i. ... In a Blue Moon
one ... in a blue moon
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ERA SEGURO DECIR que Laurel Crouch, por más que lo negara, era igual que sus hermanos. Variaban en apariencias y talentos, pero los tres eran caras diferentes de una moneda; Laurel, después de haber pasado meses analizando para ver cómo coincidía con su familia, llegó a la conclusión de que mientras sus hermanos compartían un lado de la moneda, ella estaba sola en el otro. Mientras que ellos estaban en el lado oscuro, Laurel estaba en el lado luminoso, el lado que tenía la luz rebotando hacia todos lados en vez del que tenía su luz oculta entre la superficie donde se posicionaba la moneda.
Sus hermanos no estaban en el lado oscuro porque los habían colocado en Slytherin, cuando ella había sido dirigida hacia Ravenclaw. Los Slytherins no eran malvados... Incluso si el historial de su familia como Slytherins decía lo contrario. Pero sus hermanos eran culpables de un defecto: no les importaban los mortífagos. Y tal vez Laurel estaba siendo paranoica, tal vez miraba demasiado cuando el grupo no causaba destrucción masiva, pero el punto seguía en pie. A sus hermanos, como a sus padres, no les importó. Porque no les afectaría, y ellos lo sabían, así que no era su preocupación.
Incluso ahora, con su hermano mayor Aster desaparecido desde agosto, sus padres se negaron a reconocer la situación. Todo el ministerio hizo lo mismo; Aster Crouch había desaparecido, y si no estaba muerto o era un mortífago, debían haberlo secuestrado. Pero todo fue olvidado. Dentro de dos años, su padre se postulaba para ministro, imagina lo rápido que actuarían si su hijo estuviera asociado con mortífagos. Claro, no lastimaba a muchos, pero las noticias de muggles muertos surgían lo suficiente como para que fuera una leve preocupación.
Otra cosa para separarlos de las caras de la moneda eran sus maneras para descifrar las situaciones. Laurel, casi siempre una genio, separaba las cosas, como alguien disecando un corazón. Se quedaba con la información y después buscaba más sobre el tema, para luego quedarse con conocimientos que podrían ser útiles.
Aster y Barty, por otro lado, miraban la situación como si fuera un juego arcade muggle. Aparecían dos cuadros en la pantalla pixelada, las mismas dos opciones. ¿Luchar o huir? Siempre hubo un nivel de debate para Laurel, siempre el peso de las consecuencias. Sus hermanos eligieron lo que mejor se ajustaba en ese momento con rapidez.
Aún tenía que decidir si la desaparición de su hermano se basaba en el hecho de huir o pelear. El día que Aster desapareció y llamaron a los Aurores, Laurel se quedó en la habitación de Aster, en un clamado intento de encontrar información. Le tomó tiempo ponerse emocional respecto, porque se había convencido de que encontraría una pista, o algo así, que sugiriera su paradero... No fue así. Pero, eso era lo que pasaba con Laurel Crouch: las emociones llegaban después.
Llámalo un regalo, una maldición, un efecto secundario de ser la hija de su padre, pero aquí era ella. Incapaz de llorar por su hermano y, sin embargo, centrarse intensamente en encontrarlo.
El único problema era que su familia no había seguido sus pasos.
Laurel se negó a creer que era un mortífago. Lógicamente tenía sentido si se lo hubieran llevado, estaba segura de que el hijo de un político sería una buena herramienta de negociación, pero no había forma de que su hermano se hubiera unido...
Y así, la habilidad de Laurel para someterse a algo sin descanso ahora parecía ser útil. Los primeros cuatro meses de su sexto año se dedicaron a desentrañar el misterio de Aster Crouch, que resultó ser particularmente difícil.
La primera cosa que revisó fue su diario. Solía esconderlo detrás de sus viejos libros de texto, para que su madre no lo encontrara. Pero cuando Laurel lo leyó, no fue de mucha utilidad. Lo único que encontró fueron las escapadas sexuales de su hermano después de Hogwarts, algo que realmente no quería saber.
La segunda cosa que chequeó fue un mapa colgado de la pared. La tercera fue su papelera, donde recibió una carta de su amigo. Su billetera, su armario, sus cajones, tratando de averiguar si se había llevado algo importante. Pero no había nada. Estaba tan desesperada que revisó la biblioteca del colegio para ver qué libros había sacado, lo que por supuesto no fue de ayuda. Fue enloquecedor.
—Sabes, Laurel —dijo una voz familiar—, si te tomara tanto tiempo darte cuenta de que estoy en la puerta, habría hecho mi entrada más ruidosa.
Laurel salió de su aturdimiento, saltando sobre sus pies. Tenía un libro en su regazo— 'La Juguetería Mágico', porque aparentemente solo le gustaban los chicos ficticios—, pero pronto lo apartó, mientras envolvía sus brazos alrededor de Sirius. La diferencia de altura significaba que Laurel tenía la mitad de la cara presionada contra el pecho de Sirius.
—Estaba distraída —musitó Laurel, poniéndose a un costado para que Sirius entrara. Dejó la puerta abierta; era una regla de su padre. Que Dios perdonara a su hija, una adolescente, por pensar en el sexo.
Antes de que Sirius se sentara, caminó hacia el escritorio, con varios trozos de pergamino esparcidos por la superficie. Sus cejas se alzaron y las de Laurel se fruncieron. Nunca le gustó cómo Laurel se... consumía por todo esto.
—Te quiero, Laurel, y es genial que quieras ayudar a tu hermano, pero realmente necesitas parar.
—¡Nadie más intenta encontrarlo! ¿Qué quieres que haga? ¿Esperar a que el Ministerio haga algo bien por una vez?
—Eso no significa que debas pasar todo tu tiempo en esto... —él dijo, señalando el pergamino sobre el escritorio y que estaba apilado en la parte superior de su baúl.
Laurel estuvo de acuerdo, pero su hermano significaba más que su tiempo libre.
—Pero nadie más lo hará.
Sirius tardó un minuto en responder.
—Todo es una mierda, qué puedo decir —cruzó las piernas sobre su cama. Ella estaba apoyada contra su escritorio, pero cuando él se puso cómodo, se dejó caer en su silla—. Creo que deberíamos hablar de otra cosa, para distraerte...
Sus ojos se entrecerraron.
—¿Como que?
Durante las últimas semanas, Sirius había estado sugiriendo esto. Necesitas algo para olvidarte de todo. Todavía no le había dicho qué, y parte de ella pensaba que aún no había pensado en algo. Pero seguía sacando el tema, lo que empezaba a ser molesto. Al menos si supiera lo que iba a decir, podría encontrar una manera de evitarlo.
—¿Te he hablado de Emilia? —dijo Sirius, con una sonrisa.
Laurel abrió mucho los ojos.
—¿Salvatore?
Emilia Salvatore, la chica en cuestión, resultó ser una Hufflepuff en su año. Era muy bonita, para ser honestos, y era el tipo de persona que iluminaba cada sala a la que entraban. Lo contrario de Laurel, más o menos... Pero la cosa era que Emilia era de oro. A Laurel le resultaba extraño escuchar a su rebelde mejor amigo hablar de ella sí. Sonaba como si fueran... ¿amigos?
—Su familia vive en el mismo pueblo que Cornamenta —explicó. La Navidad pasada, Sirius abandonó a su familia y se mudó con James Potter. Laurel lo ha visitado desde entonces, incluso si hubiera sido un poco incómodo, considerando que apenas conocía a James... O a Remus y Peter, la otra mitad del cuarteto... y eso que siempre estaban juntos.
Sin embargo, a menudo, Sirius arrastraba a Laurel, especialmente cuando quería probar algo. Parecía creer que ella era la mejor opción para una biblioteca, lo que tenía algo de verdad, pero el punto seguía en pie. Si Sirius estaba allí, queriendo demostrar que tenía razón, involucraría a Laurel.
Por ejemplo.
SIRIUS: Sería posible hacer un mapa viviente del colegio, ¿verdad? Con los encantamientos correctos.
LAUREL: Pues, hablando técnicamente, sí, pero tomaría más que una tarde en hacerlo. [En este punto, notó que James, Remus y Peter estaban cerca de Sirius. James parecía entusiasmado mientras que Laurel fruncía.] ¿Puedo saber por qué?
SIRIUS: Depende. Tendría que matarte.
LAUREL: [Alejándose.] Oh, que desgracia.
Hubo unas cuantas veces en las que Sirius había sido lo suficientemente flojo como para preguntarle a Remus Lupin. La mayoría era para saber si un encantamiento estaba en cierto libro, lo que causaba a Laurel responder amablemente a Remus y girar a Sirius con una mirada y decir: "¡Hey, Princesa! ¿Me veo como la maldita bibliotecaria?"
(La respuesta siempre era no, ella se veía como el Príncipe Laurel.)
De todos modos. La expresión de su rostro, ante la mención de Emilia Salvatore, hizo que Laurel sonriera. Era lindo.
—Creo que es mona y que estamos en la misma onda, así que veremos a dónde va.
—Oh, Dios mío —dijo ella—. Que dulce.
Sirius puso los ojos en blanco, pero terminó sonriendo.
—Para.
—Espera —dijo Laurel—. ¿Significa que ya no tengo que ser tu novia fingida? Porque sería increíble.
—Creo que sí —dijo Sirius, mientras comenzaba a sonreír—. Odio besar y contar, pero no fui tan fiel.
—Los niños van a decepcionarse —ella dijo, sacudiendo la cabeza. Comenzó a reírse, y agregó—: Me quedaré la custodia, que lo sepas... Considerando que ni siquiera sabes qué es un microondas... —él frunció el ceño, porque no lo sabía. Pero, una vez más, el interés de Sirius en los muggles terminaba en la música, mientras que el de Laurel lo consumía todo.
Ella frunció el ceño ligeramente y, a un lado, agregó:
—Ojalá tuviera novio, mierda...
El último comentario lo hizo callar, como si hubiera sido motivo de reflexión. Y Laurel, sabiendo hacia dónde iba la mente de Sirius, hizo una mueca.
—Ignora eso.
—¿Has oído algo sobre Aster? —preguntó Sirius.
Ella negó.
—Oh —dijo Sirius.
—El Ministerio no hará nada. No hacen nada con los mortífagos y, sin embargo, piensan que son lo suficientemente malos como para mantener esto en silencio... Es muy frustrante.
Sirius lucía como si fuera a abrazarla si ella estuviera más cerca. Terminó inclinándose y poniendo su mano sobre su rodilla, como señal de consuelo, y ella sonrió débilmente. Era seguro decir que eran cercanos. Siempre lo fueron. Prácticamente se criaron juntos, hasta el punto de que cada Halloween se vestía de princesa y otro de príncipe. Y para sorpresa de sus padres, ninguno se decepcionó cuando los clasificaron en diferentes casas... Sin que ellos lo supieran, tanto Laurel como Sirius, a la edad de once años, habían decidido el mismo destino: realmente no querían estar en Slytherin. Estuvieron en la luna entraron en en Ravenclaw y Gryffindor. Ayudó a separar el vínculo de sus apellidos y el significado que venía con ellos.
—¿Sabes qué, Laurel? —preguntó Sirius—. Necesitamos una manera de quitarte de la cabeza todo este asunto de tu hermano.
Ella frunció.
—Ya lo has mencionado.
—Creo que necesitas a alguien.
Laurel alzó una ceja.
—¿Alguien?
—¡Alguien! —repitió Sirius con una sonrisa.
—¿Quién?
Sirius frunció.
—A lo mejor debo guardarlo como una sorpresa para el cole...
—Sirius, lo juro por Merlín...
—Lunático.
Ella levantó las cejas. La emoción de Sirius seguía en su cara.
—Remus Lupin. Laurel Crouch. La pareja perfecta.
—Sí, no.
—¡Vamos! Él es muy amable y bastante guapo —dijo Sirius. Ella no comentó—. Tú misma lo has dicho. Quieres un novio. Y Lunático es el mejor chico que conozco... Dale una oportunidad.
Ella lo miró por un momento. Sirius Black resultaba ser bastante bueno en la persuasión. Echadle la culpa a la molestia, o al posible carisma, pero podría abrirse paso a través de las cosas si quisiera. Y Laurel no tenía ninguna razón para decir que no, en realidad... Parte de ella no podía evitar pensar que no sería lo peor.
—Te odio, y está bien.
—No te arrepentirás, lo prometo.
—Ya lo estoy haciendo.
Sirius sonrió y puso una mano en su corazón.
—Yo, Sirius Black, prometo ayudar a mi mejor amiga a conseguir la atención de uno de mis mejores amigos.
Ella siguió mostrándose desinteresada.
—¿Te das cuenta de que no me gusta?
Él le sonrió con picardía, en una manera que decía sólo debes esperar.
—Eso está en proceso.
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