Capítulo 12: Uniendo las 3 piezas
Diciembre 12 de1868
Esta mañana me ha llegado una carta devastadora, apenas he logrado que mi agitado corazón se tranquilice he tomado asiento para ahogarme entre lágrimas y sollozos, mi hijo no ha dejado de llorar desde anoche, tal vez el pobre se adelantó a los hechos entre sus sueños.
El telegrama decía claramente, que en la madrugada del día de ayer, mi querido hermano Raphael ha fallecido junto a su mujer al desviarse su coche por un despeñadero en los paramos de Tirol.
Por un momento sentí una gran pena al imaginar como todo aquel grupo familiar había muerto, pero gracias a los cielos, la pequeña hija recién nacida de mi hermano no pudo ir en aquel viaje tan largo, quedándose con la criada de la familia, ahora eso me convertía automáticamente en su tutor legal y debía ir a buscarla a Linz lo más rápido posible.
Inmediatamente comencé a arreglar mis maletas para marcharme esa misma tarde. Hace algunos meses que comencé a trabajar, puesto que Adam ya había crecido un poco y tuve que contratar a una niñera para que se hiciera cargo de él en mi ausencia, la señora Liz es una mujer de gran corazón, sin embargo, ni a ella misma le he revelado la realidad del niño. Temo que huya y me deje este gran trabajo para mi solo.
Le he convencido que aquel liquido rojo con lo que se le alimenta es un suministro de proteínas y vitaminas especiales para niños con alergia a la lactosa, se lo ha creído, ni yo mismo entiendo como, tal vez al ser una señora de edad avanzada la hace mas ingenua que una persona joven.
—Si necesita ayuda no dude en llamarme, los biberones están en la cocina y sabe donde conseguir pañales limpios...—indiqué antes de salir de la casa.
—Si doctor Malkavein, nada fuera de lo común sucederá, se lo aseguro, usted preocúpese de llegar lo antes posible por su sobrina.
De este modo salí de casa, debo admitir que me sentí un tanto inseguro, pero al mismo tiempo rogaba al cielo que Adam supiese comportarse mientras yo no estuviese.
Diciembre 13 de1868
Esta mañana he regresado con la pequeña Marie en mis brazos, a ver que es idéntica a mi hermano, con aquel aire de femenina elegancia de su esposa Sophia, a pesar que tenia tanto tiempo si visitar a mi hermano, y ésta era la primera vez que veía a mi sobrina, sentía que ya la conocía de toda la vida, por primera vez en mi vida, me di cuenta que me conseguía completamente solo, toda mi familia, aquellas personas que me rodeaban, habían desaparecido, me cuesta imaginarlo, la vida es realmente frágil, aquella pequeña criatura no era diferente, verla me hacia recordar que todos somos en algún punto inocentes.
Marie Antoinette Malkavein, ese era su nombre, al igual que Adam, sus nombres eran todo un folklore nacional, uno por ser un famoso pianista altanero y otra por haber sido una reina famosa por su belleza e irresponsabilidad.
A ver que dueto tan interesante había juntado, parecía que poco a poco iba coleccionando famosos nacionales en mi casa, entonces, supongo que mi vida a partir de ahora no seria tan sencilla, exorcizar personas seria cosa de principiantes comparado en criar a dos niños.
—Fin del capítulo.
—De este modo pasé mi niñez con aquella pequeña "princesa caprichosa", a pesar de todo mis recuerdos a su lado son bastante gratos y hoy mas que nunca me da gracia al darme cuenta de cuan felices éramos, sin siquiera saberlo...
—Dicen que la ignorancia es la madre de todas las alegrías humanas...—añadió Heissman
—Así es, no me cabe la menor duda. Supongo que fue precisamente el conocimiento el que hacia cada vez mas infeliz a mi padre, quien al pasar los años se le veía cada vez mas agotado. A partir de la muerte de su esposa, sus estudios sobre la ciencia paranormal y sobrenatural se habían formalizado, entonces en aquella época al igual que ahora, era un tabú para la sociedad, y más en su círculo de creencias científicas y médicas que trataban de buscarle respuestas fisiológicas a acontecimientos sobrenaturales.
—Debo suponer, que tu padre lentamente fue desplazado de su grupo amistoso por aquellas creencias...
—Precisamente así fue. Fueron pocas las oportunidades en las que veía a sus amigos en casa, salvo al doctor y mejor amigo de mi padre, Francis Shubert, quien era nada menos que el padrino de Marie, y teóricamente, el mío. Desde que cumplí tres años, mi padre comenzó a hacer sus propios hallazgos e investigaciones sobre los vampiros, descubrió que efectivamente, el ajo nos produce una terrible alergia llegando a quemar nuestros cornetes nasales con tan solo inhalar su aroma, además de producirme bronquio constricción, así como la luz del sol parecía estar proyectaba con una lupa al tocar mi piel, y todas aquellas teorías sobre los vampiros que ya se conocían por los libros y relatos antiguos.
—Sabes, ¡parece que tu mismo me estas dando un tutorial paso a paso de como acabar contigo!—inquirió con malicia el psicólogo.
—¿Crees que si fuese así te lo contaría? Cuento con tu inquebrantable palabra de psicólogo que todo lo dicho aquí, se queda aquí, además, un enclenque como tu no podría ponerme un dedo encima.—alardeé.—nNi siquiera llevas nada contigo que me espante...
—¿Te refieres a crucifijos y esa clase de amuletos? Soy una persona muy seria con mi trabajo, siento que inclinarme a alguna religión es más que absurdo, por ende, me considero gnóstico.
—En fin... si vuelves a interrumpir saldré por esa puerta...—amenacé en tono serio mientras me afincaba de su escritorio.
—De acuerdo... ¿que más tienes que añadir?
Los años pasaron en los que poco a poco aprendí a adaptarme y comportarme como los humanos, aunque siempre supe que era diferente, mi piel era mucho más pálida que la de mi prima, mi fuerza física era comparable a la de un hombre adulto, entre tantas habilidades que comencé a descubrir y a desarrollar con el tiempo. Mi padre además de evaluarme, también lograba estimular mis habilidades a través de ciertas actividades, como construcción de puzles en tiempo record, diferenciación de tipos de tierra con los ojos vendados, adivinar los objetos que ocultaba en su bolso médico, seguramente tu mismo habrías hecho lo mismo de estar en su lugar. No debe haber nada más enervante para un científico que evaluar un ser nunca antes evaluado.
Aun así, no dejaba de tratarme como a un niño, mis horas de juego siempre eran respetadas, así como las de estudio, los cuales los hacia en casa con profesores particulares. A la edad de tres años ya sabia leer a la perfección y había leído libros tan importantes como La Ilíada, El Prometeo moderno, incluso la biblia completa, mis tardes eran un tanto aburridas, y no deseaba ser el príncipe azul en los juegos de Marie. Por menos humano que fuese, no dejaba de ser un niño.
—Dijiste, que leíste la biblia completa, ¿que acaso eso no te hacia daño, o quemaba tus manos?
—Mi padre se hacia la misma pregunta continuamente, creo que fue precisamente por aquella interrogante que me hacia leerla, lo que me ocasionaba terribles pesadillas, no creo haber leído un libro mas sangriento desde entonces.
Supongo que fue precisamente por mi aburrimiento que mi padre quedó convencido que una compañía masculina podría ayudar a mi desarrollo o algo así.
Con el tiempo mi padre visitó varios hogares de adopción en busca de un hermano para mí, fue entonces donde quedó boquiabierto por segunda vez en su vida y en menos de una década.
Enero 14 de 1874
Del diario de Andrew Malkavein
Ya van siete casas de adopción en estas dos semanas, por mas que busque un hermano para el pequeño Adam no logro conseguir el adecuado, he dejado un centenar de niños huérfanos con corazones rotos al visitarlos, ya Viena no me parece interesante, he llegado hasta Linz a alojarme en la casa de campo de la familia, precisamente era ésta la antigua casa de mi fallecido hermano, tomándome así unas cortas vacaciones.
—Volveré a salir señora Liz, cuide por favor de los niños.
—Papá recuerda que espero que mi hermano sea un niño, NI—ÑO...—acentuó Adam con impaciencia.
—¡Pues yo quiero que sea niña! ¡Estoy harta de tener que jugar sola a las muñecas tío Andrew!—añadió Marie.
Desde que comenzó Marie a hablar ella me ha dicho tío, aun pregunta por qué Adam me llama papá y ella no, pues, aunque mi corazón se encoja con aquella pregunta no puedo decirle la verdad, siempre intento guardar el secreto diciéndole que su papá y su mamá están en un viaje a un castillo porque un rey les pidió que fueran sus consejeros y que ella algún día los verá de nuevo, espero no tener que decirle la verdad nunca.
Antes de irme besé a ambos niños sobre sus cabezas, a pesar de ser tan traviesos también eran toda mi alegría.
Así entonces con la esperanza de conseguirme a un niño especial continué mis visitas, esta vez, era un orfanato mas pobre que los demás, parecía haber sido anteriormente un viejo convento, las paredes estaban en ruinas, el techo apenas estaba en buen estado, el piso tenia todas sus baldosas rotas y los niños en su mayoría estaban descalzos y desnudos, no comprendo como una ciudad tan bella podía tener un orfanato en tal estado.
Las mujeres que atendían se notaba a leguas eran mujeres mayores con una pesada vida sobre sus hombros, tal vez repleta de pobreza. Entre ellas me miraban de arriba abajo, me sentí incómodo un par de veces, pues aunque mi corazón no desconfiaba fácilmente de la gente, sus miradas me daban la retorcida idea de que deseaban robarme mis pertenencias.
Entre ellas murmuraban cosas extrañas, apenas podía oír algo sobre unos gitanos, sobre cuanto tiempo llevaba uno de los niños con ellas, y que era difícil hacerlo comer, aquella descripción me hizo erizar la piel, tal vez de sorpresa, o de temor.
Al instante comencé a buscar entre la multitud a algún niño que se viera diferente a los otros, sin embargo los pequeños alrededor no me dejaban caminar, todos se aferraban y jalaban de mi ropa pidiéndome algo que comer, algunos llorando, otros simplemente gritaban llamándome papá, ya no sabia que más me aterraba de aquel lugar. Sentía que había bajado al infierno al ver tanta miseria impresa en sus rostros, tal vez era esta la misma imagen que tenia Dios de nosotros y por eso aun no había acabado con la humanidad entera.
A medida que intentaba moverme veía cada niño con atención, si aquel niño era hijo de aquellos gitanos lo mas lógico era que conservara aquella heterocromia en sus iris, pero por mas que buscara en aquella masa de criaturas desesperadas era como buscar una aguja en un pajar, además, aquellas mujeres no me facilitaban las cosas, solo me miraban de forma despectiva y rencorosa, aquel lugar me estaba volviendo loco.
Fue entonces, que logré vislumbrar una pequeña figura casi desnutrida entre las sombras de la habitación, sentada en el suelo con sus brazos rodeando sus piernas, a pesar de estar completamente sucio se notaba su gran palidez, apenas me acerqué para fijarme mejor, este subió su mirada la cual me petrificó inmediatamente. Ahí estaba, esa heterocromia innata y descarada, parecían un par de heladas masas de hielo, una iris grisácea casi blanca, la derecha, y la otra, de un color rojo como la sangre. Los mismos ojos de Adam.
Me sentí como si aquella mirada me trasmitiera cada una de sus emociones, parecía lleno de rabia y confusión, los niños a mi alrededor se habían alejado apenas me acerqué hasta la criatura, quien agachó la mirada al primer contacto con la mía.
—¿Por que estas tan solo? ¿No te agradan tus amiguitos?—musité con cariño mientras posaba mi mano sobre su espalda.
—No pierda su tiempo, ese niño no habla...—interrumpió una de las mujeres con tono impaciente.
—¿Cuantos años tienes?—pregunté a la criatura quien seguía con su mirada entre sus piernas, estático casi paralizado.
—Ya le dije que ese niño no le va a contestar, es un retrasado.
Por un momento sentí una rabia en el fondo de mi estomago con unas serias ganas de olvidar mi caballerosidad y mandarla a callar, "no estoy hablando con usted vieja amargada y metiche" eran las palabras que casi salen de mi boca, que barbaridad, no puedo evitar reírme de mi mismo.
—Para responderle a su pregunta, ese niño lleva aquí desde bebé, fue conseguido hace casi cinco años en el rio, casi ahogado por completo.
Me sentí realmente indignado, al parecer aquellos gitanos acostumbraban a tirar a sus hijos para que murieran, quien sabe cuantos más como él y Adam se encontraban esparcidos por toda Austria.
—Además, para completar, es todo un desafío hacerlo comer, el poco alimento que conseguimos con tanto trabajo como ración para cada niño él se atreve a desperdiciarla, cada vez que come o intenta comer vomita toda la comida, estoy harta de darle de azotes aun así no come absolutamente nada...
—¿Azotes? ¿Que le da derecho a maltratar así a una criatura?, por el amor de Dios ¡¿Que se supone que mantiene vivo a este niño entonces?!—reclamé con indignación.
—De noche se le ve devorando algunas ratas, y una vez lo vimos succionarse su propio brazo, es realmente una criatura asquerosa.
Al escuchar esto me fijé instantáneamente en sus brazos, los cuales tenían decenas de cortadas y rasguños, pude comprobar que sus uñas estaban realmente largas, como unas garras.
—Me llevaré a este niño.
—¿Como? ¿Que no ha oído? ¡Ese niño le hará la vida imposible a usted y a su mujer, su destino es quedarse a morir en este orfanato como todos los demás!
—¿Me está queriendo decir que usted no desea que ninguno de estos niños salga de aquí?
—¡Claro que no! Si desea se losf puede llevar a todos al infierno, estamos cansadas de alimentar a tantos sin nada a cambio, ellos se irán y nos dejaran en nuestra miseria, solas y sin comida. Pero déjeme claro que aunque se lo lleve el no dejará de ser un monstruo mudo, ni usted ni su alta sociedad podrán cambiarlo.
Aquellas palabras aunque bien eran frías, no eran del todo falsas, yo no cambiaria a aquel niño, si era igual a Adam, no podía cambiarlo, pero si mejorarlo, y criarlo, en el fondo aquel niño en casa me había demostrado ser tan inocente y adorable como cualquier niño, solo que con ciertas peculiaridades.
—¿Al menos el niño posee algún nombre?
—No, aquí ningún niño tiene nombre.
Claro, como iba a ser diferente, eran tratados peor que animales, aquellas mujeres creían que con tan solo darles alimento y techo se ganarían el reino de los cielos y sus pecados pasados serian perdonados.
Sin embargo, apenas vi a aquel niño sabia exactamente como llamarlo.
De ese modo salí de ese orfanato, ni siquiera me hicieron firmar ningún papel, absolutamente nada, realmente no me extrañaba, me llevé al niño de la mano quien aun no me decía palabra alguna y paré al primer cochero que se me acercó, le indiqué mi dirección y éste me llevó sin chistar.
Por el camino el pequeño no miró por encima del suelo, reí al imaginar cuan mareado me sentiría yo al estar en esa posición en un vehículo en movimiento, realmente no parecía una amenaza, se veía tan indefenso y asustado como un minino bajo la lluvia, se me hacia un nudo en la garganta al imaginarme cuan difícil habría sido su vida, sin una educación, sin amor, sin alimentos siquiera...
—Cuando llegues conocerás a tus nuevos hermanos, o al menos a tu hermano y a tu prima, ambos pueden ser un poco ruidosos y malcriados, pero si te molestan no dudes en decírmelo, así sea con muecas o señas, yo me encargaré de regañarlos...
Parece que ganarme la confianza o siquiera oír su voz se me haría imposible y me llevaría siglos, realmente era un poco desesperante, pensaba en como iba a poder enterarme de cuando tenia hambre, él no parecía ser esa clase de niños que les guste avisar sobre nada.
Ahora que lo pensaba, creo que lo mío era una clase de debilidad hacia lo diferente, lo discriminado, lo tabú, lo malentendido y desprestigiado, si había alguien que le daría oportunidad a cada una de esas cualidades era yo, pues ¿que mejor cualidad que ser diferente?
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