Etapa 6: Júralo

Viveka intentaba mantener la compostura para no hacer algo que pudiera causar la muerte de Shana, pero dentro tenía un tremendo remolino de emociones que podían convertirla en una bomba de relojería.

El Gran Adriano estaba en su enorme despacho, firme y con mirada resuelta. Ella, en la entrada, le miraba a los ojos intranquila mientras Shanna era encañonada por un guardia en el centro de la estancia. Adriano había mandado secuestrarla para que Blue se dignase a aparecer por allí otra vez después de varias negativas dadas.

La peliazul dio un paso al frente.

—Sabes perfectamente que asesinarla no te aportaría nada —dijo con suavidad, tratando de sonar convincente.

—No morirá si vuelves a mi lado —Adriano no sonreía, sólo la observaba con fijeza y decisión, como un padre que quiere darle otra oportunidad a su hijo. Sin embargo, según continuó hablando, su tono se endureció y sus ojos brillaron con furia contenida—. Tú debes ser el arma definitiva entre todos los demás. Cuando seas perfecta y el mundo sea nuestro, nadie podrá decir que Vedonia es tan insignificante que no tiene derecho a llamarse país.

El corazón de Viveka se encogió. Sabía a la perfección a qué se refería el hombre. Él mismo se lo había contado miles de veces en sus largos días de tormento en los laboratorios.
Cuando Adriano era joven y su padre gobernaba pacíficamente el país, hubo una cumbre a la que acudieron altos cargos de numerosos países. Uno de ellos tuvo el descaro de gritar a los cuatro vientos en la cena, que Vedonia era tan minúscula y tenía tan pocos recursos que no merecía llamarse país y que debería ser anexionada por alguna nación vecina, mucho más importante. Eso le marcó, y años más tarde, cuando él se convirtió en el gobernante, su mujer, que aceptó realizar en su cuerpo experimentos con vedonita durante cuatro años, incluso estando embarazada, para ayudar a su marido a demostrar que Vedonia tenía grandes riquezas, murió y Adriano enloqueció. Se juró a sí mismo que nadie volvería a burlarse de su país porque sería el más grande de todos.

Viveka cogió aire, cerró los ojos y tomó una decisión.

—Lo haré. Me quedaré.

—¡Blue, no! —su amiga se retorció y el guardia la sujetó contra el suelo con brusquedad.

—Pero tengo una condición.

—¿A saber?

—Jura que no dañarás a mis amigos —pidió, al borde del llanto—. Júralo por mamá.

Un pesado silencio se apoderó de la sala.

—De acuerdo. Juro por tu madre que tus... —dudó un momento—...amigos... No sufrirán ningún daño. Suéltala.

Viveka supo al momento de mirar a Shana a los ojos cuando se marchó que había perdido tanto su amistad como su confianza. Había ocultado información muy importante. Les había traicionado. Pero si debía perder una amiga para salvar a la misma, volvería a confesar quién era.

Miró a aquel hombre, desolada por lo que le esperaba en los laboratorios.

—Papá. Sabes que no puedo ser ese arma perfecta que buscas.

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