La gente siempre me dijo: "Ten cuidado y no andes por ahí rompiendo el corazón de las chicas jóvenes"...

Creo que empiezo a arrepentirme de no haber seguido aquel consejo. Era Febrero, se cumplían cinco meses desde nuestro primer encuentro y en todo ese lapso solo sabía tu seudónimo, y tu sobrenombre "Ellie". Más me ocultaste tú familia y tú edad, pensé que no debería preocuparme hasta que decidiste decírmelo.

—¿Alguna vez te dije que tengo dieciocho años?

Escupí mi bebida, salpicando mi ropa del contenido. Tú abriste los ojos con sorpresa mientras yo tosía como loco para quitar esa sensación en mi garganta.

—¡N-n-no! —titubee al ver como tus mejillas se ponían rojas. —Ellie, yo tengo veintidós, no creo que ocultarme esa información tan importante sea tan inocente.

—Pero, Meliodas eso no importa, son solo cuatro años, ¿sabes que hay parejas con muchos años más de diferencia? 

Estabas tan tranquila que comenzaba a creer que aún guardabas inocencia. No era tan malo, eras mayor de edad, solo sería mal visto por los de malas creencias... Solo eso, ¿verdad?

—¿Alguna otra cosa que estés olvidando?

Te pregunte, pero tú te levantaste, caminaste hasta mi y te sentaste en mis piernas para luego limpiar las manchas de jugo en mi ropaje.

—Compre lencería nueva.

Mis mejillas se pusieron carmesí, ocasionando una risa nasal en ti; besaste mis mejillas, mi frente y antes de tocar mis labios te bajaste de mi falda dejándome un sentimiento lejano de vacío, pero, ¿Qué haces para hacerme olvidar mis propias preocupaciones?