Epílogo
Con los trámites de la sucesión de la casa en marcha, luego de despedir a sus empleados e indemnizarlos con una suma más que generosa, finalmente se mudó al departamento de Facundo. Solo llevó su ropa y algunos objetos personales. No había demasiado espacio para otra cosa, pero no le importaba. Quería empezar de cero y esa era la oportunidad para dejarlo todo atrás. Lo único que necesitaba era estar con él.
Debido a la gran carga de trabajo de ella, les llevó más tiempo del esperado encontrar un lugar que les gustase a los dos y se adecuara a sus necesidades para comenzar allí una vida juntos. Sin embargo, finalmente encontraron la casa perfecta. Meses después, luego de que los trámites terminasen habilitándola a ella a vender su propiedad y después de hacerlo también con el pequeño departamento de él, se mudaron a su nuevo y definitivo hogar.
Era una casa de dos pisos con tres habitaciones y un amplio patio con jardín. No era demasiado grande —al menos en comparación con la antigua vivienda de ella—, pero era muy cálida y acogedora. Se enamoraron de la misma apenas la vieron y amaron cada espacio, cada cuarto, cada rincón. Sin duda, podían imaginarse allí por el resto de sus vidas. Además, estaba ubicada en el mismo barrio en el que vivía la familia de él y cerca del trabajo de ambos por lo que era la opción ideal. Firmaron los papeles de inmediato y en menos de una semana finalmente se mudaron.
Ya había pasado un año desde que había ido a su departamento por primera vez y le había abierto su corazón contándole su historia, su pasado, sus miedos. Él había sabido escucharla sin juzgarla y le había demostrado que merecía mucho más de lo que creía. Más tarde ese mismo día, en medio de una inolvidable noche tormentosa, habían terminado por ceder a la poderosa fuerza que los atraía dejando que finalmente sus cuerpos se uniesen. Sus almas ya lo habían hecho muchos años antes cuando, aun siendo un niño, él le había transmitido la paz que su atormentada alma necesitaba y la había llenado de esperanza solo con su cálida mirada.
Desde entonces, Facundo había pasado su vida creyendo que jamás encontraría a su verdadero amor. Ninguna mujer lo llenaba o lo hacía querer más. Ninguna era como aquella que creyó haber inventado y que aparecía en sus sueños, una y otra vez, atormentándolo. Sin embargo, cuando menos lo esperó, ella apareció en su vida y lo desbarató por completo con su profunda mirada azul. Aquellos ojos de hielo se grabaron en su mente al instante traspasándolo de forma intempestiva y llenándolo de una inesperada calidez que hizo que su corazón saltase dentro de su pecho. La conexión entre ellos fue inmediata y aunque al principio no lo comprendió, pronto descubrió que se trataba de ella... de la mujer de sus sueños.
Esa noche, para celebrar su primer aniversario, Facundo quiso llevarla a un restaurante, pero Paula prefirió quedarse allí y pedir una pizza. Como a él le daba lo mismo el lugar siempre y cuando estuviese con ella, aceptó su propuesta con gusto. No obstante, acondicionó el ambiente para que luciera diferente y especial. Encendió velas y seleccionó en su computadora una lista de baladas románticas de los años '80 que tanto le gustaba.
La cena fue algo simple y sencilla, pero sumamente encantadora. Acompañaron la comida con una botella de vino blanco —que era una de las pocas bebidas con alcohol que a ella le gustaba— y brindaron por su relación, por una vida juntos y un futuro prometedor. Le pareció extraño que Paula apenas hubiese mojado los labios y dejara la copa a un lado, pero supuso que se debía a que estaba cansada debido al trabajo y la mudanza.
De repente, comenzó a sonar "Up where we belong" de Joe Cocker y Jennifer Warnes. Sorprendiéndola, Facundo extendió una mano hacia ella en una clara invitación para que bailasen. Paula sonrió ante su gesto y se puso de pie. Sin pronunciar palabra, se abrazaron y comenzaron a balancearse al ritmo de la música. A él siempre le había gustado ese tema ya que hablaba acerca de seguir adelante a pesar de las dificultades y de alguna manera, su letra lo animaba y reconfortaba.
Paula la reconoció de inmediato. Era la canción de una vieja película romántica. Cerró los ojos al recordarla y se sorprendió al sentirse identificada con lo que decía. Desde que estaba con Facundo había logrado vivir sin mirar atrás. Ya no permitía que las ataduras de su pasado la condicionaran y se centraba únicamente en su presente al lado del hombre al que amaba con todo su corazón. "Love lift us up where we belong" —"el amor nos lleva allí donde pertenecemos"—, recitó para sí misma a la par del cantante.
Se estremeció al darse cuenta de que, sin duda, ella se encontraba justo donde pertenecía y todo se lo debía a él. Facundo la sintió temblar y se alejó solo un poco para mirarla a los ojos. Notó de inmediato la humedad de los mismos y frunció el ceño preocupado.
—¿Estás bien?
—Sí. Solo me emocionó la canción.
Él sonrió al escucharla y acariciando su mejilla con suavidad, depositó un casto beso sobre sus labios. Cuando se separaron, ella volvió a mirarlo buscando en sus ojos la fuerza que necesitaba para decirle lo que en verdad le preocupaba.
—Algo más te pasa, ¿verdad? —preguntó, adivinando sus pensamientos.
Ella asintió y sin decir nada, caminó hacia donde se encontraba su cartera. Sacó de su interior un sobre blanco y regresó a su lado. Se lo entregó con manos temblorosas a la vez que, nerviosa, se mordió el labio inferior.
Facundo frunció el ceño al reconocer el logo del hospital en el papel. Temió que le estuviese pasando algo malo y asustado, se apresuró a abrirlo. Un estremecimiento recorrió su columna al comprender de qué se trataba y sus ojos pronto se llenaron de lágrimas mientras leía de nuevo lo escrito en esa hoja.
Sujetaba en sus manos el mejor regalo que jamás podría haberle dado, la prueba de que el amor verdadero existe y de que no hay nada que este no pueda lograr. La buscó con la mirada. Ella también lloraba.
—¿Estas embarazada?
—Sí —le dijo con voz ahogada al ver la emoción en él.
Sin apartar sus ojos de los de ella, extendió su brazo hacia adelante y apoyó una mano sobre su vientre aún plano.
—No puedo creerlo.
—Yo tampoco. Después de todo lo que me pasó, ni siquiera pensé que sería posible. Cuando me di cuenta de que tenía un pequeño retraso lo adjudiqué a los nervios por la mudanza, pero el médico insistió en hacerme el análisis y bueno... ahí lo supe.
—Vamos a tener un bebé —dijo con una sonrisa.
—Estás contento —afirmó, más que preguntó, de pronto nerviosa.
Facundo arqueó las cejas sorprendido. ¿Acaso tenía alguna duda?
—Por supuesto que lo estoy. ¡Estoy feliz! —exclamó acunando su rostro entre sus manos mientras le quitó con su dedo la lágrima que había comenzado a deslizarse por su mejilla—. ¿Eso era lo que te preocupaba?
—En parte, sí. Sé que aún sos joven para ser padre y la verdad que no era algo que esperaba. O sea, siempre quise tener un hijo, pero hace tiempo que dejé de soñar con eso porque sabía que era imposible. Ahora... no sé... tengo miedo de no poder, de no ser capaz de cuidarlo y protegerlo —confesó con vergüenza.
—¡Claro que sos capaz! Mis padres me enseñaron desde chico que nada es imposible. Que, si uno tiene un sueño y lucha por eso, este se termina cumpliendo —le dijo con convicción—. Mi sueño sos vos, Paula. Siempre lo fuiste. Desde que te vi en ese hospital sentí que algo nos conectaba, pero no fue hasta que volví a verte en la agencia, que supe que estábamos destinados a estar juntos. Quiero a este bebé con todo mi corazón. A este y a los que vengan después si eso es lo que en verdad querés. No hay nadie en el mundo que merezca tanto ser madre como vos. Sé que lo vas a hacer increíble y voy a estar a tu lado en todo momento para ayudarte y cuidar de ambos.
—Dios, te amo tanto —declaró ella, incapaz de seguir conteniendo el llanto.
—Y yo a vos. Los amo a los dos —aclaró acariciando su cabello para acomodárselo detrás de su oreja—. Estoy ansioso por ver tu vientre crecer y contemplar cada cambio en tu cuerpo. Este bebé va a ser muy querido y afortunado ya que tendrá a una mamá maravillosa.
—Y al mejor de los padres —agregó, perdiéndose en esa mirada oscura que tanta paz le brindaba.
Facundo se inclinó hacia ella para besarla con el más profundo y sincero amor. Apretándola contra él, saboreó sus labios con vehemencia hasta saciar su sed. Ahora entendía el motivo por el que no había bebido y el extremo cansancio que podía ver en su rostro.
La tomó de la mano y la llevó hasta el sofá del living. Se sentó en el mismo con su espalda apoyada en el costado y abrió las piernas para que ella pudiese sentarse entre ellas. Luego, hizo que se recostase sobre su pecho y la rodeó con sus brazos apoyando ambas manos sobre su vientre.
Paula se sentía dichosa. Después de tanto sufrimiento, finalmente la vida la estaba recompensando no solo con ese maravilloso hombre que la había salvado —en todos los sentidos de la palabra—, sino también con un bebé que era fruto de su amor. Nunca pensó que podría merecer algo tan bueno, pero él le enseñó que eso era posible y por fin podía vislumbrar un futuro feliz a su lado.
—Gracias por no haberte rendido conmigo, amor —susurró con renovadas lágrimas de emoción—. Me devolviste a la vida. Me lo diste todo.
—Una vez te dije que no pensaba renunciar a vos y no estaba mintiendo. Esto recién empieza, preciosa. Tenemos toda una vida por delante y te prometo que voy a dedicar cada día de ella a hacerlos tan felices como ustedes lo hacen conmigo —prometió.
Le besó la frente con ternura y le acarició el dorso de sus manos con ambos pulgares. La vio cerrar los ojos ante el contacto de sus labios y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Nunca pensó que podría llegar a ser tan feliz. Sin embargo, lo era y todo se lo debía a ella. Respiró profundo al darse cuenta de que acababan de convertirse en una familia y supo con certeza que atesoraría por siempre ese momento en su corazón.
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