I

Capítulo 1.



El día de los enamorados se estaba convirtiendo en el día más deprimente de mi vida, casi parecido a aquel en el que Adam me había rechazado porque a mi hermana ya le habían crecido las bubis pero la diferencia era que hoy me había tocado estar en el mostrador de la cafetería donde trabajo, atendiendo a las felices, acarameladas e insoportables parejas con una sonrisa de oreja a oreja, mientras uso pines con corazones y la cafetería entera se encuentra decorada con muchos más corazones. No es porque me dé tanto asco el amor o porque tenga envidia de las parejas sino que llevo dos días sin dormir correctamente por la gran variedad de proyectos de mi tercer semestre de universidad y tengo un desesperante dolor de cabeza acompañado de un hambre gigantesco que no hacen nada más que empeorar mi estado de ánimo. Kumiko, mi gerente, me ha regañado luego de una hora de que comencé mi turno a las 8am por mi mala cara y ha desplazado mi hora de almuerzo hasta las 2pm, así que he forzado una sonrisa desde entonces porque apenas son las 11 y ya no puedo con mis pies ni con mi retumbante cabeza.

La joven y fresca Kumiko se ha acercado a mí varias veces con intención de animarme, recordándome que hoy es día de paga y que ya casi hago la mitad de mi turno pero mi mente solo puede pensar en que saliendo del trabajo debo ir corriendo hasta la universidad para salir a las 11 pm de ahí y desvelarme otra noche más. No me gusta quejarme tanto ni mucho menos victimizarme pero mi débil cuerpo solo pide a gritos que sea Viernes para que pueda dormir hasta tarde.

-Aquí tiene su Capuchino con leche descremada y sus donas, tenga un amoroso día.-dije sonriendo a la linda mujer que estaba al otro lado del mostrador. La mujer agradeció y se retiró con su orden.

La cafetería estaba poco poblada y solo podía ver a Kumiko recorriendo y limpiando las mesas vacías. Pocos instantes después entró una joven de cabellera negra muy agitada y se acercó al mostrador con una respiración algo agitada.

-Hola-dijo la chica.

-Buenos días, linda, ¿Qué deseas ordenar?-dije lo más feliz que podía fingir.

-¿Tiene tés de menta? Diga que si, por favor…

-Claro, ¿Mediano o grande?

-Grande, con leche aparte y uno de azúcar, por favor.-hice su pedido y comencé a preparar su tiquete. Ella me vio con detenimiento, parecía ansiosa, con ganas de querer explotar de la emoción, como si hubiese descubierto algo gigantesco y quisiese gritarlo al mundo entero.

-¿Todo bien en este día tan especial?-Pregunté para que soltara su emoción. Pareció no poder resistirse y comenzó a hablar.

- Todo fantástico, ¿Puedo contarte algo? Hoy, una persona muy especial dentro de mi corazón ha vuelto y el té es para él. Hace dos años que no le veía.- Me pareció muy tierna su felicidad, contagiándome un poco, por lo que le solté una verdadera sonrisilla. -¿Tú estás bien? Porque déjame serte sincera y decirte que esa falsa sonrisa que haces no es nada en comparación a cuando sonríes de verdad, em…-la joven niña japonesa buscaba mi placa de identificación la cual nunca me ha gustado usar.

-Ella, me llamo Ella. Y me gustaría responder como tú lo haces pero el hambre y el sueño son mis enemigos en este momento.- la chica me vio con lástima- pero tranquila, pronto será mi descanso.- La japonesa me regalo una sonrisita, como queriendo disculparse de mis desgracias. Continué haciendo el tiquete- ¿A qué nombre pongo la orden?

-A nombre de Toochi, por favor.

-Lindo nombre, Toochi.

La chica rio.

-No, Toochi es mi persona especial, yo me llamo Noodle.

-Mucho gusto, Noodle.

El té estuvo listo y lo empaqué en un portavasos individual para poder entregárselo a la chica.

-Aquí tienes, Noodle. Un té de menta con leche aparte y uno de azúcar. Serían 3 con 30 centavos.

Ella buscó en sus bolsillos y puso su puño en el mostrador, dejando caer varias baratijas, clips, pelusas y algo de dinero. Separó unos billetes y me los entregó.

-También quiero pagar un sándwich, de lo que desees, Ella.-dijo, guiñándome un ojo. Le sonreí con agradecimiento, procurando rechazar amablemente su gesto. Noodle insistió- si no me permites comprarte un sándwich al menos toma el cambio y úsalo en un buen almuerzo.

Le sonreí con mucho agradecimiento- Gracias, Noodle.

Me dispuse a cobrar su orden mientras le echaba un vistazo a  los billetes que me había entregado: dos billetes de veinte libras. Regresé mi vista a la japonesa, quien ya se había ido. Cobré los 3,30 y puse el resto en la lata de propinas que tenía cerca de mí.

Continúe el día con un mejor humor y, llegado mi descanso, tomé la propina que me había dejado la pequeña japonesa y salí de la cafetería con dirección al pequeño restaurante de la siguiente calle. Almorcé y regresé con veinticinco minutos de sobra, los cuales destiné a una dulce siesta. El tiempo sobrante de mi día lo pasé más relajado, pensando en la fortuna de Toochi por tener tanto amor de parte de Noodle. Por suerte, mis profesorados solo pidieron avances de los proyectos para poder hacer una revisión y corrección de ellos por lo que al llegar por la noche a casa tan solo me dediqué a perfilar los detalles de mis proyectos y pude dormir más que temprano.

No era consiente que ese 14 de febrero sería el vago inicio de la mejor parte de mi vida.

Volví a ver a Noodle hasta una semana más tarde, cuando entró bastante feliz a la cafetería.

-Hola, Ella.

-Hola, pequeña Noodle. ¿Qué te puedo ofrecer hoy?

La joven sonrió- Solo un Té helado y un sándwich de pavo, por favor.

-¿Para llevar o para consumir aquí?

-Para consumir aquí, creo que necesito tiempo a solas.

Le sonreí cortésmente y comencé a hacer el tiquete. Noodle se sentó en una mesa y esperó paciente. Cuando su orden estuvo lista se la llevé a la mesa.

-¿Los cambios son malos, Ella? –me preguntó mientras le entregaba su orden.- El hecho de que alguien cambie, ¿Cambia la forma en que hay que quererle?

Pensé en lo que me proponía, seguramente refiriéndose a Toochi.

-La vida es un viaje maravilloso, pero no estático, estamos en constante cambio, todo tiene un principio y un final y las cosas que ayer estaban, mañana puede que se esfumen de nuestro presente. Dependiendo de qué forma ha cambiado, si ha sido para bien o para mal, tú deberás medirlo conforme a su comportamiento. El hecho de que alguien cambie no significa que debas dejar de quererle, simplemente debe cambiar tu amor de forma equivalente a cómo ha cambiado la persona… la verdad no soy muy buena con este tipo de cosas, pero eso es lo que creo firmemente, por experiencia personal, pequeña Noodle.

La chica me vio raro, reflexionó un momento y luego me regalo una pequeña sonrisa.

-No eres tan mala, Ella. Gracias.

Le sonreí una vez más y me aleje para poder atender al resto de clientes en la cafetería. La joven japonesa se mantuvo en su asiento, esperando a que me quedara libre nuevamente para poder acercarse y comenzar a charlar.

-Toochi me dijo que estuvo muy rico el té, Ella.

-¿Si? Me alegro, casi no ordenan el té de menta. Dudaba de como quedara. ¿Quieres que te ordene otro para llevar?

-Claro, pero tendré que apresurarme a llegar a casa para que llegue tibio.

-¿Vives cerca de Toochi?

-Con él, en realidad.

Fruncí el ceño. ¿Noodle, Toochi…? Seguro mi memoria me falla.

-¿Ustedes dos viven solos?

Noodle rio bajito.

-¿De verdad no me conoces?

-Noodle, ¿Tocas la guitarra?-Ella volvió a reír, dándose cuenta de que al fin yo había descubierto la verdad.-Oh, por Dios, ¿Eres la guitarrista de Gorillaz?

-¿No te enoja que no te lo haya dicho? Solo quiero una amiga real.

Le sonreí con ternura.-No te preocupes, yo tampoco te había preguntado y, además, estás en todo tu derecho.

-¿Te gusta nuestra banda?

-Algo así… tienen canciones muy buenas.

A partir de eso, Noodle se convirtió en un rayito de diversión que me distraía en mis turnos más largos. Me visitaba casi a diario, algunas veces se quedaba una hora y otras veces me acompañaba en todo mi turno. Solíamos platicar de cualquier cosa, normalmente de cómo le iba en su día a día con sus amigos, me hablaba de Russel, a quien consideraba su padre y quien le preparaba el desayuno más rico; Murdoc, quien fungía líder de la banda, un gran amigo y muchas veces, la víctima de sus bromas; y por ultimo estaba Toochi, su querido hermano mayor y compañero de bromas y asaltos. Me contaba que estaban armando un nuevo disco pero que todavía no sabían con qué enfoque, toda la presión que sentía y sobre cuánto estaba emocionada sobre ello. Yo le platicaba un poco sobre la universidad, sobre los problemas que tenía con mis grupos de estudio y como me iba con mi roomie Charles.

-… y Murdoc comenzó a perseguirnos por todo los Kong’s, yo logré escapar pero Toochi se tropezó y lo atrapó, creo que lo hubiese ahorcado si no hubiese ido a su rescate...

-Noodle, la rescatista.-dije riendo. Comencé a terminar de contar lo que había en la caja para poder terminar mi turno. Del cielo cayo un rayo y comenzó a llover.-Demonios, no traje una sombrilla.

-Creo que iré a llamarle a Russel para que venga a buscarme en el auto. Ya vengo.

-Claro.

La pequeña se alejó para poder realizar la llamada. Llevábamos tres meses siendo amigas casuales y todavía no había visto a ninguno de los miembros de su familia. Termine con la caja y fui a buscar mi mochila a la sala de empleados, donde se encontraba Sean, el chico al que le tocaba el siguiente turno.

-Hola, Ella.

-Hey, Sean, ¿Todo bien?

-Tan bien como me puede ir, ¿Tú?

-Lo mismo. Al fin voy a casa.

-¿No tienes clases?- Sean y yo habíamos coincidido en clases de Ética y Filosofía.

-No hasta más tarde, pero no soportaré ni un momento más sin una ducha caliente y una deliciosa copa de vino.

Él rio.

-Conozco un lugar con un ambiente magnífico para catar vino, deberíamos ir alguna vez.

¿Estamos coqueteando…?  Sean no es feo y normalmente es bastante gracioso.

-No estaría mal... Los viernes estoy libre.

-¿A las 9, este viernes?

- Yo salgo de aquí a las 8:30.

-¿10, entonces?

-Hecho-dije, sacando mi teléfono para poder darle mi número.

Salí poco después de la cafetería para poder tomar rumbo a mi departamento.

-Ella- me llamó Noodle, quién estaba a un lado de la puerta de entrada de la cafetería resguardándose de la fuerte lluvia.- ¿pensabas irte sin despedirte de mí?

-Nunca, Noods.-la abracé con fuerza- ¿Si vendrá Russel por ti?

-En realidad me contesto Del, así que creo que Toochi vendrá por mí. ¿Por qué tan sonriente, Ella?

-Tengo una cita, con Sean.

-¿Tu reemplazo?- asentí con emoción.

-Es este viernes, iremos a catar vino.-ella chillo y abrió la boca para decir algo, aunque al parecer se arrepintió al momento y solo chillo con un poco menos de emoción.-Le dije que salgo tarde de aquí para que me dé tiempo de arreglarme antes de la cita-La chiquilla se veía decaída-… ¿Quieres venir a mi departamento a ayudarme a elegir que usaré?

Noodle chilló de la emoción y me abrazo, aceptando la invitación. En ese instante, un chico muy alto, cubierto con una capucha y con una sombrilla, se acercó a nosotros.

-¡Toochi!

-Hey, Noods. ¿Lista para ir a casa?

Mis ojos se eclipsaron en el bello azul en los cabellos de Toochi. Este chico sí que es guapo.

-Toochi, ella es Ella, mi mejor amiga. Ella, él es Toochi.

Mi corazón bailó con las palabras de Noodle, haciéndome sonreír abiertamente.

-Hola, Toochi.

-Hola, Ella. Noodle no para de hablar sobre ti, todo el tiempo te menciona en la cena.

Reí despacito al ver a la nipona sonrojada, procurando callar a su acompañante.

- Bueno, Ella, te dejo, debo ir sacar a pasear a Mike.-Toochi también comenzó despedirse y avanzaron con cuidado a través de la lluvia, charlando con cariño. Luego, Toochi volvió la mirada atrás.

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