Capítulo 19: Mártires sin nombre



Del diario de Andrew Joseph Sebastián Malkavein

Octubre 14 de 1884.

Esta mañana en el periódico me he conseguido una noticia tan aterradora como asquerosa; quince niños con edades oscilantes entre seis a nueve años fueron hallados violados y tasajeados en las cloacas de Viena, la podredumbre de sus cadáveres era la causante que el agua de los grifos y bañera salieran de un color marrón oscuro y con un fuerte olor desagradable. La simple noticia me ha revuelto el estomago a la vez que me ha hecho sentir indignado. ¿Cuanto más tendrá esta ciudad que ser victima de atrocidades?

Los gitanos se habían ido, todos sin excepción, pero las cosas parecían no querer mejorar. En este momento, ya he desposeído un total de ciento cincuenta y tres personas, las cuales son ahora personas comunes y corrientes, suelo visitarlos de vez en cuando y sus vidas no podrían ser mas normales, doy gracias a Dios por haberme dado aquella traumática experiencia, pues con la muerte de Emily, he podido ayudar a personas como la medicina no lo ha podido.

Mis hijos en cambio siguen viviendo sus vidas de manera relativamente tranquila, ya han culminado sus estudios básicos y dentro de poco ya no les hare falta, ¿quien querría llevarse a un viejo cojo a la universidad?

Mi colega Francis me ha dicho que les tiene un cupo reservado a mis hijos en la facultad de medicina, aunque ninguno de los tres se ve interesado con tal invitación, Alexander le tiene un profundo asco a la medicina, lo de el siempre ha sido los números, Adam ni siquiera muestra interés en ningún estudio, tiene en mente dedicarse a la música, pero Marie, ella no deja de hablar de lo emocionada que esta en ingresar a la facultad de ciencias políticas.

La verdad me decepciona un poco que ninguno de mis hijos desee estudiar medicina, me gustaba imaginar que alguno de ellos fuera quien me aliviara de estos terribles y frecuentes dolores de espalda, mi columna nunca volvió a ser la de antes.

Al cabo de unas horas, ya a media tarde, he recibido una llamada telefónica a lo que conteste con pesadez, mis dolores de espalda me mataran algún día.

—¿Ya has leído la primera plana del periódico?

—Conrad, tiempo sin oír tu voz, si, lo he leído pero no he querido leer completamente la noticia...me ha asqueado un poco

—Pues nos han enviado una solicitud del departamento forense de la policía para colaborar en el caso. La petición llego esta tarde al hospital y Leopold, nos ha solicitado a los colegas, incluyéndote a ti.

—¿Colaborar? ¿De eso no deberían ocuparse los forenses? No entiendo que pinto yo en esa situación, llevo diecisiete años sin saber lo que es un bisturí, además, no deseo involucrarme en este caso tan enfermizo.

—¡Es que no lo entiendes Andrew! Nosotros mismos te recomendamos para este caso, en la solicitud se hacia énfasis de que las heridas no parecían hechas por algún humano...

Guardé silencio por un momento, siendo sincero, me sentía interesado.

—Olvídalo Conrad, tengo cosas más importantes que hacer que participar en especulaciones y quitarles el trabajo a investigadores y forenses...

—Como quieras Andrew... yo solo pensé en que esto tal vez fuese de tu interés.

—No es que no me interese, es solo que...

—Sabes que no colgaré hasta convencerte, colega, todos estamos hasta el cuello de mierda con estos asesinatos, pero si podemos colaborar en algo que no sea recetar antibióticos lo haremos.

Suspiré frotándome el entrecejo, aunque sentía un nudo en la garganta el pensar en esos pobres angelitos torturados, me hervía la sangre porque atraparan al monstruo causante de esa atrocidad, si los forenses no entendían lo que había ocurrido, entonces había que dar una segunda opinión por parte de otros profesionales.

—¿Cuando y donde?...

—Mañana, a las ocho de la mañana en la morgue del hospital.

Octubre 15 de 1884

A las ocho en punto ya estábamos todos reunidos en el hospital. En un pasillo adjunto a la morgue, pude observar un par de mujeres llorando, una entre los brazos de su marido quien también lloraba, otra gritaba maldiciones al cielo, otra mujer tenia el rostro completamente hinchado e inexpresivo, parecía como si la rabia y la tristeza hubiesen secado sus lagrimas. Con dificultad llegue hasta aquel lugar frio con cinco camillas en su interior, cada día es como si un elefante me pasara por encima para partirme la columna.

En la puerta del lugar nos esperaba el jefe del departamento, Leopold Senseman para explicarnos la situación en que habían sido hallados los cadáveres.

Dos de estos estaban metidos a la fuerza en un vertedero, ambos con la boca cosida con un paño en el interior, completamente desnudos y les había extraído los ojos, con la intención de que no los pudiesen identificar fácilmente.

Otros dos fueron encontrados en las cañerías tras investigar el por qué del olor y estado del agua, de igual manera, habían sido torturados, sus cuerpos estaban extrañamente entrelazados como si alguien hubiese hecho un nudo con sus cuerpos.

El último niño, el más mártir de todos, le habían mutilado sus extremidades.

Cada uno de ellos tenia algo en común, sus cuerpos estaban destajados con heridas muy profundas, además, todos habían sido violados.

Mi expresión de horror no se hizo esperar, apenas contemple aquellos cadáveres corrí hasta el baño mas cercano, ni siquiera pude llegar al lavamanos, vomitando así en todo el suelo del baño, no creí que mi estomago estuviese mas lleno que al notar que había estado vomitando por casi quince minutos.

Apenas comenzaba a recuperar mi estabilidad estomacal salí del baño, mis lágrimas se desbordaban por mis mejillas, de pronto mi colega Erich llegó hasta mi.

—Andrew vamos, todos sabíamos que esto seria fuerte.

—¡Fuerte es una cosa, y otra muy diferente ver tales atrocidades!

—Con más razón debemos hacer algo, ¿crees que no me siento mal? Como pediatra no puedo evitar sentir tristeza, pero ya es otra cosa muy diferente tratándose de un psicópata pedófilo, tal vez podamos ayudar de alguna manera...

Como pude tranquilicé mi corazón, me tomé un par de aspirinas para el dolor de cabeza que me mataba tras haber vomitado hasta mis órganos, había visto cosas horribles en el pasado, pies diabéticos, infecciones genitales, quemaduras de tercer grado, incluso aquellos exorcismos, nada de eso me había turbado de tal forma como esos niños.

De vuelta en el quirófano, todos mis colegas ya estaban listos para la examinación, cogí los primeros guantes que vi, ni siquiera eran de mi talla, pero deseaba salir de ahí lo antes posible.

—Estas laceraciones no parecen hechas con hojas afiladas de cuchillos...Son muy irregulares—intervino Francis.

—Mas bien, parecen mordiscos...—dije por lo bajo.

—¿Mordiscos? ¿Que clase de mandíbula tendría la fuerza para arrancar tales trozos de carne?—cuestionó Kottom

—Si lo dice Andrew, creo que el ya esta comenzando a pensar en un hombre lobo o algo así...—se mofó con malicia el estúpido de Arnold.

—Aunque no lo creas no hay nada que me haga pensar eso en este caso, un hombre lobo lo habría devorado de una sola vez y ninguno de estos días ha habido luna llena, tengo entendido que los cadáveres apenas llevan dos semanas, y la última vez que hubo luna llena fue hace un mes...

Francis rió divertido, pero para mi no había nada de que reírse.

—Bueno, tampoco pienso que haya sido un vampiro...tengo entendido que ellos prefieren la carne de res cruda...—añadió Francis con ironía mientras me guiñaba el ojo.

—Búrlense todo lo que quieran, pero esto fue obra de un ser humano, uno enfermo hasta la medula.

—¿Pero y que me dices de esas laceraciones que unen el ano con el perineo? ¡Esta completamente desgarrado!

—¡Ya se que esta desgarrado! No me lo recuerdes Matthew, pero ya te lo ha dicho, solo un degenerado pudo ser artífice de este crimen, yo he visto de lo que son los humanos capaces cuando están poseídos, por lo tanto, no me extraña que esto sea obra de otro poseso de esta nueva legión de demonios que asechan las calles desde hace casi dos décadas...

Mis compañeros quedaron callados, aterrados pero con miradas serias, no hubo ningún hallazgo relevante con aquellos cadáveres ese día, he llegado a pensar que mis colegas solo se morían por curiosear.

—Pues con su permiso, me voy a mi casa, no creo que hoy pueda pegar en ojo en toda la noche después de vivir esta experiencia...

Efectivamente no pude pegar el ojo, solo me revolcaba de un lado a otro entre las cobijas sin borrar de mi mente aquellos cuerpos sin vida, abusados, torturados, humillados, por mi mente pasaba la vaga idea de que no sabría que hacer si esos niños hubiesen sido mis hijos, que horror, el miedo y el horror de aquel pensamiento termino en arruinar mi noche, mis ojos se llenaban de lagrimas de solo imaginarme a alguno de mis hijos en ese estado. Soy un masoquista.

30 de Octubre de 1884

Ya han pasado dos semanas desde que vi aquellas criaturas y aún no hay forma de que yo pueda conciliar el sueño, culpo a mis colegas por ello, incluso he llamado a Arnold para que me recete unos tranquilizantes, odio tener que recurrir a el, me siento como un cobarde, pero me volveré loco si no logro superar esas imágenes de alguna manera.

Ésta tarde para colmo, he recibido una llamada de Francis, sonaba emocionado apenas contesté.

—¡Lo atraparon! ¡Andrew lo atraparon!

—¿Atraparon?... hablas del...—musité nervioso.

—¡¿A quien más?! Andrew, lo acaban de traer hasta la comisaria de policías, es completamente desquiciante

—¡¿Estás allá?! ¿Como te enteraste, como lo consiguieron?

—El jefe de policías había ordenado patrullar cada punto de la ciudad a toda hora desde que consiguieron los cadáveres, y efectivamente, lo han conseguido con otra víctima... pero el colmo es que me han llamado para que sea el abogado de este monstruo, me niego a hacerlo, Andrew necesito tu ayuda...

—¡¿Volvió a asesinar a otro niño?! No puede ser, además ¿como se supone que te voy a ayudar?

—Tienes que verlo, creo que no hay otra persona mas capacitada que tu para diagnosticar tanta locura...

—Francis yo no soy psiquiatra...

—Si, si, pero, este hombre parece estar...poseído—susurró por el parlante.

No me extrañé en lo mas mínimo, si Francis lo había notado entonces no debía caber duda, mi colega no era un escéptico del todo, pero siempre intentaba usar el raciocinio ante todo, si había algo que él no pudiese entender, más nadie lo entendería.

—Entiendo, si es un exorcista lo que quieres entonces déjame ir a ver que puedo hacer...

Sin demasiado ánimo me despedí y subí a vestirme, camino hacia la escalera oí a Adam decirme algo desde la sala, pero estaba tan abrumado que no entendí sus palabras.

—¿Estas escuchando?—interrogó en voz alta, se oía un poco alterado.

—¿Que dices?

—Está lloviendo allá afuera...

Lo que faltaba, lluvia, por si no fuese suficiente que mi mente estuviese inquieta con éste supuesto poseído, tendría que lidiar con mi bastón bajo la lluvia...

—Está bien, no te preocupes...solo saldré un momento.

Últimamente Adam se preocupa demasiado por mí, me alegra no estar sólo en este momento de mi vida, a pesar que estos tres muchachos tienen sus intereses, nunca han dejado de apoyarme, no creo merecer mejores hijos.

De este modo salí con mucha precaución, un paraguas, gabardina y mi fiel bastón, fijándome con cautela de cada charco que se me atravesara en el camino, que horror, me siento como un anciano a mis apenas cuarenta y siete años, se me hizo un siglo llegar hasta la comisaria.

Las calles estaban extrañamente concurridas, para hacer tan mal clima y además de haber un asesino pedófilo en la ciudad a tan pocas calles de distancia, tal parecía que todo estaba en secreto bien guardado.

Al llegar pude notar un elegante y gran coche eléctrico, estacionado en la entrada, además de algunos hombres altos vestido de negro con una escandalosa piel tan pálida como la de mis hijos, llevaban paraguas igual de negro y sus miradas eran bastante rígidas, creí que se trataba de agentes especializados, pero pensándolo bien, estos no tendrían un coche tan moderno y costoso.

Justo al entrar a la comisaria vi una aglomeración de personas, asomándose en la oficina del que parecía ser el director general de la policía, según el membrete de la puerta de la oficina, era específicamente el director general del cuartel de investigaciones especializadas del departamento de policías del estado.

Al fijarme con cuidado, aquel gremio de personas se trataban de periodistas con pluma en mano, en el centro de estos, un hombre bastante alto, mas alto que los demás, de casi unos dos metros de alto tal vez, de esbelta figura y cabello castaño quien interrogaba al director con voz pausada y seria, junto con él estaba Francis, todo se veía un asunto bastante serio, por un momento me pregunté que demonios hacia en aquel lugar.

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