Capítulo 28: El abogado del diablo
No pasó demasiado tiempo para que Marie llegara hasta nosotros, nos miró con confusión, sus ojos seguían inundados, me miró de arriba abajo con horror fijándose posteriormente en el charco de sangre que estaba en el suelo.
—¡¿Q—Qué ha pasado aquí?! ¡¿Por que estás cubierto de sangre?!
—Será mejor que los lleve a casa antes que...—intervino Shubert antes de ser interrumpido por un hombre de pálida piel vestido de negro. Era el jefe de la policía quien estaba seguido por una enfermera y dos médicos.
—Nada de eso doctor, este joven queda detenido por intento de homicidio.
—¡¿Como?!—exclamó Marie con angustia.
—¡Este joven es menor de edad y está bajo mi protección! Aquí no ha pasado nada para que el deba ser condenado.—intervino Shubert interponiéndose al oficial. Sin embargo este último hizo caso omiso a sus palabras y lo apartó, atándome unas esposas a las muñecas. Yo no ofrecí ninguna objeción, tampoco sentí arrepentimiento alguno.
El oficial me llevó hasta afuera, mis hermanos corrían detrás para detenerlo y ofrecerle una explicación, que estupidez, toda mi ropa estaba manchada de sangre, ni siquiera me había dignado a limpiarme el rostro. Alexander se detuvo ante el portal del hospital, yo crucé hasta el otro lado de la calle viendo arder mi piel tan solo pude morder mis labios y apretar mis ojos, aquel oficial ni siquiera se dio cuenta, me metió en la parte trasera de aquel coche y seguido de eso me llevó hasta la estación de policías para encerrarme en una de las celdas de ésta.
Heissman carraspeó su garganta interrumpiéndome.
—Parece ser que la mala suerte es un factor común en tu familia, Adam...
—Que pena que tengas razón.—reí por lo bajo mientras limpiaba mis anteojos.
—No imagino un drama mayor para tu familia que el vivido aquel día, no solo tener que despedirse de un padre, sino también quedarse impotentes al ver como te llevaban detenido... podría inferir que pudiste sentir entonces.
—¿Miedo, tristeza, arrepentimiento? Nada de eso, solo rabia, el sistema límbico de las personas borra los recuerdos trágicos de la memoria para que estos puedan vivir una vida sana, mientras peor halla sido el acontecimiento mas difícil será recordarlo, usted debe saber que así trabaja el cerebro, pero no fue el miedo lo que me invadía, pues ya tiempo atrás había vivido mi peor temor que era el verlo sufrir, la tristeza pasaba a un segundo plano incluso, en el fondo, yo sabia lo que nos esperaba, pero el odio era un sentimiento inevitable.
—Soy humano Adam, comprendo lo que se siente la decepción y las repercusiones que esta puede tener sobre nuestras vidas, decepcionarnos es igual a sentirnos traicionados, no hay especie viva que pueda sobrellevar una sensación tan indescriptible como esa, estamos del mismo lado del escritorio en este momento. ¿Puedes comentarme que mas ocurrió? ¿Como lograste salir de la cárcel?
No pude evitar reír.
—Debes creer por todo lo que has oído que me escapé matando a todos los oficiales de la comisaria.
"Pude haberlo hecho..."
—¿No fue así?—rió incrédulo.
—No, de hecho, me atrevo a decir que no había otro lugar donde hubiese querido estar mas que tras las rejas, sin la presión del llanto de Marie o las deducciones sin sentido de mi hermano, de estar en casa no hubiese sabido que hacer viéndome solo y sin el, pude pasar un par de días en aquella celda sin que nadie interrumpiera mis pensamientos mas que el general de vez en cuando para llevarme de comer, comida que obviamente ni siquiera probaba.
—Oye...se lo que ocurrió con tu padre...—inquirió mientras se sentaba cómodamente al otro lado de la celda; yo solo me limitaba todo el día a observar fijamente el techo acostado y a veces tarareando la canción que yo mismo había compuesto.
—Debo suponer que ya salió en la prensa...—contesté sin ánimos de entablar una conversación.
—Tu padre era el mejor medico que tuve la dicha de conocer, ¿sabes? Pero no deberías de aguantar hambre por su muerte, sino comes enloquecerás...—insistió. —Vamos, debe de haber algo que se te antoje comer.
—Una mujer virgen no estaría mal...—insinué con malicia a lo que el oficial soltó una carcajada.
—¡Créeme que a todos se nos antoja eso! Pero tú estás muy joven como para saber el glorioso sabor de boca que da ser el primer hombre de una mujer.
No entendí tanta emoción, ya había estado con mujeres vírgenes y todas eran unas lloronas, además no era sexo de lo que estaba hablando.
—¿Que tal te parece una partida de ajedrez? Odio ver que un muchacho de la edad de mi hijo pase todo el día sin hacer nada productivo, por lo menos podrías ejercitar el cerebro.
"Ajedrez, todo menos eso"....fue lo que pensé para mis adentros
Sin más nada mejor que hacer acepté la propuesta, sin embargo no me habían hecho el tercer jaque mate cuando alguien interrumpió en la comisaria.
—Me alegra saber que no has enloquecido por dos días aquí encerrado.—exclamó Shubert acercándose hasta el oficial.—Aunque viéndote jugar algo que odias me hace dudar que sea así realmente...
—Es bueno saber que odias el ajedrez, de otra manera no entendería por que motivo eres tan malo...—rió por lo bajo el oficial.
—Te traigo buenas noticias Adam...—intervino Shubert sacándose un sobre del saco.— Al fin te he conseguido una audiencia con el jurado para liberarte de una vez.
De inmediato extendí mi brazo fuera las rejas arrancándole así la carta firmada por el juez, que evidentemente decía que se me había concedido una audiencia en las próximas veinticuatro horas para dictar una sentencia al caso. La audiencia era para ese mismo día.
—Firmado y sellado por el juez. Por lo que tenemos que irnos ya mismo, Adam, traje tu ropa, tendrás que cambiarte en el coche.
—Entiendo, me alegra que ustedes los ricos consigan audiencias de un día a otro, es la primera vez desde que me volví jefe de esta comisaria que suelto a un prisionero para que se vaya a casa y no para la prisión.—comentó con valiente ironía pero con un dejo de rencor disimulado.—Espero no verte mas la cara por aquí, muchacho.—amenazó mientras abría la estruendosa reja de la celda.
Por mi parte seguía en silencio, aquel oficial y yo nos vimos a los ojos, intenté desentramar que era lo que pasaba por su mente al verme, había conocido a mi padre y parecía resentirse por su muerte.
—Viena necesita buenos médicos hoy día...susurró con pesadez a mi oído mientras fingía despedirse de mi. Sin hacer ningún comentario, me limité a meditar en sus palabras e irme de aquel lugar tal cual había llegado, siendo semi arrastrado por un alto hombre y montándome en un vehículo negro.
En menos de veinte minutos ya habíamos llegado a la corte, apenas y había terminado de atarme la corbata al cuello salí del coche con la ayuda del paraguas de Shubert, cuan precavido era aquel hombre. El juez aun no llegaba, entre tanto Francis me ponía al tanto del plan.
—El juez te ha citado para decidir tu sentencia, Adam, tal vez en este momento desees drenarme toda la sangre del pecho, pero era la única manera de conseguir una audiencia para ti, con lo que le sugerí a Shippman que debía demandarte por intento de homicidio.
—Tienes razón, me encantaría matarte ahora mismo....—agregué con odio.
—El plan será lograr una contrademanda, tienes todo a tu favor.—Susurraba Shubert. —Por tu edad el estado te concede una audiencia inmediata con derecho a abogados y testigos, pese a la gravedad de tu crimen, además, tengo la evidencia y los testigos que necesitamos para hacer justicia a Andrew, Shippman saldrá de aquí a prisión con cargos por negligencia médica y una condena prolongada.
Pese a que todas aquellas palabras sonaban como autenticas promesas de justicia, yo no lograban conformarme... un jurado no iban a traer de vuelta a la vida a mi padre.
Al cabo de media hora toda la corte se había llenado, mis hermanos habían llegado por su cuenta, se les veía mas cansados, Marie estaba desaliñada y demacrada, no le lucía el color negro del luto, ambos se acercaron hasta mí a saludarme y a desearme suerte, también habían ido en plan de testigos.
Shippman había llegado vistiendo un traje bastante elegante con un cabestrillo puesto en su brazo derecho y sobre su ojo, llevaba un parche, no pude evitar sonreír ni entonces ni ahora, además iba acompañado de su abogado quien lo ayudaba a caminar, que dramático...
—Borra ahora mismo esa sonrisa del rostro....—reprochó Shubert entre susurros.
Al dar comienzo la sesión, tal y como cualquier otra, Shippman y su abogado subieron al estrado para testificar sobre los hechos de mi "imperdonable intento de homicidio en primer grado" y repetir cuan peligrosa era mi conducta para la sociedad además de repetir una y otra vez la sentencia que conlleva aquel acto en el estado de Viena.
—Objeción, el doctor dice haber recibido repetidas apuñaladas en el pecho, por lo tanto no tiene necesidad de llevar ese cabestrillo, Matthew Shippman es un reconocido traumatólogo por lo que no creo que deba confundir un traumatismo con laceraciones provocadas por las tijeras del acusado... Estaba comenzando a fastidiarme aquel teatro entre médicos alardeando una y otra vez sobre sus especialidades y múltiples títulos obtenidos en sus vidas, aquel par de lagartijas momificadas peleaban entre si sobre quien tenia la razón hasta que entonces el juez optó por callarlos y darme la palabra, otro en mi lugar habría estado hasta el cuello en mierda, yo en cambio, sentía arder en coraje de tener a ese asesino frente a mis ojos.
—Díganos, cuantos años posee, joven Malkavein...—interrogó el juez.
—Diecisiete años...—contesté.
El juez pareció molestarse al instante, a lo que indicó que debía subir al estrado, en seguida Shubert comenzó con sus interrogaciones sobre los hechos como, donde había conseguido las tijeras, que había ocurrido por mi cabeza antes de tomarlas y lo más importante:
—Dime, Adam... ¿Que te motivó a cometer ese crimen?...
—Porque hago responsable a ese hombre de la muerte de mi padre...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top