1. Ladronzuelos
EL AIRE SALADO SE FILTRÓ EN MIS PULMONES AL RESPIRAR HONDO Y SOLTÉ UN LARGO SUSPIRO, apartando los flequillos que me bloqueaban la vista por el viento. Mark cantó con una voz desafinada al ritmo de Queen y sus pulgares tamborilearon contra el volante, y por primera vez dentro de los últimos meses que hemos pasado lo vi lo suficientemente relajado como para molestarse en disfrutar algo de música. Estiré la mano para agarrar mi mochila y de ella saqué una bolsa de Doritos, subiendo las piernas para acomodarme un poco más y comer sintiendo el aire de Outer Banks, esperando que este lugar no me vaya a traicionar como todos los demás.
—¿Vas a molestarte en darme las direcciones de la casa?
Rodé los ojos.
—Para eso está el GPS, Mark.
—¿Sabes qué? No importa, no me busques nada...
—¿Entonces para qué me lo pides?
—Livia, cállate y pásame una cerveza.
—No puedes manejar y beber, Phillips.
—Come mierda, Santos.
—Para eso los Doritos, ¿lo ves? —mastiqué uno con la boca abierta solo para molestarlo y me reí cuando Mark volvió a maldecir en mi nombre.
Mark Phillips es la única persona que sé que me atrapara si decido tirarme de un edificio. Es mi amigo y por más dolor en mi trasero que pueda llegar a ser, todo lo hace para protegerme porque además de que quiere hacerlo, es su trabajo. Solía ser un soldado que luchó en Irak en los inicios de sus veinte años y luego pasó a ser un agente de la CIA, y aunque me tomó mi tiempo poder confiar ciegamente en él pues Mark me dio muchísimas razones para no hacerlo, las situaciones por las que hemos pasado juntos nos han obligado a ir mano a mano sin importar nuestras diferencias y nuestros objetivos separados.
Pero al final todo, siempre terminamos como empezamos: huyendo de mi madre.
Es por eso que estamos en Outer Banks, Carolina del Norte. Necesitamos un lugar donde podamos pasar desapercibidos luego del caos que dejamos en Atlanta. No somos fugitivos ni nada por el estilo, pero bien podríamos serlo si tomamos las decisiones incorrectas. O más bien, si yo tomo las decisiones incorrectas.
—Mira, ahí está —señalé la inmensa casa que apareció justo cuando entramos en Figure Eight.
Era una linda casa blanca, aunque tiene pinta de ser más grande de lo que aparenta. No me gustan mucho los espacios grandes porque me abruman, sin embargo, no está en mí poder tener una acogedora casa pequeña de un piso. No, todo esto es trabajo de la CIA y de sus movimientos invisibles para sacar dinero de las incontables cuentas bancarias que tengo sin llamar la atención de los socios de mi madre. Pero tampoco me quejo, no sé cuánto tiempo nos quedaremos en Outer Banks, lo único de lo que soy consciente es que Mark y yo debemos sacarle provecho a cada segundo de paz que se nos otorga.
—Boletín informativo: Agatha estará sobre nosotros alrededor de la noche. Los siguientes números telefónicos servirán de ayuda para el control de provisiones y protocolo contra este ciclón.
—Oficialmente somos unos maniáticos —dije y Mark carcajeó con ganas—. No, hablo en serio, hombre. ¿Venir a una pequeña isla justo cuando un huracán está a punto de ahogarnos? ¿De verdad?
—Mírale el lado bueno, al menos —Mark me codeó—. Tu madre ya no podrá seguirte si estás muerta.
—Ya me hice pasar por muerta una vez y me encontró. ¿O quieres que te recuerde cómo terminó ese bonito reencuentro, agente Phillips?
Mark aparcó el auto.
—¿Sabes qué? Eres de lo peor.
—Me has dicho cosas peores.
Empezamos a desempacar todas las pertenencias con las que cargábamos —que no eran muchas, por cierto— y Mark inició el inventario de todo lo que esta nueva casa nos podría beneficiar. Cuatro habitaciones cada una con un baño, dos oficinas, una sala de comer con una cocina abierta, la sala de estar, un garaje para autos y otro para dos botes y...
—¡Bingo! —exclamó Mark con una sonrisa—. Encontré el sótano.
Nada además de tener un techo en el cual dormir nos importaba más que el sótano. Cada lugar en el que hemos estado tenía un sótano perfectamente equipo con todo lo que necesitábamos.
Silbé.
—Esto sí que es un paraíso, amigo.
Armas.
—¡Piensa rápido, Liv!
Giré a mi izquierda y la daga se clavó en la pared detrás de mí, cerca del hueco de mi cuello. A Mark le brillaban los ojos, siempre se emocionaba cuando veía dagas cerca porque son su fuerte, pero a diferencia de él mi estilo era más de hacer las cosas ruidosas, así que fui a la repisas de SIG SAUERS y agarré la 556 SWAT. Revisé el seguro, el peso y el lente, sintiendo cómo mis manos exploraban el arma de fuego como si tuvieran mente propia. Se sintió bien.
—Debemos subir —propuso Mark, guardándose dos dagas antes de dirigirse a las escaleras—. Pronto estaremos debajo de un ciclón y tenemos que asegurar el lugar.
Suspiré. Aquí vamos otra vez.
—¿Hablas en serio, Mark? Un huracán casi nos tira una palmera sobre la casa, ¿y tú quieres ir a revisar un estúpido motel?
—Es exactamente lo que quiero hacer —Mark se cruzó de brazos, desafiándome.
—La ventana de mi habitación está hecha pedazos...
—Múdate a la del lado.
—No tenemos electricidad, debemos activar los generadores...
—Lo haremos cuando volvamos.
—¿Y la comida?
—La compramos en el camino.
Estoy segura que sufriré un tic nervioso en un ojo.
Mark disfrutaba hacerme perder la paciencia, siempre lo hace, pero simplemente ahora no era el momento para caer en sus estúpidas trampas para hacerme perder el control. Un maldito huracán casi hizo que el pantano se desbordara y sobrevivimos de milagro de ser aplastados por palmeras y otros árboles que caían por el fuerte viento.
—¿Por qué tengo el presentimiento de que no me vas a escuchar y me vas a arrastrar contigo? —suspiré, preguntándome cuándo fue que Mark y yo cambiamos de roles y él regresó a ser un adolescente que hacía lo que le daba la gana y yo la adulta que trataba de detenerlo.
Mark sonrió.
—Porque es exactamente lo que haré.
Rodé los ojos.
—¿Y el equipo?
—Ya en la camioneta.
—¿Entonces qué nos...?
—Cafeína. Eso nos falta —Mark me lanzó una mochila y yo la atrapé, siguiendo hasta la salida—. ¿Lista para nuestra primera aventura?
—Mírame saltar de emoción, Phillips.
—Vete a la mierda.
—Como quieras.
Si Mark pretendía soportarme con mi mal humor de recién levantada y con tres horas de sueño tuvo que aceptar mis condiciones de dejarme conducir. Me gustaba la 4x4 Ford Explorer que conseguimos, era alta y espaciosa, sin contar el glorioso aire acondicionado que nos salvaba de morir freídos por el inmenso calor de Outer Banks. En todo caso, otra de mis condiciones era saber qué estaríamos haciendo en un motel si ya teníamos un techo seguro donde pasar nuestros días. Entonces Mark pasó a informarme que sus colegas de la CIA le notificaron sobre los movimientos de Idiota #1 e Idiota #2 y que lograron rastrearlos vía satelital hasta aquí, Outer Banks, avisándonos que debíamos tener cuidado con los gorilas.
Permítanme explicarles, ¿sí?
Idiota #1 e Idiota #2 eran socios de mi madre. Quizás lo siguen siendo, considerando el posible hecho que podrían estar pisándonos los talones bajo las ordenes de la víbora más venenosa del mundo, pero el punto es que jamás logré saberme sus nombres y, si soy sincera, tampoco me interesó saber, así que los nombré Idiota #1 e Idiota #2. De todos modos, son dos cretinos hambrientos de sangre y dinero que pescan negocios donde sea que vayan, sin mencionar sus apariencias de motociclistas drogados y los sádicos que pueden llegar a ser si se proponen a matar y dejar todo un desastre detrás de sus espaldas.
—¿Vigilar o entrar? —le pregunté a Mark una vez llegamos al motel que, como era de esperarse, estaba hecho un nido después del ciclón.
—Vigilar —Mark chasqueó la lengua—. Tengo el presentimiento de que siguen ahí.
—Como diga, señor —asentí y apagué el motor.
Como yo era la que estaba al volante, mi trabajo era vigilar los alrededores mientras Mark se aseguraba de tener el equipo preparado en caso de que las cosas se pongan feas. Lo hace más por precaución y por simple costumbre luego de cinco años en el ejército, pero no está de más tener todo listo si las aguas se volvían turbulentas. Por lo tanto, el movimiento que capté no era nada más que de limpieza y ayuda de todas las personas que trataban de recuperar y arreglar las cosas que se dañaron tras la monstruosa tormenta, así que no encontré algo sospechoso hasta unos cuarenta minutos después.
—Patrulla policial a mis siete.
Mark y yo observamos la patrulla estacionarse y los dos oficiales del condado salir del auto, un hombre y una mujer. Tengo la leve sospecha de que Mark sabe en cuál habitación se hospedan Idiota #1 y #2 y no creo que sea necesario preguntar cuál de todas es si los oficiales están aquí para buscarlos.
—No van a por ellos.
Fruncí el ceño.
Millones de razones diferentes me cruzaron la mente. Estos dos oficiales bien podrían estar aquí para ayudar, arrestar a alguien que perdió los estribos tras las dos noches de puro caos climático o para hacer otras cosas que será mejor no mencionarlas, pero eso no quiere decir que sea menos sospechoso. Mark y yo los vimos entrar en una habitación al final de un pasillo en el segundo piso, y solo justo cuando estaba por apartar la vista...
—Pero qué tenemos aquí? —canturreó Mark.
Había dos chicos subidos sobre un toldo, separándose lo más posible de la ventana por la que acaban de salir. La ventana de la misma habitación en la que estaban los oficiales.
—Apuesto diez que los atrapan.
Yo también sonreí.
—Apuesto veinte a que no.
Los dos chicos se hacían señas para callarse el uno al otro, aunque no parecían estar haciendo ruido alguno. También le hacían señas a dos personas más que, aparentemente, los conocían y los esperaban en el lago sobre una lancha, listos para salir huyendo de ser necesario.
Y entonces algo se le cayó a uno de los chicos que se escondía e hizo ruido al caer.
—Mierda —Mark carcajeó.
Era un arma.
—¿Ladrones?
—Posiblemente. Siempre se aprovechan de los momentos más difíciles para cometer algún delito —Mark me miró—. Se asomó un oficial. Empieza a sacar tu monedero.
—No tan rápido, perro —señalé con mi dedo índice a la puerta de la habitación por la que entraron los oficiales, que ahora salían y, al parecer, no notaron a los dos ladronzuelos que se escondían sobre un estúpido toldo.
Por las caras sorprendidas y aliviadas de los dos muchachos, tampoco esperaban salvarse tan fácilmente, pero aun así saltaron del toldo, el chico con el arma la recogió del suelo y ambos saltaron a la lancha, desapareciendo por el lago.
Encendí el auto y miré a Mark, extendiendo una mano.
—Mi maravilloso dinero.
—¡Pero si tú eres la millonaria! Y por si se te olvidó, todavía te espera una maldita herencia cuando cumplas dieciocho.
—Y yo no lo quiero. Es dinero sucio, ganado con drogas y prostitución.
—Pero...
—Te voy a dejar para que camines de regreso.
Mark puso cara de perro enojado. Pero aun así se movió para sacar la billetera de su bolsillo trasero.
—Eres un demonio —dijo y me entregó los veinte dólares con un manotazo.
Sonreí.
—Me has dicho cosas peores.
¡Primer capítulo! Honestamente nunca me gustan los inicios que le doy a mis historias, pero me gusta este. Es conciso, concreto y va directo al grano, gusto como me gusta. ¿Y a ustedes les gustó? Espero que sí.
Vimos un pequeño vistazo de Olivia y Mark y su pequeña relación de socios del crimen. ¿Quién piensan de ellos? Esos dos constantemente se viven peleando y van a verlo durante el fin completo, así que mejor aguántense. Además, uno de los factores que más me gusta de Livia es su sarcasmo y su cinismo, es demasiado queen para mí 😍. Todavía tengo que buscarle un faceclaim a Mark, pero creo que ya tengo en la mira a alguien, sin embargo, lo verán en el siguiente capítulo.
Anyways, espero que les haya gustado. Traté de buscar gif de mis pogues pero no han subido nada en Pinterest, so creo que tendré que descargarme Tumblr otra vez para tener un par. En todo caso, el siguiente capítulo saldrá el siguiente sábado.
De hecho, las actualizaciones de este fic serán todos los sábados. Pero deben recordar que no siempre estaré publicando, así que sean pacientes conmigo.
Cambio y fuera, Pogues
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top