Like you do...
Siempre había odiado los días lluviosos.
Son sombríos, húmedos, y hacían que me doliera más el corazón.
Jamás había conocido a alguien que odiara la lluvia tanto como yo.
Desde el primer momento nuestras miradas se conectaron intensamente por un corto periodo, sólo por un efímero instante...que cuando dejaron de hacerlo fue difícil saber que ya no era así. Eso abrió paso a todo; un simple cruce de miradas confidentes que reflejaban la profundidad del dinamismo mismo.
A veces, el silencio en una habitación hacía que hubiera más ruido en mi cabeza, porque cuando todos se iban yo misma comenzaba a torturarme.
Unos días me daban ganas de correr, pero no sabia con exactitud hacia dónde. Otros sólo quería cubrirme los ojos,
pero aún cerrándolos, puedo verlo todo.
A veces solía taparme los oídos, pero el ruido sólo se hacía más fuerte.
Así que sólo me quedaba esconderme, siempre terminaba huyendo. Era lo único que sabía hacer bien.
Si acordamos mudarnos juntos a mediados de noviembre, a sólo seis meses de conocernos, fue sólo por un motivo, tan parecido como atractivo a pesar de ser dos personas completamente independientes: El Amor que nos teníamos.
Con él a mi lado, nadie más tenía porque hacerme daño, conmigo me bastaba, no había quien hiriese mi autoestima mencionando mis puntos débiles, sólo yo los lanzaba a diestra y siniestra con todo lo que sé que me iba doler.
Me temblaba la espalda cada vez que me tocaba. Mi pelea constante donde no quería dañarme siendo mi único enemigo, llegaba a su final cuando me miraba a los ojos, sonreía y susurraba con esa dulzura traspasando sus ojos:
—Jamás podría cansarme de esto.
Señalándome completa.
Eso me intoxicaba, me encerraba en una fiesta sin salida de emergencia...y es ahí donde me permitía dejar de pensar por una vez.
Pero entonces llegaba la noche, y me volvía a atacar. Me daba miedo tener miedo, me daba miedo no saber como parar.
Entonces lo decidí.
Y...sentada en la parte trasera de un auto negro, conduciendo hacia la oscuridad, dejando ver carteleras y luces de color azul. No llaves. Todo lo que llevo conmigo son mis tarjetas de crédito con los Beatles de fondo, apagando mi teléfono cada vez que una llamada suya me llega.
Con un solo suceso reciente rodeando mi cabeza. Qué no hace más que romperme en mil pedazos.
—Cada vez que me enamoro, lo arruino. Cuando todo está bien, voy y lo arruino—susurre cerca de su oído, mientras lo observó dormir. Acaricio su negro cabello ébano con cuidado.
El no me escucha, su respiración es tranquila, su sueño es profundo. Pasó a acariciar su mejilla con miedo a lastimarlo. Con miedo de despertarlo y arruinar todo mi plan. No podía enfrentarlo. No era nadie para decirle adiós.
—Tú...me hiciste sentir que soy alguien por primera vez, porque soy alguien para ti. Me hiciste sentir importante, porque sé que te importo. Pero Jeon, el mundo es tan grande y yo soy tan pequeña.
El nudo en mi garganta se siente, pero estaba demasiado triste como para llorar, sabía que era una culminare cobarde, pero no sabía que tanto.
—Convertimos este lugar en nuestro hogar. Pero no puedo evitar sentirme sola. Y ahora se...que debo romperte el corazón para sentirme bien conmigo misma. Supongo que el amor que compartiste conmigo, no me basto para cambiar.
Me había ido. Lo había dejado a la mitad de la noche, mientras dormía. Lloraba mientras imaginaba la expresión de su rostro al despertar y ver qué me había ido.
Hice todas las cosas de mierda que dije que nunca haría. Le había dado todo, y ahora renunciaba a él.
No lo había visto desde entonces.
Había pasado de ser alguien a quien abrazaba cuando se sentía solo, pase de ser alguien a quien llamaba su único amor, pase de ser alguien a quien amaba, a ser...alguien que odia.
Pero; ¿No es eso gracioso?
Aún sabiendo que terminaría así por culpa mía...lo haría de nuevo.
Huir.
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