ii. Hello, Goodbye
two hello, goodbye
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EL RESTO DE las vacaciones de Navidad se fueron suavemente. El plan de Sirius estuvo en la cabeza de Laurel todo el tiempo. Todavía no sabía por qué pensaba en eso... Si realmente no quisiera participar, habría dicho que no. Sirius lo habría aceptado. Y, sin embargo, aquí estaba.
Laurel saltó de cabeza a sus estudios. El sexto año significaba pensar en el futuro y eso, aparentemente, implicaba mucha tarea. No tenía problemas con el colegio, pero a veces lo tenía con la cantidad de trabajo que se le daba... Pero su padre la empujó a tomar tantas materias como pudiera, dejándola sin períodos para trabajar...
Los Crouch, si Laurel era ciertamente honesta, no eran los más amorosos entre ellos. Tampoco eran el tipo de familia que expresaba emociones, lo que dejaba a Laurel en una difícil encrucijada. Padres que esperaban que ella fuera la mejor y, sin embargo, si luchaba por llegar allí, no lo contarían. Pero así eran Barty y Bernice Crouch.
Si sus hijos caían de la montaña de éxito, ellos miraban al otro lado. Laurel siempre pensó que su padre amaba demasiado a su madre y a su trabajo como para amar a sus propios hijos. O, al menos, los quería cuando eran buenos. Laurel recibió montañas de atención después de los exámenes, cuando regresó con altas calificaciones. Cuando el viejo ministro hizo una visita para cenar, el verano pasado, y le dijo a Laurel que no sonriera... tanto.
—Tiene razón —le había dicho su padre, después de llevarla a la cocina para evitar que empeorara las cosas. Nada era tan importante como el Ministerio cuando se trataba de su padre. No cuando se encontraba tan cerca de convertirse en Ministro.
—Papá —ella había fruncido el ceño—, dijo que no tendría que trabajar más en mi vida, mientras sonriera, porque me veía mucho más bonita. ¿Me estás tomando el pelo? ¿Por qué lo dice?
Ella no podía recordar lo que dijo. Todo lo que sí era lo furiosa que se sentía mientras el idiota le daba consejos de carrera a sus hermanos. Obviamente, algunas mujeres se convertían en amas de casa, lo cual estaba bien. Sin embargo, para Laurel sería una ejecución directa de su libertad. Y, además, no podría soportarlo cuando la gente la minimizaba a algo bonito. Era jodidamente pecaminoso.
De todas formas.
Laurel se mantenía cerca de su madre, Bernice, que caminaba con ella y Barty Jr. hacia Kings Cross. Barty Sr. se fue a trabajar antes de que Laurel terminara el desayuno, claramente.
Barty le hablaba a Bernice sobre cuán emocionado estaba por volver al colegio. Aparentemente, disfrutaba de Defensa Contra las Artes Oscuras, pero Laurel pensaba que solo lo decía para impresionar a sus padres, haciéndoles pensar que podría convertirse en Auror o algo así. Laurel estaba callada, apretando la mitad superior de su cabello recogido. Su asignatura favorita era Estudios Muggles, cosa que sus padres despreciaban. Así que ella no lo mencionaba.
—Bien, estaba planeando en ir al callejón Diagon y conseguirle a vuestro padre algo por su cumpleaños, por lo que le compraré algo de vuestra parte también —dijo Bernice, y ambos asintieron.
—Le enviaremos una tarjeta —dijo Laurel, mirando a Barty para que él también asintiera. Secretamente esperaba que él se lo recordara. No recordaba las fechas. Cualquier otra cosa, estaba bien. ¿Pero las fechas? Imposibles.
Cuando llegaron al centro de King Cross, Laurel ya estaba por delante de Bernice y Barty, esperando encontrar a sus amigas. O a Sirius, si es que no podía encontrarlas. Para cuando al andén y comenzó a mirar, se dio cuenta de que no tenía sentido. Lo más probable es que ya estuvieran en el tren, y para cuando las viera, el tren ya se iría.
Planeaba regresar y encontrar a su familia, a quien podía distinguir entre la multitud. Se hizo a un lado para deslizarse pero, en su lugar, se topó con alguien.
Levantó la vista y encontró a Remus. Sirius, jódete.
—Uh, perdón —murmuró ella.
—No, um, fui yo, no miraba adónde iba...
—Remus, te he pisado... —ella frenó, imaginando la reacción de Sirius. Suspiró—. ¿Has visto a Roman o a Harleen?
Remus negó, después de mirar alrededor rápidamente.
—Probablemente ya estén en el tren —sugirió. Ella se dio cuenta de lo cerca que estaban, y tuvo que decirse a sí misma que era normal, que estaban alrededor de muchísima gente—, pero si no las encuentras, siempre eres bienvenida a sentarte con nosotros. Vi a Cornamenta y a Canuto entrando al tren cuando llegué.
Ella rodó los ojos.
—Sí, tal vez fueron a buscar el compartimiento que siempre quieren...
—¿El qué tiene las iniciales de Sirius en la pared?
Laurel asintió. Aún se sentía muy consciente de su cercanía mientras miraba su dulce sonrisa al hablar.
—Si no encuentro a Roman o Harleen, intentaré buscarte... Gracias, por cierto.
—Sí... no es... no es problema.
Laurel desapareció entre la gente, sintiéndose extraña. Sus labios se fruncieron mientras se abría paso entre las diversas familias, encontrando a su madre despidiéndose de su hermano. Sus amigos lo esperaban, los cuatro con caras de desprecio a juego.
Bernice abrazó a Laurel. Esta era una de las pocas veces que Laurel recibía afecto y la confundió mucho.
—Vigila a Barty —dijo Bernice—, y si algo va mal, háznoslo saber, ¿vale?
—¿Crees que papá preguntará a los Aurores sobre Aster?
Bernice se tomó un momento para responder.
—Laurel, lo entiendes, ¿no?
Laurel frunció el ceño. Su madre era de las que no parecían malvada. Laurel tenía la mirada fría de su padre, por lo que la gente suponía que era una perra... Tal vez era así. Pero el elemento sorpresa podría ser funky.
—Nos veremos pronto —le dijo Laurel.
Su familia tuvo una reacción extraña a la desaparición de Aster. Era como si sus padres pensaran que él se había ido para siempre, y esperaban que Laurel pensara lo mismo sin hablar del tema. Estaba muerto para ellos... Pero no para Laurel. Ella demostraría que él era bueno.
Mientras se movía hacia el tren, pasó a un par de primer año asegurando a sus padres que iban a escribir semanalmente, y no mensualmente como antes de Navidad. Laurel suspiró. Ni siquiera estaba segura de si obtendría ese nivel de preocupación de Barty Sr. y Bernice.
—¡Laurel! —exclamó Sirius, quien, cuando se dio vuelta, estaba al lado de Peter. Corrió hacia ella y pasó un brazo por detrás de su espalda, guiándola por el pasillo mientras Peter los seguía por detrás—. ¿No puedes encontrar a Roman y Harleen? Qué lástima. Siempre te puedes sentar con nosotros...
—Acabo de subir al tren...
—¡Entonces está dicho! —dijo Sirius, sonriendo—. Te sientas con nosotros. ¡Y podemos ver los planes para que tú y Lunático estéis juntos!
—¿Él no estará...?
—Siempre llega al último minuto, se cambia y luego nos busca. Tenemos un rato largo, no te preocupes.
—¿Cómo está Emilia? —ella trató de cambiar de tema.
—¡Nope! ¡Hoy no tocan historias de mis escapadas! —dijo Sirius, mientras le guiñaba un ojo. Peter hizo una mueca, indicando que ya las había escuchado—. Todo irá de Laurel, Lunático y el hermoso futuro que tendrán juntos. Ay, ya me lo puedo imaginar...
Laurel hizo una mueca. Una vez más, sabía que podía decir que no, pero de nuevo... No creía que quisiera. Pero siendo una Crouch, Laurel no podía expresarlo. En cambio, su labio inferior sobresalía en un puchero enojado mientras escuchaba a Sirius disculparse con Peter, quien aparentemente se quedó caminando detrás de ellos. En voz baja dijo que no le importaba.
Sirius lideró el camino hacia el compartimento, donde James ya estaba reclinado en un banco. Volvió a poner los pies en el suelo para dejar que Sirius se sentara a su lado. Su sonrisa normal estaba en su rostro.
—¡Laurel! ¡La mujer del momento!
Antes de que ella pudiera responder, James había cambiado su mirada hacia Sirius.
—¿La has visto con Lunático hace unos minutos?
Él asintió, sonriendo brillantemente.
—¿Qué es lo que pasa?
—Oh, Colagusano, sólo es una de nuestras mejores ideas —respondió Sirius.
Laurel le sonrió.
—Entonces las otras deben ser muy malas.
—Sabes, Laurel, el amor en el aire es tan emocionante que ni siquiera reconoceré tu comentario. Acepta tus sentimientos, amiga mía. No los niegues... Puedes decirlo en voz alta, si quieres —dijo, sonriendo felizmente. Laurel podría matarlo. Su padre probablemente la cubriría, considerando todas las cosas—. De todos modos. Colagusano. Vamos a matar dos pájaros de un tiro este trimestre. Porque Laurel necesita una distracción. Así que vamos a juntarla con Lunático.
—¿Cuál es el otro pájaro? —Laurel levantó una ceja.
—Tú eres el único pájaro para Lunático —dijo James, y le guiñó un ojo.
—Um... —dijo Peter—. ¿Por qué...?
—Porque su hermano desapareció, idiota —dijo Sirius.
—Como sea —dijo James, sin molestarse por el aparente olvido de Peter. Laurel olvidó que no a todos les importaba que su hermano desapareciera—. Sirius me lo contó en vacaciones, y creo que es una gran idea.
—¿Pero cuál es el otro pájaro?
—No sé, ¿acostarte con Moony? —dijo Sirius, haciendo una mueca—. Somos buenos amigos, ya sabes.
Todo lo que ella pudo hacer fue fruncir el ceño.
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Habían pasado veinte minutos desde que el viaje comenzó y los tres chicos discutían alegremente sobre un nuevo producto que Honeydukes vendía ahora, según sus sospechas. De vez en cuando, Sirius volvía a lanzar a Laurel a la conversación, presentando su plan maestro. Supuso que él sabía que, si se ella aburría lo suficiente, se iría y encontraría a sus amigas, y obviamente quería que viera a Remus en algún momento de este viaje en tren. Lo más probable es que acabara frente a él para poder presenciar el amor en el aire.
Pero llegó a este punto; Laurel, a los veintiún minutos, se puso de pie y le dijo a Sirius que iba a encontrar a sus amigas, le gustara o no.
—¡Pero Lunático!
—No voy a tener sexo en este tren —espetó. Sin embargo, Sirius estaba radiante, y rápidamente, Laurel se dio cuenta de que Remus, de hecho, había llegado y la había escuchado.
—Uh —es todo lo que dijo.
—Jesús —dijo James, en voz baja.
—No pude encontrar a mis amigas —le explicó Laurel a Remus—, pero ya me iba.
—Te puedo ayudar a buscarlas, si te parece bien... —comentó Remus. Laurel estaba de espaldas a los chicos, pero en el reflejo de las ventanas pudo distinguir a James y Sirius, ambos dándole el visto bueno a Remus.
—No tienes por qué —Laurel tragó saliva.
—No pasa nada —dijo en voz baja. Sabía que Sirius estaría en la luna con esto, pero Laurel no tenía el corazón para decirle a Remus que no. Ella pensó que era dulce... De los cuatro, era el más amable, de verdad. Siempre la escuchaba al hablar, pero de todos modos.
Remus la miró mientras caminaban por el pasillo.
—Entonces, ¿de qué...?
—No quieres saberlo —ella sacudió la cabeza.
—Ah, vale. Bueno, ¿cómo fueron las vacaciones?
—Igual que siempre. Pasamos Año Nuevo con el Ministro. Fue... muy aburrido.
Remus resopló.
—¿Y las tuyas? —preguntó ella.
Él se encogió de hombros.
—Agradables, sí. Solo mis padres y yo.
—¿En serio? ¿Tú familia no es grande?
Remus sacudió la cabeza.
—No solemos ver a mis abuelos, pero soy cercano mis padres, así que no está tan mal... ¿Has hecho la tarea de Pociones?
—¿El trabajo? Oh, sí, lo terminé en casa —dijo Laurel. En las pocas veces que los dos hablaba, normalmente era sobre el colegio, ya que es lo único tema en común—. Salió bien, aunque pensé que todos conocían la Amortentia.
—Ya —dijo Remus, sugiriendo que no todos sabían sobre Amortentia.
—La... poción de amor... —Laurel frunció el ceño.
—Ah, esa Amortentia. Dime, Laurel, ¿por qué sabes sobre pociones de amor?
Laurel lo miró y lo encontró sonriendo. Sintió que sus mejillas se enrojecían.
—Creo que deberían prohibirse. ¿No son igual que la Maldición Imperius?
Remus parecía estar disfrutando. Laurel recordó rápidamente que era, de hecho, amigo de Sirius.
—¿Pero por qué...?
Laurel dejó de caminar y se tapó la cara con las manos.
—¡Basta, Dios mío!
Él evantó las manos, una señal de derrota, pero siguió riéndose.
—Vale, vale.
—¿Tú has hecho el trabajo?
—Más o menos.
Laurel levantó una ceja.
—¿Más o menos?
—Nos dieron mucha tarea —dijo él encogiéndose de hombros—. Es difícil mantenerse al día.
—Supongo que sí —el hecho de que ella pensara lo mismo no significaba que admitiera que tuviera problemas. Oh no. Un Crouch nunca lo haría.
—Estaba pensando en ir a la biblioteca después de cenar —explicó Remus. Habían visto a las amigas de Laurel, Roman y Harleen, en un compartimento, por lo que estaban parados afuera. Laurel supuso que Remus no quería pasar tiempo con su grupo cuando el suyo probablemente esperaba ansiosamente su regreso—. Si quieres venir también...
Laurel lo miró con curiosidad.
—Suenas como Sirius. Pero vale, guárdame un asiento.
—Genial —él le sonrió.
Tenía una bonita sonrisa, ella no podía negarlo.
Cuando abrió la puerta del compartimento, Roman y Harleen estaban sentadas una al lado de la otra, esperando que ella se uniera. Obviamente la habían visto en el pasillo hablando con Remus, porque en el momento en que la puerta se cerró, Harleen empezó a hablar.
—¿Qué fue eso?
—Ah —dijo Laurel, suspirando—. Sirius... —Hizo una pausa cuando Harleen y Roman soltaron gemidos colectivos. Otra cosa que Laurel había aprendido acerca de ser su mejor amiga: no podían soportar a Sirius Black. Era un milagro que se hubieran hecho amigas de Laurel—... ha decidido emparejarme con Remus...
Roman resopló.
—Laurel Crouch, ¿interesada en alguien?
Laurel sabía la broma era real, pero no la apreció.
—Bueno, es mejor que Pettigrew—intentó animar Harleen—. O Potter.
—Laurel no es Lily —dijo Roman con un ceño—. De todas formas, ¿qué tal la Navidad? ¿La pasaste bien incluso sin Aster?
Sus amigas no tenían filtro. Lo cual era bueno a veces, porque no les importaba hablar con ella sobre Aster, sin embargo, eran bastante francas cuando decían que pensaban que era un mortífago, cosa que a Laurel no le gustaba. Su hermano no era un mortífago y, por otro lado, sus amigas pensaban que sí y sentían la necesidad de recordárselo.
—Estuvo bien... Mi padre mencionó a Aster. ¿Cómo fueron las vuestras?
Y luego Roman entró en una larga historia sobre lo que su familia estuvo haciendo. Accidentalmente, mencionó cómo se había quedado Harleen, lo que por supuesto tenía sentido, ya que las dos comenzaron a salir en verano, pero dolió un poco, sabiendo que sus amigas no la invitaron. A veces se preguntaba si solo eran amigas porque compartían dormitorio en primer año... O eso suponía. Los amigos de su padre eran funcionarios del Ministerio, y ella no creía que le gustaran tanto. Tal vez así era como debía ser.
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