Capítulo 26: Las horas más largas pt 2
Habían pasado las horas, ya eran las nueve de la mañana y mi padre aun dormía, Shubert y Shippman habían llegado juntos, atravesaron la sala entre risas, pero al verme, Shubert dejó de reír, con seriedad agachó su mirada y nos saludó, ninguno tuvo las ganas de responder, ni siquiera le dimos la mano, Marie seguía dormida y Alexander simplemente lo ignoró.
—Mi padre esta mejor...—comenté con resentimiento.
—¿En serio? Eso me alegra mucho, ayer...
—Duerme casi tan plácidamente como ustedes anoche en sus confortables camas, incluso las enfermeras duermen cómodamente en este hospital, es bueno saber que las camillas son cómodas...
—¡¿Como?!—intervino Shippman ofendido.
—Tu padre ayer se veía mejor, además no hay riesgo que correr cuando Andrew tiene un hijo tan bueno como tu. Nos hubieses llamado apenas ocurriera algo, por suerte no...
—¡CÁLLATE!
En el acto, mi hermano había volteado a mirarme impresionado y Shubert quedó sin palabras.
—No seguiré tragándome sus malditas excusas, no soy un niño, y de serlo, no seria tan estúpido de creer sus mentiras... pero les advierto algo, si mi padre muere en manos de alguno de ustedes, les juro, que los mataré... por mi padre les juro que los colgaré de sus propios intestinos si algo llega a ocurrir...—amenacé mirándolos con odio.
Alexander se había levantado a tomarme por el hombro intentando tranquilizarme, ambos médicos se quedaron callados y me dieron la espalda para luego irse.
Lleno de rabia, me devolví a mi asiento masajeando mis sienes, mi cabeza parecía querer explotar, mi hermano se sentó a mi lado sujetando mi hombro con su mano.
—Solo di cuando y donde, yo te ayudare a destriparlos, así mi estomago no pueda más y desee vomitar, cuenta conmigo...
Yo solo reí complacido y cerramos el trato apretando nuestras manos, hacia muchísimo tiempo que mi hermano y yo no estábamos de acuerdo en algo.
Ese día hablamos como hace tanto que no lo hacíamos, no hablamos de nada en especial, simplemente de nuestra opinión sobre lo que ocurría y trayendo a la vida recuerdos de nuestra niñez. Alexander rió un par de veces, algo bastante raro viniendo de él, lo cual también sorprendió a Marie quien supongo que se despertó por nuestras chácharas.
—¿Como sigue mi tío?...—cuestionó angustiada.
—Sigue mejor, no ha despertado aún pero Adam logró hablarle esta madrugada y se le veía mejor.
—¡¿Hablaste con él?! ¡¿Que te dijo?! ¡¿Y por que demonios no nos despertaste para hablarle también?!
—Intente, pero duermes como oso en hibernación...
—¡Serás estúpido! ¡Llevo desde hace tres días sin dormir en mi cama, por supuesto que tengo el sueño pesado!
—M—Muchachos...—susurró Alexander mientras nos indicaba que calláramos.
Justo entonces, por la entrada de la sala de espera entraron los escuálidos colegas de mi padre, aquellos que solo había visto un par de veces y nunca juntos. Éstos eran: Arnold Schwarschild, Erich Kottom, Leopold Sensemann, y Conrad Rosenzweig. Estos llegaron murmurando entre ellos y viendo a los pacientes de la sala por sobre sus hombros, reían con discreción, a pesar de que nos vieron, ninguno nos dirigió un saludo, apenas y una mirada.
En seguida Shubert y Shippman salieron del quirófano y extendieron sus brazos abrazándolos como quien no ve a un pariente desde hace años, estos reían y se mofaban unos con otros con comentarios como, "¿se te corrió el maquillaje o esas son ojeras?", "estas mas delgado, deberías estresarte mas a menudo"...
En mi opinión, me desagradaba demasiado esa actitud, para mi no era otra cosa que una gran falta de respeto, ni siquiera entiendo a qué habían llegado ese cuarteto de buitres, ya me era suficiente con ver a aquel par de momias ineptas atendiendo a mi padre y ahora habían seis de ellos, todos saludándose como comadres chismosas.
Estos entraron al quirófano de la misma forma en la que habían llegado, mi mente se hizo la pregunta de ¿por que lo habían hecho? Ni siquiera se habían puesto sus batas, una vez mas me percaté de algo más allá de lo que se podía ver.
—¿Por que habrán entrado?...—se preguntó Marie.
—Ni siquiera se pudieron sus batas, ¿lo notaste, Adam?
—Si... iré a averiguar que hacen ahí dentro.
Una vez mas me levanté a mirar por la ventanilla, pero para mi mala suerte uno de ellos se había parado justo en frente de esta sin dejarme ver mas que su espalda, estos seguían riéndose y bromeando, como si estuviesen en una fiesta, tenia entendido que juntos eran un grupo bastante vivaracho, mi padre una vez me contó que tuvo que dejarlos lentamente, pues estos se reunían a beber en bares peligrosos y a irse de fiestas montándole cuernos a sus mujeres, y el no pretendía hacer lo mismo, siempre respetó muchísimo a Emily y creía en la moral.
Al cabo de cinco minutos todos salieron murmurando, me tenían al borde de mi paciencia, yo había vuelto a tomar asiento, ellos se dirigieron hacia nosotros para saludarnos y decirnos que nuestro padre era un hombre muy fuerte y nosotros éramos afortunados de tenerlo de ejemplo.
—Adam será el próximo medico de la familia, ¿lo sabían?—comentó Shubert colocando su mano sobre mi hombro.
—No cabe duda que es un muchacho muy inteligente como su padre, estoy seguro que tendrá un enorme éxito algún día.—opinó Shippman haciendo hincapié en aquella ultima frase.
—¿Adam? ¿En serio? Lo esperaría de Alexander, pero no de un maestro pianista o el habilidoso jinete, sino es él entonces no tendré a quien apostarle...—cuestionó Arnold. Entonces yo tampoco sentía interés en la medicina.
Cada uno hizo sus halagos hacia nosotros y nos indicó que les ayudarían a los otros en las guardias nocturnas para cuidar de mi padre, su eterno y gran colega, citando sus palabras.
Al cabo de un rato de lamernos el trasero, todos fueron a buscar algo para comer, Shubert en cambio se había quedado para indicarnos que nuestro padre seguía mejor y que ya había despertado.
—Deberían pasar, el ya se siente mucho mejor y lo primero que dijo fue que deseaba verlos.
Marie se levantó con emoción, sacudió un poco su vestido y Alexander suspiró aliviado, yo no sabia que decir o que hacer, ellos no sabían sobre el estado de el, ni el de su pierna, era algo abrumador, pero ya no me importaba mientras el siguiera entre nosotros.
Ambos entraron con sigilo, yo en cambio me quedé afuera esperando que ellos terminaran de hablar, no deseaba ser yo quien les contara todo, sin haber pasados los cinco minutos, pude oír gritar a Marie asustada algo así como "No puede ser" yo sabia a que se refería. Agotado, froté mi frente y mis ojos, mi espalda dolía y todo me daba vueltas, llevaba tres días sin probar ni una sola gota de sangre y mi cuerpo no resistía.
Una hora después y a punto de quedarme dormido, mis hermanos salieron con los ojos un tanto húmedos pero con una sonrisa aliviada en sus caras.
—¡¿Por que no nos contaste de su pierna?!—recriminó Marie golpeándome con su bolso.
—Cálmate, los demás te oirán...—musitó Alexander.
—¿Y eso que? Con o sin pierna, lo importante es que está vivo.—fueron las palabras que dije en ese momento, aunque en mi interior, seguía latente la idea de hacerle pagar a Shippman por su brutalidad.
No lo pensé por más tiempo y caminé hasta el quirófano, deseaba saber para qué se trataba ese papel.
En el acto, Shubert me detuvo justo antes de entrar, me miró con seriedad y llamó también a mis hermanos para hablarnos sobre algo.
—Disculpen que los moleste, se que ustedes desean estar con su padre lo antes posible, lo entiendo y yo deseo lo mismo, pero aunque el se encuentre mejor, aun no puedo darle de alta, acaba de salir de una cirugía bastante fuerte y si ocurriese alguna complicación lo ideal es que el este aquí, es por eso que llamé a los colegas, mientras tanto, deberían hablar con el sobre esto.
Al decir esto, Shubert abrió la puerta y se acercó hasta mi padre para decirle que ya nos había informado de la situación.
—N—No comprendo, ¿cuanto tiempo más deberás quedarte?—interrogó Marie a mi padre.
—No lo se, linda, tal vez un par de días más, todo depende de mi mejoría, al menos ya los dolores se han disminuido casi del todo y ya puedo comer lo que quiera.
—¡¿Un par de días mas?! ¡Que pesadilla! No me digan que tendré que seguir durmiendo en el suelo...—chilló aquella morena quejumbrosa.
—De eso nada, ustedes volverán a casa...—reprochó mi padre.
Nosotros en seguida nos opusimos a su palabra, sin embargo, sus razones eran ciertas.
—No pueden durar tantos días sin comer, ustedes son niños, necesitan alimentarse y dormir cómodamente y con tanta preocupación no podrán hacer ninguna de las dos cosas, al menos podrán visitarme todos los días, pero desde hoy espero que duerman bien en sus propias camas...
—Sabes bien que eso no sucederá.—intervine molesto.—Si me voy a casa, mi preocupación será peor, al menos aquí puedo saber cada vez que sufres, pero en casa no podré dormir sin saber como estarás aquí...
—Adam, cálmate, tu padre tiene...—intervino Shubert a quien interrumpí en el acto.
—¡Tu no me pidas que me calme!
—Adam... cálmate...—dijo con seriedad mi padre.
—Te prometo que si tu padre necesita algo, yo mismo llamaré por teléfono...
—Pues, si eso tranquiliza a papá, iremos a casa entonces...—sugirió Alexander.
—Pienso lo mismo.—secundó Marie.
Yo me sentí reacio a aquella petición, pese a que mi padre me miraba implorándome, yo me quedé cruzado de brazos sin dirigirle la mirada.
—¿Podrían dejarnos solos a Adam y a mi?...—dijo mi padre en tono paciente.
Los tres entonces salieron como se les ordenó, Marie y Alexander se despidieron con un abrazo y un beso, sin antes decirles que lo amaban. Al estar completamente solos, yo solo resistía las lágrimas en mis ojos.
—No tienes por que estar así...no seas tonto, ¡yo estaré bien!
—Lo siento...
—¿Que cosa? No tienes que disculparte, ¡ya te dije que nada de esto es tu culpa, muchacho tonto!
—Perdón por haberte dicho que debí dejarte morir ese día.
—Adam, te conozco, y se que palabras tan rudas no me las dirías si de verdad las creyeras, eres de los que hablan sin pensar cuando están molestos... pero yo también te debo una disculpa, no debí haberte gritado, mucho menos pegado, tu hiciste lo correcto, te lo agradezco.
Me quedé en silencio por un momento, me acerqué hasta la camilla para sentarme a los pies de mi padre, no podía evitar llorar, el me llamaba tratando de calmarme, yo solo podía negar con la cabeza, separarme de el no era una opción para mi, yo solo tenia diecisiete años, no sabría que hacer si lo perdía.
—Ten, límpiate la cara...—dijo mientras me abrazaba y acercaba su sabana hasta mi rostro.—A ver que sigues siendo un mocoso mimado...
Yo sonreí sintiéndome ofendido, el simplemente rió.
—Oye, ¿sabes algo? Te tengo una sorpresa...—susurró con emoción.
En ese momento, el apartó la sábana hacia un lado dejándome ver su pierna. Mi impresión fue grande, aquel muñón el cual apenas llevaba hasta la mitad de su muslo ahora se había regenerado y tenía rodilla.
No pude ocultar la impresión.
—Desperté así...tuvo que haber sido tu sangre. ¡Es un milagro!...—susurró con emoción.
Ambos nos miramos con complicidad riendo con emoción
—Es por eso que puedes estar más calmado, ya ves, no me quedaré mucho tiempo en este lugar. Tu padre es más fuerte de lo que crees.
Aliviado, comenzamos a hablar sobre algunas cosas, el me preguntaba que pensaba hacer de ahora en adelante, pero yo no tenia nada planeado, apenas y pensaba en lo que ocurría y ni siquiera tenia idea de lo que comería en la noche al llegar a casa.
—¿Ya has visto a las enfermeras? Hay unas muy bonitas, ¿no lo crees? Son un par de años mayores que tu pero, eso no les quita lo hermosas...
—Si te soy sincero, ni siquiera me había fijado...
—¿Tu? ¿Sin fijarte de cualquier cosa que lleve falda? ¡Que bueno que estas en el hospital porque parece que estas enfermo!
—Solo se que en su oficina duermen como marmotas...
—¡¿Entraste a su oficina?!
—Si...Por cierto... ¿y para que era el papel?
—Hmmm, eso, bueno, ya lo sabrás algún día. No pienses en eso, dame un abrazo de despedida hasta mañana...
A pesar de no sentirme convencido por aquella respuesta, eso hice, inmediatamente, una vez mas, volví a buscar en las gavetas de los muebles y volví a tomar una jeringa, mi padre me miraba con temor sin comprender nada, de la misma forma que antes, introduje la aguja en mi brazo y llené el cartucho de 50cc de mi propia sangre, las nauseas no se hicieron esperar, sin darles importancia entregué la jeringa llena en sus manos, el la veía entre horrorizado y asqueado.
Después de eso me dedicó una mirada reprochadora muy común en el quien siempre repetía "tu no tienes remedio" mientras sonreía.
—Ya sabes que hacer con ella, úsala apenas sientas dolor, y mantenla escondida...
—Eso haré, puedes estar tranquilo.
Yo simplemente lo abracé y me despedí de él, seria mentira decir que pude estar tranquilo, pese a que me sentí aliviado pues mi padre se estaba sanando extremadamente rápido, el hecho de dejarlo en ese lugar, sólo con ese grupo de matasanos, no le favorecía a mis nervios, a los pocos minutos yo ya me conseguía afuera del hospital, contemplando aquel edificio debajo de una sombrilla, no era el aterrador edificio que parecía ser, de hecho era bastante hermoso, grande y con una estructura muy común para la época, el introducirme al coche que nos esperaba me hacia sentir que algo dentro de mi se iba arrancando lentamente, pero no había nada que hacer, si yo no me alimentaba pronto, no me seria posible cuidar a mi padre.
A partir de ese día iba diariamente a visitarlo, sin embargo, siempre estaba dormido, Shubert además se encargaba de llevarnos a Alexander y a mí varias bolsas de sangre de transfusiones, era el único amigo de mi padre a quien él había confiado nuestro secreto, nos fue bastante útil a pesar de todo.
—Pueden estar tranquilos, muchachos, Andrew está en excelente estado, por desgracia los tratamientos médicos lo tienen la mayor parte del día durmiendo, a este ritmo creo que deberé llamar a un príncipe azul para que lo bese...—se excusó Shubert mientras salía de la habitación de mi padre...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top