok no estaba completamente ahí, sino que seguía pensando en Jimin. Vaya sorpresa.
—Oigan, chicos —dijo entonces de repente, dudando de lo que estaba a punto de hacer—. Hay algo de lo que quiero hablarles.
—¿Qué pasa? —preguntó Seokjin, la sonrisita con la que escuchaba hablar a Namjoon se había desvanecido rápidamente.
—Es Jimin...
—Estaba mintiendo anoche, ¿verdad? —preguntó esta vez Namjoon, apoyando los codos en la mesa y acunando su rostro con las manos—. Jungkookie me dijo algo que me dejó pensando...
—Creo que está pasando por un muy mal momento —se atrevió a decir Hoseok, dejando la tarea de cortar verduras de lado—. Anoche dormí con él... lloró hasta que se quedó dormido.
—¿De verdad? —inquirió Seokjin con preocupación—. ¿Y te dijo por qué lloraba?
Hoseok negó con la cabeza, y los tres se quedaron sumidos en el silencio, tal vez pensando qué podría estar pasándole a Jimin, y si acaso ellos podían ayudarlo de alguna forma. Lo único que Hoseok sabía era que las cosas en su casa no iban bien, luego... que había saltado al agua pocos días después, y eso fue todo. Recordar aquello le heló la sangre, y un escalofrío lo hizo temblar; se vio obligado a sacudirse para apartar ese recuerdo de su mente, pero con aquel movimiento golpeó el recipiente de vidrio en el que debía colocar las verduras y cayó al suelo hecho añicos. Sin pararse a pensarlo mucho, se agachó dispuesto a recoger los trozos de vidrio más grandes, y fue justo en ese instante que otro recuerdo acudió a su mente. Un momento...
—¿Quién está en el baño? —venía vociferando Seokjin, y Hoseok se apresuró a salir, con la pasta de dientes todavía en la boca—. Hazte a un lado.
—¿Qué pasa? —preguntó él, confundido, mirando cómo el mayor revolvía el baño en busca de algo—. ¿Qué perdiste?
—El botiquín, ¿dónde está? —exigió el chico, más para sí mismo que para responderle—. ¡Tiene que haber uno en esta casa!
—¿Hyung...? —insistió Hoseok, algo asustado, tocando el hombro de Seokjin—. ¿Te lastimaste?
—No, yo no, Namjoon se cortó —finalmente respondió el castaño, buscando entre las toallas—. Se le cayó... quiso juntar el vidrio con las manos, está sangrando mucho. ¡Ah, aquí está!
Namjoon estaba cocinando con Seokjin, sí. Con su jueguito de no saber cortar las cebollas hizo un movimiento extraño y tiró el recipiente de vidrio al suelo, de acuerdo. Luego se agachó para recoger los trozos de vidrio más grandes, aunque Seokjin le ordenó que no, y se cortó la palma de la mano, cierto. Había sangrado mucho y por eso llevó la mano vendada por varios días, ya lo recordaba Hoseok... y aquel recuerdo tan repentino le causó un repentino dolor de cabeza, tan fuerte que tuvo que llevarse las manos a la sien para comenzar a masajearse, y fue entonces que sintió algo viscoso y caliente sobre la piel. Antes de que tuviera tiempo de razonar, Seokjin se le había venido encima.
—Tonto, te cortaste —lo regañó, tomando su mano y examinando la herida con el ceño fruncido—. ¿Cómo se te ocurre juntar el vidrio con las manos?
—¿Está sangrando mucho? —preguntó Namjoon por encima del hombro del mayor—. Iré a buscar el botiquín.
—Sí, por favor —apremió Seokjin—. ¿Te duele, Hobi?
—N-no, no... —logró balbucear, más preocupado por el recuerdo que por la herida en su mano—. El botiquín está debajo de las toallas, Nam...
Ahora lo recordaba, por supuesto.
Durante la comida, Hoseok permaneció callado. Le ardía la mano vendada, le dolía la cabeza y, sobretodo, le asustaba mucho lo que estaba sucediendo. Si el hecho de haber vuelto al pasado a una semana antes de que Jimin se suicidara no era lo suficientemente confuso y aterrador por sí mismo, que todas las cosas que habían sucedido en esos días estuvieran repitiéndose ahora era lo que terminaba de espantarlo. Cuando había despertado dos días atrás no se había detenido a pensar mucho en cómo o por qué había regresado, lo único que le importó en ese momento era que tenía una segunda oportunidad para estar con Jimin y punto, eso era todo. Indagar un poco, prestar más atención y no dejar solo a Jimin y ya, pensó que eso era suficiente. Sin embargo, al ver cómo se iban desencadenando los hechos, supo que eso estaba equivocado. Si quería salvar a Jimin, tenía que asegurarse de que las cosas fueran diferentes esta vez...
¿Pero cómo demonios voy a hacer eso? Todo lo que había pasado antes estaba volviendo a pasar. De una forma u otra, los hechos se repetían... ¿y si no podía salvar a Jimin, después de todo?
—¿Hoseok? —llamó de repente alguien, tocando su hombro—. Hey. ¿Estás bien?
—Hyung —balbuceó al encontrarse con Yoongi parado frente a él—. ¿Qué pasa?
—No sé, eso me pregunto yo —ironizó el mayor, aunque sonreía—. Te perdiste por un rato.
—Primero fue gracioso, pero después de diez minutos me empezó a dar miedo —intervino Taehyung, sentado todavía a su lado—. ¿Te pasa algo?
—Lo siento, estaba pensando —se excusó Hoseok, negando con la cabeza—. ¿Y los demás?
—Jungkook y Namjoon están lavando todo, Seokjin subió a ducharse —comenzó a enumerar Yoongi, mirando hacia la cocina—. Jimin subió también.
—Nosotros dos estábamos pensando en ir a comprar helado, ¿verdad, hyung? —canturreó Taehyung mientras le sonreía al mayor, que puso los ojos en blanco—. ¿Quieres venir?
—Creo que prefiero quedarme aquí, Tae —respondió él luego de negar con la cabeza—. Pero gracias por la invitación... ¿a la próxima te invito yo?
—Es un trato —aceptó de buena gana el castaño, dedicándole una tierna sonrisa cuadrada—. Te esperaré afuera, hyung.
—De acuerdo, Tae, ahora voy —dijo Yoongi, y apenas el menor se fue, se volteó a mirar a Hoseok con preocupación—. Has estado actuando raro estos días. ¿Hay algo que quieras contarme?
—¿Raro? —preguntó Hoseok, tratando de sonar sorprendido—. ¿Por qué lo dices? ¡Estoy bien!
—No lo sé, Seokseok, por eso te pregunto —admitió entonces Yoongi, frunciendo el ceño—. Me preocupas. Siento que hay algo que no me estás diciendo.
Si Yoongi tan sólo supiera... pero no podía saberlo, nadie debía enterarse de nada. Hoseok no tenía idea de las consecuencias que eso podría traer, y no quería correr el riesgo de averiguarlo de mala manera. Por mucho que le doliera mentirle a Yoongi, su mejor amigo, no podía decirle la verdad, no cuando la vida de Jimin estaba en juego. Y justo en ese momento, cuando trataba de inventar una excusa creíble, el mismo Jimin apareció bajando las escaleras, dirigiéndose a la puerta.
—Oh, Jimin, ¿te vas? —preguntó Hoseok, levantándose de su asiento—. ¿Todo en orden?
—Sólo quiero dar un paseo por la playa —lo tranquilizó el chico, calzándose los zapatos en la entrada.
—Hoseok... —susurró Yoongi, tomándolo discretamente de la muñeca mientras lo miraba con la duda urgente brillando en los ojos; parecía que había adivinado sus intenciones.
—Perdóname, Yoongi —murmuró él, y tras separarse, acortó la distancia entre él y Jimin con dos grandes zancadas—. ¿Te molesta si voy contigo?
Jimin negó débilmente con la cabeza, esbozando lo que parecía ser el fantasma de una sonrisa. No era una verdadera invitación a acompañarlo, Hoseok lo sabía, pero no le importaba mucho su falta de entusiasmo: sabía que no podía perder el tiempo. El menor informó que lo esperaba en la puerta mientras él se preparaba, dejándolo nuevamente a solas con Yoongi. El chico ahora lo miraba casi ofendido, exigiendo una explicación que Hoseok no podía darle y dejándolo con un muy mal sabor en la boca.
—¿Qué demonios, Hoseok?
—Yoongi... hyung, escucha, no puedo decirte realmente... —comenzó a decir, enredándose con las palabras, su mente hecha un lío—. Estoy preocupado por Jimin, ¿de acuerdo? No quiero que esté solo.
El rostro de Yoongi se ablandó tras escuchar aquello.
—Pregúntales a Nam y a Seokjin —agregó—. O a Jungkook. Demonios, también pregúntale a Tae ahora si vas a salir con él.
—¿Y qué debo preguntar, exactamente? —cuestionó el mayor, inquietándose.
—Si saben qué le pasa a Jimin, o si se les ocurre una forma de ayudarlo —dijo él, tomando una chaqueta olvidada en el sillón y encaminándose hacia la puerta—. Jimin nos necesita, Yoongi. Y no podemos fallarle otra vez.
—¿Otra vez?
—Sólo... no podemos dejarlo solo, ¿de acuerdo? —se corrigió Hoseok, frunciendo los labios en una línea delgada—. No ahora...
—De acuerdo.
Hoseok nada más asintió con la cabeza antes de darse la vuelta para salir, colocándose el abrigo (que, a juzgar por el perfume floral, era de Jungkook) mientras cerraba la puerta detrás de sí. En la entrada de la casa de los Jeon se encontraban Jimin y Taehyung tomándose fotografías con el teléfono del más alto, que en cuanto Hoseok llegó a su lado comenzó a provocarlo por rechazar su propuesta de un helado para ir con Jimin a caminar. Lo último que se escuchó del menor fue una inmadura canción del estilo Jimin y Hoseok sentados en un árbol, interrumpida por Yoongi, probablemente.
Por un rato, los dos caminaron en silencio. Jimin iba con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en alguna parte del mar, completamente ajeno a la presencia de Hoseok allí. Hoseok, por su parte, iba caminando unos pocos centímetros detrás de él, siguiéndolo como un perrito abandonado. No podía dejar de pensar en que tal vez todo era en vano, que no importara lo que hiciera, al final de la semana Jimin podría estar muerto; no podía hacerse a la idea de volver a perderlo, no ahora que lo tenía de nuevo tan cerca otra vez.
—Es un poco incómodo ir en silencio, ¿huh? —se oyó decir pasado un rato, la casa lejos—. Nunca me ha gustado mucho...
—¿Te sientes incómodo? —preguntó Jimin, sorprendido—. Para mí no es incómodo... bueno, no lo era hasta ahora, acabas de arruinarlo.
—Oh, rayos —murmuró Hoseok, y ambos rieron con pocas ganas—. ¿Estábamos en uno de esos momentos en los que el silencio no es incómodo?
—Porque estamos en confianza y nos alcanza con la compañía del otro, sí —continuó el menor, asintiendo con la cabeza—. No hace falta hablar.
—Pero cuando no hablamos, pienso en muchas cosas —dijo Hoseok, casi suplicante—. Y no me gusta pensar en esas cosas.
—¿En qué piensas? —quiso saber el castaño, mirándolo de reojo—. Si me lo quieres decir, claro.
—En el futuro.
No estaba mintiendo con esa respuesta, ¿cierto?
—¿No te gusta pensar en el futuro? —preguntó Jimin, y Hoseok negó con la cabeza, a lo que el menor asintió con los labios abultados—. A mí tampoco.
—¿Por qué no?
—No puedo verlo.
Auch. Hoseok sintió eso como una puñalada en el corazón. Algo tan sencillo, simplemente tres palabras, pero que cargaban un sentido demasiado oscuro, un peso que le resultaba imposible de sostener sobre sus hombros. Sin embargo, Jimin parecía completamente inmutable ante la reacción de Hoseok. No parecía darse cuenta del efecto de sus palabras, y por supuesto, ¿cómo podría saberlo? Ignorando lo que había causado en el pelinegro, se detuvo y se paró en seco en el lugar, mirando fijamente el agua.
—¿A qué te refieres? —se atrevió a preguntar Hoseok, tragando saliva con dificultad—. Tiene... tiene que haber algo ahí.
—No hay nada que quiera —admitió Jimin, encogiéndose de hombros—. Antes quería abrir mi propio estudio de baile, pero ahora... ya no lo sé.
—Eso suena muy bien, Jiminie —intentó animarlo, apoyando la mano en su hombro—. Y sé que puedes hacerlo.
—Mis papás no quieren que lo haga, así que ya no importa mucho si puedo o no —dijo el chico, y aunque trataba de sonar indiferente, Hoseok sintió pesar en su voz—. Prefieren que siga yendo a la universidad y que deje el estudio de danza. Tengo que heredar la tienda algún día, ya sabes.
—Deberías decirles lo que realmente quieres hacer, Jimin —urgió Hoseok, sin darse cuenta de que comenzaba a apretarle el hombro—. Es tu futuro. Tu vida.
—Y su dinero.
Frustrado, Hoseok se mordió la lengua para no decirle lo que realmente sabía al chico. Era un tema delicado y era un terreno desconocido, Jimin nunca había hablado de eso con él, no con esa seriedad. No podía arruinarlo, no ahora que estaba comenzando a entender un poco qué pasaba en la vida de Jimin en ese momento, y qué pudo llevarlo a tomar la decisión que tomó.
—Pero no importa —dijo entonces Jimin, antes de que Hoseok supiera qué responder—. Estaré bien pronto, en algún momento.
—¿Sí? —preguntó Hoseok, asustado, estremeciéndose por un escalofrío—. Nosotros te vamos a ayudar para que te sientas mejor. Y a poner tu estudio, también.
Jimin no respondió de inmediato, sino que resopló para no reírse, esbozando una leve sonrisa. Permaneció callado por unos segundos, aunque para Hoseok había pasado una eternidad de la última vez que había escuchado su voz, y luego se giró a mirarlo, poniendo la sonrisa más triste que había visto en toda su vida.
—No hace falta, Hobi.
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