Bajo las luces de la competencia


En un campo de fútbol iluminado por las luces frías de la noche, la tensión se palpaba en el aire. Cada pase, cada movimiento, cada respiración parecía ser vital. El Blue Lock era un lugar donde solo los mejores podían sobrevivir, donde la presión de ser el número uno no solo venía de los otros, sino también de uno mismo. En ese entorno tan brutal, Alice, una joven talentosa, había llegado con una meta clara: superar sus propios límites.

Alice no era parte de Blue Lock, pero el torneo de selecciones había comenzado, y aunque no estaba dentro del programa, su nombre empezaba a resonar. Había entrenado durante años, pero el sueño de representar a Japón en el mundial era algo que la había perseguido durante mucho tiempo. En su camino había cruzado con muchos jugadores, pero uno en particular llamó su atención.... Sae Itoshi, un talento prodigioso y, sin duda, uno de los jugadores más prometedores del Blue Lock.

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Alice había llegado al estadio con la intención de observar. No solo por curiosidad, sino porque había un juego de selecciones entre los mejores futbolistas de Blue Lock y algunos jugadores externos. Ella había recibido una invitación especial para presenciar el entrenamiento. Su objetivo era claro: estudiar a los mejores, entender sus movimientos, y tal vez, aprender algo que la ayudara a avanzar en su carrera.

Cuando Alice llegó, su mirada se fijó en él, en Sae Itoshi. Alto, de cabello corto y oscuro, con un aire arrogante que solo aquellos con un talento impresionante podían permitirse. La manera en que se movía, su control del balón, su visión del juego, todo parecía estar en otro nivel.

Sae Itoshi no era simplemente un buen jugador; él tenía una presencia magnética. Cada vez que tocaba el balón, el mundo parecía detenerse por un segundo, como si todo el estadio se inclinara hacia él en un acto de adoración silenciosa. Alice, aunque cautivada, también sentía una mezcla de admiración y desafío. Sabía que solo podía mejorar si se enfrentaba a alguien como él.

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Durante el descanso, Alice se acercó al campo de entrenamiento donde Sae estaba conversando con algunos de sus compañeros. No podía dejar pasar la oportunidad de hablar con él, aunque su corazón latía con fuerza por la incertidumbre de cómo sería recibida.

"Sae Itoshi, ¿verdad?" —dijo Alice, aproximándose con confianza. Su voz, aunque tranquila, estaba teñida de una emoción que no podía ocultar.

Sae levantó la mirada, observando a la chica que acababa de interrumpir su conversación. Una sonrisa pequeña apareció en su rostro, casi condescendiente.

"¿Y tú quién eres?" —preguntó, con un tono indiferente, como si no le importara demasiado.

"Soy Alice, una jugadora que también busca llegar al más alto nivel. Vi tus partidos, y... no sé si soy la mejor para decirlo, pero... tienes un talento increíble. Me gustaría saber cómo llegaste a ser tan bueno."

Sae lo pensó por un momento, observando a Alice con una mirada calculadora. No era común que alguien le hiciera un comentario tan directo y sincero. Después de un breve silencio, habló, pero con la misma arrogancia que siempre lo caracterizaba.

"Soy un genio. El fútbol está en mis venas. No es solo cuestión de entrenamiento, es cuestión de tener esa mentalidad ganadora que otros no tienen. Si quieres aprender, entonces solo sigue mi ejemplo."

Alice no se desanimó. Sabía que las palabras de Sae eran arrogantes, pero también entendía que su confianza no era infundada. Ella también había sentido esa misma presión y esa misma determinación dentro de sí misma.

"¿Es eso todo lo que necesitas? ¿Solo confianza?" —preguntó Alice, desafiante. —"Porque para mí, el talento no lo es todo. La pasión, el sacrificio, y la resiliencia son lo que realmente te define."

Sae la miró con una expresión que reflejaba tanto curiosidad como desdén. No estaba acostumbrado a que alguien le hablara de esa manera, especialmente no una chica. Pero algo en su actitud le resultó interesante. En un mundo donde todos se rendían ante él, Alice era diferente.

"¿Pasión? Eso es para los que no tienen el talento suficiente. Yo no necesito 'pasión', necesito resultados. Y los resultados, Alice, vienen cuando eres el mejor."

Alice sonrió, sabiendo que ese enfrentamiento verbal era solo el comienzo. No le importaba la arrogancia de Sae, porque ella también creía en la importancia de la mentalidad. Sin embargo, no podía dejar que él pensara que solo el talento podía llevarte lejos. En su corazón, Alice sabía que el verdadero reto no era solo superar a los demás, sino superarse a sí misma.

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El tiempo pasó, y el destino les dio la oportunidad de enfrentarse en el campo. Durante un partido clave, Blue Lock y el equipo de jugadores externos se enfrentaban en un amistoso. Alice había sido seleccionada para jugar con los externos, y Sae, por supuesto, estaba en el equipo de Blue Lock.

Desde el primer minuto, el partido fue una batalla de egos. Sae Itoshi, con su dominio del balón, manejaba el juego con una calma inquietante, mientras Alice, aunque menos experimentada que él en cuanto a los juegos de élite, ponía todo su esfuerzo en cada jugada.

El primer gol de Sae llegó rápido, un disparo espectacular desde fuera del área que dejó sin opciones al portero. Alice, que se encontraba observando desde el centro del campo, no pudo evitar sentir una mezcla de admiración y una creciente necesidad de demostrar que ella también podía brillar.

Pero no fue solo el gol de Sae lo que cambió el curso del partido. A medida que avanzaba el tiempo, Alice comenzó a leer mejor el juego, a anticipar las jugadas. De repente, en un contraataque, se vio cara a cara con Sae. Ambos se encontraron en un duelo directo, con el balón en sus pies y una multitud de pensamientos cruzando por sus mentes.

Sae, con una sonrisa arrogante, le pasó el balón a su compañero más cercano, seguro de que ella no podría hacer nada. Pero Alice, con una velocidad inesperada, cortó la jugada y tomó el balón. Lo controló con una precisión casi perfecta, y luego lanzó un disparo imparable que sorprendió a todos, incluyendo a Sae, quien vio cómo el balón se colaba en la esquina superior de la portería.

Fue un gol espectacular, uno que le dio a Alice el respeto que se merecía. Sae se quedó en silencio por un momento, observando a la chica que había superado su propia arrogancia. De repente, algo cambió en él. Por primera vez, no sintió que el fútbol era solo su reino. Había algo en Alice que lo había retado.

Después del partido, mientras caminaban hacia los vestuarios, Sae se acercó a Alice.

"No estaba mal para una jugadora externa... No esperaba que tuvieras esa clase de agallas. Me has sorprendido."

Alice, con una sonrisa orgullosa pero tranquila, respondió:

"Y tú a mí. Tal vez tengas el talento, Sae Itoshi, pero no olvides que la competencia está en todos lados. No solo en Blue Lock."

Sae sonrió ligeramente, un gesto que mostraba, por primera vez, una genuina admiración.

"Lo tomaré en cuenta. Nos vemos en la próxima, Alice."

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La noche después del amistoso, Alice no podía dormir. Se encontraba en su habitación del hotel, dando vueltas sobre la pequeña cama, con la mente revuelta por lo sucedido en el campo de fútbol. El gol que había marcado contra Blue Lock había sido un hito importante para ella, pero lo que realmente había dejado huella era el encuentro con Sae Itoshi. El chico que parecía ser inalcanzable, con su arrogancia y su talento impresionante, ahora parecía, de alguna manera, cercano.

Alice había sentido esa chispa de algo más que competencia, algo que no podía identificar con claridad. ¿Era admiración? ¿Desafío? ¿O algo más profundo? Sus pensamientos estaban más confusos que nunca. Pero lo que sí sabía es que, a pesar de la actitud altiva de Sae, había algo en él que la atraía. No solo su talento, sino también esa actitud de alguien que estaba dispuesto a arriesgarlo todo por el triunfo.

Al día siguiente, en el desayuno del hotel, Alice se encontraba sentada junto a un grupo de jugadores, pero su mente estaba lejos. Su mirada recorría la sala en busca de alguien. Y ahí estaba él, en la esquina, mirando su teléfono, como si estuviera completamente aislado del mundo que lo rodeaba. Sae Itoshi.

Sin pensarlo demasiado, Alice se levantó de su silla y se acercó a él. No podía negar que había algo que la impulsaba a buscarlo. Tal vez solo para aclarar lo que había sucedido en el campo, o tal vez, por la curiosidad que sentía hacia él.

"¿Sae?" —dijo, algo nerviosa, pero decidida.

Sae levantó la cabeza, la mirada tranquila pero inquisitiva, como si hubiera estado esperando que alguien se le acercara, aunque no mostrara emoción alguna.

"¿Qué quieres, Alice?" —respondió sin mucho interés, aunque su tono no era grosero.

Alice se sentó frente a él sin dudarlo. No sabía por qué había tomado esa decisión, pero en su interior sentía que debía hacerlo. Las palabras que había dicho el día anterior aún resonaban en su mente: "Nos vemos en la próxima, Alice". Algo en ese "nos vemos" le daba la sensación de que no era solo un cumplido vacío.

"¿Por qué lo haces? ¿Por qué actúas como si no te importara nada más que ganar?" —preguntó Alice, sin rodeos. Ella lo miraba a los ojos, intentando leer algo más allá de su fachada.

Sae la observó por un momento, y, por primera vez desde que se conocieron, sus ojos mostraron una ligera incomodidad. Desvió la mirada, no porque no quisiera responder, sino porque algo en la pregunta lo había tocado más de lo que quería admitir.

"Porque si no lo hago, me quedo atrás. Porque sé lo que soy capaz de hacer, y no voy a permitir que nadie me arrebate ese puesto." —Su voz, aunque firme, contenía una nota de vulnerabilidad que Alice no había esperado encontrar.

Alice lo miró fijamente, sintiendo una extraña compasión por él. Sabía que Sae Itoshi, bajo esa fachada de arrogancia, llevaba una carga pesada, una responsabilidad que tal vez solo él entendía. Pero también sabía que había algo más en él. No solo quería ser el mejor, también lo necesitaba. Y esa necesidad lo hacía mucho más humano de lo que él pensaba.

"Eso suena como si tuvieras miedo de perderlo todo," —dijo Alice, su tono suave pero directo. —"El miedo de que alguien te supere, ¿verdad?"

Sae la miró, sus ojos oscuros estudiándola. Un silencio pesado se instaló entre ellos. Alice no estaba segura de si lo había tocado en el punto más sensible, pero ella también sentía esa misma presión en su pecho, esa necesidad de ser la mejor, de no quedarse atrás, de no dejar que sus propios miedos la dominaran.

"Todos tenemos miedo. Pero es algo con lo que tenemos que vivir. Y tú, Alice, ¿qué es lo que temes?" —preguntó él, finalmente.

Alice vaciló por un momento. La respuesta estaba en su interior, pero hablar de ello no era fácil. En su vida, siempre había sido consciente de que la pasión y la determinación podían llevarla lejos, pero había un miedo persistente que la había acompañado desde siempre: el miedo a no ser suficiente, el miedo a fracasar.

"Tengo miedo de no ser capaz de superar mis propios límites," —dijo finalmente, mirando al frente, como si sus palabras le costaran. —"De quedarme estancada, de no alcanzar mis sueños."

Sae la observó en silencio por un momento, y, para sorpresa de Alice, su expresión cambió. Su mirada, que siempre había sido desafiante y orgullosa, ahora parecía más suave, como si entendiera perfectamente lo que ella acababa de compartir.

"No te preocupes, Alice," —dijo, su voz más suave que antes. —"Si alguien puede superar sus propios límites, eres tú. No todos tienen esa clase de determinación."

Alice no esperaba esas palabras de Sae. Durante todo el tiempo que lo había observado, lo había visto como un hombre de pocas palabras, arrogante y seguro de sí mismo, pero ahora algo en su actitud había cambiado. Ella lo había desarmado, aunque no lo quisiera admitir.

"Gracias." —dijo ella, un poco sorprendida por la sinceridad en su voz.

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Los días pasaron, y aunque seguían siendo rivales, algo había cambiado entre Alice y Sae. Cada vez que se cruzaban en los entrenamientos o en el campo de juego, había una tensión diferente. No solo era la rivalidad, sino también una comprensión mutua, una aceptación tácita de que ambos se enfrentaban a sus propios demonios. Algo en sus encuentros había comenzado a desbordar los límites de la competencia.

Una tarde, después de un intenso entrenamiento, Sae invitó a Alice a dar una vuelta por los alrededores del campo. La invitación fue inesperada, pero Alice no pudo rechazarla. Había algo en él que la intrigaba, algo que quería descubrir. No era solo el chico arrogante que todos veían; había más, algo profundo que solo ella había empezado a entender.

Caminaban juntos por el parque cercano, la brisa nocturna acariciando sus rostros. La conversación fluía con naturalidad, sin las tensiones habituales de los entrenamientos.

"¿Sabes?" —dijo Sae, mirando al frente mientras caminaban. —"Me has sorprendido. No esperaba que alguien como tú pudiera hacerme pensar tanto sobre este deporte."

Alice lo miró de reojo, con una pequeña sonrisa en los labios.

"¿En serio? Pensé que ya lo sabías todo sobre el fútbol." —dijo, burlándose ligeramente.

Sae sonrió, un destello de diversión en sus ojos. La competencia entre ellos no había desaparecido, pero ahora había algo más en sus palabras, algo que los conectaba más allá del balón.

"Nunca he dicho que lo sepa todo. Pero tú, Alice, eres diferente. No me importa admitirlo."

Alice se detuvo un momento, observando su rostro. Las luces del parque iluminaban su figura, y por un instante, dejó de ser el chico arrogante de Blue Lock y se convirtió en alguien mucho más accesible, más humano. Alice sintió que algo en su interior la empujaba a acercarse, no solo como rivales, sino como algo más.

Antes de que pudiera decir algo, Sae la miró directamente a los ojos, como si estuviera buscando algo en ella.

"Te admiro, Alice." —dijo, esta vez sin la habitual arrogancia en su voz. —"Creo que eres una de las pocas personas que puede entenderme de verdad."

Alice sintió una chispa de emoción recorrer su pecho. No era una declaración de amor, pero sí algo cercano a una admiración profunda. Algo que iba más allá de la competencia y que, en ese momento, les unía más que cualquier rivalidad.

Sin pensarlo, Alice dio un paso hacia él. Y sin más, ambos se miraron por un momento, las palabras sobrando entre ellos. Fue un instante fugaz, pero cargado de una emoción que ninguno de los dos había esperado. En ese preciso segundo, los dos sabían que lo que sentían no solo era rivalidad. Era algo más, algo que comenzaba a germinar entre ellos, bajo las luces de la competencia.

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