― TWENTY: DIVIDED THEY FORGET

EDICIÓN DE LA HISTORIA PAUSADA DEBIDO A QUE YA NO ESTÁ DISPONIBLE SU VERSIÓN EN INGLÉS. SOLO ESTÁ DISPONIBLE LA TRADUCCIÓN.

AÚN SE PUEDE LEER Y ENTENDER.

SIENTO LAS MOLESTIAS.

★ ★ ★

ACT TRHEE TWENTY
DIVIDED THEY FORGET

JUNIO, 1978. CINCO y tres.

Por la noche, se refería. Cuando el sol estaba aún por ponerse, pero la oscuridad se había deslizado de manera malintencionada en su vida por la luna y el sol, a penas hubo un cambio de escenario. Laurel no pudo ver su estómago caer, sino que sentía la necesidad de estar más cerca de su hermano mayor, como si fueran más fuertes cuando estaban unidos.

Era cómo si la guerra no le hubiera enseñado nada.

—Laurel, es bueno verte —dijo Barty Sr, hablando como el oficial de una prisión deseando feliz cumpleaños al más odiado de los condenados. Laurel, en ese momento, se dio cuenta del corte a lo largo del pómulo de Aster, que había sido cosido desordenadamente hacia arriba, probablemente por su propia mano. Sintió la necesidad de abrazar a su hermano, incluso si pasó el último año despreciando sus puntos de vista y acciones—. Aster, cómo íbamos diciendo...

Aster frunció el ceño.

—Laurel merece saberlo.

—Eso es cierto —dijo Bernice, frunciendo el ceño en señal de desaprobación.

Barty Jr parecía satisfecho por toda la situación. Laurel no se molestó en la forma raída en la que se veía, cuando en realidad estaba siendo presumido. Ella seguía de pie junto a McGonagall, mientras que Dumbledore se interpuso entre su hermano mayor y los miembros de su familia que ya no se preocupaban por su bienestar.

—Aster ha sido encontrado —dijo Dumbledore. Él habló con calma, mirando ileso por el aspecto negativo que Bernice, Barty Sr y Barty Jr enviaban a Laurel. En todo caso, parecía estar tomando eso en cuenta, pero no quería entrometerse en algo que no le concienciaba. Al menos, Laurel esperaba que lo estuviera haciendo. Ella prefería que la eso quedara entre la familia. Nadie necesitaba saberlo.

—Estuve cautivo por el mismísimo Quién-tu-sabes —manifestó Aster. Miró a Laurel con cautela, pero ella pensaba en la carta y asintió con la cabeza cómo si la historia no le importara—. Me las arreglé para escapar. Fue difícil, no puedo recordar cómo, todo está borroso. No puedes imaginar que cosas hacían a los Aurores y nacidos de muggles y hombres lobo y, en otras palabras, a los diferentes.

Laurel escuchaba, su aliento se enganchaba imaginando cada vez que él fue herido. Ella no quería preguntarle si había visto algo — no cómo cautivo, sino cómo testigo fiel o torturador — o si lo había causado él mismo. Él estaba a punto de llorar, cosa que sorprendió a Laurel. No creía que él estaba comprometido con su rol.

—Siento mucho no habéroslo dicho a ninguno, no quería que os hicieran daño...

—¡Mi hijo! —gritó Bernice. Laurel levantó una ceja. Su padre la miró curiosamente y ella le lanzó una mala mirada. Bernice abrazó fuertemente a Aster y Laurel no sabía que decir para llenar el silencio—. ¡Mi pobre bebé!

—Puedes quedarte con nosotros, hijo, hasta que estés recuperado —dijo Barty Sr cuando Bernice se apartó de Aster. Aster dio un paso hacia atrás, tropezando un poco, viéndose desequilibrado por la forma en la que Bernice lo había abrazado—. Sería más seguro, por supuesto, quedarte en una casa, ya que será más fácil...

Laurel habló.

—Termino la escuela en menos de una semana. Aster puede vivir conmigo y mis amigos. Sin ofender, Barty, pero estaría más seguro con jóvenes adultos, especialmente los que rondan su edad.

—¿Crees que puedes cuidar de él? —dijo Bernice—. ¿Con quién vas a vivir?

—Bueno, un asesino, un monstruo, un Munchkin de Oz...

Barty Sr y Bernice fruncieron el ceño. Barty Jr ya tenía el ceño fruncido.

—Estoy bromeando. ¿Ves toda la tensión de la sala? Estoy tratando de aligerar el ambiente para que sea menos tensa para mi hermano mayor —dijo Laurel. Hizo un gesto hacia Aster, que discretamente le envió una mirada semejante a las que le enviaba cuando eran niños y pretendían no saber quién se había comido todas las galletas—. Me quedo con Remus Lupin y Sirius Black.

Las cejas de Bernice se alzaron.

—¿Y piensas que ellos pueden ayudar?

—Bueno, somos una pequeña familia —dijo Laurel—. Sirius es, al igual que él, el perro de la familia.

McGonagall murmuró:

—Actúa como labrador a veces.

—¡Mirad! —exclamó Laurel—. ¡Incluso Minnie está de acuerdo!

—Quiero vivir por mi propia cuenta —comentó Aster. La declaración hizo que Bernice y Barty recordaran cuando eran jóvenes, así por la edad de Aster y Laurel. Cuando decían uno de sus planes del futuro y era algo poco realista para sus padres. Laurel frunció el ceño—. ¿No podría tener un piso al lado del de Laurel?

Laurel le miró.

—Me encantaría.

—La casa al otro lado de la calle se ha convertido en pisos —dijo Barty Sr. Laurel luchó por no sacarle el dedo o decirle alguna blasfemia. Incluso si hubiera encontrado un lugar—. Tendríais más espacio y seguridad a nuestro lado.

—Hey, ahora —empezó Laurel— soy una genio. Son Remus y Sirius. Se necesitaría cómo una hora para hacer algún tipo de sistema mágico. Si quieres eso, quiero decir, Aster.

Barty Sr parecía cada vez más molesto con ella.

—Bueno, ninguno de nosotros sabemos de que lado estás, ¿verdad? —dijo él—. Por lo que sabemos, te llevarás a nuestro hijo de vuelta al lugar del que se escapó.

—De todos los Crouches de esta sala, yo soy la menos probable, tú maldito im...

McGonagall tosió. Laurel se calló y Dumbledore miró a Aster, a los tres Crouches unidos, a Aster y McGonagall.

El director se aclaró la garganta y dijo:

—Sería mejor resolver esto antes de que tengamos otra pelea en esta sala.

Barty Sr le dio una mala mirada a Dumbledore.

Los últimos meses trajeron a Laurel sugerencias de que ella era una causa perdida. Su padre y su madre estaban sonriendo y querían que Aster volviera con ellos de la misma forma que se atratía a un gato de un seto de golosinas. Laurel conocía a Aster, Laurel sabía que Aster elegiría la opción de vivir lo más relajado posible. Escogería la opción en dónde se recuperaría y sería pulido antes de estar de nuevo en pie, en lugar de la opción en el que lo habían tratado mal y fuera un helado siendo compartido.

Aster había sido mortífago. Era uno, tal vez. Laurel no lo sabía. Se esperaba que la carta que había recibido no hubiera sido una mentira, porque ella no quería hacer algo para alguien que no valía la pena. Ella esperaba que no tuviera que pasar por la misma revelación decepcionante, cómo con su hermano pequeño... una manzana podrida no podía ser curada.

Él miró hacia arriba. La costura sucia debajo de su ojo y las primetas etapas de vello facial y la suciedad casi obvia de su rostro lo hacía parecer un prisionero de guerra, en lugar de alguien que había sido culpado de estar involucrado. Sus ojos, aunque similares a los de Laurel, no estaban tan afilados, eran la evidencia de unos malos años y la razón de que la apariencia cambió un poco para que pareciera víctima de asesinato. Aster todavía mostraba felicidad en su adolescencia y la tristeza que había visto, pero la falta de amenaza le señalaba.

Aster habló:

—Elijo a Laurel.

Barty Sr y Bernice se marcharon poco después y Barty Jr decidió volver a su sala común. McGonagall le dijo a Laurel que un plato de sándwiches iba a ser enviado a su propio despacho y así Laurel se fue con McGonagall. Aster preguntó si podía ir y McGonagall estuvo de acuerdo, tomando la ruta más alejada del Sauce Boxeador. Eran sólo las siete. Pero Laurel no la culpaba. Laurel no pensó que sería más fácil de explicar a un ciervo, un perro y una rata caminando al lado de un mago.

Cuando McGonagall los dejó ("supongo que querrás ponerte al día con tu hermano en privado, Crouch" les dijo) Laurel se volvió hacia Aster. La expresión de la cara de él contradecía la desconfianza de la de ella.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión?

Aster estaba a medio camino de comerse un sándwich de pepino. Todos los sándwiches se habían hecho del gusto de Laurel, por lo que los de jamón no estaban por ningún lado.

—Hace unos meses, cuando hablé contigo —dijo él—. Dijiste que te hacías daño sin importar si era físicamente o no. No sé si lo recuerdas.

—Oh, sí —dijo Laurel, moviendo la cabeza.

—Bueno, se quedó en mi cabeza. En marzo decidí que tendría que hacer algo. Sabía que si trataba de salir, me matarían. Y, llámame egoísta, pero no quiero morir. Quiero tener algún tipo de rendición, eso sería positivo.

—Claro que sí —dijo ella—, eres Acuario.

—Así que, lo hice —dijo Aster—. Ahora estoy cambiado... —Laurel juntó las manos, como si estuviera orgullosa—. Y hablé con lord Voldemort sobre el hecho de que quería averiguar que pasaba si estaba en contra de sus creencias.

—¿Lo hiciste? —preguntó ella.

Aster asintió.

—Lo hice.

Ella entrecerró los ojos.

—Bueno, estás tratando de averiguar si hay una resistencia, debido a que tu salvador es el equivalente a Darth Vader —dijo Laurel. Aster frunció el ceño—. Joder. Las películas estuvieron por un tiempo. Pudiste verlas.

—Hay mucho más que eso —dijo Aster. Dio otro mordisco al sándwich, y luego agregó—. Sólo tengo que averiguar si el resto puede darse cuenta de lo que está pasando.

—Espero que te refieras a los mortífagos —dijo ella.

Aster se tocó el corazón con un dedo.

—Lo prometo.

Los ojos de ella siguieron entrecerrados.

★ ★ ★

Julio, 1978. Cinco en punto.

Un grupo de ocho terminó de mudarse al apartamento y un grupo de cuatro ayudó el día anterior con Aster. Y, teniendo en cuenta que el grupo de ocho incluía los tres que vivían en el piso, todo el mundo pasó el día tratando de mover los muebles, porque la magia asustaría a los muggles que vivían en la planta baja. En un momento dado, se preguntaron si valía la pena correr el riesgo de ser arrestado por usar magia para teletransportar los muebles y borrar los recuerdos de los testigos muggles, pero la sugerencia se fue cuando Marlene les llamó perezosos.

Habían pasado la mañana y la tarde moviendo piezas separadas de los muebles. Lily y Laurel, desde el primer momento, se dieron cuenta de que si no ordenaban los muebles, Sirius y James podrían construir un fuerte, por lo que habían dejado a Marlene a cargo de ellos, mientras que usaron la magia para moverlos una vez la puerta se cerró.

Ninguna de las dos entendía porque aquello les tomaba tanto tiempo, teniendo en cuenta que casi no tenían muebles. La mayoría habían sido comprados el día anterior, Remus y Sirius habían discutido sobre si una mesa oscura o una clara era la más adecuada. Laurel estuvo del lado de Sirius, la mesa clara. Remus le dijo que su piso no podía ser una cabaña estilo inglés en medio de los valles de Yorkshire.

Después de treinta minutos y cuando la puerta no se abrió con alguien sosteniendo una pieza del mobiliario, Lily miró por la ventana, encontrando a los cuatro chicos y Marlene comiendo helado de la furgoneta de los helados del otro lado de la calle.

—Tiene sentido —dijo Lily.

A las cinco en punto, sin embargo, los muebles ya se habían ordenado, Peter había mencionado que sólo había dos habitaciones en uso, Remus había pasado un brazo alrededor de Laurel y Sirius había repetido el hecho de que él iba a ser el padrino.

James y Lily habían ido a pedir comida china para llevar y los otros se sentaron juntos en un sofá que tenían y en una alfombra mullida junto a él. Laurel ya había reclamado el lado izquierdo, como su asiento de por vida, y Marlene había dejado que Laurel pusiera las piernas encima de ella. Sirius se había convertido en perro y lamía la mejilla de Peter para ver cuanto tiempo le tomaría a Peter reírse o moverse.

—¡La comida! —dijo Lily, quién traía tres bolsas de plástico. Cerró la puerta detrás de James, quien se sentó en la mesa, hasta que Sirius volvió a ser el mismo de siempre y se quejó.

—¡Eso es caro, pequeña perra!

—¡No soy una perra! ¡El perro aquí eres tú!

Lily se sentó junto a Marlene, pasando a Laurel la opción vegetariana, antes de poner la bolsa en el centro. James consiguió un poco de arroz cuando se sentó en el sofá al lado de Lily, pero después de ver el ceño fruncido de Remus, se levantó. Suspirando, Lily tiró de él y se sentó en su regazo.

—Los estereotipos se han invertido —reflexionó Marlene.

Laurel y Marlene suspiraron con dulzura.

—Oh, es adorable.

—Bueno, hay una razón por la que Hogwarts no tiene Educación Física, y es porque quieren asistentes para utilizar hechizos y levantar muebles por las escaleras —dijo Sirius. Estiró los brazos y la olla de arroz en su rodilla se volcó—. Creo que no seré capaz de hacer otro ejercicio jamás.

Laurel rodó los ojos.

—No ha sido tan malo.

—Sí, porque tu no has hecho nada —dijo Peter.

Remus suspiró y dijo:

—Bueno, tal vez Laurel no sea tan fuerte.

—Eso no es ver... —Laurel se interrumpió y frunció el ceño—. En realidad, sí, es verdad.

—Tal vez tu falta te hace débil —dijo Marlene.

Laurel le frunció el ceño.

—Todavía puedo herir a alguien, por arte de magia.

—Oh, miradles —dijo James, mientras Lily le empujaba, haciendo que cayera sobre Peter—. Maldita sea Príncipe, si las miradas mataran.

Ella sonrió. Remus se puso en pie, diciendo:

—Tenemos agua, y un poco de whisky de fuego en la nevera, por si queréis beber; hubo una respuesta colectiva en un murmuro y Laurel se levantó para ayudarle con los vasos. Entraron en la cocina y Laurel abrió el armario en dónde habían puesto los vasos—. Te amo, Laurel, pero esas copas son horribles...

—Oh, te amo también —murmuró. Los ojos de ella se abrieron. Remus miraba sorprendido y los dos estuvieron frente al otro durante un segundo—. ¡Espera, lo hice! —dijo ella—. ¡Te amo!

—¡Yo también te amo! —dijo.

Ambos parecía que iban a chocar los cinco. Laurel levantó las manos y Remus se aferró a ellas y ambos sonrieron.

—¡Oh, wow, esto es nuevo!

—¡Pero es verdad!

—¡Lo es!

—¡Esto es emocionante!

El la otra sala, se pudo escuchar a Lily decir:

—¿Qué demonios, chicos?

★ ★ ★

Noviembre, 1978. Cinco en punto.

La noche volvía a dibujarse de nuevo. Fuera, el cielo estaba de un color azul, casi de un color azul brillante. A Laurel no le gustaban los días cortos, pero le gustaba que la puesta de sol fuera más visible. En verano, solía ocurrir cuando echaba las cortinas y cerraba los ojos. En invierno, ocurría cuando la estufa estaba encendida y faltaban diez minutos para la cena.

Laurel tenía el gramófono encantado en la cocina y los recortes de periódico con cada mención de un mortífago pegados en la pared. Ella, por razones desconocidas, había adquirido la cocina y pasaba la mayor parte del tiempo allí. Había un viejo escritorio y una máquina de escribir y diversos objetos muggles al azar. Al lado, había una bola de nieve barata de Londres. Esa era la cosa favorita de Laurel.

—¡Laurel! —llamó Aster, entrando por la puerta con la varita en mano. Laurel levantó la vista, dejando el paño del cocina sobre la encimera—. ¿Dónde están los demás? No están cerca, ¿verdad? Mierda, la he liado, la he liado...

—Cuando dije que quería ponerte un ojo encima, no me refería a que te iba a adoptar —dijo Laurel. Se cruzó de brazos, hasta que miró a su hermano correctamente y vio las lágrimas en sus mejillas. Su rostro palideció—. ¿Qué has hecho, Aster?

Aster se sentó en la mesa de la cocina. Laurel se apoyó en la encimera.

—Lo saben —dijo. Ella frunció el ceño. No sabía de si se refería a los mortífagos o a la Orden—Se dieron cuenta de que les estaba dando información que no les servía, pero era buena información. Se dieron cuenta de que han rastreado el libro de hechizos, ya que los Aurores lo han hecho. Mierda, Laurel, ¡me van a matar!

Laurel se pasó los dedos por el pelo.

—¿Qué les dijiste sobre la Orden?

—Nada importante...

—Tú versión de importante puede variar para ellos —dijo Laurel—. ¿Qué les dijiste? No me enfadaré, sólo quiero saberlo...

—El destino favorito de vacaciones de Dumbledore, la marca favorita de Moody del whisky de fuego, el hecho de que sólo cocinan platos preparados los viernes —dijo. Laurel siguió escuchando atentamente, haciendo internamente una lista de los alimentos que podrían envenenarse. Ella suspiró. No iba a ninguna parte pensando en aquello—. El signo del zodiaco de Briar...

La promesa de Laurel de que no se iba a enfadar no duró mucho.

—¿Se lo has dicho? —espetó ella. Aster asintió, mirando a su hermana con ligero temor—. ¡Ella tiene sólo tres meses! Es insegura, ¡es demasiado joven para todo lo que está pasando! Usé mucha magia y energía para mantenerla oculta y tu vas y la mencionas...

Aster comentó:

—Puedes mantenerla a salvo...

—Oh, lo siento, ¡pensé que ya lo estábamos! —dijo ella. Su mirada se apartó hacia la ventana que daba a la calle y se sintió peor cuando una de las hadas de juguete de Briar se quedó en el pie de una flor—. ¡La has mencionado! ¡Has mencionado a mí hija a un grupo de asesinos que seguro querrán ponerle las manos encima al bebé para crear un gran impacto!

Él se quedó en silencio. Parecía un perro que había sido regañado por saltar y comer comida en una esquina. Laurel miró hacia el gramófono y bajó el volumen.

—Lo siento, Laurel, no pensé que fuera importante...

—Una vez más. Tú versión de importante es diferente para los demás.

—¿Qué debería hacer? —dijo él. Él se puso en pie, con el ceño fruncido y cruzando los brazos mientras trataba de pensar un plan—. No hay duda de que van a aparecer, y no sé si debería correr o hacer algo peor...

—Eres fantástico en los duelos, y estás en la Orden —dijo Laurel. Ella dejó escapar un suspiro, su rabia burbujeaba, casi lo suficiente cómo para que se desbordara—. No te van a matar. Te torturarán de acuerdo a tus puntos de vista o te pondrán bajo la maldición Imperius. No creo que te dejen decidir.

Aster le lanzó una mirada. Laurel rodó los ojos.

Ella sabía que de cualquier manera, él terminaría preguntando acerca de su paradero, tarde o temprano. Y, sin duda, daría la información con facilidad. El simple hecho de que Voldemort y los mortífagos estaban al tanto de la existencia de Briar, hizo a Laurel decidir que se tendrían que mudar, en algún lugar poco visible, pero aún en Inglaterra.

Cuando Laurel empezó a hablar, se movió hacia atrás y agarró su varita. Lo podría haber hecho sin palabras o varita, pero le pareció más fácil con ambas.

—Si llegan pronto, estaré aquí, y Remus y Sirius podrían volver con Briar— dijo Laurel—. Podrían hacerte decir dónde estamos. Pueden venir aquí y matar a tu sobrina.

—Sé lo que vas a hacer —dijo Aster—. Está bien.

Laurel le miró y dijo:

—Te echaré de menos. Ha sido un placer tenerte de vuelta—Aster le devolvió la sonrisa—A pesar de que nunca te expliqué cómo no hacerme.

Él se encogió de hombros.

—Bueno, no hay posibilidad de que vaya a sobrevivir— dijo Aster—. Puede que también ponga el mayor uso de mis años cómo sea posible —se rió mientras exhalaba, tristeza mezclada con ella—. Aunque no funcionó bien , ¿verdad?

—Nos ayudaste, y eso es muy apreciado.

—Eso es encantador.

—Estoy al tanto.

Aster le envió una mirada a Laurel. Laurel pensó en cuando eran más jóvenes y estaban en un equipo, con Barty Jr en otro y se escondían jugando al escondite para intentar asustar al más joven de los hermanos Crouch, sólo por los diferentes tipos de miradas.

Se dirigieron hacia la puerta principal. Aster salió al pasillo y se dio la vuelta, de modo que no se diera cuenta mientras cerraba la puerta para que después pasara el hechizo. Ella le sonrió y él le sonrió.

Laurel levantó la varita y dijo claramente:

—Obliviate.

Rápidamete cerró la puerta y esperó a que los pasos bajaran de volumen antes de abrir. Laurel agarró los zapatos y el abrigo y se dirigió al pasillo en el instante en el que la puerta del apartamento de Aster se cerró. Rápidamente salió fuera, en dirección hacia el parque en el que Remus había ido con Sirius en perro entreteniendo a Briar en el cochecito.

Aster la había olvidado. Aster se había olvidado de Briar y el hecho de que él era el único que la entretenía con las hadas de juguete. Había olvidado el paradero de su piso y los que habitaban en él. Se había olvidado de todo lo sucedido desde que Laurel dejó la escuela. Sólo sabía que Laurel le ayudó a conseguir un piso, eso es todo.

El apartamento, a principios del mes de julio, había sido sólo un cascarón, lleno de muebles al azar y olor de comida chica para llevar. A principios de agosto, la habitación que estaba inhabitada estaba ahora habitada. A principios de septiembre y octubre y noviembre, los muebles se cambiaron con magia — ya fuera una máquina de coser encantada o algún hechizo que usaron antes — y todos los muebles encajaron entre sí. Los tipos de madera eran diferentes, pero parecía que estaban allí por una razón.

Tales cómo, marcos de fotos de varios tamaños, con diferentes fotografías con los habitantes del piso y sus amigos sonriendo.

Tales cómo, la máquina de escribir en la cocina, sobre la cómoda caoba, con el gramófono encantado que reproducía un registro muggle a un volumen tranquilo.

Tales cómo, la bola de papel al lado de la máquina de escribir, con el título y la línea del fondo dónde ponía claramente escrito.

MAGIA SIN VARITA Y SIN SONIDO

—POR LAUREL E. CROUCH

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