Chapter 9: You Look Like my Next Mistake

Saliendo de su habitación aquella mañana, Atsushi se olfateaba a sí mismo como un pequeño animal comprobando que las feromonas de Dazai se hubiesen borrado completamente. Hubiese sido un problema que su aroma no hubiera desaparecido, los Tanizaki habrían hecho preguntas y ni él hubiese sabido como contestarlas bien.

Al llegar a la mesa de la cocina, ambos hermanos estaban ya allí, Naomi revisando un libro (seguramente tuviese examen) y Junichiro sosteniendo con el rostro apagado una taza de café.

— Buenos días — saludó en voz baja con la intención de molestar lo mínimo posible.

— Buenos días — Naomi le devolvió el saludo con una brillante sonrisa, Tanizaki, en cambio, no apartó la mirada de su café.

— ¿Tienes examen? — preguntó el albino sentándose al lado de la chica.

— Sí, pero lo llevo bien. Si acabo pronto tal vez pueda acompañar...

— Naomi — su hermano cortó sus intenciones — Céntrate solo en tu examen. Al médico iré yo solo.

— Vale, pues... — bajó un momento la vista a su libro, el cual cerró y guardó en la mochila que tenía reposando a sus pies — Me marcho ya. Quiero llegar pronto e ir a la biblioteca a estudiar.

— De acuerdo.

La respuesta de Tanizaki fue seca, pero aun así su hermana se acercó para dejarle un beso en la mejilla antes de marcharse. Para despedirse de Atsushi meció su mano derecha de un lado a otro y fue correspondida con el mismo gesto acompañado de un "suerte" para expresar sus deseos de fortuna en el examen. Cuando la chica se fue, Tanizaki y Atsushi quedaron solos en casa. Atsushi intentó ponerse de pie para buscar algo que desayunar, pero Tanizaki le habló antes.

— ¿A qué hora volviste ayer?

— ¿Qué?

— ¿Que a qué hora volviste ayer?

— Pues... no sé, no... no me acuerdo.

— Te escuché llegar.

— Oh... l-lo siento, t-te... ¿te desperté? Pensé que lo hice en silencio y...

— No fue el ruido lo que me despertó. Fueron las feromonas.

— ¿Perdón?

— No las identifiqué bien, estaba medio dormido, pero... olía a alfa — ante el conocimiento del chico, Atsushi se sintió como un adolescente al que sus padres habían pillado besándose con su novio en la calle, aunque para su buena suerte, era imposible que Tanizaki supiese de todas las cosas que había hecho con Dazai, porque no eran tan inocentes como esa — ¿Trajiste a un alfa?

— ¿Qué? No, claro que no.

— Y cuando saliste, ¿estuviste con un alfa?

— No, yo... — ante la dificultad de mentirle, las palabras de Atsushi se quedaron atoradas en su garganta.

— No te estoy regañando, Atsushi, es solo que... — suspiró, no sabía bien cómo abordar este tema — No podemos tener pareja, Atsushi. Mantener una relación mientras trabajamos en el Moonlight solo serían problemas y más problemas. Entiendes eso, ¿no?

— Claro que sí, pero aun así... yo no quiero estar solo, ¿sabes?

— Tienes que tener cuidado.

— Ya lo sé. ¿Por qué crees que no lo sé? Sé que es un tema complicado, pero también sé que en algún lugar y en algún momento, no ahora, pues puede aparecer alguien y...

— ¿Y qué? ¿Qué va a hacer? ¿Te va a sacar del prostíbulo montado en un caballo blanco y te llevará a su palacio donde te colmará de lujos y regalos?

Atsushi formó una mueca de disgusto en el rostro. No sabía a cuenta de qué venía esta conversación por la mañana.

— Sé que no va a ser así.

— Pues deja de actuar como que sí. La vida no es un cuento, Atsushi. El amor existe o no, no tienes por qué encontrarlo. ¿Para qué quieres enamorarte? ¿Por qué quieres a alguien? ¿No te bastamos Naomi y yo?

— Eso no es lo mismo, Junichiro y lo sabes.

— ¿Y por qué no?

— Pues porque no, claro que os quiero, pero en algún momento de mi vida yo...

— ¿Quieres un bebé?

— ¿Qué?

— Por dios, Atsushi... — estresado por lo que podía estar pasándose por la cabeza de su amigo, negó con la cabeza varias veces — No le hagas eso a un niño. No le des una madre que... no lo hagas.

Atsushi se quedó sin palabras. La confusión no tardó mucho en transformarse en enfado.

— Enamorarme, casarme o tener un hijo son asuntos MÍOS, ¿escuchas? No son tuyos. Yo decido lo que hago, ¿de acuerdo? Si quiero tu opinión, te la acabaré pidiendo.

— Atsushi.

— Tú no me pediste permiso ni opinión cuando desapareciste una noche entera y media mañana para acostarte con vete tú a saber quién. No me dijiste nada de él, ni siquiera sé quién es.

— Eso no era... eso fue solo sexo, Atsushi.

— Ah, pues vale, ¿y si yo busco solo sexo? ¿Puedo o no?

— Tú no eres así.

— ¿Y eso también lo decides tú? ¿TÚ decides cómo soy YO?

La conversación, no, la discusión se volvió difícil de seguir por ambos. Sabían que sus relaciones personales y sentimentales eran terreno minado porque mantener un noviazgo les acabaría dando problemas laborales y sentimentales. Antes de soltar cualquier cosa de la que se arrepintieran más tarde, Tanizaki abandonó su café y se puso de pie.

— Voy a cambiarme. Tengo cita en el hospital.

— Vale.

Sin intercambiar ninguna palabra más, cada uno se fue por su lado. 

El hospital tiene siempre ese olor, ese olor a desinfectante, a medicamentos, a estrés. Es un sitio que siempre que lo pisas te pones nervioso y ese día no iba a ser menos. Tanizaki tenía cita con el doctor, necesitaba que revisara sus heridas y le recetara alguna pomada para la irritación. ¿Lo fácil de la situación? Pedir la cita, ¿lo difícil? Las explicaciones que iba a tener que dar al doctor sobre cómo ha acabado así.

Al final, entre cosa y cosa, no había podido pensar una excusa creíble. Con suerte lo mismo se le ocurría algo mientras el doctor le revisaba.

— Hola, buenos días, tengo cita para una revisión.

— Ah, sí — la beta que le recibió en la recepción lo hizo con una sonrisa — Tanizaki Junichiro-san, ¿verdad? Pase, cuarta puerta a la izquierda.

— Gracias.

Hizo una reverencia y se marchó. Avanzó lentamente, esperando que alguna idea se le ocurriera en los pocos segundos que tardaba en llegar a la puerta, pero su pequeña discusión con Atsushi le había nublado la mente. Pensar ahora algo era imposible.

Al llegar frente a la puerta, dio un par de toques y la abrió. Se adentró en el consultorio, encontrándose de frente con el apacible rostro de un doctor beta que se encontraba hablando con alguien sentado en una de las sillas al otro lado del escritorio.

— Buenos... — su saludo se quedó a medias cuando llamó la atención de las dos personas de la consulta. Por un lado, el doctor, nada malo, por otro lado...

— Yuki — Odasaku pronunció su nombre a modo de saludo.

Su mano se quedó agarrada al pomo de la puerta con fuerza. Podría jurar que el shock de ver al alfa allí le había provocado una bajada de tensión. Desde aquella silla, Oda le miraba con esa mirada simplona e inexpresiva, pero era esa misma mirada la que antes, durante y después del sexo le provocaba ese extraño revoltijo en el estómago.

No era bueno que estuviese aquí, pero muy en el fondo, no le molestaba su presencia.

Muy en el fondo, quería lanzarse a sus brazos y ponerse a llorar.

Pero no podía.

— ¿Qué haces...?

— Oh, señor Ta...

— Yuki, me... me llamo Yuki.

— ¿Eh? Pero la enfermera me dijo que...

— Ha debido equivocarse — con paso lento llegó a la silla al lado de Oda, sin intercambiar ni una mirada, ocupó el asiento — ¿Por qué estás aquí?

— ¿Qué dices, cariño? He venido a acompañarte a tu consulta médica.

— ¡¿Cariño?!

— Sí — el doctor asintió complacido con la cabeza — En lo que usted llegaba, he estado charlando con su pareja. Es alguien muy agradable.

— ¡¿Pareja?!

— Sí, ocurre... ¿ocurre algo?

Tanizaki se giró por fin para mirar a Oda. Claro que no estaba alterado, estaba muchísimo más tranquilo que él, eso desde luego. Tal vez para mentir le tendría que pedir ayuda a él porque bien pensada estaba la idea de hacerse pasar por su pareja para acompañarle en la consulta. La duda que le quedaba era de cómo narices había sabido que iba a acudir a ese hospital ese mismo día.

— Bueno, pues como ya estamos todos, vamos a la camilla, por favor.

El doctor y Tanizaki se levantaron, al ver que Oda tenía las mismas intenciones, el omega lo empujó para que se volviera a sentar.

— ¿Ocurre algo? — el doctor miró la escena extrañado. A pocas parejas le parecían mal que su alfa le acompañase.

— Me... me da vergüenza. Prefiero... que no mire.

— No miraré nada que no quieras, tú tranquilo.

Tras informarle de aquello, Oda se levantó y Tanizaki no se molestó en devolverle de vuelta a la silla. Al fin y al cabo, se volvería a levantar. Siguiendo al doctor, ambos llegaron a una zona de la consulta donde había una camilla ginecológica. Recibió la orden de desnudarse de la cadera para abajo y el omega no tardó mucho en hacerlo, intentando estar lo menos visible para Oda posible.

Cuando estuvo listo, se subió a la camilla, dejó sus piernas apoyadas en los dos brazos de la silla y dejó que el doctor pusiera una tela encima de su regazo, tapando las vistas desde arriba, para después asomarse entre ellas. Oda se quedó detrás de Tanizaki, esperando a que el doctor revisase e intentando molestarle lo mínimo posible.

Solo había venido para ver si estaba bien y de no ser así, quería cuidarle.

En la revisión el doctor no emitió palabra alguna, hizo su trabajo con el mayor silencio posible y como resultado, nadie allí habló. El doctor estaba trabajando, Oda no quería molestar y Tanizaki no quería hablar con él, así de simple todo.

Cuando el profesional terminó, echó su silla para atrás y se deshizo de los guantes en una papelera cercana.

— Puede vestirse, Yuki-san.

Tanizaki bajó rápidamente las piernas y presionó el trozo de tela con el que se había cubierto contra su regazo para mostrar lo menos posible de su desnudez, aunque las dos personas allí presentes le hubiesen visto ya hasta el alma. Cuando intentó estirarse a por su ropa interior y sus pantalones, Oda fue más rápido y se los acercó. De un tirón, Tanizaki se los arrebató y se los puso rápidamente sin intercambiar la mínima palabra con él.

No se movieron de aquella zona y el doctor emitió su informe allí mismo.

— Tiene usted un desgarro.

Tanizaki asintió con la cabeza, en realidad ya se lo veía venir. En cuanto a Oda, a pesar de ser un hombre de pocas expresiones, denotaba algo de molestia en su rostro.

— ¿Por qué ha sido?

— ¡Oda!

— Las causas pueden ser varias. En omegas la más común es la práctica de sexo violento. ¿Ustedes...? — su lengua se trabó, una parte difícil de su trabajo era esa — Sus relaciones son... ¿extremadamente intensas?

— A veces — se apresuró en contestar Tanizaki.

— Ya... bu-bueno... hay alfas algo... intensos, pero como pareja deberían aprender a poner unos límites — se giró para mirar a Odasaku — Los desgarres son especialmente dolorosos, por favor, tenga más en consideración a su pareja.

— Doctor, no...

— Sí, tiene razón. A partir de ahora, seré más considerado.

El alfa y el omega intercambiaron miradas mientras el doctor se levantaba para tomar notas, pero no se dijeron nada. Cuando este se dirigió de vuelta a su mesa, ambos le siguieron.

— Le recetaré unas pastillas para el dolor y una crema para acelerar el proceso de cicatrización. En cuanto al sexo pues... deberían abstenerse de practicarlo durante una temporada.

— Sí, no se preocupe por eso — intentó tomar el trozo de papel que el doctor le ofrecía, pero Oda fue más rápido y se hizo con él — O-oye.

— ¿De qué manera aplico la crema?

— ¿Perdón?

— Unte por fuera de la zona afectada y también por las paredes internas.

— Ya, oye, tú no vas a hacerlo, lo voy a hacer yo — intentó arrebatarle el papel, pero no pudo — Oda.

— Has acabado así por mi culpa, así que tendré que aceptar responsabilidades, ¿no crees?

— Oda.

— Sí, yo también opino que será mejor que se la aplique su pareja. Al hacerlo un tercero, quedará extendida de manera más eficiente.

— Pero puedo yo solo.

— ¿Por qué te cuesta tanto aceptar ayuda?

La pregunta de Oda hizo que le fulminara con rabia con la mirada. Sabía que la pregunta no solo era por el tema de la crema, sino que iba más allá, aun así, prefirió no montar ningún escándalo en aquella consulta. La calle era lo suficientemente amplia para gritar todo lo que quisiese al alfa.

— Gracias, doctor.

Oda se levantó, metió la receta en el bolsillo interior de su chaqueta y abandonó la consulta. Tanizaki imitó sus gestos y le persiguió por los pasillos, dando con él rápidamente al no ir nada rápido.

— Oda, dame el papel.

— No lo voy a hacer, así que... — se encogió de hombros y continuó caminando.

En el trayecto al aparcamiento, Tanizaki hizo todo lo que pudo por arrebatarle el papel con la medicación. Le llamó, le tiró de la chaqueta e incluso intentó meter sus manos ahí dentro por la fuerza, pero lógicamente plantarle cara así a un alfa era difícil por no decir imposible.

— ¡Oda, para ya por favor y dame el puto papel!

El alfa se giró para mirarlo, pero no cumplió su petición, se paró frente a su coche y abrió la puerta del copiloto para indicarle con un gesto con la cabeza que subiese. Tanizaki dejó de andar, frunció el ceño y negó con la cabeza como si fuese un niño que renegaba de ir al dentista.

— Vale — dejó la puerta abierta y fue al lado del conductor, abriendo la puerta y metiéndose dentro del coche — No te voy a dar el papel, si quieres la medicación, entonces ya sabes qué tienes que hacer.

— Eres un cabezota.

— Mira, ya tenemos algo en común.

Giró la llave, haciendo contacto esta, el motor comenzó a rugir, haciéndole saber a Tanizaki que de verdad estaba dispuesto a marcharse con la receta. El omega se cruzó de brazos y apartó la mirada, sí, ambos eran cabezotas, pero aquí la cuestión era mostrar quien lo era más. Claramente, Odasaku llevaba la ventaja.

El alfa se estiró desde su sitio a la puerta del copiloto e intentó cerrarla, pero no pudo porque el chico se lo había impedido. Tras un corto choque de miradas, Tanizaki abrió del todo la puerta y se metió finalmente en el coche, dejando escapar un enorme resoplido.

Odasaku condujo su coche hacia la salida del parking subterráneo del hospital. Una vez fuera, la luz les golpeó de lleno, pero eso no deshizo la postura de brazos cruzados y mirada agachada que mantenía el omega. Había muchas cosas que decirse y muchas cosas que preguntarse, pero las respuestas tal vez no gustasen a ninguno.

— ¿Cómo sabías dónde estaba? — quien lanzó la primera pregunta fue el omega ante lo que el alfa solo se encogió de hombros.

— Tengo mis contactos.

— ¿No me habrás espiado?

— ¿Espiarte? — apartó la mirada de la carretera un momento para dirigírsela a él — Si ni siquiera sé cómo te llamas. ¿Por dónde empezaría? — cambió la marcha del coche a una más alta, la velocidad hizo que Tanizaki se presionara contra el asiento — Ahora pregunto yo, ¿quién te hizo el desgarre?

— ¿Y eso qué importa?

— A mí me importa.

— Pues a mí no. ¿Qué más da? ¿Le da importancia un cocinero cuándo se corta? Son gajes del oficio.

— ¿Es una broma?

— ¿Por qué sería una broma?

— ¡PORQUE TE HAN VIOLADO Y LE ESTÁS QUITANDO IMPORTANCIA, POR ESO!

Tanizaki retrocedió un poco, no le conocía de mucho, pero era la primera vez que le escuchaba gritar. Su voz había sonado hasta rota, con lo cual era poco común que hiciera ese tipo de cosas con frecuencia. El susto inicial no duró mucho pues rápidamente fue sustituido por su propia rabia.

— ¡¿Cómo le voy a quitar importancia?! ¡¿Sabes lo mal que me siento, la mierda de ser humano que me siento?! ¡¿Lo sucio...?! — pegó su cuerpo al cristal del coche, incapaz de continuar hablando sin romper a llorar.

Odasaku disminuyó la velocidad del coche, cambiando a marchas más cortas hasta quedar parado frente a una farmacia. El trayecto se le hizo corto y era normal si había venido tan rápido y encima peleando. Algo más tranquilo, intentó recuperar la compostura.

— No quería gritarte, Yuki, lo siento.

— No soy tu pareja, Oda — le recordó mientras frotaba uno de sus ojos con su puño — ¿Qué te importa lo que me pase?

— No tienes que ser mi pareja para importarme.

— No te deberías molestar tanto por una puta de burdel.

— Soy un mafioso, solemos hacer lo que nos da la gana.

Paró el coche completamente y le preguntó al chico si quería bajar con él, este respondió con una corta y lenta negación de cabeza. No le insistió más y se marchó él solo a la farmacia. Aprovechando su momento de soledad, Tanizaki se abrazó a sí mismo, en un intento tal vez de no dejarse alterar por el olor del alfa impregnando todo el vehículo. Echó un vistazo a su alrededor, había pocas cosas. Los asientos de atrás, a pesar de ser bastante amplios, estaban completamente vacíos, en el reposa vasos había una taza de cartón de las que te dan en las cafeterías cuando pides tu bebida para llevar, en el espacio entre ambos asientos había unas gafas de sol caídas y un par de recibos también.

Dejó las gafas y se hizo con los recibos para distraerse mientras Oda regresaba. El primero era de una gasolinera, era un repostaje del depósito del coche, el siguiente del café, una compra en un supermercado (bastante escasa si le preguntaban) y el último de una floristería. Se fijó en la fecha de este último recibo, la fecha coincidía con el primer día que dejaron de verse, el primer día que se ausentó del Moonlight. Arrugó el recibo y los dejó todos donde estaban. Sonrió por la tontería que se le había pasado por la cabeza. No le habría comprado flores, ¿o sí?

Si fuese cualquier otra persona, seguro que hubiese pensado que no, pero era por ser Oda que sabía que podría haber sido posible. No sabía cómo había conseguido saber que ese día tenía cita con el médico, pero muy en el fondo se alegraba de haberlo visto, de que, en aquella situación tan complicada y vergonzosa, hubiese tenido alguien al lado. De que, si había ido hasta allí, era porque estaba preocupado por él.

Le había tenido preocupado, desapareció un día sin dar explicaciones y ahora cuando lo vuelve a ver lo trata con rechazo. Analizando las cosas mejor, Tanizaki quería darse un golpe contra el cristal por lo estúpido que estaba siendo.

La puerta del coche se abrió de nuevo. Oda entró por ella y cerró tras tomar el asiento del piloto con una bolsa de la farmacia entre las manos que dejó en su propio regazo.

— ¿Cuánto ha costado?

— ¿Importa? No lo vas a pagar así que...

Tal vez si no hubiese mirado el ticket de las flores podría haberle insistido en que lo tenía que pagar él, pero ahora mismo no le parecía bien ponerse en modo rebelde.

El silencio se había instaurado entre ellos, a pesar de tener comprada la crema y las pastillas, Oda no había arrancado el coche y Tanizaki tampoco le había dicho nada sobre eso. De todas formas, el omega no tenía prisa alguna por moverse de allí.

— ¿Fuiste al Moonlight? — cuestionó el chico en voz baja, aunque el silencio permitió que Oda le escuchase alto y claro — Mientras yo no estaba, quiero decir.

— Sí.

— ¿A qué?

— A verte.

— ¿Y después? Porque yo no estaba.

— No me he acostado con nadie más, si eso es lo que estás intentando preguntarme.

— No era eso — bajó la mirada, jugando distraído con sus dedos — Eso no es asunto mío y yo sí tengo sexo con otras personas así que... sería lo justo.

— No lo es, Yuki, no lo es.

— No quería preocuparte, Oda. Esa... esa nunca ha sido mi intención, pero no podía buscarte y decirte... decirte esto. ¿Puedes entender eso?

— Sí, puedo.

— Bien.

— Bien.

— Pues ya está.

— Sí.

— Me voy a casa, ¿vale? — intentó coger la bolsa del regazo del alfa, pero este no le dejó — ¿Qué haces?

— Te iba a preguntar lo mismo.

— Llevarme la crema y las pastillas, las necesito.

— Eso ya lo sé, pero ¿cómo piensas echarte la crema?

El rostro de Tanizaki enrojeció ante aquella pregunta.

— Pu-pues solo, en el baño... ¿para qué quieres saber eso?

— Te la voy a echar yo.

— ¡¿Perdona?! ¡N-no, claro que no!

— ¿Qué pasa? Ya te he visto ahí abajo. ¿Por qué te avergüenzas?

— ¡Pe-pero el contexto no era el mismo!

— ¿Importa eso?

— Es que... eso es...

Intentaba buscar algo que rebatirle, pero era bastante difícil sabiendo como era Oda. Al final, sabía que lo único que podría hacer sería callarse y dejar que el alfa hiciese lo que quisiese hacer.

— ¿Dó... dónde vas a hacerlo? Es decir, no puedes ir a mi casa...

— Pues vamos a la mía.

— ¡¿Eh?! ¡¿A-a la tuya?!

— Sí, ¿pasa algo?

— No... en realidad no.

Tanizaki apartó la mirada mientras Oda volvía a arrancar el coche, parece que no entendía que no debería meter a cualquier omega a su casa, ¿o estaría acostumbrado a eso? Prefirió no pensarlo pues viendo su reflejo en el cristal de la ventana se había dado cuenta de que estaba frunciendo el ceño.

Sin más quejas ni discusiones, Tanizaki se dejó llevar, manteniendo la boca cerrada en todo el trayecto. Oda no le replicó por eso ni le forzó a meterse en una conversación, era consciente de que ambos necesitaban aquel silencio, tanto como para pensar como para tranquilizarse.

La mente del omega no estaba ocupada solamente adaptándose a los últimos acontecimientos, también estaba inmersa en un nuevo pensamiento, ¿cómo era la casa de Oda? Era un mafioso con lo que debería tener dinero, ¿sería una mansión o algo así? Pero ya había visto que Oda colaboraba con un orfanato, con lo que sus ingresos no llegaban íntegramente a él, sino que se repartían. ¿Sería entonces una casa más normal? ¿Un barrio adinerado? ¿Uno simple? No lo sabía, lo único que sabía era que iba a ser la primera vez que iba a poner un pie en la casa de un alfa con el que se sentía tan... "extraño". Lo único que esperaba era no ponerse muy nervioso y dejar esparramadas sus feromonas por todos lados.

Gracias a que había estado muy ocupado pensando, Tanizaki no se dio cuenta de que habían llegado ya hasta que su acompañante frenó el vehículo.

— Ya hemos llegado.

El omega alzó la mirada con los ojos bien abiertos para descubrir por fin en qué tipo de lugar podía vivir y la verdad es que le sorprendió un poco. Era un barrio bonito, con aceras cuidadas, árboles repartidos a la misma distancia entre ellos y varias filas de casas idénticas colocadas en línea recta, unas al lado de otras. Las casas eran grandes, con amplias puertas de madera, unas cuantas escaleras de piedra para llegar a estas y abundante vegetación adornando la parte inferior de las construcciones.

Eran casas de cuento o más bien de películas, de esas americanas que en realidad sospechabas que no existían porque nunca habías visto una así. Y Tanizaki se tuvo que callar porque parece que ese tipo de casas sí existían.

— Esta es mi casa — Oda le informó de algo obvio — Vamos.

— Vale.

Ambos salieron del coche y hasta que Oda no lo cerró y subió por las escaleras de piedra hasta su puerta, Tanizaki no se separó del vehículo. Ahora ya más de cerca, podía ver que hasta la cerradura de la vivienda era elegante.

— ¿De verdad esta es tu casa?

— ¿Por qué tendría las llaves sino?

— Es muy elegante por fuera.

— ¿Es un halago? — preguntó mientras abría la puerta y le dejaba pasar — ¿O un insulto porque no me pega tanta elegancia?

— Es... simplemente un comentario al aire.

El omega entró el primero pero no se atrevió a alzar demasiado la mirada. Una vez más en su vida, se sentía un cerdo de pocilga en un palacio y es que con como ha vivido, hasta un baño sucio se sentía demasiado para él.

— Yuki.

— ¿Sí?

— Bájate los pantalones.

— ...

— Para la crema.

— ¡Y-ya! — como se había girado para mirarle, se dio la vuelta rápidamente con el rostro rojo por lo que acababa de decir — Pe-pero no lo sueltes así tan tranquilo...

— ¿Has dicho algo?

— No... — por fin se atrevió a mirar alrededor — ¿Dónde...? En fin... ¿dónde lo hacemos?

— Podemos hacerlo en mi cama.

— Ha-hablo de lo de la crema...

— Yo también — ladeó el rostro confuso — ¿De qué pensabas que lo hacía? Yuki, no podemos tener sexo ahora.

— ¡Q-que ya lo sé! — chilló con las mejillas coloradas — Pe-pero... ¿t-te parece bien que entre en tu habitación?

— Ya has entrado en mi casa, ¿qué diferencia hay?

— No... supongo que ninguna.

Oda lideró el camino hacia su habitación, con el omega siguiéndole sin apartar la mirada del suelo. Al llegar, el alfa abrió la puerta y le dejó pasar primero, cerrando la puerta a sus espaldas. Al principio Tanizaki se quedó estático en su sitio hasta que se decidió a moverse, desabrochando algo nervioso sus pantalones y dejándolos caer al suelo. Oda, que se estaba quitando la chaqueta, no se perdió detalle de como el omega se desnudaba de cadera para abajo.

Era un cuerpo desnudo que ya había visto antes, con la excepción de algunos moratones en su piel que definitivamente no estaban la última vez que se acostaron.

— ¿Por qué no me dices quién fue? — le cuestionó después de pasarse por el baño que conectaba con la habitación, regresando con una toalla entre las manos que extendió sobre su cama.

— ¿Para qué exactamente?

— Para que no vuelva a hacerte eso de nuevo.

— Oda... si no es él, será otra persona. Así que... vamos a dejar el tema, por favor.

— Vale, vale.

En su tono de voz se notaba que no lo dejaba por gusto, sino por petición suya. A Tanizaki le servía mientras no lo mencionase de nuevo. Se sentó sobre la toalla ya con su mitad inferior completamente desnuda y después se dejó caer con su espalda sobre el colchón. Sus mejillas se colorearon de rojo cuando Oda levantó sus piernas y las separó, haciéndole colocar sus pies sobre el colchón. Estaba en una postura demasiado expuesta.

— Voy a empezar, Yuki — le informó mientras se remangaba la camisa y destapaba la crema.

— Dame una almohada...

— ¿Para qué?

— Para taparme la cara — se justificó mientras usaba su brazo derecho para hacer precisamente eso.

— ¿Por qué?

— ¡Me da vergüenza, Oda!

— ¿Esto? ¿Y no cuándo yo te...?

— ¡No, eso también me dio vergüenza! — le interrumpió antes de que dijera en voz alta una de las muchas cosas que hicieron en la cama.

— Bueno, no entiendo, pero en fin.

Cogió uno de los cojines de la cama y se lo ofreció al omega que rápidamente lo usó para tapar su rostro. Odasaku se encogió de hombros y se colocó entre las piernas del chico. Cuando sintió el frío contacto de sus dedos untados en la crema con su entrada, Tanizaki apretó con más fuerza el cojín contra su rostro.

Habían hecho juntos muchas cosas vergonzosas, pero esta no se podía comparar. Solo esperaba que acabase rápido.

La balda de especias del supermercado nunca le había parecido tan interesante o puede que fuese interesante porque su mente estaba tan revuelta que necesitaba algo estúpido en lo que enfocarse. Había discutido con Tanizaki y eso no tendría que haber sido así. Se supone que ellos tres, Naomi, Tanizaki y él están solos contra el mundo, siempre ha sido así, son aliados, no deberían discutir entre ellos. Deben apoyarse, no comenzar a pelear solo porque trajese el aroma de un alfa sobre él.

Estiró su mano para hacerse con el perejil y aunque se lo quedó mirando, no leyó nada de la etiqueta. ¿A qué vino lo que le dijo? Tanizaki no tenía derecho a decir aquello, no tenía derecho a restregarle verdades que él evitada enfrentar.

Suspiró cansado y dejó caer el frasco de perejil en el carro de la compra para empujarlo mientras seguía atrapado en su mundo.

Había dejado a su amigo ir solo al médico, tendría que haberle acompañado, aunque fuese por simple apoyo moral.

"No le hagas eso a un niño. No le des una madre que... no lo hagas"

Un recuerdo fugaz de las palabras de Tanizaki cruzó su mente y provocó que detuviese su camino por el supermercado. Era algo curioso, no estaba entre sus planes actuales el tener un niño, pero por algún motivo extraño, eso que le dijo dolía como un clavo hundiéndosele en el pecho.

Aun sin moverse más de su sitio, sacó el teléfono blanco de tapa y revisó su última conversación con Dazai. El castaño le había dicho que quería quedar con él, pero como no concretó nada, Atsushi le citó en ese mismo supermercado. No sabía para qué quería verle, pero al menos fuese el que fuese el motivo, podría aprovechar para hacer la compra.

Es un omega muy práctico, al fin y al cabo.

Miró a su alrededor, el sitio no era muy grande así que no sabía dónde podía estar Dazai si no se le había cruzado ya. Volvió a moverse, empujando el carrito hacia la zona de congelados, allí frenó de golpe al ver quien se encontraba allí.

— E-esto... se-señor...

— ¡Waaaaaaaaaa! ¿Qué es esto? — parado frente a un arcón congelador abierto, Dazai sacaba maravillado unas bolsas de verduras congeladas — ¡Esta sección es increíble! Tienen de todo solo que está todo a bajo cero.

— Pe-pero señor... — el pobre empleado veía desesperado como Dazai seguía sacando bolsas del congelador — ¿S-se lo va a llevar?

— No sé, ¿está rico?

— Cla-claro...

— Oye, ¿kebabs tenéis? La salsa de yogur estaba rica, aunque parezca semen.

— ¡O-oye! — Atsushi empujó su carrito de la compra hacia el castaño e hizo una reverencia hacia el empleado como forma de disculpa — Lo siento, le conozco, yo me encargo.

Tratando con una persona tan excéntrica como Dazai, al pobre empleado no le quedó de otra que confiar en que el omega se haría cargo y marcharse. El resto de clientes se les habían quedado mirando con lo que las mejillas de Atsushi se colorearon por la vergüenza y empezó a guardar todo lo que había sacado del congelador.  

— ¿Se puede saber qué estabas haciendo?

— Buenos días a ti también, Byakko.

— Sí, buenos días — cerró de un golpe el congelador — ¿Qué es lo que querías?

— ¿EeeeeeeeeH? — hizo una mueca larga — ¿Y eso? ¿No hay beso ni nada?

— ¿Por qué te iba a besar? — le cuestionó con el ceño fruncido.

— No sé, ¿por qué me besuqueabas ayer por la noche?

— ¡E-eso fuiste tú!

— Vale, ¿por qué te dejaste besuquear por mí ayer?

— ¡E-eso ya da igual! ¿Y por qué te sorprende tanto la comida congelada?

— No como esas cosas, mi comida siempre es fresca.

— Por supuesto que sí... — suspiró al escuchar eso y volvió a empujar su carrito. Dazai lo entendió y le siguió por el supermercado mientras continuaba comprando — Bueno, pues dime ya qué es lo que quieres.

— Quiero muchas cosas, Byakko.

— Me refiero a lo que quieras ahora mismo — se paró frente a la zona de lácteos, cogiendo una botella de leche de la marca más barata mientras Dazai a su lado hacía lo mismo, solo que cogió la más cara. Ambas botellas fueron a parar a su carro de la compra con lo que Atsushi le miró mal — Saca eso de ahí ahora mismo.

— Te estaba intentando ayudar, pero en fin — devolvió la botella que cogió y siguió a Atsushi por el supermercado — ¿Qué que quiero ahora mismo? Pues me encantaría estar desvirgándote en mi cama, pero no sé por qué me preguntas eso.

— ¡Yo me refería al motivo por el que me habías citado! — acabó chillando con las mejillas rojas por sus recientes palabras — ¡Dazai! — volvió a chillarle al ver como estaba intentando meter de nuevo productos caros a su carro — Para ya con eso. Mi compra la hago yo.

— Bueeeeeno, es que compras cosas tan simples.

—Qué más da, tú no te vas a comer nada de esto, así que debería darte igual.

— Que arisco suenas conmigo, bueno, a lo que iba. Te he citado porque voy a salir de viaje.

— ¿Sí? ¿Cuándo te vas?

— De poder ser, hoy.

— Ya veo... ¿y cuándo vuelves?

— No creo poder estar mucho tiempo fuera, en un par de días tendré que estar de vuelta.  

— ¿Y a dónde...? — se quedó sin palabras cuando vio a Dazai coger un paquete de condones. Contrario a como había hecho antes, esta vez no lo echaba a su carrito con lo que era una compra de él. Su ceño se frunció involuntariamente y continuó empujando su carrito ahora con más fuerza — ¿Es un viaje de negocios o de placer?

— Placer.

— Ah. Vale, perfecto.

— Mmm... ¿qué es eso que escucho en tu tono de voz?

— No sé de qué hablas.

— Lo sabes bien, pero en fin.

— Bueno, ¿eso era todo o qué? Esto me lo podrías haber dicho por teléfono ¿sabes? ¿O me querías restregar que te vas a saber dónde con a saber quién?

— No saques las garritas, Byakko.

— Yo me saco lo que me da la gana.

— Que sucio.

— Argh, cállate — Atsushi aceleró su velocidad, terminando su compra pasando por caja — Paga él — le indicó a la cajera señalando a Dazai y arrasando con todos los chicles y chucherías que se ponían en la zona de pago para ver si algún incauto picaba y compraba mientras hacía cola. Atsushi no era incauto, solo quería molestar a Dazai, aunque sabía que un gasto tan insignificante como ese no le afectaría lo más mínimo, pero era lo único que podía hacer.

— Que malo.

— Es lo justo, me has hecho perder el tiempo y el tiempo es oro, deberías saberlo, ¿no eres empresario?

— Hemos quedado en un supermercado en el que ya estabas haciendo cosas.

— No intentes argumentarme y... y... lle-lleva mis bolsas, grosero.

— Al final sí que parecemos un matrimonio — se encogió de hombros mientras pagaba a la cajera y se hacía con las bolsas del albino — Yo el marido caballeroso y tú la mujercita celosa.

— ¿Quién está celoso? Acompáñame a la parada de autobús y-y... luego saca los condones de mis bolsas, n-no los quiero en casa. Y como se aplasten los yogures... t-te haré comprarme el triple.

— Siiiiii.

Sus órdenes salieron algo inseguras de sus labios pues no estaba seguro de que Dazai fuese a cumplirlas, es decir, ¿no es alguien super importante en su organización? ¿Por qué hacía todo lo que le decía sin quejarse? Ese hombre debía andar demasiado necesitado de sexo y por lo que le había visto comprar, seguro que la necesidad se le quitaba pronto.

No sabía cómo, pero había acabado volviendo a pensar en con quien narices se iba a ir. El tic en su ojo fue incontrolable.

— ¿Y a dónde vas? — le preguntó con las manos completamente libres pues había dejados las dos bolsas a Dazai y no tenía intención de ofrecerse a ayudarle.

— Es un viaje corto, al Kurokawa Onsen Oku no Yu.

— ¿Mm? ¿A un onsen? ¿Unas aguas termales? Suena muy relajado para tratarse de ti.

— De vez en cuando también apetecen planes relajados.

— ¿Y has dicho viaje corto? ¿Dónde está exactamente? 

— En la prefectura de Kumamoto.

— ¡¿Eh?! ¡Pero si eso es otra isla de Japón! No está cerca.

— Es el mismo país.

— ¡Pero otra isla!

— ¿Tanto te preocupa tenerme lejos? Que lindo.

— ¡N-no es por eso!

— No te preocupes por la distancia, estaremos más cerca de lo que crees.

— No pienso hacerte llamadas guarras y menos cuando irás con "buena compañía".

— No te negaré lo de la buena compañía y lo de la llamada no hará falta, ya te he dicho que estarás muy cerca.

— Vale, lo que digas, pues que tengas un buen viaje.

— Gracias, por cierto, haz la maleta que te recojo en la entrada del barrio chino en una hora.

— ¡¿Perdón?! — Atsushi frenó en seco, haciendo que Dazai también se tuviera que detener — ¡¿Pero ahora de qué hablas?!

— Del viaje — le miró confundido, como si no entendiese su reacción — Acabamos de hablar de ello, ¿no te acuerdas?

— ¿Qué...? ¡¿QUÉ?!

— En el supermercado te dije que...

— ¡Sí, ya sé lo que me dijiste, pero...! — se llevó las manos a la cabeza, estaba comenzando a agobiarse — En ningún momento me dijiste que el viaje fuese conmigo.

— ¿Cómo qué no? Te lo estoy diciendo ahora.

— ¡Ahora no cuenta! Por dios, Dazai...

— ¿Qué pasa? Te estoy invitando a un onsen, ¿tan malo es? Sinceramente, te he hecho cosas peores.

— Es malo si me lo dices... si me lo dices así. Dazai — se acercó más al alfa — ESTA NOCHE trabajo. No me puedo ir así de la nada a una isla al sur de Japón para visitar unas aguas termales contigo.

— No te preocupes por el Moonlight, estará unos días cerrado.

— ¿Por qué? ¿Qué has...? Dios, Dazai, ¿qué has hecho?

— Nada que te deba preocupar, anda, no te hagas de rogar y prepara la maleta.

— Es que ese... Dazai, ese no es el único problema.

— ¿Y cuál es?

— Pues... — se encogió de hombros, no sabía cómo decírselo, pero es que si desaparecía, así como así, a Tanizaki le haría de todo menos gracia — Yo tengo una vida, ¿sabes? Por mucho que te cueste creerlo. ¿Qué le digo a mis conocidos? ¿Que me voy con un mafioso a relajarme un poco en el sur? Es tan surrealista.

— No creo que te cueste tanto inventarte una buena excusa, seguro que puedes — Dazai retomó la caminata, con Atsushi siguiéndole, pero manteniendo unos cuantos pasos de distancia de él — Pensé que te haría más ilusión. He escuchado que tienen unos servicios estupendos de masajes. ¿No suena muy bien?

— Dazai, no voy a ir.

— Puedes pensarlo. Tienes una hora, al fin y al cabo.

— En una hora no voy a cambiar de opinión.

— ¿No? — se detuvo al llegar a la parada de autobús y se dio la vuelta para agacharse y acercarse a su rostro — En una hora pueden pasar muchas cosas — dejó las bolsas en los asientos de la parada y se marchó con las manos metidas en los bolsillos — Voy a estar esperándote. Recuerda, en una hora, entrada del barrio chino.

Atsushi eligió la opción de no mirarle mientras se marchaba. Las llamas de la ira estaban ya encendidas en su estómago y provocaban que lo único que quisiese hacer ahora mismo fuese golpear algo e imaginarse que era la cara de Dazai.

Odiaba cuando elegía ignorar su opinión y organizar cosas por su cuenta que le implicasen. Ya lo hizo con lo del falso matrimonio, aunque esta vez era distinto, no era nada complicado ni estresante como eso, de hecho, todo lo contrario, ¿no? Eran unas aguas termales, era para relajarse... la verdad es que sonaba bien.

— ¡No! — palmeó sus mejillas al sentarse al lado de sus bolsas en la parada.

No era un viaje bonito con amigos ni con una pareja, era un viaje con Dazai. Eso llevaba puesto muchos sellos y ninguno era el de "agradable". Su móvil vibró y al sacarlo se encontró con un mensaje de Shibusawa. Su ceño se frunció esperando lo peor, pero con lo que se encontró fue más agradable de lo que esperaba.

"Redadas policiales en los locales adyacentes al Moonlight por un aviso anónimo de sospecha de tráfico de drogas por la zona. El local queda cerrado hasta que pasen. Durarán un par de noches"

Mensaje corto y conciso, no le tomó mucho leerlo, entenderlo, cerrarlo y comprender quien estaba detrás de todo aquello.

Mordió sus labios para controlar aquel gesto que amenazaba con aparecer en su rostro, pero fue inevitable, al final lo hizo, acabó riéndose. En serio, ¿cómo de desesperado tenía que estar Dazai por pasar tiempo con él como para lanzar un aviso anónimo a la policía de tráfico de drogas en la zona del Moonlight para obligar a Shibusawa a cerrar?

Era alguien tan raro.

Su sonrisa comenzó a borrarse poco a poco hasta convertirse en una línea recta en sus labios.

¿Y ahora qué? No podía usar el trabajo como excusa, pero seguía teniendo a Tanizaki como barrera, pero ¿tenía sentido no ir por él? ¿Después de todo lo que le había dicho por la mañana?

Comprobó la hora en el teléfono. Otro minuto había pasado y el tiempo para decidirse se había reducido.

En serio... ¿qué se supone que tenía que hacer ahora? 

Los ladrones roban por la noche, era lógica común de cualquier ciudadano y Chuuya lo sabía, por eso había decidido ir por el día al apartamento de Ango. La gente no piensa tan mal de los demás a plena luz del día, además de que habría mucha gente trabajando con lo que de tener que forzar la puerta, habría menos probabilidad de que hubiese testigos.

Su dedo índice se presionó contra el timbre, pero no pasó nada. Nadie hizo ruido al otro lado. Decidió darle otra oportunidad y pulsó el timbre de nuevo, esta vez manteniéndolo pulsado más tiempo, con lo que el ruido duró más.

— O-oye, basta ya — Tachihara a su lado se quejó — Si hace tanto ruido va a alertar a alguien — con precaución, miró a los alrededores del pasillo.

Chuuya no le hizo caso y siguió pulsando el timbre, con lo que Tachihara suspiró mientras vigilaba a los lados. Que mierda eso de ser un miembro raso y tener que ceder ante los caprichos de los ejecutivos. Se supone que a esta hora tendría que estar almorzando en el trabajo junto a Gin, pero aquí estaba, con Chuuya llamando a un apartamento vacío y él con una mochila cargada a su espalda con el material necesario para cometer un delito, el de allanamiento, pero ¿de verdad era necesario? ¿No estaba supuestamente Ango de vacaciones? Acabaría volviendo a la Port Mafia, ¿qué urgía tanta prisa? Porque encima Chuuya no se había molestado en decirle nada.

Mierda, lo mismo se tenía que preocupar de conseguirse un ascenso para comenzar a ser tratado con más seriedad.

— Chuuya-san... ¿se puede saber qué hacemos aquí?

— No abre — le ignoró y se hizo a un lado — Tachihara, fuerza la puerta.

— ¡¿Pero por qué?! Es que yo ni siquiera tendría que estar aquí. ¡Es mi hora del almuerzo!

— ¿Tanto te enfadas porque te he separado de un bocadillo? ¿No puedes esperar? ¿Tienes un problema con la comida?

— ¡El problema es que me ha dicho que lo guardase en secreto y he tenido que decirle una excusa cualquiera a Gin! Seguro que sabe que la he mentido.

— Bueno, ya, lo siento, ahora venga, abre.

— ¡Pero dígame por qué! ¡Ay, en serio, no entiendo nada! — completamente resignado, Tachihara se quitó la mochila de encima y sacó al material necesario para forzar la puerta sin dejar la mínima señal de ello.

Chuuya se quedó vigilando. En realidad, sabía que estaba mal no haberle dado la mínima explicación a Tachihara de por qué tiene que estar haciendo eso, pero es que decírselo a él era estar diciéndoselo a Gin y por tanto a Akutagawa y no quería que el chico se enterase de sus sospechas hacia Ango en el caso de la desaparición de las armas.

Seguro que optaba por la vía de la violencia para tratar con Ango y eso... eso no era algo que quisiese.

Porque eran amigos, ¿no? O así lo sentía Chuuya, lo mismo para Ango era una cosa completamente distinta.

— Ya está — Tachihara le informó de su logro y sin perder más tiempo, Chuuya empujó la puerta y se metió dentro, con el otro detrás de él cerrando la puerta a sus espaldas.

Dio un par de pasos en el apartamento y se detuvo para mirar a su alrededor. A simple vista, nada parecía fuera de lugar. Los armarios cerrados, las cortinas echadas, bloqueando así la luz que entrase, platos y vasos limpios y colocados en sus respectivas repisas y la televisión apagada, con los cojines tan rellenos que parecían hasta nuevos.

Ango siempre ha sido ordenado y eso en realidad lo podía entender, lo que no había sido capaz de entender nunca, era aquella falta de personalidad en la casa. Por poco que sea, todos dejamos algo en los lugares en los que estamos, algo que señala a los demás que sin lugar a dudas estamos allí, pero para Ango no era así. El apartamento era de revista, pero allí no había nada que indicase que era él quien vivía allí. No tenía ni siquiera una triste foto, ni suya ni de un familiar. ¿Estaba solo en la vida acaso?

Sus pies caminaron solos hacia su habitación y se situaron frente a su armario. Al abrirlo, se encontró con este completamente vacío. No supo cómo interpretar aquello exactamente así que solo se quedó ahí, mirando como las perchas colgaban sin nada puesto en ellas y como los pasos de Tachihara se escuchaban a lo lejos, hasta que se acercaron al llegar detrás de él.

— ¿Es necesario... hurgar en su armario?

— Está vacío.

— Tal vez... sí que esté de vacaciones. ¿No te llevas acaso tu ropa cuando viajas?

— ¿Toda la que tienes?

— Bueno, no sé... tal vez tenga poca ropa.

— Esta mierda no me gusta — sin detenerse ahí, revisó el resto de cajones de la habitación. Todos estaban vacíos — Mierda, menuda puta mierda. Si te vas de vacaciones ¿también vacías tu habitación entera? ¿O dejar de coger el maldito teléfono?

— ¿Y yo qué sé? ¿Va a decirme ya de qué va todo esto?

— Va de que la he cagado, ¿vale? — cerró de golpe uno de los cajones. La rabia amenazaba con soltarle la lengua y eso es lo que iba a pasar — Han robado en la armería.

— ¿Qué?

— Y creo que Ango tiene algo que ver. Una cámara le grabó saliendo de Industrias Mori a altas horas de la noche.

— ¿Él sabe que una cámara le grabó?

— Pues sí, porque yo soy gilipollas y se lo dije.

— ¿Por qué?

— ¡Pues para que Akutagawa no le rebanase el cuello, joder! Era sospechoso, pero yo quería creer que no, pero va y se "coge unas vacaciones" después de que se lo dijera, ya no contesta al teléfono y encima todas sus cosas han desaparecido. No sé, a mí me parece una fuga en toda regla y si te fugas, es porque algo has hecho.

— Pero Ango... ¿para qué iba a querer robar armas?

Chuuya suspiró, ¿le iba a tener que contar también la teoría conspirativa de un levantamiento contra Dazai? Lo mismo se les hacía de noche si tenía que empezar a contar tanto.

— De momento dejemos eso de lado... puede que se haya dejado algo. Sus cosas no están, pero si en algún momento piensa volver, puede que se haya dejado algo personal.

— ¿Y eso debería estar en...?

— Pues en una caja fuerte tal vez. Búscala y fuérzala.

— Pero para qué exactamente, ¿es esto siquiera una misión oficial? ¿Lo saben el resto de los ejecutivos? ¿Y Dazai?

— Dazai no sabe nada y de los ejecutivos, pues... Paul, pero ya está.

— Espere, ha dicho que una cámara grabó a Ango saliendo a altas horas de la noche del edificio el mismo día del robo de las armas, pero... ¡en realidad no tiene nada más!

— ¡Pues por eso estoy aquí, genio matemático!

— Pero es que, si está aquí solo por eso, está motivado por su propia paranoia. No ha visto a Ango con esas armas que dice que robaron.

— ¡Pues claro que no! ¿O acaso crees que Ango se pasea por Yokohama con rifles y escopetas en la mano?

— ¿Y qué espera encontrar entonces? ¿Un selfie de Ango con una de las pistolas? Además, si le avisó y de verdad tiene algo que ver, lo más seguro es que se haya deshecho ya de todo.

— ¡Que ya lo sé! ¡¿No te he dicho que la he cagado?!

— ¡Pues ya está, pare! — no supo cómo, pero el flujo de la discusión acabó llevando a Tachihara a pegar un grito a un superior. Eso no había estado bien, así que intentó calmarse — Escuche... Ango es sospechoso de la desaparición de las armas y ha desaparecido de su casa. Tenemos eso, se puede conectar o no, pero ya dependerá de continuar investigando. ¿Vale?

La lógica de Tachihara pareció calmar un poco sus ánimos, así que asintió con la cabeza y se marchó lentamente de la habitación con el chico siguiéndole por detrás.

— Puedo... puedo hurgar en la caja fuerte si se queda más tranquilo.

— No, déjalo, estará vacía, como todo en realidad.

— Oye... si Ango aparece, ¿qué va a hacer?

— Escucharle, solo quiero saber qué cojones está pasando con él.

— ¿Y si tiene algo que ver con todo esto? ¿Qué va a hacer?

La última pregunta de Tachihara pilló a Chuuya con la mano en el pomo de la puerta. Pues esa era una pregunta cuya respuesta no había pensado todavía. Ango estaba relacionado en todo esto de alguna manera, pero, ¿qué iba a hacer al descubrir la relación? La verdad es que no quería pensar en su respuesta, él solo quería encontrarle y que todo tuviese una maldita explicación, porque era su amigo, ¿o acaso no?

— Que puta mierda todo, de verdad.

Con las manos vacías y con más dudas que respuestas, a Chuuya no le quedó de otra que resignarse y continuar su búsqueda de su amigo desaparecido. 

Tanizaki avanzaba muchísimo más lento que el ser humano promedio, eso y que sus mejillas estaban coloradas seguro que harían pensar a cualquiera que algo cochino le había pasado y habría sido así a medias. Si estaba tan colorado es porque su vergüenza de que Oda le untase crema en una zona tan íntima todavía no se había ido. ¡Y es que lo hizo con tanta naturalidad! Ese hombre de verdad que no conocía lo que era la vergüenza.

Al llegar por fin a su apartamento, se paró durante unos segundos frente a la puerta. Naomi estaba en clase, pero Atsushi debía estar allí dentro. ¿Cómo hablaba con naturalidad al chico después de la pequeña discusión de por la mañana? ¿Sería tan fácil como hacer como si nada hubiese pasado? Hablarle normal y eso. No quería estar peleado con él, no cuando él y Naomi son su única familia, debían estar juntos no separados.

Sí, no quería estar enfadado con su familia. Le pediría perdón y propondría pedir unas pizzas para cenar, después de todo, le había llegado un mensaje de que el Moonlight iba a estar unos días cerrado, podrían estar todos más tiempo juntos. Había que aprovecharlo.

Había que estar juntos.

Una pena que parece que solo él pensaba así.

— ¿Atsushi? — preguntó tímidamente al adentrarse en el apartamento. Al cerrar la puerta, se quedó atento por si recibía alguna contestación del chico, pero ningún ruido llegó a sus oídos — Ya estoy en casa — caminó un par de pasos, pero todavía nadie venía a recibirle — ¿Atsushi?

Tanizaki continuaba sin recibir un "bienvenido" ni nada por el estilo, solo un silencio frío. Bueno, lo más seguro es que Atsushi continuase enfadado por lo de la mañana. No le iba a estar esperando para darle un abrazo ni nada por el estilo.

Caminó hacia la habitación del omega albino y dio un par de golpes en la puerta, nadie le contestó al otro lado.

— ¿Atsushi? ¿Estás ahí? Oye... entiendo que no quieras hablar conmigo por lo de esta mañana y por eso... — suspiró cansado — Quería decirte que lo siento. No quería decirte todo lo que te dije, no estuvo bien. Atsushi, por favor, no quiero que estemos peleados.

La única contestación que recibía era aquel alargado silencio frío y harto de él, se atrevió a abrir la puerta de la habitación, asomándose solo un poco.

— Atsushi, ¿Atsushi? — no viendo a nadie por la habitación, empujó la puerta para abrirla completamente.

La habitación estaba vacía, sin rastro del omega, lo cual solo le confundió más. Salió de allí algo apresurado y fue al baño, pero tampoco estaba allí. Con su confusión incrementándose, sus pasos le acabaron conduciendo a la cocina donde una notita de color amarillo sobre la mesa captó su atención.

Al recogerla, su contenido aclaró, más o menos, lo que estaba pasando.


Estaré un par de días fuera, me ha tocado un viaje a un onsen en un sorteo del centro comercial.
Es para una sola persona, así que voy solo

Adiós


Solo eran tres líneas que se tardaban tres segundos en leer, pero aun así, Tanizaki estuvo releyéndoselas un par de veces.

¿Se había ido? A un onsen, así, tan rápido y avisándole de esta manera. ¿Y un premio de un sorteo que solo cubre a una persona? ¿Le estaba gastando una broma? Perdido en la situación, caminó como un zombi hacia el sillón del salón y se dejó caer en él.

¿Dónde estaba ahora mismo el chico?

Mientras Tanizaki intentaba asimilar la confusa situación actual, Dazai se mantenía esperando en el barrio chino la llegada de aquel omega de cabellos albinos. Le había dado una hora, pero ya habían pasado dos, con lo que debería entender que eso era un rechazo a su invitación y que Atsushi no quería ir con él.

Habría seguido encerrado en su mente si su móvil no hubiese vibrado avisándole de una llamada. Dazai lo descolgó, sin fijarse bien en quien era el que llamaba.

— ¿Sí?

— ¿Qué haces?

Aquella dulce pero enfadada voz espabiló más sus sentidos.

— ¿Byakko?

— Sí.... te he preguntado que qué haces.

— ¿Qué hago...?

— Ya han pasados dos horas... en serio, ¿por qué me sigues esperando?

— ¿Y tú cómo...?

— Date la vuelta.

La voz de Atsushi dejó de escucharse al otro lado del teléfono para escucharse a sus espaldas. Al cumplir su petición y darse la vuelta, los orbes castaños se encontraron con la dulce figura avergonzada del omega que todavía sostenía su móvil en una mano y le dedicaba un entrañable ceño fruncido.

— Dijiste una hora.

— ¿Y cuánto llevas allí exactamente? Eh, ¿gatito?

— Déjame en paz — murmuró de morros y cerró su teléfono empujando la tapa hacia abajo — He decidido que voy a ir contigo.

— Oh, vaya, que honor.

— Tampoco te emociones tanto. No lo hago por querer estar contigo, es... un motivo distinto.

Podía ser inmaduro eso de aceptar el viaje con Dazai por una pelea con Tanizaki, aunque en realidad dudaba un poco de que esa fuese su única motivación. Porque no podía haber más, ¿no?

— Sea cual sea el motivo, pasémonoslo bien.

El alfa extendió su mano hacia él y, pensando en que todavía contaba con la opción de echarse para atrás, Atsushi echó un vistazo al camino por el que había venido. El arrepentimiento de dejar así a los Tanizaki le golpeó, provocándole un nudo en el estómago y la idea de rechazar el viaje cuando ya se había presentado allí no le parecía tan mala idea.

Podía haber llegado a arrepentirse si la discusión con Tanizaki de esa mañana no hubiese volado por su mente de nuevo. Recordó las palabras dolorosas que utilizó, las cuales volaron hacia su pecho y le atravesaron como un puñal con intención de matar.

Sabía perfectamente que Tanizaki no había hecho nada con malas intenciones, pero aun así, todo aquello había calado en lo profundo de su ser y aunque esas no fuesen sus intenciones, le había hecho daño.

Sabía que Tanizaki se preocupaba por él, que cada acto realizado y cada palabra dicha era por su bien. 

Pero si era por su bien, ¿por qué le dolía tanto?

¿Puedes estar bien estando mal?

Era una pregunta tan estúpida.

No quiso pensar más, así que simplemente estiró su mano y tomó la de Dazai.

Si se arrepentía o no luego, sería un problema del Atsushi del futuro.  


Hola!!! Hasta aquí el capítulo. Se siente algo corto (claro que es corto si un cap normal mío es de 15 mil palabras 🥲). En fin, que en el siguiente más y mejor. 

Gracias por leer, os quiero y nos vemos en el próximo capítulo.

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