Solo una mordida
Mientras seguía a Eden para reunirnos con Roy, vi a alguien conocido.
—¿Doctora...? Eden, ¡regresaré en un momento!
—¿Qué? Roy me dijo que te llevara de inmediato... —Eden me observó—. ¿Es algo urgente?
—Muy urgente. Tengo que ir al baño.
—¿Estarás bien solo?
—No soy un niño, tan solo espérame aquí —una leve pausa se hizo presente, parecía que el pelirojo buscaba algo—. Eden, ¿quieres que te acaricie la cabeza?
—Que repentino...Gray, ¿estás de mal humor?
—Tan solo me preocupas.
Eden inclinó la cabeza de costado, y yo estiré la mano hacia él. Le peiné el pelo con los dedos y luego le di algunas palmaditas en la cabeza.
—Gray...
De repente, Eden se cubrió la cara con las manos y yo me detuve. Confundido, le di unos golpecitos en la mano e intenté mirarle a la cara.
—Eden, ¿qué ocurre? Déjame verte. Si te escondes así, solo me harás sentir más curiosidad.
—Te esperaré aquí, tú ve.
—¿Sabes? Me preocupas.
—Gray...hasta yo tengo problemas para contenerme a veces.
Dejó de cubrirse la cara lentamente, bajando las manos hasta que nuestros ojos se encontraron. Sus ojos, de un rojo oscuro, temblaban, y sentí que su mirada podría incluso atravesarme.
—¿Acaso quieres poner a prueba mi paciencia?
—No...eso no es lo que... No tenías de qué avergonzarte.
—Sí, lo sé... Ve, Gray.
Ignoré el sentimiento de incomodidad que empezaba a invadirme y me fui rápidamente tras la farmacéutica. Pero cuando estaba empezando a subir las escaleras, de repente se cerró una puerta y alguien me apretó contra la pared.
Hice mucho entrenamiento aquí en la mazmorra, no iba a desperdiciarlo. Mientras el atacante intentaba acercarse, contrataqué y levanté la mirada...
—¿Qué demonios...? ¿Dayn y...la doctora?
—Ah, y yo que me preguntaba quién nos seguía sin siquiera intentar ocultarse, no esperaba que fueras tú.
—No sabía que estabas con la doctora...
Mi contrataque no tomó por sorpresa a Dayn, quien había levantado la guardia. Nos sujetábamos el uno al otro, y nuestras miradas se encontraron.
—Te pido disculpas. Mi intención no fue amenazarte. De hecho, es un alivio que hayas contratacado de inmediato.
—No, yo no debería de haberos seguido de esa forma. ¿Qué tal lo hice? Nada mal, ¿eh?
—Parece que empiezas a acostumbrarte a tu trabajo. Tu postura estuvo muy bien.
Dayn soltó una carcajada. Tenía la cara muy cerca de la mía, y su encantadora sonrisa abarcó toda mi vista. Pude sentir cómo le temblaban las pestañas y cómo mis labios se separaban. Justo entonces, Dayn habló.
—Ah, eh... Ya te retuve mucho tiempo. No te has hecho daño en las muñecas, ¿cierto? ¿Te importa si les echo un vistazo?
—No es necesario, seguro que no tengo ni un rasguño.
—Sigo aquí, ¿saben? —interrumpió al fin la farmacéutica—. Gray, creo que esta es una buena oportunidad. ¿Te importa si te reviso? Tengo que asegurarme de que estás bien.
—¿Qué quieres decir con que "esté bien"?
Parecía que Dayn y la farmacéutica habían estado hablando sobre algo en privado. Pero cuando dijo que quería ver cómo estaba, se refería a...
—¿Tiene algo que ver con los medicamentos que me diste? Contéstame.
—Bueno, yo te dije que no era nada serio para levantarte el ánimo —Dayn desvió la mirada por unos segundos—. Por eso no te hablé de esto.
—Sé que te mordió un vampiro, Gray —afirmó la mujer.
Dayn, quien se había alejado a un paso de mí, me cubrió suavemente las manos con las suyas.
—Gray, ¿qué crees que te pasa si te muerde un vampiro?
—Mm Dana dijo que tan solo me dolería durante unos días...
—Te pregunté qué piensas tú, Gray.
—Bueno, en las películas o libros, cuando un vampiro muerde a alguien... —hice una pausa mientras recordaba ciertas escenas o lecturas pasadas—. ¿Me voy a convertir en un vampiro?
—¿Quieres ser un vampiro?
—No había pensado al respecto...
—Gray, quiero que sigas viviendo como un humano. Tienes tu propia vida.
—Mmm, bueno, es verdadero y falso a la vez.
Estaba ansioso, de alguna manera, no sabía que algo como esto ocurriría, ser mordido por un vampiro...que buena película. Pero ambos presentes sabían más sobre la situación que yo mismo, quien fue mordido.
—Primero, verás que la velocidad para recuperarte aumentará considerablemente. También comenzarás a notar algunas otras reacciones...
—Entonces, ¿qué debo hacer? Eh...
Las palabras de Dayn no me tranquilizaban.
—Te lo diré luego.
—Supongo que tú también tuviste algo de tiempo para pensar. Después de todo, tú me dabas los medicamentos.
Luego de pensar en ello, Dayn comenzó a hablar. No podía quitarle los ojos de sus colmillos afilados.
—Estoy seguro de que ya lo sabes, pero la mazmorra siempre ha tenido un empleado humano. Pero nadie duró hasta el final del período contractual.
—No me digas que...
—La mayoría fracasó en sus deberes y terminaron mordidos y convertidos en vampiros, o perdieron la vida. Quienes intentaron escapar terminaron atrapados. Luego les borraron la memoria y los soltaron.
Dayn me peinó el pelo hacia atrás, y dejó a la vista la cicatriz que tenía en el cuello. La misma cicatriz que tanto intenté ocultar, las marcas profundas de unos colmillos.
—Imagino que te debe de haber dolido mucho...y que sentiste miedo. Nunca debió suceder algo así...
—¿D...Dayn...?
Podía sentir cómo se me tensaba la parte inferior del abdomen mientras sus dedos bajaban por mi cuello, y cómo se me aceleraba el ritmo de la respiración. Mi cuerpo tembló brevemente y Dayn se sorprendió.
—No tengas miedo. Es una reacción natural.
Mis sentidos se concentraron en las zonas donde me había tocado. Su tacto, antes frío, de algún modo parecía más cálido.
—Caliente...no puede ser. Soy el mismo de siempre.
—Estoy perfectamente bien. No te preocupes.
Al recordar aquellas dos frases por parte del medio vampiro, lo entendí. No pude evitar reírme al principio.
—Ya veo, así que eso es lo que quisiste decir.
—Gray, ¿estás bien? —la mujer me miró—. Parece que tu estado no es del todo normal.
—Estoy bien. Es solo que con todo esto...
—Sí, soy yo. ¿Cómo te sientes?
—No creo que pueda matarte ni salvarte.
Me di cuenta por qué me había dicho eso. Se sentía culpable. Pero ¿por qué? Sentí vergüenza, y la sensación de haber sido traicionado hizo que me ardiera la cara.
—Tengo que irme. Roy quiere verme.
Me di la vuelta para regresar al pasillo, pero Dayn me sujetó.
—Gray, no puedes dejar que los demás vampiros sepan esto.
—Está bien...
—Gracias por confiar en mí, Gray.
—No sé por qué, pero no siento que esto vaya a terminar bien.
Dayn me dedicó una sonrisa amarga, aunque parecía estar aliviado de que no le hubiera preguntado nada.
—Cuídate. Nos veremos pronto —se despedía la farmacéutica.
Paseé la mirada entre Dayn y la mujer y me fui poco después con el ceño fruncido.
En un pasillo de la mazmorra
Me volví a encontrar con Eden y, de alguna forma, terminé aquí.
—Gray, si no te sientes bien...
—¿Roy no quería hablar conmigo?
—Sí, así es —Eden miró hacia un lado—. Abre la puerta.
Tan pronto como entré a la oficina, vi a Roy, el cual, al escuchar mis pasos me miró. Lo observé lleno de rencor, y él tan solo desvió la mirada.
—Como pensaba, no te ves muy bien. Eden, puedes irte.
—Roy...—Eden hizo una pausa—. No. Está bien.
Parecía que quería decir algo, debería detenerlo o...¿no?
—Eden, espera un momento. Espera.
—¿Gray...?
Podía sentir la mirada de Roy, tan filosa como un cuchillo, pero la ignoré mientras caminaba hacia Eden.
—¿Seguro que te quieres ir? Me pareció que querías decir algo.
—Eres muy amable, pero son sus órdenes. Mi deber era traerte hasta aquí, nada más.
—¿Acaso no te cansas de eso? Roy esto, Roy lo otro, todos los días...
—Gray, Eden trabaja para mí. No intentes controlarlo.
—También es mi compañero, ¿sabes?
Estaba harto, de alguna manera, aquel hombre que me había llamado la atención, ahora me parecía simplemente irritante, ¿sería por mi cambio? por la noticia...
—Ah, es solo que...estaba preocupado por ti. No parece que te hayas recuperado del todo. No te sobreesfuerces.
—Gracias, si Roy se pone demasiado exigente conmigo, te lo contaré.
Eden puso una sonrisa poco común al escuchar mis palabras y luego se fue de la sala.
—Entonces, ¿por qué me has llamado? No recuerdo que vinieras a ver cómo estaba.
—Es una pena que pienses así.
—Roy, ¿estabas preocupado por mí?
—Gray, ¿no es obvio que me preocupo por mis empleados?
—¿Ah, sí? Tengo el presentimiento de que puede que me hayas visitado en secreto.
Me quedé mirando a Roy en silencio. Sus ojos aterradores, y la nariz puntiaguda entre ellos...¿Qué? Por algún motivo, siento que vi esos labios de cerca...
—Me estás mirando como si quisieras devorarme. Debes estar de lo más interesado...
—¿Y qué si es así?
—Bueno, ¿qué se puede hacer? Podría corresponder tus deseos...
Se levantó de su cilla y, en un instante, se acercó a mí. El aire frío me hizo cosquillas en las mejillas, y sus ojos salvajes parecían ser un imán para mi corazón. Podía sentir cómo emanaba un aroma a peligro. Era como si me hubiese convertido en su presa.
—Gray, no sabía que era este tipo de...
—¿Qué...? ¿Tipo de qué?
—De hacerlo en la oficina de tu jefe. Bueno, no vale la pena negarlo ahora, pero dudo que tú lo hicieras. ¿O me equivoco?
—Uf...
Sus manos, frías y ásperas, me recorrieron el cuello hacia abajo. Sus dedos largos se enredaron en mi pelo, y...
—No puedo soportarlo. Así, me dan ganas de comerte y tragarte entero. Si lo que quieres es poner a prueba mi paciencia, está bien, te seguiré la corriente.
—Aah...¿Roy...?
—Pero no sé cuánto tiempo pueda resistir este juego de tira y afloja.
La suave presión que me tenía en trance se fue lentamente. Roy me estaba mirando. Sentía como si su poderosa mirada fuera a atravesarme en cualquier momento.
—Tan solo...di algo. Cualquier cosa.
—Gray, no vas a morir.
¿Por qué me meto una y otra vez en estas situaciones tan agotadoras?
Pasillo de la residencia
Los medicamentos que me dio la farmacéutica me hicieron sentir mejor. No quería quedarme dormido, así que me puse a mirar por la ventana. De inmediato, escuché sonidos de pasos.
—¿Qué haces dando pena en un lugar como este? Eres una molestia... —se trataba de Dana.
—¿Qué te importa? ¿Tan difícil te es pasar media hora de tu vida sin buscar pelea?
—¿Cuál es tu problema?
—Vamos, vuelve a preguntarme. Mi paciencia también tiene un límite.
Dana soltó una fuerte carcajada y me dio un golpecito en la frente.
—Mírate, ¿ahora también vas a levantarme la voz? Parece que, ahora que todos te miman, se te subieron los humos a la cabeza...
La sujeté de la mano y la atraje hacia mí. Tenía su cara a centímetros de la mía, pero Dana no cambió su expresión.
—Te lo advertí. La próxima vez...te morderé.
—¿Qué...?
Me di la vuelta y me fui de la residencia. ¿Acaso fue mi imaginación? Por algún motivo, aquella noche me pareció larguísima...
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