three.
"¿Puedes recordar quién eres?"
Los días que siguieron fueron extraños, por decir lo menos.
Una bandeja venía por la mañana y por la tarde. Dividieron las comidas y el Soldado se aseguró de que ella comiera mucho más despacio y solo lo que su estómago podía soportar. Luego, ella deambulaba por la habitación y trepaba a los diferentes objetos que la cubrían. Durante las noches, los dos dormían en el catre mientras ella se acurrucaba en su pecho y la manta los cubría.
Se sentía extraño para el Soldado; tener a alguien que proteger, y lo hacía sentir casi ansioso. Él se cuidaba a sí mismo. Obedecía y sobrevivía. Lo congelaban cuando no lo necesitaban por mucho tiempo o lo borraban cuando las cosas se le acumulaban demasiado en la cabeza. Era simple. Pero ahora había una niña que necesitaba que él hiciera más que eso.
Él seguía llamándola por su nombre, Svetlana, y ella notaba cómo se formaban sus labios cuando quería su atención. Le gustaba la forma en que se veía la palabra e intentó imitarla. Cuando él se dio cuenta, la puso sobre su regazo para que ella pudiera verlo mejor. Él comenzó a repetir su nombre una y otra vez mientras ella intentaba hacerlo también. Finalmente, dominó la forma de los labios, pero no dejaba escapar ningún sonido. Frunció el ceño y siguió intentando que ella entendiera que había sonido, pero ¿cómo podría explicarlo?
Ella estaba vagando por la habitación por enésima vez cuando lo pensó. Le arrojó suavemente el calcetín y le golpeó el hombro. Ella se volvió para mirarlo y sonrió.
—Priyekhat —le indicó. Ven.
Saltó hacia él y se subió a su silla, distraídamente tocando la estrella roja pintada en su brazo de metal. Trató de llamar su atención varias veces, pero ella estaba inquieta y su mente zumbaba. Él resopló y decidió adoptar un enfoque diferente. Tomó su pequeña mano y la presionó contra su garganta.
Luego habló.
—Svetlana.
Su cabeza se alzó bruscamente para mirarlo mientras sus ojos se abrían ante la sensación.
—Svetlana —repitió para que ella pudiera sentirlo de nuevo.
Su otra mano se levantó para tocar su propia garganta y ella imitó sus labios. Cuando no sintió la vibración, frunció el ceño y miró al Soldado con ojos confundidos e irritados. Él repitió su nombre varias veces más cuando ella comenzó a sacudir la cabeza con frustración. Su pequeña nariz se arrugó y su labio inferior se frunció. La mueca que hacía era tan divertida para el Soldado que se tuvo que contener. Sus abdominales se sentían casi doloridos por ello cuando la expresión de su rostro se volvió aún más divertida. Intentó recordar la última vez que sintió eso y pronto se dio por vencido.
Pasaron las horas y el Soldado se aburría de repetir su nombre.
Ahora era lo último que quería decir otra vez.
—Svetlana —suspiró por enésima vez, cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz.
—S-Sv-Svetlana...
Sus ojos se abrieron de golpe, mirando el rostro de la niña. Parecía casi en shock que hubiera salido bien. Ella se rió con entusiasmo y luego lo intentó una y otra vez. El Soldado dejó escapar una risa entrecortada y asintió con la cabeza, sintiendo algo que estaba cerca de la felicidad. Ella le echó los brazos al cuello y lo abrazó con fuerza. Si bien se sintió un poco confundido, dio una sonrisa suave pero breve y la abrazó de vuelta.
Este nuevo método de aprendizaje realmente parecía ser un comienzo. Era como si hubiera hecho clic en su cerebro. Pronto ella lo hizo ir por toda la habitación, señalando cosas diferentes y haciendo que él las dijera para que ella pudiera repetirlas. Cuando se quedaron sin cosas, Bucky comenzó a pasar un dedo de metal en la pared y dibujar diferentes objetos para que ella los viera y aprendiera.
—Solntse —le dijo en su habitual tono chato, casi agudo. Sol.
—Sol-Solntse —le repitió ella, tratando de asegurarse de decirlo bien.
—Chelovek —persona.
—Chelove-ek.
Continuó durante unos días, ella comenzó a volverse bastante buena para alguien que nunca sabía ningún idioma. Él estaba contento de que ella fuera tan inteligente, porque pronto pudieron comunicarse en una versión rusa muy desordenada. Ella luchaba con leer los labios, pero él se aseguraba de enunciar con mucho cuidado para que lo entendiera. Cuando se acostaron en el catre compartido una noche, el Soldado se alegró de que la luz permaneciera encendida en la celda en todo momento. Si estuviera oscuro, ella nunca podría entenderlo.
—Sonnyy? —le preguntó a ella. ¿Tienes sueño?
—Net —observó su boca cuidadosamente mientras mantenía una mano sobre su garganta, sintiendo la vibración. No.
—Ty vyglyadish 'sonno —le dijo simplemente. Parece que lo tienes.
Ella respondió, tratando de recordar las palabras correctas.
—Khochu govorit'. Bez sna —quiero hablar. No dormir.
—Pogovorim pozzhe. Zasypay —habla después. Duerme ahora.
Ella lo miró con sus grandes ojos azules en una súplica silenciosa, y él la miró por un largo momento antes de suspirar y rodar los ojos.
—Da, da —movió la mano. Sí, sí.
Ella sonrió y se acurrucó en su costado, apoyando la barbilla en su pecho para poder ver bien sus labios en movimiento.
—Pochemu imya Svetlana? —¿por qué el nombre Svetlana?
Él pensó en eso por un momento antes de intentar responder con palabras que ella entendería.
—Svetlana oznachayet svet —Svetlana significa luz.
—¿Svet?
—Kak solntse —como el sol.
Sus ojos se abrieron en comprensión y se quedó callada por unos momentos.
—Vy nazvali, chto? —¿tú nombre?
Él no respondió.
No sabía cómo hacerlo.
Nunca lo había pensado.
Su nombre.
¿Cómo se llamaba?
El dedo meñique de ella tocó sus costillas cuando el silencio duró mucho tiempo.
—Papa —decidió decirle finalmente. Papi.
Sintió que su pecho se apretaba cuando le dijo que lo llamara así. Él era su padre después de todo, pero 'papa' parecía muy real. Y lo era. Él ya sentía mucho por la niña y era aterrador. Deseó no haberlo hecho. Deseó no haber sabido nunca sobre Svetlana, porque significaba que tenía que preocuparse por mantenerla a salvo de ellos, pero sí sabía de ella. Y estaba aquí y era real. Entonces 'papa' era lo que él sería para ella.
Svetlana sonrió. Tenía un nombre y ahora su soldado también.
—Papa —susurró mientras se quedaba dormida.
Él se fue al día siguiente.
Otra misión.
Otro asesinato.
Svetlana se despertó cuando el Soldado le dio un suave beso en la frente antes de marcharse en silencio. No pasó ni una hora cuando llegaron los guardias. La sacaron de la habitación y empezaron a darle golpecitos en la espada para que caminara. Al no poder seguir el ritmo, la empujaron. Cuando cayó, la patearon como castigo. No había forma de ganar. La sangre le corría por la frente y sobre la barbilla. Ella comenzó a luchar contra ellos, pateándolos y empujándolos. Una mano dura la golpeó en la cara y sintió que uno de sus dientes de leche se aflojaba en su boca. La sangre se acumuló en sus labios cuando uno de los guardias metió una mano en su cabello rojo y la tiró bruscamente hacia adelante.
Nada más cerrarse las barras de metal de su vieja celda, sintió una pequeña lágrima deslizarse por su mejilla. Pensó que quería regresar la primera vez que pisó la habitación del Soldado, pero cambió de opinión. Quería el catre donde se sentía segura y la silla donde se subía. Se arrastró hasta su esquina y empujó su frente contra la pared mugrienta, como solía hacerlo. Seguían encendiendo y apagando la luz, tratando de torturarla con el parpadeo constante. Como castigo por su poca resistencia, los guardias a menudo entraban y tiraban con dureza de sus uñas de las manos y los pies, haciéndola retorcerse y llorar de dolor.
Él no iba a volver.
Su soldado.
Su papá.
Ella lo extrañaba y no había nada que quisiera más. Incluso si parecía gruñón la mayor parte del tiempo, sabía que él tenía buen corazón cuando se trataba de ella. Solo había vivido con él en su habitación durante una semana, pero estaba bastante claro. De repente se sintió muy vacía sin él. Tenía que volver. Estaría bien si tuviera que vivir en la celda por el resto de su vida, pero su papi tenía que regresar.
Pasaron tres días antes de que una mano tomara el hombro de Svetlana. Chilló de miedo, girando para mirar a su atacante mientras acercaba sus dedos de las manos y los pies. Cuando vio la cara del Soldado a centímetros de la suya, suspiró aliviada y le echó los brazos al cuello. Comenzó a sollozar y enterró su rostro. Uno de sus brazos la rodeó mientras la levantaba. El Soldado fulminó con la mirada a todos los guardias, agentes y médicos que pasó mientras los escoltaban de vuelta a la habitación.
En el momento en que se fue, la volvieron a meter en esa celda.
Estaba furioso.
Pero ¿qué podía hacer?
Nada.
Absolutamente nada.
Cuando la puerta se cerró de golpe detrás de ellos, la llevó al catre e intentó apartarla de él para poder mirarla. Ella no se movía. Después de intentarlo por un largo rato, se rindió y solo dejó que se aferrara a él. Estaba temblando de nuevo, algo que prácticamente había detenido en la semana que había pasado con él. Lo que sea que le hicieron, la había aterrado.
Se durmió contra su pecho y él la situó cuidadosamente para poder mirarla. Su camisa estaba rasgada, su labio hinchado, tenía un corte grande y su frente una herida en la longitud de su dedo meñique. Lo que más lo enfureció fue cuando vio sus dedos de manos y pies. Cada uña estaba desfigurada, arrancada o destrozada de alguna manera. El color de cada una variaba del púrpura oscuro al verde repugnante. Su rostro se volvió serio y miró a la puerta. Golpearía al siguiente guardia que viera. Incluso si lo castigaban, valdría la pena.
Besó ligeramente el cabello de la niña y ella se movió, susurrando:
—Papa, bol —papi, duele.
Él resistió el impulso de arrojar algo violentamente.
—Gde, Svetlana? —¿dónde, Svetlana?
Ella murmuró y lágrimas cayeron por su rostro mientras levantaba sus pequeñas manos. Temblaban por el dolor. Su ira se combinó con su propio dolor. La idea de que alguien la lastimara le hacía daño. Dijo que la protegería y había fallado. Él tomó suavemente sus manos y estudió los dedos más de cerca.
—Smotret —susurró, abriendo la boca y señalando el rojo en sus encías. Mira.
Los ojos del Soldado se abrieron.
—Chto sluchilos? —¿qué ha pasado?
Ella respondió cerrando los ojos y sollozando.
—Prosti. Prosti —el Soldado sintió que su corazón se retorcía cuando acercó a la niña llorando y su mano tocó suavemente su garganta para que pudiera sentir las vibraciones—. Tishina, Vse normal'no, Svetka —la llamó por su nuevo apodo—, tishina. Ya zashchishchu tebya seychas —lo siento. Lo siento. Tranquila, no pasa nada, Svetka. Tranquila. Te protegeré ahora.
Ella no entendía algo de lo que el Soldado había dicho. Trató de alejarse para poder ver sus labios moverse, pero él parecía que realmente necesitaba abrazarla para que no peleara demasiado. Ella se sintió consolada solo por la sensación de su voz contra sus dedos.
Continuaron en este patrón durante dos años.
El Soldado cumplía con su superior y salía en misiones, regresaba para encontrarla en la celda con nuevas heridas y luego la ayudaría a volver a ser ella misma. Se convirtieron en una familia. Una pequeña y rota compuesta por ellos, pero estaba bien. Era de ellos. Ella continuó sobresaliendo en ruso y pronto el Soldado comenzó a enseñarle inglés y algunos otros idiomas. Ella lo encantaría con pequeñas historias que no tenían absolutamente ningún sentido, pero a él no le importó porque podía escuchar su dulce voz y todas las imaginaciones salvajes de su cerebro.
A medida que pasaban los meses, lentamente empezó a comprender la vida que estaban viviendo. Su padre era un arma y una marioneta, mientras que ella era una bomba que utilizaban como palanca contra él. No sabía nada más, así que no sabía si debería molestarse. El Soldado había vivido así durante tanto tiempo y había sido borrado tantas veces que ni siquiera podía recordar cómo debería ser la vida, así que él no podía darle nada para imaginar.
Sin embargo, intentó decirle lo que veía al salir de las instalaciones. Podía hacerlo. Nunca la dejaron salir, por lo que nunca supo cómo se veían el sol o el cielo, aparte de los bocetos que el Soldado dibujaba en la pared. Se imaginó los diferentes tonos de los colores de la hierba, el cielo y los árboles. Explicarle las estaciones fue lo más difícil. No podía entender el concepto de nieve y todo lo que hacía era reírse de la ironía. Él era el Soldado de Invierno, después de todo.
Incluso si el mundo a su alrededor era completamente negro y oscuro, ella era el único punto de luz que él había visto en décadas.
Estaban felices y ella estaba a salvo.
Y luego todo cambió.
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Es muy posible que veáis "papa" escrito en muchos capítulos, ya que, como se indica en este, es la forma rusa de decir papá/papi. Así como "mama" es de mamá/mami. Se leen como "pápa" y "máma" respectivamente.
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