Capítulo 48: La bomba y el cerillo
Después de eso sin pensarlo dos veces subí hasta la habitación de Marie, ella siempre fue inoportuna, no creí que le molestara mi intromisión del mismo modo que ella solía hacerlo, abrí la puerta sin esperar su permiso, como era de esperarse esta soltó una maldición por mi falta de educación, gracias a Dios la conseguí con su camisón preparándose para dormir.
—¿Y que tal tu cita?...—pregunté con fingido interés.
—Pues, bien...—contestó sin ánimos de soltar prenda, se le veía una sonrisa cómplice en su rostro.
—¿Y que tal la comida?
—Bastante bien, la verdad...
Mis pensamientos no dejaban que escuchara demasiados detalles sobre la cena de Marie, aun no podía concebir que clase de restaurant servía la cena después de las diez de la noche...
—¿Y, pasó algo interesante entre el francesito y tu?—pregunté mientras me sentaba al borde de la cama, ya Marie se encontraba debajo de las cobijas, indicándome que debía salir.
—Nada del otro mundo, solo hablamos sobre nuestra infancia y las cosas que ambos tenemos en común, el también gusta de criar caballos, caballos de carreras, me ha invitado a conocer algún día sus propiedades en Stiria.
—Ya veo...—no podía evitar sonreír ante la mejor actuación de mi prima, como omitir el hecho de la marca que llevaba en su cuello la cual pude notar desde el momento en que entró por la puerta.— Y esa marca en tu cuello fue el postre para ambos, supongo.
El rostro de mi prima se puso rojo como una cereza e involuntariamente llevó su mano hasta el lugar de la marca.
—¿E—Esto? solo es la marca de un beso...—tartamudeó nerviosa.
Efectivamente, solo eso era, un chupetón, uno cargado de deseo por la dureza con la estaba hecho ese hematoma sobre la piel de su cuello, sea cual haya sido la intensión de poner sus labios ahí, no me agradaba en lo mas mínimo, quizás comenzaba a actuar como un celópata sobreprotector, Marie había sido la única mujer que había amado realmente, como parte de mi familia, mi hermana, no me era opción permitir que jugaran con sus sentimientos.
—Bueno, me alegro que te haya ido bien esta noche.—sonreí caminando hasta la salida de la habitación.—Porque será la ultima vez que salgas con él.—concluí antes de salir de su habitación, dejándola con una enorme interrogante marcada en su rostro.
No tenia intensiones de dar explicaciones, me molestaba tener que dalas, todo el día había estado acumulando gran cantidad de emociones negativas que me tenían al borde de perder la paciencia, tener que ofrecerle explicaciones era sinónimo de tener que discutir con ella y no era esa la forma en que quería terminar el día.
Al contrario, fui hasta mi habitación y comencé a preparar la ducha para darme un merecido y relajante baño de agua fría...fría o caliente la temperatura era lo de menos. Como era de esperarme, Marie me había seguido hasta mi habitación en busca de una explicación.
—¿Se podría saber que demonios quisiste decir?
—Pues en ese caso, te lo repito, no volverás a salir con Ferdinand...
—Fernand...—corrigió.—Oí bien lo que dijiste, estoy aquí para saber por qué demonios no puedo volverlo a ver.
—Porque te lo ordeno, y punto... por favor cierra la puerta cuando te vayas...
Incluso entonces me sentía estúpido haciendo esa clase de espectáculos, como un machista posesivo que no le daba el derecho de conocer a nadie ni salir de casa. Pero, qué te puedo decir, habíamos pasado por tantas desgracias que no deseaba que ella fuese la siguiente. Ya la vida me había pasado factura por desobedecer mis intuiciones, aunque el chico francés pareciera normal, yo sospechaba de cualquier cosa que se moviera y yo no pudiese leer sus pensamientos. Yo debía proteger a los míos o nadie más lo haría.
Marie estaba por estallar, mordía sus labios con impotencia y sus ojos se veían fúrico.
—¿Todo por esta maldita marca? ¡¿Eso es lo que te incomoda?! ¡Eres un descarado! Tu mismo sabes de lo que se trata, recuerdo claramente como siempre dejabas tu marca a cada chica que entraba a tu camerino después de cada concierto, todas aquellas zorras con las que te acostabas, fue por eso que nos dejaste a un lado a Alexander y a mi y nunca mas quisiste presentarte con nosotros. Porque no te daríamos suficiente privacidad para que te revolcaras con tus admiradoras.
—A mi no me importa quien te deje marcas en el cuerpo o cuanto te puedas molestar con mi decisión, de aquí no vuelves a salir con ese hombre, no hay nada que discutir.
—Eres un maldito descarado, ¿quien te crees? ¿Mi padre? ¿Te crees que eres el tío Andrew y que tienes potestad para tomar mis decisiones? Por si no lo has notado ya soy una adulta, y además, ni siquiera eres sangre de mi sangre como para preocuparte siquiera por mi...
Aquellas palabras aunque ciertas, me habían caído como un balde de agua fría, nunca seria sangre de su sangre, pero siempre me había considerado de su familia, su hermano, sin importar nada más.
En ese momento Alexander había entrado a la habitación, siempre era el intermediario de nuestras peleas, pero para entonces, no creo que pudiese hacer mucho.
—¡Hazlo razonar! ¡Dile de una vez que no tiene derecho de tomar decisiones por nosotros sobre nuestras vidas! Por si no te has dado cuenta ya no soy la niña obediente que hacia todo lo que le ordenaban, ¡soy una mujer! ¡Tengo sentimientos y necesidades y ninguno de ustedes dos ha estado dispuesto a escucharme desde hace años! Al fin que poseo alguien en mi vida que siente interés en mi, ¿piensas que dejaré que me lo prohíbas? El no es el tío Andrew al que tú siempre acaparabas su atención. Yo se bien cuidarme sola y ser una mujer independiente de ustedes dos quien ya prácticamente ni siquiera viven aquí.
—¿Independiente dices?...—interrumpí.—Si eres tan independiente y tan adulta como dices ser, ¿por que no sales de casa a buscar un trabajo? ¿Por que tienes que esperar que venga algún idiota a llevarte a vivir a su castillo? Esta es la realidad, no seas estúpida, los hombres no te buscaran para hacerte su reina, te buscaran para que les sirvas en todos los sentidos que ellos deseen, si tanto te vales por ti misma y extrañas el calor humano entonces sal a la calle a ganarte la vida como hacemos Alexander y yo, y comprenderás el verdadero valor de tu pálido trasero.—exclamé al borde de mi paciencia.
Para nada me extrañó la reacción de Marie de soltarme una fuerte bofetada, la más fuerte que su pequeña mano pudiese ofrecer.
—¡Ya basta ustedes dos! Adam, solo dile de una vez la verdad.
A pesar de las ganas que tenia de responderle del mismo modo, solo me limité a sacar de mi bata nuevamente las pruebas forenses y entregarlas en sus manos.
—Espero que te distraigas un rato y recapacites después de ver esto...
Una vez que se lo entregué me encerré en el baño un rato, principalmente a lavar mi rostro y a calmarme lentamente, recordándome a mi mismo que ella era mi familia, y la familia no se mata a golpes.
Al otro lado de la puerta pude escuchar a mi hermano hablar con ella con un poco mas de suavidad de la que yo habría tenido.
—Esto es absurdo, ¡vampiro o no a mi que me importa! ¿Creen que no se cuidarme sola? He tenido que convivir con ustedes por veinticinco años y creen que me va a intimidar que el sea uno como ustedes. ¿Creen que pueda beber mi sangre y ya? Ustedes no tienen la más mínima moral de desconfiar de alguien de su propia especie. Mírense ustedes dos, par de descarados, toda su vida han bebido sangre de donantes que bien podrían ser necesitadas por algún paciente del hospital. Y tu Adam, ¡Se que me estas escuchando! ¿Con que cara vienes a desconfiar de los demás? He visto las atrocidades que has hecho, has asesinado y dejado mal herido a varias personas con tus malditos ataques de ira. ¡De no haber sido por Shubert te habrías podrido en la cárcel!
Aquello había sido la ultima gota que derramaba el vaso, abrí la puerta del baño y de un solo jalón tiré a Marie a la bañera con agua helada. Del mismo modo salí del baño y pasé cerrojo a la puerta telekinéticamente. Ésta no dejaba de golpear desde el otro lado y gritar mi nombre entre insultos.
A ver que mujer mas idiota, sus palabras en realidad no me dolían mas que descubrir cuan estúpida podía llegar a ser, cuan ciega se había vuelto por el amor que sentía por aquel idiota, vampiro o no la había hipnotizado, en el fondo, aunque le diera la oportunidad, no sentía confianza por aquel sujeto, celos, sobreprotección, sea lo que haya sido, no me importaba, no deseaba volver a ver a ese hombre.
Al cabo de un rato ya había bajado al salón a leer una de las cuantas revistas medicas favoritas de mi padre, ya las había leído todas, pero siempre era entretenido ver como la información mas interesante ya había sido subrayado por él tiempo atrás. No pasó mucho para que una presencia llena de rabia y sed de venganza se aproximara aun empapada hasta la punta de sus cabellos hasta donde yo me encontraba, no pude evitar reír.
—Sal de aquí...—oí murmurar.
Alexander había bajado, parándose justo bajo el umbral de la puerta, estaba claro quien la había sacado del baño...
—Deberías ir a secarte antes que pesques un resfriado.—dije entre risas.—Esta bien, te dejo la chimenea para que te seques mientras me voy a mi habitación...
—Me refiero a que te largues...fuera de mi casa...
Yo, quien ya había salido del salón, justo al oír aquellas palabras retrocedí a mirar su rostro.
—¿Marie, que demonios estas diciendo?, ¡ya esta discusión esta fuera de lugar, cálmense los dos de una maldita vez!—exigió Alexander en tono molesto.
—¿Quieres que me vaya?...—insistí con seriedad.
—Exijo...que te vayas.— repitió haciendo hincapié en aquella primera palabra.
—¿Y quien te crees tu para correrme de mi propia casa?...—reí con ironía.
—Yo soy la dueña legitima de esta casa, que, por si lo olvidas, fue propiedad del ya fallecido Andrew Malkavein, la única Malkavein aquí soy yo y por lo tanto me da mas derecho sobre esta casa que a cualquiera de ustedes dos, podríamos llevar este caso a los tribunales si así lo quieres, pero te aseguro que saldrás perdiendo, sal de mi casa ya mismo y haz con tu vida lo que desees, yo haré lo mismo...
Aquellas duras palabras se me hacían poco creíbles que salieran de los labios de Marie Antoinette Malkavein, la mujer que por tantos años llamé mi hermana, y por tanto tiempo había defendido, era justo en ese momento por cuidar de ella que me había ganado su odio y ser corrido de mi propia casa, no tenia ánimos de discutir, más si de darle una lección que nadie olvidaría, incluyéndome.
—Pues, está bien...
—Por favor Adam, no le sigas el juego. ¡Esto es una locura!—intervino Alexander
—¡Cállate o tu serás el siguiente en irte!—amenazó Marie.
—¡Tu no me vas a intimidar con tus falsas acusaciones! Se bien las leyes de propiedades del estado de Viena y no tengo miedo a ninguna de tus amenazas.—gritó mi hermano a punto de reventar.
Sabía lo que pasaba cuando Alexander perdía por completo la paciencia, ambos lo sabíamos, hubiera sido capaz de quebrar cada una de las ventanas con el uso de su mente o de iniciar un incendio teniendo tan cerca la chimenea la cual poco a poco las llamas se hacían mas grandes a medida que el subía su tono de voz.
Eso no va a pasar, si Marie desea que me vaya, pues entonces, me iré.— concluí subiendo las escaleras hasta mi habitación.
Todo aquello iba en serio, no sabía por cuanto tiempo, pero la siempre explosiva Marie debía aprender una lección, no tener con quien discutir quizás podría deprimirla lo suficiente como para hacerla pedir perdón. Apenas subí comencé a hacer mis maletas, sabía exactamente donde ir, sino, me tocaría vivir bajo algún puente como cualquier vagabundo.
—¿Te has vuelto loco?—susurró mi hermano sacando de su bolsillo una caja de cigarros y colocando uno sobre sus labios.
—¿Esa es otra caja desde la que te regalé?—intervine sin dejar de llenar mi equipaje.
—De hecho esta es la tercera en el día de hoy...—contestó descaradamente, lo que me hizo reír.
—Deberías dejarlo, ya te estas volviendo adicto a esa mierda, no te hará nada bien después...
—¿Que diablos se supone que haces? ¿A donde piensas ir con esas maletas a esta hora?
—Nada de esto es definitivo, no se lo digas a Marie, solo deseo darle una prueba de realidad, además no me voy solo por ella, si vuelvo a llegar otro día tarde al hospital o a perder otra guardia, estoy fuera, iré a un lugar donde estaré mas cerca de mi trabajo, insisto, no le digas nada, deja que se preocupe y piense que no volveré.
—Que estupidez...Esta pelea de niños tiene que terminar de una vez, ¿no crees?
—Seguiré colaborándoles económicamente, no se preocupen por los gastos, te enviare una carta una vez a la semana, pero Marie no debe verme, que no se entere de esto, solo queda entre tu y yo...—susurré a la vez que extendía mi dedo meñique en señal de promesa.
Alexander puso sus ojos en blanco. "Ya estábamos viejos para esa clase de juramentos" pensó. De ese modo sin decir nada, rodeó mi meñique con el suyo y los agitamos de arriba hacia abajo, como si aún fuéramos niños, no pude evitar reír.
Tomé mis maletas y me despedí de Alexander una vez más antes de irme, le recordé todos los quehaceres que ahora pasaban a ser responsabilidad de él.
—Por cierto, cuida de ella, no le quites el ojo de encima a ese francés comemierda, pon un espejo en cada habitación, procura que todas las luces estén encendidas cuando llegue y fíjate de su sombra, si es posible pon dientes de ajo en cada mueble donde vaya a sentarse...
—Eso parece mas bien una cacería hacia mi mismo...—dijo entre dientes.
—Cuídala...—dije antes de salir.
Vi hacia la ventana del cuarto de Marie, sin embargo la luz estaba apagada, quizás estaba durmiendo, pudo conciliar el sueño después de aquella discusión, a ver que las mujeres pueden llegar a ser despiadadas, no pude dejar de reír, las calles estaban completamente solas y oscuras, tan solo con la luna en el cielo y algunos pocos faroles encendidos con vampiros sueltos por todas partes aterrorizando a todos los ciudadanos, y entre tantos, uno caminaba entre la espesa bruma con una pesada maleta en sus manos riéndose solo al pensar en lo horrible que seria para un humano hallarse en esa situación. Miré uno de los relojes del parque, eran las cinco de la mañana, "ya debía estar en casa", supuse.
Al llegar a mi destino no podía ser otro, los porteros abrieron la puerta apenas dije mi nombre, y tras tocar con insistencia y gritar varias veces su nombre, esta abrió la puerta, ahí estaba Eleanor con su rostro sorprendido de verme, a esa hora de la noche... sin mas que decir añadí con tono seductivo.
—¿Sigue en pie tu propuesta?
—Las mujeres pueden llegar a ser muy despiadadas...—repitió Heissman con un tono melancólico.—Mi ex esposa podría darte un buen ejemplo de maldad pura y dura si la llegases a conocer, después del divorcio lo único con lo que pude quedarme fue con este consultorio y tuve que dormir en el diván donde estás sentado, que días aquellos...—comentó entre risas.
No pude evitar reír, se habían intercambiado los papeles en aquella sesión, que ahora que lo notaba tras la persiana, debió haber terminado hace bastante rato, ya era de noche.
—Me alegra que por lo menos sea un mueble cómodo, tanto como para no notar lo rápido que se van las horas.— comenté levantándome de mi asiento.
—¡No puede ser! Pero que rápido se fue el tiempo...—exclamó mi terapeuta con incredulidad mientras miraba su reloj de pulsera.
—Envíale la cuenta a Karen, espero que no hayas hecho esperar a otro paciente por mi culpa.
—No te preocupes por eso, hasta no terminar de escuchar tu historia no me importa la de nadie más...Doctor.
No pude evitar sonreír ante aquel comentario. De este modo salí no sin antes lanzarle un beso a aquella secretaria rígida e inexpresiva, la cual me ignoró sin apartar la vista del monitor de su escritorio, parecía estar viendo alguna telenovela por internet.
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