4.

Advertencias: omegaverse Lia!Alfa x RyuJin!Omega. Fic corto. Contiene algo de drama y angst, pero también fluff por algunas partes.

No le dijo del bebé porque no sabía cómo iba a tomárselo. Porque no sabía si eso la haría feliz. Porque JiSoo ya no parecía interesada en ella.

La tensión seguía presente en ellas: apenas se hablaban y dirigían la mirada, no se tocaban ni salían a comer juntas. RyuJin dejó de visitarla en el trabajo y se la pasaba encerrada en casa, sin querer salir con nadie. Además, con la noticia del bebé en camino, su mundo pareció dar un vuelco completo.

Así pasaron varias semanas, en el que RyuJin no dijo nada sobre su embarazo. No es como si JiSoo hubiera preguntado algo tampoco, y la omega tenía la tentación de sacarle en cara que era fértil, que podía dar a luz, que podía tener cachorros. Al final, sólo se callaba y dejaba que los días pasaran. Ni siquiera sabía cuánto tenía, porque no quería ir a visitar un ginecólogo. Necesitaría dinero para pagarlo, y no es como si JiSoo no le diera dinero, pero tenía una tarjeta de crédito y los gastos siempre iban a la cuenta de la alfa.

Navidad sería pronto. RyuJin no sabía cómo sería ese año.

Lo que sí era seguro es que todos los años había una cena-fiesta en la empresa de JiSoo y tenía la obligación de ir. Iban todos los trabajadores con sus parejas, y sabía que, si faltaba, los rumores después serían mucho más horribles de lo que ya eran.

―¿Vas a ir? ―preguntó JiSoo, cuando RyuJin se lo mencionó en la comida.

RyuJin no la miró.

―¿No quieres que vaya? ―preguntó con amabilidad―. Si es así...

―No he dicho eso ―se veía irritada, pero RyuJin no contestó―. No pensé que quisieras ir.

La omega removió su comida con el tenedor, sin demasiado apetito. Ahora, muchas cosas le provocaban náuseas y debía disimularlas para no llamar la atención.

―¿Pensabas llevar a otra persona? ―inquirió, usando todavía ese tono suave.

JiSoo volvió a enojarse y se puso de pie, marchándose. RyuJin se puso a llorar, pero cubrió su rostro para no emitir ruido alguno. Con las hormonas alborotadas por el embarazo, el llanto salía con más facilidad y le costaba mucho reprimirlo.

El día de esa odiosa cena sería el veinte de diciembre, así que, mientras JiSoo se duchaba, RyuJin decidió vestirse con un traje que no usaba hacía mucho: era azul marino, pero con un extravagante diseño de líneas blancas desordenadas tanto en el saco como en el pantalón. No llevaba camisa o corbata ya que el saco se encargaba de cubrirlo todo, con una pequeña cadena doraba guindando entre la correa de cuero. Le quedaba un poco apretado de la cintura, pero mientras se duchaba, tocó su vientre levemente hinchado. Pronto, tendría una gran panza que no podría ocultar bajo ninguna ropa. Ese pensamiento, sorprendentemente, le hizo sonreír.

Un bebé de JiSoo y ella. A pesar de que las cosas estuvieran mal, RyuJin sabía que lo iba a querer mucho.

Sus uñas ya las tenía pintadas con un bonito diseño de gatitos, así que se aplicó un labial suave y desordenó su cabello en suaves ondas. Se veía linda, por lo que esperaba que no juzgaran su aspecto ese día.

JiSoo salió del baño y le observó con aspecto crítico. Casi esperaba que la alfa le dijera que se veía ridícula, pero la alfa permaneció callada unos segundos.

―¿Dónde está el traje gemelo? ―preguntó, y RyuJin supo enseguida a qué se refería: ellas compraron esos trajes de pareja luego de que la omega se lo suplicara.

A diferencia del de RyuJin, que parecía más desordenado, el de JiSoo se veía mucho más cuidadoso, con el saco y la falda azul marino, y la camisa negra con las líneas blancas desordenadas. Mientras JiSoo se acomodaba el saco, RyuJin se acercó a ponerle un collar encima de la camisa.

Se miraron un instante y parecieron llegar a un acuerdo silencioso con eso. Aquella noche, dejarían esa discusión de lado e iban a aparentar ser el estable matrimonio Choi. Puede que, para el final de la noche, todo quedara olvidado entre ellas.

El enorme centro de eventos al que fueron quedaba en el exterior de la ciudad, en medio de una enorme parcela lujosa donde cabrían bien quinientas personas. Siempre arrendaban el mismo lugar para esos eventos. Contaba con dos piscinas, juegos para niños pequeños, tres quinchos y un enorme salón, con mesas, sillas y sofás. Allí fue la fiesta de bodas de RyuJin y JiSoo.

No fueron las primeros en llegar, pero tampoco las últimas. El lugar ya estaba bastante lleno cuando llegaron, así que les tocó saludar a varias personas. Se aseguraron en ir siempre de la mano y conversar un poco con cada pareja.

―¿Sigue sin darle un cachorro? ―escuchó susurrar.

RyuJin quería gritar que ya estaba embarazada, que le daría un hijo a JiSoo, que el heredero de los Choi venía en camino.

Sólo se quedó callada, sonriendo con encanto y sin soltar a JiSoo.

―¿Cómo pudo venir con ese horrible traje?

―No se compara en nada al amante de Choi.

―¿Quieres beber algo? ―llamó su atención JiSoo―. ¿Tal vez un vino, Ryu-ah?

―No te preocupes ―se apresuró en decir RyuJin―, hoy no tengo ganas de alcohol, tomaré sólo un jugo.

Iba a moverse para ir a la mesa, sin embargo, JiSoo la agarró de la barbilla antes de siquiera dar un paso. RyuJin le miró con inocencia, pero era evidente la sospecha en ojos de su esposa.

―¿Te sientes bien? ―le preguntó, seria―. Has estado muy rara, Ryu, ¿Crees que no lo he visto? Dejaste de comer muchas cosas, ¿Acaso quieres bajar de peso?

―Debería bajar de peso, está gorda, mira esas mejillas. ―escuchó murmurar.

La omega se rió, como si hubiera escuchado una buena broma, a pesar de que quería llorar. Malditas hormonas de embarazo.

―Me descubriste ―bromeó, y se inclinó a darle un beso en la boca―. El traje me quedó un poco apretado cuando me lo puse.

―No digas tonterías ―JiSoo la soltó―, tú no estás gorda. Eres perfecta así, Ryu.

Su sonrisa fue más honesta ahora, menos forzada, y volvió a darle un beso a JiSoo, que la alfa aceptó con gusto.

―Voy por algo para beber, nos vemos. ―le dijo, coqueta, y su esposa rodó los ojos.

Se abrió paso por entremedio de las personas, deteniéndose también cada tanto para saludar y conversar con la gente a su alrededor. Todos la conocían al ser esposa de JiSoo, y ella con suerte se acordaba de los nombres de esas personas. A las únicas que ubicaba bien eran a ChanMi, YuNa y Somi, con las que se encontró en la mesa de comida.

―Vamos, ChungChung, come esto. ―decía Somi, tratando de forzar a su novia a comer unas galletas con crema.

―¡No me gusta la calabaza! ―se quejaba ChanMi, empujando a la alfa―. ¡Mira, es RyuJinnie!

―¡RyuJin, tanto tiempo! ―Somi olvidó las galletas para ir a abrazarla.

Somi era demasiado conocida por ser la idol estrella de la empresa. Las canciones y composiciones en las que participaba siempre eran un éxito, y el hecho de ser extremadamente guapa le ayudaba mucho más. Ella y JiSoo estudiaron juntas cuando niñas, de ahí se conocían, así que Somi estuvo en la boda de ellas.

Por otro lado, ChanMi era otra abogada de la empresa, pero omega. RyuJin estuvo muy sorprendida cuando se la presentaron, pues nunca vio a una omega que se aventurara en esa carrera. Fue la mejor de su generación.

Ambos llevaban saliendo un año y parecía que se entendían muy bien a pesar de todo. A RyuJin se les hacía muy lindo verlas juntas.

Una vez Somi la liberó, se acercó a la mesa para agarrar una de las copas con jugo, buscando algo que comer también. Se decidió por un inocente coctel de frutas y crema, rogando no derramar algo en su ropa.

―¿Y dónde está el vejestorio de tu esposa? ―le preguntó Somi.

RyuJin le dio un codazo inocente.

―Por allí, en negocios ―contestó―, me aburro en esas cosas, así que me deja libre para vagar.

―¡Qué dulce! ―se burló ChanMi―. JiSoo siempre tan educada. Debería dejar de hacer negocios, ¡Se la pasa trabajando!

La omega menor asintió, apoyándola con la cabeza y queriendo gritarlo a los cuatro vientos, porque tenía razón. Ni en esas fiestas JiSoo dejaba de trabajar.

―¿Y qué harán para Navidad? ―les preguntó RyuJin.

―Iré a ver a mis padres ―contestó YuNa luego de tragar un canapé―, pero decidimos pasarla con nuestra familia en Tailandia. Nos vamos en dos días.

―¡Decidimos ir a Nueva York, hasta año nuevo! ―dijo ChanMi, entusiasmada.

―Queremos celebrar estas fiestas a lo yankee ―dramatizó Somi, antes de mirarla―. ¿Y tú y JiSoo?

RyuJin se llevó una frutilla a la boca para hacer tiempo.

―Todavía no lo tenemos planificado, pero le diré que vayamos a esquiar. ―contestó, como hizo el año pasado también.

Una mentirita piadosa. Cuando RyuJin le sugirió eso a JiSoo, la alfa dijo que no había buena conexión de internet en esos lugares por si surgía alguna emergencia, y el asunto quedó allí.

ChanMi abrió su boca para decir algo. Somi, maliciosa como era, agarró la galleta con crema de calabaza y se la metió de golpe. Su novia escupió y comenzó a rabiar, y la atención fue desviada.

La omega abogada se marchó al baño entre quejidos, con Somi riéndose por la diversión y siguiéndola. YuNa y RyuJin quedaron solas.

―¿Cómo va todo con JiSoo? ―preguntó la alfa.

―Igual que siempre ―suspiró RyuJin, removiendo el cóctel frutal con el pequeño palillo―, trabajando y trabajando ―le miró de reojo―. ¿Puedo contarte algo? Pero no aquí.

―Claro ―YuNa miró a su alrededor―. ¿Vamos a la terraza?

La omega asintió y le siguió a través de la multitud de personas. Los susurros parecieron aumentar con cada paso que daba.

―¿La viste con esa alfa?

―Qué puta, engañando a JiSoo a la cara.

―Tan inocente que se ve y es una gran zorra por dentro.

Los ignoró, los empujó hacia abajo, los deslizó por el suelo, fingiendo que no le hacían daño.

Mientras caminaba, buscó a JiSoo a su alrededor, y la vio conversando con otros alfas y omegas, encendiendo un puro. A su lado, YeonJun le ayudó con el encendedor, inclinándose contra ella, y ambos se rieron como si hubieran compartido una buena broma.

El lugar tenía cuatro terrazas que daban hacia las piscinas y el resto de la parcela. Para su propia fortuna, llegaron a una vacía, y YuNa sacó un cigarrillo para encenderlo. Se lo ofreció a RyuJin, pero la omega lo rechazó con amabilidad.

Qué fortuna que ese día no estuviera lloviendo, a pesar de ser inicios del invierno. Probablemente en enero empezaría a nevar.

Miró a YuNa.

―Estoy embarazada ―le dijo, y la alfa enarcó una ceja―, y JiSoo no lo sabe.

La más alta se tomó su tiempo para responder: dio una calada y exhaló el humo, que se esfumó con rapidez en el frío aire invernal. Desde el interior de la enorme casa salían las risas, conversaciones, la suave música. A pesar de que las separara un ventanal, la omega seguía sintiendo los ojos puestos en ella.

―¿Por qué no lo sabe? ―preguntó YuNa.

RyuJin lo pensó un momento, tratando de encontrarle sentido a todo. A esa ridícula situación en la que cayó y de la que no podía escapar, porque lo más doloroso era saber la inevitable verdad: ella seguía queriendo a su alfa, a pesar de todo. Tal vez fuera culpa de la marca, que generaba esos sentimientos, pero ¿Qué importaba? RyuJin no lucharía contra ella. Ella no fue criado para luchar, sino para contentar, y no sabía cómo escapar de esa realidad.

JiSoo no la amaba. JiSoo la engañaba. Sólo estaba para saldar la deuda de los Choi y nada más.

Y, a pesar del ofrecimiento de YuNa, el futuro a su lado era muy incierto y oscuro. A eso, por supuesto, se le sumaba lo evidente, y es que ella no la quería ni amaba de esa manera. RyuJin prefería el futuro que conocía, al lado de la alfa que tenía su corazón, y esa era JiSoo. Aun cuando JiSoo no la quisiera.

―Porque tengo miedo ―confesó―, de lo que significa. De decirle y no ver alegría o emoción en sus ojos. De decirle y que sólo me dé una palmada en la cabeza, como si ya hubiera cumplido con mi deber.

―RyuJin...

―Lo sabrá, por supuesto, no puedo ocultárselo ―la omega quería abrazar a YuNa, pero debía contenerse, porque la gente la vería y JiSoo también podría verla, e iba a enfurecerse con esa humillación―, o puede que sí. Por Dios, con suerte va a casa, no me toca ni me mira. Podría parir en un hospital sin que ella se enterase.

―No digas eso, RyuJin ―YuNa le agarró el brazo―. Mira, no soy la más indicada para decirlo, pero le preocupas.

―Por supuesto, soy su mujer ―RyuJin se rió―. Sería un escándalo que yo me muriera y ella no mostrara el más mínimo afecto.

―RyuJin. ―volvió a insistir YuNa.

Se quedaron en silencio. La alfa pareció notar que tocarla no era la mejor idea, así que, con lentitud, alejó su brazo. Volvió a darle una calada a su cigarrillo.

―Me gustaría que fuese niño. ―comentó, y eso bastó para hacerla llorar.

Se giró, de espaldas hacia el ventanal que llevaba al interior, y dejó que las lágrimas cayeran por sus ojos. YuNa tuvo la sensatez de no abrazarla, a pesar de que parecía tener las ganas de hacerlo, pero también se dio vuelta y se ubicó a su lado.

―Por favor, Unnie, ¿Cuándo vas a florecer? ―suspiró YuNa, con cariño.

―El día en que le diga todas sus verdades a JiSoo. ―bromeó RyuJin entre sollozos.

Permanecieron en ese lugar hasta que el frío secó las lágrimas de la omega y el llanto desapareció poco a poco, aunque su cabeza comenzó a doler. Genial, lo que le faltaba.

Quitó los restos de lágrimas de sus mejillas, enderezándose y mirando hacia el interior de reojo. Todavía le quedaba una larga noche por delante, pero ya quería irse a su cama.

―Necesito el baño y arreglar este desastre ―dijo, agradecido de no haberse aplicado sombras en los ojos, porque si no habría parecido un payaso en ese instante―. ¿Entras, YuNa?

―No, deja que consuma el cigarrillo. ―contestó en un gesto despreocupado.

RyuJin la observó con rapidez, adivinando enseguida que no sólo era el cigarrillo, sino un momento para ella. A pesar de que YuNa dijera que estaba bien con su rechazo, era obvio que también le hacía daño. Eso era lo que más odiaba RyuJin en esa situación, el saber que podía causarle daño a alguien a quien apreciaba.

Le murmuró una despedida, entrando al lugar para dirigirse con rapidez hacia el baño, esquivando con agilidad a las personas para no quedarse conversando con ellas. Para su propia fortuna, nadie se detuvo a verla, porque la omega sabía que sin JiSoo, no era importante para ellos.

Una vez en el baño, hizo sus necesidades y luego mojó su cara con agua para quitar los rastros de llanto. Se quedó un momento allí, tomando aire y sabiendo que ya debía buscar a JiSoo. Tal vez, si tenía suerte y la veía fastidiada, podría sugerirle regresar a casa.

Salió del baño, caminando por el pasillo hacia el salón principal. Al salir, escuchó unas risitas.

―¿Notaste lo horrible que viste? Parece que sacó ese traje de la basura.

RyuJin se volteó a verlos: eran dos hombres, mayores que ella, apoyados en la pared y sosteniendo unas copas con champagne. Ellos miraron a otro lado, pero todavía tenían sonrisas socarronas en sus rostros.

―¿Disculpen? Creo que dijeron algo sobre mí ―habló, con la voz grave.

Ellos tuvieron la decencia de enrojecer.

―No, claro que no ―dijo él de cabello castaño y traje gris―, de seguro escuchaste mal.

―¿Sí? Estoy segura de que escuché que decían que mi traje es de la basura. ―replicó.

Él otro hombre, un alfa de pelo negro y traje azul, rodó los ojos. Él hombre de traje gris era omega, lo que explicaría esa actitud más pasiva.

RyuJin, por lo normal, ignoraría ese comentario y seguiría de largo, pero ahora estaba muy cansada. No entendía el motivo de todos esos murmullos, de esos susurros. ¿Y qué si vestía mal? ¿Y qué si no le había dado hijos a JiSoo?

―Bueno, es que lo es ―habló él alfa, despectivo―. Sólo... Mírate, no te comparas al resto de omegas de aquí. Ahora entiendo por qué tu mujer tiene amantes.

Apretó sus manos en puños, la rabia recorriéndola, pero él alfa se enderezó. Era más alta que ella.

―Eres tan insignificante ―continuó él―, una pequeña basura que no contentaría a nadie. Ni siquiera sirves como criadero, ¿Cuatro años de casada y ningún hijo? Eres una burla.

Sumado a la rabia, las ganas de llorar volvieron, porque él alfa parecía saber exactamente qué decir para hacerle daño. Esa valentía que sintió desapareció, y ahora lo único que quería era correr lejos de allí, lejos de ese lugar.

―Basta. ―masculló, y su voz se quebró.

Él hombre sonrió.

―¿Siquiera sirves para follar? ―agregó, con una mirada de asco―. Lo dudo mucho, tu coño debe ser muy suelto, como el de una puta–...

―¡Cállate! ―gritó, enfurecida.

Él omega se encogió, con pánico en la mirada. Sin embargo, él alfa tenía los ojos refulgiendo por la ira.

―¿Cómo te atreves a mandarme a callar? ¿Quién mierda te crees-...

―Mi esposa, por supuesto.

RyuJin aguantó el aire, volteándose para ver a JiSoo de pie ante la multitud. La omega, de pronto, fue consciente de la gente que los rodeaba, de lo que ese alfa dijo, y la humillación provocó que su rostro se pusiera rojo. Todos debieron escuchar lo que él dijo, incluso JiSoo, que miraba al hombre con calma. Con calmada cólera, se veía en sus ojos.

―¿Puedes repetirme lo que dijiste sobre mi omega, JaeHyung? ―habló JiSoo, dando otro paso. RyuJin vio las manos de la alfa temblar.

―Señorita Choi ―barboteó él―, no lo decía en serio, sólo...

―¿Bromeabas? ―le interrumpió la alfa―. Si es así, no entiendo la broma. RyuJin, ¿Era una broma? ¿Te causó risa todo lo que dijo?

La omega sacudió su cabeza en una feroz negativa, pero también habló:

―Soo ―murmuró―, quiero irme a casa, por favor.

―Por supuesto, preciosa ―contestó JiSoo―, sólo tengo unas cuentas qué arreglar ―pareció pensarlo un poco antes de volver a hablar―. JaeHyung, estás despedido. No quiero ver tu rostro nunca más en ninguna compañía Choi, y me aseguraré de que no seas contratado en otra empresa. Tú y tu omega están fuera de los negocios de mi familia.

―¡Se-Señora Choi! ―suplicó él, espantado.

―Además, hablaré con los padres de RyuJin ―continuó, despiadada―, y me encargaré también de que cancelen tus préstamos y asesorías. Les diré cada palabra que dijiste sobre su hija, y puede que ellos hablen con otras personas para hacer de tu vida una miseria.

―Por favor...

―Por último ―JiSoo apuntó a RyuJin―, quiero que te pongas de rodillas, te inclines y le des las disculpas a mi omega sobre toda la mierda que dijiste. Si no lo haces, JaeHyung, ni siquiera te daré un finiquito.

Hubo un instante de silencio entre la multitud de personas. Él alfa, humillada y derrotado por completo, obedeció con los ojos llorosos.

―Lo siento, Choi RyuJin. ―susurró, a punto de llorar.

―Que patético, JaeHyung ―escupió JiSoo, antes de voltearse a la multitud―. Espero que sirva de lección para ustedes, también. Si vuelvo a escuchar cualquier estupidez contra RyuJin o sobre mi matrimonio, no dudaré en hacer esto. Incluso si RyuJin me dice que la están molestando, y si no tiene ninguna prueba, también lo haré, ¿Queda claro?

Otro silencio sepulcral en el salón. RyuJin, a lo lejos, vio a Somi con la boca llena de comida y a ChanMi con la mano levantada, alimentándola. Ambas parecían a punto de aplaudir.

JiSoo estrechó los ojos y las respuestas no se hicieron esperar.

―Sí, señora Choi.

―Por supuesto, no se preocupe.

―Jamás haríamos eso, señorita Choi...

La alfa se volteó hacia RyuJin, que la observaba con la garganta apretada. Caminó hacia ella, y con suavidad, le agarró la mano.

―Bien, vamos a casa. Ha sido un largo día, Ryu-ah.

Asintió con la cabeza y se dejó llevar. La gente les abrió paso, sin decir nada, y la música pronto volvió, pero nadie parecía qué esperar exactamente. JiSoo no se detuvo, sacándola del salón y caminando hacia el auto.

Fue, en ese momento, que RyuJin se percató de que JiSoo sostenía algo: una bolsa de caramelos.

Cada fiesta de navidad, siempre se daban de regalos bolsas de caramelos a las parejas que tenían hijos, para que las llevaran a sus cachorros.

―Soo ―habló, y su voz salió ronca―, ¿Y esa bolsa?

¿Ah? ―la alfa parpadeó, mirando el pequeño regalo―. Ah, es para ti. Sé que te gustan mucho los caramelos. Te la daré, pero no te los comas enseguida, que luego te duele la tripa. ―agregó, con una mirada de advertencia.

RyuJin hizo un débil puchero, que tembló de forma inevitable, y las lágrimas volvieron a caer. Por Dios, ¿Es qué podía ser más llorona? No entendía cómo sus emociones estaban tan revueltas en ese instante, pero sólo quería que esa sensación de constante miedo desapareciera.

―Lo siento. ―sollozó.

―¿Qué dices, bebé? ―dijo JiSoo, abriéndole la puerta del copiloto y sentándola―. ¿Por qué pides perdón?

―Por... Por a-arruinar la noche... ―lloró, recibiendo la bolsa de dulces.

―No has arruinado nada ―JiSoo le agarró de las mejillas y le dio un beso en la frente―. Por Dios, casi me lanzo a golpear a ese hombre, Ryu...

―¿Escuchaste todo? ―preguntó la omega.

―Por supuesto ―el tono de la alfa también era grave―, no podía creer las tonterías que escuchaba, ¿Cómo se les ocurrió tanta mierda? ―otro beso, ahora en la punta de la nariz―. Veamos, ¿Por eso crees que te estoy engañando? ¿Has estado escuchando tontos rumores, bebé?

El llanto aumentó. RyuJin la abrazó y lloró en su hombro, destrozada, cansada, quebrada por toda esa situación. JiSoo le devolvió el abrazo, consolándola con cariño y ternura, acariciándole la nuca. No la soltó hasta que sintió que se calmaba un poco, lo suficiente para darle otro beso, en la comisura de la boca. JiSoo olía a cítricos y cigarros, pero a RyuJin no le importaba una mierda.

―E-Ellos dicen que no soy suficiente ―trató de explicar RyuJin―, que yo jamás te voy a satisfacer, que... Que jamás te daré un cachorro, JiSoo, y eso...

―Eso es pura mierda ―dijo la alfa―. Ryu, sólo inventan cosas porque sus vidas son veneno puro ―le volvió a agarrar de las mejillas―. Mírame, mírame ―la omega trató de observarla, pero terminó por bajar la vista―. No, mírame, RyuJin ―JiSoo le agarró de la barbilla, obligándola a levantar su cara―, y escúchame: yo jamás, jamás, te voy a engañar, ¿Está bien? Tú siempre serás suficiente para mí, me satisfaces más de lo que yo espero, y un cachorro no me importa en este momento. Lo que dije el otro día, fui una idiota, ¿Bueno? Fui una estúpida y sé que te lastimé, pero no volverá a ocurrir, ¿Me crees?

RyuJin volvió a llorar y JiSoo la abrazó una vez más. Se quedaron en esa posición, a pesar del frío, por varios minutos, hasta que la omega hipó y sorbió por su nariz, en clara señal de que ya se calmó un poco. No sabía por qué lloraba exactamente, porque todo era un cúmulo de emociones en ese instante y lo único que quería era hacer un nido con su alfa.

JiSoo pareció adivinarlo, porque le besó en la boca. Los labios de RyuJin sabían salado por las lágrimas.

―¿Vamos a casa? ―le preguntó, dándole otro beso―. Podemos hacer un nido...

―Hazme el amor ―suplicó la omega―, y luego, hagamos nuestro nido, Soo...

La alfa asintió, soltándola y cerrando la puerta. Rodeó el auto y subió al asiento del piloto, saliendo pronto de esa parcela para dirigirse al hogar que compartía con RyuJin. En menos de media hora, estaban entrando entre nuevos besos, gruñendo y gimiendo a medida que caminaban. El recorrido nunca se le hizo tan largo para RyuJin, que jadeaba y dejaba que JiSoo le besara y marcara el cuello.

―Te quiero ―gruñó la alfa―, te adoro tanto, preciosa...

―¿De verdad? ―masculló RyuJin―. ¿Lo dices en serio?

―Nunca he dicho algo tan en serio como esto. ―afirmó JiSoo, y las ropas volaron por el cuarto, que se llenó de más gemidos y jadeos.

Diez minutos después, RyuJin se acurrucó contra JiSoo, sucia y pegajosa, pero sin importarle un poco. El cuarto olía a feromonas, relajándola y haciéndola cerrar los ojos por el sueño. Qué extraño fue, pensó, porque JiSoo se corrió primero, sin embargo, no se detuvo: la masturbó, besándole el cuello, hasta que RyuJin también terminó llegando al orgasmo y tocó el cielo.

Ahora, agotada, cansada, no quería alejarse nunca más de su alfa. Su única alfa, el amor de su vida, a pesar de todo.

―¿Sabes? ―dijo JiSoo, acariciándole los cabellos, y la omega levantó la vista. Observó las mejillas coloradas de JiSoo, su mirada risueña, y RyuJin le besó la barbilla―. Me tomaré unas vacaciones.

―¿Sí? ―parpadeó por la sorpresa, pero la alfa le sonrió, como si fuera una niña pequeña, llena de emoción.

―Claro ―JiSoo comenzó a besarle el rostro, enderezándose y volviendo a ubicarse encima de ella. RyuJin la recibió sin problema alguno―. ¿Vamos a la nieve, como me pediste el año pasado? Desde Navidad hasta año nuevo.

―Pero la conexión... ―gimió RyuJin.

―A la mierda la conexión ―volvieron los besos en la boca, calientes, lascivos―, quiero disfrutar de mi bonita esposa como corresponde.

RyuJin no pudo decir que no. Jamás podía decirle que no a JiSoo.

¡Gracias por leer!

—🌷

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