Diecinueve

La gente siempre me dijo: "Ten cuidado con lo que haces, y no andes por ahí rompiendo el corazón de las jovencitas"...

Siempre había pasado por alto aquel consejo, sobre todo ahora; que me dirigía hasta un laboratorio con varios mechones del cabello de Tristán. Se que te molestarás, sobre todo por la forma en que lo soborne: Con un helado y una ida a la feria mientras tu dormías plácidamente.

—¿Señor Meliodas? —tomó mi mano, haciendo que lo volteara a ver.

—¿Sí?

—Usted sabe, ¿Porqué mi mami toma muchas pastillas?

Me detuve sin soltarlo de la mano para inclinarme a su altura, él conecto su mirada bicolor con la mía, dándome un ligero escalofrío.

—No creo que sea algo malo, pero, le preguntare por ti, ¿Esta bien?

Sus ojitos resplandecieron al escucharme, soltó mi mano y se lanzó a mis brazos para darme un fuerte abrazo.

—Gracias señor Meliodas, y perdón por haberlo tratado mal desde el inicio.

Acaricie su espalda con una sonrisa de oreja a oreja, era un niño dulce y de buen corazón; así como el tuyo Bloody Ellie... Y es por eso que ahora me siento cómo el peor de los patanes.

—Buen día señor, ¿Necesita algo? 

La dulce enfermera me hizo callar mis recuerdos, haciéndome volver a la realidad.

—Yo... —dudaba en hacerlo, pero mi corazón era el último en opinar. —Necesito una prueba de paternidad.

—Claro, sígame.

Sabía que era lo más cobarde de mi parte; Tristán tenía detalles que me recordaban a mí, él tenía un aura que me transmitía familiaridad, quería que el fuera mi hijo, nuestro hijo Bloody Ellie, pero, ¿Cómo puedo darme cuenta sin pruebas?

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