Faustus El Heredero De Stone Mage
Faustus llegó a la muralla dónde descubrió como un grupo de guerreros picoteaban el cadáver de Nadia aún después de estar completamente cubierta por flechas, está imagen lo dejo tieso, era una escena cruda sin la menor respeto por la niña, su corazón que solía intentar tener apartado en las misiones ante las difíciles situaciones en estos casos, pero le era imposible permitir tal ofensa ante el cuerpo de aquella niña, los hombres del muro gritaron alertando al grupo, incluso a los altos mandos.
—¡Un mago! ¡Un mago! ¡Prepárense para el ataque! — se escuchaba como todos se ponían en marcha listos para atacar, haciendo sonar sus cuernos de batalla.
El mago estaba absorto bajo la crueldad sometida a la niña, el temblaba no deseaba ese resultado, incluso pensaba que todo era su culpa.
—¡No! ¡No! ¡Yo pude hacer algo! ¡Si tan solo hubiera ido aquí en lugar de perder el tiempo con Thomas..! — el mago lloraba mientras avanzaba al encuentro con el cadáver de Nadia — ¡Fui un tonto! ¡Un mero imbécil por creer que algo bueno saldría de confrontar a tu maestro!
—Mírelo señor, está sumido en la pena, no parece capaz de defenderse — señaló uno de los guardias quien tomaba una lanza — déjeme librarlo de su miseria.
—Hazlo, no quiero ver a este lamentable hombre — le permitió su encargado sin querer darle tanta importancia.
El hombre entonces atacó con la lanza apuntando al cuello del mago, pero el arma larga no llegaba fue detenida de forma abrupta por algo del lado opuesto, al mirar el lado sin filo vio como la tierra se aferraba de forma antinatural al arma. La mano del mago que sostenía el fémur adornado irradiaba un brillo alertando a los hombres quienes atacaron sin importarles la vida de su compañero en medio, haciéndoles caer una lluvia de flechas.
—¡No! ¡No alto! —les grito el guardia siendo ya demasiado tarde, la ráfaga mortal estaba sobre ellos.
La tierra se alzó sobre ellos formando una barricada así pudiendo protegerlos de las flechas.
—¿Sabes lo que ocurrió allá dentro? — el mago le pregunto sin mostrar su rostro, pero liberaba un aura peligrosa, dejándole en claro que una negativa o una mentira le conducirían a la muerte.
—La secta de la Dios de la piedad, ellos vinieron a hablar con nuestro señor y enseguida accedió apoyar su meta — hablo casi automáticamente, el miedo en su voz era palpable.
—Ya veo — respondió levantando aquel objeto peculiar, así logrando que la tierra se retorciera y extendiera por el cielo.
—Debe estar bromeando, solo es un farol ¿verdad? — le pregunto el guardia asustado hasta la médula al ver cómo estaba por dar un golpe mortal a la ciudadela amurallada, una que nunca en su historia se había topado, la expresión del mago era la de un hombre profundamente herido, pero a la vez que él lo veía noto una peculiaridad en su mejilla, lucía petrificada, como si su piel se convirtiera en piedra.
—Ella era una niña y ustedes.. ¡Ustedes la mataron! — al gritar el brazo de piedra se desplomó sobre la ciudadela sin ninguna clase de reparo.
—Esto es a lo que le temen los hombres de la secta, a estos seres casi divinos, ellos que sienten que lo tienen todo para hacer su voluntad y no ven en las consecuencias de sus propios actos — pensó mientras era testigo de como se venía abajo la estructura formada por el mago.
El brazo colapso antes de siquiera poder herir a la ciudadela, pero esto no era a causa de Faustus quien estaba dispuesto a tomar las vidas de los pobladores, de entre el polvo apareció una bruma blanca y un gigantesco ojo se abrió, de entre la densa neblina salieron tentáculos y en la muralla Gilffher quien portaba su espada en su único brazo. Los maestros aparecían para hacerle frente al mago, ambos estaban deseosos de conseguir una victoria para su causa.
—¡Eso está bien! ¡Me haré cargo de ambos! — vocifero el mago quien mandó a su golem de batalla, aquel con el que Bhoris y Gilffher tuvieron que lidiar sin mucho éxito, el mago incluso le mando apoyo con tres golems simples y seis pilares enormes de piedra se levantaron para hacerle frente al extraño ojo.
Los guardias atacaron al que consideraban un aliado del mago, desconociendo su inmortalidad, las flechas volvieron a volar ahora en su dirección, eran tantas que incluso llegaron a alojarse en las pequeñas áreas expuestas, aún así vieron como seguía su camino sin ningún vestigio de dolor, algo que hizo temer a los guerreros de la muralla.
—¡Apunten al mago, el controla al golem de otra manera será una perdida tiempo! — Gilffher les instruía a los guerreros, para luego unirse a la primera línea de la batalla — maestro le dejo a cargo de estos hombres, úselos como mejor le plazca.
Gilffher llegó al suelo con la mitad inferior transformada ya en bestia, rompiendo su nueva ropa en el proceso, su presencia fue rápidamente percibida por el mago quien sin mediar levantó el suelo delante del maestro maldecido para aplastarlo contra la imponente pared, pero sus sentidos eran más agudos siéndole fácil evitar la trampa, el estaba a un ritmo mayor, picos de piedra se alzaban para empalar a la bestia al terminar de escalar la elevación hecha por Faustus, al caer de la elevación el resto de su cuerpo se convertía por completo en la bestia felina y con ello su equilibrio se vio superior evadiendo las estacas con una inusual torcedura de su propio torso, sus bigotes le eran su guía para evitar un daño crítico.
—Es demasiado ágil para ser acribillado por mi magia — concluía el mago quien no salía de su protección de piedras al ser agobiado por un asedio constante por las flechas.
Diez columnas de piedra salieron de los alrededores de la ciudadela amurallada, estos ignoraron a la entidad de un ojo y fueron sobre el recinto desprovisto de protección contra esa clase de amenazas, las extremidades del maestro renacido fueron a proteger la ciudadela dándole la espalda al mago quien no dudo en arrojar a su centinela de roca, quien con ambas armas en mano se disponía atravesar a su adversario, cuando lo restante del maestro se dio cuenta de la amenaza era tarde el golem definitivo de Faustus atravesó con facilidad debido a su suavidad, el títere de roca quedó cubierto de un líquido morado, los alaridos de la enorme criatura resonaron por toda la ciudad, poco a poco el maestro de la voluntad se achicaba para mantenerse con vida. Las flechas impactaban contra el golem imbatible, todas se rompían al hacer contacto contra el cadáver maldecido.
—¡Que alguien traiga las ballestas! ¡Preparen las catapultas! — ordenaba uno de los soldados bajo la voluntad del maestro herido.
La locura reino en la cima de la muralla al caer el golem, al estar arrodillado sumido en el suelo dos hombres con hachas se dispusieron a librarse del imparable arma viviente, una de las hachas golpeo de lleno la armadura, más claramente el pecho con la esperanza que sucumbiera ante el filo de su hacha, pero solo logro que su propia arma se fracturara. El otro optó por una opción con mayor probabilidad, cortarle un brazo para limitar su habilidad de combate, antes de siquiera terminar su movimiento ve como los grabados de la armadura de su enemigo resplandece, alarmando al guerrero.
—Al estar lo suficientemente lejos de mi se desactiva la magia que mantiene en cautiverio al atroz virus, aquel con el que se decidió castigar a Stone Mage — reveló Faustus al notar como la luz señalaba el inicio de un acto temible para todos los residentes de la ciudadela.
Tres segundos luego de la exposición al virus alojado en la armadura las personas se retorcían al tener la piel quemada, parecía cera al estar expuesta al agobiante sol, la agonía de los guerreros alarmó al maestro que reposaba intentando sobreponerse a la fatal herida. Gritos y personas corriendo lejos del ambiente tóxico que liberaba Stone Mage, los habitantes con menor suerte partían de allí con grotescas ampollas en la piel pero al dar unos cuantos pasos caían muertos.
—Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento — repetía el golem musitando sin final alguno al contemplar la calamidad provocada por su sola presencia.
Muchos hombres cansados de la agonía saltaban al vacío para encontrar un alivio a su sufrimiento, el asalto al mago se vio interrumpido ante la inesperada maldición desatada, pocos eran los guerreros que se acercaban a entablar un combate, las flechas eran ineficaces principalmente por la densa bruma liberada por el golem e incluso los guerreros desconocían un método para infringirle daño, por lo cual permanecían a una distancia prudente para evitar caer bajo los efectos de la toxina.
Debilitado en la calle estaba el maestro Celeassar quien con su nueva forma de lamentaba por su herida, culpandola a está por estar tumbado y a si mismo por ser tan negligente al permitir ser herido.
—No puedo dejarme vencer así de simple, soy la encarnación de la voluntad, yo superó toda adversidad — se repetía volviendo a flotar para ir al campo de batalla.
Un debilitado ojo resplandeció con fuerza impregnando a los hombres con la fuerza necesaria para hacerse valer contra su oponente, eran parte del maestro de la secta y como los perros negros del grupo se arrojaron sobre su adversario sin temor a resultar heridos gracias al don recibido. Muchos de estos renovados hombres se le treparon para retirarle parte de la armadura y hacer más fácil su asesinato, pero aún empleando sus fuerzas no lograba sacárselas, solo uno de ellos tuvo suerte con su cometido al retirarle el casco, todos se aterraron al ver su rostro o lo que quedaba de este, la maldición parecía estar en su cuerpo, su piel burbujeaba, sus músculos faciales eran visibles, pero no tenía una pigmentación normal, parecía un cadáver alguien que murió hace años.
—¡Ese mago no es normal! ¡Está loco! ¡Teniendo a un muerto como un instrumento! ¡Los muertos tienen derecho a descansar! — exclamó el maestro quien se mantenía a una distancia segura de la batalla — no me extraña que no pudiera controlarlo.
El renovado maestro era capaz de saber lo que sus heraldos fueran testigos, una ventaja estratégica, pero a cambio perdió tres extremidades y su herida volvía a gotear.
—¡Maten al mago! ¡No pierdan tiempo en su juguete! — reclamo al sentir el precio dado por tener una oportunidad — no dejaré que me humille una segunda vez.
Sus esbirros soltaron al ser de ultratumba molestos al no poder terminar con su deseo, el instante en que se despejaban de su molestia tres de los nueve guerreros perdieron parte de la cabeza en un movimiento fugaz, las espadas quedaron estropeadas tras esto, ya que no solo tuvo que cortar el cráneo sino también sus cascos, el títere tiro sus armas para irse a un ataque cuerpo a cuerpo con los demás, su osadía lleno de temor a sus adversarios dos de ellos perdieron su gracia recién recibida y perecieron ante la atmósfera nociva proporcionada por el golem. Sus torcidos cuerpos sirvieron de ejemplo para sus compañeros, quienes guiándose por la orden pasaron por alto las acciones del muerto, con un salto rebosante de fe fueron al otro lado de la muralla sin daños por la estrepitosa caída, uno de los guerreros fue empalado por varias estacas de piedra, levantándolo del suelo y llenando de dolor sus últimos instantes, con unos espasmos abandono este mundo, los últimos tres evadían toda estructura que se levantará del piso, tarea complicada por el polvo levantado, uno de ellos eludió el filo de las múltiples rocas arrojadas en su dirección, pero se dio de lleno en la cabeza contra una pared recién alzada, su confusa visión pudo ver a un golem flotante quien se disponía a dispararle a quemarropa, de forma inesperada sale volando contra otra de las estructuras bélicas de Faustus gracias a la intervención de Gilffher.
—¡Síganme! ¡Con ustedes podremos liquidar al mago!
El pequeño grupo se reunía para dar un último golpe en un terreno altamente ventajoso para su oponente, para su mala fortuna apareció el golem definitivo de Faustus interponiéndose en su meta.
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