Capítulo 8: ¿Qué pasó en Nagasaki?
Hacia tiempo que no bajaba a los pisos subterráneo, apenas se acercó a las escaleras pensó en cuan mal hablaba eso de ella como directora. ¿Como podía sentirse preparada para dirigir un centro de investigaciones si el mayor tiempo lo pasaba en su oficina? Pero, aunque quisiera encargarse de todo, más bien agradecía poder tener unas cuantas horas de sueño en su habitación apenas salía el sol.
—Aquí vamos...—se dio apoyo a sí misma antes de atravesar las escaleras hasta los laboratorios.
Tal como Albert lo había dicho. Kan Yukari era una mujer pequeña, de no ser porque en su carnet universitario se veía su fecha de nacimiento, bien podría pensar que se trataba de una adolescente de quince años. "Yo también me sentiría perturbada si despertara en una pequeña cabina aislada y observada por científicos..." fueron las palabras que atravesaron comprensivamente sus pensamientos. Por un momento imaginó por qué el siempre misterioso vampiro mayor sintió empatía por ella, pero aún mayor era su curiosidad por averiguarlo ella misma. Con una tarjeta que colgaba de su cuello pudo abrir la puerta del cubículo. Se sentó en la orilla de la cama, notó que pronto la bolsa de transfusión se agotaría, aquella vendría siendo la séptima desde su llegada. Los primeros días eran los más duros, recordó. Su fiebre ya había cedido, no obstante, no podían confiarse de que la situación no se saliera de control y por eso habían tomado la decisión de inmovilizarla con unas correas de las muñecas. "¿Desde cuándo mi casa pasó de ser un centro de estudio a un manicomio...?" suspiró.
Sus ojos se abrían con lentitud, lo poco que alcanzaba ver estaba borroso debajo de una capa de modorra que no la abandonaría hasta pasado el efecto de los sedantes o de las pastillas que había ingerido hace dos días, con todo y eso sabía dónde estaba, en el fondo esperaba que fuera otra de sus insistentes pesadillas y no estar en un laboratorio científico, como lo era en ese caso.
Con algo de esfuerzo comenzaba a reconocer la borrosa imagen de alguien a su lado, la pelirroja sacó de su bolsillo una pequeña linterna con la cual alumbró sus pupilas.
Reaccionando al instante, Kan giró la cabeza haciendo una mueca de disgusto. Mueca que se intensificó al notar que sus manos estaban atadas, a pesar de no decir nada se podía leer en su expresión cómo el pánico pronto haría de las suyas, esperando reventar.
—Por lo que veo estás en la segunda etapa de tu transformación, ¿dormiste bien?
La sala quedó en completo silencio. "Tan bien como puede dormir alguien atado a unas correas" pensó haciendo el intento de disimular la frustración que sentía en su posición. Por supuesto la pelirroja no tenía nada que temer, mientras ella solo podía esperar que introdujeran cosas extrañas en su cuerpo y tomaran cuanta muestra les diera la gana, era lo que ocurría en esos tipos de laboratorio y lo menos que podía esperar.
Por su mente pasaba la idea de que aquello era nada menos que el karma pasándole factura por todos esos años estudiando a los vampiros del mismo modo, privándolos de libertad y reteniéndolos a la fuerza en pequeños cubículos bien vigilados. Quizás Dios la estaba castigando por todas las vidas que había desecho en la explosión.
Aunque deseara arrepentirse de aquello aún una sonrisa inconsciente se generaba en sus labios cada vez que lo recordaba.
—Claramente te debo una disculpa—intervino sacándola de sus pensamientos— No es nuestra intención privarte de tu libertad ni mucho menos mantenerte atada, no es así como solemos recibir así a nuestros invitados. Sin embargo, no tuvimos otra opción que usar este protocolo en tu fase actual. No queremos que llegues a hacerle daño a alguien o incluso a ti misma.
La japonesa solo parpadeó en silencio, apenas pudiendo ver la punta de los dedos de sus pies desnudos.
—Estás en lo que llamamos internacionalmente, la fase adaptativa mediana, tu amígdala cada vez se encoge un poco más, llevándote al estado primitivo de tus instintos de reacciones inmediatas, así como se te dificultará el control de tus emociones y...
—Procesos cognitivos. Crecimiento de la corteza cerebral y agudización de los procesos sensoriales...—interrumpió. –Mi corazón ya no late, mi presión arterial es nula, pero mis respuestas cerebrales son el doble de rápidas y sensibles que antes...
La pelirroja no disimulo su impresión. Por su parte, la otra se resistía a ver más allá de la pared, resignada a salir de ahí tan muerta como esperaba quedar dentro del callejón. Era visiblemente injusto llevarse a una persona sin su consentimiento y mantenerla atada por la fuerza, Karen sintió vergüenza consigo misma, ni en su proceso años atrás tuvieron que atarla, su paranoia se había salido de control esta vez.
—Es correcto. Me disculpo una vez más. Soy la doctora Karen Adelaida Malkavein, directora de este centro de investigaciones. —Ella aún seguía reacia a contestar. —Me imagino que lo primero que te preguntaste al abrir los ojos fue ¿Qué podrías estar haciendo aquí? O, ¿Para qué te tenemos en este lugar?
Su silencio le había dado la razón, más que molesta la chica comenzaba a hacerse ideas terribles de su destino lo que motivó a la directora a seguir su monologo.
—Hace dos días envíe a Tokyo a uno de mis hombres de mayor confianza, para que me trajera una muestra de sangre que el doctor Matsuhita prometió entregarnos. Después de meses de acuerdos legales y económicos concretamos una cita en su centro. Además de entregárnosla, también habíamos pautado un recorrido por el plantel para mostrarnos las instalaciones, su modo de trabajo y compartir experiencias.
No obstante, además de esas dos labores, nuestra mayor intención era concretar una oferta de trabajo con uno de sus recién graduados para que nos ayudara en nuestras operaciones aquí—Prosiguió mientras caminaba alrededor de la camilla— El mejor alumno de su plantel hubiera sido lo ideal, muchos otros centros a nivel internacional tenían la misma idea que nosotros, pero nuestra oferta fue mayor y logramos agilizar las cosas, la entrevista se programó para el mismo día de la graduación de los alumnos.
Sin embargo, tal como lo sabes, eso no fue posible. –rió por lo bajo un tanto resentida.
— ¿Por eso estoy aquí...?—suspiró resignada ...
—Estás aquí porque mi mejor hombre te salvó la vida...—mencionó con tono maternal sentándose de nuevo en la camilla, posando su mano en su hombro. —Eres la única sobreviviente de ese plantel, y está claro que tienes conocimientos que son indispensables para ayudarnos en nuestras investigaciones.
"Si para ti beberle la sangre a alguien y convertirla en vampiro sin su permiso es salvar vidas..."
Aun así, la chica no respondió. Entendía las intenciones, tenía a la directora de un centro de estudios prácticamente convenciéndola de trabajar para ellos y ni aun así se sentía segura.
"Como crees que pueda confiar en alguien estando atada de manos, maldita sea..."—pensó. Karen no le quedó remedio más que sonreír. Se levantó de su asiento para desatar las correas de cuero de los postes metálicos de la cama. Cosa que sorprendió a la chica quien no creyó que eso pasaría, al menos no tan rápidamente,
—Creo que estando en las mismas condiciones de libertad podríamos hablar mejor.— comentó la pelirroja poniéndose de pie.
Kan pudo verla mejor. Solo se limitó a masajear sus muñecas y mover un poco el cuello antes de agachar la mirada un tanto apenada.
—Gracias... –musitó escondiendo su cara debajo de su espeso cabello oscuro. Fue entonces que pudo fijarse bien de la directora.
No era una mujer demasiado alta. Quizás no superaba el metro sesenta y cinco. No obstante, su cuerpo no podía pasar por alto a las miradas. Sus curvas eran muy pronunciadas y de pechos grandes, caderas anchas y cintura estrecha. Su pelo, naranja y con ondas suaves peinadas al descuido. Su rostro también era muy bello, de labios gruesos y ojos grandes y verdes debajo de unos finos lentes ejecutivos, y su cara, llena de pecas que le daban un aire de inocencia, una belleza exótica como dirían todos... Sin embargo, si bien era cierto que las pecas eran un símbolo de belleza y salud en una piel clara, ciertamente esta lo era más clara de lo habitual, traslucida más bien, dejando ver además pequeñas venas moradas en su largo cuello, y sus ojos, por muy bellos que fueran, de vez en cuando dejaban resplandecer un brillo similar a los de un gato, cada que esta pisaba la sombra.
Muy probablemente, de no ser por el cuello del suéter cuello de tortuga que llegaba convenientemente debajo de su saco, pudo haber visto las marcas de colmillo que la llevaron a volverse una reina de la noche años atrás. Pero todo aquello era una teoría que se caía al recordar que justamente esta era la directora de un centro de estudios para monstruos. Y los monstruos, no suelen ir estudiando a los suyos.
—Tu nombre es Kan Yukari... ¿Cierto? —La chica afirmó. –Disculpa que te lo diga, pero no aparentas la edad que tienes, te ves cómo de quince a pesar de tener veinte.
—¿Qué información necesitan de mí?...—interrumpió.
Karen guardó silencio. Aquella era una pregunta ambigua. De hecho, necesitaban toda la información que ella supiera, hasta el más mínimo detalle.
—Todo esto es nuevo para nosotros. Esta ciudad nunca había tenido estos casos de esta nueva "plaga". Toda información es válida viniendo de un centro japones con años de estudios. ¿Cuándo surgió en tu país?, ¿Cómo fue que la descubrieron?, ¿Qué recursos necesitas para llevar tus investigaciones aquí?, ¿Qué otros profesionales en el área podrían ayudarte?
Tras unos cuantos segundos de silencio y de estudiar la seria y al mismo tiempo, preocupada mirada de la pelirroja, no tuvo más opción que confiar en esta.
—Si desea toda esa información, debo advertirle que necesitará algo de tiempo para oírme. Así sabrá si su centro cuenta con las instalaciones y el presupuesto para estudiar lo que quieren estudiar.
—Por el tiempo no debes preocuparte. Ya mandé a Albert a contestar mis llamadas, ese hombre rubio que conociste hace poco.
Yukari no pudo dejar de agachar la mirada avergonzada, recordando lo que había ocurrido momentos antes.
—Pero eso no tiene por qué preocuparte—comentó la pelirroja con una sonrisa.— Aquí todos tenemos alguna historia bochornosa de nuestra fase de adaptación.—soltó, guiñándole el ojo con picardía, disipando así cualquier sospecha de la japonesa, quien abrió los ojos sorprendida de la sinceridad de la pelirroja.—Déjame pedir que nos traigan un buen café y así hablamos con calma...
Muchas de sus palabras parecían historias de terror, de esas que su abuelo le contaba antes de dormir. Otras, parecidas a lo que había leído en el diario de su abuela y el diario de Andrew Malkavein. Hombres que de repente pierden su humanidad y parecen poseídos. Criaturas que se retuercen por sangre humana llenos de rabia, hombres que le recordaban a su padre... por otra parte, según su explicación, seguían siendo seres con un fondo humano que sufrían y lloraban por no poder controlar sus instintos, criaturas que no pidieron ser lo que son, y que su lado humano se podía ver reflejado en sus miradas llenas de pánico una vez eran llevados a los laboratorios para estudiarlos. No podía ser más cruel y monstruoso. Lo que deseaban hacer podía verse como el legado de Josef Mengele en los campos de concentración, y no hacia monstruos diferentes a lo que ella misma era, pero que, aun así, estaba dispuesta a pagar en el infierno, si de ese modo, podía devolverle a la humanidad, aquello que la habían perdido.
—A ver que todo esto es difícil de digerir. A pesar de que estas plagas llevan ya años en la sociedad, es vergonzoso reconocer lo poco que conocemos sobre esta...lo poco que un centro como este conoce sobre estas criaturas. Pero lo que mas me preocupa, es que esto nunca pueda funcionar—dicho esto, la pelirroja metió su mano en el interior de su saco, para sacar algo de su bolsillo— Esto que ves aquí, es lo que yo llamo un "inhibidor de instintos vampiricos"
Lo que la pelirroja había sacado, era nada menos que una píldora blanca, la cual sujetó entre sus dedos índice y pulgar.
Mi centro lleva unos diez años tratando de hallar la formula correcta para hacer funcionar este inhibidor. Ha funcionado en un par de casos, no obstante, me temo que su composición aun no es capaz de cumplir con su propósito, y suprimir los instintos de los eslabones a quienes se lo hemos aplicado. Su propósito es que las personas puedan llevar una vida normal, bloqueando los instintos de su vampirismo, que pasen desapercibidos como personas normales, aunque deban seguir bebiendo sangre, pues ya sus organismos han cambiado, pero no pierdan la cordura al sentir sed por esta...
En sus años de estudio, la japonesa llegó a leer la teoría de un inhibidor para los instintos de vampiro. Eran varias empresas farmacéuticas quienes habían intentado, sin éxito, sacarlas al mercado. Pero que, por lo cambiante de la química cerebral de los vampiros, nada había logrado efecto. Las investigaciones y pruebas sobre aquella droga habían cesado, dándose por vencidos con aquella idea.
—¿Ha dicho usted que, ese inhibidor logró hacer efecto en un par de casos?—comentó incrédula.
—En efecto. De hecho, uno de esos casos, soy yo— sonrió. —Espero podamos trabajar en esto, y que sean más quienes se beneficien de esta medicina. Sin embargo, hay algo mas que necesito saber respecto a ti.
La japonesa una vez más asintió con su cabeza de buena gana.
—Lo que no me queda del todo claro, es ¿por qué no te hallabas en la ceremonia junto a tus demás compañeros? ¿cómo es que tú sigues viva y los demás no?
La garganta de la chica de repente se secó, su pecho ardió ante aquella pregunta comprometedora. Como si un rayo hubiese impactado sobre este y partido su ya muerto corazón.
—Pues...—pensó antes de añadir.—Sonará tonto, pero, me quedé dormida. Lo cierto es que tomo una gran cantidad de medicamentos para controlar las migrañas que la carrera me produjo, entre ellos muchos que ocasionan mucho sueño, ya sabe, la mayoría de medicinas neurológicas dan sueño...—rascó la parte trasera de su cabeza sin levantar la mirada.
—Entiendo.—afirmó la pelirroja con su cabeza. —Eso explica por qué Adam sigue durmiendo después que bebió tu sangre— esbozó una carcajada que no pudo contener.
Aquello último la hizo abrir los ojos sorprendida. Así que el responsable de su transformación se resentía de los efectos de los medicamentos. Si bien es cierto que dichas pastillas daban sueño, aquella sobredosis medicamentosa no la había consumido por otra razón que no fuera la de autolesionarse. Ese día si bien podía moverse de un lado a otro (incluso para hacer explotar un edificio) aún se sentía atontada por el efecto.
La pelirroja se sobresaltó entonces, había sentido su teléfono vibrar, era su alarma. Le pareció increíble como había pasado el tiempo. Se había metido tanto en la conversación que perdió la noción del tiempo.
–Es mi alarma. – Se excusó. –Tengo que ir a alimentar a mis gatos.
Kan imaginó que se trataba de una especie de metáfora para advertir que debía alimentar a los vampiros que vivieran en el edificio. La escéptica mirada de la chica hizo que la pelirroja sonriera.
–Vamos, no te quedes aquí. – dijo con tono más amable abriendo la puerta.
–¿No desconfía de lo que soy capaz en esta etapa? –mencionó insegura.
–Pues, si eres la misma que me acaba de dar toda esta valiosa información, se bien que estarás alerta de cualquier cambio en tu cuerpo, tu solo tienes que informarnos y te aseguro que todo estará bajo control. Estas en un centro especializado en vampiros, no serias la primera ni la última en perder algunos tornillos en este lugar.
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