(02) VECINOS NUEVOS
Avery se despertó al día siguiente con el sonido de risas provenientes de la sala de estar.
Después de haber vencido no solo a Demetri, sino también a Eli y a su hermano dos veces en Mortal Kombat, habían decidido tomar un pequeño descanso y hacer palomitas de maíz para ver una película. Por supuesto, la habían obligado a ver la trilogía de El Señor de los Anillos, lo que significaba que terminaron acostándose muy, muy tarde.
Las risas se escucharon más fuerte y Avery gimió—. ¡BASTA! ¡ESTOY INTENTANDO DORMIR!
—ES HORA DE DESPERTAR, AVS —gritó Colin—. PAPÁ FUE AL MINIMERCADO Y REGRESARÁ PRONTO.
—¡DE ACUERDO! ¡DEJA DE GRITAR!
—¡TÚ DEJA DE GRITAR!
Avery escuchó a Colin reír y se puso la almohada sobre la cabeza, suspirando. Con toda la fuerza que pudo reunir, se levantó y, asegurándose de que llevaba puesta la pijama adecuada, salió de la habitación.
—Vaya —dijo Demetri al verla emerger por el pasillo—, alguien sigue dormida.
—Bueno, eso es lo que pasa cuando te vas a dormir a las 3 de la mañana y te despiertas a las...
Colin la miró—. Son las nueve.
—¿Las nueve? —repitió Avery, sentándose junto a Eli en la mesa—. Cielos, Colin, ¿no podías dejarme dormir un rato más?
—Sí, podía —respondió Colin, su tono burlón—. Pero decidí que molestarte sería más divertido.
—Ugh, te odio.
Eli puso su taza de café frente a ella—. Parece que lo necesitas —dijo, sonriendo tímidamente—. Juro que no la toqué.
Avery sonrió—. Eres el mejor. Gracias, Eli.
—Qué considerado, Eli —murmuró Colin con una sonrisa maliciosa mientras apoyaba el codo en la mesa—. ¿Acaso esa es tu manera de coquetear con mi hermana? Porque si lo es, amigo, te falta un poco más de... ¿cómo decirlo? estilo.
Eli se sonrojó, tartamudeando—: ¿Qué? N-no, yo solo... no es eso...
—Sí, claro —intervino Demetri—. Aunque, si lo fuera, Eli, te recomendaría reconsiderar tu enfoque. Las estadísticas muestran que las probabilidades de éxito aumentan exponencialmente con una buena línea de apertura, no con una taza de café prestada.
—¿Y desde cuándo sabes de citas, Demetri? —rió Colin.
—Oh, no lo sé —dijo Demetri, encogiéndose de hombros—. Pero tengo un excelente conocimiento teórico gracias a ciertas simulaciones románticas en videojuegos. Y, créeme, Eli, este es un clásico error de principiante.
Avery puso los ojos en blanco, aunque no pudo evitar reírse mientras tomaba un sorbo de café—. ¿Van a dejar de molestar a Eli o tengo que lanzarle mi taza a alguien?
—De acuerdo —dijo Colin, levantando las manos en señal de rendición—, dejemos a Romeo tranquilo.
—Solo intento evitarle un desastre social, Avery —añadió Demetri, mirándola—. Es prácticamente mi deber moral.
Eli hundió la cabeza entre sus manos, murmurando—: ¿Por qué soy amigo de ustedes?
—Porque sin nosotros tu vida sería increíblemente aburrida —respondió Colin con una sonrisa.
Demetri revisó su celular y soltó un pequeño suspiro—. Bueno, como sea, es hora de que los hermanos binarios se retiren. Le prometimos a mi mamá que la ayudaríamos a solucionar un problema que tiene con la televisión.
—Gracias por invitarnos, chicos —añadió Eli, poniéndose de pie y recogiendo su mochila.
Avery sonrió—. No hay problema.
—Nos vemos en la escuela —dijo Colin, mientras los acompañaba a la puerta.
Los chicos asintieron y Avery observó cómo se acercaban a la puerta principal. Al abrirla, se detuvieron en seco. Frente a ellos estaba Scott, el padre de Avery y Colin, con una sonrisa relajada en el rostro y una caja de donas en la mano.
—Pero si son los amigos favoritos de mis hijos —dijo Scott, sonriéndoles—. ¿Qué pasó que no se quedan a desayunar? ¿No pueden aguantar más a Colin?
—Papá —se quejó Colin.
—Ah, bueno... ya sabe —dijo Demetri con una sonrisa—. A veces el cerebro necesita un descanso. Y el mío lo pide a gritos.
Eli negó con la cabeza—. Tenemos cosas que hacer, Sr. Miller.
—Relájate, Eli —dijo Scott, dándole una palmada suave en el hombro y corriéndose a un lado para que pasaran—. Te dije mil veces que me llames Scott.
—Oh, sí, claro —murmuró Eli, siguiendo a Demetri—. Lo olvidé, Sr... digo, Scott.
Scott rió—. Bueno, nos veremos la próxima.
—Adiós —dijeron Demetri y Eli mientras se alejaban del apartamento.
Scott negó con la cabeza divertido antes de entrar al apartamento, saludando a Colin y cerrando la puerta tras él. Caminó hacia el pequeño comedor, y dejó las donas que había comprado en la mesa.
—Buenos días, cariño —dijo Scott mientras se dejaba caer en una silla junto a su hija.
—Buenos días, papá —dijo Avery, tomando una dona—. ¿Cómo estuvo el trabajo?
Scott se encogió de hombros—. Como siempre, muchos borrachos peleándose, pero recibimos muchas propinas.
Avery no pudo evitar sentir una punzada de dolor. La vida de los Miller había dado un vuelco completo cuando su madre, Marie, murió en un accidente automovilístico causado por un conductor ebrio.
Scott, a pesar de sus mejores esfuerzos, luchaba con el peso de criar a dos niños solo y tratar de administrar todos los gastos solo con su trabajo de barman. Avery sabía que su padre fingía disfrutar su trabajo por ellos, pero podía notar cómo las ojeras bajo sus ojos lo delataban, y eso no podía evitar ponerla triste. Estaba haciendo lo mejor que podía, incluso si eso significaba sacrificar tiempo con ellos.
—¿Avery?
La voz de Colin la sacó de sus pensamientos, y Avery vio a su hermano y a su padre observándola con expectación.
—Lo siento, ¿qué decían? —dijo Avery, terminando su café.
—Estaba preguntando cómo la pasaron anoche —respondió su padre.
—Oh, nos divertimos —murmuró Avery, sonriendo—. Les pateé el trasero en el Mortal Kombat.
Colin puso los ojos en blanco—. No fue tan así.
—Sí, claro —rió Avery.
—Esa es mi hija —dijo Scott, chocando los cinco con ella.
La conversación fluyó entre bromas y planes para el día, haciendo que el ambiente se sintiera más ligero.
Una vez que terminaron, Avery se levantó de la mesa y se dirigió al baño. Se metió en la ducha y dejó que el agua caliente la envolviera. Fue breve, pero lo suficiente para despejar su mente. Salió rápidamente, secándose el cabello con una toalla y buscando algo cómodo para vestirse.
Cuando terminó, se acercó al comedor para unirse a su padre y su hermano, y un ruido en el exterior la detuvo en seco. Frunció el ceño, y la curiosidad la llevó a la ventana, donde apartó la cortina con cuidado.
—¿Qué diablos...? —murmuró, viendo el bullicio frente a los apartamentos.
—¿Qué pasa? —preguntó Colin desde el sofá, levantándose para acercarse.
Avery no apartó la vista del panorama que tenía frente a ella. Al menos cuatro camiones de mudanza estaban estacionados en la calle, y hombres con uniformes iban y venían cargando sofás, mesas, camas y cajas. El sonido de las puertas corredizas de los camiones y las voces resonaban por todo el complejo, rompiendo la tranquilidad habitual de la mañana.
—Parece que tenemos nuevos vecinos —dijo Scott.
Avery se volvió hacia él—. ¿Sabías algo de esto?
—No tenía idea—respondió Scott.
Scott se alejó de la ventana y comenzó a caminar hacia la puerta. Sus hijos siguieron observando el caos afuera hasta que escucharon el sonido de la puerta abriéndose.
Avery se giró, frunciendo el ceño al ver a su padre—. ¿Qué estás haciendo, papá?
—Bueno, iré a presentarme y ver si necesitan ayuda —respondió Scott con naturalidad—. Y ustedes harán lo mismo.
Antes de que pudieran protestar, lo vieron salir de la casa y cruzar el pequeño espacio que los separaba de los camiones de mudanza. Scott se acercó a dos hombres que estaban cargando cajas hacia uno de los apartamentos. Sin dudarlo, tomó una de las cajas más pequeñas y desapareció dentro del edificio junto a ellos.
Avery y Colin se quedaron observando desde la ventana. Unos segundos después, Scott salió con las manos vacías y comenzó a caminar hacia uno de los camiones, probablemente para recoger más cosas.
Se dirigieron a la puerta principal, y salieron. Afuera, el caos estaba en pleno apogeo: muebles apilados en las aceras, cajas marcadas con etiquetas de colores, y una corriente constante de trabajadores organizando todo.
—Parece que el vecindario acaba de ponerse interesante —comentó Colin, cruzándose de brazos mientras miraba el espectáculo.
Avery asintió—. Ya veremos si eso es algo bueno o malo.
—Espero que sean agradables —dijo Colin—. ¿Recuerdas al señor Rollins?
—No me hagas pensar en ello —respondió Avery—. Era un pervertido. Lo atrapé intentando espiar por mi ventana más de una vez.
—Dios mío —murmuró Colin, volteándose a verla—. ¿Por qué nunca lo dijiste?
—No quería que papá se peleara con él —respondió Avery, encogiéndose de hombros.
—Aun así, deberías haber dicho algo.
El sonido de unos pasos captó su atención, y tanto Avery como Colin se giraron hacia la fuente del ruido. Una mujer se acercaba a ellos con una expresión tranquila, pero había algo en su porte que irradiaba seguridad.
Tenía el cabello oscuro recogido en una coleta sencilla que enmarcaba su rostro cálido. Su piel, de un tono marrón cálido, parecía brillar bajo la suave luz de la mañana, y su ropa era simple y cómoda: una camiseta gris ajustada y unos jeans oscuros.
—Hola —dijo la mujer, deteniéndose frente a ellos—. ¿Viven aquí?
—Hola —respondió Avery, sonriendo—. Sí, vivimos justo aquí.
—¡Qué bueno! —dijo la mujer con un tono cálido—. Mi nombre es Carmen Díaz. Acabo de mudarme con mi hijo, Miguel, y mi madre, Rosa.
—Es un placer conocerla, señora Díaz. Soy Colin —dijo él, sonriendo. Luego señaló a su hermana—. Y ella es mi hermana Avery.
Avery sonrió—. Bienvenida al vecindario.
—Gracias —respondió la Sra. Diaz—. Y por favor, díganme Carmen —hubo un breve silencio antes de que preguntara—: ¿Cuántos años tienen?
—Casi 16 —respondió Avery.
Carmen miró a Colin, esperando su respuesta. Él rió suavemente y se encogió de hombros—. Oh, somos gemelos así que... la misma edad que ella.
—Entiendo —dijo Carmen, soltando una suave risa—. Mi hijo Migue tiene la misma edad.
—Oh, ¿en serio? —preguntó Colin, su rostro iluminándose.
Avery notó que su padre se acercaba a ellos, limpiándose el sudor de la frente con la manga de su camisa. Cuando llegó junto a ellos, le sonrió amistosamente a Carmen.
—Hola, usted debe ser la nueva vecina.
Carmen asintió y extendió su mano con amabilidad—. Sí, mucho gusto. Mi nombre es Carmen.
—Soy Scott —dijo él, estrechándole la mano con firmeza—. Veo que ya ha conocido a mis hijos.
—Sí, estaba contándoles que tengo un hijo de su edad —respondió Carmen, sonriendo—. Su nombre es Miguel —miró a su alrededor—. Debe estar dando vueltas por el vecindario con mi madre.
Scott levantó las cejas—. Eso es genial, ¿no chicos? —le preguntó a sus hijos.
—Sí —respondió Colin—. Siempre es bueno tener a alguien de nuestra edad cerca.
Carmen sonrió—. Estoy segura de que le encantará conocerlos. Aún está un poco abrumado con todo esto de la mudanza, pero le gusta hacer nuevos amigos.
—Seguro nos cruzaremos pronto —le aseguró Avery.
—Eso espero —dijo Carmen, mirándolos con calidez antes de hacer un gesto hacia los camiones—. Me temo que tengo que volver para terminar con la mudanza, pero fue un placer conocerlos.
—Iré a ayudarla en un momento —dijo Scott.
—Oh, eso sería de mucha ayuda. Gracias —sonrió Carmen.
La saludaron una última vez antes de que se diera la vuelta y regresara hacia los camiones. Avery y Colin se quedaron observándola por unos segundos antes de intercambiar miradas.
—Parece agradable —comentó Scott, rompiendo el breve silencio mientras se cruzaba de brazos y miraba en dirección a Carmen.
—Sí, lo es —respondió Colin encogiéndose de hombros con una leve sonrisa en el rostro.
—Es bueno tener vecinos nuevos por aquí. Aunque espero que no sean de los ruidosos —añadió Scott, medio en broma, mientras se pasaba una mano por el cabello, despeinándolo un poco más.
Avery puso los ojos en blanco, divertida—. Papá, literalmente tienes la tele a todo volumen casi todas las mañanas.
Scott fingió estar ofendido—. Esas son las noticias. No cuentan.
—Claro, claro —dijo Avery, con una sonrisa divertida mientras Colin sacudía la cabeza.
Scott suspiró y miró hacia el camión de mudanzas una última vez—. Bueno, iré a ayudarlos. Quizá podamos llevarles algo más tarde para darles la bienvenida.
—¿Como qué? —preguntó Colin con curiosidad.
Scott levantó una ceja—. No sé, ¿un pastel? ¿Una pizza? Algo que no tenga que cocinar.
Avery y Colin intercambiaron miradas nuevamente, conteniendo una risa. Sin decir nada, giraron sobre sus talones y volvieron a entrar en la casa mientras su padre se alejaba para ayudar con la mudanza.
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