Capítulo 47:La reina decapitada y el duque francés


Ya llevaba más de un mes hurgando en mi tiempo libre y llevaba más de la mitad de los archiveros de la primera fila revisados, ya incluso había deducido el sistema de archivado de las carpetas de colores, las amarillas eran para los pacientes muertos de forma natural, enfermedades degenerativas por la vejez o alguna condición médica, las carpetas marrones contenían la muerte de pacientes de forma abrupta por accidentes que no duraron más de una semana internados en el hospital, las negras, eran para los pacientes que aún no se le había diagnosticado una razón válida de muerte, pacientes con enfermedades "desconocidas". De este modo se me hacía aún más sencillo, la historia de mi padre debía estar en una de esas carpetas negras.

Nunca en mi vida había pasado por mi cabeza volverme un detective o un investigador privado, no estaba precisamente en mis planes, quizás si hubiese existido la tecnología de hoy día las cosas me habrían resultado más sencillas, buscar archivo por archivo era una labor más que engorrosa y ya había memorizado casi a la perfección la ubicación de los casos más excepcionales, eso parecían, hasta que a mis manos cayó una carpeta negra en particular que no pude evitar abrir.

En su interior había nada menos otro paciente con una muerte más que bizarra, mi sorpresa fue grande, mis ojos se abrieron inmediatamente observé las fotos del cadáver.

Tras leer toda la información de aquel folio, no me quedó de otra que llevármela conmigo junto con las fotografías, que, aunque arcaicas, eran lo suficientemente detalladas como para servirme de pruebas. No se trataba de algo demasiado inverosímil, mucho menos para mi condición, solo debía sumar dos más dos y el resto era completamente obvio.

Salí lo más rápido que pude para ir a casa, aquel había sido el quinceavo día seguido de saltarme mis guardias, mi consciencia no me dejaba tranquilo con respecto a eso, pero no podía esperar un minuto más, para entonces ya iban a ser las diez de la noche. Al salir al pasillo de la recepción me encontré con Wilfred Kampmann frente a frente, llevaba una sonrisa victoriosa en su cara y apenas me vio me saludó con emoción.

—¡Bloodmask! ¡Sigues con vida! Creí que para estas alturas habías conseguido trabajo en otro lugar; pero descuida colega, seguramente ya habrá más balas atravesando las meninges que puedas atender para la próxima vez...—alardeó con su odioso tono de voz. Justo cuando iba subiendo las escaleras al segundo piso, estuve a solo un poco de ocasionar que se partiera un tobillo con mis poderes psíquicos, pero siendo yo el segundo médico de guardia aquella noche, tendría que atenderlo de emergencias, y no me interesaba en lo más mínimo, así que salí de ahí intentando mantenerme lo más callado posible.

—Ciertamente, me sorprende la gran paciencia que tuviste con ese sujeto entonces...—comentó Heissman.—Pudiste haberle cortado otro dedo en el quirófano, eso es algo que no me extrañaría de ti...

No pude evitar reír...

—Parece que me estas conociendo bien, en más de una ocasión pasó por mi mente la tentadora idea de amputarle otro dedo, pero ya había pasado una vez, y Wilfred comenzaría a sospechar una segunda vez, tirarlo de las escaleras tampoco era factible, no eran lo suficientemente altas como para que se partiera el cuello o quedara parapléjico y fingir un accidente tirándolo desde el balcón, era muy rebuscado y la policía comenzaría a investigar y el hospital se iría clausuraría por un tiempo, por lo tanto era mejor estarme quieto.

Al llegar a casa me conseguí a mi hermano leyendo en el sofá de la entrada. Marie por otra parte, se estaba terminándose de arreglar el nuevo vestido que su noviecito le había dado días atrás, un vestido rojo con encaje negro y pedrería fina.

—¿Tan temprano aquí?...—Preguntó mi hermano sin apartar la mirada del libro.

—No había mucho que hacer y me vine...—excusé mientras me acercaba a Marie quien pintaba sus labios con un labial rojo del mismo tono de su vestido.

Sin darse cuenta me acerqué hasta sus espaldas, frente al espejo no había reflejo que me delatara, tomé el labial y lo arrebaté de forma brusca, en seguida volteó a mirarme molesta.

—¿Y a ti qué demonios te pasa?...—cuestionó intentando quitarme el labial de las manos.

—Pero que refinada te ves, hasta pareces una chica...—bromeé haciéndola rabiar.

—Dame eso, Fernand llegará ya mismo y tengo que irme...

—¿Para dónde van ahora?...

—Me invitó a cenar a un lugar muy fino, es decir, uno que tú no conoces...

—¿A esta hora? ¿Estas segura que te llevará a comer y no a...comerte?...—susurré aquella ultima insinuación en su oído.

—¡C—Cómo dices esas cosas a la ligera! Él es un caballero a diferencia de otros...—exclamó entre indirectas.— Además, si así fuera ese no es asunto tuyo...

Yo solo sonreí dándome cuenta de cuan tonta podía ser una mujer enamorada, era cierto, lo que hiciera con su cuerpo era asunto suyo, ya era adulta y hasta los momentos, nunca había tenido una relación con un hombre o conocido alguno fuera de las paredes de nuestra casa, era su turno de vivir la vida que había soñado en los brazos de un caballero rico.

—Ningún hombre recuerda lo caballero cuando tiene la oportunidad de aprovecharse de alguna mujer, si acerca su mano a alguno de tus pechos los cuales llevas demasiado expuestos a mi parecer, clávale esto en la pierna...—ordené poniendo entre sus manos un abrecartas afilado que había sobre la mesa, su reacción de sorpresa era de esperarse.—Y otra cosa, te quiero aquí a las doce, cenicienta...

Marie me miró con el ceño fruncido sin pensar en nada, se veía confundida, hasta Alexander quien estaba tan absorto en su libro volteó a mirarnos confundido. De pronto tocaron a la puerta, yo solo sonreí al ver lo nerviosa que ella se veía, arrancó el abrecartas de mis manos y lo guardó en su bolso antes de abrir la puerta y despedirse.

Ahí estaba él, tan elegante y sonriente como siempre, solo me limité a saludar y verlo de arriba hacia abajo.

—¡Doctor Bloodmask! ¡Que novedad conseguirlo en casa! De haber sabido que tenía el día libre lo habría invitado a venir junto con su novia.

A ver cuanta adulancia, casi me rio a carcajadas de no ser porque mi hermano intervino a tiempo.

—Él no tiene novia...

—Oh, pero que imprudencia la mía, habría jurado que ya tenía a alguna afortunada mujer en sus manos, en ese caso, será para otra ocasión...

—Si, bueno...mi trabajo no me permite tener esos lujos...—me excusé con fingida educación. —Los espero aquí a las doce, por favor, cuida de mi prima...—insistí acentuando cada una de mis palabras, a lo que inevitablemente Fernand asintió con incomodidad. Marie me dedicó una mirada de odio antes de irse.

Apenas cerré la puerta a mis espaldas, mi siempre distraído hermano le pareció curiosa mi manera de ser aquella noche, con ambos brazos cruzados me dio una de las miradas más inquisitivas que había recibido hasta aquel momento viéndome a los ojos tratando de descifrar que pasaba por mi cabeza aquella noche, no pude dejar de reír.

—¿Eres lobo o algo así? ¿A qué viene esa mirada depredadora?

—¿Desde cuándo le das tanta importancia al pretendiente de Marie? Hoy además has llegado antes de lo acostumbrado y con cara de pocos amigos, ¿qué ha pasado?

A ver cuan detallista podía ser a veces, me sorprendía.

No puedo mentir, sí me sentía preocupado, quizás se podría decir que sentía las bolas en la garganta, aquellas serían las dos horas más largas de toda mi vida, pero al ver cuanta curiosidad se desbordaba en la mirada de Alexander no pude evitar soltar una carcajada.

—¿Se me nota tanto así?—dije entre risas

—Siempre has sido raro... ¿qué pasa por tu cabeza? ¿No era un sueño para ti que Marie conociera a alguien y nos dejara en paz al fin?

—Con suerte ese día llegará...—dije entre suspiros mientras me sentaba.

—¿Y entonces?...

—Qué pasa si te dijera que nuestro querido cuñado francés no es otra cosa que un vampiro...—susurré con una sonrisa macabra en mi rostro.

La expresión de Alexander no era otra que de curiosidad y escepticismo, yo solo reía a medida que sacaba de mi bata el contenido de los folios de los archivos forenses.

—Fernand de la Fontaine, duque de Orleans, veinte años, muerto a causa de un virus desconocido propagado en todo su sistema cardiovascular, heridas profundas a nivel de su carótida externa...—leyó en voz alta.— Esto es un informe forense redactado hace casi diez años...

—Solo mira las fotos...

Al dar la vuelta a la página, la ya mirada seria de mi hermano se transformó por completo, siempre fue delicado para esas cosas, quién lo entiende, siendo un vampiro, sus ojos se abrieron exaltados y solo alcanzó a susurrar la palabra "Mierda", mientras lentamente devolvía las imágenes a mis manos.

El rostro de la Fontaine en aquellas fotos era de nada menos de un cadáver que ha sentido el infierno justo antes de morir, sus ojos se hallaban casi completamente en blanco y su mandíbula abierta en su plenitud, de cada uno de los orificios de su rostro salían gruesas líneas rojas de sangre, así como las ya mencionadas hendiduras en su cuello causadas por la mordida de algún vampiro. A pesar de ser una foto en blanco y negro, quedaba demostrado que se trataba del mismo personaje. La misma forma de su rostro, los mismos lunares en la frente, la misma forma de la nariz...

—Maldita sea...—exclamó mi hermano con pesadez mientras jalaba de sus cabellos.

—¿Que ocurre?—sonreí con fingida inocencia.

—No te hagas el idiota, se a lo que viene todo esto, no solo nos bastaba con nuestros problemas, también tenemos que cuidar ahora de Marie...

—¿Le vas a decir?...—inquirí

—¿Yo? No pienso meterme en ese problema, tú conseguiste las pruebas, tú dile, y encara a ese hombre y dile que se vaya de una vez.

No pude evitar reír a tal descaro, siempre tenía que ser yo el todero de la casa, cocinar, trabajar, cuidar de ellos...por una vez hubiera sido agradable que el otro hombre de la casa se ocupara de sus responsabilidades.

—¿Además, cual es el problema? Ella está acostumbrada a vivir entre chupasangres, debería darse cuenta por sí misma en poco tiempo...

—Ni tu ni yo hemos nunca tratado de chuparle la sangre, no sabemos que intensiones tenga ese idiota con ella, con tanto dinero podría atraer a la mujer que quisiera, y ella está ilusionada, créeme, si fuera yo, también buscaría alguna chica virgen e inocente para beber toda su sangre...

—Bueno, de eso no me cabe la menor duda, ¿qué piensas hacer?

—Esperaré a que llegue, lo lamento por ella, pero con mi familia nadie se mete...

Tras decir eso último con una sonrisa macabra en mi rostro, Alexander asintió con la cabeza, confiaba en mi hermano, siempre me daba su apoyo y eran pocas las ocasiones en que discordábamos.

—¿Sentías desconfianza de lo que ese ser pudiese hacerle a tu prima y aun así permitiste que saliera con ella aquella noche?—intervino Heissman.

—Sí. Marie no era una mujer estúpida, estaba tan capacitada para reconocer a un vampiro como mi hermano y yo, sabía nuestras debilidades, y sin pensarlo demasiado había llevado con ella el abrecartas que le había dado, no era mucho, pero lo suficiente para defenderse de aquel sujeto si lo ameritase.

—¿Y qué hubiese pasado si ese hombre la hubiese hipnotizado, crees que eso hubiera sido posible?

—Por supuesto, la única manera de engañarla habría sido a través de la posesión de su mente, no dejé de preguntarme durante aquellas dos horas si había hecho bien en dejarla ir, el impedírselo me habría vuelto su enemigo, también estaba la posibilidad de equivocarme, su piel, sus ojos e incluso su olor no me revelaban nada de él, no sabía a ciencia cierta cuanto tiempo llevaba siendo un vampiro, quizás ni siquiera tenía dominio de sus poderes.

De cualquier modo, esas dos horas pasaron más rápido de lo que esperaba, y justo al terminar de sonar la última campanada del estruendoso reloj del salón, cenicienta ya tocaba a la puerta esperando ser recibida. Alexander y yo apenas acabábamos de iniciar un partido de póker, podrás imaginar lo odioso que era jugar cualquier juego de cartas con un ser que puede leer tu mente.

Con pesadez me levanté y ahí estaban los dos. Marie me abrazó con alegría entre risas, al menos no había bebido, no percibí ningún olor a alcohol, después de eso se despidió de Fernand y se dirigió a su habitación. Por otra parte, yo solo me dediqué a volverlo a estudiar con detenimiento, su ya nerviosa expresión se volvió incomoda y carraspeó un par de veces, esperando así despedirse.

—Ya es tarde, espero no haberlos dejado preocupados todo este tiempo, me alegra saber que Marie tiene dos buenos hermanos que velan por ella día y noche...—volvió a halagar.

—No me quedé esperando estas dos horas solo para que ella llegara...—inquirí con una sonrisa malévola que esperaba lo pusiera aún más nervioso.

—¿Ah...no?...

—¿Sabes bien que eres un hombre atractivo verdad?—dije a punto de reír, ese lado homosexual que había declarado a Eleanor quizás había hablado por mi.—Ya sabes, con ese bronceado costeño, esos ojos de gato enfermo y ese porte educado...

—¿P—Perdón?...—interrumpió Fernand

—Respóndeme una cosa...—amenacé mientras lo acorralaba contra la pared.—¿Qué coño pretendes con mi prima? Hay muchas mujeres aquí en Viena a quien puedas engañar, ¿por qué a ella? ¿Qué es lo que deseas de ella?— susurré a pocos centímetros de su rostro sosteniendo su mandíbula con fuerza y clavando mis dedos en sus mejillas.

Se veía asustado, no era para menos, pude notar una leve expresión de coraje formarse y su ceño fruncirse mientras sujetaba mi muñeca.

—Me alegra saber que Marie tiene un primo que se preocupe tanto por ella, pero créeme cuando te digo, que no pretendo nada malo...así que, por favor, suélteme antes que mi chofer decida buscar a la policía...

No pude evitar sonreír, no era más que un gusano al cual tenerle asco, pero no me interesaba hacer de aquel problema uno donde intervinieran las autoridades, qué estupidez, no era como si Fernand de la Fontaine valiera lo suficiente para malgastar mi tiempo en él, aquel pobre idiota no podría ni partirme la muñeca con la mayor fuerza de sus manos, pensé. Posterior a eso me despedí con educación deseándole buen viaje y buenas noches, el hizo lo mismo.


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