Donde las cosas parecen complicarse
Cuando Jason tardó en regresar, Peter supo que tendría que ir por él. Dejando a Richard revisando su nave, salió del refugio rumbo a la densa jungla en busca de su hijo. Sí, había sido un error caer enamorado de un idiota alzando un martillo para llamar a los relámpagos. Todo comenzó cuando coincidieron en un planeta buscando la misma bestia, los Guardianes porque era una presa cuyos restos podían vender bastante bien, el Dios del Martillo porque quería sumarlo a sus ya vastas glorias como guerrero de los Nueve Reinos. Luego de acordar un buen trato, sellaron el acuerdo con una generosa cantidad de bebidas que dieron paso a charlas más íntimas y finalmente tanto vino les hizo efecto, terminando en una nave hotel teniendo sexo cual maratón hasta que no pudieron moverse. O él no pudo moverse.
Quill aceptó que Thor ganó su corazón entre pausa y pausa de sus encuentros porque hablaron de una forma como no había hablado con nadie. Se entendieron no solo físicamente sino a un nivel en el que el capitán de la Milano realmente creyó que entre ambos se había formado algo más que una mera relación superficial producto de un encuentro casual. Cuando el Asgardiano desapareció porque lo llamaron por una emergencia en su reino, Peter lo tomó de forma muy madura, tampoco era una chiquilla adolescente con un primer amor. Conforme las semanas pasaron y no supo más de Thor empezó a sospechar que el único emocionado con lo sucedido había sido él, una broma del destino cuando era bien sabido que Starlord coleccionaba amantes como estrellas.
Luego, vino el milagro.
Al principio creyó que había sido causado por alguna broma insana de Rocket porque le encantaba ponerle cosas vivas a su comida sin decirle, sobre todo si le desarmaba bombas. Esas náuseas, los mareos y el sueño demasiado inusual para él lo preocuparon. Gamora quiso llevarlo con uno de los médicos de Xandar, ya que andaban de paso, pero se negó alegando que se le pasaría. Fue al buscar piezas para la Milano que una suerte de libélula gigante le dijo que estaba embarazado, así sin más. Claro que primero lo tomó como una tremenda broma, solo que si podía suceder tal cosa dada su sangre Celestial, y tomando en cuenta que el Asgardiano también tenía entre sus cualidades ser un dios de la fertilidad y las lluvias, solo era cuestión de hacer cuentas para aceptar que, efectivamente, llevaba vida en su interior.
No quiso ponerse histérico, oh, no señor, no. Era un hombre maduro que podía hacerse cargo de sus asuntos sin pedirle ayuda a nadie. Lloró en el regazo de Gamora. Después tomó la decisión de informarle al Dios del Martillo que su nada despreciable maratón había dejado una semilla, fue en ese momento cuando se enteró de lo que se decía a lo largo y ancho de Asgard. Los altos sacerdotes habían recibido una sentencia de las Nornas, advirtiendo que el hijo de Thor traería la desgracia al reino, lo destruiría por completo así como a sus habitantes antes de consumir el universo conocido. Debía morir antes de que creciera y alcanzara su máximo poder.
Ahora buscaban a todo descendiente de Thor Odinson con un solo objetivo.
Peter hizo lo que mejor se le daba, huir a toda prisa de Asgard hasta Xandar donde le compartió su situación a la única persona que podía sacarlo de apuros: Richard Rider. Barajearon toda posibilidad, incluyendo el terminar con su embarazo, hasta que finalmente el guardián se decidió a pasar el resto de su gestación en un rincón oculto de la vista de Heimdall. El Centurión Nova se convirtió en su cómplice, andando juntos todo el tiempo que empezaron los chismes sobre ellos dos que le convino para el caso. Fue así cómo hallaron Amissa, en el sistema Trías que estaba rodeado por un escudo mágico obsequio de los Vishanti, un hogar ideal para su pequeño. Mientras los cazadores de Asgard iban tras cada amante del Dios del Martillo, Peter dio a luz a su hermoso Jason.
Desafortunadamente, para lograr ocultarlo tuvo que ausentarse a veces por largos períodos. Lady Sif era una cazadora tan buena como Gamora, a ella no se le escapan las cosas. Se la topó donde los Supremos, ahí ella lo interrogó a cerca de su encuentro con Thor, puesto que la guerrera estaba bien informada de la capacidad de los Celestiales de adoptar formas y mutar para salvar su especie. Fue una fortuna que J'son no hubiera tenido la genial idea de parir solo, teniendo parejas con quien concebir hijos, pretexto que usó para rechazar las sospechas de Lady Sif sobre haber podido gestar un heredero del Asgardiano pese a ser un hombre. Lady Sif no quedó del todo satisfecha con sus argumentos, siempre tendría ojos sobre él, motivo por el que ese rumor sobre sus amoríos con el Centurión Nova tuvo que acentuarse.
También se hizo realidad.
Conforme pasaban los años, Peter se sintió solo y temeroso al mismo tiempo, siempre vigilando que el bendito cinturón funcionara, que la pulsera que había obtenido de Alfheim siguiera tan fuerte en su magia como desde el primer momento. De no haber sido por Rider hubiera perdido la cabeza, muerto de desesperación cuando tenía que estar lejos de su bebé, quien tuvo que contarle sus alegrías y tristezas a un estúpido dinosaurio porque no podía salir de ahí so pena de ser descubierto y asesinado al acto. Había que darle crédito a los Amissanos, porque su educación hizo a su ahora adolescente hijo un joven de noble corazón y buenos principios. El destino se burlaba de él conforme Jason crecía, cada vez más parecido a Thor, con sus ojos llenos de esa chispa de aventura, tan cabezota como él y al mismo tiempo tan inocente.
Ya habían pasado trece años desde aquellos días en que Peter se juró que había encontrado al amor de su vida, que incluso se creyó con una posibilidad pequeña pero latente de vivir en Asgard al lado de Thor en una vida llena de más aventuras siempre juntos. Ahora solo tenía una sola cosa en mente y era salvar a toda cosa a su niño, su pequeña estrella que lloraba si rompía una hoja que un herbívoro fuese a comer por mero accidente. ¿Cómo alguien con el espíritu tan blanco como Jason iba a ser la destrucción de Asgard? Esas Nornas ya estaban caducas. Richard insistía en que algo no estaba bien con ese mensaje, pero el guardián no quiso indagar en eso, meter las narices con esos Aesir era llamar su atención y vagamente había podido deshacerse de la atención de Heimdall para echarlo a perder. Sin el Dios del Martillo buscándolo de nuevo, todo estaba en orden. O estuvo hasta que pensó que era buena idea viajar a Terra para recompensar a Jason por sus ausencias.
—¿Jay?
El chico estaba sentado de piernas cruzadas sobre una roca, con Blue a un lado girando su larga cabeza para mirar a Quill, quien alcanzó a escuchar por encima de la débil lluvia los pasos de los otros depredadores. Siempre formaban grupos, eso lo aprendió a la mala. Y cuidaban celosamente a su bebé, cosa que agradecía con todo y que alguna que otra ocasión había terminado mordido. Rocket afirmaba que los poderes de su hijo no eran visibles, pero sí latentes. Amissa era un planeta demasiado fértil y lleno de vida solo porque sí, era la presencia de su pequeño que lo hacía tan vasto, igual que las lluvias que duraban días cuando estaba triste como en esos momentos.
—Hey, hijo.
Peter rodeó la roca para verlo, Jason abrazaba con fuera su cuello largo de peluche llorando en silencio. Verlo así le rompió el corazón, abrazándolo de inmediato. Blue mostró sus colmillos, pero ya estaba acostumbrado.
—Sshh, no pasó nada, cariño.
—Fue mi culpa.
—¡No, cariño! —Quill negó, separándose lo suficiente para verlo— Tú no tuviste culpa de nada, ¿de acuerdo? Es esa gente malvada que no tiene mejores cosas que hacer.
—Tengo algo mal, ¿verdad? Por eso me...
—NO —el guardián gruñó, frunciendo su ceño— Tú no tienes nada de malo, Jason, quiero y necesito que me creas cuando lo digo. Sé que no he sido el mejor en esto de criarte y amarte con toda mi alma, pero te juro por mi Milano que tú eres el niño más dulce y bueno en este universo. Esos Asgardianos les han creído a unas abuelas una profecía tonta y absurda de que tú no eres bueno para su reino, pero ni te conocen ni saben nada. No te preocupes, Rid y yo vamos a hacerlos entender de una u otra manera.
Jay sorbió su nariz, apretando su dinosaurio. —No quise que los lastimaran. A ti y a papá Rid.
—Estamos acostumbrados a los golpes, mi amor, fue un día como cualquier otro. Anda, sé que eres un chico fuerte, pero todavía puedes pescar un resfriado. Me lo llevo, Blue.
Su hijo se despidió de ese dinosaurio que tenía unas escamas azuladas, de ahí su nombre, antes de colgarse de sus hombros. Todavía lo podía cargar así. Los veciloraptores los siguieron hasta el refugio, como escoltándolos. Peter llevó ayudó a su hijo a cambiarse antes de meterlo en la cama, Rider secó el peluche que le entregó, ambos deseándole las buenas noches pues ya era tarde.
—¿Mamá? —llamó el adolescente antes de que Quill saliera.
—¿Qué sucede, bebé?
Jason acarició su peluche. —Si ellos te lastiman... si los voy a destruir.
Starlord suspiró, apagando las luces antes de apoyarse en Richard ahí en el pasillo con una mano en su corazón.
—Ya no tengo edad para esto.
—Eres bastante joven a mi parecer.
—Amissa no resistirá, como tampoco lo hizo la pulsera.
—Spartax.
—Argh, ya sé.
—Déjame llamar a Victoria.
—¿Por qué ella?
—Creo que es la mejor manera de acercarte al emperador.
—Bueno sí.
—Vamos a estar bien.
—¿Sabes? —Peter torció una sonrisa triste— Me gusta cuando te incluyes.
—Jamás voy a abandonarlos.
Al día siguiente había lluvia como era de esperarse, igual que el silencio tan inusual de Jason. El guardián no le negó su petición de salir a ver a Blue por acaso tuvieran problemas de inundación, un pretexto muy malo para no querer estar ahí. Para la hora del almuerzo, salió a buscarlo de nuevo, no los encontró en ese risco que era como su lugar de reunión, por lo que tuvo que merodear entre diferentes territorios, a veces corriendo porque algunos eran de depredadores que no tenían paciencia para un hombre que buscaba a su hijo. Al fin los encontró cerca del río que corría con aguas furiosas por la lluvia, Jason parecía absorto en esas aguas, abrazando a su cuello largo con Blue a un lado. Starlord rodó sus ojos al escuchar un siseo alrededor.
—Como odio que me rodeen.
Miró por encima del hombro al resto de los dinosaurios, volviéndose hacia Blue quien ya estaba mirándole. No querían que molestara al chico, pero él era su madre y eso no iba a suceder ni en un millón de años así tuviera que electrocutarlos a todos.
—Jay, cariño —llamó con fuerza— Es hora de almorzar.
—No tengo hambre.
—Cielo, dejar tu estómago vacío no va a resolver las cosas.
—No tengo hambre.
—Jay.
—¡Que no tengo hambre!
Una lluvia de relámpagos iluminó el cielo, alborotando a todos selva abajo, incluyendo a un preocupado Peter, detectando un despertar más brusco de poder. Eso no era ni por asomo bueno.
—Jason, por favor...
—¡Vete!
Blue siseó, abriendo sus garras en actitud de ataque, el guardián arrugó su nariz imitando su gesto. Oh, claro que no, él tenía más autoridad que ese estúpido dinosaurio.
—¡Jason Quill, ven acá ahora mismo!
El adolescente se giró molesto, herido, confundido y atemorizado. Todo eso en una mirada que de pronto se iluminó igual que cierto dios, provocando que todo el cielo estallara en una tormenta eléctrica que provocó incendios en varias partes de la jungla con una lluvia arreciando. Peter jadeó, importándole un comino que los veciloraptores fueran a él cuando avanzó en zancadas hacia Blue y su hijo, estaba desbordándose su poder y aunque estuvieran bajo un embrujo Vishanti, cierto vigilante de Asgard iba a dar con ellos en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Jason!
Usando sus botas como parte de su poder, Starlord evadió la mordida de Blue, alcanzando a su hijo a quien sacudió desesperado.
—¡Ya basta! ¡Estás llamándolos! —Quill señaló la selva— ¡Y estás lastimando a los dinosaurios!
Al menos eso sacó de su trance al chico, parpadeando confundido al olfatear el aroma del fuego, escuchando los lamentos de varios dinosaurios a lo lejos, el temblor de la tierra por las manadas moviéndose para huir del desastre. Jason lloró, apretando su peluche donde ocultó su rostro. Peter tragó saliva, odiaba ver así a su pequeño, lo abrazó casi estampándolo contra su pecho.
—Esto no es...
Los dos cayeron al suelo por la sacudida del suelo cuando un portal Asgardiano golpeó cerca de ellos. De aquel arcoíris resplandeciente salió nada menos que una figura con un manto rojo como la sangre y un martillo envuelto en relámpagos. Peter dejó caer su mandíbula al ver a Thor, quien los buscó con la mirada, los ojos azules del dios cayendo de inmediato en Jason, quien por instinto buscó ocultarse detrás de su madre. Blue saltó directo sobre el guerrero junto con los suyos, oportunidad que tomó el guardián para tirar de su hijo y largarse de ahí a toda prisa, llamando por el comunicador a Rider. Antes de poder dejar el suelo, un tirón de la mano del adolescente lo jaló de vuelta a la tierra.
—¡Blue!
El dinosaurio había caído en un golpe del martillo, levantándose al retorcerse y sacudiendo su hocico.
—¡Tenemos que irnos, AHORA!
—¡No sin Blue!
—¡No voy a cargar con un maldito dinosaurio, Jason!
Más portales se abrieron, algunos enormes que dejaron pasar naves Asgardianas. Thor cayó con un par de animales sobre él.
—¡Peter!
Starlord se estremeció, hacia tanto que no escuchaba su nombre en boca del Dios del Martillo. Miró con enfado a su hijo, uno que hizo brillar sus ojos demostrando que no iba a dejar a su fiel amiga en medio de aquel caos. La Milano se elevó en el cielo, esperándolos, un par de naves Asgardianas le dispararon, siendo derribadas por pterodáctilos que las destruyeron. Un rugido conocido hizo que Peter abriera sus ojos de par en par. El enorme y peligrosísimo T-Rex estaba haciendo su aparición y su hijo quería que cargara a Blue justo en esos momentos tan precarios.
—¡Mamá! ¡No me iré sin Blue!
Quill maldijo esa terquedad cuya ascendencia no supo a quién incriminar mientras lidiaba con el peso de un jodido veciloráptor y el de su hijo rumbo a la Milano bien protegida por aquellos animales voladores. Todos los dinosaurios estaban respondiendo, incluyendo el clima. Con Nova apareciendo, la fuga apenas tuvo éxito, saltando en cuanto pudieron sin poder suplicar un perdón a los dulces Amissanos por el desastre dejado.
—¿Qué...? —Rider quedó estupefacto al ver a Blue.
—Ni me digas. ¿Victoria?
—En el siguiente salto, una flota nos espera.
—¿Cómo la convenciste?
—Le dije que la Sangre Real Spartoi estaba a punto de ser exterminada por los Asgardianos.
—¿Te creyó?
—Al menos lo suficiente para picar su curiosidad. ¿Muerde?
—Sí.
—Pero no los morderá si yo le digo —aclaró a la defensiva Jason.
—Hijo, creo que...
—Te conviene cerrar el pico, Rid. Jason, sujeta a tu amiga porque haremos otro salto.
La Milano apareció justo delante de una enorme flota Spartoi, entrando a la nave nodriza donde estaba esperándoles nada menos que Victoria de Spartax, hija del emperador y comandante de las fuerzas imperiales además de hermana de Peter. La princesa y guerrera frunció su ceño cuando dos adultos aparecieron por la plataforma escoltando a un adolescente con un dinosaurio detrás. Los soldados intercambiaron una mirada llena de confusión, esperando a las órdenes de su comandante.
—Peter, espero una explicación a esto.
—Yo le dije que dejara el animal, pero no quiso.
—¡Peter! —rugió Victoria.
—Am, hola hermanita. ¿Te presento a tu sobrino? Jay, ella es tu tía Victoria. Vicky, él es mi hijo Jason.
—¿T-Tía? —tartamudeó el chico, sujetándose de un costado de su madre.
—Es una larga historia.
Victoria observó a Jason, entrecerrando sus ojos con puños apretados.
—¿Cómo pudiste...?
—¡Vicky! Una flota Asgardiana viene tras nuestros traseros, ¿podríamos ir a Spartax ya?
—Ese niño...
—¡Vicky, concéntrate! ¿Spartax?
—Alteza, la situación es grave como le comenté —intervino Richard para poner calma— De verdad es necesario ir al palacio, solo ahí estaremos seguros.
Fuesen las palabras del centurión, los colmillos de advertencia de Blue, la mirada desesperada de Peter o esos temblores en Jason, la princesa Spartoi aceptó dejar para después aquella conversación. La flota se alejó rumbo al imperio, con todos alrededor preguntándose qué rayos había pasado que de pronto estaban a punto de entrar en guerra contra Asgard. Starlord resistió bien esas miradas inquisitivas cuando entraron al palacio y se presentó frente a su padre, el emperador J'son quien le dedicó una mirada severa y más cuando Blue lanzó mordidas a los guardias.
—¿Qué es eso?
—Es Blue.
—Peter... —el emperador miró al adolescente semi escondido detrás de su madre— Te has perdido de nuestra vista por largos años, ignorando tus deberes, despreciando tu familia sin contar que tuviste el descaro de enredarte con el Hijo de Odín, tener un hijo suyo que ahora todos los guerreros Aesir quieren bien muerto... ¡¿y llegas a pedirme ayuda de esta manera?!
—También te extrañé, papá.
—Centurión Nova, ¿tú apruebas esto?
—Majestad, sabemos que no estamos en las mejores condiciones ni tampoco tenemos cómo recompensar por el favor recibido, pero se trata de su nieto. Un príncipe de Spartax.
—Padre —tosió Quill, aclarando su garganta y acariciando la cabeza de su hijo— Yo sé lo que he hecho, mis pecados y faltas, haré lo que quieras sin huir ni torcer tus palabras si proteges a Jason. Tan solo pido que lo salves, por favor.
—Simplemente así, una guerra contra Asgard porque tú me lo pides.
—Yo... no quiero una guerra. Quiero que dejen de perseguir a mi hijo, tu nieto... por favor.
J'son entrecerró sus ojos, ahí en su trono junto a Victoria. Su mirada volvió a examinar a un Jason quien venía enterándose de toda la verdad de un solo golpe, apretando un peluche contra su pecho bien custodiado por el más extraño dinosaurio que hubiera visto. Tenía toda la cara de Peter, igual que ciertos rasgos del Hijo de Odín, no se podía negar su herencia. Richard se adelantó con una reverencia.
—Puede verlo con sus propios ojos, Majestad. Este niño es inocente de los cargos que le imputan. Jamás en su vida ha dañado a nadie, mucho menos tiene intención de acabar con un reino que ni siquiera conoce o acaso le ha dado una bienvenida. ¿No merece acaso una oportunidad para probar que pertenece a la Casa Real de Spartax?
Quill casi contó los segundos que le tomó a su padre responder.
—Hablaremos luego, Peter.
Salió de ahí con sus consejeros y Victoria, dando a entender que aceptaba protegerlos de Asgard. Tenían una parte ganada. El guardián se volvió a su hijo, quien le miró entre dolido y asustado de saber quién era en realidad su padre, aunque no captara muy bien el por qué lo quería muerto.
—Jay... todo va a estar bien, ¿sí? ¿Tienes hambre?
—... un poco.
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