― THIRTEEN: EVERYTHING IS

EDICIÓN DE LA HISTORIA PAUSADA DEBIDO A QUE YA NO ESTÁ DISPONIBLE SU VERSIÓN EN INGLÉS. SOLO ESTÁ DISPONIBLE LA TRADUCCIÓN.

AÚN SE PUEDE LEER Y ENTENDER.

SIENTO LAS MOLESTIAS.

★ ★ ★

ACT ONE THIRTEEN
EVERYTHING IS

A PESAR DE LOS DOS MESES que pasaron, Laurel aún estaba por explicar porque había estado actuando de manera extraña durante una semana. Incluso cuando un par de semanas pasaron, y Remus le había estado preguntando porque actuaba diferente, no sabía si debía o quería explicar toda la historia. Para todos, Remus y sus amigos lo sabían, llegando a la conclusión de que Aster era un mortífago desde el principio. Ella se encogió, se le preguntó si estaba bien, se aseguró de que no era algo malo para que se tomaran tiempo en preocuparse.

El problema al que se enfrentaba Laurel era que estaba compartiendo actualmente un dormitorio con dos chicas que una vez fueron amigas, pero dejaron de serlo cuando anunciaron que no regresarían al último año. Laurel había perdido a las dos personas más próximas y a su hermano. Admitiendo la razón que era verdadera... actualmente, la razón por la que dejó de buscarlo era simplemente la realización pasada.

El evento que lo provocó, pudo ser, producto de su imaginación. Laurel sabía que no lo era, a pesar de que trató de fingir que había soñado todo, pero deseaba que pudiera poner eso atrás y centrarse en pasar el verano en casa sin su hermano mayor y saber exactamente porqué no estaba allí.

Por suerte, Laurel se alejó de Marlene antes de que pudiera responder. Después Laurel dejó de hablar con Harleen y Roman, Laurel se había unido a un dúo, trío ahora, que eran ella, Lily y Marlene. Y, si era honesta, las prefería a ella. La falta de prejuicio la hacia feliz, sobre todo el hecho de que se sentía como si caminara encima de cáscaras de huevo cada vez que hablaban de temas que bordeaban el tema de la misma. Marlene y Lily la aceptaban.

(Incluso se había ofrecido para quedar con las dos en una playa muggle en Cornwall, debido a que los Evans tenían un piso allí. Lo cuál, Laurel, iría a otro lugar muggle de vacaciones y estarían por todo el país. Su emoción era tan explicable como —según Marlene— "absolutamente adorable y no diré palabras al respecto".)

Alrededor de un mes con su nueva amistad con Lily y Marlene, le preguntaron porqué no se cambiaba de habitación por la situación de Harleen y Roman. Laurel se encogió de hombros. Si era sincera, Laurel nunca consideró el cambiar de habitación, porque Laurel nunca pensó que tuviera que evitar a personas por lo que pasó. Laurel culpó a su padre, pero sentía que tenía derecho a compartir habitación con Harleen y Roman. Además, no iba a molestarse en cambiarse cuando ya se terminaba el curso y las otras no volverían el próximo septiembre.

Pero, cuando Laurel se sentó en la biblioteca con los chicos, se sentía más culpable de lo habitual, pero no pudo decir lo que realmente ocurrió. Laurel, en su mayor parte, era buena ocultando sentimientos cuando no eran negativos. Durante los dos últimos meses, había ocultado el hecho de que estaba enfadada y difusa cuando habló con Remus. Y, ella estaba mucho mejor manteniendo su autoestima cuando obtuviera la nota. Y, cuando era luna llena, le dijo a los cuatro que tuvieran cuidado y lanzó una broma sobre el sexo.

Laurel miró el mapa, actualmente al lado de Sirius y James.

—Vale, tendremos que terminar esto antes del próximo año... —Sirius se detuvo para reír, para seguir pensando—. O en verano. Pero hay algunas cosas, y ya luego lo resolveremos.

—Espera —Laurel frunció el ceño—, ¿por qué nos vamos a tomar más tiempo?

—Porque tenemos que buscar el hechizo...

Uno de los libros de hechizo se deslizó sobre la mesa. Sirius se apoderó de él y le sonrió. Laurel rodó los ojos. El libro de hechizos con el hechizo-que-no-debe-ser-nombrado se ocultaba en ese momento en el mismo lugar que su reloj, ya que Aster se lo había entregado, junto con varias barritas de chocolate y una tarjeta de disculpa. Aunque deseó no haber creado el hechizo, ella no iba a tirar el libro, no cuando se pasó el tiempo haciéndolos.

Así que, Laurel dio un vistazo al libro de hechizos que Sirius usaba y dejó escapar un profundo suspiro.

—¿Recuerdas el tiempo entre marzo y abril, cuando en el periódico dijeron que murió un hombre a causa de un hechizo sin identificar?

Su voz había bajado, y los cuatro chicos a su alrededor asintieron. A excepción de James, que miró a Peter para ver lo que hizo y miró a James para que éste dijera:

¡Ohhhh síiiiiiii, ese!

—Bueno —dijo en voz baja Laurel. A medida que exhalaba, dejó escapar un suspiro, luego se detuvo. Cuatro caras confundidas la miraron—, Aster cogió uno de mis libros de hechizos. Luego, utilizó uno de ellos y el hechizo mató a ese hombre.

Remus frunció el ceño.

—¿Por qué hiciste...?

Laurel interrumpió.

—Para la ciencia —una vez más, cuatro caras la miraron confundidas. Ella frunció el ceño—. No, en serio. Hice los hechizos oscuros ilegalmente porque era malditamente interesante. Ciencia. Wow.

—¿Estás segura de que era un hechizo tuyo o de Aster? —preguntó Sirius—. Estoy seguro de que hay más de un hechizo que...

—El hechizo se creó para ver si la evocación de diferentes líquidos en la piel cambiaban de color y yo lo escribí, pero no tenía intención de usarlo —dijo Laurel. A su lado, Peter escuchó con atención, mientras Remus fruncía el ceño—. La piel del hombre era de color púrpura, y el veneno que utilicé era para convertir la piel púrpura. Al menos, cuando lo probé en las naranjas, pasó eso.

—¿Naranjas?

—Los tatuadores las suelen usar para practicar, así que pensé que sería más agradable que usar piel de cerdo —dijo Laurel—. Sobre todo porque las pieles de cerdo sería cómo experimentar con animales.

Las cejas de Sirius se fruncieron.

—¿Has hablado con Aster?

—Por la chimenea, entonces me envió el libro de hechizos de vuelta...

En voz baja, Sirius murmuró:

—Oh, es jodidamente amable por su parte.

Laurel lanzó a Sirius una mirada, antes de decir:

—Y me ha estado enviando cartas al menos dos veces al mes, así que está bien.

—Pero es un mortífago.

—Y es mi hermano —dijo Laurel. Su voz se había vuelto más tranquila y cuando habló, sonaba como si estuviera a punto de llorar. A su lado, Remus parecía como si estuviera a apunto de abrazarla—. No sé. No quiero reportarle, porque es mi hermano y no estoy de acuerdo con lo que hace, pero es la única persona en mi familia que realmente se siente como eso y...

Remus habló—Bueno, no sabemos acerca de la situación, pero estamos aquí para lo que necesites —Laurel asintió. Sonrió levemente. Él había puesto su mano sobre la rodilla de ella, y ella colocó la mano encima.

—Por eso sonido de las cosas, él está genial —dijo Laurel—. Y para ser honesta, no sabía que los mortífagos aceptaran a miembros gays.

Sirius hizo una mueca.

—Espera, ¿entonces...?

—Salió del armario a los quince —dijo Laurel. Se encogió de hombros—. No se lo dijo a mis padres, pero sí a mí y Barty.

—No lo culpo —dijo Sirius—, conociendo a tus padres.

Laurel asintió. Pensó en Roman y Harleen, y de si son o no realmente capaces de unirse a las filas de los mortífagos si tenían previsto casarse a los dieciocho. En pocas palabras, Laurel se sentía nerviosa por las dos, a pesar de que no hablaban más. Frunció el ceño.

Laurel confiaba en cuidar de las personas que tenían opiniones contradictorias a las suyas.

★ ★ ★

En la noche antes del tren para regresar, Laurel pasó la mayor parte de la noche en su dormitorio, asegurándose de que lo había preparado todo. No fue hasta que Laurel se puso el pijama cuando Harleen se aclaró la garganta. Laurel la ignoró, pensando que quería llamar la atención de Roman, y se sentó en su cama.

—Hey, Laurel.

La buscó. Cuando Harleen devolvió la mirada, Roman salió de la habitación con su cepillo y pasta de dientes.

—Sólo quería decirte que te vamos a echar de menos —dijo Harleen. Asintiendo con independencia, Laurel se sintió convencida—. Quiero decir, hemos si mejores amigas desde nuestro primer días aquí. ¿Recuerdas cuando Roman quiso comerse un muslo de pollo con la nariz? Fue bastante divertido...

Laurel frunció el ceño, y dijo:

—Soy vegetariana.

—No cuando tenías once —dijo Harleen. Sonrió para sí misma, mientras continuaba—. Comías carne a los trece, hasta que estuvimos en clase de Transformaciones hablamos de la masacre animal, y ahí te rendiste.

—Sí, lo recuerdo —ella asintió. La mirada de Laurel se centró en Harleen, quien estaba empaquetando el último libro mientras hablaban—. Tengo un punto. Todavía pienso que matar a la gente sin causa innecesaria es malo.

Harleen pausó. Sus manos estaban a medio camino de los pantalones vaqueros doblados y se congelaron cuando Laurel habló. Se quedó congelada por un momento y sintió que las palabras de Laurel habían hecho un ligero impacto.

—No nos puedes parar, Laurel —dijo Harleen, en voz baja e irritada.

Un par de minutos pasaron y Roman regresó. Miró a Harleen, pero Harleen se negaba a mirar más allá de la ropa no doblada, acomodada a un lado de su baúl. Entonces, miró a Laurel, quién tenía la cabeza baja y sus ojos se centraron en los libros al lado de su baúl.

—No sé si Harleen ha dicho algo, pero...

—Sí, lo hizo... bla bla matices de la misoginia, bla bla bla mortífagos, bla bla —dijo Laurel. Harleen levantó una ceja mientras Roman parecía ofendida—. Nos veremos en los periódicos. ¿O es que seréis arrestadas por matar? ¿Un muggle? ¿Toda una familia? ¿Un niño pequeño?

—Nunca dijimos...

Laurel habló:

—Queda implícito cuando una palabra es la muerte.

—Ese es un buen punto, en realidad —murmuró Harleen.

A su lado, Roman suspiró—Bueno, te echaremos de menos. Siento que estás en contra, pero te vamos a echar de menos aunque nos olvides. Así que lo siento, pero espero que entres en una universidad muggle. Eres la persona más inteligente que conozco y llegarás lejos, Laurel.

No pudo evitar devolver la sonrisa.

—Que no os maten —dijo Laurel. Harleen alzó la vista, intercambiando miradas con Harleen y Laurel. Sonrió a Laurel, al igual que a Roman, a pesar de que la tensión era suficiente y Laurel parecía que iba a cortar todo aquello.

Harleen dijo, "No lo harán" cuando Roman murmuró, "A ti tampoco."

★ ★ ★

—Muy bien, amigas —dijo Laurel, inquieta en su asiento mientras cogía su chaqueta de punto fuera de su regazo para ponérsela de nuevo. Lily estaba a su lado, y Marlene al otro lado del compartimento, cerca de la ventana.

El tren de regreso a Kings Cross se había estado moviendo durante treinta minutos y las tres chicas estaban ansiosas por ver el carrito para comprar algo de chocolate.

—Mi padre dice que puedes venir cada vez que quieras. Y si lo haces, que no te sorprenda que Barty se te quede mirando. Ignóralo. Y trátalo mal si intenta hablar contigo.

Lily suspiró y dijo:

—Conozco la sensación. Pero, por lo menos no te ignora. Petunia suele hacer eso conmigo.

Enfrente, Marlene sonrió cálidamente.

—Bueno, mi familia es grande, y mi padre hace muy buenos pasteles y normalmente los hace cuando hay visita —dijo Marlene. Su sonrisa se convirtió en una mueca, estiró los brazos para ponerlos sobre su cabeza y poder descansar—. Y, vosotras sois mis perras. Es posible que os de helado con la tarta.

Mientras sonreía, Lily se inclinó hacia Laurel.

—Eso es un honor en el hogar McKinnon —dijo Lily. Laurel se rió, mientras que Lily descansó de nuevo en el asiento y ladeó la cabeza—. A pesar de que, por el sonido de eso, Mar, recibirás mucho helado.

—Porque soy su hija —se encogió de hombros.

Lily sonrió, su mirada fue vacilante de Laurel a Marlene.

—Bueno, se que Petunia se irá por ahí con su perfecto novio... —hizo una pausa para sonreír, cuando Marlene y Laurel rieron por la cara de Lily ante la mención de Vernon Dursley—. En uno de los fines de semana de agosto, iremos a dormir fuera durante tres días. Va a ser divertido. Os puedo enseñarte las tiendas de campaña, Laurel...

Laurel parecía encantada.

—También hay un parque muy bonito en mi ciudad, y por lo general la bolera abre junto a un café dónde venden helados y bollos —dijo Lily. Su entusiasmo por volver a casa aumentó cuanto más hablaba de su ciudad natal—. ¡Oooh! Y la pizzería local es mucho más buena...

—Me gusta cómo mencionáis los lugares para comer, pero no el que vive al final de la calle—dijo Marlene. Laurel frunció el ceño, recordando las pocas veces que había sido informada de que Severus Snape vivía cerca de Lily—Es un imbécil.

Lily murmuró:

—Solía serlo.

Laurel no quería dejar de lado a Marlene. Sin embargo, optó por quedarse callada, por la única razón de que, meses antes, defendía a Aster. Y, teniendo en cuenta la herida que tenía todavía, Laurel no quería hablar sobre el tema.

—¿Alguna sabe en qué compartimento está Sirius? —preguntó Laurel. Tanto Marlene como Lily negaron con la cabeza, murmurando una disculpa innecesaria—. Vale, no os preocupéis. Tengo que comprobar si se queda con James en el verano o sí tiene que quedarse conmigo porque los Potter se van de vacaciones.

Lily preguntó:

—¿Potter le dijo que se quedara con él? —Laurel asintió y Lily apartó la mirada. Marlene y Laurel se miraron, cuando Lily siguió—. Es muy agradable por su parte.

—Sí, pasó con ellos la Navidad —dijo Laurel. Lily asintió y Laurel se puso en pie, saliendo del compartimento y caminando por los pasillos. Era extraño para ella comprender que, el enero pasado, hubiera estado con Roman y Harleen en el tren, pero terminó sentada con los merodeadores.

Era extraño — si ella no era desalentadora — pensar en el hecho de que sus padres creían que buscaba a Aster. Su habitación seguía cómo la dejó en Navidad, aún careciendo de la capacidad para comprender que Aster no había desaparecido, sino que los dejó para seguir una vida consumida por la magia oscura.

Laurel, a pesar de que su cerebro funcionara como un reloj, tenía una tendencia a sentir nostalgia, incluso después de haber tachado la idea de lo sucedido... pero le afectó, y sin embargo, su habitación en casa era la misma, y sería la misma, independiente de los nuevas amigas y reflexiones sobre diferentes asuntos.

No encontraba a Sirius en ninguno de los compartimentos por los que pasaba, pero se las arregló para encontrar uno con Remus dentro, con un libro. Laurel entró y le sonrió.

—¿Sirius ha ido a cambiarse o algo? —preguntó. Sirius asintió. Por lo visto, James y Peter le habían seguido y Remus se había quedado para vigilar—. ¿Está bien si, um, me quedo hasta que regrese?

—Oh, está bien —asintió.

Laurel se sentó junto a él.

—¿Estás pensando hacer algo durante el verano?

—A veces voy a la playa con mi madre y mi padre, porque uno de los amigos de mi padre es dueño de un restaurante —dijo Remus. Laurel asintió —Pero aparte de eso, puede que vea a los otros tres, con la cabeza señaló los aleatorios objetos que Sirius, James y Peter habían dejado allí, en el otro lado—. ¿Tú?

—Me quedaré en casa, mi padre tiene trabajo —dijo Laurel. Pensó en la mayoría de vacaciones escolares: consistían en Laurel pasando de una habitación a otra, leyendo y terminando los deberes y los tenía—. A veces miro lugares muggles de Londres. Eso siempre es divertido.

Remus asintió. Le preguntó:

—¿Podrás comprar cosas cómo caramelos y calculadoras? —Laurel podía sentir sus mejillas arder por el recuerdo de la clase de Pociones—. ¿O tal vez pasar por las escuelas?

—No es divertido —dijo Laurel—, porque todavía no sé que es una calculadora.

—Se una en matemáticas —dijo él—. Y es curioso lo que pasa.

Ella soltó:

—¡No, no lo es! —Remus se rió de ella y Laurel se quejó, pasando un brazo alrededor de él. Ella le sonrió, sus caras estaban tan cerca cómo el día que fueron a Hogsmeade—. Si encuentras algo divertido, la ridiculez del plan será mucho mejor.

—No, sería embarazoso —dijo él.

Sus labios sobresalieron mientras pensaba y ella asintió—Buen punto —dijo Laurel—. ¿Alguno de ellos se quejó en San Valentín?

—¿Es qué todavía...?—se calló cuando ella asintió. Remus ladeó, sonriéndole—Oh, ese es un hecho cotidiano —Laurel rió—. Me gustaría que fuera exagerado.

Laurel habló:

—Dejaron de mencionármelo cuando me hice amiga de Lily, porque James no quería que le dejara en ridículo.

—Me gustaría ver cómo lo dejas en ridículo —dijo Remus.

—La verdad es que me gustaría.

—Bueno, me gustas. Por eso empezaron con los planes.

—Lo que causó esto.

—Sí, pero creo que planearon que nos casáramos un mes después de que acabaran los planes.

—Otro buen punto.

—No lo es.

—Soy consciente, amor.

—Pero lo has negado.

—Me di cuenta. Pienso que cada uno lo es.

En ese momento, habían avanzado lo suficiente cerca para poder confundirse con los besos, si uno miraba por la ventana de la puerta del compartimento. Laurel sintió que deseara que el tren no se parase nunca — y, con esa idea, Laurel miró a Remus. Remus miró a Laurel.

Y, con eso, se besaron.

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END OF ACT ONE

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