Capítulo 15: Cuando los instintos florecen
De inmediato mi cuerpo no se contuvo levantándome de mi asiento hasta acercarme a la puerta.
—¡¿Que haces?!—mencionó Alexander sujetándome del brazo impidiéndome salir.
Sabia que lo hacia por mi bien, pero así me quemara vivo no iba a permitir que alguien hablara mal de mi padre, por suerte era mes de mayo y las lluvias eran muy frecuentes por lo que el cielo estaba lo suficientemente nublado para no calcinarme.
—¡Retira lo dicho!—oí decir a Marie molesta.
—Ninguno de ustedes, locos, deberían estudiar aquí ¡ni siquiera tienen tanto dinero!
—¡No sabes lo que estas diciendo! Mi tío tiene lo suficiente para pagarnos lo que quisiéramos.
—¡Ese loco no tiene donde caerse muerto! Mi padre me dijo que ustedes ni siquiera deberían estar aquí.
En ese momento aquel abusivo empujó a Marie haciéndola caer al barro que se había formado tras tantas lluvias, todos comenzaron a reírse y sus ojos se llenaron de lágrimas, aquello había sido la gota que derramó el vaso.
Desde las sombras, sigilosamente me había aproximado hasta donde el se conseguía, tomándolo de sorpresa desde sus espaldas, lo tomé por el cuello de su camisa apenas volteó a mirar por que sus compañeros me veían horrorizado, tal vez era mi expresión llena de rabia, ahora que lo pienso no puedo evitar reírme.
—¿Me tienes miedo?—mencioné con una maléfica sonrisa mientras lo alzaba con una sola mano.
Las lágrimas brotaban de sus ojos, asustado, todos los demás corrieron despavoridos, incluso Marie me veía nerviosa.
—Si vuelves a mencionar el nombre de mi padre, te juro que te partiré el cuello, ¡pídele perdón a mi prima antes que te lo parta ya mismo!
—P—p....—tartamudeó.
—¡HABLA!
—¡PERDÓN!—sollozó mientras dejaba que su esfínter se vaciara entre sus pantalones, a pesar de que sentí asco, no pude evitar reírme complacido.
De inmediato aquel cayó al suelo y todos comenzaron a reír, sin embargo de pronto callaron cuando hizo acto de presencia una de las profesoras tomándome del brazo y llevándome adentro.
Lo que ocurrió después fue cuestión de suponerse, llamó a mi padre de forma alarmante para contarle como había alzado al mocoso y lo había amenazado, pero fue la respuesta de mi padre lo que me hizo sonreír frente a aquella estúpida mujer.
—Entiendo que Adam no es un santo, pero déjeme aclarar que mi hijo no es un ser violento como usted lo califica, de hecho, el puede ser todo un ejemplo de conducta si la circunstancia se lo permite, sin embargo, déjeme aclararle, que si alguien le tira la primera piedra, ni el ni sus hermanos responderán tirando flores...
—¡¿Como dice?!
—Me refiero a que ellos se van a defender, y a usted, no le pago para que abusen de mis hijos, sea cual haya sido el motivo de su reacción, confío plenamente que Adam no inició la pelea, pero si la culpo a usted por no haberla evitado... mi hijo no va a ser expulsado por su incompetencia.
—¡Doctor Malkavein, soy la profesora de su hijo y no me parece sensato que usted me hable de esa forma frente a el!
—Usted no me va a sermonear por como criar a mis hijos...
—No se trata de eso, pero veo que usted señor es un grosero, y aunque tenga razón y yo haya descuidado el grupo, me temo que si se repite un acto como este su hijo quedara inmediatamente expulsado.
—Mi hijo, y el abusivo que lo haya instigado...—añadió antes de despedirse.
Posterior a eso mi padre salió de la oficina azotando la puerta, aunque como era de esperarse, todo el camino devuelta a casa tuve que soportar un largo sermón, lo típico, "eres un niño diferente" "debes controlar tus impulsos" "la próxima vez acúsalo con la maestra"...
Y esa fue mi vida en aquel colegio de prestigio, apartado del grupo, ignorando todos los rumores que corrían sobre nosotros y sobre mi padre. Algunas semanas luego de aquel acontecimiento, mi padre descubrió algo que Alexander había ocultado desde que llegó, la maestra había citado a mi padre para quejarse sobre el lento aprendizaje para la lectura que presentaba mi hermano, yo no lo tomaba demasiado en cuenta puesto que mi caso era el mismo con las matemáticas y si bien era cierto, a Alexander solo se le había visto con libros de matemáticas desde que llegó a nuestras vidas. Debido a aquella exposición al sol su visión empeoraba así que debía usar lentes por el resto de su vida.
Por si no fuera poco todo el estrés que me causaba el salón de clases, intentando ignorar aquellos rumores y comentarios sobre nosotros y contenerme de partirles la cara a cada uno, al día siguiente de que mi hermano estrenara sus antiparras, el típico abusivo meón del salón comenzó a acosarlo, mi hermano apenas hacia algo para defenderse, el solo lo miraba con desprecio por encima de la montura de sus lentes mientras agachaba su cabeza, siempre evitaba las discusiones y contenía su rabia Dios sabe como...
—¿Ahora necesitas lentes para poder ver la estúpida cara de tu loco padre? O el mismo fue quien te dejó ciego sacando algún muerto del cuerpo de una persona...
—¡Cállate! ¡Deja de molestarlo!—intervino Marie.
—¡Tu no te metas! ¡Pecosa engreída!
Marie me miró con horror y temor, como advirtiéndome que no me moviera de mi asiento.
—¿Por que no vas y te meas en los pantalones y dejas a mi hermano en paz?—exclamé a los que todos en el salón rieron.
La profesora aun no hacia acto de presencia, al ser un colegio religioso dirigido por un sacerdote nada menos, parece que de vez en cuando salían por horas a cumplir con la parte sexual de su curriculum.
Aquel ultimo comentario pareció no haberle hecho la menor gracia a aquel desgraciado abusivo, pues me miró de manera retadora y le dio un puñetazo en el rostro a Alexander quien cayó al suelo tirando sus lentes, en el instante comenzó a buscarlos con desesperación, justo cuando mi hermano los consiguió, aquel degenerado pisoteo con todas sus fuerzas su mano, Alexander chilló en el acto y yo, por supuesto no pude resistirme más.
Corrí hasta él tirándolo al suelo mientras entraba a puñetazos su rostro una y otra vez, jamás en mi vida me había sentido tan libre de hacer algo, y no dudé el partirle la nariz, los labios, y dejarle ambos ojos morados. Podía sentir a Marie intentar separarme de el, todos los demás alumnos habían salido corriendo, y fue entonces cuando entró la maestra a detenerme.
Aquel mocoso ni siquiera podía levantarse del suelo, yo solo lo miraba lleno de odio y sintiéndome frustrado de no haberlo matado, Marie me veía horrorizada, Alexander en cambio, se levantó del suelo colocándose las gafas, pude ver como observaba al abusivo en el suelo retorciéndose, después de eso me miró y me dedicó una leve sonrisa, la cual por primera vez en mi vida le había visto.
Tal como antes, la profesora llamó en el acto a mi padre, obviamente para informarle de mi brutal reacción y de mi irremediable expulsión, yo solo oía la discusión desde la puerta de la oficina, mi padre gritaba fúrico y la mujer no dejaba de quejarse de mi actitud y de la mala influencia que podía ser en aquel colegio.
Lentamente me dirigí hasta el patio, quedándome en la oscuridad, aquel abusivo estaba ahí, seguía insultándonos y hablando mal de los tres al resto del grupo, yo no dejaba de observarlo atentamente, parece que fue tanta la potencia de mi mirada que inconscientemente el volteó en mi dirección, yo comencé a retroceder lentamente, y el a caminar en dirección a mi, era precisamente lo que deseaba. Después de caminado algunos metros hasta guiarlo a la sombra de un árbol, el volteó hacia su alrededor sintiéndose extrañado, por lo que entendí que el evidentemente había caído en mi hipnotismo, por lo que a sus espaldas, aprovechándome de su nerviosismo, lo rodee sin que pudiese escapar, tapando su boca con mis manos, en el acto, introduje con ferocidad mis colmillos dentro de su cuello, el olor a sangre que emanaba desde que lo herí me habían vuelto loco, además, ansiaba verlo sufrir, por lo que en cuestión de minutos, deje su cuerpo completamente seco, sin vida, caer en el suelo.
Nadie me había visto, a mi alrededor no se encontraba nadie, miré a mi victima complacido, nunca sentí remordimiento por ello, con sigilo me aproximé hasta mi padre quien me llamaba insistencia, corrí hasta el y lo abracé fingiendo un llanto por haber sido expulsado, este me devolvió el abrazo, nadie le pareció extraño que mi uniforme estuviese lleno de sangre, habrán supuesto que se trataba de la sangre esparcida por los golpes.
Lentamente salimos de la institución, mi padre suspiraba con pesadez, pero no se le veía molesto, tal vez decepcionado. De pronto un grito de horror nos paralizó antes de haber puesto un pie fuera, yo sabia de lo que se trataba, sin embargo mi padre volteó a ver de que se trataba.
—¡SAMUEL! E—Está...¡No se mueve!¡Está tirado en el patio y no responde!—chilló la maestra acercándose hasta quien parecía ser el padre del niño.
Mi padre en el acto corrió hasta el patio, el padre del abusivo se veía horrorizado, gritando el nombre de su hijo corrió hasta el.
Marie y Alexander no hicieron lo contrario, la curiosidad los mataba, yo no me interesé en ver mi propia obra de arte, pero corrí hasta ellos para evitar sospechas. Al llegar observé a mi padre en el suelo cerciorándose de la presión cardiaca con sus dedos sobre su carótida, pero tal y como lo esperaba, el niño estaba muerto.
El padre del niño corrió hasta el cadáver abrazándolo entre un mar de lagrimas, yo en cambio, fingí inocencia abrazando el brazo de mi padre susurrándole que nos fuéramos, Marie lloraba asustada y Alexander solo miraba todo con un tanto de asco.
La profesora solo se limitó a verme inquisitivamente, todos nosotros salimos de la prestigiosa institución, mi padre en todo el trayecto en carruaje, se limitó a decir nada, su mirada estaba seria, fría y sin expresión, se podía ver su respiración tensa, Marie seguía perturbada por todo lo sucedido, Alexander siempre vivía en su mundo leyendo su libro de matemáticas, yo comenzaba a sentirme mal, no por lo que había hecho, pero sabia que mi padre me había descubierto.
Llegado a casa el pidió que Marie y Alexander subieran a su habitación.
—Adam, tu ven a la cocina conmigo...
Aquella frase ya me había hecho entender que mi teoría era cierta, en la cocina el se sirvió un vaso de agua y lo bebió sin respirar, posterior a eso exhaló con fuerza e inspiró viéndome con preocupación.
—Sabes muy bien lo que hiciste, no es así?...
—De que h...
—Habían marcas de colmillos en su cuello.—interrumpió mi padre.
Yo solo sonreí como quien hizo una travesura, mi padre frotaba su frente.
—No pude evitarlo, olía a sangre y, me abrió el apetito.—dije encogiéndome de hombros.
—Hijo, mientras vivas en este mundo, la gente siempre va a hacerte rabiar, perder la paciencia, te discriminaran a ti, a tu hermano, y hablaran toda clase de calumnias que te podrán irritar...
—¡Estoy harto que nos insulten!
Mi padre me miró sorprendido.
—No nos entienden...nunca lo harán, ni a Alexander, ni a mi, ni a ti...
Mi padre se arrodillo sosteniendo mi cara y posteriormente me abrazó.
—Tranquilo...todo estará bien...
Mi padre era obvio que se sentía inquieto, no solamente me habían expulsado, también había matado a alguien, por primera vez, en cuanto a Marie y a mi hermano, ellos también fueron sacados de aquel instituto, mi padre consideró que lo mejor seria que nosotros fuéramos educados en casa nuevamente, fue entonces que mi padre volvió a dedicarse día tras día a estudiar nuestro desarrollo y evolución, puesto que tal como lo había visto, mis instintos hematófagos ya comenzaban a ser evidentes.
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