Capítulo 41: Tesoros malditos
Mis ganas de reír eran difíciles de disimular, casi brotan lágrimas de mis ojos y comencé a respirar mas profundamente para que no se me escapara ni una sola carcajada, una y otra vez venía a mi mente la imagen del dedo de Wilfred rodando en el suelo y el sonido de su chillido al instante, aun lo recuerdo y me cuesta trabajo no reírme. Como pude volví a mi lugar de trabajo, lo que faltara para hacerme reventar de la risa era que el paciente recuperara el conocimiento y gritaba al ver sus sesos al aire.
—No está bien burlarse del mal ajeno...—musitó Eleanor con seriedad. Estaba tan divertido que no me di cuenta en que momento nos quedamos solos.
—No se de que hablas...—respondí fingiendo demencia.
—Te conozco, cuando te ríes tu mirada te brilla con malicia y tus pómulos se pronuncian bastante, además tu respiración se ve agitada...
—Podrían ser solo los nervios de ver... a mi colega... rebanarse el dedo.—dije como pude entre risas, a ver que Lena era una mujer observadora.
Ella solo sonrió reprochando con su cabeza, "tu no tienes remedio doc"... claro que no lo tengo, nunca lo tendré, eso es un esfuerzo que se valora de tu labor, Heissman, la locura no es algo que yo esté dispuesto a abandonar...
—Estoy casi seguro de ello, ya no tengo ni siquiera las intenciones de sanarte, me divierten tanto tus visitas que cambiar algo en ti seria un error...—añadió Gregor con una irónica sonrisa.
No me siento precisamente alagado...
Después de unos minutos en el quirófano, seguíamos solos, como era de imaginármelo, Kampmann no volvió a asomar su nariz por allí al menos por ese día, las demás enfermeras tampoco habían regresado y el silencio tan sepulcral que albergaba la sala ya comenzaba a incomodarme, desde aquel "incidente" del beso, las conversaciones eran menos variadas y seguidas por un silencio incomodo por su parte. Silencio que entonces se quebró cuando volví a escuchar su voz.
—¿Que harás en la víspera de año nuevo?...
—¿Yo?...—me señalé sintiéndome extrañado.— Pues, supongo que lo mismo de cada año, esperar que sea media noche y brindar con mis hermanos, solo si el hospital no me pide que trabaje el turno nocturno ese día...—Aquello ultimo a pesar de ser en broma, lo sentía como la mejor opción para pasar el fin de año.—¿Por que lo preguntas?...—Sabia a lo que venia, pero igualmente me daba curiosidad.
—Pues, ese día es mi cumpleaños...
—¿De verdad?.—Dije apenas volteando a verla, nunca me ha gustado hablar durante una operación, pero aquello tenia que decirlo.—Vaya regalo de fin de año le diste a tu madre con tu nacimiento, que incomodo debió haber sido estar en el hospital un día así.— reí por lo bajo.
—Sí, debió haberla pasado mal, ves a lo que me refiero, te parece gracioso el mal ajeno...—recriminó en tono juguetón.— Pero no pensemos en eso...—suspiró.—Quería saber si te gustaría...venir a recibir el año nuevo en mi casa...
Aquellas ultimas palabras habían salido de su boca de manera bastante rápida, casi sin respirar, se le veía nerviosa, justo del mismo modo que cuando nos conocimos y todo comenzó, ya había olvidado que en otros tiempos ella había sido mi mas fiel admiradora, de otro modo no hubiese escogido una carrera profesional tan demandante para solo estar cerca de mi, no me agradaba demasiado la idea, ya había visto su casa en otras oportunidades, esa gigantesca mansión, un pequeño palacio digno de uno de los hombres de confianza del archiduque. Sin embargo, justo antes de poder contestar su ofrecimiento, esta continuó.
—Será un baile de máscaras inspirado en los carnavales venecianos, asistirá gente importante incluyendo al mismo archiduque y la familia real, duques y condes de Hungría, familia lejana a quien no he visto desde hace un buen tiempo, incluso los médicos de este hospital, mi padre dio la orden que todos recibieran una invitación...—añadió con insistencia.
—Yo no recibí ninguna invitación...—intervine fingiendo indignación.
—Eso es, porque le dije a mi padre que yo misma te invitaría.—se excusó aquella castaña que parecía sudar frio, sentí cierta pena y gracia al verla, claro que deseaba invitarme personalmente, sin ánimos de ser modesto, esa mujer estaba loca por mi...
La idea no me causaba la menor atracción, el simple hecho de observar y estar rodeado del gremio de la aristocracia austrohúngara, hablando de sus vacías y descarriadas vidas mientras fuman y beben whisky y tabaco de la mejor calidad, vistiendo como unos auténticos payasos de feria, dispuestos a hacer inmoralidades detrás de esas mascaras solo por una noche al mero estilo veneciano, no era una idea que me emocionara en lo mas mínimo, hace años que la aristocracia le había dado la espalda a nuestra familia, yo también se la había dado a ella. Aun así, pese a los largos minutos de meditarlo en plena cirugía, pensé, que aquella era la oportunidad de cumplir con la fantasía de Marie, no podría ir a una celebración de esa magnitud sin nada menos que la reina de la refinura, por años siempre soñando con usar los vestidos de gala de su fallecida madre y tía, esos vestidos polvorientos que comenzaban a ser la comida de las polillas, en múltiples ocasiones pude verla en su habitación probándoselos y jugando a mujer de alta sociedad, que risa me originaba todo eso entonces.
—Pueden ir mis hermanos?—agregué sin el mínimo de vergüenza. Alexander también podría sentirse interesado en ir a una casa de esa magnitud, su curiosidad por todo lo que ve a su alrededor, seguramente deduciría el año de cada cuadro y escultura, el numero de bloques utilizados por metro cuadrado...La cara de Lena era de sorpresa e indecisión, obviamente no se esperaba mi propuesta.
—N—No es que haya algún problema, es solo que...
—Si ellos no van, nada esto tampoco, nena...—interrumpí refiriéndome a mi mismo.
Lena no se veía del todo satisfecha, la había puesto entre la espada y la pared, sonreí sintiéndome victorioso, lo peor que podía ocurrir era que cancelara mi invitación, me daba igual, de igual modo, su respuesta no era lo que yo habría esperado, su rostro se iluminó observándome con una mirada traviesa.
—Pueden ir...Solo si tu das un concierto de piano para que todos podamos oírte, hace muchos años que he deseado oírte tocar nuevamente, seria el regalo perfecto.
No era una contrapropuesta tan mala, pensé entonces, ciertamente llevaba casi diez años sin tocar públicamente el piano, por razones mas que obvias, hacerlo por una buena causa no me quitaría la vida...pensé. Asentí con mi cabeza sin apartar la mirada de lo que hacia, pude sentir como una gran sonrisa se dibujaba en su cara.
No pensé mas al respecto, reitero, nunca me he considerado un hombre que encaje en la alta sociedad, ni siquiera cuando era un niño prodigio ofreciendo aquellos costosos conciertos, veía como todos en el intermediario tomaban bourbon y champaña mientras otros fumaban tabaco del mas costoso, hablando de sus negocios y corrupciones, temas aburridos de adultos vacíos en los cuales ni siquiera mi padre participaba, el siempre parecía encajar mas con nosotros, quizás fuimos entonces los responsables de que el olvidara la vida de los ricos para dedicarse enteramente a nosotros y gastar su fortuna en nuestros caprichos, habíamos sido los que lo alejáramos de sus amistades, de cualquier manera, el no se veía resentido por eso.
Para mi siempre ha sido difícil olvidarlo, eran en las noches, justo al despertar que mas me hacia falta su presencia, bajar por aquellas escaleras hasta la cocina y solo conseguir un comedor oscuro y vacío, apenas iluminado por la luz de una lámpara de mesa; ésta era la peculiar manera en como Alexander "madrugaba", leyendo el periódico en la oscuridad del comedor mientras daba sorbos a su taza llena de sangre, y a su lado sobre la mesa, otra taza destinada para mi, se había vuelto esta mi rutina justo antes de comenzar a alistarme.
—No había del A positivo, tendrás que conformarte con B negativo mientras Shubert vuelve con otra dotación.—reclamó mientras tomaba asiento sin quitar los ojos de la prensa.—A propósito, dejó un correo por debajo de la puerta...—señaló arrojando una carta hasta mis manos. No se veía de buen humor mi hermano esa mañana.
La invitación...pensé para mis adentros, era nada menos que un sobre sellado y firmado a puño y letra por Eleanor y roseado con su perfume, o debería decir, sumergido, tenía un olor bastante fuerte que hizo que Alexander cubriera su nariz con impaciencia.
Para la Familia Bloodmask, Malkavein, un cordial saludo, me tomo el placer de escribir esta carta como invitación a la velada anual de año nuevo de la familia Van Monderberg con tema de festival de mascaras venecianas. Parafraseando, algo así decía en el interior.
—Una fiesta de disfraces...que original.—comentó sarcásticamente Alexander.
Siempre me ha tomado por sorpresa cuando el hace esa clase de comentarios, no pude evitar reír entonces y aun no podría, un baile de máscaras no era sino la expresión de lo redundante en las fiestas de la alta sociedad, pero si se pensaba a fondo tenia sentido, era la única manera de salir de sus ociosas rutinas y sin ser acosados por el pueblo y las malas lenguas, solo un puñado de extraños con mascaras, todos bajo un mismo techo, hasta era tentadora la idea de quemar la casa con todos dentro y así librar al mundo de tanta basura.
—Si te interesa, conseguí una máscara veneciana entre las cosas de papá, podrías ir a revisarla cuando gustes, mientras tanto, te dejo esto para que leas...—.indicó tirando sobre la mesa el periódico.
—Sabes bien que no me gusta leer la prensa, no me interesa.
—Estoy seguro que la primera plana llamara tu atención.
Apenas tomé el periódico mi impresión no se hizo esperar, nunca he sido un hombre escrupuloso, en todos mis años de medicina nunca había visto una imagen tan grafica. Bueno, eso sin incluir la imagen del cadáver de mi padre, la cual sigue pareciéndome insuperable.
"Alerta en las calles, desaparición de jovencitas termina en horroroso hallazgo" era el titulo de la imagen de cuatro mujeres completamente mutiladas y degolladas, con una expresión de grito ahogado en sus rostros. Cómo el periódico podía poner semejante fotografía, estaba claro que los humanos son mas morbosos de lo que ellos mismos puedan confesar, seguramente les emocionaba la idea de publicarla, el morbo y el sadismo siempre está presente en cada persona, no podrían dejar de leer aquella noticia entonces.
Cuatro mujeres encontradas en el interior del Danubio, habían sido halladas por un barco pesquero enredadas entre la red, llevaban aproximadamente mes y medio en su búsqueda, eran jovencitas de familias adineradas, por lo visto ninguna tenia relación con la otra y sus padres no tenían enemigos notables que pudiesen darles una venganza, al menos eso decía la noticia de casi cuatro paginas. Fijándome mas detenidamente en las heridas de brazos y piernas, o al menos lo que quedaba de sus miembros, no parecían cortados por ninguna herramienta, sino en vez de eso, parecía arrancados a destajos o incluso a mordidas.
Podría haber sido esa noticia la causante de que mi hermano se viera mas raro que de costumbre.
Pude haber pasado mas tiempo examinando a fondo la fotografía, mientras mas observaba, menos me cuadraban aquellas heridas, sin embargo, una siempre inoportuna morena me desconcentro con sus reclamos. No estaba en aquellos días del mes, pensé para mi mismo, ahora por que estaba tan alterada...
—¿Que acaso tengo yo que hacer todo por aquí?...—exclamó desde el umbral de la cocina con ambos puños presionados sobre cada lado de su cadera.
Nunca me ha gustado estar cerca cuando una mujer esta alterada, no tengo mucha paciencia, eso ya lo habrás oído antes, justo cuando estaba a punto de irme dándole la espalda esta me tomó de un hombro haciéndome voltear.
—¿Me estas escuchando? No soy la única que vive en esta casa, sino se puede tener servicio por ustedes, entonces seria bueno que de vez en cuando ayudaran a limpiar la casa, parece una maldita cripta...
—Quizás debas dar los buenos días antes de reclamar, no sabes que día podríamos darte un regalo...—insinué con seriedad mientras extendía el sobre con la invitación hasta su rostro.
Su expresión de sorpresa era lo que esperaba, sin embargo, la vida con una mujer siempre será impredecible. Su ceño se frunció junto con sus labios y arrancó la invitación de mis manos para arrojarla al suelo.
—¡Excelente! Ahora tengo que buscar un maldito vestido que ponerme, la sirvienta de la casa tiene que ir a una elegante fiesta, ¿dónde se supone que voy a conseguir una máscara a estas alturas?, ni sueñes que iré a ver al emperador con algún trapo de los que cuelgan en el armario de mi tía. Gracias, ahora tengo otro problema más para preocuparme.
Heissman rió casi descontroladamente. Por un momento me sentí incomodo.
—Disculpa, es que eso me hizo recordar a mi ex—mujer, nunca uno sabe si con una acción la logra hacer feliz o hacerla rabiar, ¡ese es el mejor ejemplo de todos!
Reí por lo bajo...
Aquello era algo a lo que estaba acostumbrado, no era precisamente la vida la cual hubiera escogido vivir, quizás si con una mujer menos complicada, pero en el fondo sabía lo feliz que se sentía, y lo nerviosa que estaba, recuerdo que entonces también pude reír discretamente, su corazón latía tan rápidamente que era imposible no notarlo.
Recogí la invitación del suelo y subí las escaleras, en realidad no estaba interesado en asistir a aquel baile, pero si debía ir, más vale ir bien presentable, nunca me ha gustado dejar las cosas a medias, Alexander se encontraba reorganizando el cuarto de mi padre, siempre lo hacía cuando llegaba a cualquier habitación de la casa, apenas notó mi presencia extendió cuidadosamente un objeto cubierto entre una tela entre sus manos.
—No se como pasó esto pero te juro que estaba así cuando la encontré...—se excusó rápidamente justo cuando aparté la tela del misterioso objeto.
Había leído el diario de mi padre unas tres veces mas o menos, sabia de lo que se trataba y su significado, sin embargo, nunca la había visto frente a frente, llegué a creer que mi padre la habría tirado o enterrado, eso hubiese sido lo más lógico atribuyéndole tantos percances a aquel viejo artilugio.
Era nada menos que una máscara veneciana, de color blanco perfectamente barnizada y con unos detalles tan minuciosos que parecían no acabar a medida que la veía. Lo que si me pareció extraño fue verla partida, justo por la mitad, tan perfectamente cortada que parecía esa ser su intención inicial.
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