Capítulo 13: El cáliz de inmortalidad
Como por arte de magia, ahí estaba ella. Parada de regreso en aquel callejón oscuro y húmedo. Sonidos abismales se oían al final de este, como susurros que pronunciaban su nombre en un idioma desconocido, sonidos indescriptibles como provenientes del interior de las entrañas de algún monstruo infernal, aun así, no tenia más remedio que dar pasos dentro de este. Oyendo el goteo del agua de lluvia escurriéndose de las paredes, y sintiendo su piel chocar con el frio ambiente. Ese callejón de paredes mohosas e infinitas del cual no podía escapar ni aun dando vuelta atrás. Una neblina espesa comenzaba a dificultar la visibilidad, provocando que su piel se achinara ¿era frio lo que sentía? Pues, aquel vaho espectral había entrado por sus vías respiratorias, haciéndola toser, al principio suavemente, por más que anduviera en cualquier dirección, este no se despejaba, haciéndola toser con más fuerza, entonces entendió que aquello no era neblina. Corrió sin descanso hasta de pronto encontrarse con aquel moderno edificio frente a ella. El responsable de aquel "humo" pensó. Su pecho ardía, sin poder dejar de toser, con los ojos llenos de lágrimas, preguntándose qué estaba pasando. "Esto no puede ser posible, porque si no, quiere decir que..."
Sin más que decir, un silencio invadió sus oídos, el humo se disipó, y acto seguido, el gigante de paredes de vidrio, explotó, haciendo que su onda expansiva la tirara al suelo. Su mueca se arrugó. Aún dormida sobre el escritorio de la habitación del vampiro, las pesadillas la atormentaban. El cansancio la había hecho desfallecer incluso con la mascara de la plaga entre sus manos. Mas no había sido una explosión lo que frustró su descanso, sino gritos provenientes de quien sabe dónde. Lentamente sus ojos fueron abriéndose con modorra, llevándose un susto con la mascara frente a ella, lo que la hizo levantarse de golpe de la silla.
-Con un demonio...-frotó sus ojos tirando la máscara sobre el escritorio. Vio a su alrededor recordando que aún seguía en la "cueva" del vampiro, volviendo a ver el ataúd de cemento. -Sólo él y las arañas podrían descansar en ese hueco...-pensó en voz alta antes de salir de la habitación.
¿Cuánto tiempo se habría quedado dormida? Para ser sincera no se había dado cuenta de cuan cansada se sentía, o quizás eran sus instintos lo que la estaban haciendo sentirse cansada durante el día como toda una chupasangre.
¿Habrán comenzado los estudios de los eslabones? Pues aquel grito solo le recordó a sus días de estudio. Fueron las genuinas dudas que cursaron su mente a medida que bajaba las escaleras al segundo piso.
Sus días de estudio... Recordar aquello la hizo apretar el barandal de la escalera. A pesar de no olvidarse ni un segundo de lo ocurrido, ya su subconsciente se encargaba de recordárselo incluso en sueños. Sus cejas se arrugaron, mirando el suelo con remordimiento. Pensando en aquellos que no volverían a ver la luz del día, preguntándose si lo que había hecho había valido la pena.
Dicho esto, se preguntó si ya habría amanecido, acercándose hasta una ventana cubierta con una gruesa y oscura cortina.
Al abrirla un poco, sus ojos sintieron debilidad, cerrándose por el contacto con el resplandor, ya había amanecido, algunos pájaros cantaban, y ella, no había visto hasta entonces el patio trasero de la casa hasta que acercó su cuerpo hasta la ventana. No dejaba de sorprenderse de grata manera con la mansión. A través, pudo ver un gran ciprés, rodeado de un jardín de flores muy bien cuidado. Para nada parecía el patio de una mansión embrujada, desentonando por completo con la decoración victoriana y los excéntricos dueños.
Se había distraído tanto, perdida en sus pensamientos, que no había notado que un rayo de sol se colaba por el alfeizar, haciendo contacto con el dorso de su mano, provocando una quemadura dolorosa que en seguida comenzó a humear y extenderse por su piel, sin poder contener un quejido de dolor.
De inmediato dio búsqueda al baño más cercano, con intención de parar el ardor y limpiar la herida. Al cabo de revisar, fue la tercera puerta la indicada, metiendo la mano rápidamente debajo del grifo, dejando que el agua hiciera el trabajo de detener la extensión de la quemadura, la cual, en el acto, fue aliviándose milagrosamente. No obstante, no pudo evitar mirar la herida con horror, incrédula de lo real que eran aquellas leyendas.
"Entonces así se siente perder la humanidad" ...pensó observando su piel achicharrada haciéndose costra frente a ella. Si aún le quedaba alguna esperanza de estar viviendo una pesadilla surrealista, aquel pulsátil dolor que aun sentía en su mano la hacían olvidarse de esa teoría. Su pecho sentía un estrujón, decepcionado de su nueva realidad.
"De eso se trata entonces, la luz y la vida son lo mismo, es lo primero que vemos cuando venimos al mundo y abrimos los ojos, y es lo último que vemos antes de morir. Volver a ver la luz después de muertos está prohibido y por eso al cuerpo de los vampiros se les castiga creándole estas dolorosas quemaduras cuando son rozados por los rayos del sol. Maldita suerte..."
-Pero quien soy yo para quejarme...-musitó con una sonrisa amargada. -Esto seguro es lo que llaman karma...
Su realidad había cambiado, eso ya lo sabía de sobra, pero no fue sino hasta esa quemadura solar que pudo entender todo lo que implicaba, no sabía si sentir ira, tristeza, ironía, o una mezcla de todo, acompañado del remordimiento. Sus sueños tampoco volverían a ser los mismos. Su mente ahora debía adaptarse a las pesadillas que tendría a partir de ahora. Adaptarse a recordar la explosión, y pensar en los gritos de sufrimiento cada vez que oyera un alarido, incluyendo los suyos. Aunque hubiese sobrevivido aquella noche en la explosión, su humanidad se había perdido horas antes, junto con aquel edificio. Después de todo, ahora entendía por qué la directora la había enviado a dormir en un ataúd. Los monstruos no tienen derecho a comodidades, teniendo que conformarse con aquel mohoso y gélido "nido de arañas" como ella lo llamaba.
Sus piernas la habían guiado hasta la sala de relajación sin darse cuenta. Aunque lo que más quisiera en ese momento era estar sola para arrepentirse en secreto de sus actos, aquella idea se escapaba de sus manos al entrar, pues sus pensamientos fueron interrumpidos
-¿Es por eso que no puedes dormir? Mi cama te parece muy gélida y mohosa para tus gustos...-rio con arrogancia el pelinegro. A pesar de haber estado ahí todo ese tiempo, la chica no se había percatado de él.
Por más que su presencia la había sorprendido (literalmente el vampiro sabía cómo esconderse en la oscuridad), la japonesa no pudo evitar hacer una mueca de fastidio, recordando esconder su mano dentro del bolsillo, y aguantar el dolor que esto le provocara con tal de que éste no disfrutara de su infortunio.
"Como si ese agujero pudiese ser considerado una cama..." pensó para sí misma, reprochándoselo en el acto, recordando que el vampiro podía entrar y salir de sus pensamientos a diestra y siniestra.
-No tengo sueño.- se excusó con sequedad mirando algún punto de la pared que no fuese al vampiro. No tenia ánimos de hablar, mucho menos con él.
No obstante, desde que había entrado, este no había despegado el ojo al libro que llevaba entre sus manos, recostado de un sofá de terciopelo donde apenas y podía extender sus piernas, por lo que había cruzado su pierna, posando el tobillo sobre su rodilla. "Una posición bastante incomoda para dormir en un sofá"
-Es lo que me toca hasta que tu propio "nido de arañas" esté listo.
-Vas a leer mis pensamientos cada vez que quieras, ¿verdad?-comentó con tono impaciente, viendo a este a la cara.
El vampiro rio por lo bajo negando con su cabeza. "Ella no le daba otra opción. Siendo de esa clase de personas que se guardan todo lo que piensan" y eso para él, solo significaba doble trabajo al tener que leer sus pensamientos. No obstante, una genuina sonrisa se dibujo en su cara casi al mismo tiempo que una idea que seguro terminaría por colmar la paciencia de ella.
-Pues no me dejas otra opción. Si te quedas ahí parada con cara de pocos amigos, yo debo adivinar que es lo que estás pensando. Quien sabe que esté planeando esa mente terrorista tuya.
-Aunque estuviese pensando en algo, no tengo nada que hablar contigo de todos modos.-refunfuñó, comenzando a perder la paciencia con el otro, que no borraba una sonrisa de mona lisa de su cara.
La expresión de la chica seguía demostrando su molestia con el vampiro, sin embargo, no le daría el gusto de abrir la boca y entablar una discusión de pico y pala para entretenerlo. Era lo que él buscaba, y lo podía leer bien en su expresión guasona.
-La gente que se calla lo que piensa no me da muy buena espina...hagamos esto más interesante ¿qué te parece si, te ordeno que digas todo lo que piensas y quieras decir en realidad? -mencionó bajando el cristal de sus lentes, dándole una mirada que buscaba hacerla rabiar.
Como era de esperarse, la reacción de Kan no fue otra que, de desaprobación, chasqueando su lengua fastidiada.
-Haz lo que se te de la gana. No me podré oponer de todos modos. -Se encogió de hombros molesta, dando por hecho de que el vampiro diría algo.
A diferencia de lo esperado, este solo chocaba un lápiz sobre sus labios, ignorándola por completo, sin despegar la vista del libro en su mano derecha.
-¿Y qué tanto lees? No pareces de la clase de hombre que le guste leer...-comentó sin darse cuenta, abriendo los ojos inquieta. Siendo sincera, no pensaba decir aquello, había salido de su boca de forma automática, la orden del "monstruo" había hecho efecto después de todo. Incluso cuando el vampiro solo lo había inquirido.
-Un libro de crucigramas. Tengo la costumbre de hacer cosas mortalmente aburridas para conciliar el sueño... de hecho, hablar contigo me está ayudando.
La chica solo dio media vuelta dispuesta a irse, ya no pensaba quedarse un segundo más para que siguiera divirtiéndose a causa de su obediencia. Debía alejarse del vampiro lo más que podía.
-Mi nombre es Adam, por cierto. Eso de ser llamado monstruo o vampiro pierde la gracia si lo repites todo el tiempo.
-Adam...-mencionó posando la mano sobre el marco del salón, con una sonrisa volteó a verlo de reojo. - No me sorprende que te llames como el peor pendejo de la historia de la humanidad -dicho esto no había vuelta atrás, sus labios se habían movido solos, poseídos por la orden que le había dado, aun ni siquiera había terminado de generar su opinión en su cabeza cuando su lengua articulaba cada palabra. De inmediato, sus ojos se abrieron mandando su mano directamente hasta su boca, la misma mano que minutos antes se había quemado con los rayos del sol.
Apenas se limitó a observarla con seriedad, dejando formar una sonrisa sardónica. Siempre que esto ocurría se creaba una arruga en sus mejillas, que le daban aún más cinismo a su expresión. Cosa que la irritaba enormemente. Este solo apartó el libro, incorporándose en el sofá para mirar a esta con seriedad, o mejor dicho, fijarse mejor en su herida.
-De pendejadas seguramente tú también tienes mucho camino recorrido. Dime una cosa ¿Cómo te sientes sin beber una sola gota de sangre?-sonrió con saña. -Ya veo por qué me olía a carne quemada hace un momento...
La japonesa solo se limitó a devolver su mano a su bolsillo, pudo haberse retirado de no ser porque el vampiro continuó su sermón.
-Han pasado varios días desde que estás aquí y aun te rehúsas a beber sangre, no sabes lo peligrosa que puede ser la abstinencia para nosotros.
Tenía un talento nato para devolver cada estocada con palabras, de eso no cabía la menor duda. no obstante, aunque la respuesta a esa pregunta era obvia, no por eso era más fácil de responder. Pudo verlo entonces levantarse de su asiento para servir una taza con aquel líquido. Sacó una bolsa plástica cuadrara de una pequeña nevera en la esquina del salón, rompiendo el seguro de esta y exprimiéndola en el interior de una taza negra, se veía espeso y brillante al mismo tiempo, caía como cinta en el interior. Lentamente vio como la alta figura caminó en su dirección y a casi un metro de distancia extendió su brazo, su mano seguía enguantada, y el líquido en el interior de esa taza negra se veía como un denso petróleo de olor penetrante. Pero lo que realmente la hizo sentir escalofríos, fue la mirada severa con la que la veía.
Sabía lo que seguiría después de eso. Cerró los ojos con impotencia adivinando su próxima orden sin necesidad de leer sus pensamientos. De hecho, temía a que lo hiciera. Temía a que tuviese que dar esa orden y no poder oponer resistencia alguna, pues es lo que siempre ocurría cada vez que jugaba al "amo". Sin esperar la orden, esta la tomó entre sus manos, observando el interior de la taza, estudiando su apariencia, degustando su aroma y dejando que éste entrara en sus fosas nasales y abriera su apetito, imaginándose incluso el sabor ferroso de ésta.
Una turbulencia en su mente no le permitía definir que sentía entonces, excitación, asco, fascinación, repulsión, hambre, pánico. Por una parte, sus dedos rozaban la cerámica con ansiedad y estrés, su boca se hizo agua, pero al mismo tiempo sus labios estaban petrificados y se rehusaban a abrirse. Sus oscuros instintos se afloraban tan desconocidos hasta entonces como el temor a llevarse la taza a la boca, nunca se había considerado escrupulosa a la sangre, era una mujer de ciencia, pero su lado humano y vampiro tenían una guerra en su estómago, el cual rugía y se encogía al mismo tiempo.
Sin remediar más en filosofías, devolvió la taza a sus manos de mala gana. No obstante, en lugar del esperado reproche que temía, él soltó una risotada, orgulloso, como de quien gana una apuesta.
Sabía de antemano que no iba a beber de la taza, sin embargo, en el fondo estaba molesto, pues dejó caer la taza sobre la mesa la cual por poco se derrama y a continuación subió los pies a la misma entrelazando sus dedos sobre su estómago.
-Dejar de beber sangre no te va a devolver tu humanidad, aunque esa corazonada te lo insista. Probablemente estés pensando, si bebes, tu alma terminará de quedar sentenciada al averno, te volverás en lo que juraste exterminar. A ver ¿Que otra clase de cliché de esos me estoy olvidando?
-¡Así es! No pienso beber esa asquerosidad, pero la verdad es, que me resulta asqueroso pensar que me convertiré en una criatura parasitaria que deba esclavizarse por el fluido corporal de otra especie cuan garrapata asquerosa, una chupasangre en el sentido literal.
-Sino deseas beber de esa sangre ¡no hay problema! solo te advierto que el primer deseo por sangre es el más fuerte, podría brotar en cualquier momento sin que te des cuenta, es ahí donde podrías terminar siendo peor que una bestia y beber la sangre de quien sea sin contenerlo, por eso es mejor que te alimentes aquí y no pierdas el control en cualquier lugar. Si de algo te sirve saberlo-...añadió. -Todos los donantes de sangre que ingresan a esta institución son bien remunerados, Karen se encarga de pagarles una justa cantidad de dinero por un cuarto de litro por paciente, tenemos registros de la procedencia de la sangre que entra en nuestro organismo, además de abstenernos de beber sangre del tipo O negativo, de este modo esa sangre queda reservada para los pacientes de las salas de emergencias que la necesiten...
No podía creer todo ese discurso, sonaba demasiado utópico como para ser real, sin embargo, si había pruebas de que sus palabras eran legítimas, el centro Malkavein estaba más organizada de lo que imaginaba, y eso la reconforta de cierto modo...
Su mirada se había quedado fija hacia el suelo, meditando en aquellas palabras. Tenía razón. La descarga de locura que sufrían los eslabones por probar la sangre, los llevaban a cometer las más terribles locuras. El otro solo volvió a tomar asiento, se recostó del sofá de igual modo como la primera vez y seguir completando el crucigrama sin decir una sola palabra. Ya había sido suficiente por un día, desde que había llegado, lo único que necesitaba era tiempo a solas, no obstante, cuando decidió irse, nuevamente fue interrumpida, esta vez, por una seria pelirroja quien cambio por completo su expresión al verlos a ambos.
-¿Conociéndose mejor?-inquirió levantando una ceja. Ambos vampiros voltearon a mirarla con el escepticismo. -Creí que estarías dormida, Yukari, ¿sucedió algo?-interrumpió la pelirroja quien había caminado hasta el otro lado del salón para tomar una taza y llenarla con una bolsa de transfusión.
En el fondo, se sentía decepcionada. Tal como había dicho el vampiro, era más fácil escaparse de la muerte que de la necesidad de beber sangre, incluso una mujer con todos sus cabales como la doctora Malkavein, debía verse rebajada a ello. Vio como esta posó sus labios en el borde y bebió de esta hasta el fondo, casi sin saborear.
-Escuché gritos...-se excusó avergonzada.
La pelirroja abrió los ojos con aún más vergüenza, tapando sus labios con sus dedos. Por lo visto su interrogatorio no había salido de aquellas cuatro paredes como lo había prometido.
-Respecto a eso.-dijo entre suspiros.-Necesito que vengan a mi oficina, de inmediato...
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