C6. Tenemos que hablar.


—No sabía que te gustaban las simplonas—aparto la mirada del volante y me quedo en silencio contemplando a Summer fijamente.—¿O me vas a negar que la enana te puso a babear?

—No estoy para juegos—respondo sin más—, mucho menos para escenas de celos.

—No te estoy haciendo una escena de celos—refuta con fastidio—pero se te ha olvidado que el mundo entero cree que somos pareja y que salgas corriendo detrás de la chiquita esa, me parece que está de más.—Inspiro con fuerza y niego lentamente—, sobre todo si parece que Rean Damon se te ha adelantado.

—¿Rean Damon?—cuestiono—¿qué tiene que ver Rean Damon?

—Oh—se mofa—¿me vas a decir que no te diste cuenta la manera en la que sonreían y que hasta compartieron una copa de champagne?

—Estabas algo entretenida observándolos ¿no?—mi voz sale automática, tan automática como la risa burlona que se escapa de los labios de Summer. Sus ojos azules parecen encenderse por completo y soy testigo de la manera en la que su mandíbula se tensa. —Eso pensé.

—No te confundas, amor—comienza—, yo no estaba entretenida observándolos, estaba viendo la manera en la que me estabas dejando como una estúpida delante de un montón de personas.

—¡Summer, por dios!—bufo—Dudo mucho que cualquiera de las personas que estaban ahí estuviesen al pendiente de con quien sí o con quién no hablaba yo.

—Lo que digas.

—En ese caso, quien debería estar enfadado sería yo—comienzo—¿no puede ser más obvio que te gusta Mason Damon, no?

—Es muy atractivo—anuncia encogiéndose de hombros.—Ese no es el punto, ¿te quedas conmigo hoy?

—No—decido.—Tengo que ver a mi madre, esta mañana no tuvimos una muy buena conversación y necesitamos hablarlo.—la veo cruzar sus brazos por encima de su pecho pero no dice nada más—Quizás podemos vernos mañana, pero por hoy no lo creo, cariño.

—Cómo prefieras.

(...)

Inspiro con fuerza y coloco mi mano sobre el picaporte de la puerta. Los nervios que recorren mi cuerpo entero me hacen querer desistir, entonces recuero que es solamente mamá y que nada malo va a pasar. Nos conocemos, tenemos nuestras diferencias pero al final del día, es siempre ella.

Golpeo débilmente la madera de caoba delante de mí y espero pacientemente a que mamá me responda, unos segundos después: su voz amortiguada penetra mis tímpanos, abro la puerta con delicadeza y aunque sus ojos azules permanecen fijos en mí, no hay expresión alguna en su rostro.

—¿Puedo pasar?—pregunto en voz baja.

—Adelante.

—Mamá...—comienzo lentamente. Lleno de aire mis pulmones y luego de retenerlo por algunos segundos; lo dejo salir con plena lentitud bajo sus ojos preciosos color azul—, sé que esta mañana fui una de las personas más estúpidas sobre la faz de la Tierra, lo admito—asiento un poco—, y es por eso que quería pedirte una disculpa sincera; sé que a veces soy el peor hijo que desafortunadamente te pudo haber tocado pero mi intención jamás ha sido lastimarte...

—Toda palabra sale de la boca de una persona cuando está enfadada es con el propósito de herir—me informa y mi corazón se encoge un poco—, pero tranquilo que eso es algo completamente normal; es parte de la lógica de los seres humanos con pensamientos decisivos y claros.

—Pero eres mi mamá y odio discutir contigo—murmuro—, sé que mi temperamento puede llegar a ser horrible y en verdad lamento hacerte pasar por eso esta mañana...—pauso—, y no quería irme a dormir sin que lo supieras...

—Ven aquí—me pide tendiéndome su mano. Sin más que pensar encamino mis pasos hacia ella y cuando me tiene lo suficientemente cerca suyo, sus brazos me rodean. Y por un momento –uno que realmente espero que dure más que un momento- vuelvo a ser ese pequeño niño que amaba los abrazos de su madre, esos donde eran su lugar seguro y ese al que no le importaba nada más en el mundo que estar junto a ella.—No pasa nada malo, mi amor. Te amo con mi vida entera y quiero que sepas que está todo más que bien entre nosotros ¿de acuerdo?—asiento pero en el fondo no estoy convencido de ello—. En el fondo tienes razón en lo que me dijiste esta mañana...

—No—niego—¡Joder! No lo dije...mamá...

—Es que es la verdad, Axel—su mirada azulada se encuentra con la mía y una pequeña sonrisa que ni siquiera es capaz de llegar hasta sus ojos, aparece en sus labios.—Lamento ser una madre ausente para ti, me enfoqué demasiado en todo lo demás que he descuidado a mi familia—hace una larga pausa—, ni siquiera tenía idea de que salías con Summer...

—Oh, mamá...—comienzo pero ella niega.

—Tu padre dice que tampoco lo sabía, que se ha enterado abruptamente mediante las fotografías que tomaron los paparazzi de ustedes dos...—se ríe—no voy a negar que hacen una buena pareja, me gusta.

—No—sentencio y niego—Summer no es mi novia, es solamente una amiga.

—¿Entonces que son esas fotos?—cuestiona alzando una de sus cejas y por un momento me siento como un niño pequeño al que han pillado haciendo diabluras.

—Están sacadas de contexto—anuncio—nosotros somos amigos nada más—asiente débilmente—de hecho, yo... ¡conocí a alguien!

Los ojos de mamá se abren con total sorpresa y casi puedo ver un pequeño destello de brillo en sus ojos—¿En serio?

Yo asiento solemnemente.—En serio.

—¿Y cómo se llama?—pregunta sin dejar de mirarme.

Pestañeo un par de veces tratando de encontrar algún nombre medianamente familiar de una larga lista de mujeres que he conocido el último mes y que hasta el momento han permanecido en el anonimato pero me es imposible cuando a la mañana siguiente todo lo que quiero hacer irme lejos para no volver a verlas jamás. Summer no es una opción para mi madre, su trato es cordial pero para nadie es un secreto que santo de su devoción no es. Entonces el nombre más random y genuino llega a mi cabeza.

Primero porque ni siquiera debería estar albergándolo.

Segundo porque es la persona más insoportable que conozco –quizás sea un poco por el hecho de que ha herido mi ego esta noche-.

Tercero porque no me soporta y tampoco la soporto a ella.

—Lliy.—suelto finalmente—Su nombre es Lily...


—De verdad, no es necesario—anuncio una vez más. Sean detiene sus pasos, se gira sobre su propio eje y me lanza una mala mirada –otra vez- antes de comenzar a negar con su cabeza.

—¿Vas a dejar de negarte?—pregunta.

—No.

—Pobrecilla—se mofa abriendo la puerta de su auto para mí. Vuelve a mirarme un breve segundo como si con ese pequeño acto, yo debería saber qué es lo que está tratando de decirme.—¡Entra, Lily!

—¿Por qué los hombres son tan tercos?—me quejo.

—La verdadera pregunta es, ¿por qué tu eres tan terca?—cuestiona a su vez.

—No se responde una pregunta con otra—vuelvo a quejarme.

—Pues yo sí, dulzura—anuncia encogiéndose de hombros.

—No quiero que tu novia piense que soy entrometida o algo que se le parezca—me excuso y él se echa a reír.

—No te preocupes por ella, mi novia tiene la suficiente madurez mental para entenderlo—inquiere ofreciéndome una amplia sonrisa—además, es casi media noche y si te dejo ir a casa así y te pasa algo, no me lo voy a perdonar jamás.

—No va a pasarme nada, podía haber llamado a mi madre—le cuento.

—La llamarás en otra ocasión—asiente—, ahora para hacer más ameno el viaje a casa, cuéntame la razón por la cual no toleras a Axel Evenson...—me pide—, digo, tomando en cuenta que pretendías asesinarlo en la piscina...

—¡No lo quería asesinar!—lloriqueo—Es verdad, no lo soporto pero de eso a quererlo asesinar es algo jodidamente diferente...—pauso—, ¿Por qué me ayudas?

—¿Por qué no debería ayudarte?—pregunta a su vez.

—Porque no me conoces—le informo la obvio.—Nos conocimos hoy, prácticamente. No sabes nada de mí y aun así estás llevándome en tu auto a mi casa donde bien ya podría haber armado una emboscada.

Los ojos de Sean se abren con sorpresa una vez más y una de sus cejas se elevan un poco. El poema que atraviesa su rostro me producen ganas de reírme pero aun así mantengo mi postura.—¿Cómo puede caber tanta maldad en un cuerpo tan pequeño? —cuestiona—, además, tienes cara de que no eres capaz de matar una mosca y aun así me estás diciendo que preparaste una emboscada—se burla—¿Lo hiciste?

—No.

—¿Lo ves?—me sonríe—Me pareces alguien inofensiva y ya te lo dije, siempre que quieras tirar mierda sobre Evenson, aquí tienes a un amigo dispuesto a ayudarte.

—¿Cómo es que lo conoces?—me encuentro preguntando y dos segundos después el arrepentimiento me invade. No es que me interese saber nada sobre él en absoluto pero la curiosidad siempre ha matado al gato.

Y en este momento, el gato soy yo.

—Sus padres son buenos amigos de los míos.—Se ríe—, mi madre y la suya suelen ser de esas mujeres de la alta sociedad que se reúnen los jueves a beber margaritas y jugar canasta mientras hablan sobre las flamantes vidas de sus amigas no presentes y esto ha sido así por muchos años—explica—es sólo dos o tres años mayor que yo, entonces al no ser tanta la diferencia cuando éramos más jóvenes solíamos pasar el tiempo en la sala de televisión de mi casa jugando videojuegos.

—Como dos típicos niños millonarios...—apunto y él me sonríe.

—Sí—asiente—pero un tiempo después yo me mudé a Mónaco por todos los viajes que debía hacer para los campeonatos de karting y finalmente dejamos de vernos.—explica en voz baja—ahora es tu turno de contarme porque no lo soportas.

—Conseguí un trabajo increíble—comienzo pero él me interrumpe.

—Pero si esa no es una razón aparente para que odies a una persona—se burla.

—En el trabajo, también estará él—explico y luego comienzo a relatar absolutamente todo antes de que mi cerebro registre lo que estoy haciendo. Abrirme con las personas no es mi fuerte pero con Sean parece ser genuinamente sencillo hacerlo.—Y esta tarde me dijo algo que me dejó pensando.

—¿Qué te dijo?—siento mis mejillas arder y en completo silencio le ruego a dios que Sean no sea capaz de notar el notable sonrojo que debo tener en la cara.

—Me dijo que quiere que grite—Sean suelta una carcajada—Que grite de placer.

—Joder, Lily—se mofa—No sé si llorar contigo de la indignación o compadecerte, podemos llegar a un acuerdo y decidir juntos ¿no?

—No es gracioso—refuto sin más.—¡Es un ordinario odioso!

—¿Has escuchado que dice que del odio al amos hay un solo paso?—cuestiona lentamente—Sé que suena bastante cliché el concepto pero no puedes negarme que es emocionante si lo piensas desde otra perspectiva...

—No hay mas perspectivas que pensar—decido—¡Jesús bendito! Es que ni si quiera sé porque te lo conté, ni siquiera te conozco, solo me contrataste para llenar de fotografías la fiesta de cumpleaños de tu madre.

—Dios—exclama—¡Eso fue bastante cruel, Lily!—ruedo mis ojos—Lo voy a tomar como una falta de respeto a esta amistad que ha nacido el día de hoy entre nosotros.

—No es gracioso—repito.

—Bueno, creo que es muy obvio que le gustas—anuncia y me quedo en silencio—como hombre te lo digo, ¿tú crees que llegué hasta mi chica y le dije que quería hacerla gritar de placer sólo porque sí?—niego un poco—No lo hice, sólo me acerque a ella hasta que entendí que era exactamente lo que quería de ella, y sí, me gustaba muchísimo pero mi punto es, es muy obvio que le gustas a Axel; creo que todos nos dimos cuenta excepto él y tú...

—Pues es una idea errónea—murmuro.—Porque él es tan jodidamente insoportable y te prometo que es la última persona que me gustaría en la vida—pauso—, no lo tolero, Sean. ¡Y él a mí tampoco! Se la pasa molestándome, es más, su sola presencia me molesta.

—¿Es por aquí tu casa?—pregunta.

—Sí.

—¿Tú crees que cuando a un hombre le gusta una chica es capaz de hacer muchas coas por esa mujer?—lo miro un momento pero él no me mira a mí.

—¿Eso hiciste por tu novia?—cuestiono también.

—Sí—asiente—Y yo creo que haría muchas cosas por ella.—la mirada de Sean me observa fugazmente y luego señala hacia adelante. Sigo la dirección de su mano y siento la manera tan abrupta en la que mi boca se abre. Los latidos de mi corazón comienzan a descontrolarse –para nada un sentimiento positivo, debería aclarar- y automáticamente mis manos se hacen puño.

Porque Axel Evenson está de pie delante de mi casa apoyado en su auto; dando ese tipo de impresión que solamente los protagonistas de las películas dan. Ese tipo de fuckboy que aparece en medio de la noche, de ese tipo de hombre que te roba suspiros –en mi caso, dolores de cabeza-.

Porque acabo de darme cuenta que la ficción superó la realidad y que no tiene sentido alguno que él esté ahí.

Salgo del auto tan pronto como Sean frena y sin que pueda si quiera decir cualquier cosa y mucho menos detenerme, encamino mis pasos hacia él, sus ojos se abren cuando me miran pero es hasta que ve a Sean cuando sus cejas se fruncen.

—¿Qué haces aquí?—pregunto sin más.

—Tenemos que hablar.

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