Capítulo 14: Estrategias y planes

La oficina estaba situada a unas cuantas puertas de la sala de relajación, pero por el camino no podía pensar en otra cosa... Las palabras de "él" no estaban alejadas de ser verdad, sentía que, si la sangre de alguien bajaba por su garganta, ese sería el fin de su humanidad, al menos, del vestigio que quedaba de ella. No podía evitar tener una batalla campal dentro de su cabeza ante aquella dualidad de pensamientos. Por una parte, recordaba lo ocurrido esa misma mañana al estar bajo la luz del sol, así como enloqueció con el doctor Golemann el primer día que llegó. Ni hablar de la noche anterior, cuando tiró al vampiro mayor al suelo y amenazó de muerte. Aunque ciertamente era lo que deseaba hacer, nunca se habría atrevido de haber estado en todos sus cabales. No obstante, también pensaba en el hecho de que aún se sentía la misma de siempre. Su forma de pensar no había cambiado en lo absoluto, los recuerdos de su humanidad estaban intactos, y si bien los vampiros eran conocidos por tener una excelente memoria, muchos de los eslabones que había conocido, ya ni siquiera recordaban sus propios nombres o quienes fueron en su vida pasada.

Volvió a ver su mano. A pesar de lo fea que lucía al inicio, ya se veía un poco mejor. "De ser humana, seguro se vería peor. Si hubiese bebido sangre, probablemente ya ni siquiera habría marca". Así precisamente se sentía. Ni tan viva como para estar lastimada de gravedad, ni tan muerta como para estar ilesa.

Apenas entrando a la oficina, pudieron notar la presencia de los otros dos vampiros de la mansión. Albert les dio la bienvenida con una sonrisa amable, parado al lado de la silla del escritorio. Alexander por su parte, estaba sentado en una poltrona a la otra esquina de la oficina, sosteniendo su adormecido rostro con su mano mientras sostenía su cigarro encendido entre sus labios, haciendo el esfuerzo por permanecer despierto.

Karen sin esperar demasiado, tomó asiento en su escritorio, invitando a los otros dos a hacer lo mismo, no obstante, Adam prefirió permanecer parado, recostado de la pared, a lo que la pelirroja hizo un ademán para que la japonesa tomara asiento en el último sitio libre.

-¿Seguro que prefieres quedarte parado?-comentó viendo a Adam cruzado de brazos.

-Tu no nos invitas a tu oficina sino es para salir en busca de algo, ¿para qué voy a sentarme?

-Acabo de terminar con el entrenamiento de los nuevos cadetes, no he podido pegar un ojo en días...-se quejó el pelilargo con tono serio, no quitaba el cigarrillo de su boca ni siquiera para hablar.

-Entiendo que todos estén cansados. No obstante, los he traído a la oficina porque tengo información que compartir con ustedes. Hace un rato allá abajo, pude interrogar a uno de los eslabones, y es eso precisamente lo que quiero que vean. Los eslabones, así como nosotros, duermen durante el día, por lo tanto, no tenía otra oportunidad mas que ésta de interrogarlo.

Aquello había capturado la atención de todos, quienes simultáneamente habían cambiado su expresión a una de curiosidad. Si bien a los cuatro parecía que el sueño los derribaría, pronto lo habían olvidado. Había pasado casi un año desde el primer avistamiento de los primeros eslabones en la ciudad, solo podían verse raras veces de noche y muy pocas personas denunciaban nuevos casos, comenzando a creer que se trataba de una leyenda urbana, hasta que el numero comenzó a dispararse y los casos eran más continuos. Era la primera vez que tenían a uno en su centro. Obtener información directa de uno de ellos era lo que cualquier científico especializado en sus ramas desearía y era tan importante saber lo que había revelado que el sueño pasaba a ultimo plano...

La directora tecleó y cliqueó en su computador antes de voltear el monitor en dirección a los demás. En este podía verse lo que parecía ser la grabación de una cama de seguridad con su figura y la del eslabón, encadenado a la camilla dentro del cubículo.

-Antes de reproducir, quisiera saber. ¿Alguno de ustedes ha oído algo sobre la "logia de los niños de la noche"?

Un silencio reinó en la sala, volteando a ver sus caras unos con otros con alguna expectativa.

-¿Y tu Kan?

Apenada, no le quedó mas remedio que negar con su cabeza. Aunque exprimiera su memoria lo mas que podía, aquel nombre no se le hacia parecido a nada que haya conocido u oído en su país.

-Ya veo...-se encogió de hombros para posteriormente reproducir la grabación.

En esta, pudieron ver como la pelirroja había dado inicio con tono calmado, aunque el micrófono no era el de la mejor calidad, podía entenderse bastante bien la conversación. Viendo con atención, la japonesa podía felicitar el talento de la pelirroja para persuadir hasta a la criatura más peligrosa, sino era por las buenas, también podía hacerlo perfectamente por las malas.

-...O colaboras, o no volverás a ver la luz de la luna.-vieron decir a la pelirroja justo antes de rosear agua bendita en el torso del chico.

Las facciones de todos se arrugaron al instante al ver chillar al joven.

Para Kan, todo aquello era nuevo. Podía imaginarse que el dolor seria semejante al de los rayos del sol sobre la piel, sin embargo, la directora también había estado en contacto con esta y sus manos se veían perfectas, ni siquiera había demostrado dolor. ¿Tan acostumbrada estaba a esa clase de tratos?

Las lágrimas del muchacho no dejaban de brotar. Aquella dura imagen no era fácil de digerir, ni siquiera para ella como científica. Su trabajo se limitaba a estudiarlos mientras estaban inconscientes, aunque a veces tocara someter a alguno entre todos y adormecerlo con el gas, siempre gruñían y gritaban obscenidades, nunca lloraban, además, la mayoría eran adultos. Ver a un chico en esas condiciones tocaba una fibra sensible en ella. Pues, ¿que era ella sino otra vampiresa neófita en un lugar desconocido? Una huérfana con pecados de su pasado con el temor de ser descubierta por ellos.

¿Descubierta? Ahora que lo pensaba, lo más probable es que si la directora llegara a descubrir quien era ella realmente (la terrorista responsable de la explosión del instituto Fukushida) una roseada con agua bendita sería la menor de todas las torturas. Podía comenzar a temer más por las manos de aquella pelirroja que de las manos de la misma interpol.

-...No sabemos por qué ni cuando, la mayoría no recordamos más allá de como llegamos hasta el "hostal", todos éramos humanos, algunos conocimos a nuestros padres, otros fueron más afortunados de no conocerlos.

-¿Qué ocurrió con tus padres? ¿fueron devorados? ¿Qué hizo que "cambiaras"?

-Murieron. No recuerdo cuando llegué al orfanato, solo recuerdo haber salido por un incendio, despertando en "ese" lugar, con un dolor de cabeza insoportable, todo me daba vueltas, y los otros chicos del orfanato, algunos estaban muertos, y los que habían sobrevivido estaban igual que yo, habíamos cambiado. No sé cómo, pero así fue...

El silencio nuevamente se hizo denso en la oficina. Un incendio, dolor de cabeza, y ya nada era igual que antes. Para la japonesa esto tenia mucho sentido. Era la única que podía tener una idea de lo que había ocurrido.

-La glándula gatillo...-interrumpió, sintiéndose avergonzada de inmediato. Sus palabras habían salido de nuevo sin poder controlarlo, aun bajo los efectos de la orden del vampiro.

-¿Qué cosa?-intervino el rubio.

La pelirroja asintió con su cabeza, con una sonrisa en sus labios. Kan por su parte, inhaló, organizando sus palabras antes de dar una explicación.

-Hace años se descubrió que el ochenta por ciento de la sociedad actual la posee. Se trata de un órgano presente en el medio del cerebro. Se dice que una vez que los niveles adrenérgicos suben bruscamente, esta glándula se "dispara", dando una muerte cerebral inmediata. No obstante, pasado el tiempo, esa persona vuelve a recuperar la consciencia, pero ya nada es como lo era antes...

-Kan me comentó esta teoría, así como otras investigaciones del centro fukushida el día que llegó.

-Todas esas son suposiciones. El cerebro humano no posee tal glándula.-interrumpió el mayor con expresión seria.

Antes de que la japonesa pudiese decir algo, fue la voz de la pelirroja quien tomo ventaja de la conversación, añadiendo.

-Lamentablemente hay mucho que nos toca conocer en la actualidad. Y las autoridades no dan luz verde a que estas investigaciones salgan a la luz aún. Quien haya explotado el edificio del instituto Fukushida sabía que estas investigaciones tan importantes se perderían con todos los científicos adentro. Años de avances que la humanidad ya no conocerá.

Dicho esto, la japonesa no pudo evitar apretar sus puños nerviosa debajo del escritorio. Por su parte el vampiro solo sonrió con genuina diversión.

-Cuando encontraron a estos eslabones, me comentaste que había sido cercano a las calles del teatro. ¿No es así, Alexander?

-Así es. Esa noche un oficial patrullaba cercano al Danubio cuando recibió la llamada de una pareja de chicos borrachos que se habían atrevido a pasar por una vereda cercana al teatro. Salieron despavoridos cuando oyeron el llanto de un niño a esas horas de la noche. Cuando la policía recibió la llamada, salimos a ver de que se trataba. En la zona, uno de los oficiales se hizo pasar por un transeúnte, oyendo justamente el llanto del niño. Fue entonces que los dos eslabones salieron de las sombras a atacarlo cuando este intentó acercarse al pequeño, y el otro oficial y yo les disparamos. No fue tarea sencilla, aún con una bala en el tobillo salieron corriendo y tuvimos que reforzar la zona, la única forma que tuve de capturarlos fue con mi cadena, y entre varios intentos para tranquilizarlos, tuve que chocarlos contra la pared o el suelo.

"Por eso estaban tan amoratados sus cuerpos..." pensó la pelirroja. No cabía duda que esos pobres chicos no eran los favoritos de Dios. Sin duda alguna eran unos pobres desgraciados. La pelirroja exhaló cansada, viendo la cara de Albert, quien sin siquiera leer sus pensamientos sabía lo que quería decirle.

-Creemos que ese hostal que ellos mencionan, no es otro lugar que el teatro. Al que también llaman "el coliseo rojo".

Dicho esto, Karen volvió a sacar de su bolsillo los boletos del teatro con el nombre de Albert troquelados en tinta roja sobre estos. Tanto Kan como Adam, miraron los boletos con confusión.

-Hace unos días esos boletos llegaron por correspondencia. Lo único que yacía dentro del sobre eran ellos y solo se lee una fecha, y mi nombre.-comentó el rubio.

-Según lo comentado por el eslabón, en ese tal coliseo rojo, se celebran peleas entre vampiros, obligan a estos niños de la logia a participar en estas peleas para entretener a ciertos invitados. El teatro lleva cerrado algunos meses, pero es probable que todo este tiempo haya sido la sede de esta carnicería.

-¿Y quien pudo mandar esos boletos a Albert? Quien lo haya hecho, sabe que Albert trabaja para nosotros, y por eso el sobre tenía nuestra dirección y no la dirección de la casa de Albert.-Intervino Alexander dejando una expresión de preocupación en la pelirroja. -El eslabón mencionó también algo sobre un "padre", quizás sea él el encargado de mandar los boletos, quien sabe bajo qué motivo y quienes sean sus otros invitados, el teatro ha estado cerrado al público, no creo que cualquiera pueda tener acceso a presenciar esas peleas.

Todo aquello le sonaba terriblemente elaborado a la japonesa. Una logia de niños vampiros capaces de engañar a adultos para devorarlos, ¿así funcionaba su sociedad? En Tokyo los eslabones no eran tan organizados, tampoco convivían en sociedad, de cierto modo esto los hacia más fáciles de encontrar, ya que cazaban de forma desorganizada e incluso terminaban por matarse unos con otros por alguna presa. Si su corazón hubiese estado en funcionamiento, probablemente hubiese sentido un nudo al ver cómo esta especie avanzaba como sociedad, usando incluso niños a su conveniencia.

-Pues ya está.-mencionó Adam encogiéndose de hombros.-No veo que haya que darle mas vueltas al asunto. Tu misma le prometiste al eslabón que ibas a liberarlo dentro de dos días, ¿no es así?

-S-Sí...pero no pienso hacer nada sin un plan antes.

-Libéralo. El no tendrá otro lugar al qué correr más que a su escondite, si se trata del teatro, no nos queda de otra que entrar, ya tenemos los boletos, no tenemos nada que perder con intentarlo. Una vez dentro, evaluaremos la situación. Cuantos son, de qué se trata esa logia, quien la organizó, jugaremos al doble agente y volveremos para darte nuestro reporte. -Ideó Alexander.

Tenía sentido, era una buena idea si lo pensaba, aunque no tenia mucho que hacer ahí más que dar su opinión como científica, Kan podía sentir la excitación de aquel "trabajo de campo", poder ver aquella sociedad de cerca, y su comportamiento, le parecía fascinante.

-En mi opinión, deberían tener gas acetileno a la mano en el momento de liberar al eslabón, o en el mejor de los casos, liberarlo en estado de sedación-comentó Kan dándose cuenta de que estaba más parlanchina que de costumbre, ya no le daba importancia, en el fondo, quería ser parte de eso.

-Solo necesitaremos que Albert esté atento a lo que ocurra ahí dentro y nos...-habría terminado de decir Alexander antes de ser interrumpido.

-Nada de eso. -interrumpió Karen con un tono tan severo que hasta el mismo Albert abrió los ojos, confundido. -No sabemos qué intenciones tiene esa gente con Albert, mandarlo de buenas a primeras a ese lugar, sin saber nada sobre ellos, sería hacer precisamente lo que ellos desean.

-Y como se supone que los dejen entrar con mis boletos?

-Lo mas probable es que les interese tu dinero, manda a algún representante, e invéntales alguna excusa por tu ausencia...

-Yo podría ir. -Se ofreció la japonesa sin meditar antes en sus palabras. Sus ojos se abrieron escuchando lo que había salido de sus labios, mordiéndolos al instante.

No se sentía preparada para aquello, ¡para nada! ¿Por qué entonces se había propuesto a ir en lugar del rubio? Pues claro. La orden anterior al vampiro resonó nuevamente en su mente. "Deberías decir todo lo que piensas y quieres realmente". Si bien en el fondo se moría de curiosidad por ver como sus objetos de estudio iban evolucionando, no podía omitir el hecho de que apenas era una recién llegada en ese centro. Daba igual si aquellas palabras habían salido de su boca. Los presentes también habían abierto sus ojos sin dar crédito a su propuesta. No iba a pasar nada, ellos no mandarían a una recién llegada para una misión tan importante.

Antes de que la pelirroja pudiese dar la ultima palabra, una oscura risotada la sacó a ella y a los demás de sus pensamientos. Sin necesidad de voltear a verlo, su expresión se arrugó, fastidiada, al reconocer la risa del vampiro mayor, esa grosera y arrogante risa que solo lograba sacar lo peor de ella.

-¿Se puede saber que es tan gracioso para ti Adam?­-cuestionó sin ser oída por el vampiro quien seguía riendo. -No lo sé, Kan. Aunque aprecio tu valentía, no creo que esta sea una misión sencilla y...

-¿No fuiste tu quien dijo hace un momento que debía ir alguien más en representación de Albert?-Volvió a interrumpir el mayor tratando de calmarse por su ataque de risa.-¿A quién piensas mandar entonces? ¿A un humano? No puedes tirar a un ratón dentro de un nido de víboras y esperar que este salga ileso. No obstante, es buena idea que mandes a alguien de bajo perfil. Tanto Alexander como yo estaremos investigando el núcleo de esa logia, alguien más debe entrar a ver qué ocurre en ese teatro durante las noches. Los humanos no deben meterse en asuntos de monstruos.

Kan apretó la tela de su pantalón entre sus puños. Si bien le molestaba que subestimaran sus capacidades, que haya sido el vampiro quien abogara por ella en ese momento, era humillante. Aunque poco era lo que lo conocía, podía dar fe que algo tramaba como para querer convencer a la directora que llevarla sería una buena idea.

-¿Tu qué dices Alexander?

-Pues.-comentó expulsando el humo de su cigarro, que ya casi se agotaba entre sus dedos.-Lo que dice Adam es cierto. Llevar humanos a esta misión sería una estupidez. Aunque estos sean oficiales de policía especialistas en vampiros, no sabemos el numero de los miembros de esa logia, lo único que sabemos de ellos es que no pasan de ser jóvenes, pero no por eso debemos subestimarlos. Si Adam llegase a entrar en el teatro no solo llamaría demasiado la atención, también correría con el riesgo de no tener refuerzos en caso de alguna emergencia. Lo que más me preocupa de ese lugar es el número de eslabones.

-Creo que también sería buena idea mandar a alguien que sepa sobre el tema de los eslabones. El ministerio de salud y de defensa solicitó un informe para dentro de unos días. Por lo tanto, no podría ir cualquiera a estudiar a esas criaturas dentro del teatro-comentó Albert.

-Pues ni modo. Sino queda otra opción, Yukari irá con ustedes...

Dicho esto, los ojos de la japonesa se abrieron nuevamente, en una mezcla de ansiedad y horror. Devolviéndole una mirada asesina a Adam quien solo se encogió de hombros. Después de todo, su boca siempre había sabido permanecer bien cerrada antes de su orden.

-Solo déjenme advertirles, si algo le pasa a mi científica, serán ustedes los próximos vampiros que usaré para mis estudios en este centro. Los quiero preparados, con armas, sedantes, todo lo que les haga falta para dentro de dos días.

Los tres vampiros casi al mismo tiempo hicieron una reverencia, cada uno a su modo. Kan como sus costumbres japonesas le habían enseñado, el mayor, haciendo una reverencia con una mano en su pecho y el menor haciendo un saludo marcial.

Karen sonrió antes de desearles suerte aun sentada en su escritorio. Los tres salieron de su oficina, dispuestos a descansar el resto del día, sin embargo, antes de irse, el pelilargo se devolvió a darle una última mirada al otro.

-¿Crees que esto tenga que ver con...

Kan paró la marcha en seco, así como el vampiro mayor quien ni siquiera volteó a mirar.

-No creas que no lo he pensado-interrumpió el mayor con un tono irónico y una sonrisa en su rostro.-Sea lo que sea, debemos estar atentos. No sabemos qué esperar de "él" después de todo.

Esta solo se limitó a permanecer callada, haciéndose mil interrogantes a la vez, sin embargo, solo se limitó a encogerse de hombros y ver como los hermanos se marchaban perdiéndose entre las sombras del pasillo.

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