twenty-one.
"Mi nombre es un secreto que estoy cansada de ocultar."
Nick Fury camina lentamente hacia el camión que lo espera. Lleva su ropa habitual, la larga chaqueta de cuero y el parche negro para cubrir su cara llena de cicatrices. Para el mundo, Nicholas J. Fury ha sido enterrado en un bonito cementerio. Necesita mantenerlo así; en realidad, quiere mantenerlo así. Nadie irá a molestarlo con actualizaciones sobre las últimas misiones. No tiene que pensar en ningún agente ni en ningún Vengador que tome decisiones estúpidas. Algunos asesinos locos no lo querrán golpear. Todo ha estado callado a raíz de la caída de S.H.I.E.L.D. ¿Quién sabía que estar muerto sería tan relajante?
Fury mira el equipo táctico, la información y las armas que ha pasado años reuniendo y preparando en caso de que alguna vez las necesite. Eran su preparación para los malos días. Eran su respaldo para cuando las cosas iban tan mal que no tenía a dónde ir. Y, ahora, ya no importa.
Fury camina a través del camión, manteniendo su rostro en blanco. Su huella digital permite que se abra una pequeña caja, revelando su pasaporte, su arma y algunos otros artículos de elección. Se pone ropa de civil y se mira en el espejo, quitando el parche que reemplaza con un par de gafas oscuras. Mientras vierte gasolina, se detiene junto a un gabinete. Abre el segundo de los muchos cajones y mira los innumerables archivos del interior. Parpadea cansado y respira hondo mientras los examina hasta llegar a uno que dice Natalia Romanova. Lo saca y se recuesta contra la otra pared, abriéndolo.
La imagen desigual de una mujer joven cubre la mitad derecha del perfil. Sus ojos verdes miran fijamente a la cámara, su cabello rojo cae alrededor de sus mejillas y esa sonrisa de saberlo todo en sus labios. Era muy joven cuando se ganó su insignia. Sólo una niña. Aún lo es. Nick piensa que la mayoría de la gente olvida eso. Natasha es fuerte y sabia más allá de su edad, pero todavía es joven. No merece pasar por tanta miseria que. El ex director toca el perfil con el dedo y se detiene en la categoría familiar no redactada.
Padre desconocido.
Madre desconocido.
Hijo desconocido, fallecido.
Supone que todos pueden olvidar esa última parte. El plan B, o como la llame HYDRA, sigue con vida. Incluso si ese niña sobrevivió al infierno para conocer a su madre, Nick se siente aliviado al saber que su agente número uno no estará completamente sola sin S.H.I.E.L.D. Además, tiene a los Vengadores para asegurarse de seguir en problemas.
Es el archivo lo que se incendia primero. Nick observa cómo el papel se arrugan y se quema. Después de que las palabras que declaran que Natasha Romanoff está sola han desaparecido por completo, Nick retrocede lentamente del camión.
Todo lo demás se incendia.
Su parche se incendia junto con montones de pasaportes viejos e innumerables archivos. Dando un paso atrás, observa cómo arde el pasado, marcando el final de una era. Junto con la guerra de décadas entre los héroes y los villanos, la era de S.H.I.E.L.D. ha llegado a su fin. Aún así, significa que HYDRA ha sido expuesta. Significa que un hombre y una niña obligados a asesinar son libres. Significa que todas aquellas personas que fueron asesinadas murieron por algo.
Los malos días han terminado.
♛♛♛
Una mujer pelirroja pone una mano sobre la Biblia mientras levanta la otra. Mantiene su expresión en blanco y, sin embargo, su actitud presumida aún brilla ante el comité.
—¿Jura solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
—Lo juro.
Natasha se sienta ante los miembros del congreso, vistiendo un traje azul marino y cruzando los brazos sobre el pecho en una postura casi defensiva. Las cámaras parpadean a su alrededor, sacando su rostro en las pantallas de televisión de todo el país. Todos saben quién es ahora. Y no le gusta. No puede hacer nada al respecto. Después de todo, fue ella quién lo eligió.
—¿Aún no hay noticias del Capitán Rogers?
—Desconozco qué más querrían saber —Natasha chasquea la lengua y levanta un poco la barbilla hacia un lado, hablando en su tono ronco habitual—. Creo que los restos aparecido en el Potomac son de por sí muy elocuentes.
—¿Podría explicar a la comisión como espera que este país mantenga su seguridad nacional, ahora que él y usted han destruido nuestro aparato de inteligencia? —argumenta rencorosamente el general del comité, dejando en claro a Natasha que la gente realmente está comenzando a no impresionarse con su ingenio.
La mujer lucha por mantener la sorpresa y la irritación fuera de su tono.
—HYDRA les vendía mentiras, no inteligencia.
El hombre replica sin perder el ritmo.
—Muchas de las cuales parece haberse encargado usted de contarlas.
Ella se endereza y sus ojos se estrechan muy ligeramente.
—Agente —otro congresista, llamado Scudder, apoya los codos en la larga mesa—, debería saber que hay personas en este comité que, dada su hoja de servicios, tanto a favor como en contra de este país, piensan que usted debería estar en prisión —los ojos de ella miran un poco a su alrededor, se muerde el interior de su labio mientras él continúa—. Y no contestando de forma insolente en el congreso.
La mujer los mira por un breve momento, incapaz de ocultar lo sorprendida que está.
Y luego la presunción regresa y Natasha sacude la cabeza.
—No van a meterme en la cárcel. Ninguno de nosotros iremos a la cárcel. ¿Saben por qué?
—Le ruego que nos ilustre.
—Porque nos necesitan —su voz se eleva y la confianza se apodera de ella—. Sí, el mundo es un lugar vulnerable, y sí, nosotros ayudamos a ello —reconoce en voz baja—. Pero también somos los más cualificados para defenderlo. Así que, si quieren detenerme, deténganme.
Solo queda un indicio de sonrisa cuando asiente.
—Es fácil encontrarme.
Scudder mira incrédulo al general, pero el hombre sólo deja caer su mano, sin perder de vista a la mujer que los mira. Con esas palabras finales y cortantes, la mujer se levanta y se aleja. El cabello de Natasha fluye sobre sus hombros mientras empuja a través de la multitud de reporteros gritando y cámaras parpadeando.
El comité no puede hacer nada más que mirar la espalda de la asesina, sabiendo que más allá de todo tiene razón.
Los necesitan.
El mundo necesita a los Vengadores.
♛♛♛
—Bueno, usted ya experimentó una cosa así antes que yo —un hombre vistiendo una sudadera con capucha sale de detrás de un árbol, caminando hacia la tumba donde parados Steve Rogers y Sam Wilson.
—Uno se acostumbra —informa Steve a Fury con una sonrisa triste, manteniendo las manos en los bolsillos.
—Hemos obtenido datos de los archivos de HYDRA —Fury mira su tumba mientras habla—. Se conoce que muchas ratas se escaparon del barco. Esta noche salgo para Europa —mira hacia el supersoldado—, ¿querría usted venir conmigo?
Steve levanta las cejas.
—Primero tengo que hacer algo.
—¿Vendría usted, Wilson? Me haría falta alguien con sus habilidades.
—Yo soy más soldado que espía —responde Sam.
Fury suspira un poco.
—De acuerdo, pues —les da la mano y, cuando se da vuelta para alejarse, se detiene para señalar hacia su lápida—. Si alguien pregunta por mí, díganle que puede verme aquí mismo.
—Que afortunados —grita una voz familiar desde lejos, haciendo que los dos hombres se vuelvan para ver a Natasha acercándose—. En él, eso es lo más parecido a un gracias.
El trío de amigos se mira con tristeza, todos en silencio, entendiendo lo que sucedió en los últimos días. Cumplieron su promesa a Svetlana. Le dijeron que iban a terminar con HYDRA y fue lo que hicieron. El Frente del banco donde Bucky y la niña retenidos contra su voluntad fue encontrado vacío ayer por la mañana. Excepto los cuerpos de los agentes caídos. Bucky y Svet están libres y seguros de las personas que los han controlado durante la mayor parte de sus vidas. Debería ser suficiente para los que quedan aún. Y sin embargo... no lo es.
Steve inclina un poco la cabeza cuando la pelirroja lo alcanza.
—¿No vas con él?
—No —niega bruscamente, aún sonriendo.
—Ni te quedas aquí —deduce.
—No —responde la mujer, negando una vez más—. He quemado mis identidades, necesito una nueva.
Con la filtración de todos los documentos de S.H.I.E.L.D., todo lo que la asesina ha hecho se ha dado a conocer al mundo. Las almas, los pecados y los nombres de las diferentes mujeres que ha matado han salido a la luz. Tal vez es lo que tiene ser espía: nunca les gusta ser el centro de atención, incluso cuando es por las razones correctas. De repente, el mundo está demasiado cerca y ellos saben demasiado, y Natasha sabe que es hora. Ha pasado mucho tiempo. Necesita descubrir quién es exactamente la madre de Svetlana. Y no puede hacerlo aquí.
—Quizá te lleve tiempo.
—Ya cuento con ello —sonríe con una especie de satisfacción que a menudo no se puede encontrar en la cara de Natasha Romanoff.
Ella no ha hecho mucho por sí misma en su vida. Siempre ha trabajado para alguien, siempre tuvo un motivo oculto. Pero esta vez es para ella. Y lo va a disfrutar.
—Aquello que me pediste... —la satisfacción se desvanece y una triste oscuridad se arrastra cuando Natasha saca un archivo y lo sostiene frente a ella—. Me cobré unos cuantos favores de Kiev.
—¿Estás segura de no querer participar en esto? —Steve levanta una ceja antes de mirar a la rusa extendido el archivo.
—Tiene que ser importante para ti —Sam la mujer con una expresión mínima pero comprensiva.
No le llevó mucho tiempo al hombre darse cuenta de que Svetlana era hija de Natasha. No es tonto; después de todo, lo adivinó casi tan pronto como el trío apareció en la puerta de su casa.
Natasha frunce los labios un poco, mirando a un lado.
—Ya he perseguido suficiente a los fantasmas. Y siempre acabé buscando bajo la sombra de otro: KGB, S.H.I.E.L.D., HYDRA... —asiente con una expresión distante—. Cuando los encuentre, será con mis propios términos.
Los dos hombres asienten, sin hablar para expresar la propia decepción de que ella estará sola en esta ocasión.
—Yo te hice un favor, Steve, ¿me harías tú a mí uno? —el supersoldado la mira y Natasha inclina la cabeza hacia un lado—. Llama a esa enfermera.
—No es enfermera.
—Ni tú agente de S.H.I.E.L.D —señala Natasha con una pequeña sonrisa, todavía molestando juguetonamente a su amigo.
Steve entrecierra los ojos y piensa.
—¿Cómo se llamaba?
—Sharon —Natasha asiente, hablando suavemente—. Es agradable.
Steve le devuelve la sonrisa, sin decir realmente que va a hacer. Él la mira un segundo más, entendiendo su razonamiento, deseando que pueda ser diferente. Si pudiera salirse con la suya, todos buscarían a Bucky y Svet. Por otra parte, si realmente fuera así, el padre y la hija ya estarían en casa. Esas son cosas que no puede cambiar ahora. El trabajo de Steve es cuidarla, pero sería estúpido olvidar que Natasha Romanoff necesita tanta protección como él. Lo cual no es mucho. Ella es fuerte y él no lo va a olvidar; Peggy no estaría demasiado complacida si lo hiciera. Ella le enseñó a ver que las mujeres no son solo damas, como él una vez llamó a la ex directora; las mujeres también son soldados.
Natasha se levanta de puntillas y besa la mejilla del supersoldado como despedida. Se encuentra con los ojos de Sam brevemente antes de darse la vuelta, comenzando a alejarse. Sus pies vacilan, crujiendo contra la hierba verde y profunda. Natasha sabe lo que es cazar al Soldado de Invierno. Conoce los oscuros secretos que provienen del hombre que alguna vez fue un fantasma. Por el bien de Steve, por el bien de todos, podría ser mejor que los pasados del Soldado de Invierno y la Bailarina Sangrienta permanezcan ocultos.
Podría significar la salvación.
Entonces, antes de que pueda quedarse fuera de la vista de los hombres, Natasha se voltea repentinamente y sus mechones rojos se agitan sobre sus hombros.
—Ten cuidado, Steve.
Ella señala la barbilla hacia el archivo en advertencia.
—Puede que no sea bueno tirar de ese hilo.
Con eso, la asesina que el mundo puede ver con claridad regresa a las sombras. Steve la mira un segundo más, sabiendo que no puede escuchar sus palabras de advertencia. Él no puede parar. Nunca lo hace. El supersoldado vuelve a mirar el archivo, frunciendo el ceño ante la información que revela lo que le sucedió a su familia en los últimos setenta años. Tres imágenes se destacan en el lado izquierdo. Una es del sargento James Barnes del 107 de infantería. La segundo del Soldado de Invierno, congelado en el hielo azul de la criocongelación. La tercera es de una joven cuya barbilla está hundida y cuyos ojos están llenos hasta el borde de oscuridad, Svetlana Barnes.
Sam se acerca para mirar por encima del hombro del hombre. Su cabeza cae hacia atrás al darse cuenta, frunciendo los labios mientras habla sin preguntar.
—Vas a ir a buscarle.
—No hace falta que vengas.
—Lo sé —reconoce Sam con un tono de fortaleza—. ¿Cuándo empezamos?
Steve cierra el archivo y mira hacia el mundo en el que desaparecieron su mejor amigo y sobrina.
—Ya lo hemos hecho.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top