Capítulo 33: Colegas y rivales


Una tarde aproveché a entrar a la biblioteca para leer sobre la neuralgia del trigémino y las cefaleas en racimos, otro síntoma que parecía haber presentado mi padre, fue cuando decidí sacar a Leopold a estirar las patas, me había dispuesto en la última mesa de la biblioteca con esta misma intención.

Para mi infortunio, mi privacidad no duró demasiado, Eleanor siempre parecía saber mi exacta ubicación, pues siempre llegaba hasta mí sin problemas ni mostraba sentir sorpresa al hallarme. Aunque aquella vez si parecía haberse sorprendido, apenas me saludó miró al roedor con una obvia expresión de asco, cosa que si bien me hizo reír, me hizo sentir un poco ofendido.

—Veo que ya conociste a Leopold V de Austria...—presenté con ironía mientras depositaba un beso sobre el lomo del animal.

Eleanor se veía incomoda, rió por lo bajo al escuchar el nombre antes de observar con atención el libro que estaba leyendo.

—¿Te fue útil la libreta que te regalé?.—preguntó con un leve rubor en sus mejillas.

—Sí, lo fue, pero ya no mucho en esta especialidad... de todos modos te lo agradezco.

La decepción se dibujó en su rostro, pero para qué mentir, solo era un libro más como muchos que había leído solo para aprobar alguna tediosa clase.

Nuestras conversaciones nunca salían del tema universitario, siempre opinaba sobre lo interesantes de sus profesores y lo aprendido en clase o los nuevos avances en su rama, yo simplemente daba mi breve opinión y sonreía al ver lo emocionada que se veía a diferencia de mi, cualquiera que me conociera habría pensado que estudiaba aquella carrera por obligación más que por interés.

Ella era una joven ejemplar para cualquiera de la época, la mujer perfecta de la que cualquier hombre pudiese enamorarse, atraía la mirada de muchos y de muchas, caminaba por los corredores con tanta confianza en sí misma y los profesores siempre la saludaban, tampoco su figura estaba mal, era alta y delgada, hacia lucir aquel aburrido uniforme de enfermería, siempre me había preguntado que hacia una mujer como ella hablando con tanto interés conmigo...

Yo jamás fui de la clase de personas sociables, me gustaba mantener mi espacio y no fraternizar con la gente, mucho menos con mis compañeros de clases quienes se veían como rivales unos con otros, todos queriendo graduarse con los mayores méritos, con recomendaciones y sobre todo, prestigio. El prestigio de ser egresados de la magistral universidad de Viena y haber sido alumnos de los más exigentes y excelentes profesores de todo el país...cuanta estupidez.

Eran precisamente esos compañeros, lo que yo catalogaba como el estrato más repugnante de la sociedad, era común verlos en los pasillos fanfarroneando entre ellos mismos y decir estupideces dignas de cualquier especie sin materia gris. Estaban en todas partes, justo aquella vez en la biblioteca también hablaban sin parar, uno de estos era el más pretencioso y patéticos de todos, un cabeza hueca de nombre Wilfred Kampmann.

Aquel idiota no era más que el estereotipo de niño mimado que cree poder tener todo lo que desee en la vida, era reconocido nada menos por tener el promedio más alto de la carrera, siempre repetía todo lo que leía en los libros como si se tratara de un libreto, los profesores lamian su trasero casi tanto como el a ellos, su padre era un duque o algo así, era especialista en varios deportes y el típico abusador de débiles, cuando se le presentaba la oportunidad solía acosar a los estudiantes nuevos, toda una joya.

Por si fuera poco, parecía sentir cierta afición por mí, tenía la manía de mostrarme sus calificaciones cada vez que se las entregaban, a lo que yo solía responderle con una encogida de hombros, recuerdo una vez le arranqué uno de esos exámenes y lo usé para sacudirme la nariz para volvérselo a entregar, ganándome aún más su odio...

Fue entonces que aquel bueno para nada se acercaba hasta nosotros con su sonrisa en su rostro, no era raro verlo acercarse cada vez que ella estaba a mi lado, a lo mejor se trataba de celos o simplemente me veía como un rival que debía sacar del camino.

—¡Bloodmask! Tu aquí!—mencionó con ironía.— Es raro ver ratas adiestrando a otras ratas...—inquirió con desprecio.

—Que te puedo decir, se me pareció tanto a ti que me dio lastima matarlo, con gusto podría regalarte uno para que te enseñe como hacer incisiones, estoy seguro a que hasta una rata lo haría mejor que tu...

La mirada de Wilfred cambió por completo, pasando de sarcástica a ofendida.

—No entiendo que hace una chica tan refinada como tu con alguien como él...

—De hecho, ya tengo suficiente edad para decidir con quien hablo y a quien decido ignorar, deberías respetar mi decisión y permanecer alejado...

Aquellas palabras provenientes de Eleanor me habían hecho sonreír, no había creído hasta entonces que aquella serpiente tenía veneno tras aquella apariencia inofensiva.

Kampmann sonrió con amargura y se despidió de Eleanor inventando una excusa, no sin antes dedicarme una sonrisa malévola y susurrar.

—Las plagas están prohibidas dentro de la biblioteca.

Tras decir esto, tomó el pesado libro que estaba leyendo y lo tiró aplastando así a Leopold, en el acto la sangre salpicó por todos lados incluyendo el uniforme de Eleonor quien se levantó con rostro indignado a punto de vomitar, Kampmann solo limpió el libro con el borde de la mesa dejando así un rastro de sangre y vísceras del animal antes de irse.

Yo solo permanecí callado e inmóvil, la sangre me había salpicado la cara, obviamente me sentí molesto, sin embargo, no debían ocurrir dos asesinatos en la biblioteca el mismo día, por lo que permanecí serio, solo tomé el libro, limpie mi rostro con mi pañuelo, y me retiré.

No era de extrañarse que aquel imbécil continuamente siguiera mis pasos para demostrarme quien era, sentía una enfermiza rivalidad la cual nunca terminé de entender si era para llamar la atención de Eleonor o algo más, inclusive en el último año de la facultad recuerdo que se veía sorprendido cuando se enteró que me había inscrito en el curso de neurocirugía del centro de investigaciones neuropatológicas de la universidad, inmediatamente corrió a cambiar su especialidad para entrar en el programa, si bien era un centro pequeño, pues pocos optaban por una rama tan ingrata, pasábamos días sin dormir en las arduas guardias del hospital y el último y mas difícil requisito era atender una cirugía de mas de veinte horas, para mi no fue pan comido, sin embargo mis "cualidades" me ofrecían ventaja.

—¿Por qué lograbas controlar tu impulso de beber sangre al estar todo el día cubierto de ésta?...—intervino Heismann.

—No es algo que solo tu te hayas preguntado.—sonreí.—En ocasiones el olor era tan enloquecedor que debía salir casi corriendo al pasillo a tomar el aire, sino, simplemente robaba una bolsa de sangre de transfusión sin que mi asistente lo notara, y apenas tenia oportunidad la tragaba toda casi sin respirar. Aunque mis impulsos de morder a mis pacientes no se fuera, eso lograba controlarme unas cuantas horas, también ayudaba el imaginar que era mi padre el que estaba sobre la camilla pendiendo entre la vida y la muerte.

Te mentiría si te digo que aquella cirugía fue cosa de niños para mi, tal como cualquiera de mis compañeros, sentía mis testículos en la garganta, si algo salía mal aquella joven de trece años de edad no recuperaría jamás la consciencia; había sido internada por una fractura al haber caído del quinto piso de un edificio, era como armar un rompecabezas sacando los trozos de cráneo de su cerebro intentando mantener los vasos sanguíneos intactos.

Fue específicamente una cirugía de veintidós horas y media, una y otra vez me repetía a mi mismo que al terminar iría a demandar a los padres de aquella niña al dejar que se estrellara la cabeza contra el pavimento, no podía entender como pudo haber ocurrido algo así, ya mis compañeros llevaban rato descansando en la sala tomando café y comentando su experiencia, tal parece que había sido el último en terminar, no le di importancia, lo único que deseaba era llegar a casa a darme un baño y dormir una semana entera.

Apenas me vieron pude notar que los profesores habían llegado incluyendo el decano de la facultad y el director del programa.

—Veo que ya todos han terminado, fue una tarea especialmente dura para usted, ¿no es así? Joven Bloodmask.

Permanecí callado al percibir la insinuación de aquella pregunta, al ver a aquellos idiotas afuera charlando me había desasegurado mi titulo por tan solo dos horas y media de diferencia. Además, nada se podía asegurar aun, puesto que ninguno de los pacientes recuperaba aun lo consciencia, por lo tanto no se podría decir que el trabajo estaba terminado para ninguno.

Después de eso la espera se hacia larga, habían pasado doce horas desde la cirugía cuando Elizabeth Furlham, el nombre de la paciente, recuperó el conocimiento. Sentí un enorme alivio entonces, mis seis años de estudios se resumían a aquel momento donde pude ver a los padres de la niña abrazándola entre lágrimas de alegría, era una jovencita muy fuerte, de eso no me cabía duda, apenas y sus ojos se encontraban medio abiertos viéndome con detenimiento pude percibirlo como un agradecimiento.

Al salir de terapia intensiva grande fue mi sorpresa, al notar en el pasillo unas veinte personas entre ellos algunos de mis profesores y periodistas que se empujaban para hacerme preguntas, no tenia ni la menor idea de lo que estaba ocurriendo, entre sus preguntas puedo recordar una que decía "?en que estado se encontraba la hija del oficial Furlham?", "?que información tiene sobre atentado contra la familia Furlham?" y la mas curiosa "¿es usted el hijo del fallecido doctor Malkavein? "¿Por qué su padre decidió cambiar su apellido?"

Entonces me sentí perturbado no podía evitar sentirme incomodo con tanta atención, fue entonces que los profesores intercedieron indicándoles a los periodistas que no ofrecería declaraciones, de este modo el decano me tomó por el hombro y nos alejamos del lugar hasta entrar a la sala de reunión del centro de investigaciones.

—El caso Furlham parece no querer salir de la boca de todos, pero no estamos aquí para hablar de eso.— inquirió el decano mientras tomaba asiento.— Desde que entraste a este programa estuvimos discutiendo si debíamos o no darte la oportunidad debido a las mediocres referencias que teníamos de ti, Adam, y fue difícil tomar una decisión teniendo en cuenta las dos horas de mas que te tomaste, habiendo tus compañeros acabado antes de las veinte horas. Sin embargo, debo admitir que fue mi idea darte el caso mas complicado, y no solo eso, la señorita Furlham ha sido la primera paciente en reaccionar del grupo, por lo tanto, puedes sentirte aliviado en saber que el titulo es tuyo, colega.

Otro en mi lugar tal vez se hubiese sentido orgulloso de si mismo, yo solo deseaba patearle la cara a aquel imbécil al afirmar sus malas intenciones sobre mi, los profesores me felicitaron con apretones de manos e invitándome a tomar un vaso de whisky, yo me negué inclinándome mas por una taza de café para inmediatamente tomar mi chaqueta e irme de aquel lugar. Tengo que admitir que por el camino pude imaginar la cara llena de envidia de mis compañeros incluyendo a Wilfred quien seguro se arrancaría los cabellos lleno de rabia.

La graduación estaba a apenas unos meses, los cuales pasaron volando y yo ya había recibido varias peticiones por carta de muchos hospitales del país que necesitaban un especialista con mi "talento" ofreciéndome excelentes salarios, pero el dinero era lo que menos me importaba, tenia en mente trabajar en el hospital mas grande del país, donde los casos fuesen mas complejos y variados.

Pese a lo que dijeran los demás, yo no me creía talentoso ni mucho menos un gran medico, siempre me valí de mis habilidades para hacer mi trabajo y esto no me tomaba ni el mas mínimo esfuerzo, a pesar de que el caso Furlham como todos lo llamaban, había puesto mi carrera en juego, nunca sentí el miedo que me generó el ver sufrir a mi padre en su lecho de muerte.

Tiempo después me enteré que todo aquel suceso había sido por venganza de un delincuente en contra de la familia del oficial y que su hija había sido rehén del asesino, quien la arrojó desde el balcón.

El día había llegado en que todos recibirían sus títulos universitarios, mi prima llevaba casi dos horas en su cuarto arreglándose para la ceremonia y mi hermano, del mismo modo ya estaba vestido. Al cabo de las ocho de la noche ambos entraron a mi habitación a avisarme que el cochero había llegado, yo sin embargo ni siquiera me había arreglado, me encontraba leyendo un libro sobre etiología de la epilepsia y otras patologías neurológicas.

—¡¿Se podría saber por que no estas listo?!.—gritó Marie con poca paciencia.

—Les dije que hoy seria mi graduación, pero jamás les dije que yo asistiría...

Antes de que comenzara una discusión por parte de ella, Alexander asintió con comprensión y se encogió de hombros, conocía a mi hermano a la perfección y sabia cuanto odiaba las ceremonias largas, casi tanto como a mi, no deseaba tener que saludar hipócritamente a nadie menos a un grupo de desgraciados que solo quisieron hundirme desde el primer día que pisé la facultad.

Marie pareció entender al rato pues sus reclamos habían cesado, al día siguiente iría a buscar mi titulo una vez que los demás se hubiesen ido. Sin embargo esto no pudo ser.

Al llegar a la oficina del decano me conseguí con nada menos que Eleanor quien me saludó nerviosa, pasando su cabello por detrás de su oreja como característicamente solía hacer cada vez que hablábamos.

—Me pareció extraño no haberte encontrado ayer en la graduación, me hizo un poco de falta no tener con quien charlar, además, te había apartado un puesto en la ceremonia...supuse que no te sentiste bien para no haber asistido.

—Así es, anoche no me sentía muy bien por desgracia, me habría gustado poder ir...

—Eso ya no importa, que alivio saber que estas mejor, doctor Bloodmask...

No pude evitar sonreír a aquella frase, fue entonces que me di cuenta de lo bien que sonaba mi titulo al lado de mi apellido.

—Gracias por preocuparte, sería interesante que nos encontráramos algún día como compañeros de trabajo, licenciada Van Monderberg...

Dicho esto nos despedimos cada uno con nuestro titulo, había comenzado a llover, para mi suerte aquel día tampoco había salido el sol y llegué a casa sin entrar al vestíbulo, al contrario me dirigí directamente al patio trasero donde estaba aquel ciprés que yo mismo había plantado hace ya seis años sobre las cenizas de mi padre, sin pensarlo demasiado me arrodillé frente a este el cual me cubría un poco de la lluvia y pude al fin decir.

—Lo logramos...

Fue entonces que sentí nuevamente aquel nudo en mi garganta, nunca podría superar la nostalgia que sentía por él, y me preguntaba cómo se hubiese sentido si él estuviese conmigo entonces, para celebrar mi triunfo como en aquellos viejos tiempos. Abrí entonces el tuvo donde se encontraba el diploma y pude leer lo que decía en aquellas letras doradas con el escudo de la universidad, las mismas palabras labradas que Eleanor había dicho antes de despedirnos.

"La Facultad de Viena le otorga el título de médico especialista en neurocirugía al doctor Adam Ludwig Van Bloodmask Malkavein"

De pronto pude sentir como algo me cubría de la lluvia, al subir la mirada pude ver a mi hermano sosteniendo un paraguas sobre mi cabeza.

—Debería entrar antes de que pesque un resfriado, doctor...—musitó tras sonreír. Esa habría sido una de las pocas veces que vi a mi hermano sonreír, y que no habría vuelto a ver desde hace seis años atrás.

—Sabes, creí que todo esto se trataba de una simple casualidad o que me quizás me estabas timando todo este tiempo...—rió Heissman por lo bajo.—En realidad eres un vampiro después de todo...

—¿En serio aun te quedaba duda?.—cuestioné indignado

—Todos los días atiendo mitómanos, doctor Bloodmask...—inquirió acercando el vaso con agua a sus labios con arrogancia.

Solo pude sonreír ante aquella demostración de apatía digna hasta de mi mismo, podrían culparme de psicópata mas nunca de mentiroso patológico, decidí darle otra pequeña demostración tras fijar mi mirada y chasquear mis dedos pude romper el vaso haciendo que este se empapara y quedara inevitablemente serio.

—Le puedo ofrecer un pañuelo si lo desea, doctor escéptico...—dije con ironía mientras tendía el pañuelo a lo que el lo arrancó con una sonrisa apretada, no parecía divertido con mi broma.

—Me refería a que casualmente me parece haber leído algo sobre ti en un libro de historia médica y tus aportes, fue muy por encima y sin especificar demasiado, no podría creer que tenga ante mi a un médico del siglo diecinueve, debo suponer que tomaste una buena decisión al aceptar el trabajo en el hospital central de Viena...

—Eso creía, al comienzo mi prima estaba indignada y quienes me conocían se preguntaban por qué razón un niño rico iba a preferir un trabajo mal pagado y agotador, pero tal y como lo dije anteriormente, el dinero era lo que menos me importaba, nunca se ha tratado del dinero, pues el dinero nunca me ha alimentado ni me ha hecho falta, yo solo podía pensar en resolver el misterio que toda la vida me ha restado el sueño, mas de una noche sin dormir pensando y buscando respuestas en los libros, sabes a lo que me refiero, a lo único por lo cual he venido hasta acá, además tenia otras intenciones, una manera de cobrar venganza mas sutil y personal, deseaba robarles el trabajo a los vejestorios que deseaban sacarme del camino, mis propios colegas que una vez fueron colegas de mi padre y ansiaban su muerte, mi padre era un médico muy brillante, el único capaz de aceptar una mención honorifica del mismo archiduque, el sueldo era lo de menos, lo que mas podía enervar los nervios de esos desgraciados era el agradecimiento de mis pacientes y los continuos halagos que crecían con el tiempo, no se trataba de dinero, se trataba de venganza.

—Entiendo, provocar la envidia de un grupo puede ser algo complicado pero a la vez fácil de lograr cuando se tiene carisma y talento, lo veo a diario doctor, si las buenas obras no alimentaran el ego de quienes las hace entonces nadie las haría...

No pude dejar de reír sobre esto último...

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