Oh Lucero... cuanto hace ya
que no acudo a tu presencia.
Lamento ser tan cruel,
Y pedir solo tu elocuencia.

Son tus dulces palabras
Aún a día de hoy un consuelo.
Cuando acechan las tormentas,
Despejas tu mi cielo.

Es tu eterna compañía,
El más divino presente.
Cada vez que mi utopía
Se vuelve ineficiente.

Y es que despejas toda duda
A la par que guías mis pasos.
Mientras tu voz mi alma desnuda,
Se evidencia un gran fracaso.

Que debo hacer lucero mio,
Con esta existencia impía?
Que debo hacer cuando azota el frío,
O cuando me siento tan vacía?

Lo siento tanto Lucero mío,
En verdad no importa tu argumento
Solo lloro porque en ti confío,
Hasta que pase este momento.

Es tu idea de la mía muy distinta,
Pero de mi culpa es una muestra.
Siempre seré quién con tinta,
Destrozó tu obra maestra.

No hay cambios eficientes
Que trastoquen el pasado,
Ni perdones suficientes,
Que arreglen lo agrietado.

Es por ende mi deber
Guardar siempre silencio.
Y el tuyo es no perder,
Ante lo que yo sentencio.