Capítulo 38: El corazón del ángel, la mente del demonio


-Una lobectomía no funcionara Adam...-fue lo que respondió una vez que le pedí el bisturí.

-Bisturí, no lo repetiré...

-Intento cuidar tu puesto...-fueron las últimas palabras que pudo haber dicho antes de hacerme estallar.

Mi capacidad para soportar estupideces siempre ha sido muy reducida y no comprendía que pasaba por la cabeza de aquella mujer, simplemente me dejé llevar y arranqué de mi rostro el tapabocas antes de sujetar a Eleanor del cuello de su uniforme y sentenciar.

-Si vuelves a contradecirme, te echaré del quirófano a patadas...

Sus ojos inmediatamente se abrieron lo más que pudieron y aparecieron algunas lágrimas que como pudo contuvo de no dejar correr, sus compañeras dejaron de hacer lo que hacían para verme temerosas, pude vislumbrarlas desde el reflejo de la bandeja metálica, una de ellas intentaba contener la risa. Volví a mirar el rostro de Eleanor, se veía serio y enrarecido como si no comprendiera mi idioma, afirmó con su cabeza, de pronto tuve un dejavu...

Después de eso la operación marchó a la perfección, sigo sin entender por qué tanta necedad, no me sentía sobrado, jamás estaba garantizada la vida del paciente posterior a una cirugía de aquel nivel, pero no es de mi agrado tener un pájaro de mal agüero mencionándome estupideces en el oído mientras trabajo.

El paciente ya había sido trasladado a terapia intensiva y yo apenas acababa de hablar con su esposa, se veía preocupada hasta que la convencí de que todo había salido bien. Ese día planeaba quedarme solo por si el paciente llegase a necesitarme. Me sentí relajado al respecto, pero algo dentro de mi mente no dejaba de atormentarme.

Salí a la sala de esperas a buscar mi chaqueta, fue entonces cuando la vi, a Eleanor dirigirse hasta la percha con las chaquetas. De forma sigilosa apresuré el paso hasta llegar donde ella se encontraba, sin que se diera cuenta, me acerqué hasta la percha para tomar mi chaqueta al mismo tiempo que ella tomaba su bolso, por un momento nuestras manos se tocaron accidentalmente y Eleanor dejó escapar un suspiro nervioso, dejando que su bolso cayera al suelo. La miré con detenimiento sin comprender por qué siempre las cosas terminaban del mismo modo, ella tenía la mirada enterrada en el piso.

Ambos nos agachamos a la vez a recoger las cosas que habían caído fuera de este, su cabello escondía gran parte de su rostro cayendo sobre este como una cascada, yo solo ayudaba a recoger ciertas cosas, algunos pañuelos, un monedero, un lápiz labial, lo típico que pudiese llevar una fémina en su cartera, más algo que me llamó la atención apenas lo vi, al instante me resulto tan familiar que no dudé en tomarlo, incluso podría decir que olvidé al instante lo que estaba haciendo, sin embargo en un segundo Eleanor lo arrancó de mis manos sin contemplación, su mirada se veía pálida y su respiración se veía entrecortada. De este modo se levantó y apresuró el paso hasta la salida.

A pesar de no ser algo que yo estaba acostumbrado a hacer, corrí tras ellas intentando detenerla le grité un par de veces, ella ignoró mis llamados y corrió hasta la puerta sin levantar la mirada del suelo como si algo realmente le apenara. Sin embargo, su huida se vio frustrada por una camilla que venía entrando en ese momento a lo que tuve la oportunidad de acercarme y tomar su brazo a la vez que le decía "te tengo".

-Maldición, corres rápido...-dije entre jadeos.-Te estaba buscando, quiero decirte algo...

-Disculpe doctor, pero no creo que haya nada que decir...-exclamó en tono lo suficientemente alto como para llamar la atención de algunas personas que pasaban.

-Acompáñame...-insistí mientras la halaba del brazo hasta afuera.

Ella me miraba insegura, tal vez temerosa, que exagerada, si hubiese deseado devorarla lo habría hecho sin necesidad de tanto teatro, pero supongo que no era para menos, aquella noche estaba raramente hermosa, la brisa era fría y el cielo estaba tan despejado que podían verse las estrellas, había luna llena y esta se reflejaba perfectamente en las aguas del Danubio por el cual caminamos sin decir ni una sola palabra, Eleanor no levantaba la mirada salvo un par de veces para mirarme, yo fingía no darme cuenta, ideando un buen abordaje a lo que deseaba decirle.

-Todo salió bien...-musité.-No hay de que preocuparse, él estará bien, me quedaré hasta que reaccione para garantizar que esté bien...

-Lo sé.-contestó con seriedad, algo en ella lucia diferente, sujetaba uno de sus brazos con tanta seriedad, se notaba molesta.

-No tenías por qué estar tan nerviosa, sabes bien que todo iba a salir bien...

-Si, lo se...

-Allá dentro no parecías tan segura...-inquirí mientras me recostaba del mirador del puente sobre el rio. Las calles estaban íngrimamente solas, debían ser más o menos las dos de la mañana entonces.

-No es lo que parece...

-¿Y qué es lo que parece?

Eleanor quedó en silencio unos minutos, su mirada la cual se encontraba fija en el agua se volvió hasta mí, sin decir una palabra tomó una bocanada de aire, sus pupilas se mecían intentando decirme algo, pero su mente seguía cerrada como siempre.

-Lo siento...-musitó avergonzada.

Yo solamente me limité a encogerme de hombros y volver a observar el paisaje, la noche era tan espesa que aún con mi aguda visión había cosas que no podía detallar con claridad más allá de los árboles, me hizo recordar a aquella noche, donde mi padre se había ido de casa a perseguir a aquel asesino suelto, no pude dejar escapar una sonrisa al recordar lo que minutos antes había ocurrido.

-Aquel fue un muy buen día para mi...

-¿Cómo?

-El artículo que llevas dentro de tu cartera...

Lo que Eleanor me había arrebatado con desesperación de las manos era nada menos que un viejo artículo de periódico recortado perfectamente, donde se hallaba una foto mía y de mi padre abrazándome después de uno de mis conciertos en mi adolescencia, recuerdo haberlo leído, decía algo así como, la floreciente estrella de Viena y su padre en concierto con filas llenas, o algo así...

-D-Disculpa, te parecerá extraño que lo llevé en mi bolso...-se excusó sin terminar.

Yo volví a reír por lo bajo mientras negaba con mi cabeza.

-Son tus cosas, puedes llevar lo que te dé la gana, siempre y cuando no se te ocurra hacer algo de vudú o algo así...

Un millón de ideas aparecieron de pronto por mi mente, todas ellas explicándome la razón por la cual ella tenía en sus posesiones algo así, en parte era lógico, pero no dejaba de ser extraño, parecía conocer mucho sobre mí, quizás esa fuese la razón.

-Fue un concierto muy bueno el de aquel día, nunca había ido a uno, pero me gustó mucho, parecías muy centrado en lo que hacías con el piano, te veías igual a cómo te ves cuando operas...

-¿Estuviste ahí? Pues, me alegro que te haya gustado...

-No deseaba que cometieras ningún error con las demás ahí dentro observándote...ellas, no confían tanto en tus capacidades...-esbozó de repente dejándome extrañado.

-Lo que piensen ellas me tiene sin cuidado Eleanor...

-Lena...-interrumpió dejándome doblemente extrañado.

-¿Cómo?

-Me gustaría que me llamaras así, no muchos me llaman de ese modo, pero me incomoda que me digan Eleanor...

-Pues, quiero que sepas, que estoy apenado contigo, Lena.

-No tienes por qué, además, tampoco es la primera que eso pasa...

Aquel comentario me cayó como un balde de agua, casi haciéndome rabiar.

-¿Acaso ya alguien más te había amenazado o maltratado en este hospital?

-Sí, de hecho, tú mismo.

Una vez más la sorpresa no quería abandonar mi rostro, no comprendía ni una sola palabra de lo que se refería.

-No logras recordar nada verdad... eso fue hace tanto tiempo...tendrías unos diecisiete años y fue entonces cuando pude observarte de cerca por primera vez, tu estabas inconsciente, para mi suerte yo estaba aquí cumpliendo servicio comunitario como asistente de enfermería y tuve la dicha de cuidar de ti aquellas horas...

Mi mente comenzaba a traer imágenes de vuelta, claro, era ella aquella joven estudiante que vi el día que recuperé el conocimiento tras la muerte de mi padre.

-Aquellas fueron las horas de mayor incertidumbre de toda mi vida, no sabía si estabas vivo o muerto, tus signos eran nulos, pero yo no advertí de esto a nadie por temor a que te enterraran, tu rostro lucia tranquilo, no pude evitar tocarte para sentir si en realidad eras real y no una ilusión de mi mente, fue entonces que despertaste y todo cambio, jamás había visto un rostro tan lleno de rabia, fue entonces que me tomaste del cuello, creí que iba a morir, muchas noches pensé en como tu seguías y te sentías después de eso, si de algún modo pensabas en mi... si nuestro encuentro había sido casual o algo planeado por el destino, mi cuello no dolía tanto como mi corazón al no poder verte de nuevo.

Todo me había quedado más claro entonces, intenté intervenir un par de veces, pero ella continuaba con lo que era su importante declaración y yo no dejaba de sentirme sorprendido y avergonzado por lo que había hecho entonces, la cual no había pensado nunca más hasta la fecha.

-Cuando supe que te volverías medico lo primero que pensé fue en convertirme en enfermera para esperar que llegara el día de volvernos a encontrar, jamás había deseado algo más como ese título, solo para volverte a ver, mi padre me preguntó muchas veces si estaba segura, claro que no lo estaba, pero sabía que en el fondo, si me encontraba a tu lado, algún día, iba a amar mi carrera tanto como te amo a ti...

Tragué en seco, creo que nunca había sentido una incomodidad mayor en mi vida, tenía a mi lado una mujer que llevaba más de cinco años esperando el momento de expresar todos aquellos sentimientos nada menos que por mí, ¿que debía decirle o que debía hacer?, las relaciones entre colegas eran mal vista y yo, por desgracia para ella, no la veía de ese modo.

Su rostro seguía cubierto en gran parte por su cabello, enfocando su mirada al rio, sin embargo, de un momento a otro cubrió su rostro y comenzó a musitar una y otra vez la palabra "lo siento", dejando escapar un llanto quebrado.

No tuve más opción que consolarla y explicarle que nada entre ella y yo iba a cambiar, aquella declaración solo era asunto de nosotros, y no debía interferir con nuestro trabajo, por mi parte, aquel tema no se tocaría más, ella aceptó con un dejo de tristeza en su rostro, quizás esperando algo más.

-Entonces, para ti no era una opción tener una relación con ella...-intervino Heissman.

-Muchas cosas pasaban por mi mente, mi cargo, mi ética, era la hija del gobernador, además, aquel hombre aunque desconocido para mí era muy respetado por todos, yo no tenía buena fama con las mujeres y ella... era difícil verla como objeto de mis deseos, era poco lo que compartíamos en común además del trabajo y los gustos musicales, no sabía absolutamente nada sobre ella...

-Ya veo... es común sentirse incomodo en situaciones como esa, lo menos que uno desea es romperle el corazón a una persona, aunque de ti, me extrañaría...-sonrió con malicia.

-Que mal concepto tienes de mí, y no creo que mejore con lo que resta de historia.

El plan era simple, había dejado en claro mis intenciones y no se volvió a tocar el tema, fue como si en primer lugar nada hubiese sucedido y nuestra relación seguía siendo netamente profesional...

Las semanas pasaron de aquel modo, bastante normales, ese era el plan...

-¿Recuerdas los sermones de Alexander sobre el paraguas y las barbacoas?

-¡Como no!-rió

-No era una opción seguir pasando por lo mismo, comencé a llevar mi paraguas a diario por precaución, pero por raro que parezca nunca lo tenía a la mano cuando lo requería. Una noche en particular había desaparecido de la sala de reuniones y no me había dado cuenta sino esa misma noche cuando Lena me había pedido que la acompañara hasta su casa.

Era bastante tarde y entonces estaban de moda las noticias de secuestros y desapariciones en el periódico, era alarmante para cualquiera en la ciudad, muchas personas lo comentaban en las salas de espera, yo no tenía nada que temer por mí mismo y mis hermanos no frecuentaban salir de casa; ese día había estado lloviendo intermitentemente. No me quedó opción que aceptar.

Acabábamos de terminar una cirugía, siempre aproximadamente después de la media noche ya todo estaba hecho, faltaba poco para que amaneciera y los médicos de la siguiente guardia comenzaban a llegar, era una clara referencia a que ya no teníamos nada que hacer en aquel lugar. No pude negarme ante la petición de Lena, lo había pedido a toda voz en plena sala de esperas de una manera bastante convincente.

-...es que, tengo miedo de salir a estas horas, sola, una mujer desprotegida con este clima y tantos delincuentes y secuestradores...-exclamó a vox populi.-Además, soy la hija del gobernador...-añadió casi susurrándome al oído.

-¿Y crees que soy una especie de ángel guardián o algo así?...-susurré con escepticismo.

-¡Gracias! ¡Sabía que no te negarías!-exclamó abrazándome

Todos en la sala nos miraban con atención, a ver cuan manipuladoras pueden ser las mujeres...

De este modo salimos, fue entonces que vislumbré las nubes en el cielo además de varios rayos que caían sobre el rio alumbrando las calles de la ciudad.

-Lamento lo de hace un momento. -comentó Lena con seriedad.-No deseaba tener que convencerte de este modo, pero últimamente mi padre está muy frustrado por los casos de secuestros y asesinatos, me ha dicho que deseaba contratar unos guardaespaldas para protegerme, pero yo lo he calmado diciéndole que no iría sola a casa...?te imaginas? Ya las demás enfermeras susurran cosas sobre mí, no quiero darles más tela que cortar...

-Y crees que yo podría protegerte de algún asesino o algo así...-comenté con ironía.-¿No te has puesto a pensar que tal vez sea yo otro asesino?...


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top