Capítulo 45: Horas extra.



—Nada como iniciar el año torturando alguna víctima, ¿no es así, Wilfred? ¿Qué es esta vez? ¿Ictus isquémico por estenosis carotidea? Estoy seguro de que esta mujer quiere salir con vida de aquí, así que deberías dejar este caso a los profesionales...—inferí, logrando que Lena me mirara sorprendida.

—El diagnóstico es lo único en lo que siempre das en el clavo Bloodmask, pero a mí no me sorprendes... no tienes nada que hacer aquí, vete a casa a comer el pedazo de pavo restante de anoche y deja que los verdaderos profesionales terminemos nuestro trabajo...

—Por favor, doctor Kampmann, le agradecería que fuera más humilde, nunca está de más la ayuda de un colega, sea cortés y acepte la ayuda del doctor Bloodmask por el bien del paciente...—intervino Lena, era obvio que había perdido mi oportunidad en aquella ocasión, sin embargo, no era una cirugía de alto nivel de dificultad.

—Olvídalo, Eleanor, deja que el doctorcillo tenga sus cinco minutos de gloria, siempre y cuando no se corte, estoy seguro que todo saldrá bien.—comenté sarcásticamente mientras removía mi tapabocas y lo arrojaba al rostro de Wilfred provocadoramente.

—Fueron tus mismas cualidades vampíricas las que te ayudaron a determinar aquel diagnóstico, ¿verdad?—intervino Heissman.

—Por supuesto, ni corto ni perezoso, siempre me servía de ellas para mi trabajo, si tu pudieras leer las mentes estoy seguro de que también lo usarías a tu favor en tu trabajo. Hasta la fecha nunca había perdido un paciente, mientras el problema fuera cardiovascular, sería difícil que así fuese, pero no por eso me relajaba en el quirófano.

Pese al inferior número de médicos aquella noche, todas las emergencias ya habían sido atendidas. Me estaba comenzando a arrepentir de haber ido. No era la primera vez que llegaba tarde y alguien tomaba mi guardia, me sentía frustrado a punto de rabiar, fui directo a la sala de reuniones a relajarme un poco mientras deseaba en el fondo que Wilfred lo arruinara y tener que ir a atender esa emergencia por él.

Al cabo de un par de horas sentado tomando café y leyendo una revista médica ya me sentía aburrido, pero solo bastó con que Eleanor entrara a la sala para sacarme de concentración, ya no me impresionaba la facilidad de esa mujer para encontrarme, se veía cansada, no pude evitar sonreír.

—¿Que tal salió todo...?—pregunté con hipocresía.

—Bien, ya sabes cómo es Wilfred, casi tan egocéntrico como tú, está ahora mismo alardeando con el director y recibiendo halagos.—inquirió Eleanor con picardía.

—¿Te parezco egocéntrico?—pregunté con fingida indignación. Arqueé una ceja, ofendido, y me acerqué hasta ella intentando incomodarla.

Lena inmediatamente bajó su cabeza sintiéndose nerviosa, reí entre dientes al ver su expresión. "Es broma" musité.

—No me gusta trabajar con él... al igual que el resto, suele acosarme mientras trabajamos lanzándome piropos e indirectas, anoche no dejaba de observarme en la fiesta después que te fuiste. Luego de eso parece que durmió en el hospital, hoy llegó mucho antes que yo, dispuesto a atender todas las emergencias que le fueran posibles...

No me extrañaba en lo más mínimo, Wilfred era un hombre competitivo y malintencionado, me lo había dejado bien claro en nuestros días de universidad, tal vez era su enfermiza forma de llamar la atención, hubiese creído que se trataba de atracción hacia mi por su insistente acoso, la idea solamente me producía asco, por un momento recordé lo que había pasado la noche anterior con el primo de Lena, de inmediato aparté aquellas ideas de mi mente.

—Emergencias dices, pero hoy el hospital se ve más tranquilo que de costumbre, supuse que no habría problema al llegar más tarde...

—Yo también lo habría creído...sin embargo, desde esta mañana parece haberse reportado tres casos iguales de asesinato. Los pacientes llegaron agonizando con fiebre muy alta y heridas profundas en sus cuerpos, no pudieron atenderlos a tiempo y murieron...

—¿Ya redactaron el acta de defunción?

—Aún no, ni siquiera se saben sus identidades, sus rostros están muy desfigurados y los familiares no aparecen...

—O sea que siguen en el hospital...

—Así es, pero no es seguro que vayas a ver, aun no se logra determinar nada con la autopsia, es alucinante todo esto, no logro entender como estos casos se multiplican tan rápido...

Aquella frase no pudo evitar recordarme lo que la noche anterior me había llenado la cabeza de interrogantes.

—Hablando de alucinaciones... ¿que era aquel salón rojo de anoche?...—pregunté con descaro.

—¿El salón rojo? ¿Hablas del salón de medianoche del baile de ayer?

—¿Así le llamas? ¿El salón de medianoche?...

—No yo, es mi padre y...sus excentricidades, lo hace cada vez que da una fiesta...—se excusó en tono quejumbroso mientras tomaba asiento.—Desde que tengo memoria siempre usa luces de colores para cada salón de la casa cuando se celebra algo, a veces morado, a veces azul, pero el rojo siempre es rojo...

—Ya veo... ¿y que tiene que ver el cloroformo con el color de la habitación? —intervine en tono inocente.

Lena en seguida pareció extrañarse, al cabo de unos segundos de silencio, pareció reaccionar y entender a lo que me refería.

—Mi padre y sus locuras...—rió por lo bajo mientras reprochaba con su cabeza.—Es algo así como la sala de lo posible, un truco que él emplea para reírse de las reacciones de los invitados, para que vivan una experiencia única y alucinante mientras sienten que bailan sobre las nubes, es lo que el suele decir, es un excéntrico, le gusta lo peculiar y buscarle el significado a todo, tu y él se llevarían de maravilla.

—¿Te parezco excéntrico?—arqueé una ceja, me gustaba ese juego.

—Fuiste el único en llevar una máscara por la mitad anoche, así que sí... ¡me pareces excéntrico!—comentó con picardía mientras jugaba con su cabello, Eleanor se veía más animada que de costumbre aquella guardia, quizás feliz de haberme visto en su celebración la noche anterior.

Sonreí y asentí con la cabeza dándole la razón, posterior a eso me excusé y salí de la sala, ciertos cadáveres aun frescos me mataban de curiosidad. Qué clase de "apasionado" medico era si no iba a investigar aquella causa de muerte extraña. La neuroanatomía era y sigue siendo mi prioridad, pero todo aquello que se desviara de los conocimientos de la época era para mi más interesante.

Por el camino hasta la morgue no dejé de pensar en las palabras de Eleanor sobre el salón rojo de las alucinaciones... la sala de lo posible, yo diría más bien la sala de la locura, un lugar tan macabro no podía formar parte de una tranquila reunión de aristócratas, mucho menos de una mente sana e inteligente como aparentaba ser la del gobernador.

El "cuarto frio" del hospital, quedaba en la parte subterránea de este, para entonces la mayoría quedaban exactamente en el mismo nivel de todos los hospitales de la época, para mantener lo más frescos posibles a los cadáveres y la peste lo más alejada de los demás pacientes. A pesar de eso, era quizás el pasillo más iluminado y limpio de todo el hospital.

Como era de esperarse, la puerta se encontraba cerrada con llave y seguro. En menos de un minuto de inferir en mecanismo de la cerradura, pude moverlo con el poder de mi mente y quitar el seguro. Lentamente la puerta se abrió.

Dentro se hallaban tres camillas respectivamente con un cadáver, al verlo con atención, recordé las palabras de Eleanor, todos se hallaban desfigurados, apenas les hubiese sido posible respirar posterior a lo que sea que los haya atacado, dos mujeres y un hombre, al menos eso parecían, sus pechos y vientres estaban rasgados, arañados, fijándome con detenimiento, eran heridas muy particulares hechas en zonas ricas en vasos sanguíneos y tejido muscular. Lo que eran exactamente, mordiscos de algún animal con una increíble fuerza en sus fauces.

... "Un animal"...que curioso caso para comenzar el año... no pude evitar sonreír ante aquella idea. Detrás de mí, una sombra se acercaba con lentitud queriendo pasar desapercibida de mis sentidos, la habitación no estaba lo suficientemente oscura como para no notar la mano que se posaba sobre mi hombro con la intención de asustarme.

—No tienes autorización para estar aquí, muchacho.—musitó con seriedad Leopold Sensemann, quien en seguida bajó la guardia cruzándose de brazos.— Más te vale que no los hayas tocado, aún no se ha comenzado la necropsia de estos cadáveres, y el jefe de policías ya reportó el caso a dos colegas que llegarná al cabo de una hora.

—No se preocupe, no sería tan estúpido para ponerle un dedo encima a un cadáver no identificado y víctima de un asesinato. Disculpe, pero la curiosidad pudo más que mi sentido común, no pude evitar entrar.

Sensemann dejó escapar una sarcástica risa y negó con su cabeza.

—Tu padre que en paz descanse jamás se habría acercado a este lugar, me impresiona conseguirme con su hijo aquí, no se trató de curiosidad sino de morbo, ¿no es así? Doctor Malkavein...

—Bloodmask.—corregí.

—Cierto, ya me lo habían comentado...Andrew y sus cosas, él y yo fuimos amigos hace mucho tiempo, colegas de este mismo hospital, dudo que me conozcas, no tuve la oportunidad de regresar a Austria hasta hace poco tiempo.

—Por supuesto que mi padre me habló de usted, doctor Sensemann...—mentí.

—¿Ah si?—preguntó incrédulo.— Eso no me lo esperaba. Mejor hablemos en otro lugar que no sea este, como ya sabrá, es peligroso respirar el aire de esta sala tan contaminada...

Leopold Sensemann era un hombre rígido, casi inexpresivo, si era contemporáneo con mi padre, debía estar alrededor de los cincuenta y cinco años, su piel era pálida y con varias manchas eritematosas en el rostro, quizás debido al estrés de su trabajo. No era un hombre de mucha estatura, de contextura normal y cabello negro con numerosas canas.

—Pues así es, tengo entendido que usted fue colega de mi padre en este hospital hace tiempo y que era uno de los mejores internistas de la ciudad...—volví a mentir.

—Eso fue hace mucho, antes que viajara a Alemania a estudiar medicina legal.

—¿No tiene idea de la causa de muerte de estas personas?...—intervine con fingida inocencia.

—Hoy día pasan cosas muy raras en Viena, otro de nuestros colegas, Arnold Schwarchild alega haber recibido muchos casos de caníbales en su hospital psiquiátrico últimamente, sin ánimos de sacar conclusiones precipitadas, pudieron ser víctimas de un caso igual, o de algún animal salvaje...

A pesar de la estricta seriedad de aquel hombre con mirada de hierro, no podía evitar desentrañar su interior, otro colega de mi padre que señalaba en su diario y ni siquiera se había presentado al hospital el día de su deceso, siendo mencionado varias veces como el médico que cubría sus guardias cuando Emily estaba poseída...

—Nunca me perdonaré no haber podido estar presente el día de la muerte de mi colega Andrew...—mencionó con resentimiento. Había sinceridad en sus palabras y por primera vez pude notar un dejo de tristeza en sus ojos.

—Si usted hubiese estado aquí, seguramente la causa de su muerte no habría sido el misterio que sigue siendo hoy día...—suspiré con hipocresía.

—Tengo entendido que el caso del colega sigue siendo un misterio que ni los mejores especialistas del país habrían podido determinar. Posiblemente en los archivos de la morgue podría conseguir alguna pista, hoy día la medicina tiene más adelantos que hace diez o quince años...

—¿Eso se puede?...—intervine con seriedad.

—Yo no tengo acceso a esos archivos, obviamente, pero dudo mucho que se tenga mucha información al respecto sobre el colega, tengo entendido que la autopsia no reveló mucha información y por eso quedó cerrado su caso...

La autopsia... ¿Cual autopsia? El cadáver de mi padre se hallaba intacto y con varios días de putrefacción, omitiendo las amputaciones de sus brazos y piernas, posterior a eso fue cremado, nunca hubo tal autopsia, una vez más no me quedaba claro las verdaderas intenciones del gremio de aquel hospital. Sin haberme dado cuenta, habíamos caminado hasta la salida. Sensemann intervino sacándome de mis pensamientos, indicándome que iría hasta la estación de policías a averiguar por qué aún sus colegas no habían llegado.

En mi mente, la idea de que debía estar en el hospital el mayor tiempo que se me hiciera posible, se hizo presente, yo tampoco tendría acceso a los archivos, apenas lo tenía sobre los casos clínicos pertinentes a mi especialidad, ya había leído un par de veces el informe ridículamente corto que se había redactado sobre los síntomas de mi padre antes de morir, una historia clínica no mayor a media página, redactado por el mismo Shippman quien seguiría pudriéndose en prisión. Si hubo o no tal autopsia, quizá cuando yo me encontraba inconsciente, debía tener acceso a aquella información.

No hubo más nada que pudiera hacer aquel día, había sido un interesante comienzo de año, repetía para mí mismo, a pesar de haber sido desplazado de mi guardia en una segunda oportunidad entonces, había sido un día provechoso del cual no hubiese tenido aquella información de haber estado ocupado en el quirófano.

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