Decreto 11: Matarás para Sentirte Completo


Desde las sombras observó a la jovial eriza marcharse en la carroza que Espio había recuperado hace poco, agudizando su mirada ante dicha escena. Algo no estaba bien ¿por qué se arriesgaría a salir en plena luz del día? ¿Creía que tenía algún tipo de ventaja por el estado convaleciente del erizo negro?

Rouge siguió la carroza con la mirada para ver como ésta cruzaba en el umbral y así ver con sorpresa como ella salía sin problemas.

–¿Cómo...? – murmuró sin entender.

–¿Madame? – escuchó decir, para voltear a ver al camaleón quien caminaba en su dirección – ¿Qué haces despierta tan temprano? – preguntó para llegar hacia ella.

Rouge ignoró su pregunta dirigiendo de nuevo su mirada a la carroza negra que se perdía en el camino de nieve entre la congelada floresta, frunciendo el ceño.

El olor a sangre la había despertado de su sueño muy temprano y aunque intentó obviarlo tapando su rostro con sus grandes almohadones de plumas, le fue imposible. Se levantó de mal humor para colocar aquella bata de seda negra sobre su cuerpo y caminar por el castillo, tan lejos de la habitación de ella como le fue posible, en un intento de distraerse del insufrible olor cuando algo captó su atención mientras yacía vagando en uno de los últimos pisos del castillo. La eriza rosa había salido.

–¿Ocurre algo? – inquirió Espio para colocarse a la par de su ama, al límite de la sombra y el toque el sol, donde ella miraba con un claro enfado a la eriza que ahora se perdía en la distancia –Parece que Lord Shadow le ha dado autorización en dejar las instalaciones durante el día – explicó el camaleón en voz alta.

–¡¿Cómo dices?! – exclamó para por fin voltearlo a ver –¿Por qué Shadow haría algo como eso? – inquirió con molestia –¿Qué propósito cumple eso para beneficio de él?

–Ninguno aparentemente – dijo el camaleón con su mirada en el ventanal –Posiblemente sea algún tipo de recompensa por haberlo ayudado en su última expedición.

–¿Recompensa? – masculló suspicaz –Tú crees que ustedes merecen recompensas por hacer un buen trabajo, ¿eh, Espio?

El camaleón volteó a ver a la vampira, quien tenía una extrañada mirada, una que le causaba escalofríos. Por lo general su ama siempre mantenía una actitud desinteresada y divertida, pero ahora se le miraba temible, y no estaba seguro del por qué.

–No, madame – respondió con desgano.

–Exacto, porque eso es lo que son – espetó mordaz –Sirvientes de una raza superior– resaltó despectiva –No iguales que merezcan ningún tipo de consideración. El hecho de que estén vivos es suficiente recompensa – puntualizó irascible –Y él debería de saberlo mejor que nadie.

–¿Hablas de Lord Shadow?

–Los mortales sólo sirven como alimento o para servirnos – dijo con un mohín de rencor en su rostro –¿Por qué él se niega a entenderlo?

–Me parece que su relación con la Señorita Amy se ha estrechado – murmuró el camaleón –Los vampiros son criaturas complejas y a pesar de su dura coraza tienen momentos como este – dijo con una sombra de sonrisa –Momentos que nos recuerdan que antes de vampiros fueron como nosotros.

–...Criaturas complejas – repitió Rouge estoica.

–Lo son – asintió Espio con un amago de sonrisa –Lo tienen todo y a pesar de ello, hay momentos que se toman para poder ayudar a mortales que...

–Dime algo – interrumpió la explicación del camaleón para verlo severamente –¿Por qué deseas ser un vampiro?

Los ojos de Espio se abrieron de par en par ante su pregunta. Él mejor que nadie sabía que ese era un tabú para hablar con ella; las pocas veces que había siquiera mencionado algo relacionado ella había estallado en una ráfaga de ira y dolor desproporcionado. Desde su última pelea debido a eso había optado por nunca más tocar el tema, y no estaba seguro que fuera una buena idea abordarlo aun si era ella quien lo sacaba a colación.

–Yo... – balbuceó febril, asustado de lo que pudiera decir podría causar en su ama –Sólo... quiero, es decir...

–Tú piensas que la vida de un vampiro es glamorosa ¿no es cierto? – prosiguió para verlo amenazante –Inmortalidad, poder, juventud y diversión ¿verdad?

–Es... quiero decir...

–Si tanto lo anhelas ¿por qué nunca se lo has pedido a Shadow? – cuestionó para acercarse a él peligrosamente, acorralándolo contra la pared de roca; sin espacio para escapar de ella –Estoy segura que él te haría el favor si puedes pagarle correctamente.

–T-Tú salvaste mi vida...– murmuró febrilmente –Si alguien ha de darme una nueva vida, quiero que seas tú – confesó sonrojándose con gran intensidad –Estoy seguro que podría ser de más utilidad para las misiones que Lord Shadow te propone si yo fuera...

–¿Ayudarme? – soltó la vampira con sorpresa. Rouge río divertida ante lo que el camaleón le proponía –Tan inocente...– murmuró para acariciar su mejilla con delicadeza provocando que él se tensara bajo su tacto –A mí no me dieron opción ¿sabes?

–¿Opción? – repitió para ver de reojo los dedos que ahora acariciaban sus sonrosadas mejillas.

–Tú no eliges ser un vampiro – comenzó –A ti te arrastran a esta vida – dijo para endurecer su mirada –Ser un vampiro en este mundo no es un golpe de suerte, no es una segunda oportunidad... es una maldición de la cual no puedes librarte jamás – habló sombría –Y esa es la razón por la cual jamás te convertiré en uno.

–Pero...

–Si lo que deseas es morir, sólo házmelo saber –. Rouge lo tomó del cuello chocando su cuerpo contra el muro de concreto para cortar parcialmente el flujo de aire –Si vuelves a sugerirlo o mencionarlo de cualquier manera entenderé que deseas morir y acabaré con tu sufrimiento con un rápido movimiento ¿comprendes? – amenazó fúnebre.

Espio colocó amabas manos sobre el brazo de ella en un intento de aflojar su agarre y como pudo responderle afirmativamente entre un suspiro entrecortado, provocando que ella lo soltara para así aspirar profundamente y toser por la falta de oxígeno.

–Los mortales como tú jamás entenderán...– murmuró dándole la espalda para fijar su vista de nuevo al ventanal –El precio a pagar por, como tú le dices: una nueva vida, es el sabor de la felicidad – musitó para que un mohín de tristeza se pintara en su rostro

De nuevo su mente se adentró en aquel altar de granito que durante una época de su vida había sido su lugar favorito en todo el mundo, al lado de aquel equidna que ahora no era más que polvo en el viento. Rouge soltó suspiro con pesadez mientras un mohín de nostalgia se dibujaba en su rostro para que su mirada se suavizara en aquellos ojos cristalinos.

–A veces, conoces a alguien que le da sentido a esta vida inmortal – habló para hundirse en un hermoso recuerdo, uno que hasta la fecha se aferraba a ella cada noche –Y luego – continuó endureciendo sus facciones – Se te escapa entre las manos – murmuró desviando su mirada a sus manos, que al recordar los actos que ella las había obligado a hacer temblaron descontroladamente, convirtiéndolas en puño en un intento de olvidar –¡Los vampiros fuimos creados para conocer la soledad y el dolor de una vida inmortal! – exclamó con su voz quebrantada.

–...Madame– musitó Espio al ver la expresión de sufrimiento de su ama, sin saber qué hacer para poder aliviar el dolor de su alma.

–Es por eso que debes de hablar con ella – prosiguió la vampira para recobrar la compostura y ver el horizonte con resentimiento –Pues no permitiré que me arrebate lo único que le ha dado sentido a mi vida.

–Hablas de... ¿Shadow? – cuestionó el camaleón sin entender –Pero él... quiero decir, la única razón por la cual te ha dejado vivir bajo su techo es para usarte a su conveniencia – señaló molesto.

–¿Y? – soltó suavemente –Ya te lo he dicho antes, los vampiros no se supone que debamos ser felices... pero él me ha dado lo más parecido a un hogar, me prepara té cuando la desesperanza me visita, satisface mis deseos carnales y lo más importante, él entiende el dolor de esta vida – dijo para voltearlo a ver con una triste sonrisa –Como vampiresa no puedo pedir nada más.

Espio le desvió la mirada, eso sería algo que no podría darle jamás, al menos no mientras siguiera siendo mortal. Frunció el ceño, impotente ante los requerimientos de su ama, unos tan inalcanzables como las mismísimas estrellas.

–Es por eso que debes hablar con esa eriza – retomó Rouge para borrar cualquier rastro de dulzura en su mirada –Pues sí ella no reconoce su lugar en este castillo traerá consigo únicamente dolor y aflicción, no sólo para ella, sino para él también. No pienso sacrificar mi cómodo estilo de vida por algo pasajero y que está predestinado a morir, Espio.

–Pensé que esto tenía que ver con Shadow –dijo cual reclamo con aquella mirada endurecida.

Rouge lo volteó a ver para notar la expresión de molestia en el rostro del camaleón y sonreírle divertida. Se acercó a él nuevamente, quien al sentir su presencia se ruborizó por la poca distancia entre ambos, provocando que ella ampliara su sonrisa.

–Te lo dije, esta vida no me permite que sea feliz y eso implica no poder hacer ningún tipo de lazo real con nadie. Todo lo que los vampiros hacemos es por codicia o interés propio, incluso mantener una alianza como la que Shadow y yo tenemos... poco tiene que ver con él – explicó para acariciar su rostro nuevamente, intensificando su sonroje –Así que olvida los celos Espio, no es algo que vayan contigo.

–¡Y-Yo no... – balbuceó para retroceder de su tacto intensificando su sonroje.

–Si te convirtiera en vampiro no podrías sonrojarte ¿lo sabes? – habló con ternura para sonreírle divertida.

Espio ocultó su rostro con una mano sabiendo que posiblemente no mejoraba dicha situación.

–Los mortales son adorables – murmuró Rouge con dulzura –Y esa es la razón por la que únicamente deben de servirnos – resaltó endureciendo su mirada –Habla con ella, pues si se entromete en mi cómoda vida me encargaré de sacarla de la misma en un abrir y cerrar de ojos, ¿Has entendido?

–Sí, madame – consintió asintiendo la cabeza.

–Bien, si me disculpas veré de que ánimo se encuentra Shadow – habló para guiñarle un ojo –Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que nos divertimos – dijo para caminar por el pasillo alejándose de él –¡Encárgate de nuestra visitante una vez regrese! – insistió mientras seguía su marcha.

Espio la vio andar para soltar un pesado suspiro. No recordaba ningún momento anterior a este donde ella fuera tan honesta como en se momento, por lo general Rouge era una mujer muy reservada, sin embargo, la posibilidad de perder aquello que ella llamaba felicidad había despertado algo en ella, algo que nunca había visto antes.

–Como ordenes – murmuró al viento.

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Había tomado la carroza del castillo, y sin tomar en consideración las advertencias de Shadow o las de Espio con relación a su salud, se aventuró a conocer los alrededores. Llevaba muchos años sin salir de su pequeña aldea, así que decidió iniciar su aventura en uno de los pueblos cercanos.

Caminó por las calles de adoquín sintiendo una desbordante sensación de paz y felicidad. Era maravilloso. Eso había sido lo más libre que se había sentido nunca. Amy observó el cielo despejado para bañarse en los rayos de sol y estirar ambos brazos para dar media vuelta cual niña pequeña, gozando del sabor de la completa libertad y así cerrar sus ojos. Por primera vez sus penas se habían quedado atrás al igual que sus miedos, era maravilloso, era... –¡Cuidado! – el sonido de una voz la alertó para traerla de regreso a la tierra.

Abrió los ojos de golpe para de forma inmediata chocar con alguien y caer torpemente al suelo cubierto de nieve y lodo. Amy sintió una punzada de dolor intenso en su costado provocando que un mohín de dolor se reflejara en sus ojos.

–¿Estás bien? – escuchó preguntar.

Amy subió la mirada para que nos ojos amables la vieran con angustia.

–Ven, déjame ayudarte – pidió estirando su mano hacia ella.

–Gra... Gracias – murmuró ella.

Amy tomó su mano un tanto tímida para que él la ayudara a ponerse en pie, pero al intentarlo de nuevo sentir la punzada de dolor; soltándola al acto.

–Oh no – dijo el forajido angustiado –¿Te has lastimado? – preguntó para ponerse de rodillas a su lado y con la mirada inspeccionarla.

–Es... es sólo una vieja herida – murmuró con desgano abrazando su costado, sintiendo como un abrasante dolor la recorría.

Estaba segura que Shadow le daría un gran sermón si se enteraba que no había reposado, o peor aún, si se enteraba que había empeorado su condición por su impulsividad de salir antes de lo previsto.

–Ven conmigo – solicitó mientras la ayudaba a ponerla en pie con extremo cuidado –Te conseguiré algo para aliviar el dolor, vamos.

Amy no objetó. El erizo acomodó la alforja que llevaba consigo cruzándola sobre su pecho, y así, puso el brazo de ella alrededor de su cuello, incitándola a caminar. Amy lo siguió con cierto esfuerzo, pues el dolor era muy intenso, siguiéndola en silencio para ver se dirigían a lo que parecía ser una pequeña posada.

Una vez dentro en la recepción del lugar distinguió un restaurante acogedor. Un comedor con mesas de madera, cuadros de paisajes cercanos y al final del mismo una barra. Amy vio a los comensales que al verlos entrar abrieron sus ojos con emoción esbozando una amplia sonrisa, parecían felices de recibirlos.

–¡Señor Silver, bienvenido! – recibió un gato morado de gran tamaño, asustándola un poco.

–Hola Big – saludó sonriente para ayudarla a sentarse sobre una de las inestables sillas, cuidando de no lastimarla más –¿Crees que podrías traerme una mezcla de árnica y harpagofito en un té de infusiones? – le solicitó con una cordial sonrisa –Encontrarás esas hiervas entre los frascos que te di hace un par de días, sólo hazme saber cuánto es.

–¡No, no, no! – se involucró Amy –Yo me encargaré de cualquier gasto que...

–Tonterías –le cortó el erizo plateado –Después de todo, fue culpa mía que te lastimaras. Tuve que haber puesto más atención al camino – dijo con una expresión un tanto apenada sin borrar su sonrisa.

Amy lo vio con asombro por su gentileza. Hubiera sido cualquier otro y seguramente le hubiera reclamado su falta de atención y coordinación.

–Por favor, Señor Silver, no debe de preocuparse, me encargaré con gusto. Es lo mínimo que puedo hacer después de toda su ayuda a nuestra pequeña villa.

–Eres muy amable Big – agradeció el gesto para que el gato corriera a los adentros del restaurante y se perdiera en una de las puertas detrás de la barra.

El forajido tomó asiento frente a ella y acto seguido quitarse su alforja dejándola a un lado. El erizo plateado tenía una expresión gentil y una mirada bondadosa; expresión que llamó la atención de ella. Todos los erizos que conocía tenían una mirada dura e indescifrable.

–No tenías porque hacer esto – murmuró Amy apenada –, pero te lo agradezco.

–No te preocupes, ayudar a otros es mi oficio – habló ameno –¿Quieres tomar algo? – preguntó de buen humor –Te recomiendo algo dulce, pues el té de hiervas si bien es efectivo para el dolor, no tiene un sabor muy agradable.

–¡Claro, yo... –. Amy calló de golpe, recordando que no llevaba con ella ni un penique. Había salido tan aprisa que nunca se le ocurrió llevar dinero consigo. –O mejor...

–Yo invito – interrumpió sonriente. El erizo buscó con la mirada a una de las camareras para desde su mesa llamar su atención y desde su lugar solicitar las bebidas –¡Dos Kibas! – pidió, provocando que ella lo viera confusa –Es una bebida típica de la casa, es una mezcla de jugo de cereza y jugo de plátano. Es bastante dulce, creo que te gustara.

–Amm... gracias – murmuró tímidamente, para quedar en silencio nuevamente. Incómoda.

Amy no estaba segura cómo había terminado en aquella posada con un completo extraño, y aunque no sabía cómo entablar una conversación él, se sentía un tanto aliviada por poder convivir con un erizo con un aura tan positiva y amable como la que él emanaba. Sus ojos se fijaron en él, quien terminaba de dar unas instrucciones a la cámara; vestía una pesada gabardina azul marino, un pantalón y chaleco del mismo color se lucía bajo la misma. Una camisa blanca resaltaba entre el oscuro atuendo, sin embargo, lo que más llamó su atención fueron sus guantes blancos, los cuales tenían un peculiar circulo turquesa en sus palmas que resaltaba del conjunto, al igual que los brazaletes dorados. No se miraba como un doctor común y corriente en su opinión.

–Muchas gracias – dijo el erizo de pronto, recibiendo las bebidas –Toma.

–¡Ah! Gracias – dijo con timidez –Silver, ¿cierto?

–Para servirte – asintió –¿Y tú eres?

–Amy Rose – se presentó.

–Bien Amy Rose, a tu salud – brindó para sorber un trago y ella imitarlo, sintiendo el dulce sabor de la bebida. Mejor de lo que esperaba. –Por cierto – continuó el erizo para fijar su vista sobre ella –Dime, ¿Cómo fue que te lastimaste?

–Oh, ¿Esto? – cuestionó con una sonrisa nerviosa para colocar una mano sobre su costilla fisurada –Amm... pues, fue... – murmuró recordando la patada que literalmente la sacó del infierno con Scourge.

–Hablo de tu ojo – señaló para fijar su vista en aquella venda que aún yacía sobre su pómulo –He de asumir que el responsable de eso es también de tu dolor de costado ¿o me equivoco?

Amy borró su sonrisa para verlo con asombro ante su conjetura.

–Cómo... quiero decir, ¿por qué asumes que...

–He conocido a muchas otras como tú– respondió apaciblemente para dar otro sorbo –Además, tu expresión de felicidad y libertad me ha dado el indicio que habías salido de algún lugar tormentoso – expresó sonriente.

–...Yo no lo llamaría tormentoso – murmuró desviando su mirada a la bebida frente a ella, trayendo a Shadow a su mente.

–Oh– soltó –¿Lograste enfrentar el problema? – continuó su cuestionamiento.

–Ah pues... ammm... – farfulló recordando el enfrentamiento entre Shadow y Scourge –Podría decirse– respondió evasiva –Alguien me ayudó – musitó para que una sombra de sonrisa se pintara en su rostro.

Silver arqueó una ceja ante su respuesta para bufar divertido, captando la atención de ella ante su actitud, que empezaba a irritarla.

–Veo que aún tienes muchas cosas que resolver por tu cuenta.

Amy frunció el ceño ante las palabras del extraño que parecía verse particularmente cómodo para hacerle preguntas tan personales.

–Ya lo resolví – espetó molesta –Logre salir de ahí y ahora vivo en un lugar donde él no podrá alcanzarme.

–Pero aún ves sobre tu hombro para asegurarte que no está tras de ti ¿no es cierto?

Amy mordió su labio sabiendo que no podía contradecirlo. Si no fuera por el dolor en su costado se pondría de pie y se iría indignada por sus acusaciones.

–Señor Silver – llegó justo a tiempo el gato para interrumpir su interrogatorio –Lo que ordenó.

–Gracias Big – dijo para tomar aquel tarro con un olor cítrico.

–No, no, gracias a usted – dijo a modo de despedida.

Empujó suavemente el tarro para acercarlo a ella, sintiendo la intensa mirada de la eriza. Era obvio que no estaba contento con él o su presencia. Silver suavizó su mirada para sonreírle con cordialidad, sin lograr llegar a ella, quien aún lo miraba desaprobatoriamente.

–¿Acaso fui muy directo? – preguntó con un mohín de preocupación –Una amiga mía decía que muchas veces era tan directo que tendía a incomodar a la gente – murmuró con una sonrisa entristecida.

–Molestar sería más adecuado – espetó Amy para tomar aquel tarro y tomar un buen sorbo. Un mohín de desagrado se pintó en su rostro ante el amargo sabor.

–Tú me recuerdas un poco a ella – habló nostálgico –Supongo que la familiaridad se me escapó de las manos – expresó –Lamento si te he hecho sentir incómoda.

–Es sólo que... –empezó, un poco más calmada –No es algo que hable con nadie – confesó –Pero si debes de saberlo, estoy bien ahora, logre salir de ese lugar abominable y alguien le dio una lección a ese bueno para nada quien lo pensara dos veces antes de volver a ponerme una mano encima.

–Claro, aquel que te ha ayudado – rememoró –¿Un novio?

–¡¿EH?! – exclamó para sonrojarse con fuerza –¡No, no, claro que no! – aclaró. Amy Sintió su rostro arder y como acto inconsciente tapar el mismo en un intento de disimular su obvio sonroje. –Es un amigo – explicó.

–¿Por qué tapas tu rostro? – inquirió el erizo plateado, sin entender la reacción de ella.

Amy bajó velozmente ambas manos para apoyarlas sobre su regazo. Estaba tan acostumbrada a hacerlo en un vano intento de evitar que el aroma a su sangre se desplegara que había olvidado que para otro mortal se vería extraño dicha acción.

Silver arqueó una ceja extrañado por la actitud, para que ella tomara el tarro ansiosamente y diera un gran sorbo, en un intento de escapar de su escudriño. Regresó su mirada a la bebida frente a él, impasible.

–Amigo ¿ha? –retomó –Aún muerto el monstruo los fantasmas no desaparecen – dijo enigmático, borrando su sonrisa.

–¿De qué hablas? – preguntó sin entender la eriza.

–No puedes cerrar esto en un armario y pretender que nunca pasó – declaró seriamente –Si no aprendes a enfrente a tus propios demonios, estos regresaran a perseguirte – explicó –Lo sé por experiencia.

Amy bajó la mirada, pensativa. Debía de admitir que intentar dejar a un lado su traumática experiencia con Scourge no había hecho ningún bien para ella. Recordó aquel día donde se vio reconfortada por Shadow, quien a diferencia de el erizo plateado, le había dado el espacio seguro para expresar su dolor.

Soltó un pesado suspiro para asentir con la cabeza. Esperar que su pesadilla terminara por vivir lejos de Scourge o vivir bajo la protección de un vampiro, por muy hermoso que sonara, era irreal y ella lo sabía bien.

–Lo sé...– soltó en un triste susurro, desviando su mirada a sus pies –Sé que... –Amy silenció al ver que la alforja que el erizo llevaba consigo dejaba entre ver un libro de pasta púrpura, borrando su pesar –¡¿Eso es lo que creo que es?! – preguntó con emoción, alarmando al erizo plateado por el brusco cambio de animo.

Silver dirigió su mirada a la alforja a sus pies para visualizar aquello que ahora causaba conmoción en la eriza. Tomó la alforja de cuero para sacar de la misma aquel libro ya algo desgastado por el tiempo.

–¿Sabes qué es esto? – cuestionó Silver, intrigado.

–¡Claro, claro! – dijo Amy observando el libro con emoción –Es una de las dos únicas copias existentes sobre las Sol Emeralds, un libro raro escrito por Blaze the Cat, su justa guardiana – citó con orgullo.

–¿Cómo sabes todo eso? –inquirió el erizo asombrando por su despliegue de conocimiento.

–Mi padre tenía la otra copia – murmuró la eriza con nostalgia –Sin embargo, se perdió al morir él –dijo cabizbaja ­–­ Siempre asumimos que esa fue la razón de su asesinato.

Silver dibujó una triste sonrisa para ver el libro en sus manos.

–Entiendo a que te refieres – concordó –¿Quieres verlo?

–¡¿Puedo?! – dijo con emoción para que el erizo le entregara el libro –¡Increíble! No, espera – pidió para quitarse aquellos guantes blancos con rapidez –Están sucios – dijo con una sonrisa nerviosa –Y este es un libro muy delicado – murmuró para tomarlo con la misma cautela que se toca una flor en invierno –Llevaba muchos años sin verlo – murmuró con nostalgia –No existe más información que esta sobre las raras gemas– habló para ojear sus páginas –Es una obra maestra de la literatura y codiciado por todos los alquimistas.

–Lo es – concordó Silver –Su autora era muy estudiada y quiso plasmar esto para su sucesor como guardián de las esmeraldas.

–Es una lastima que una enfermedad se la llevara tan joven – dijo Amy sin levantar su mirada del libro.

–Fue asesinada – corrigió el erizo plateado en grave voz, captando la atención de ella, para ver una expresión lúgubre en su rostro.

–Amm... eso no lo sabía –murmuró Amy; era obvio que él no tenía ese libro por casualidad –Lo lamento – dijo para cerrar el libro. Su perdida se miraba muy personal.

–Supongo que tenemos algo en común – habló retomando aquella expresión dulce cordial, que disfrazaba un aura de pesar.

–Supongo que sí– dijo con una sonrisa forzada –Toma – devolvió Amy con delicadeza –Gracias por dejarme verlo.

Silver tomó el libro de sus manos para notar una llamativa cicatriz en la palma de la mano de la eriza; una línea horizontal que atravesaba toda su mano y sobre ésta, dos pequeños círculos. Silver agarró su mano con brusquedad para ver la herida de cerca, curioso.

–¿Qué te pasó ahí? – preguntó impositivo.

–¿Eso? – dijo Amy sin entender la acción del erizo –Me corte con una piedra afilada – respondió arqueando una ceja ante su reacción, sin lograr un cambio en él –Juró que fue mi culpa – dijo a modo de tranquilizarlo.

Amy notó la mirada seria del erizo, sintiéndose incomoda nuevamente. –Amm...– murmuró en un intento de hacerlo despertar para así fijar nerviosa la ventana que mostraba el exterior y la preciada libertad cuando notó algo peculiar. El sol empezaba a ocultarse.

–Oh no...– musitó aterrada –¡Lo lamento, debo irme! – dijo para soltarse de su agarre y colocarse nuevamente sus guantes –Gracias por la bebida, me siento mejor – dijo poniéndose en pie con una reverencia sin darle espacio para hablar –Nos veremos en otra ocasión, hasta pronto – se despidió a prisa y salir velozmente del lugar.

Silver la siguió con la mirada, disconforme, hasta perderla de vista.

Regresó sus ojos al libro de pasta púrpura sobre la mesa, llevaba mucho tiempo sin pensar en la muerte de Blaze o que alguien supiera de la existencia de ella fuera de Solenna.

–¿Su compañera no iba a quedarse? – escuchó a Big preguntar de pronto, regresándola a la realidad.

Silver vio al gato aparecer de pronto para levantar los tarros a medio tomar de la mesa. Su mirada se dirigió a la puerta de la posada nuevamente, intensificándola.

–No, tenía prisa de llegar a algún lado antes del anochecer – respondió al fin.

–Es una lastima – dijo el gato –¿Algo más que se le ofrezca Señor Silver?

–Eso sería todo Big, has sido muy servicial – agradeció con una sonrisa en su rostro nuevamente.

–Cualquier cosa por un Van Helsing.

–Eres muy amable – murmuró para ponerse en pie y colocar su alforja atravesada sobre su pecho y guardar su preciada posesión –Es momento de ir a trabajar – dijo al notar como la noche caía.


¡Este capítulo fue algo maravilloso de escribir! El capítulo se parte de dos formas maravillosas y describir cada escenario fue todo un placer. No voy a mentir que estaba algo dudosa en meter a Silver en la historia, pero la verdad he amado el resultado; pronto sabremos un poco más de las motivaciones de este personaje, mientras eso sucede, también hemos empezado a ver un poco más sobre la verdad detrás de los vampiros y lo que deben de sufrir por su estatus inmortal.

El amor y el dolor son dos caras de una misma moneda, la cual revelara el dolor oculto de quienes han tenido el placer de saborearlo. Un último decreto que está a punto de romperse. Decreto 12: No te enamoraras de ningún mortal.

¡GrAcIaS pOr LeEr!

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