Capítulo 23: Introducción a la locura
La lluvia no dejaba de caer, se deslizaba por la ventana panorámica del consultorio, no podía dejar de verla, apenas el terminó de leer carraspeó, supongo que estaba bastante ensimismado entonces.
—Ese fue el ultimo capitulo que él escribió, ya no hay mas anécdotas en ese diario que sean relatadas por él.
—Bueno, me parece bien que ahora seas tu quien me cuente los hechos desde tu percepción...Además, tengo la certeza que tienes mucho que contar, ¿no es así?
—Bueno, no vine hasta acá para guardar secretos...
—¿Que paso entonces? ¿Por que tu padre despertó en el quirófano?
—No es difícil de deducir. Tal como lo dice ese capitulo, mi padre sufrió una caída sobre sus ya traumatizadas vertebras lumbares, por mas molesto que me sentía corrí a llamar a Shubert para explicarle lo ocurrido y además necesitaba a mi hermano y a Marie de regreso en casa.
13 de Noviembre de 1884. 7am
—Está durmiendo en este momento...además no creo que quiera que lo moleste.—dije por el parlante del teléfono.
—Ya veo, ese Andrew no cambia, siempre ha sido muy volátil con sus reacciones, y eso es algo que ustedes tienen en común, ¿eh?
—No se de que hablas...—mencioné ofendido.
—No te hagas el tonto, les avisaré a tus hermanos sobre la situación y los llevaré a casa de inmediato, por favor, no dudes en llamarme si algo llega a suceder con tu padre.
Colgué sin ánimos de despedirme, no deseaba mantener conversación con nadie, no sabia si era decepción o rabia lo que sentí entonces, pero si hubiese tenido la oportunidad, habría descuartizado al primero en acercarse.
No habían pasado ni veinte minutos para que aquel par regresara, lo supe al oírlos entrar desde el vestíbulo, ni siquiera salí a recibirlos, me encerré en mi habitación para intentar dormir un rato.
Aunque como era de esperarse, tomar una siesta no era algo que se respetase jamás en casa, no habrían pasado ni cinco minutos de haber podido despejar un poco mi mente cuando una inoportuna morena entró sin avisar.
—¡¿Quieres explicarme por que demonios nos dejaste solos?!
—Marie, cálmate por favor— intercedió Alexander desde sus espaldas.
—Cállate. No tengo que darle explicaciones a unos cobardes como ustedes dos. Lo que pasó es de esperarse, si tanto les interesa, entonces pregúntenle al él.
Marie quedó boquiabierta ante mis palabras, Alexander sin embargo se encolerizó, cosa que nunca después de que nos conocimos, había pasado.
—¡MUCHO CUIDADO CON LO QUE DICES! Bastardo engreído.— vociferó mi mojigato hermano mientras me sujetaba de la pechera, de un solo empujón este me tiró hasta la pared haciéndome caer.
Lo recuerdo muy bien, yo solté una risa llena de ironía, Marie repetía que nos tranquilizáramos, Alexander se acercó hasta mí retadoramente, su mirada se veía llena de rabia.
—Eres igual a todos, capaz de sacar las garras al que por años te cuidó tu pálido culo... ¿Por qué no te defendías del mismo modo de los que te jodían en la escuela? Mojigato doble cara...
—¡Adam ya basta!—gritó Marie.
—¡TU CÁLLATE! ¡Eres la menos indicada para intervenir! Con cada uno de mis defectos, jamás me he acobardado, a diferencia de ustedes. Ya estoy harto de cargar con un par de lastres cobardes.
—Solo dices esas cosas porque estás molesto...
—Déjalo Marie...Es inútil hablar con una persona que no sabe controlar lo que sale de su boca...
—Alex, por favor, se que Adam no lo dijo en serio...
—Fuera de mi habitación...—gruñí.
—Adam por favor...explícame ¿que fue lo que ocurrió?...—insistió Marie
—¡LARGO!
Lo último que quería en ese momento eran más quejas y críticas, me sentía molesto, con el mundo, con las circunstancias, con los que me rodeaban, molesto conmigo mismo, por haber permitido que mi padre tomara esa absurda decisión y confiar en ella. Y si correr a mis hermanos era la única manera de sentirme mejor, pues no dude en hacerlo.
Volví a recostarme en mi cama, me comenzaba a doler la cabeza, desde el pasillo podía oír a Marie reprender a Alexander.
—¡Tu ya debes conocerlo! Pierde los estribos cuando esta molesto, ¡y tú no mejoraste la situación!
—¡Yo no voy a tolerar que el se exprese de esa forma! Tu misma lo dijiste, él tiene una especie de favoritismo por Adam. Nosotros siempre estamos bajo su sombra, ¡aunque yo no lo envidie ni me queje, no es justo que se exprese de papá de ese modo!
Si aquellas palabras eran reales, yo jamás lo había notado, mi padre siempre cuidó de los tres, pero de cierto modo, yo siempre sentí que le debía más que mis hermanos a él.
La mañana transcurrió del mismo modo, ellos solo se dedicaron a hablar entre ellos desde la sala, yo en cambio me quedé dormido sin darme cuenta, mi dolor de cabeza se intensificaba y eso era algo muy extraño para mí.
Apenas logré quedarme dormido profundamente, recuerdo haber tenido un sueño bastante extraño.
Lo recuerdo precisamente por lo que fue, una bizarra pesadilla que ni el mismísimo Freud podría comprender su origen.
Estaba oscuro, no completamente, podía notar que habían paredes alrededor, unas con un extraño color rojo vino, fácilmente confundible con el negro, algo en estas se movía de manera extraña, como si estuviesen hechas de un material gelatinoso, ahora que lo analizo, era similar al interior de un estomago con sus movimientos peristálticos, al acercarme a estas para inspeccionarlas, me percaté que el movimiento de ellas se trataba de muchísimas lombrices retorciéndose, era bastante asqueroso. De pronto al acercarme, estas se hicieron a un lado, dejando un espacio de pared completamente negro, no pasaron ni cinco segundos de fijarme con detenimiento, cuando de este espacio brotaron unos delgados y femeninos brazos completamente negros, como si la sombra cobrara vida, estos sujetaron mi rostro y comenzaron a bajar hasta mis brazos, me tomó de uno de estos y me jaló hasta introducirme lentamente a la pared. Aun dormido, pude oír unos gritos desesperantes, que me hicieron despertar de golpe.
Salté de la cama al reconocerlos y corrí hasta el pasillo subiendo las escaleras sin respirar, mi hermano y Marie del mismo modo corrieron a ver.
Abrí la puerta de golpe, mi padre gritaba y se retorcía como quien se quema en las brasas, apretaba de las sábanas como si esto tranquilizara el dolor, gotas de sudor caían de su rostro cuando éste volteó a mirarme, los nervios me consumían, había corrido hasta el para revisar que lo hacia sufrir.
—Mi—espalda...—susurró con dificultad como si el dolor le arrancara el aliento.
Lo primero que pensé fue que tal vez se trataba de su columna fracturada, al subir la camisa de su pijama pude vislumbrar un gigantesco hematoma que cubría mas de la mitad de su espalda subiendo desde su cintura, sentí escalofríos en el momento, esa sensación que pasa desde tu estomago hasta tu mandíbula que te hace apretarla sin darte cuenta...
Mis hermanos estaban mirando desde mis espaldas y pude ver que sus expresiones no eran distintas.
—¡Llamaré al doctor Shubert!—exclamó Marie.
Acordamos que era lo mejor, aunque tratáramos de mantener la calma, no sabíamos prácticamente nada de medicina, me sentí molesto, por culpa de Shubert mi padre se vio involucrado con aquel sádico y ahora sufría. Mi padre apretaba mi mano con tanta fuerza que apenas podía sentirla, Alexander había bajado a buscar una toalla fría para disminuir la inflamación... ciertamente no sabíamos ni como deletrear la palabra medicina entonces...
—No funciona...—musitó Alexander estresado.—¡Todo esto es tu culpa Adam!
—¡CÁLLATE, MALDITA GALLINA! ¡Si yo no hubiese salido a buscarlo lo hubiesen asesinado!
—¡¿Pues si fuiste tan valiente por que no saliste antes?!
—¡CALLENSE LOS DOS!—intervino mi padre entre dientes.—¡Aquí nadie tiene la culpa!...—exclamó tratando de incorporarse, yo se lo impedí.
Sin embargo esa posición tampoco parecía ayudar, este dejó salir un grito de agonía; habían pasado casi veinte minutos desde que Marie había hecho la llamada, esta entró a la habitación hiperventilando, Shubert había llegado y nos esperaba en su coche, yo tomé a mi padre y lo cargué en mis brazos, el seguía quejándose y gimiendo incesantemente.
Al llegar a la puerta de entrada, la impresión de Shubert fue de esperarse, rápidamente me pidió explicación de lo que había ocurrido a lo que lo miré arqueando la ceja, en momentos críticos no hay preguntas que valgan y el quería que le diera una extensa respuesta... vaya pedazo de imbécil.
Por el camino hasta el hospital, Marie pudo explicarle detalladamente lo que había ocurrido, o al menos la superficie de lo que ella conocía sobre lo sucedido, mi padre no dejaba de apretar mi brazo, ahora era yo el que tenia hematomas, Alexander a su vez también sujetaba su mano.
—¡Acelere más por favor!—exigió Alex.
—Todo esto es mi culpa, no debí haberle pedido esto a Andrew en su condición física, creí que esto mejoraría su ánimo tras sentirse tan mal últimamente, pero no creí que llegara a tanto...
—¡CÁLLESE Y ACELERE!—grité exasperado, nunca he sido un hombre paciente, mucho menos bajo estrés...
Pude sentir como Shubert volteaba a mirarme molesto con la comisura del ojo, me tenía sin cuidado, siempre me he considerado un insolente de primera categoría, pero si hay algo que nunca me llevaré a la tumba son las ganas de insultar a los demás.
Apenas llegamos al hospital cargamos a mi padre entre Alexander y yo y corrimos hasta la entrada donde habían llegado los camilleros, tal parece que Francis Shubert era un hombre eficiente y había llamado apenas se enteró de la noticia, o quizá era mas bien un hombre demasiado astuto...
Mi padre seguía apretando de las sábanas mientras se mordía los labios, unas gruesas lagrimas corrían por sus mejillas mientras sus ojos estaban completamente apretados, no decía una sola palabra, rápidamente lo ubicaron en la sala de emergencias donde esperaba el doctor Matthew Shippman, otro de los colegas mas cercanos a mi padre. Este hombre era conocido por ser un excelente traumatólogo, había atendido a mi padre en un par de ocasiones, para mi no era mas que un charlatán que no había podido curarlo de su lumbalgia.
—Tu descuida Francis, apenas logre sedarlo comenzaré a revisarlo para darte un diagnostico...—explicó el hombre.
Aquello no podía entenderlo del todo, mi padre agonizaba por una fractura y estos querían operarlo. Quizás haya sido imprudente de mi parte intervenir, pero no pude evitarlo, me sentí preocupado.
—¿No sería mejor tomar una placas antes?—Le comenté a Shubert.
—Tu padre está muy delicado Adam, hay que actuar rápido y evaluar la zona. Una radiografía tomaría tiempo y los dolores no lo dejan respirar.
Mi padre evidentemente sufría, a pesar de que ya no se oían sus quejidos seguía sudando frio y apretando las sábanas sin abrir los ojos.
—Entonces usen morfina de una vez, ¿Cómo piensan operar sin saber que le pasa?
Aquello era mas que lógico, ellos se negaban rotundamente a evaluar sus vertebras radiográficamente, no me cabía en la cabeza de qué pensaban hacer. A pesar de ser apenas un adolescente, tenia un poco de noción sobre la medicina, tan solo por las múltiples ocasiones en que oí a mi padre hablar de ella, Shippman en cambio me dedicó una mirada reprochadora y molesta mientras que Alexander me tomaba por el hombro para retenerme de darle una golpiza.
—No me hagan reir, ¿piensan indicarme como hacer mi trabajo? Vayan a la sala de espera y todo saldrá bien.—contestó Shippman mirándonos con desdén y arrogancia.
Yo accedí de mala manera, la forma en la que nos miraba aquel prepotente tipo me hacía rabiar, mi padre exhalaba con dificultad, su dolor era bastante fuerte.
—Adam, puedes estar tranquilo, el doctor Shippman sabe lo que hace, tu padre estará bien, yo mismo estaré vigilando de que todo salga bien.—indicó Shubert tomándome por los hombros.
Volví a observar la escena con detenimiento, aunque tratara de calmarme, mis instintos no me dejaban. Un fuerte calor atravesó mis venas así como mi cabeza comenzó a zumbar, la adrenalina me pedía atacar.
—Shubert, yo no pienso trabajar bajo las ordenes de un chiquillo ignorante, esto es una emergencia, no un salón de apuestas.
De mala manera accedí a retirarme hasta la sala de espera, no sin antes dedicarles una mirada de desconfianza a todos en la sala de emergencias.
No se si se trataba de una corazonada en mi interior que me advertía sobre algo, pero dentro de mi, una sensación de pertenencia hacia mi padre no me dejaba apartarme de su lado, no con ellos, no en esa situación, hoy mas que nunca, entiendo a que se debía...
Heissman me miró con seriedad dejando salir una sonrisa viperina mientras se apoyaba de sus puños sobre su escritorio.
—Karen tenia razón...—esbozó una carcajada orgullosa. —¡Eres todo un hallazgo para mi! No tengo ni la menor idea de que demonios pasa por tu mente, ya me siento abrumado de cada característica de tu personalidad. ¡No eres para nada lo que pareces ser! Te presentas al mundo como un doctor con un porte sencillo, ¡pero en realidad eres una serpiente disfrazada de conejo! Estreche mi mano, doctor Bloodmask... tal vez en nuestra próxima sesión podrá explicarme a que se debe su apelativo, por ahora, me temo que es todo por hoy.—dijo levantándose y extendiendo su mano.
Permanecí callado, gustoso de su percepción, a pesar que cualquiera se hubiese sentido ofendido, para mí era todo un halago.
—Cuídate Gregor...insisto, posees más información importante que el mismo vaticano y sus textos prohibidos...
—Descuide doc, lo que se dice en este consultorio, se queda en este consultorio, de hecho, las paredes están recubiertas en corcho, ni siquiera Rose podría oír un suspiro salir de aquí.
Rose...ese nombre, había olvidado lo bien que se sentía hacer sentir incomoda a aquella vieja mal encarada...
Sin más que decir salí del consultorio, no sin antes guiñarle el ojo a la secretaria y lanzarle un beso
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