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—Oye, dormilón, ¡despierta!
Hoseok frunció el ceño, cubriéndose la cabeza con las mantas para bloquear el sonido que de repente le impedía dormir. Murmuró algo como "déjame dormir", ganándose las risas de quien fuera que lo venía a molestar.
—Hyung, en serio, tienes que despertarte —insistió Taehyung (había identificado su voz por ese tono tierno que usaba siempre que quería algo), sacudiéndolo por el hombro—. Nos toca hacer la comida, ¿o acaso quieres que destruya la cocina de Jungkookie? ¡Me tienes que ayudar!
—Agh, Tae, por favor —pidió, metiendo la cabeza debajo de la almohada—. Bebí demasiado para esto...
—¿Y cuándo fue que hiciste eso, tú, gran sinvergüenza? —reclamó el menor, dándole un golpe en el trasero—. Pensé que te habías dormido temprano anoche, ¿acaso se escaparon tú y Yoongi a beber de nuevo?
Hoseok no terminó de preguntar "¿pero de qué hablas ahora?" cuando Taehyung, soltando una carcajada malvada como siempre que hacía alguna travesura, finalmente le quitó la almohada y las sábanas de encima... tirándolo de la cama con ambas cosas. Hoseok habría reclamado de no haber estado tan sorprendido, no por haberse caído de la cama, sino porque el cabello del chico lucía completamente diferente de la noche anterior: en lugar de largo y negro, ahora era corto y castaño. Así lo llevaba cuando...
—¿Qué le hiciste a tu cabello? —preguntó, mirándolo completamente extrañado—. ¿Por qué te lo cortaste y pintaste así? ¿Y en qué momento, esta mañana?
—¿Eh? —fue todo lo que dijo Taehyung, frunciendo el ceño con expresión confundida—. ¿Pero qué cosas dices? ¿Te golpeaste la cabeza al caerte de la cama? ¡Si lo tengo así hace más de un año!
Hoseok frunció el ceño también.
—Muy gracioso. Te cortaste y teñiste el cabello, Taehyung, no me mientas —reclamó—. Anoche lo tenías negro y largo hasta aquí.
—¡Estás loco! —bufó Taehyung, arrojándole una almohada al rostro mientras reía—. Ahora sí te creo que te emborrachaste anoche... —agregó, abultando los labios, y luego se llevó las manos al cabello corto—. Aunque consideraré el look para el futuro... pero ahora, ¡levántate!
Y con esto, el chico salió del cuarto, dejándolo solo. Volver a la cama podría haber sido opción de no ser por la gran confusión que Hoseok sentía en ese momento, y esta no hizo más que ir en aumento cuando se dio cuenta de la habitación en la que estaba. Desconcertado, se incorporó y miró a su alrededor en aquella habitación en la que había estado tantas veces en el pasado, y un escalofrío lo hizo estremecer de pies a cabeza. Sabía que la familia de Jungkook no había usado la casa de Busan en mucho tiempo, pero ver que el cuarto seguía exactamente igual a como era antes era... raro. Abrumador. De repente era como si el tiempo no hubiera pasado, y Hoseok, por un momento, pensó que tenía nuevamente 21 años. Claro que eso no podía ser... no. No tenía 21, tenía 24. ¿Verdad?
De repente, una sensación muy extraña se apoderó de él; una idea descabellada germinó en su mente, y aquella loca corazonada lo obligó a precipitarse al baño para verse al espejo. Al ver su reflejo, gritó.
—¿Te volviste loco? —gruñó Taehyung, confundido, mirándolo aún desde el pasillo—. ¿De verdad te emborrachaste anoche? No te ves tan horrible como para gritar...
No, no se veía mal, pero sí que se veía distinto. El cabello completamente negro, lacio y un poco largo al frente, diferente a la descontrolada mata de pelo castaño y ondulado que traía hasta la noche anterior; el tatuaje temporal de una mariposa en la clavícula, el rostro más delgado y joven... tres años más joven, para ser exacto. No puede ser. Asustado, salió del baño y se abalanzó hacia las escaleras, pasando como una exhalación al lado de un confundido Taehyung, para llegar a la sala y tomar el calendario colgado en la pared.
La fecha, 1 de octubre de 2015.
—¿Acaso estoy soñando? —se cuestionó a sí mismo en voz baja, aunque sabía que todo eso era demasiado real para ser un sueño—. Primero de octubre de dos mil... una semana antes, ¡es una semana antes d-
—Hoseok, ¿te sientes bien? —preguntó con tono suave Taehyung, de repente estaba a su lado.
—Taehyungie... —murmuró él, dejando lentamente el almanaque en donde estaba y dándose la vuelta para mirar al menor, pensando en una excusa para justificar su comportamiento—. Parece que tuve un sueño muy, muy raro anoche. Lo siento.
Taehyung asintió con la cabeza, aceptando de inmediato su explicación, y la expresión en su rostro volvió a la normalidad. Hoseok había olvidado cuán aniñado solía ser, lo inocente que lucía (y era) antes de que Jimin se quitara la vida. Aquella belleza pura e ingenua de sus ojos otrora brillantes y cálidos, muy diferentes de las orbes oscuras e intensas, tan frías y vacías de vida a las que se había acostumbrado los últimos tres años, lo hicieron darse cuenta de que en verdad estaba de vuelta, y eso solamente podía significar una cosa.
—Oye, Tae —logró decir finalmente, la garganta seca y las manos temblando—. Dónde... ¿dónde está Jimin ahora mismo?
—¿Jiminie? —preguntó Taehyung, y por un momento el corazón de Hoseok se detuvo—. No lo vi en su cama cuando me desperté, pero no debe estar muy lejos. ¿En la playa, tal vez?
Una sensación muy extraña se propagó por su cuerpo en ese momento. De repente, parecía que el tiempo acababa de detenerse, y Hoseok había quedado congelado en su lugar. Su corazón se estaba volviendo loco, palpitando tan rápido y tan fuerte que parecía que lo tenía latiendo en la garganta y no en el pecho, y a juzgar por el nudo que sintió impidiéndole respirar, tal vez estaba a punto de vomitarlo realmente. Esto no pasó inadvertido para el menor que, en cuanto notó las lágrimas que se amontonaban en los ojos de Hoseok, cambió la expresión de su rostro, mirando con suma preocupación cómo él parecía haber perdido la razón.
—¿Qué te pasa, Hobi? —preguntó, llevando una mano a su hombro—. ¿Te sientes muy mal? ¿Te duele algo?
—N-no, yo no, no... yo sólo... —comenzó a balbucear, incapaz de hablar sin romper en llanto, sin siquiera poder respirar. Se obligó a calmarse tomando aire con una profunda bocanada, y luego exhaló—. Creo que necesito un poco de aire.
—¿Quieres que te acompañe afuera? —volvió a preguntar el menor, mirándolo con miedo—. Te pusiste muy pálido, ¿debería despertar a Jin hyung?
—No, no, sólo estoy mareado, no te preocupes —mintió Hoseok, forzando una sonrisa en un intento por tranquilizar al castaño—. Iré a caminar y volveré con... con Jimin. Y le pido a él que me ayude a cocinar, tú vuelve a la cama.
—¿Estás seguro?
Hoseok asintió con la cabeza y no hizo falta que insistiera mucho más pues Taehyung aceptó de inmediato, regalándole una enorme sonrisa cuadrada, de esas que ya no mostraba hacía mucho tiempo. Antes de que tuviera tiempo de arrepentirse, el menor huyó de regreso a su cuarto y Hoseok quedó solo en la sala. Se permitió unos pocos segundos para normalizar su respiración al inhalar y exhalar profundamente, respirando por la boca y luchando por hacer entrar aire en sus pulmones, a la vez que trataba de analizar la situación y descubrir qué demonios estaba pasando y cómo rayos había llegado allí.
Había llegado a Busan el día anterior. Había aparcado cerca de la casa de Jungkook pero se quedó en la playa, donde minutos más tarde apareció el chico, que lo había visto llegar. Se quedaron en la orilla hasta que se puso el sol, luego regresaron a la casa y se encontraron con los demás. Cocinaron, comieron, hablaron, bebieron... a partir de ahí tenía los hechos un poco borrosos, pero recordaba que había arrastrado al dueño de casa de nuevo a la playa, y luego había corrido lejos de él. Entonces... entonces...
Había visto a Jimin. Pensó que era un sueño, pero todavía recordaba la falta de aire y el dolor en todo el cuerpo mientras nadaba tras él, el agua fría congelándole los huesos, y también el miedo que sintió cuando aquella ola gigante los sumergió a ambos. Había cerrado los ojos, y al abrirlos de nuevo, se encontraba en la habitación. No tenía sentido, nada de lo que recordaba tenía sentido. ¿Estaría soñando ahora? ¿Estaría en una especie de coma inducido por el alcohol? ¿Se había vuelto completamente loco? ¿O tal vez había soñado toda su vida por tres años, como en las películas? Cada idea sonaba más estúpida y descabellada que la anterior.
—Haz memoria, Hoseok, tiene que haber algo —se susurró a sí mismo, recorriendo cada rincón de su mente en busca de un recuerdo. Entonces, lo supo—. Mierda... la hora mágica.
Había visto la puesta de sol en la playa, con Jungkook. Había dicho algo sobre la hora mágica, y el menor le recordó aquella tontería que decían Jimin y Taehyung de pedir un deseo y que éste se haría realidad. Y había deseado (como cuando veía la primera estrella de la noche, o cuando soplaba las velas de un pastel, incluso cuando veía dientes de león en cualquier parte) que todo volviera a ser como antes. ¿Acaso su deseo se había hecho realidad? ¿Tenía eso sentido?
Incluso si me volví loco, voy a disfrutar esto, pensó, y prácticamente salió corriendo de la casa con la intención de encontrar a Jimin en la playa. Corrió sin dirección, sólo mirando a su alrededor por si divisaba la silueta del chico en alguna parte, hasta que reconoció cierta camisa gris a cuadros. ¿Cómo no reconocerla, si era suya? Estaba seguro de que se la habría dado "la noche anterior" considerando que Jimin usaba muchas de sus camisas o sus abrigos; tenía la costumbre de salir desabrigado porque sabía que Hoseok le cedería su propia ropa. Pero incluso si no estuviera usando su camisa, habría reconocido aquella figura bajita y delgada, pequeña, al igual que aquel cabello castaño y esa postura elegante y llena de gracia, o simplemente... todo, todo de Jimin. Después de todo, había pasado los últimos tres años fantaseando con verlo de nuevo... lo reconocería en cualquier parte, incluso en el fin del mundo.
Se permitió unos cuantos minutos para tranquilizarse, normalizar su respiración y calmar los latidos frenéticos de su corazón, que parecía querer salirse de su pecho para ir al encuentro del menor. Jimin, por su parte, estaba parado en la orilla del mar con los pies metidos en el agua, y aunque tenía la vista fija en el horizonte, Hoseok podía adivinar que no estaba realmente ahí, sino que parecía sumido en sus pensamientos... y por eso se sorprendió tanto cuando el chico volteó de repente, clavando la vista en él. La nostalgia le oprimió el pecho cuando Jimin esbozó una sonrisa ínfima y lo saludó con la mano, y si hasta ese momento había aguantado el impulso de correr hacia él y abrazarlo, ya no podía hacerlo por un segundo más. Como si despertara de un trance, despegó los pies de la arena y empezó a correr en su dirección, sintiendo los ojos arder por las lágrimas que no quería derramar frente al chico, y en un santiamén estuvo frente a frente con Park Jimin.
—¿Ya está la comida? —preguntó inocentemente Jimin—. ¿Los estoy haciendo esperar a tod-
Hoseok no le dio tiempo a terminar de hablar, e interrumpió sus palabras al envolverlo con los brazos, rodeando su cuerpo delgado en un abrazo fuerte, desesperado, ansioso. Llevó la mano al cuello ajeno, subiendo lentamente por su nuca hasta acariciarle el cabello, mientras que con la otra mano se aferró a él, asegurándose de que no pudiera separarse de su lado. Jimin se había quedado inmóvil, probablemente sorprendido, pero no tardó mucho en corresponder el abrazo, rodeando la cintura de Hoseok con manos tímidas. Hoseok luchó con todas sus fuerzas por no comenzar a llorar de nuevo, ahogando un sollozo en el cuello del menor, y cerró los ojos para no perderse de un sólo detalle de aquel momento.
El cuerpo cálido, el débil aroma floral de su perfume, las manos suaves. La brisa fresca del mar por la mañana, el calor agradable de una mañana de primavera, el sonido de las olas chocando suavemente contra las rocas a metros de ellos. La contención de sus brazos, ese sentimiento de satisfacción al haber encontrado la última pieza del rompecabezas que le había faltado durante tres años, esa sensación de que todo volvía a estar bien después de tanto tiempo. De haber sido por él, nunca se habría separado de Jimin, sino que lo abrazaría por los siguientes tres años para compensar el tiempo que habían perdido; sin embargo, sabía que debía soltarlo y enmendar su comportamiento tan extraño, darle una explicación coherente al chico. Hoseok sabía que decirle "te suicidaste hace tres años, te extrañé mucho y pude volver en el tiempo para verte de nuevo" no sería una muy buena idea.
—¿A qué se debe tanto cariño de repente? —preguntó Jimin, confundido pero con la sombra de una sonrisa en los labios, ni bien se separaron.
—Tuve una pesadilla muy fea —explicó Hoseok, valiéndose de la excusa que había usado antes con Taehyung—. Y ahora sólo... me alegro mucho de verte, Jimin.
Jimin nada más se rió, desviando la vista mientras negaba débilmente con la cabeza. A Hoseok se le erizó la piel por volver a escuchar aquella risita, y un escalofrío lo hizo estremecer. Todo eso era tan increíble, tan magnífico y extraño a la vez. Y a pesar de que era difícil de creer, sabía que no le tomaría mucho acostumbrarse, porque así era como todo debía ser. Desde el principio, así debería ser.
—Ahora que ya te vi y me siento tranquilo de nuevo, tengo que confesar algo —anunció entonces Hoseok, llamando inmediatamente la atención del menor—. Tienes que ayudarme a cocinar.
—Pero si anoche dijimos que les tocaba a Tae y a ti... —protestó Jimin, frunciendo el ceño—. ¡Yo fui el primero que ganó para no hacerlo!
—Lo sé, pero necesito que me ayudes tú —insistió él, juntando las dos manos—. ¿Por favor?
—Está bien —cedió el chico, suspirando luego de poner los ojos en blanco—. Pero tú cortas todas las verduras.
—Trato.
Complacido, Jimin sonrió, y Hoseok sintió una inmensa paz en su corazón, como si todo acabara de solucionarse. Sin esperar mucho, el menor tomó a Hoseok de la mano y lo guió en el camino de regreso a la casa, ignorando el efecto que sus acciones causaban en su acompañante, todo lo que su mera presencia causaba. Hoseok tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no perder la calma y comenzar a llorar, o saltarle encima al chico y abrazarlo y llenarlo de besos, incluso tenía ganas de ponerse a reír como un loco, nada más de pura alegría. Sin embargo, no hizo nada de eso: se conformó con entrelazar las manos de ambos y balancearlas a medida que caminaban, sacando una risita dulce a Jimin con aquella acción tan simple y tonta. Al cabo de unos cuantos minutos llegaron a la casa, todavía silenciosa ya que todos los demás seguían durmiendo, y tras elegir el menú del día se pusieron manos a la obra.
Hoseok recordaba muchísimas cosas sobre Jimin, pues se había aferrado a cada detalle sobre el chico que pudiera buscar en su memoria para sentirlo cerca, fingir de alguna manera que seguía ahí a su lado. Aún así, pronto se encontró completamente embelesado y maravillado por cada pequeña cosita que el chico hacía, entonces fue consciente de lo mucho que iba perdiendo con el paso de los años. Y mientras que ambos hacían el almuerzo diligentemente, Hoseok no podía evitar echarle miradas furtivas de vez en cuando, observándolo de reojo en cada ocasión que el menor no se daba cuenta.
El ceño fruncido, los labios formando ese puchero sutil, las mejillas gorditas abultándose aún más cada vez que se concentraba en algo, como en ese momento que trataba de pelar y cortar algunas verduras aunque había dicho que no ayudaría con esa tarea (pero era Park Jimin, y era demasiado amable como para no hacerlo); las risitas tontas, esas de las que él y Yoongi solían burlarse tanto diciendo que sonaba como un duendecillo tramando la siguiente travesura, cada vez que le hacía alguna maldad inofensiva a Hoseok como salpicarlo con el agua o comerse los trocitos de verdura que cortaba; la voz melodiosa y dulce con la que cantaba las canciones que salían de su teléfono... Tantas cosas que para cualquiera serían insignificantes, pero para él eran la certeza de que estaba de vuelta, y Jimin estaba ahí, sano y salvo, bien y a su lado.
—¡Hyung, le estás tirando azúcar a la sopa!
La advertencia de Jimin y su tono alarmado hicieron que Hoseok reaccionara, regresando a la realidad justo a tiempo para darse cuenta de que, en efecto, estaba echando azúcar en la sopa. Se había distraído tanto mirando al chico que había confundido el azúcar con la sal, y ahora se encontraba parado frente a una olla con verduras y fideos que tendrían un muy feo sabor dulce que no deberían, todo por su culpa. Murmuró un "oh, no" mientras observaba la sopa arruinada apenas a medio hacer, y de repente, un recuerdo inquietante acudió a su mente, asaltándolo de golpe.
—Tae, hazme el favor de ponerle sal a la sopa —pidió Hoseok, atareado con la carne.
—¿Dónde está?
—La dejé por ahí, creo que está sobre la mesa.
—Oh, ya la encontré —dijo el menor, silbando a su espalda—. Um, ¿acaso es sal gruesa o marina? No parece la sal de siempre...
—Eh, realmente no lo sé, Jungkook fue el que compró todo —murmuró él, dudoso, dándose la vuelta para revisar la sal que el menor le extendió con una expresión de duda. Tras echarse un poco en un dedo y lamerlo, abrió mucho los ojos—. ¡Tae, esto no es sal, es azúcar!
—Oh, no...
Así había sucedido originalmente ese día, ahora lo recordaba a la perfección. Se sintió extraño, incluso incómodo con tan sólo pensarlo, y un escalofrío lo hizo sacudirse entero. Ante la mirada confundida de Jimin, trató de comprender qué estaba sucediendo exactamente en ese instante, y si acaso eso era bueno o malo... con todas las películas y libros que había visto sobre viajes en el tiempo estaba seguro de que cualquier cambio pequeño de los hechos originales podrían ser un problema en el futuro, un cambio drástico y tal vez terrible, pero no estaba seguro de si esas leyes aplicaran a la realidad que estaba viviendo porque por empezar, ni siquiera había pensado en la posibilidad de que se repitieran las mismas cosas de antes. No había pensado en nada, en realidad, más que en el hecho de que estaba muy feliz de volver a ver a Jimin.
Tras unos cuantos segundos en los que quedó nada más parado, el ceño fruncido y el cerebro carburando a toda potencia, terminó por decidir que no tenía idea de qué pensar sobre todo eso, pero debía actuar rápido si no quería espantar al chico. ¿Qué habían hecho él y Taehyung en esa ocasión, de todos modos?
—Lo tiramos todo y empezamos de nuevo —susurró, rascándose la nuca.
—¿Quieres que lo tiremos? —cuestionó Jimin de repente, asomándose tras su hombro, mirando la sopa también—. Estaba pensando que tiremos el agua nada más... lavamos las verduras de nuevo y ponemos agua limpia.
—N-no, no... estaba hablando solo —dijo, asustándose por la repentina cercanía del chico—. Tu idea suena mejor que la mía.
Y diferente a lo que pasó en realidad, pensó, pero esta vez no lo dijo y se limitó a hacer lo que Jimin había dicho, para luego concentrarse en terminar la comida.
Pasado un rato estaba sirviendo la mesa y sus amigos bajaban uno a uno, haciendo un desfile muy bizarro ante Hoseok luciendo tan jóvenes y diferentes a comparación de sus apariencias actuales. Todos con otro color de cabello distinto al negro que llevaban actualmente, todos más delgados, jóvenes, y sobretodo inocentes y felices... porque todavía lo eran, todavía eran niños que sólo querían pasar tiempo juntos y divertirse, hacer locuras, no preocuparse por la presión de todos los días y nada más disfrutar, jugar, salir de fiesta, tontear por ahí. Niños que, a pesar del miedo y la incertidumbre, a pesar de las dudas sobre el futuro, tenían esa esperanza, esa pequeña luz brillando al final del túnel... luz que se apagó cuando Jimin saltó al agua, y que Hoseok todavía no había podido encender de nuevo.
Sin embargo, al estar rodeado de aquellas versiones infantiles y despreocupadas de sus amigos, y con Park Jimin sonriendo una vez más, la habitación se había iluminado de nuevo. Parecía que después de tres años, Hoseok finalmente había vuelto a encontrar el interruptor, y encendió la luz.
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