Capitulo 24: Frente al juez

La pelirroja había tomado el micrófono del podio, haciendo el vano intento de calmar las aguas. La chica ya no estaba, pudo ver como esta se retiraba a lo lejos sin despegar la mirada del suelo, avergonzada quizás, pero la directora sabía desde hace meses que ese sería el resultado de exponer la verdad al público. ¿Para que seguir guardando silencio? No obstante, no era la amenaza de esas criaturas lo que inquietaba a los invitados. El centro Malkavein contaba con la verdad, pero no con los medios para solucionar la problemática actual. Años, décadas de investigaciones y financiamientos por parte de tantos entes públicos y privados, ¿y para qué?

Ahora solo salía a la luz otra teoría del montón dicha por boca de una japonesa desconocida haciéndole pretender a los demás que la suya era la verdad absoluta. No hacia falta leer los pensamientos de aquella multitud apilonada alrededor de ella, compitiendo por quien acercaba más su micrófono y grabadoras hasta su boca. No tenían pensamientos que ocultar, estaban ahí para que las preguntas salieran de sus labios.

-¡Doctora! ¡¿Eso quiere decir que el problema es más grave de lo que imaginábamos?!-intervino un periodista.

-La semana pasada habían declarado que los casos habían disminuido un diez por ciento, ¿esas cifras eran inventadas? -interrogó otro.

-¡Nada de eso! ¡Este centro siempre ha sido transparente con la información!

-Pero su nueva investigadora acaba de revelar que, a diferencia de las teorías anteriores, todos somos propensos a transformarnos en esas criaturas...

-S-si, es correcto p...

-¿Qué ha estado haciendo el centro con el dinero de los contribuyentes y patrocinadores entonces?

-¿Qué clase de pregunta es esa?-Karen comenzaba a alterarse, subiendo su tono de voz.-¡No hemos hecho otra cosa desde la fundación de estos laboratorios más que investigar causas paranormales! No obstante, estas criaturas son tan nuevas para ustedes como para nosotros...

-Pero su científica acaba de decir que los primeros avistamientos fueron en la década de los sesenta. ¿No tenían conocimiento de estos brotes?

-Los casos de eslabones en otros países eran asunto clasificado hasta hace poco, hechos aislados que solo quedaban en el olvido como leyendas urbanas como bien lo explicó la doctora hace un momento. El único instituto científico mundialmente conocido por el estudio formal de estos casos era el instituto Fukushida, y esto gracias a que Japón en poco tiempo se volvió la cuna de estas criaturas, que evolucionan más rápidamente de lo que la ciencia pueda explicar. No obstante, negarle la verdad a los ciudadanos, es mandarles la cena a estos vampiros.

-¿Y no le importa que ahora la sociedad se alarme? -comentó un hombre corpulento y de gran tamaño quien caminó desde el fondo del salón, abriéndose paso por los demás periodistas, este no llevaba micrófono, pero su voz era dura, su cuerpo solo se veía como una silueta oscura, pues la luz del proyector provocaba un efecto a contraluz que no permitían a la pelirroja detallar su rostro. Aun así, imponía el respeto suficiente como para que lo dejaran tomar palabra y le abrieran el paso sin rechistar.-Estamos frente a una realidad desconocida, ¿pretende simplemente exponer esto públicamente y esperar que los civiles reaccionen con tranquilidad al saber que una glándula en su cerebro esta propensa a cambiar sus vidas para siempre?

La expresión de Karen se endureció debajo de su flequillo, llevaba un moño, pero el estrés lo había aflojado dejando salir sus mechones sobre su cara.

-El gobierno ha pagado miles, no, millones, para mantener esta investigación al margen del oído público, ¿usted sabe lo que significa para el país y el resto de Europa cambiar de parecer al respecto y soltar la verdad a oídos de los periodistas? -comentó el gordo que, al verlo con mayor detalle, pudo percatarse de su rostro, así como del uniforme militar con varias medallas prendadas de su pecho.

-General Van Hauser.-saludó la pelirroja haciendo una reverencia con su cabeza.- Como ministro de defensa del país, entiendo perfectamente el por qué considera que soltar esta información al público podría causar una conmoción ¡Pero ignorar la gravedad de este asunto es lo que nos metió en este problema en primer lugar! Y si seguimos ciegos, es más probable que el problema siga creciendo. Todos hemos perdido hombres en el combate hacia estas criaturas. La policía nacional de la cual somos los encargados de entrenar en nuestras instalaciones, así como también la guardia civil. Reconozco su buen trabajo, pues las cifras de criaturas en este país son honestamente menores a muchas otras, pero si seguimos callados por más tiempo, la incertidumbre causará caos en la población, las personas no entienden el por qué del toque de queda, ni el por qué de las desapariciones de los niños diariamente. Sino les contamos la verdad, no tomarán prevenciones, y lamentablemente, no existe la cantidad de policías que pueda salvarles la vida a todos.

Los periodistas volvieron a interrogar todos al mismo tiempo, por lo que Karen con cara de pocos amigos simplemente dijo por el micrófono.

-La rueda de prensa ha terminado, los representantes del gobierno pueden pasar a la sala de reuniones, donde concluiremos con esto.

Dicho esto, los periodistas y fotógrafos no pudieron evitar quejarse al unísono, solo para ser despachados por los guardias de seguridad quienes los guiaban hasta las escaleras. De este modo, el presidente, así como otras entidades sentadas en las primeras filas, se levantaron siguiendo el paso de la pelirroja hasta el otro lado de la sala.

Antes de subir, la pelirroja pudo encontrarse con Albert, así como con Alexander quienes esperaban en silencio. Esta se disponía a mencionar algo a estos dos, hasta que entonces, fue interrumpida por una voz a sus espaldas.

-¡Doctora Malkavein!-mencionó una voz cantarina poniendo su mano sobre su hombro, haciéndola voltear en el acto. -Debo felicitarla ¡Qué maravillosa ponencia ha dado!-congratuló una mujer rubia de alta estatura, quien de inmediato saludó a la pelirroja con un beso en la mejilla.

-¡Hildegard!-mencionó correspondiendo a su saludo. -Gracias. Aunque no he sido yo quien ha dado la ponen...-pudo continuar de no ser porque la rubia había dado la espalda para saludar al presidente, dejando a la pelirroja con la palabra en la boca y expresión confundida.

El rubio se limitó a sonreír con una expresión comprensiva, mientras que el pelilargo, tan callado como de costumbre, solo asintió con su cabeza. Sin necesidad de decir nada, sabia que debía subir con los demás, no obstante, este se tomaría unos segundos para encender un cigarrillo antes de unirse a la reunión.

La pelirroja solo puso sus ojos en blanco apenas el pelilargo posó el filtro sobre sus labios, justo antes de subir las escaleras.

Siempre había sido así y nada lo haría cambiar, su calma solía relajarla, pero a veces también la hacía impacientarse.

En la sala de relajación, el olor del café recién hecho se escapaba por el pasillo, olor que, de algún modo, aquietaba y disminuía la carga de los hombros de la japonesa, quien llevaba rato viendo el interior de su taza. ¿Así se habría sentido su padre dando sus conferencias? En sus tiempos de estudio, pudo ver las conferencias grabadas de su padre un millar de veces, se las había aprendido de memoria, debía admitir que gran parte de sus palabras de hace un momento habían salido justamente de esos viejos lost media.

"Ahora entiendo por qué mi padre siempre estaba cansado como para jugar conmigo"...-pensó-Contar la verdad, es una tarea agotadora. -sonrió agotada, masajeando su nuca. "¿estará orgulloso allá donde esté?" -¿Lo hice bien?-preguntó para sí misma

-Yo diría que sí.-contestó una voz a sus espaldas, haciéndola voltear de inmediato. El olor a cigarro acompañando cada palabra de aquella frase ya le alertaban de quien se trataba. El pelilargo la miraba con seriedad desde el marco de la entrada del salón, extrañado.- Creí que estarías en la sala de reuniones, ¿Qué haces aquí en la oscuridad?

-¿Sala de reuniones?

-Vamos, el ministro de defensa, así como el presidente, están esperando el resumen de la misión en el coliseo, hay que ir.

El resumen del coliseo. Ciertamente aun faltaba aquel gran detalle. Sus labios se secaron observando la taza entre sus manos. Sus piernas se sentían de plomo, no deseaba tener que dar más declaraciones aquella noche.

-Tu descuida. Yo me encargaré de todo.-mencionó el pelilargo posando su mano sobre su hombro.

Sin meditarlo por más tiempo, ambos cruzaron la oscuridad del pasillo hasta el ala norte, cercano a las escaleras del tercer piso. Era la primera vez que cruzaba aquel corredor, poco iluminado, pero igual de decorado y vistoso que el resto de la casa.

Dentro de la sala, todos se hallaban sentados en una gran mesa, escoltas, empleados del gobierno, los ministros de defensa y salud, así como algunos científicos con batas blancas, cada uno sentado frente a otros, con Karen en la cabeza de esta, y Albert, a su lado derecho. Las miradas eran serias, terriblemente serias en realidad.

-Retomando las palabras del general. Quisiera pedirles una sincera disculpa en nombre de todos en este centro. -empezó la directora. -La finalidad de esta rueda de prensa no era la de escandalizar a la población. Sin embargo, habiendo recibido incontables reportes policiales de desapariciones y avistamientos de criaturas extrañas en las calles, así como la insistente petición del ministerio de defensa sobre el reporte del centro, me pareció preciso llamar a la prensa.

-Y que sean ellos los que informen al resto de la sociedad de lo que está ocurriendo durante las noches.-Alegó de mal tajante el general van Hauser.-¡Usted sabe perfectamente bien que la prensa causa más caos y desinformación que cualquier otro medio!

-En ese caso, general, supongo que deberá ser usted el que anuncie públicamente estos casos antes de que la prensa lo haga.-mencionó una voz masculina del otro lado de la mesa. El general van Hauser siguió el origen de aquella voz, llegando con la fuente, de los labios debajo de un oscuro bigote, labios que no dejaban de arquearse en una sonrisa. La voz del presidente.-La población se sentirá más segura si es el gobierno quien les dice la verdad. Si la prensa lo hace, no solo podrían tergiversar la noticia, sino causar malos entendidos o incluso generar escepticismo en los ciudadanos en el peor de los casos.

Un silencio espectral invadió la sala. De la gran mesa solo se oyeron algunos muy disimulados cuchicheos de ciertos científicos quienes miraban la escena con inseguridad. El rostro del general se arrugó en una mueca de furia. El silencio pues fue roto por el violento sonido de su gruesa mano golpeando con fuerza la mesa, poniéndose de pie en el acto.

-¡Su deber es el de estudiar estas criaturas y proteger a los ciudadanos de esta situación! ¡El ministerio de defensa está para proteger al país de amenazas extranjeras y atentados internos!

-Y es esta, efectivamente, una amenaza interna, general.-respondió la pelirroja con tono severo.

De repente, un golpeteo de la puerta interrumpió la discusión, dándola por terminada en el acto. La pelirroja dio permiso de entrar, y allí, detrás de la puerta, se hallaban el pelilargo y su nueva doctora especialista, Kan Yukari. Ambos hicieron una pequeña reverencia antes de pasar, disculpándose por la interrupción, a lo que la pelirroja solo negó con su cabeza, indicando donde debian sentarse.

-Descuida. Yo puedo quedarme de pie.-mencionó el vampiro menor quitando el cigarrillo de sus labios y apagándolo sobre un cenicero cercano.

-Bien. Ya que ahora sí estamos todos, podemos dar inicio al motivo principal de esta reunión.-Mencionó la pelirroja ajustando sus anteojos sobre su tabique. -Tal como el general dejó en claro hace un segundo, el propósito de este centro, es el del estudio de estas criaturas, asi como de cualquier otra cuya existencia rebase los límites de la comprensión de las personas. Para garantizar este objetivo, tuvimos que contar con el apoyo de un centro de estudio japones, aliado a nosotros desde hace ya bastantes años. El instituto Fukushida se reconocía por ser el más aventajado en cuanto conocimientos de los eslabones. Lamentablemente, lo único que queda de ese instintuto, y que por suerte, ahora tenemos a nuestra disponibilidad, es la doctora Yukari.-mencionó señalando con su mano a la japonesa.-Así como también, una muestra de los estudios realizados en ese centro con los cuales podremos dar inicio a las investigaciones de estas criaturas.

-¿Entonces, que demonios han estado haciendo todo este tiempo?!-intervino el general. -El gobierno lleva más de cincuenta años colaborando para sus investigaciones, aun cuando la plaga era reducida y no existía ese supuesto "gen evolutivo" ¿qué hacían entonces con todo el dinero? ¿comprar mansiones en el caribe? ¿o invirtieron ese dinero en algún negocio sucio del cual no sabemos?

-Mas vale relajarse general-intervino Karen-tal como escuchó hace un momento, todos aquí presentes albergamos un gen volátil capaz de activar nuestros instintos más primitivos y transformarnos en criaturas sedientas de sangre. Sino se relaja, ese gen podría activarse, le recomiendo que conserve su corteza prefrontal tranquila antes que se vuelva usted uno de nuestros especímenes de estudio.

El hombre apretó la mandíbula, su cara por un momento palideció asustado de imaginarse las palabras de la mujer. A final de cuentas, la conclusión de toda esa teoría era solo eso, perder la humanidad en un arrebato de cólera.

-Si desea nuestros registros contables podríamos dárselos ahora mismo, este centro no oculta nada...

Dicho esto, una figura se levantó negando con la cabeza de un lado a otro, posando su mano sobre la mesa, el presidente interrumpió la discusión.

-Nada de eso hace falta, doctora. Está más que claro la ardua labor que ha llevado su familia por años, la simple visita a este centro es prueba de lo bien que ha sido invertido el dinero del estado.

-Muchas gracias, señor presidente. Sin embargo, deseo responder la pregunta del general, ya que estoy segura de que muchos aquí desean saber por que ahora y no antes, tenemos la necesidad de preparar a la sociedad para estas criaturas.-la pelirroja se levantó de su asiento, observando a todos a los ojos antes de continuar.- Hace una semana, mi colega Albert recibió un sobre con unos boletos con su nombre en ellos, unos boletos provenientes del teatro de ópera de Viena.

Instantáneamente algunos de los presentes no evitaron fruncir el ceño al oír esto, incluyendo el general quien en seguida cruzó sus brazos, escéptico.

-Y ustedes dirán, ¿Cómo es eso posible, si el teatro lleva meses cerrado al público? Todos aquí hemos ido al menos una vez al teatro, en las escuelas nos llevaban una o dos veces al año para poder ver alguna obra u oír un concierto, y sabemos bien como son los boletos y el logo del teatro. El sobre venia sin remitente, no sabíamos quien lo había enviado, pero si sabíamos, que cerca de ese lugar, habían sido avistados algunos casos de eslabones durante las noches. Noches atrás, mi capitán de las fuerzas especializadas de la policía-señaló esta vez a Alexander quien seguía de pie oyendo todo-Y otros oficiales, pudieron capturar a dos eslabones. Dos menores de edad de apariencia frágil. Delgados y con muchas cicatrices. Después de una interrogación, pudimos dar con el paradero de su guarida, la cual no es otra, que el teatro de ópera.

Los ojos de los presentes se abrieron simultáneamente, algunos viéndose las caras, otros carraspearon nerviosos, no obstante, el general tragó grueso solo para dar la primera palabra, cosa que no fue posible, pues la pelirroja prosiguió con su declaración.

-Lo que mis hombres pudieron ver ahí dentro, es inimaginable. No solo el capitán Alexander pudo ver cosas esa noche, sino también la doctora Yukari, quien se ofreció a asistir en nombre de Albert, a quien evidentemente le negué el acceso por su seguridad. De hecho, creo que no pudimos tomar una mejor decisión. Sin embargo, preferiría que oyeran toda la verdad de parte del capitán, y así tener todos los detalles incluyendo los más clasificados.

Dicho esto, la pelirroja volteó a ver el rostro del pelilargo, quien solo afirmó con su cabeza justo antes de pararse en la cabecera de la mesa. Se había aflorado en todos, una sensación de incertidumbre y desesperación. Por más que Hughar Larklington disimulara con su expresión pasiva y atenta, le carcomía el terror de tener que afrontar la verdad, de algo que iba más allá de su comprensión como mandatario. El hecho de que la pelirroja no se viera segura lo hacia temblar de miedo. ¿Con quién contarían entonces? ¿Qué había estado ocurriendo en su país dentro de las sombras todo este tiempo?

-Como ya lo mencionó Karen.-interrumpió Alexander los pensamientos del presidente.-Hace unos días, mi hermano, Yukari y yo, tuvimos la misión de comprobar qué se celebra en el teatro durante algunas noches. O, mejor dicho, pudimos ver con nuestros propios ojos, qué es el coliseo rojo.

El silencio y la confusión volvió a dibujarse en sus expresiones. Automáticamente, Alexander siguió narrando los hechos ocurridos en el coliseo, incluyendo el por qué se le conocía por este nombre a ese lugar.

-Hace meses recibimos cientos de reportes policiales de desapariciones, no solo de niños, sino también de adultos. Todas estas ocurridas dentro del perímetro de la ciudad. Tambien, recibimos reportes de casos de ataques y avistamientos en áreas cercanas al teatro, obviamente, todas durante las noches. La logia de los niños de la noche, asi se hace llamar este grupo indeterminado de eslabones. Aunque sean vampiros, ninguno supera la mayoría de edad. Sus edades corresponden desde los cinco a los dieciocho años. Cazan para sobrevivir y sobreviven para luchar dentro de las paredes del teatro, es decir, el coliseo. ¿Con que propósito? Es aquí donde la cosa se pone aun más turbia. Ningún espectáculo se hace para una sola persona. Siempre debe haber un público, sino, para qué entregar esos boletos? Pues, este publico tienen una cosa en común, todos son representantes del éxito dentro de sus profesiones. Personalidades como Albert, llenos de poder y dinero, que acuden a apostar en estas matanzas, pero también, por otra razón aún más oscura.

El general dejó escapar una carcajada cargada de sarcasmo, interrumpiendo la conversación. Risotada que hizo saltar del susto a algunos de los científicos y que otros como el presidente le dedicaran una mirada de reproche automáticamente.

-Esto me suena a la fantasía conspiranoica por excelencia. Esto no es Hollywood, capitán. ¿Cómo me explica que estas funciones se hayan dado sin que nadie lo supiera? Salvo una pequeña elite de ricos y adinerados. ¡Que el ministerio de cultura en ese caso de la cara y nos explique cómo es que esto pudo ocurrir! ¡El teatro de ópera es patrimonio cultural del país! ¿Y me dice que el estado ignoraba de esas funciones nocturnas?

-¿Qué ganaríamos con mentir? ¿creen que perderíamos el tiempo trayendo aquí a los representantes del gobierno para contarles un cuento de terror? No se si se habrá percatado de la magnitud de esto general, ¡pero estamos viviendo el inicio de una distopia! ¡Abra los ojos! Si desea interrogar al ministerio de cultura, estoy totalmente de acuerdo, pero decir que todo esto es una creación por parte de nosotros, ¡es un agravio sin precedentes!-intervino la pelirroja al borde de su paciencia.

-El verdadero agravio aquí es el hecho de que el gobierno esté invirtiendo tanto dinero en mantener este centro de lo que invierte en el poder de defensa del país. Además. ¿Cómo creen ustedes que todas esas alimañas llegaron hasta el coliseo sin ser vistos? ¿entraron desde otras partes del continente? Como las ratas durante la peste negra.

-Esa es una buena pregunta.-Añadió Alexander.-Probablemente no todos los chicos sean austriacos, quizás el "padre" fundador de esta logia no provenga ni siquiera de este país. Pero creo que para nadie ya es un secreto, de que toda Europa está conectada por una red de túneles subterráneos. Quien los conozca, tiene facilidades para escapar y volver como se le antoje. Es un descubrimiento no tan moderno, pero que ha generado interés en historiadores últimamente. Al menos esa es mi teoría.

Los presentes volvieron a compartir miradas, algunos comenzaban a morder sus uñas con disimulo mientras que otros sostenían sus mejillas con cansancio, pues ya se pronto pasaría de la media noche.

-Y, hubo alguna personalidad importante que hayan reconocido dentro del teatro?-intervino el presidente con tono suave.

-Temo que solo tenemos un nombre muy claro, y no por eso nos sentimos más tranquilos. El doctor Joseph Van Heinkell, CEO de la farmacéutica Kleinfield...-Los científicos, incluso aquellos que comenzaban a bostezar, voltearon en dirección a la directora. Era bien conocido, por lo visto. Al menos, esa fue la impresión que le causaba a la japonesa quien pudo recordar a aquel hombre.

-La doctora Yukari tuvo la oportunidad de ser presentada con el durante el intermediario de la función, así como a otras personas, sin embargo, al ser nueva en el país, no pudo reconocer las demás identidades. Y ustedes me dirán, y como es que el doctor van Heinkell es tan importante en esta ecuación? Esto se debe, a que el doctor susurró al oído de la doctora Yukari, que tenía conocimientos sobre los avances en este centro. Específicamente, el doctor van Heinkell dice poseer nociones sobre nuestro inhibidor de instintos, experimento que llevamos años desarrollando dentro de nuestras paredes.

Los ojos de los científicos, así como sus bocas se abrieron, desorbitados, incluso comenzando a murmurar todos al unísono, haciendo preguntas y conjeturas de cómo era posible que hubiese salido tal información de la clandestinidad de las paredes del subterráneo.

-Lamento interrumpir.-Empezó una figura femenina, rubia, poniéndose de pie. La misma mujer rubia que pudo saludar a Karen en las escaleras de la sala de conferencias. -Siento tener que decirlo. Sabe usted, doctora, que nuestra relación siempre ha sido con la de sororidad y respeto que nos caracteriza a nosotras las mujeres. Entre mujeres de ciencia siempre debemos apoyarnos y creo fielmente en su palabra. No obstante.-hizo una pausa para ver a todos en la sala.-Temo que no puedo creer lo que está usted inquiriendo. Como jefa encargada del área de investigación, jamás he permitido que mis colegas ni yo, manejemos información clasificada fuera de las paredes del laboratorio. -dicho esto, algunos científicos en la mesa afirmaron y secundaron sus palabras.-Está segura entonces la doctora...-Hizo una pausa observando el rostro de Kan quien se veía seria, tratando de recordar el nombre de esta.

-Yukari.-añadió.

-La doctora Yukari. Sin intenciones de refutar sus palabras, doctora. Es imposible de que esa información haya salido de las paredes de este centro, o al menos de los empleados de los laboratorios. A no ser doctora Malkavein, que haya usted revelado este experimento a alguien más, temo que es inconcebible que algo así haya ocurrido.

Los ojos de la japonesa se abrieron casi al mismo tiempo que los de la pelirroja. Ambas voltearon a encontrar sus miradas. Ciertamente, su primera noche en el plantel, la directora le había revelado aquel avance a la chica. La pelirroja frunció el ceño, mientras que la pelinegra, en el fondo gritaba su inocencia. Había metido sus manos dentro de sus muslos, a ver si de este modo estas dejaban de temblar. Nadie sabia salvo ellas, que la japonesa también conocía esa información.

La rubia continuó con su autodefensa, mencionando a los presentes todo el trabajo hecho dentro de las instalaciones. Los hallazgos y avances obtenidos durante su tiempo dentro del plantel, asi como de explicar como funcionaba el protocolo de investigaciones y para qué era empleado el dinero del estado dentro de estas. Nadie dudaba de la veracidad de las palabras de la mujer, quien dejaba muy bien parado el nombre del centro con su monologo. No obstante, las voz de esta se oian como el eco desde el interior de un pozo a oídos de la chica frente a ella. Como el altavoz de un tocadiscos mal reproducido o tal vez, reproducido en reversa y a baja frecuencia. Sus ojos se abrieron, sabiendo a que se debia esto. Pellizco sus piernas con sus dedos mientras intentaba ocultar su rostro debajo de su larga cabellera. Una sensación de vacio en la boca del estomago, asi como un sabor amargo dentro de su boca, invadieron sus sentidos. ¿Olía a flores? ¿O era parte de su agobiada mente?

Deja vu, eso era lo que sentía. Una fuerte sensación de estar repitiendo aquella situación. Podía incluso oír de nuevo los gritos de sus compañeros. Como una grabación en blanco y negro, gritando asustados al ver al eslabón despertarse en la camilla, devorando el cuerpo de uno de ellos. Asi como también podía oír los gritos de su docente quien no paraba de vociferar en su oído la frase "mira lo que has hecho".

De pronto volvió a abrir los ojos. Todo había ocurrido con tanta rapidez que no supo en qué momento la rubia había terminado su explicación, dedicándole una mirada de confusión al verla tan callada.

-¿Se encuentra bien? ¿ Doctora?-intervino la rubia. Haciendo que la chica afirmara con su cabeza.

-Si. Todo bien.-afirmó fingiendo que nada había pasado, y aquella disociación solo había sido parte de un momento de estrés o cansancio.-Es solo que, estoy algo cansada.

-Es verdad. Ya se ha hecho un poco tarde.-mencionó el presidente.-Aunque estoy seguro de que ninguno podremos pegar el ojo en varios días después del día de hoy...-sonrió levantándose de la mesa.

-En ese caso, este será el final de la reunión el día de hoy. Solo quedará ponernos de acuerdo de qué modo controlaremos esta plaga, y como erradicarla.

-Mantengan el área vigilada tal y como lo han estado haciendo.-mencionó el general van Hauser poniéndose de pie.-Si necesitan refuerzos, enviaremos soldados capacitados, solo encárguense de tener preparado el armamento especializado para ellos.

-Muchas gracias general.

Lentamente la sala se vació. Por su parte, la japonesa sentía una inmensa necesidad de salir a tomar una siesta, rogando que aquella situación hubiese pasado desapercibida para los demás. Pudo ver como la pelirroja se había quedado a hablar con Albert, ambos intercambiaban ideas de lo ocurrido en la reunión en voz baja. Alexander por otra parte se detuvo un momento a observar a la pelinegra antes de irse. Ella, hizo lo mismo.

-Lo que no me queda claro, es para qué llamaste a la prensa.-mencionó el rubio recogiendo algunos papeles de la mesa.

-Ya conoces al general. Ese gordo no se atrevería a abrir la boca en publico ni aunque lo apuntaran con un revolver. Es escéptico y testarudo. Lo de la prensa fue solo un incentivo para que cumpliera con su deber. Que sea él quien informe a la sociedad sobre lo que está ocurriendo antes de que la prensa lo haga.

-Pero, ¿confías en que esos reporteros guarden en secreto toda esa información y no la expongan antes de tiempo?

-¿Y quién dice que podrán publicar la información? No tienen autorización de publicar nada a no ser que sus jefes se los permitan, y para ello, necesitan firma y sello de este plantel para corroborar la veracidad de su noticia. Hasta que no les de mi firma, esos periodistas no abrirán la boca. Pero el general si tiene que informar al pueblo y las autoridades sino quiere que esto se nos escape de las manos.

-A veces me dan escalofríos tus planes...-mencionó rascándose la cabeza con su prótesis biónica.-La verdad es un privilegio hoy en día.-suspiró.

-Lamentablemente, así es... y la verdad, nunca llega sola. Debemos volver al teatro si deseamos saber las identidades de los demás implicados de la logia.-mencionó guardando algunos archivos en cajones.

-Con respecto a eso. Déjamelo a mi.-mencionó el rubio robándose la atención de la pelirroja quien no pudo evitar voltear asombrada de su decisión. -Ese hombre me quiere a mí. No abrirá su boca a más nadie, eso lo dejó bastante claro. Yo puedo ir a recabar esa información. Si ese hombre hubiera querido hacerme daño, le habría hecho algo a la señorita Kan, está claro que lo que deseaba era mandar un mensaje. Así que iré yo mismo a afrontarlo.

La pelirroja posó su mano sobre su frente, exhalando cansada. ¿Cómo decirle que no? ¿Qué otra cosa podía hacer? Y lo mas importante ¿Qué pasaría si a Albert le ocurría algo?

-Si algo te pasa allá dentro...Te traeré del infierno, y te mataré.-señaló con su dedo, a lo que el rubio solo dejó escapar una carcajada.

Por otra parte, la pelinegra acababa de salir de la sala. "No importa si es de noche, apenas ponga la cabeza en mi ataúd, cerraré los ojos hasta el próximo mes..." planificó internamente. Ciertamente unas oscuras bolsas se comenzaban a hacer evidentes debajo de sus ojos, asi como sus labios se comenzaban a tornar más pálidos. Con el paso del tiempo, su aparecía era cada vez más cadavérica a la vista de cualquier conocedor de estas criaturas.

-Doctora Yukari. ¿no es así?-intervino una voz ya conocida a su lado. Era Hildegard, la doctora rubia que había conocido hace unos poco minutos.

-Si, asi es.-mencionó con curiosidad de saber qué deseaba.

-No pude evitar sentir curiosidad por usted, me disculpa que le haga una pregunta, sino es mucha molestia. -empezó, a lo que la japonesa solo negó con su cabeza indicándole que no había ningun problema. -Debo admitir que, desde joven, he sentido una gran admiración por un doctor japones de nombre Keitaro Yukari. Un genetista muy reconocido por sus avances en el mundo de la medicina, así como en los estudios de los eslabones en sus primeros brotes en Japón. Quería saber, si por casualidad, era usted familia de este doctor.

La japonesa pudo experimentar un calor en su pecho al saber que aun su padre era recordado por algunos. Una mueca de nostalgia se dibujo en su rostro. Afirmando con una mirada un tanto perdida pensando en este.

-Sí. De hecho. Yukari Keitaro, era mi padre.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de la rubia casi al mismo tiempo que su ceja se arqueó con escepticismo antes de continuar.

-Que extraño. No tenia idea de que el doctor Yukari haya tenido una hija. Creí que de ser su familia serias su sobrina o solo una simple coincidencia de apellidos.

-Si bueno. Mi padre era un hombre que no le gustara hablar sobre su vida privada.-se excusó con tono serio. El tono de la rubia había cambiado evidentemente. Ella lo había percibido. Aquella expresión inquisidora iba acompañada por una sonrisa simpaticona que para nada le hacia juego. No tenia intenciones de darle más explicaciones sobre su árbol genealógico. Mucho menos a  mitad del pasillo.

-Ya entiendo. En ese caso, debió ser muy duro para ti que el instituto Fukushida haya explotando en pedazos, habiendo sido tu padre cofundador de este. Claro que ahora tiene sentido por qué su hija estudiaría una carrera en ese centro, siguiendo los pasos de tan importante hombre. No me imagino lo difícil que debió ser ver tus sueños desplomarse junto a este edificio.

-Detecto un tono extraño proviniendo de esta conversación.-mencionó con tono severo. Su mirada había cambiado, percatándose de las intenciones de la mujer frente a ella, estos se veían serios y oscurecidos por la sombra de su flecho, dándole un aire intimidante. -Si es intimidarme lo que busca, temo que no le dará resultados. Cuando las personas dedicamos nuestras vidas al estudio de monstruos, la intimidación de los demás no nos surte efecto. De eso debe estar usted de acuerdo.

La rubia rió cubriendo su boca con sus dedos.

­-En eso estoy sumamente de acuerdo con usted, doctora. Pero no es intimidar lo que busco, sino la verdad de qué está usted haciendo en este lugar después de la explosión de ese edificio. ¿Cómo es que sigues con vida y de qué manera? No voy a dejarme engañar por una chica de cara dulce que dice haberse quedado dormida el día más importante de su vida. ¿Por qué no estabas en tu graduación junto con tus compañeros? ¿Que hizo que te salvaras?-interrogó con insistencia.

La japonesa no pudo evitar la expresión de sorpresa. Aun con una sonrisa amable decorando su cara, aquella perspicaz rubia estaba exponiendo sus sospechas sobre su identidad, o quizás, ya lo sabía y solo lo dejaba entrever para que esta ultima no pudiese sentirse en paz.

-A no ser... que en primer lugar, tu no recibirías ese título después de todo.-la japonesa tragó grueso, apretando su puño para intentar de este modo no salir corriendo. Aunque tuviese la razón, y tuviese los motivos perfectos para juzgar sus actos, aun así, no podía evitar sentir repulsión por esta. -Una... ¿condición que no te permitiera trabajar tal vez? Eso tendría mucho sentido. Un laboratorio no puede darse el lujo de tener científicos no capacitados para el trabajo y exponer así a una catástrofe. Espero en el fondo de mi corazón estar equivocada. Después de todo, tu y yo seremos colegas de laboratorio a partir de ahora.-dicho esto, la rubia posó su mano sobre el hombro de Yukari, quien lo retiró de inmediato sin dejarse tocar.

Esta se mantuvo callada, estaba claro que los laboratorios tenían científicos bastante perspicaces si todas aquellas conjeturas habían salido de solo verla perder la consciencia unos segundos dentro de la sala de reuniones. No era la primera vez que alguna persona con complejo de superioridad buscaba intimidarla, ya sabia como debía actuar y cuidarse el trasero. La rubia se despidió con una sonrisa y se retiró por el mismo camino por el que había salido, dejando a la chica con una sensación fría en el pecho y con dificultad para tomar aire.

Al otro lado del corredor, ambos hermanos vampiros llevaban una conversación sentados en la sala de relajación. Ambos con tazas de sangre entre sus manos, y el menor con un cigarrillo en la otra.

-Ya sabes como es todo. El gobierno no abrirá la boca, a no ser que tengan a los mocosos chupasangre respirándoles cerca de la yugular.-comentó Alexander soltando una larga bocanada de humo de cigarrillo.

-Mantener a la sociedad ignorante.-rió por lo bajo-Así es más fácil poder controlarla. No me extrañaría que ese general sea uno de los que acuden a ver las masacres del coliseo y a darse festines en el bufette.-mencionó Adam con una sonrisa maliciosa, dándole un sorbo a su taza.

-No obstante, si noté bastante extraña a Yukari ahí dentro.

El mayor no pudo evitar voltear a ver con curiosidad al menor, quien empezó a explicar como la chica se veía ida por un segundo, hasta el punto de robarse la atención de la rubia científica quien preguntó por su estado en frente de todos.

-Están apareciendo los síntomas...-murmuró el mayor.

-¿Crees que se deba a que no ha ingerido ni una sola gota de sangre?

-Eso no tiene nada que ver...

El pasillo se mantenía en silencio, solo dejando escuchar los murmullos de ambos hermanos, quienes compartían susurros y risas como un par de amigas chismosas. Al menos, eso fue lo que pensó la pelinegra mientras observaba el tapiz de las paredes, pensando qué hacer. No obstante, la voz del mayor la hizo cerrar los ojos con el ceño fruncido. Apretando labios y puños justo antes de armarse de valor para entrar.

"Ya no me queda nada que perder..." fueron sus pensamientos al ver al vampiro sentado y riendo en voz baja. Jamás, ni en sus pesadillas más aterradoras, ni en sus desvaríos provocados por sus frecuentes migrañas y el estrés, ni en esos momentos de mayor vulnerabilidad, donde perdía el sentido de la realidad... se había imaginado a sí misma, hacer lo que estaba a punto de hacer en ese momento. Ya no tenia nada que perder, "ella era un monstruo, y los monstruos, no tienen dignidad"

Nadie mas podía cambiar su destino. Había nacido con la desventaja de no poseer las mismas capacidades de los demás. Por más inteligente que esta fuera, por mas que pusiera a prueba su esfuerzo, nunca seria suficiente para llevar a cabo sus propósitos, y esto incluso había quedado claro en frente de la jefa de los laboratorios. "Si al menos tuviese la habilidad de contenerlo..." fue por esta razón, que se dirigió frente a él, sin despegar la mirada del suelo. Si iba a llevar a cabo aquella acción, prefería no verlo a la cara.

Por su parte, este no dejaba de expresar confusión en su rostro, volteando a ver a su hermano quien tampoco comprendía nada. La mente de la chica estaba tan en absoluto caos, que leer sus pensamientos era una tarea imposible. Entonces. Lentamente, esta flexionó sus rodillas, llevándolas hasta el suelo, y de la misma manera, bajando sus manos, para posteriormente, pegar su frente al piso.

-Por favor... se mi maestro-expulsó entre dientes, con dificultad, reprochándose a sí misma el estar suplicándole a la misma clase de criatura que por años se juró erradicar.

El vampiro guardó silencio con una evidente expresión de incredulidad. Frente a él, la japonesa se había arrodillado en posición de súplica, insistiendo una vez más con su petición. Lentamente su rostro se relajó. Observando a esta desde su asiento, sin hacer un solo movimiento, más que posar sus manos en los brazos del mueble.

-Se de sobra que no tengo nada que ofrecer a cambio. Solo soy una científica que desea cumplir con el trabajo que se le ha asignado. No obstante, temo que no podré llevar a cabo con él... a no ser que tu me enseñes a superar mis debilidades.

La chica cerró los ojos. No deseaba ni siquiera recordar como lucia el suelo que sus labios casi besaban con tal de que el vampiro accediera a su propuesta. Aquello solo le hacia recordar a como estuvo a punto de lamer su zapato aquella noche, sin poderse negar de ninguna manera. Sentía como su garganta se resecaba y sus ojos ardían, amenazando con derramar lágrimas de vergüenza.

-¡JURO OBEDECER TODAS LAS ORDENES QUE ME DES SIN DUDARLO NI UN SEGUNDO! A cambio, te lo suplico, ¡enséñame todo lo que debo saber!- expulsó casi sin respirar, esta vez levantando su mirada para ver la cara del vampiro.

Este, se limitó a guardar silencio. Devolviéndole una mirada que parecía decir muchas cosas, y al mismo tiempo, ninguna. Este solo exhaló, justo antes de ponerse de pie. Dio un paso al frente, asi como otro, y otro hasta rodear a la chica que seguía tendida en el suelo observando sus manos.

-Hay que estar atentos a lo que el general tenga que decir a los medios s de comunicación. Hasta entonces, esperemos la orden para volver a entrar al coliseo.-mencionó parado bajo el umbral del salón, justo antes de marcharse, sin nada más que decir.

La chica sintió un balde de agua helada caer sobre su cabeza. El vampiro no se había dignado ni siquiera a responderle. Simplemente la rodeó, para posteriormente irse, y dejarla con una súplica vacía, sin respuestas...

Asi había sido siempre. No era la primera vez que se arrodillaba ante una criatura más poderosa que ella. Tenía la costumbre de hace años, a suplicarle a Dios cuando necesitaba un favor, un milagro urgente sobre algo que se le escapaba de sus manos. Obteniendo la misma respuesta de parte de Dios. Al menos, así era como ella lo veía.

Alexander miraba la escena con compasión, acercándose hasta ella para ayudarla a levantarse. La chica aceptó la ayuda, más no podía verlo a la cara, avergonzada de haber perdido su tiempo y más importante aún. Su dignidad.

-Lo siento.- Mencionó el menor. -Mi hermano no es una nuez fácil de roer. Pero no pierdas las esperanzas...

-Esta era mi ultimo plan. Ya no me queda nada más que hacer. Supongo que me tocará hacer experimentos y aprender todo por mi cuenta propia.-mencionó decepcionada.

-Adam no suele hacer nada que le pidan por las buenas...pero seguramente terminará accediendo en algún momento.-pensó en voz alta el pelinegro encogiéndose de hombros, justo antes de que la chica se dirigiera a su habitación.

-Lo tomaré en cuenta...-añadió al cabo de un momento, justo antes de retirarse.

Recordó entonces las palabras de la pelirroja un par de noches atrás. "Ese espantapájaros no se le puede convencer de nada que no desee hacer...al menos no por las buenas"

Llegando a su habitación, pudo encontrarse con quien de hecho, se suponía que no tenia que ver mientras trabajara en la mansión. Tanto la chica rubia hija del presidente como ella, abrieron los ojos al ver a la otra. Una asustada, otra solamente sorprendida.

-H-Hola...-intervino con dificultad la rubia, intentando fingir una sonrisa de confianza, mas su expresión insegura decía todo lo contrario. -Creí que llegarías al amanecer.

-Puedo irme si gustas.-mencionó la pelinegra. A lo que la rubia solo parpadeó un par de veces avergonzada.

­-¡N-No! No tienes que hacer eso...disculpa si he sido maleducada.-se acercó a la pelinegra con mayor confianza.-Mi nombre es Karin.-estiró la mano para saludar.

-Lo sé.-mencionó la pelinegra. Haciendo que la rubia se sintiera tonta al recordar que ya habían sido presentadas. -Mi nombre es Kan.-añadió correspondiendo el saludo a la otra.

-Lamento el escandalo de la otra noche. No fue mi intención ser desagradable contigo ni nada...-se excusó. La voz de la rubia era un tanto aniñado, así como sus mohines y su comportamiento que para nada parecían los de una mujer de su edad. No se veía una chica de malas intenciones, aun asi, guardaba sus sospechas sobre esta.

-Descuida. Para ser sincera, yo también habría puesto el grito en el cielo al saber que tendría que dormir con un vampiro.-el tono de la pelinegra en cambio, era bastante mas serio y apagado de lo que acostumbraba.

Aun resonaba en ella lo ocurrido durante todo el día. Su momento de irrealidad en la sala de reuniones, las amenazas disfrazadas de Hildegard, y por si las cosas no pudiesen ser peores, sus suplicas ignoradas de hace un segundo, en las cuales había terminado de enterrar su dignidad a veinte pies bajo tierra. No se sentía de humor para entablar una conversación ni con la persona mas simpática del mundo.

-Es que... por un momento, cuando vi ese ataúd, llegué a pensar que se trataba de algún juego pesado de "ese" vampiro desquiciado.

No pudo evitar voltear al escuchar el énfasis en aquel pronombre. Sabia de quien estaba hablando, pero la curiosidad era inevitable, haciéndoselo saber con el cambio inmediato de su expresión.

-De todos los vampiros que conozco, el único capaz de hacerme tener pesadillas es ese extraño hermano mayor de Alex. Desde que llegué aquí, siempre consigue la manera de fastidiarme o asustarme...Una vez en la noche, iba en su auto cuando este decidió dejarme tirada en medio de la autopista solo porque sugerí que cambiara la música, y un día encontré un ciempiés gigante debajo de mi almohada. Es insoportable...

Aquella anécdota pudo sacarle una sonrisa de sus labios, ahogando la risa en un ronquido que hizo fruncir el ceño a la rubia.

-A veces no puedo dormir en las noches pensando que algo extraño saldrá de esas pareces para caminarme encima mientras duermo. De vez en cuando también siento que algo me observa desde la oscuridad...

Lo que la rubia contaba no sonaba como un caso de paranoia solamente. Sin embargo, entendía a la perfección la posición de la chica, y fue gracias a esto, que una idea invadió su mente, haciéndola sonreír, recordando una vez más, lo dicho momentos antes por el otro gemelo.

-¿Has intentado dormir con un collar de ajo al lado de la cama?

La rubio negó de inmediato, frunciendo el ceño, confundida, incluso riendo por tan inusual pregunta.

-Puede que suene a ritual de abuelas o una creencia antigua. Pero lo cierto es, que los vampiros no soportan el olor del ajo. Apenas huelan ajo en la habitación, ni siquiera intentarán acercarse, les bloquea las vías respiratorias creando ardor en sus pulmones, deberías intentarlo esta noche.

-P-Pero, si pongo ajo en la habitación, ¿no te afectará a ti?

La japonesa sonrió con una expresión de mona lisa. Esta puso un pie en el interior de su ataúd, seguido del resto de su cuerpo. Con una mano sobre la tapa de este, y a punto de cerrarlo. Añadió.

-Tu descuida.

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